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jueves, 18 de julio de 2019

Un análisis crítico al "Cordero y el León" de Graeme Goldsworthy


Por J.A. Torres Q. 

Uno puede aprender mucho de la teología reformada, sí, especialmente en tópicos como el soteriológico (doctrina de la salvación) y el hamarteología (doctrina del pecado), entre otros. Pero, en tópicos como el escatológico y el Apocalipsis, por supuesto, no se puede decir lo mismo. Bien dice el dicho, la teología reformada “en general” posee una buena y sana hermenéutica, hasta, que aborda el tópico escatológico y profético. “El Cordero y el León” de Graeme Goldsworthy es otro ejemplo de esta bipolaridad hermenéutica. Así, al igual que Samuel Pagán en su “comentario” al Apocalipsis, Goldsworthy señala de partida que este no es un comentario de Apocalipsis, sin embargo, está lleno de comentarios de “interpretación” que más que clarificar el libro, lo enreda debido al paradigma propio de la escuela reformada: la espiritualización del texto bíblico.  

      Por otro lado, y de la misma manera que, por ejemplo, Holwerda o Storm, Goldsworthy establece principios de interpretación al texto que pretende comentar, pero, como principios más bien impositivos. Menciona dos, el principio del estilo literario insistiendo en que Juan es literatura apocalíptica (pág. 14, 16, 21), y segundo, el evangelio, esto es, la “centralidad del evangelio” como un marco hermenéutico no solo regulatorio, sino también, rector, cuestión que, al leer el libro completo, se puede observar simplemente como un elemento forzado que aparentemente sugiere piedad. Y esto hay que subrayar, Goldsworthy además insiste en todo el libro que Apocalipsis es literatura apocalíptica (pág. 60,67,80,81,90,92,93,96,99,100,115,128,136,153,160), lo cual es propio de los teólogos reformados quienes algunos más que otros aluden para justificar justamente, la espiritualización de la profecía juanina ajustándola muchas veces la apocalíptica apócrifa que no tiene ninguna relación con el apocalipticismo canónico, como puede usted constatar aquí.  En este sentido, el libro llega a ser tan confuso pues no solo se basa en un análisis parcial del libro, sino que en sus diez capítulos toma diferentes versículos —todos inconexos—  y sacados todos de sus contextos, no para explicar lo que es llano desde el primero capítulo, sino para dar sentido al argumento y tesis de cada capítulo exhibe, nótese por ejemplo, que el primer capítulo empieza con le versículo 1, 6-9 del capítulo 5, demás está decir que Goldsworthy jamás menciona el propósito juanino del libro (Apo. 1:1-3), en este sentido, recién en la página 154 —al final del libro— recién menciona que el Apocalipsis de Juan es “profecía” (Apo. 22:18-19), cuando dicha mención se hace desde el comienzo del libro (Apo. 1:3); sin embargo, dicha mención es simplemente informal pues ha abordado todo el libro como una recapitulación preterista.

      Por otro lado, y aunque no lo menciona con persuasión y como es típico en la literatura reformada,  habla del evangelio o de Cristo como la “clave” de interpretación que aquí  Goldsworthy repite varias veces (pág. 11, 21, 22, 31). Dicho en otras palabras, Goldsworthy sugiere que el evangelio es el lente para interpretar el libro (Apocalipsis) y señala su meta personal: “…uno de los principales objetivos de este libro es examinar de qué manera el evangelio interpreta el libro de Apocalipsis” (pág. 17). Por supuesto, y como aludimos ya, queda de manifiesto al leer todo el libro, que es esta tesis hermenéutica es simplemente una idea que se trata de imponer al texto, cuestión que en la propaganda suena bien, pero que en la exégesis objetiva de los capítulos de Juan —que Goldsworthy en realidad no hace— queda evidenciada como justamente, una imposición al texto.  

       Algunos ejemplos concretos de la eiségesis de Goldsworthy es por ejemplo, la siguiente declaración bajo la explicación del segundo principio (La centralidad del evangelio) con el cual Goldsworthy justifica la idea de que Cristo es también la clave de interpretación del NT y aun, del AT. Así, en la pág. 26 bajo el punto “Cristo es el significado de la profecía” Goldsworthy señala: «Hablando acerca de la ley y los profetas, Jesús dijo: “No he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento” (Mateo 5:17)», añadiendo: “Es un error ver esta referencia a los profetas como si Jesús viniera a da cumplimiento a ciertas predicciones mesiánicas dispersas en los libros proféticos. La declaración los incluye a todos [los profetas] y significa que todo lo que los profetas hablaron se cumple en Cristo” (pág. 26,27).

      Para el lector común quizás  esta declaración no presenta mayor problema, sin embargo, la intención de Goldsworthy va más allá del alcance normal de dichas palabras. Me explico: la intención de Jesús al mencionar la frase “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas…” tiene que ver con la falsa acusación judía de que Jesús quebrantaba y así, que había venido a deshacer (kataluo). A destruir e invalidar la ley y los profetas. En primera instancia, Jesús está refutando la idea que tenían los judíos de que él había venido a caminar al margen de la ley, en el sentido que quebrantaba las Escrituras. Este es esencialmente la acusación que Jesús refuta. Segundo, Goldsworthy siguiendo la NVI señala: “No he venido a anularlos, sino a darles cumplimiento” (Mateo 5:17)», sin embargo, la idea de οκ λθον καταλσαι λλ πληρσαι, señala más bien: “no vine a invalidar, sino a cumplir” como lo traduce también LBLA.

      Esta declaración esencialmente subraya lo anterior. Cristo no vino a invalidar la ley, sino a cumplir la ley. Y este es el sentido contextual. Jesús está llamando a los creyentes a vivir la vida de acuerdo a las virtudes de los hijos del reino en un mundo hostil (5:1-12), a ser sal y luz del  mundo (5:13-16), y advierte a los mismos no “quebrantar” justamente, los mandamientos descritos en la ley y los profetas (cf. Mt. 7:12). Por eso Jesús prosigue en 5:2 en adelante, con los “oísteis que fue dicho, pero yo os digo…”, todas, referencias a vivir el espíritu de la ley como fue diseñado por Dios, y que ellos habían invalidado. Ahora, sin duda Cristo cumplió la ley y los profetas, pero, ¿en qué sentido? ¿Incluye esto como dice Goldsworthy que todo, todo lo que los profetas dijeron se cumplió en Cristo incluyendo las virtudes de la era del reino terrenal de justicia tan característico en la perspectiva de los profetas del reino terrenal literal de Cristo? Goldsworthy asume que las predicciones mesiánicas dichas en el AT, no algunas, sino todas (pág. 27), se han cumplido en Cristo. Pero, ¿qué tiene en mente Goldsworthy? El AT menciona aspectos del reino de Cristo claramente profetizados, como:

1.    Siendo regente sobre los pueblos (Gén. 49:10)
2.    Congregando a los pueblos (Gén. 49:10)
3.    Teniendo un reino “terrenal” estable y eterno (Sal. 89:3ss; 2 Sam. 7:14ss; Lc. 1:47)
4.    Rigiendo desde Sion hasta los confines de la tierra (Sal. 2:6ss; Isa. 4:1-6; Sof. 3:11ss)
5.    Siendo adorado por todas las naciones de la tierra (Sal. 22:27-31; Isa. 2:1-4; Sof. 3:20; Hag. 2:6-9)
6.    Rigiendo a todas las naciones (Sal. 22:28; Miq. 7:16-20* [pactos*]; Zac. 14:16-21)
7.    Juzgando a Israel con justicia (Sal. 72:1; Jer. 31:8-10ss)
8.    Restaurando a Israel plenamente (Isa. 61:1-8; 66:10-14;22ss; Eze. 36:26-28; Jl. 3:18-21; Amo. 9:11ss)
9.    Estableciendo la justicia y paz terrenal perdurable (Sal. 72:2ss; Isa. 9:7; Jer. 33:15-16; Dan. 9:24).
10.  Dominando de mar a mar, y todos los reyes de la tierra le servirán (Sal. 72:8-11)

      Por supuesto, estas solo son algunas referencias de la abrumadora realidad del reino terrenal de Cristo que dicho sea de paso, Goldsworthy no menciona. Sin duda, Cristo cumplió la ley y los profetas, pero, en el sentido de que él como ningún hombre, fue el Hijo de Dios en quien Dios tuvo complacencia (Mt. 3:17s). Cumplió la ley moral a perfección, la ley ceremonial, y por sobre todo, cumplió la justicia de Dios en la cruz (Rom.1:16-17; 3:21-26), sin embargo, en el mismo contexto, el versículo 18 Jesús mismo asume que hasta que pasen el cielo y la tierra (II venida) ni una tilde pasará de la ley, hasta, que todo se cumpla, dejando ver que aún quedan muchas profecías por cumplirse no solo en Cristo, sino por medio de él, como dice el mismo Jesús en el reino por venir de los cielos, el reino futuro (Mt. 5:20) cuando por ejemplo, y entre otras cosas, las naciones le sirvan, aspecto escatológico que el mismo Jesús subraya en el NT como aun futuro (Mt. 19:27-28; 25:34). Sin embargo, cuando Goldsworthy señala que la declaración de Mateo 5:17 por un lado, incluye a todos [los profetas] y significa que todo lo que los profetas hablaron, se ha cumplido en Cristo (pág. 26,27), claramente y pasando por alto referencias veterotestamentarias como las anteriores, y aun, las que el mismo Juan menciona (“…y él [Cristo] las regirá [a las naciones] con vara de hierro” Apo. 19:15) lleva al lector a la espiritualización de las profecías. Esto se ve con mayor claridad desde el capítulo 4 (pág. 63ss) de este libro donde Goldsworthy trata del día de YHVH que en el AT está dividido por la perspectiva juicio-restauración; sin embargo, Goldsworthy aun reconociendo (pág. 63, 67-68) que la perspectiva del día de YHVH es no solo juicios para con Israel, sino también salvación y restauración para la nación escogida, bajo el título del “día del Señor en el Nuevo Testamento” (pág. 68) mencionará la supuesta reinterpretación novotestamentaria del AT, diciendo que el tal gran día de YHVH profetizado en el AT, se cumplió en Cristo. Aun señala que los cristianos llamaron —como asimilación de ello— al primer día de la semana, el día del Señor. Así, y tomando el nombre de Pedro señala que en hechos 2, se cumplió el día del Señor (YHVH), añadiendo que a Pedro no le importó la mención de los eventos cósmicos. Pues, “…el derramamiento del Espíritu, junto con la ascensión de Cristo es lo que estructura el cumplimiento del día del Señor en el Nuevo Testamento…” (pág. 72). Se pueden añadir a estos ejemplos, lo siguientes comentarios que dejan ver claramente, la espiritualización de lo que Juan explica proféticamente.

“El fin [el día de Señor (YHVH)] vino para nosotros en la persona de sustituto, quien estuvo de acuerdo en convertirse en el Cordero sufriente y sacrificado. Suya fue la gran tribulación, suya fue la gran victoria de Armagedón en el Calvario y el ató a Satanás” (pág. 104).


      Como el lector aten to puede observar, Goldsworthy no solo ve el día de YHVH como cumplido el primer siglo, sino que también, toma todos los elementos escatológicos de dicho día escatológico, y, a través de la evidente espiritualización los preteriza en el acontecimiento de la cruz cuando todos estos elementos son aun futuros y son la antesala de la segunda venida; esto es reiterativo en Goldsworthy, pues además señala que Apocalipsis 1:12-20 “…es la visión del Cristo que ya reina” (pág. 106) cuando cualquier lector objetivo puede constatar que dicho párrafo simplemente deja ver que Juan ve a Cristo precisamente en el “día de YHVH” (Apo. 1:9)  —que describirá— y que en dicha visión Jesús (entronado a la derecha del Padre) simplemente le comisiona escribir la profecía que Juan escribirá. Ahora, otro ejemplo de la evidente espiritualización injustificada Goldsworthy, es el siguiente comentario:

“¿Cuándo ocurre Armagedón? ¿Cuándo ocurren los grandes conflictos y los juicios de las visiones de Juan? Nuevamente la respuesta es: “en le fin”. Ésos son sucesos del día del Señor. El día del Señor ha pasado, porque Cristo ha muerto y resucitado. El día del Señor es presente, porque Cristo mismo establece su reino en esta tierra por medio del evangelio. El día del Señor es futuro porque Cristo vendrá otra vez. Armagedón es el Calvario. Armagedón es toda conquista del evangelio que brilla en un mundo en tinieblas…” (pág. 129s).


      Al observar y constatar todas estas distorsiones flagrantes al texto, uno puede comprender por qué Goldsworthy —al exponer sus tesis— señala que todo esto demanda una “modificación” de la perspectiva del AT del día de YHVH, siendo el evangelio el aspecto hermenéutico modificante de las realidades literales del día de YHVH que se describen en el AT; así, la nueva interpretación del día del Señor para Goldsworthy entonces, es que además: “El día del Señor vino cuando la ira de Dios se derramó sobre nuestro sustituto que pendía en la cruz. El día del Señor vino cuando el pueblo de Dios resucitó de la tumba en la persona de su sustituto…” (pág. 73).

      Así, Goldsworthy concluye en este capítulo que “…de esta manera el evangelio del Nuevo Testamento reestructura [modifica] la venida del reino…”, entiéndase como modificar, o restructurar, a la idea reformada de subvertir el sentido llano del texto y que dicho en otras palabras, se ha denominado espiritualizar las profecías del AT, por eso Goldsworthy asegura —tomando el evangelio simplemente como una palanca de torque— que “…la resurrección y ascensión de Jesús, junto con lo ocurrido en el día de Pentecostés, muestran que el evangelio modifica la perspectiva del Antiguo Testamento…” (pág. 75).

      ¿Qué evaluación extra se puede señalar de Goldsworthy aquí? Es evidente que Goldsworthy trae en la mente preconceptos propios de la escuela amilenarista que son justificados por declaraciones sin justificación (sin exégesis), tomando una serie de versículos aislados de Apocalipsis en cada capítulo, sin la más mínima rigurosidad contextual ni mucho menos, exegética. Y, como el mismo libro señala, en vez de presentar un comentario del libro de Apocalipsis, el autor trae aquí “nuevas” luces sobre el propósito e importancia del libro, pero, ¡ignorando el mismo propósito del libro detallado por el mismo Juan! (Apo. 1:1,3, 11, 19) que Goldsworthy ni siquiera menciona ni mucho menos detalla. Es evidente que libros como este, amplifican la el error de una “tradición” reformada de reinterpretación de las profecías, o, simplemente la imposición del NT a las verdades inspiradas de la revelación del AT, que contrariamente a lo que dice Goldsworthy, son confirmadas y aun, complementadas por el NT, pero jamás modificadas o reestructuradas (alteradas), como  precisamente Juan lo hace en Apocalipsis. Por supuesto, y como es costumbre, el milenio tan llanamente presentado por Juan, es también trastocado aquí, lo cual Goldsworthy hace también a través de la apocalíptica que según Goldsworthy “…lleva el concepto de tiempo cualitativo a su punto más alto mediante el uso simbólico de números…” (pág. 127).

No hay dudas que el lector promedio del Apocalipsis puede corroborar que su lectura es sin duda una bienaventuranza alegre (Apo. 1:1-3), sin embargo, no se puede decir lo mismo de libros como el de Goldsworthy, pues, las “nuevas luces” que dice traer Goldsworthy, en realidad oscurecen lo que Juan se propone llanamente en esta profecía, revelar el plan de Dios acerca de las últimas cosas que tienen que suceder.


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