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miércoles, 24 de abril de 2019

Evaluando a David E. Holwerda Capítulo 2 parte I





Por J.A. Torres Q.

Introducción

¿Quién es Israel? Pregunta Holwerda y añade que, el papel étnico ha jugado un papel importante  para la respuesta de esta pregunta, aunque también nos dice que una respuesta definitiva no es tan sencilla, en vista que de acuerdo a los “profetas del AT” y el debate en el judaísmo hoy, la cuestión se torna incluso confusa (pág. 35). Ahora, Holwerda pasa de la pregunta inicial, a la cuestión de quién es judío, así, esto ha llegado a ser —según Holwerda—  una de las cuestiones más problemáticas hoy en el estado moderno de Israel. Las diversas opiniones al respecto, se pueden dividir en dos.     

1.   Es judío, quien nace como judío (pág. 36)
2.   Es judío, quien  lo ha decidido

Así, y de acuerdo a este autor: «Definir “Israel” o “judío” es entonces una tarea extremadamente difícil» (pág. 36).  Ahora, Holwerda nos ofrece los siguientes datos acerca de cómo es hoy. Así, y de acuerdo a la ley israelí, un judío puede ser:

1.   Cualquier emigrante nacido de madre judía (pág. 36)
2.   Cualquier persona que se haya convertido al judaísmo (de acuerdo con la tradición judía del halakah). Una cuestión que desde 1986, la Corte Suprema israelí ha establecido.

Desde el 70 d.C., la cuestión de quien es judío tenía relación directa con la adherencia al judaísmo rabínico, estudiar la ley y practicar las 613 leyes relativas al primero (pág. 36).  Y, aunque esto no era la norma —según varios eruditos judíos— Holwerda explica: “De los requisitos para la conversión al judaísmo se deduce que  ésta era la norma. Al convertido se le exigía aceptar la Torah, incluyendo la ley oral, es decir, la interpretación rabínica de la ley; debería ser circuncidado en el caso de los varones, y ser sumergido en agua. El que se convertía en judío debía vivir de acuerdo a la halakah, sistema jurídico o estilo de vida judío.” (pág. 36). En el día de hoy, los judíos mesiánicos dicen ser judíos completos, aunque rechazan el judaísmo rabínico, sin duda un dato  importante.

Ahora bien, desde aquí en adelante, Holwerda se dispone a responder a esta pregunta, pero, tomando la ruta reformada en el asunto. Así, la siguiente declaración es a la vez, una manera de presentar preliminarmente su tesis.

“¿Quién es, entonces, judío? Ya que no existe una opinión unánime ente judíos contemporáneos, los que no son judíos no deberían de tratar de resolver este asunto. Por lo tanto, prefiero formular la pregunta de un modo diferente. Los judíos mesiánicos prefieren decir que cuando se pregunta ¿quién es Jesús? En realidad se está diciendo ¿Quién es judío? En lugar de esto, yo sugeriría que al preguntar ¿Quién es Jesús? Se está también diciendo: ¿Quién es Israel? Esta variante no niega el derecho a existir al punto de vista judío mesiánico, el cual afirma que el verdadero significado de ser judío se encuentra sólo en Jesús.” (pág. 37-38)

Tiene razón Holwerda en el hecho de que los términos “judío” o “judaísmo” son más generales o en sus palabras, términos más neutrales; el punto entonces es, —según Holwerda— comprender quién es “Israel” que para este autor es un término mucho más específico, porque añade Holwerda, fue con “Israel” que Dios estableció sus pactos, fue “Israel” la comunidad escogida, el pueblo de Su pacto (pág. 38).  Ahora, pareciera que el tema está resuelto hasta aquí. “Israel” es el pueblo de los pactos, a quienes por medio de los patriarcas Dios prometió Sus bendiciones, sin embargo, para Holwerda  el tema o la respuesta inicial no está resuelta, pues añade:

“Si Israel es el pueblo de Dios elegido con el cual Dios ha establecido pactos con Israel y le ha prometido las bendiciones estipuladas, ¿cómo se debe definir a Israel? ¿Quién en realidad heredará las promesas?” (pág. 38).

¿Quién es Israel? La respuesta de Holwerda. Introducción.

Hasta aquí, podemos sumarnos a la respuesta preliminar  de Holwerda, sin duda Israel es el pueblo de la promesa, el pueblo de los pactos de Dios. Sin embargo, la respuesta de Holwerda a esta pregunta basada en algunos de sus criterios, nos llevará a otro resultado. Dicho en otras palabras, la definición de “Israel” para Holwerda no sólo determina quién es justamente “judío”, sino también, en quiénes se cumplen dichas promesas. Ahora, como la tesis esencial de Holwerda es que “Jesús es Israel” —como veremos a continuación—, entonces, las promesas dadas al pueblo del pacto en realidad ya se cumplieron, pero en Cristo: algo que en general los teólogos reformados creen consensualmente[1]. Tesis a la que Holwerda se suma diciendo al inicio de su libro que: “Este libro presentará un argumento continuo acerca de la importancia primordial de Jesús en el cumplimiento del Antiguo Testamento…” (pág. 32). Ahora, antes de corroborar, examinar y escrutar las conclusiones de Holwerda a la luz de lo que creemos es una interpretación rigurosa y ortodoxa de los pasajes relativos, necesitamos ver por supuesto, la argumentación de Holwerda. Y, la manera en que este autor va a responder a la pregunta y a la vez, a darnos su tesis, es  través de cuatro argumentos, a saber:

¿Quién es Israel?

1.     La respuesta genealógica (pág. 38-43)
2.     La respuesta geográfica (pág. 43-49)
3.     La respuesta del cielo (pág. 49-50)
4.     La respuesta del desierto (pág. 51-53)

¿Quién es Israel entonces? De acuerdo a la “respuesta genealógica” (pág. 38-43), Holwerda capitula que es Jesús, literalmente bajo este primer argumento y teniendo como argumento la genealogía de Mateo, señala:

“Al relacionar a Jesús con Abraham, Mateo declara que la promesa de Dios de bendecir a las naciones se cumple ahora por medio de Jesús  […] Si aquel por quien las promesas se cumplen es Jesús, entonces él puede reclamar ser descendiente verdadero de Abraham. Entonces, Jesús representa todo lo que un verdadero descendiente de Abraham debería ser. Jesús es, por lo tanto, el verdadero Israel; el que es y hace todo lo que Israel tenía que ser y hacer. El Israel histórico fracasó, y las promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. […] Jesús es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel anunciados por los profetas. Él es Israel, hijo de Abraham. […] El enfoque de la genealogía de Mateo es claro. La importancia de Jesús radica hondamente en la historia del Israel veterotestamentario, tan hondamente que las bendiciones prometidas al Israel veterotestamentario encuentra su cumplimiento sólo por medio de Jesús. Él es Israel, la representación personificada del verdadero Israel y el rey de Israel.” (pág. 40)

En este primer argumento de Holwerda, el lector puede constatar claramente que para este autor, Israel, el “verdadero Israel” es Jesús. Así, Holwerda nos introduce preliminarmente a su tesis, que en términos más claros, es la idea reemplazista consecutiva de que Israel, ha sido reemplazado por Cristo.  Así, como “Jesús es Israel”, quienes están en Cristo, llegan a ser también, el “nuevo Israel.” Note Sam Storm citando a G.K. Beale, se suma a la idea que Holwerda exhibe aquí: “Cristo es el verdadero Israel, y como el verdadero Israel, él representa a la iglesia como la continuación del verdadero Israel del AT. Cristo vino a hacer lo que Israel debería haber hecho, pero fracasó en hacer. Aquellos que se identifican por fe con Cristo, ya sean judíos o gentiles, se identifican con él y su identidad como el verdadero Israel escatológico.” (Storm 2018:142).

¿Quién es Israel? Evaluando  la “respuesta genealógica” de Holwerda

¿Cuáles fueron los propósitos de las genealogías novotestamentarias? Holwerda por supuesto, algo de ello ha mencionado (pág. 39), pero aun así, pasa por alto las implicancias exegéticas del porqué  estas genealogías —en especial la de Mateo— fueron dadas, esto no quiere decir que Holwerda lo ignore, sin embargo, asumiendo que tiene la interpretación  de ello, tiene en mente aquí solo una cosa.  Así escribe: “Al relacionar a Jesús con Abraham, Mateo declara que la promesa de Dios de bendecir a las naciones se cumple ahora por medio de Jesús…” (pág. 38), este “por medio de”, no quiere decir —en la mente de Holwerda— que Jesús lleva a culminación las promesas a Israel restaurando a Israel y siendo él, el rey de y entre ellos, sino que, —de acuerdo a Holwerda— es “en él” que tales promesas se han cumplido pues “…Jesús es el verdadero Israel.” (pág. 38), porque: “…Dios cumple sus promesas a Israel por medio de Jesús. “ (pág. 141). Esto incluye la idea de que “Israel” en vista de su fracaso, no verá ningún cumplimiento de los pactos dados por Dios a ellos.    

Una de las razones  que da Holwerda (que es un paradigma reformado constante), es que como ya aludimos: “El Israel histórico fracasó, y las promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. […] Jesús es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel anunciados por los profetas.” (pág. 40). Por supuesto, claramente aquí Holwerda pasa por alto que las promesas —llanamente escriturales— que Dios dio a Israel tuvieron dos[2] enfoques: pactos “condicionales”, pero esencialmente, las de los pactos basales de la nación “incondicionales.”  Esto significa que aun la defección de Israel (Rom. 11:1,11-12,25-26) no pondría fin a tales promesas. Pues Dios fue el garante irrevocable de dichos pactos o promesas (Rom. 11:29), no la condicionalidad conductual de un pueblo pecaminoso que Él sabía que fracasaría (cf. Deut. 5:22-29; 29:1-4; 31-32; Rom. 11:11-12).

Ahora, notemos brevemente algo referente a los pactos.  Primero, tanto el pacto abrahámico (cf. Gén. 12:1-3; 13:14-17; 15:1-18; 17:1-8) como el palestino[3] fueron dados por Dios a Israel bajo el carácter de  לַאֲחֻזַּ֖ת עוֹלָ֑ם lit.: “para heredad perpetua”* (Gén. 17:1-8*; 48:4; Deut. 27:30) incluyendo en este sentido, el pacto davídico (2 Sam. 7:14ss; Lc. 1:33ss). Todos, fueron dados a Israel por Dios como pactos incondicionales. Así, el pacto abrahámico —que da curso a los otros pactos incondicionales— en Génesis 17:7b, Dios es quien lo establece como   לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם  lit.: “para pacto perpetuo” ratificado al mismo Abraham por Dios, y aun, prometido a Isaac también —en oídos de Abraham— como  לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם  lit.: “para pacto perpetuo” (Gén. 17:19). Cabe señalar que la idea de perpetuidad en los pactos, también se subraya en el AT con la idea de que Dios “juró” por sí mismo (Gén. 26:3), como garantía Superior de Su Palabra a quienes Él refirió sus promesas. En este sentido, Dios también juró cumplir la perpetuidad del pacto abrahámico (Gén. 22:16-18), que incluye el pacto palestino (de la tierra) también, con la solemnidad de  לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם  lit.: “para heredad perpetua” (Gén. 17:8 cf. [Jos. 1:6]) la cual YHVH juró dar a Abraham, cuestión que Dios  aclaró también, posteriormente a Moisés (cf.  Éxo. 33:1 cf. [Deut. 10:11; 31:20-23; Jos. 1:6]).  Y esto, independientemente del fracaso de muchos hebreos (cf. Núm. 14:23; 32:11; Deut. 1:35). Aun, el propio fracaso de Moisés (Deut. 34:4). Solo el pacto mosaico[4] tuvo carácter condicional (bilateral).

Ahora, Dios en su sabiduría eterna dio otro pacto a su pueblo, un gran pacto que vino a asegurar la debilidad de los involucrados en estos pactos incondicionales. Dios le llamó “Nuevo Pacto”, dispuesto por Dios entre Él, y la “casa de Israel” y la “casa de Judá” (Jer. 31:31), el pacto que Dios mismo dispuso para su pueblo, para que éste finalmente le siga, le adore y le sirva en plenitud (Jer. 31:34); tal realidad,  Dios la dispuso para que sobre la base de  los elementos sobrenaturales que Dios dará a Israel  —un nuevo corazón (Jer. 31:31; Eze. 36:26)— para que Él, sea el Dios de ellos, y ellos, Su pueblo (Jer. 31:33). Sabemos por las mismas Escrituras que Cristo  llevará “de la mano” a Israel hacia esta realidad  (cf. Isa. 11:1; 49:5s; Isa. 11:1; Zac. 6:12-13).  Por lo tanto, eso de que por el hecho de que “El Israel histórico fracasó, y [por lo tanto] las promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. [Porque] Jesús es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel…” (Holwerda, pág. 40) no tiene asidero escritural cuando se considera justamente, el “nuevo pacto” (cf. Jer. 31; Eze. 27; Heb. 8:8; Mt. 26:27-28; Gál. 3:13-29) pues en este, Dios mismo no solo estipuló, sino que por sobre todo, aseguró la obediencia de Israel a sus preceptos en el reino de Cristo establecido por Dios en el pacto davídico.   Así, en este último, es Dios que señala a David teniendo como cumplimiento al rey perfecto, Cristo, “yo afirmaré para siempre el trono de su reino… y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2 Sam. 7:13,16 cf. [Sal. 89:3-4; 34-35; Isa. 9:7]), un reino donde —añade el salmista— “…tu pueblo [Israel] se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder…” (Sal. 110[5]:3).

Entonces: ¿Para qué quiere Cristo entonces un “trono terrenal”, un “reino literal” y una “casa” (personas) para gobernar si no hay un “pueblo” ni una geografía en que el que regirá a Israel y a los pueblos con vara de hierro que reinar” o “regir”? Sin embargo, Pablo escribió, “…porque es preciso que él reine…” (1 Cor. 15:25) escribiendo el año 56 d.C. ¿Acaso no estaba reinando los primeros 50 años de la iglesia o será que el apóstol al igual que los profetas estaba vislumbrando el reino futuro literal del Señor paralelo a su regencia en los corazones de los creyentes? El mismo Moisés, desde comienzo de la revelación señaló que  שִׁילֹה (Shiloh[6] [nombre propio]) a quien el “cetro le es debido” (von Rad 1977:505) regiría también sobre los pueblos (Gén. 49:10). Así también, —y esto es consensual en el AT—  el salmista ve al mesías como rey sobre Sión, en su regio poder (Sal. 2:1ss)  sobre las naciones (2:8), sobre los confines de la tierra (2:9), pues justamente, los “confines de la tierra” (las naciones) se volverán a él (cf. Sal. 23:27s; 45:17; 72:11). Añade el salamis, “Mientras dure el sol” juzgará a Israel (Sal. 72:1-5; 87:1-3; 110:3), pero también, “mientras dure el sol” se perpetuará su nombre y en él, serán benditas todas las naciones (Sal. 72:17 cf. [Sal. 2:6-12; 22:27-28; 45:17; 82:8; 86:9]). Sin embargo, aun el “fracasado” Israel tendrá restauración futura y será justamente, el mesías, Cristo, quien reinará sobre ellos. Tal realidad es expresaba notablemente también por el salmista.
 
Sal. 72:1  Oh Dios,  da tus juicios al rey,
 Y tu justicia al hijo del rey.
Sal. 72:2  El juzgará a tu pueblo con justicia,
 Y a tus afligidos con juicio.
Sal. 72:3  Los montes llevarán paz al pueblo,
 Y los collados justicia.
Sal.  72:4  Juzgará a los afligidos del pueblo,
 Salvará a los hijos del menesteroso,
 Y aplastará al opresor.
Sal.  72:5  Te temerán mientras duren el sol
 Y la luna,  de generación en generación.
Sal.  72:6  Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;
 Como el rocío que destila sobre la tierra.
Sal.  72:7  Florecerá en sus días justicia,
 Y muchedumbre de paz,  hasta que no haya luna.
Sal. 72:8  Dominará de mar a mar,
 Y desde el río hasta los confines de la tierra.
Sal.  72:9  Ante él se postrarán los moradores del desierto,
 Y sus enemigos lamerán el polvo.
Sal.  72:10  Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Sal.  72:11  Todos los reyes se postrarán delante de él;
 Todas las naciones le servirán.

La negación de la vocación mesiánica y regente de Cristo como “rey de los judíos” fue una cuestión  negada por los incrédulos del primer siglo (cf. Mt. 27:29, 37, 42; Mr. 15:2, 9, 12, 18, 32; Lc. 23:3, 37, 38; Jn. 18:33, 39; 19:19). Sin embargo, fue una creencia fundamental de los creyentes (cf. Jn. 1:49; 12:13), de manera que —como puede usted observar en los siguientes ejemplos— su reino sobre Israel en el NT no es anulado, espiritualizado o traspasado,  más bien, es una realidad en la mente de los creyentes, verdad escritural (cf. Gén. 49:10s; Núm. 24:17; Sal. 89:3-4; 132:11) que los escritores inspirados del Nuevo Testamento replican claramente (cf. Lc. 1:31-33; Hec. 1:6-7; 1:69s; 13:23; Rom. 11:26-27; 1 Cor. 6:2-3; Apo. 5:9-10; 20:1-6). Y esto, no solo sobre Israel (cf. Miq. 4:6-7; 5:2; Eze. 37:21-22; Isa. 9:6s), sino también,  sobre el mundo entero (Jer. 33:15-26; Zac. 14:6). Sobre las naciones (Sal. 72; Apo. 19:11-16). Dicho en otras palabras, las promesas dadas por Dios a Israel, —como ya aludimos— no acabaron con el fracaso del pueblo, como tampoco Cristo es un tipo de “parche” reemplazista  por dicho fracaso (plan “b”). Sin duda, es en Cristo que las promesas son cumplidas, pero, en el sentido de que él, las lleva a cumplimento perfecto. Así como Cristo cumplió la ley por los creyentes y a perfección, los creyentes no nos exceptuamos de vivir en él el gobierno de Dios en nuestros corazones con una exhibición objetiva de tal sumisión al rey hoy (cf. 1 Jn. 1:5-9; 2:4-6). Así, y de manera similar Cristo no solo representa “individualmente” al judío que llega después de “abandonar” su legado pactual prometido —supuestamente—  a las puertas de un “nuevo Israel” (Iglesia), no, por el contrario, es por medio de él, que “Israel  corporativo” verá literalmente cumplidos, todos los pactos incondicionales que Dios les dio. Y Pablo, clarificando esto a los gentiles  se refiere claramente a los israelitas “individualmente” (Rom. 9:4) para que el lector gentil no se confunda, pero esencialmente, mirándolo como pueblo y remanente (Rom. 9:27,31; 10:1,19; 11:1-2,11-12), que será restaurado (Rom. 11:12, 25-27). Así, Cristo no solo lleva a judíos individuales, sino al pueblo —exceptuando a los incrédulos— a tal escenario de restauración no solo espiritual, sino también política-terrenal (cf. Eze. 36:24-28; 37:1-14, 21-23; Jer. 31:7-10; 15-17; 31-34). La manera en que podemos ilustrar esto, tomando en cuenta los pactos incondicionales, es cumpliéndose no solo “en” Cristo, sino, “por” Cristo, así, de la siguiente manera.




Como el lector atento puede observar, los pactos incondicionales de Dios tienen que ver con Cristo porque él no solo es el “perfecto israelita”, sino, porque esencialmente él lleva a cumplimiento cabal los pactos. Y quienes están unidos a él sin duda pueden disfrutar de dichas promesas. Entonces, ¿quedó Israel a un lado debido a  su fracaso? Quizás no se logre entender nuestra intención. ¿Mudó Israel ahora, por una “nueva entidad” de personas que unidas a Cristo forman un “nuevo Israel”? Es Pablo quien ya respondió a estas dudas, y frente a esta idea de fracaso-desechado, Pablo responde: “¿Ha desechado Dios a Su pueblo?...” Y responde el mismo: “En ninguna manera…” (Rom. 11:1). Cabe señalar que Pablo en estos magistrales capítulos de romanos no está hablando de israelitas particulares que finalmente llegan a las promesas   a través de la iglesia, no, Pablo está hablando de Israel (11:1) como el “pueblo” de Dios (10:1; 11:2). Por ello hace una segunda pregunta clave en dicho contexto: “¿Han tropezado los de Israel para que cayesen?...” La respuesta de Pablo es totalmente diferente a la idea de “El Israel histórico fracasó, y [por lo tanto] las promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. [Porque] Jesús es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel…” Por el contrario, Pablo señala nuevamente, “…en ninguna manera”, y añade: “…pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles,  para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo,  y su defección la riqueza de los gentiles,  ¿cuánto más su plena restauración?” (Rom. 11:12). El concepto de juicio por un lado, pero también, el de “restauración” de Israel en el AT es abrumador (cf. Isa. 61:1-11; 65:17-25; Jer. 31:1-10; 31-40; Eze. 36:8-12; 24-28; 37:1-14 et al.). Sin  embargo,  si ilustramos la idea de Holwerda aquí, —que en la idea reformada consensual— tales promesas pactuales veterotestamentarias, se “absorben” en Cristo (Bruce), o “desaparecen” en Cristo por que Cristo es el verdadero Israel,  y quienes están en Cristo, son el “nuevo Israel” (Riddlebarger) (Riccardi 2014:4s). La idea de Holwerda entonces, puede ilustrarse como sigue.




Ahora, Holwerda y respecto a su punto principal aquí, señala que: “El enfoque de la genealogía de Mateo es claro. La importancia de Jesús radica hondamente en la historia del Israel veterotestamentario, tan hondamente que las bendiciones prometidas al Israel veterotestamentario encuentra su cumplimiento sólo por medio de Jesús. Él es Israel, la representación personificada del verdadero Israel y el rey de Israel.” Pero, añade que esta genealogía —lo cual hace de manera gradual—  nos ha traído “algo nuevo”, una nueva creación. Así, lo nuevo es que en vista de los fracasos de Israel, “…las promesas del pacto de Dios a Abraham y David encuentran su cumplimento en su Hijo Jesucristo.” (pág. 40). Ya sabemos a qué se refiere Holwerda con lo anterior. En este senito, y de acuerdo a este autor, supuestamente Mateo relacionó a Jesús con Abraham en la genealogía porque la promesa abrahámica de bendecir a las naciones, se cumple ahora por medio de Cristo, lo cual en términos generales ha sido sin duda así (cf. Hec. 15). Sin embargo, Holwerda dice que como Israel fracasó, tales “…promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas” (pág. 40), sin duda, “por medio” de ellos no verán su cumplimiento, esto es cierto. Sin embargo,  es Dios mismo quien se encarga de que tales palabras (pactos incondicionales) tengan su cumplimiento por medio de alguien perfecto —Cristo— que las lleva a dicho cumplimiento en donde ellos son parte esencial (cf. Sal. 23:22-31; 72:1-11;110; Isa. 61:1-7; 66:21-24; Eze. 36:27; Zac. 6:12s). No obstante, la conclusión  de Holwerda aquí,  es añadir que si el AT menciona un remanente al menos, tal grupo también es Cristo. Literalmente: “Jesús es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel anunciados por los profetas. Él es Israel, Hijo de Abraham.” (pág. 40). Nótese que lo que está diciendo Holwerda es que Jesús ahora representa a Israel. Pero, tal representación no es en sí  una representación, sino más bien un reemplazo. Esto lo afirma diciendo lo siguiente.

“Dios le prometió a David que su casa y su reino serían afirmados para siempre y que el trono de su descendencia sería establecido para siempre (2 Samuel 7:8-16). Aunque este pacto con David está subordinado al pacto de Dios con Abraham, el cumplimiento de la promesa a David llega a ser el medio por el cual se cumple la promesa a Abraham. El prometido Hijo de David representaría en forma personificada a Israel, por medio de cual las naciones serían bendecidas.” (pág. 40)

La tesis esencial de Holwerda aquí entonces, es que Jesús representa a Israel, y con ello, —reemplaza a Israel— llegando a cumplir en sí mismo las promesas dadas a Israel (pág. 40, 41). Pero, esto sí hay que notar, la interpretación de Holwerda es que Jesús corporativamente no solo representa a Israel, sino que llega a ser Israel (Holwerda, pág. 40). Esto es curioso, porque si hay un paralelo antitético representativo referente al fracaso-perfección en el NT, es entre Adán y Cristo (Rom. 5:12-21; 1 Cor. 15:21-23). Y, por supuesto, Israel está bajo Adán y en Cristo el judío como el gentil encuentran su plena restauración. No obstante, Holwerda aquí señala que la idea bíblica de la persona corporativa ofrece apoyo a esta comprensión de Jesús, de que él llega a ser entonces ambas cosas, esto es, “verdadero Israel” y “rey de Israel” y Mateo así, confirma esta prerrogativa al darnos la línea de David hasta Abraham. Esto sin embargo, nos lleva la pregunta genealógica. ¿Qué quiso entonces demostrar Mateo como Lucas al darnos dichas genealogías? ¿Es Jesús un reemplazo “corporativo” de Israel realmente? Según Holwerda también, Isa. 11:1 señala lo mismo, y así añade: “El Hijo de David, en su calidad de rey de Israel, representa al verdadero Israel”. No obstante, Isaías 11:12 deja ver que la raíz de Isaí, no solo “representaría” a Israel, más bien los restauraría, en palabras de Isaías en el contexto de Isaí:  Y levantará pendón a las naciones,  y juntará los desterrados de Israel,  y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra.” (Isa. 11:12). Pero, ¿qué nos está mostrando Mateo entonces en su genealogía?

         Holwerda sigue su idea de manera “sistemática”. Jesús es Israel (pág. 40) de manera corporativa, esto significa que sin duda los judíos pueden ser salvos aún, pero, —y esto debemos tener en cuenta como un paradigma reformado—  ya no más como una entidad o un todo, pues las promesas pactuales   tuvieron —como dice Holwerda— su cumplimiento en Cristo. Así, la idea de la genealogía es consecuente a su interpretación de este “reemplazo corporativo”, así añade: “La genealogía que Mateo ofrece de Jesús señala la inauguración de un nuevo comienzo, una nueva era en la historia de Israel y una nueva era en la historia del mundo, porque las antiguas promesas de hijos a Abraham y a David inician su cumplimiento histórico en Jesús” (pág. 43). Hasta aquí, son muy pocos los fundamentos bíblicos de Holwerda en este sentido. No hay  pasajes que justifiquen todas estas ideas. Por estas razones cabe preguntarnos aquí, ¿fue la intención de Mateo al darnos su genealogía mostrarnos un “camino nuevo” en cuanto a Israel? Por supuesto, Cristo nos ha dado un camino nuevo al Padre, pero, no se trata de una restructuración de las promesas incondicionales de Dios a su pueblo y una supresión de los receptores originales de estas promesas.   

Ahora, bien, Mateo 1:1-17 nada tiene que ver con “algo nuevo”. Como dice Holwerda, “con la inauguración de un nuevo comienzo” (pág. 43) en su perspectiva. La idea de un “reemplazo corporativo”, esto es, Jesús por Israel. No, Mateo y —de hecho Holwerda lo menciona— presenta una genealogía porque verificaban el parentesco con los antepasados y los derechos  religiosos y políticos de una persona (pág. 39).  Ahora bien, el valor teológico de la genealogía de Mateo más que un argumento de algo nuevo, o un nuevo comienzo escatológico para Israel, por el contrario, es el establecimiento legal del cumplimiento de las promesas antiguas dadas a Israel por medio del mesías, por la que todos los hombres recibirán las bendiciones prometidas a Abraham. Así,  preliminarmente el  propósito de las genealogías aquí, especialmente[7] la de Mateo, es demostrar que Jesús es realmente el descendiente  legítimo y legal de David, y que por lo tanto,  tiene el derecho al trono de David (2 Sam. 7). Sin embargo, esta es la idea general que observamos a vuelo de pájaro; si observamos bien, la genealogía de Mateo está dividida en tres grandes grupos.  Notemos entonces, y como último comentario, cuál es la idea  de Mateo al darnos su genealogía.

El primer grupo (Mt. 1:1-5) de Abraham hasta Isaí

Mateo deja establecido aquí la relación de Jesús con David y con Abraham (1:1). En el primer caso, la relación de Cristo con Abraham subraya  el  clímax cristológico del pacto abrahámico “…y serán benditas en ti.” (Gén. 12:3; 22:18) ratificado en el pacto davídico; por esta razón también, la relación de Jesús con David subraya por otro lado    el derecho de Cristo al trono de David (2 Sam 7; Sal. 89:3ss). Dicho en otras palabras, Mateo establece el hecho legal (υἱός)[8] de que Jesús es auténtico rey mesiánico y que además, es la genuina simiente de Abraham (Carballosa 2007:57).  Lacueva añade: “Mateo no intenta dar una genealogía innecesaria, sino que tiene un objetivo bien definir: probar que el Señor Jesús es el hijo de David, y el hijo de Abraham, de la nación y de la familia de las que había de salir el Mesías.” (Henry & Lacueva 1999:1067). Cabe destacar que en esta genealogía además se pone de manifiesto  la fidelidad de Dios en cumplir con lo que había prometido tocante al mesías y su derecho legítimo al reino literal futuro del mesías. Esto, se pone de manifiesto también por la frase: “Y  Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob y Jacob a Judá y sus hermanos.” La alusión añadida “y sus hermanos” es importante aquí, pues Judá aunque fue el cuarto hijo de Jacob, fue a él quien se le dijo: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos” (Gén. 49:10). Una alusión concreta y profética del reino escatológico futuro de Cristo sobre las naciones. Y por cierto, la mención de las cuatro mujeres  extranjeras en la genealogía de Jesús, entre otras cosas, es la prueba directa de las implicancias del pacto abrahámico.

El segundo grupo (Mt. 1:6-11) de Isaí hasta Babilonia

El segundo grupo mencionado por Mateo, pone el énfasis en la descendencia de David.   Y como constata el profesor Carballosa, Mateo al mencionar a Isaí dos veces, señala que Isaí ἐγέννησεν τὸν Δαυὶδ τὸν βασιλέα  lit.: “engendró el David el Rey”, técnicamente, la segunda posición atributiva del adjetivo, aquí con nombre propio + sustantivo. Lo cual, tiene la idea de acentuar algo que el autor desea que los lectores vean. Como añade el profesor Carballosa, Mateo lo usa por razón de  énfasis, el énfasis legal de dicha genealogía y la conexión real de Cristo con el rey David. Ahora, este segundo grupo se destaca más bien, por la decadencia de la nación, especialmente de parte de Joaquín (tb., Jeconías, o Conías Jer. 22:24-30), a quien Dios maldijo fuertemente por sus pecados, privándolo de descendencia, de éxito gubernamental y finalmente, de la privación de parte de algún descendiente suyo, del trono de David. Cabe señalar que José —el padre de Jesús— era descendiente de Jeconías, no obstante, el Señor fue de la simiente de David, y físicamente, solo a través de María, por lo tanto, la maldición de Conías nunca tuvo efecto en él, así, José cuando tomó a María y al niño Jesús, al mismo tiempo llegó a ser legalmente su padre, transfiriéndole los derechos legales al trono de David (cf. Carballosa 2007:57). Todo esto subraya el hecho de que a pesar que Israel fue infiel hasta el punto de desaparecer en el exilio Asirio y posteriormente en el Babilónico, Dios no remplazó a Su pueblo, ni mucho menos anuló su promesa para con ellos; así, la profecía decía que de Belén nacería no el que reemplazaría a Israel, sino, el que será gobernante en Israel (Miq. 5:2 LBLA), y Mateo lo expresa de las siguiente manera: “Y tú,  Belén,  de la tierra de Judá,   no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;  Porque de ti saldrá un guiador,  que apacentará a mi pueblo Israel.” (Mt. 5:2).  ¿Cómo lo hará? Isaías añade: “Y levantará pendón a las naciones,  y juntará los desterrados de Israel,  y reunirá los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra.” (Isa. 11:12). Ahora, ¿por qué razón Mateo menciona Babilonia? L. J. Valdera lo ha expresado bien: “La razón por la cual en la genealogía de Jesús en Mateo se menciona el cautiverio del pueblo de Dios en Babilonia, es para destacar el poder de Dios para guardar sus promesas.   El pueblo de Dios estuvo cautivo por 70 años en Babilonia, los babilonios tomaban la gente de las naciones conquistadas y las esparcían en todo el mundo, con el propósito de destruir a las naciones conquistadas, así las siguientes generaciones olvidaban su identidad, su origen y su lealtad hacia la antigua tierra, y se unían al país en que vivían ahora.  Pero Dios preservó puro el linaje del Mesías a pesar del cautiverio de Judá en Babilonia, y cumplió así su promesa de enviar a su Hijo a través del linaje de Abraham y David (Gál. 4:4-5a). Pasaron varios siglos hasta que Dios cumplió su promesa de enviar el Mesías al mundo, muchos se desesperaron, otros dudaron, otros olvidaron la promesa, otros se burlaban y perseguían a quienes aún creían la promesa.”  (Valdera) 

El tercer grupo (Mt. 1:12-16) de Babilonia hasta Cristo

De Babilonia a Cristo, es el periodo en donde Israel pierde su esperanza y el tabernáculo de David está caído, sin embargo, volverá a ser construido (Isa. 16:5; Hec. 15:16). A esto se refiere Isaías cuando en tiempo de exilio la esperanza mesiánica pareció desaparecer. Y, aunque el árbol mesiánico fue cortado, justamente «… “Salió” una vara del tronco de Isaí, y un vástago “retoñó” de sus raíces» (Isa. 11:1 cf. [6:13]). Como señala el profesor Carballosa: “Es responsabilidad del Rey Mesías regresar y reedificar el tabernáculo de David. Aunque los cimientos de esa reedificación fueron colocados en la cruz, la culminación está reservada para el día de su segunda venida” (Carballosa 2007:64). En consecuencia, el alcance mesiánico de esta restauración no solo incluye a Israel, sino también, a las naciones. En palabras del profeta Amós, o más bien, en la determinación de Dios comunicada a Amós: En aquel día yo [YHVH] levantaré el tabernáculo caído de David,  y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas,  y lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es invocado mi nombre posean el resto de Edom,  y a todas las naciones,  dice Jehová que hace esto. He aquí vienen días,  dice Jehová,  en que el que ara alcanzará al segador,  y el pisador de las uvas al que lleve la simiente;  y los montes destilarán mosto,  y todos los collados se derretirán. Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel,  y edificarán ellos las ciudades asoladas,  y las habitarán;  plantarán viñas,  y beberán el vino de ellas,  y harán huertos,  y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra,  y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di,  ha dicho Jehová Dios tuyo.” (Amo. 9:11-15).

Conclusión

Como podemos observar en este segundo análisis del libro de Holwerda, su tesis no solo es débil debido a la poca base bíblica que exhibe. Sin duda Cristo tiene  una relación estrecha con Israel, no hay dudas de ello. Las Escrituras llaman a Cristo el siervo (Isa. 49:1ss) equiparándolo con Israel el siervo fracasado (Isa. 41:8;45:4), sin embargo, esto no representa una substitución de la nación o un supersesionismo corporativo,  pues  Isaías 49:5  dice el mismo Jehová,  y, refiriéndose al Siervo fiel Cristo, quien lo formó desde el vientre para ser su siervo,  y esto: “…para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel…” añadiendo: “…poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob,  y para que restaures el remanente de Israel;  también te di por luz de las naciones,  para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” (Isa. 49:5s). En conclusión, la genealogía de Mateo más que darnos un “nuevo comienzo” (Holwerda pág. 39, 43) que deriva en un supersesionismo corporativo, nos confirma lo antiguo. Así, Jesús es realmente el heredero legítimo al trono (2 Sam 7; Sal. 89:3ss).  Segundo, la mención del segundo grupo genealógico revela que  a pesar del cautiverio y desesperanza mesiánica, Dios permaneció fiel a Su Palabra y tanto el nacimiento, sepultura y posterior resurrección de Cristo (1 Cor. 15:1ss), es la garantía objetiva de que Cristo traerá además, todas las promesas divinas dadas a Israel  a su cumplimento cabal. Y tercero,   la última sección de la genealogía viene a corroborar el hecho de que Cristo ha puesto la primera piedra de la reconstrucción del tabernáculo caído de David,  pues es hijo de David, el vástago de Isaí (Isa. 11:1). Por estas razones, más que ver a Cristo reemplazando a Israel, Cristo lleva a Israel a su plena restauración.  Y esta idea, no subyace en alguna teología “moderna”, sino, en la decisión misma de Dios de llevar a Israel de la mano de Su Hijo a la plena restauración, cuestión que Dios quiso dejar por escrito por medio de sus profetas, entre ellos, Zacarías, quien nos recuerda aún: Y le hablarás,  diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos,  diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo,  el cual brotará de sus raíces,  y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová,  y él llevará gloria,  y se sentará y dominará en su trono,  y habrá sacerdote a su lado;  y consejo de paz habrá entre ambos.” (Zac. 6:12-13).   








Bibliografía

Carballosa, Evis 2017. Génesis, la revelación del plan eterno de Dios. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Carballosa, Evis 2017. Mateo, la revelación de la realeza de Cristo. Mateo 1-14. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Benware, Paul 2010. Un estudio Exhaustivo. Entienda la Profecía de los Últimos Tiempos. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Beeke, R. Joel 2018. Biblia de Estudio, Herencia Reformada, para la familia y el estudio devocional. Editorial, Poiema.
Holwerda E. David 2000. Israel en el Plan de Dios. Grand, Rapids, MI: Desafío.
Valdera C. Luis 2016. Propósitos de la genealogía de Jesús Mateo 1:1-17 - Lucas 3.23–38. Internet URL: https://convertidosacristo.org/images/sermones/2016/06/es-ES/160605-2-propositos-de-la-genealogia-de-jesus.pdf
Saucy L. Robert 2017.  ¿Es Cristo el cumplimiento de las profecías del Israel nacional? ¡Si y no! Internet URL: https://evangelio.blog/2017/05/30/es-cristo-el-cumplimiento-de-las-profecas-del-israel-nacional-si-y-no/
Millos P. Samuel 2009. Mateo, Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo Testamento. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.






[1] Robert Strimple explica que: “Israel… no cumplió con los propósitos de su elección divina, el Señor dio a luz a Su Elegido, su Siervo, su verdadero Israel. Las promesas nacionales de Israel se cumplen así en Él y el nuevo Israel espiritual en él” (Strimple en Saucy). Oscar Cullmann escribe: “Como Hijo del hombre, segundo Adán, Jesús cumple el destino del hombre creado por Dios; como Siervo de Yahvé cumple la historia de su pueblo.  (Cullmann en Saucy).  Graeme Goldsworthy afirma que Cristo “…es el fin de los actos salvadores de Dios en la historia de Israel (Romanos 1:1-4) y así cumple toda profecía (Hechos 13:32-33). El verdadero significado de la profecía siempre radica en la persona y en la obra de Jesucristo (1 P. 1:10-12). Toda la historia de Israel está así atrapada en la revelación redentora de Dios, que culmina en Jesucristo.” (Goldsworthy en Saucy 2017:2ss).    
[2] Escribe D. Pentecost, bajo “Clases de pactos”: «Hay dos clases de pactos en los cuales Dios entró con Israel: condicional e incondicional. En el pacto condicional, aquello que se pacta depende para su cumplimiento del receptor del pacto, no del que hace el pacto. Ciertas obligaciones condiciones deben ser cumplidas por el receptor del pacto, antes que el dador del pacto esté obligado a cumplir aquello que fue prometido. Es un pacto con un “si” condicional. El pacto Mosaico hecho por Dios con Israel es un pacto de esa naturaleza. En el pacto incondicional, aquello que se pacta depende para su cumplimiento solo del que hace el pacto. Aquello que se prometió es concedido soberanamente al receptor del pacto basado en la autoridad e integridad del que realiza el pacto, aparte del mérito o respuesta del receptor. Es un pacto absolutamente exento del “si” condicional» (Pentecost 1989:54).
[3] Desde el mismo comienzo de la relación de Dios con Israel por medo del pacto abrahámico, Dios prometió una tierra a Abraham (Gén. 12:1ss; 13:14-17; 15:7; 17:7ss). Como señala bien Benware. «Algunos podrían argumentar que este pacto es condicional debido a las palabras que se usan en Deuteronomio 30:1-3: “…cuando… entonces”. Debería observarse que el único elemento condicional aquí es elemento de tiempo. El programa es invariable; el tiempo del cumplimiento de este programa depende de la conversión de la nación. Sin embargo, los elementos de tiempo condicionales no hacen que todo el programa sea condicional.» (Benware 2010:53).
[4] Dwight Pentecost, escribe: “Todos los pactos con Israel son incondicionales, excepto el Mosaico.” (Pentecost 1989:59). Paul Benware también escribe: “En el Antiguo Testamento, el pacto mosaico dado en el mote Sinaí es un ejemplo de un pacto bilateral o condicional.(Benware 2010:33).
[5] Es común en la teología reformada, hablar de este pasaje, pero, espiritualizando los versículos dos y tres.  Por ejemplo, Joel R. Beeke, y especialmente Michael P.V. Barrett —editor del Antiguo Testamento— de la Biblia de Estudio “Herencia Reformada”, escribe en la nota del salmos 110: “Esto implica que el reino terrenal, centrado en Jerusalén, sería reemplazado con un reino universal, con base en el Cielo mismo” y añade sobre el versículo dos: “Sion. Símbolo de la presencia y del Reino de Dios […] El reino medianero de Cristo invade los reinos de este mundo, venciéndolos con Su Palabra, Su Espíritu, Su providencia y Su regreso en gloria.” (Beeke 2018:856).    
[6] Allen P. Ross escribe: «Esta profecía, que tenue en sus detalles, proposrciona una pista temprana a la venida del Mesas, una interpretación que es confirmada por el Targum Onkelos, que dice: “Hasta que el Mesías venga, de quien es el reino, y a él obedecerán las naciones”.» (Allen en Carballosa 2017:610).
[7] Lucas tiene en mente la humanidad de Cristo, (presente-pasado)  su real condición de ser humano por el que tiene el derecho legitimo a ser representante legal de los hombres ante Dios.
[8] Uno de los significados implicados en el término, es la legalidad de la relación. Diferente es el énfasis cuando se usa el término teknon, que enfatiza la relación paternal progenitora entre padre e hijo.