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sábado, 27 de noviembre de 2021

Una evaluación crítica de la propuesta “Hermenéutica Bíblica Analógica” de George Reyes


Por J.A. Torres Q. (M.A.)

“Hermenéutica Bíblica Analógica, propuesta y análisis hermenéutico” por George Reyes. ¿Cuál es la propuesta de Reyes?  George Reyes es un presbítero, educador teológico, teólogo, escritor, poeta, ensayista, crítico literario y editor ecuatoriano. Esto es lo que se nos dice de él en la contratapa de su libro. Ahora bien, antes de hacer una crítica a su escrito, es importante señalar que Reyes es un buen escritor y al leer cada página de su libro se puede constatar la experiencia que tiene al expresar sus ideas escritas. Pero esto no es todo, Reyes tiene una pluma profunda. Y aunque desea no se ser académico como el mismo lo manifiesta, la veta de ensayista y teólogo se hacen evidente en su libro por medio del uso de un vocabulario amplísimo  sobre el tema. Quizás por esto no creemos que este texto halle mucha popularidad entre aquellos que los teólogos denominan los laicos. Y de hecho, creo que en realidad no lo necesitan ni es imprescindible. Yendo al grano entonces, ¿cuál es la propuesta de Reyes?  Él le llama, “Hermenéutica Bíblica Analógica” que para nosotros, es algo así como una hermenéutica democrática, lo que viene a ser nuestra aprensión y crítica fundamental. ¿Hermenéutica Democrática, por qué? A continuación, trataremos de explicar la tesis y propuesta de Reyes, que, no es difícil de explicar, pero que debido al tipo del lenguaje que usa este escritor, tiende a ser un poco azaroso.   En términos concretos, la tesis “analógica” de Reyes pretende ser el equilibrio hermenéutico entre lo que el define, han sido los dos grandes enfoques hermenéuticos hasta hoy,  el “univocista” y la antítesis de este último, los que promulga una hermenéutica “equivocista”. Reyes entonces, presenta una especie de síntesis al respecto presentando su propuesta como el equilibrio clave entre estos dos grandes bandos.

Ahora bien, antes de explicar por qué creemos que su propuesta es más bien una síntesis de tipo democrática, tenemos que entender lo que él define como hermenéutica “univocista” y su contraparte, la hermenéutica “equivocista”. En este sentido y según el mismo Reyes la hermenéutica univocista, o las “hermenéuticas univocistas”  son  aquellas que apelan a “…un sólo significado del texto” (pág. 11), las hermenéuticas equivocistas”, por el contrario  entonces, son aquellas hermenéuticas (teólogos)  que conciben más de un significado; dicho en otras palabras, dan cabida a lecturas polisémicas. Esto es, a más de un significado. Pero esto no es todo, Reyes califica al primer grupo, los univocistas  (a los que apelan por un solo significado) como aquellos que son excesivamente rigurosos y reduccionistas con el texto; con esto Reyes deja ver claramente su perspectiva de base, pues no concibe la idea de un solo sentido o significado. Una de sus razones, es que no puede haber una interpretación única porque la objetivad interpretativa no existe (siempre estamos condicionados a nuestra cultura, a nuestro entorno, a nuestra confesión, añade Reyes et al.), argumento que claramente hoy más que nunca se ha puesto de moda entre quienes frente a los debates de interpretación  (bautismo de infantes, santa cena, escatología, et al.) se han rendido a los pies de un “equilibrio político”,   a pesar que el texto bíblico jamás ha sido polisémico en su intención autoral y por sobre todo, significativa. ¿Qué queremos señalar? Aunque pueda sonar simplista, las divergencias existentes no son más que el resultado histórico de las imposiciones confesionales al texto bíblico.

Refugiado en esto entonces y, para ser concretos, Reyes de algún modo sutil simplemente da pie a una idea deconstruvista propia del equivocismo del que desea apartarse, esto es, de  aquel fundamento histórico de que el texto en sí, tiene solo  “un significado”, no así sus aplicaciones. Por supuesto, también quiere mantener un equilibrio en esto, calificando a la tesis contraria, las “hermenéuticas equivocistas” como aquellas que por un lado son excesivamente académicas; otras, que caen en interpretaciones light opuestas a la razón y más proclives a la intuición, el subjetivismo y las experiencias como lo es la  “Hermenéutica del Espíritu” (Bernardo Campos) que Reyes también critica (v. pág. 62). Por supuesto, también dentro de esta clasificación están las hermenéuticas ideológicas que correctamente Reyes rechaza  como son las hermenéuticas ideologizadas como lo son las feministas, socialistas y todas aquellas que añaden un ingrediente deconstructivista a la hermenéutica.

Ahora bien, ¿cuál es la debilidad de la propuesta de Reyes?  Él le llama una “Hermenéutica Bíblica Analógica” y Reyes, usando todos los términos anteriores la explica de la siguiente manera:

“Así, pues, la perspectiva realista de verdad se iría depurando de las influencias filosóficas modernas o posmodernas que la han desvirtuado.  El resultado final sería una nueva figura epistemológica que no es sino la nueva racionalidad hermenéutica análoga, erguida entre la objetivista univocista moderna y la subjetivista equivocista posmoderna extremas en boga hoy, y caracterizada por ser equilibrada, holística y sensata epistemológicamente hablando. Provee un nuevo modo de entender el texto y su verdad, menos cerrado o abierto, pero sí inteligente y capaz de dialogar críticamente con otras racionalidades relegadas por temor al subjetivismo.” (Reyes 2021:125)

Como aludimos anteriormente, la propuesta de Reyes pretende un equilibrio entre los univocistas y los equivocistas, sin embargo,  Reyes realmente  no es tan equilibrado, porque a pesar que su propuesta pretende una moderación entre el equivocismo y el univocismo, al mismo tiempo admite un nivel sutil de equivocismo que autentifica como parte de su supuesto equilibrio. Y esto último,  queda claro cuando él mismo escribe: “Que en este equilibrio tensional la analogía se incline un poco más al equivocismo no quiere decir que en ella no predomine la diferencia ni que se disperse relativistamente en el equivocismo hermenéutico.” (Reyes, 2021:125, nota 46). Por supuesto, es aquí que Reyes abre la puerta para una hermenéutica de consensos más que de equilibrio, una hermenéutica democrática donde no hay lugar para absolutos ni tampoco, para relativismos excesivos.  Por supuesto,  la propuesta de Reyes no es impulsada por lo deontológico (el deber hermenéutico), sino por una heteronomía posmoderna. Dicho en otras palabras,  una hermenéutica al estilo de las democracias políticas.    

Ahora bien, ¿cuál es la debilidad más aórtica de la propuesta de Reyes?  La primera debilidad que encontramos en Reyes no es tanto que no presente “principios” claros de interpretación derivados de su propuesta que ya en sí, es una falencia, pues su proposición se resume simplemente en otra propuesta filosófica más acerca de la interpretación y no, a una metodología que nos lleve a ese “saber verdadero” que Reyes manifiesta más adelante. No hay algo así como principios hermenéuticos equilibrados, por último; aunque por cierto, señala casi al final de su libro que una lectura “diádica” de las Escrituras, no es correcto; por el contrario, una lectura “triádica” es la que debemos hacer. ¿Qué es esto de lectura “diádica”, lectura “triádica”; qué significan estas sistematizaciones? Reyes lo explica de la siguiente manera:

«Como ya se vio, según la primera, para la obtención del saber verdadera es necesaria una relación “diádico” entre el sujeto (el intérprete) y objeto (el texto), en la cual se hace hincapié sobre todo el objeto (el texto), y en la segunda no pareciera haber diálogo “diádico” alguno, pues el énfasis está casi totalmente en el sujeto (el intérprete).» (Reyes 2021:126).

Dicho en otras palabras, una lectura diádica ha sido un error, porque es finalmente el intérprete (sujeto) el que supedita al texto (objeto) a su conveniencia, por eso añade Reyes  que, en la nueva figura analógica que él propone, existe una relación superior en una lectura   triádica, ya que esta dinámica suma a este binomio (sujeto-objeto) un tercer ingrediente necesario: la “conciencia histórica” que pone en diálogo al texto (objeto) y al intérprete (sujeto) pero también, a la  “conciencia histórica” que finalmente es “conversar” con el autor del texto. Sin embargo, supone erradamente Reyes —siguiendo sus clasificaciones— que en una dinámica diádica no se “conversa” con el autor del texto, pues en términos concretos y bajo una interpretación histórico gramático literal, sí, sí se “conversa” con el autor del texto por medio de la tarea objetiva que nos ofrece la hermenéutica histórica gramático literal, que incluye que la intención del autor bíblico es de hecho algo inherente en la revelación de Dios a los hombres por medio de las Escrituras. En efecto, es una revelación verbalizada, gramática e ilocutiva como perlocutiva, sino fuera así, claramente el mensaje escrito sería ininteligible.  Sin embargo, la debilidad más clara que notamos en Reyes, es que el descarta el hecho intencionado inspirado de que el autor no se propuso un significado polisémico (muchos significados) sino, uno solo. Por supuesto, esto no es realmente un equilibrio ni tampoco “…provee un nuevo modo de entender el texto y su verdad, menos cerrado o abierto” porque concretamente, amordaza la intencionalidad del texto asumiendo una posición más bien pragmática acerca del texto.  

En este sentido, la hermenéutica histórica-gramático-literal —de la que no habla Reyes— sigue siendo la epistemología hermenéutica correcta para abordar el texto y librarnos de ambos peligros, el univocismo crítico o aquella “interpretación privada” de la que habla Pedro (2 Ped. 1:20s) y del equivocismo imperante en los seminarios liberales y en aquellas hermenéuticas ideologizadas ya aludida y que según el mismo Pedro, defienden aquellos que simplemente tuercen las Escrituras para su propia perdición (2 Ped. 3:16s). Así pues, como cultura general sin duda conviene saber qué es la “Hermenéutica Bíblica  Analógica” de Reyes, sin embargo,  como propuesta concreta, en nuestra opinión, atenta sutilmente contra la perspicuidad de los absolutos divinos  y la perspicuidad del mensaje general y específico de Dios por  medio de las palabras inspiradas, las cuales según Pablo, son sanas palabras (2 Tim. 1:13), verdaderas palabras (2 Tim. 2:15) y  útiles palabras (2 Tim. 3:16).

 

 

 


Bibliografía

Reyes, George 2021. Hermenéutica Bíblica Analógica, propuesta y análisis hermenéutico. Salem, Oregón: Kerigma.

 

 

 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

"La Hermenéutica del Espíritu de Campos": un análisis crítico

 

Por J.A. Torres Q. (M.A)

¿Qué es la Hermenéutica del Espíritu?

El año 2016 Graig S. Keener (Ph.D) Escribió “Spirit Hermeneutics: Reading Scripture in Light of Pentecost”, texto que fue traducido el año 2017 por la editorial Kerigma con el nombre “Hermenéutica del Espíritu: Leyendo las Escrituras a la luz de Pentecostés”. Ahora bien, Bernardo Campos (candidato a Ph.D) aunque publicó el mismo año que Keener, “Hermenéutica del Espíritu: Cómo interpretar los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” (2016) por la misma editorial, añade que la idea en sí, la descubrió  hace quince años atrás (2001). Aquí, “Hermenéutica del Espíritu” (Campos 2001:9). Por supuesto, surge una pregunta obvia aquí, ¿qué quieren decir estos autores con la Hermenéutica del Espíritu? Por otro lado, ¿existe algo así realmente en las Escrituras? Antes de explicar lo que Keener cree acerca de esto, por supuesto, en otro artículo,  notemos primero, lo que entiende Bernardo Campos por ello, para finalmente hacer una evaluación de este “nuevo” concepto.  

A la luz del nombre del libro de Campos, “Hermenéutica del Espíritu: Cómo interpretar los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” (2016), podemos hacernos una idea preliminar, sin embargo, el título realmente no nos dice mucho.  Así pues, lo primero que notamos en el texto de Campos,  es que según él “…el Señor me mostró en el pasaje de 1 Pedro 1:10-12 la estructura de lo que llamamos aquí Hermenéutica del Espíritu” (Campos 2016:9). ¿Dios les mostró; 1 de Pedro 1:10-12 sugiere algo así como una “Hermenéutica del Espíritu” (HDE)? Notemos una segunda declaración de Campos que es importante para entender su propuesta. Así que, ¿qué fue eso que el experimentó hace quince años, y que su computador no le permitió abrir hasta después de varios años? Literalmente campos nos aclara:

“No era una revelación nueva, era simplemente la comprensión del sentido profundo de la Biblia como el antiguo sensus plenior, o sentido más profundo al que uno llega cuando hace una lectura semiótica de los textos” (Campos 2016:10).

¡Eureka![1] y Campos es claro en este sentido, su “Hermenéutica del Espíritu” no fue —según él— una nueva revelación,  fue simplemente una “comprensión más profunda de la Biblia”, un actualizado sensus plenior (sentido más profundo) de  una lectura. Pero nótese, no de cualquier lectura, sino, de una lectura semiótica de los textos. Por supuesto, ¿qué tiene que ver una lectura semiótica —que es un análisis más técnico del texto con una “Hermenéutica del Espíritu”? Para definir específicamente lo que Campos sugiere,  añade: “…permíteme ilustrar mi propuesta de una hermenéutica del Espíritu, con tres pasajes. Son tres núcleos de sentido bíblicos para comprender  el método de una HDE” (Campos 2016:58),  el primero de estos textos es Lucas 4:18[2], del que Campos concluye su primera conclusión:

“Se trata aquí de una hermenéutica fundante que permite redimensionar el sentido escritural desde un contexto nuevo (en la sinagoga). En otra palabras, permite discernir, por acción del Espíritu de Dios, un sentido profundo (un sensus plenior) en las Escrituras y ver en la historia cotidiana un plus.” (Campos 2016:59).

El segundo texto, es Lucas 24 relativo a los discípulos camino a Emaús, a quienes el Señor: “…les abrió el entendimiento” (Lc. 24:44s). Según Campos, “…en esa ocasión… a los intérpretes gracias a una HDE se les abrió el entendimiento para comprender el sentido de su experiencia […] a mi juicio, lo mismo pasa con el don de la interpretación de lenguas. Es una gracia divina que nos faculta para interpretar (no traducir) las lenguas (glosolalia) de los creyentes. Se trata también en este caso [Lc. 24] de una HDE [Hermenéutica del Espíritu]” (2016:64).  Como puede el lector atento  ya avizorar, Campos suma otro ingrediente a su concepto que expandirá más adelante, nos referimos a su idea de continuismo referente a los dones y también, con respecto a la “revelación”. Ahora bien, el último texto que Campos usa como fundamento de su HDE, es Hechos 2:14-39.  Del que concluye.

“Lucas nos presenta a Pedro como el primer teólogo del evento de Pentecostés y  por ello mismo el primero de los apóstoles en desarrollar una HDE […]” (Campos 2016:10).

Teniendo en cuenta la “base bíblica” de Campos para fundamentar un asentamiento bíblico para su idea de HDE, sus conclusiones finales, nos permiten ver en su plenitud  lo que es esta HDE (“Hermenéutica del Espíritu”). Así concluye:

“La Hermenéutica del Espíritu es el redescubriendo de un sentido novedoso contenido en los acontecimientos (algo así como un plus), que sólo puede ser visto con los ojos de la fe o de una HDE. Por ejemplo, allí donde la gente común el día de Pentecostés sólo vio una simple borrachera (Hch 2:15-16), el apóstol Pedro por una HDE pudo ver in acto el cumplimiento de una profecía mesiánica”

“La Hermenéutica del Espíritu es una inteligencia espiritual aplicable a la Biblia y a los acontecimientos que apuntan al Mesas.”

 «La Hermenéutica del Espíritu supone una experiencia con el Espíritu de Dios y provoca un nuevo conocimiento cuando se busca la dirección divina “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces (Jer. 33:3)”»

 “La Hermenéutica del Espíritu pasando por una lectura exegética de la Escritura (interpretación científica) va más allá de ella, porque supone una experiencia actualización fundante del sentido del texto desde nuevas prácticas religiosas. Busca el sentido profundo o espiritual del texto bíblico.”

 “La Hermenéutica pentecostal, como HDE, une tres polos: la Escritura (el objeto fundamental), la realidad (objetiva) o acontecimiento y la experiencia (subjetiva) del intérprete. Esos tres polos forman un constructo que llamamos HDE o teología”

(Campos 2016:97).

Una evaluación de la HDE de Campos 

Al leer estas claras definiciones de Bernardo Campos, claramente su HDE (“Hermenéutica del Espíritu”) es el resultado de ingredientes propios del pentecostalismo tradicional (continuismo, subjetividad, empirismo experiencial), pero también, de un pentecostalismo academizado. Y esto es claro, pues, Bernardo Campos no sólo es un teólogo egresado del extinto liberal y ecuménico  ISEDET (“Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos”) es también, un pastor pentecostal. De allí que finalmente relacione su HDE con la hermenéutica pentecostal. De hecho, según su última explicación, señala que la “Hermenéutica Pentecostal” al igual que la HDE, se basa en tres polos, la Escritura, la realidad y la experiencia (subjetiva) del intérprete. Tenemos claro entonces, que esta idea campista es algo propio del pentecostalismo, pero no de cualquier pentecostalismo. Sino de aquel nuevo pentecostalismo enviudo por académicos pentecostales como Campos. Sin embargo, antes de mencionar lo que creemos son las debilidades del paradigma de Campos, es importante mencionar aquí, otros elementos epistemológicos propios del pensamiento de Campos que nos ofrecen una mirada mucho más amplia de las teorías complementarias con las cuales Campos desea potenciar y concretamente, estandarizar teológicamente su teoría de una HDE.

Primero, Campos es claramente un teólogo continuista, lo cual no es extraño viniendo de alguien que viene del mundo pentecostal. En este sentido, —y el mismo lo dice— el “punto de partida de una HDE” (pág. 23) es una creencia continuista de la revelación. En palabras de Campos: “Creemos en una revelación de Dios abierta, pero siempre iluminada por las Sagradas Escrituras” (Campos 2016:23). “Abierta” es eso, cree en que Dios sigue dando revelaciones extracanónicas legítimas, como es algo característico del pentecostalismo continuista y, aunque para Campos las Escrituras son un pilar innegociable, habla de ella como “la Revelación (con mayúscula)” porque para él, las experiencias individuales también tienen un carácter legítimo importante. De hecho, según Campos, “…el Señor me mostró en el pasaje de 1 Ped. 1:10-12 la estructura de lo que llamamos aquí, Hermenéutica del Espíritu.” (2016:9), ese “me mostró”, en el entendimiento de Campos (y del pentecostalismo) justifica las revelaciones de Dios, aparte de las Escrituras. En esto Campos es claro   cuando añade:

“Tal vez sea necesario aclarar que hacemos teoría desde un particular punto de partida subjetivo y es el  hecho de que los creyentes [pentecostales, por supuesto], como hijos de Dios, siempre hemos creído y confesado la vigencia de revelaciones de Dios en su carácter de rehma o palabra y habla viva de Dios” (2016:21)

 Y a esto añade:

 “Creemos en teofanías[[3]] y en una variedad de hierofanías[[4]], pero todas ellas son siempre confrontadas con la Revelación Especial, que es la Palabra de Dios en Cristo…”, por eso añade también: “ Distinguimos entre “revelaciones” en plural [para Campos sinónimo de iluminación del Espíritu] y la Revelación en singular…” (pág. 21)

Por ello añade que “distinguimos entre “…revelaciones en plural” que erradamente equipara a lo que es la Iluminación del Espíritu, “…y la Revelación en singular” las Escrituras (pág. 21), de allí, la conclusión consecuente de que las revelaciones “en plural”, son factibles por medio de esas “nuevas” experiencias. Esto último —las experiencias— es de hecho, un pilar fundamental de la HDE, esto se hace evidente en la siguiente declaración de Campos.

“En el caso de la interpretación bíblica, las nuevas experiencias individuales o colectivas son las que enriquecen el sentido del texto y lo hacen polisémico (es decir, con muchos sentidos). Eso quiere decir que, a la luz de nuevas experiencias, los intérpretes encuentran en los textos bíblico nuevos sentidos que no estaban claros en una lectura anterior.” (Campos 2016:33)

Se hace necesario aquí hacer un primer resumen y refutación de los conceptos de Campos. Es evidente que cuando se abre el camino para esas “nuevas experiencias” (individuales o colectivas) se abre no sólo un nuevo camino, sino también, un argumento para justificar otro tipo de “autoridad” y aún más, para lo que el mismo Campos reconoce: la polisemia, que en su acepción correcta no significa “muchos sentidos”, sino, muchos o varios significados. Una puerta para el deconstruccionismo del sentido univoco inspirado del autor original, esto es, un solo significado previsto.  Por otro lado, no es menor el hecho de que Campos señale que “creemos en teofanías  y en una variedad de hierofanías”. Por supuesto, aunque desea mantener cierta ortodoxia sobre la suficiencia de las Escrituras, el hecho mismo de creer en teofanías  y en una variedad de hierofanías, es una contradicción y crisis de autoridad directa sobre la suficiencia de las Escrituras. Aun más, es contrario a la exégesis rigurosa y en el lenguaje de Campos, a la semiótica de pasajes como Juan 1:18 y Hebreos 1:2. Juan 1: 18 nos enseña autoritativamente que “…a Dios —no a sus teofanías— nadie le vio jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” No existen teofanías hoy, ni mucho menos, hierofanías. Cristo es en lenguaje del autor de la epístola a los Hebreos. Es la última voz de Dios. En este sentido el autor de Hebreos es uno de los autores del NT que deja claramente establecido esta verdad cuando escribe: “Dios,  habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,  en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…” (Heb. 1:1-2a RV60). Claramente aquí notamos un paralelo respecto la progresión de la revelación de Dios, desde una revelación en fragmentos, hasta una revelación plena y final. Note el excelente resumen que ha hecho el profesor Beyer al respecto.


En otras palabras, el Hijo no fue otra manera de hablar de Dios, por el contrario, fue la culminación de Su revelación. Fue la perfección de ella. Como señala Ernesto Trenchard: «La frase traducida por “muchas porciones” (partes) y muchas maneras” subraya esta variedad de las manifestaciones de la “voz” de Dios, y, a la vez, indica su carácter parcial, sirviendo todo para poner de relieve la revelación final y perfecta en el Hijo, pues Dios nos ha hablado por su Hijo.» (Trenchard 2013:1464). Pero aun más, el pretérito perfecto compuesto de la traducción «…“nos ha hablado”  por el Hijo»RV60, no refleja la idea o el aspecto intencional del autor, quien usa un aoristo activo indicativo (ἐλάλησεν [elálesen]) que, en su paralelo más cercano al castellano —pretérito perfecto simple—  significa, “nos habló”, lo cual no sólo destaca la idea semiótica del sentido llano que el autor deja ver en el texto, en consecuencia: una revelación “plena” y “final” (Robertson 2003:607). Como añade notablemente el profesor Beyer:

“…el tiempo aoristo (“habló”), que expresa una acción concluida (y aquí incluso: única) en el pasado: Dios habló por Su Hijo una vez para siempre” (Beyer 2010:23).

En otras palabras, con Cristo Dios no nos mandó otro recado celestial, Jesús era la Palabra hecha carne (Jn. 1:1ss). Antiguamente Dios habló de manera fragmentaria (πολυμερῶς [polumerõs]), pero en los postreros días Dios, lit.: “Nos habló en [el] Hijo…”, esto es, Dios mismo vino a hablarnos en la Persona del Hijo (Jn.1:1-14; Fil. 2:5ss). En consecuencia, más revelaciones (teofanías  y  hierofanías) no habrá, ni se necesitan,  pues Dios habló de manera definitiva, plena y final en el Hijo. Por consiguiente, Dios nos habla hoy autoritativamente sólo a través de las Escrituras, pues ellas nos hablan de Cristo (cf. Sal. 19, 119; Jn. 1:1ss; 17:17; 20:30-31; Lc. 24:13-43; Heb. 1:1-2a;  1 Jn. 1:1ss; Apo. 22:18-19).   

Segundo,  Bernardo Campos simplemente actualiza el antiguo sensus plenior (sentido pleno) lo cual viene a ser una de las razones de fondo de su teoría de su HDE que deriva —según Campos— de una lectura semiótica de los textos (Campos 2016:10). Sin embargo, la idea de que las Escrituras tienen en sus páginas un significado escondido, un significado más profundo más allá del sentido ilocutivo llano del texto, un significado adicional, es simplemente tratar de leer entre líneas. Pero aún más, implica la idea de que hay un sentido espiritual más allá del que el autor bíblico se propuso, lo cual incluye forzosamente la idea de que el método histórico-gramático-literal (el sensus literalis[5]) no es suficiente (Hernando 2012:39s; Fasold 2017:437ss). Por supuesto, la idea de sensus plenior abre la puerta para un sinfín de ideas subjetivas acerca del texto, pero también, viene a justificar —como ya aludimos— la idea del polisemitismo (muchos significados) que según Campos, está incluido en aquellas “…nuevas experiencias individuales o colectivas que enriquecen el texto y lo hacen polisémico…” (Campos 2016:33).  Esto, como ya dijimos, abre la puerta para un sinfín de ideas anexas que son propias del pentecostalismo y también, del carismatismo como lo son el mar subjetivo de las experiencias, la “guerra espiritual”, la interpretación de “sueños” y “visiones” (pág. 69). Pero, ¿aún habla Dios por sueños? La respuesta de campos es: “Definitivamente, sí.” (Campos 2016:89). Curiosamente Campos exhibe una serie de argumentos para justificar estas declaraciones, insistiendo que dichos sueños y visiones deben estar en “completo acuerdo con lo que Dios ya ha revelado”. Sin embargo, como ya hemos observado, Cristo fue la última y definitiva revelación de Dios. ¿Qué son realmente estos “sueños” y visiones”? Entonces, si supuestamente son revelaciones de Dios, ¿podemos restarle importancia por una cosmovisión cesacionista al respecto?  Por supuesto, esto no sería adecuado, pues estaríamos cuestionando “revelaciones” divinas. No obstante, si tales sueños y visiones no son más que el resultado de una interpretación defectuosa del texto bíblico y aquella inclinación pentecostal de perpetuar algo que sólo las Escrituras adjudican a los autores bíblicos, tales ideas no son más que el viejo argumento pentecostal actualizado y academizado de que Dios sigue dando revelaciones extra-bíblicas. Esto último es evidente, porque toda revelación de Dios per se,  es autoritativa. Por supuesto, esta es la idea de Campos, pues la justificación que presenta es el mismo de siempre: ¡Sí! La Biblia está completa y cubre la necesidad que tenemos de la salvación, pero: “Esto no quiere decir que Dios… no hable a través de sueños y visiones hoy en día” (Campos 2016:90). Curiosamente la exégesis de Campos no sólo es deficiente al tratar de respaldar estas ideas en pasajes descriptivos clásicos (José [Gén. 37:5-10]; José [Mt. 2:12ss]; Salomón [1 Rey. 3:5ss]; Daniel [Dan. 2:1; 7:1]) y así, apelando anacrónicamente a pasajes como Amós 3:7 (“porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”). En este capítulo (12 “La interpretación Profética como HDE” pág. 89), además, Campos da una serie consejos para evaluar los sueños y las visiones, y nótese, cualquier “revelación” mediante una voz interna o externa (audible). Así añade:

“Cualquier cosa que Dios dice, ya sea en sueños, visiones o mediantes una voz interna o externa (audible) tendrá que estar en completo acuerdo con lo que Dios ya ha revelado en su palabra” (Campos 2016:91)

 “Si usted tiene un sueño y siente que Dios se lo dio, examine con mucho cuidado la Palabra de Dios y asegúrese que su sueño esté en total acuerdo con la Escritura, o por lo menos que no se opone a ella. Así, considere lo que Dios quiere que haga en respuesta a su sueño (Santiago 1:5)” (2016:91)

 “Escriba lo que pasó en sus sueños tan pronto como se levante…si escribe sus sueños inmediatamente, será capaz de interpretarlos después con el favor de Dios” (2016:91)

 “Asesórese sobre el tipo de sueño que tuvo… Discierna si tuvo un sueño profético… si usted no comprende el significado de un sueño profético, ore y medite en ello ya que podría experimentar una revelación particular. Si no consulte a su pastor o algún hermano con más experiencia espiritual” (:92)

Basten estos ejemplos para notar como Campos estandariza el subjetivismo que incluye por ejemplo, las experiencias “espirituales”, las visiones e incluso aquellas “voces internas o externa (audible)” y aquellos sueños no muy claros. Por supuesto, surgen preguntas obvias, ¿sí supuestamente Dios me puede hablar por medio de una voz interna o externa (audible), cómo sé que fue realmente Dios o simplemente mi subconsciente estimulado por estas presunciones? ¿Cómo se puede examinar un sueño que “sentí” que Dios me lo dio, si Dios mismo ha establecido que Cristo es la voz final de Dios, la más completa, la más directa, la mejor y la última voz autoritativa de Él mismo? ¿Quién realmente es la autoridad final si no tengo claro mi sueño, un “hermano con más experiencias subjetivas”? Es evidente a la luz de una comprensión rigurosa de las Escrituras y los conceptos ortodoxos de lo que es la revelación, las ideas de Campos sobre su “Hermenéutica del Espíritu” no son más que una recapitulación de las viejas ideas del pentecostalismo antiguo con respecto a las revelaciones extra-bíblicas. Por supuesto, en un nuevo envase más técnico o académico, a propósito de la jerga de Campos, así: “epistemología”, “sensus plenior”, “semiótica”, “HDE”, “orthopathos” (pág. 30), “polisemia”, entre otros.  

Tercero, lo que es evidente para nosotros y aquellos que realmente poseen el discernimiento real, el bíblico, es la deficiente base escritural que Campos presenta en la segunda parte de su libro. El supuesto “Sustento Bíblico para una Hermenéutica del Espíritu” (pág. 39ss).  Así, cita Mateo 16:13-17; Mateo 4 (¡Satanás también usa una cuasi HDE! [pág. 41]), Marcos 13:32-37, Lucas 4:18; Juan 1:19-51; Lucas 19:41-44; 24; Juan 20; 1 Juan 2:18-20; Daniel 2:19-23. No obstante, ninguno de estos pasajes realmente habla de una supuesta “Hermenéutica del Espíritu”, esto es simplemente eiségesis en su expresión más simple. No hay exégesis seria, no hay pares serios que confirmen la tesis de Campos. Y por sobre todo, no existe en el NT la idea de una Hermenéutica del Espíritu. El fundamento de Campos es realmente un anti-fundamento, pues,  ningún texto que alude realmente sustenta una supuesta HDE. Por estas razones, el nombre mismo del libro —“Hermenéutica del Espíritu: cómo interpretar los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” no es realmente primero, una “hermenéutica” (serie de principios objetivos para la interpretación de las Escrituras), tampoco es algo que se deriva del Espíritu. Pues, el Espíritu de Dios, el autor instrumental de las Escrituras no necesita de una hermenéutica, son los lectores quienes la necesitamos. Si hay una influencia del Espíritu sobre alguien particular en relación a una revelación, esto se dio una sola vez, y fue sobre los profetas y apóstoles. El NT es claro en este sentido. Pedro 1:10-12 refiriéndose a la labor profética y al alcance autoritativo único de las “revelaciones” y sobre quienes estaba el Espíritu Santo, añadió que a “…éstos se les reveló” (RV60) lo tocante al mesías, lo tocante a sus sufrimientos (profecía) y sus glorias (escatología) que vendrían después de las primeras. Sin embargo, el texto en su sentido teológico y diríamos también, semiótico (como dice lo que dice) es en sí, una declaración  dogmática, οἷς ἀπεκαλύφθη (joís apekalúfthe) “…a estos se les reveló” (1:12); en su sentido aspectual —perfectivo—  el aoristo pasivo indicativo de ἀποκαλύπτω apocalúpto (ἀπεκαλύφθη [apekalúfthe]) revela primero, un acto monergista en la acción divina de revelar. Pero también, un acto definitivo sobre tal revelación  (cf. Efe. 3:5 ἀπεκαλύφθη). Lo mismo se dice sobre los apóstoles, nótese:

 “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (1 Cor. 2:6 RV60)

Cuarto, hay aspectos de la fe que son propios de todos los creyentes, una de ellas, la revelación del misterio de la cruz, del misterio de la fe y la salvación, entre otras. Sin embargo, en cuanto a misterios revelados que incluyen todas estas categorías, el texto anterior es claro en señalar la relación especial de los apóstoles justamente,  frente a la revelación de estos misterios y por ende, del establecimiento del cuerpo doctrinal apostólico autoritativo derivado de esta acción divina final y completa: las Escrituras  (cf. Efe. 2:20s). Por ello que, en cuanto a esta clase de revelación única y autoritativa, Pablo usando un plural retórico epistolar apostólico  no extiende este acto divino como una concesión eclesiástica así como una supuesta HDE, no, tal dinámica fundante revelacional, es exclusivamente y excluyentemente apostólica. Dice Pablo: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu…” (1 Cor. 2:10a RV60), el texto griego en su sentido llano es claro al señalar  ἡμῖν δὲ ἀπεκάλυψεν ὁ θεὸς διὰ τοῦ πνεύματος·  (jemín dé apekálufen jó théos diá tú pneúmatos) así  el dativo ἡμῖν a nosotros” + la conjunción adversativa δὲ (“pero”) no son casuales, sino, semióticamente intencionales, pues por medio de esta locución la idea ilocutiva (la intención del autor) deja ver claramente la distinción particular que tienen los apóstoles en cuanto a la revelación autoritativa.

Añade el texto que, a éstos —los apóstoles— se nos “reveló”, así, “Pero Dios a nosotros las reveló por medio del Espíritu…”, esto no es una HDE, por el contrario, es el acto soberano de Dios de dar a los hagiógrafos[6] revelación directa. No hay aquí algún tipo de proceso hermenéutico. Fue acto de Dios a sus siervos de revelar tales misterios que ahora leemos en forma autoritativa en las Escrituras. Muy similar a la referencia de Pedro sobre los profetas, enfatizando Pedro la pasividad de los profetas en el acto. Aquí, se trata del aoristo activo indicativo del mismo verbo (ἀποκαλύπτω) con la diferencia que la voz es activa (ἀπεκάλυψεν), subrayando con ello, al Agente divino de esta revelación, Dios. Por ello la idea del texto es: “Pero Dios nos las reveló a nosotros [los apóstoles] por el Espíritu…”, o “Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu…” (JER).  

¿Qué más podemos añadir aquí acerca de la deficiencia de este paradigma pentecostal? Muy bien puede clasificarse bajo lo que George Reyes ha clasificado, como uno de los paradigmas modernos de hermenéutica en donde encajan una serie de hermenéuticas como la feminista, las políticas, las ideológicas y también, las que desprovistas de la objetividad propia que implica la hermenéutica, caen en la subjetividad de las experiencias como lo es la propuesta de Bernardo Campos, tal categoría, es según Reyes, la “Epistemología Equivocista Posmoderna”, según Reyes, la categoría que encarna las presuposiciones ideológicas de la cultura y las corrientes filosóficas posmodernas contemporáneas. La que aglutina a la mayoría de las “…tendencias hermenéuticas académicas posmodernas y académicas y pastorales bíblicas, con su práctica de una interpretación light opuesta desmedidamente a la razón y volcada a la intuición y la experiencia” (Reyes 2021:30).  Así, y bajo esta categoría: “Epistemología Equivocista Posmoderna”, caben también todas aquellas hermenéuticas  —añade Reyes— deconstructivas (del texto) como las hermenéuticas feministas, ideologizadas por la sociología, la antropología y la política (“teología de la liberación”). Hermenéuticas que imponen al texto ideas ajenas al mismo,  con el propósito de justificar algún paradigma puntal, como es en este caso, la idea de una HDE.

Ahora bien,  ¿y qué de George Reyes y su propuesta hermenéutica?  Reyes también propone una idea que quizás no es nueva, pero que también llama nuestra atención: “Hermenéutica Bíblica Analógica” (2021, Kerigma), título de su libro y propuesta. ¿Qué hay detrás de esta “nueva” propuesta de Reyes? Según él, “es nuestra convicción que el texto debería leerse en consonancia con la comunidad hermenéutica antigua y contemporánea. Y a la luz de la fe consensuada” (Reyes 2021:47). ¿A qué se refiere Reyes con este tipo de lectura, se trata de un consenso real o ficticio? ¿Es una propuesta que reclama equilibrio real, o simplemente es otra manera de deconstrucción del texto? Habiendo dejado atrás las ideas de Campos, se hace necesario también escrutar la propuesta de Reyes, lo cual por supuesto, haremos en otro artículo. Baste decir aquí, que nuevas categorías hermenéuticas aparecerán siempre, sin embargo, la hermenéutica “histórica-gramático-literal” seguirá siendo nuestra elección. Hasta ahora, no tiene rivales superiores, claro está, a menos que se quiera abandonar la objetividad del mismo, para entrar en otras hermenéuticas que como la HDE (“Hermenéutica del Espíritu”) simplemente nos conducen a un campo subjetivo de especulaciones como consecuencia de sus postulados de base.  

 

 

 


Bibliografía

 

Beyer, Hartmut 2010. Epístola a los Hebreos. Material de Estudio. Temuco: ICAT, hoy: “Seminario Guillermo Strong”.

Campos, Bernardo 2016. Hermenéutica del Espíritu, cómo interpretar los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios. Oregón, EE.UU.: Kerigma.

Fasold, Jaime 2017. Con Precisión, El listón de la Hermenéutica Bíblica. Carol Stream, Illinois, EE.UU.: Tyndale  House Publishing.

Trenchard, Ernesto et al. 2013. Comentario Expositivo del Nuevo Testamento. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.

Robertson, A.T. 2003. Al Texto Griego del Nuevo Testamento; 6 Tomos en uno. Viladecavalls (Barcelona) España: Clie.

Hernando, D. James 2012. Diccionario de Hermenéutica. Springfield, MI: Góspel Publishing House.

Reyes, George 2021. Hermenéutica Bíblica Analógica, propuesta y análisis hermenéutico. Oregón, EE.UU.: Kerigma.

 

 

 



[1] Eureka del gr.  εὕρηκα “¡Lo he descubierto!” es el perfecto indicativo de εὑρίσκω, “descubrir”, y fue una expresión famosa atribuida al matemático griego Arquímedes de Siracusa. La idea se replica hoy en día, con el sentido de  haber descubierto algo, de haber encontrado lo que se estaba buscando con cierto afán.

[2]  El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (RV60).

[3] Las teofanías eran apariciones de Dios. Entiéndase, en el AT Dios se manifestaba de manera velada, por medio de una teo-fanía tangible para los sentidos humanos.  Algunos ejemplos son Génesis 12:7-9;  Éxodo 3:2–4:17; 24:9-11 y  Deuteronomio 31:14-15, entre otras.  Por supuesto, si Campos cree hoy en teofanías, pasa por alto aspectos no solamente exegéticos y teológicos acerca de la finalización de la revelación de Dios en Cristo y el testimonio teórico de ello: las Escrituras.

[4]   Hierofanía (del griego ἱερός [jierós] = sagrado y φαίνειν [faínein] = manifestar) así,  el acto de manifestación de lo sagrado, curiosamente conocido también, entre los hinduistas y budistas con la palabra de la lengua sánscrita darśana.

[5] Explica Hernando: “Se refiere al sentido simple, común, y claro de una palabra o texto como se reconoció y se entendió en un contexto cultural, histórico, y literario en particular  (Hernando 2012:39s).

[6] Escritores bíblicos, en este caso, los apóstoles.