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miércoles, 31 de octubre de 2018

“No os dejéis mover…” I. Examinando a Waldron, Cap. 1-2.


Por J.A. Torres Q.


Analizando: “El Fin de los Tiempos, una explicación para todos” S.E. Waldron.

Preámbulo

Somos víctimas del contexto en donde hemos nacido. De la cultura a la que hemos sido sometidos, pero también, a la clase de teologías y teólogos  que han nacido en nuestro contexto. Fue así con el decisionismo. Toda una gama de “evangelistas”  permeó a toda una generación, lo cual derivó no solo en prácticas antibíblicas del evangelismo,  sino también, en ciertas modas evangelísticas  y con ello, todo una jerga al respecto. Sin embargo, y para bien del cristianismo hoy, esos días de preponderancia teológica arminiana, están perdiendo su fuerza entre las iglesias que han abrazado las doctrinas de la gracia, lo cual ha sido beneficioso para el cristianismo latinoamericano claro está,  debido a un acercamiento muchos más serio a las Escrituras.  No obstante, no todo es como debería ser. Paralelamente a lo anterior, la escatología alegorista[1] ha resurgido también y con bastante fuerza, en especial, en las iglesias llamadas reformadas. 

Ahora bien, dos cuestiones ligadas a esto es necesario advertir  como efectos sutiles y comorbilísticos de este resurgimiento escatológico alegórico. Primero, y como es propio de toda atmósfera coyuntural, con miras a este tópico se ha acrecentado hoy, —y en especial— en el flanco reformado, un antagonismo creciente respecto la posición escatológica premilenarista dispensacional. Muchos entusiastas jóvenes envalentados por youtube o simplemente por el desdén de sus pastores en el púlpito, han arremetido contra esta postura escatológica tal cual lo describiera un viejo teólogo. Sin mayores esfuerzos reflexivos, y en la mayoría de los casos solo con pasión, casi rayando la línea del fanatismo que por supuesto ha derivado  también en argumentos al hombre de paja, y a una serie de formalizaciones de dichos poco rigurosos, como claramente usted podrá constatar aun en libros como el que estaremos analizando. Por otro lado, casi como un eslogan inspirado, la evocación de que hay doctrinas “secundarias” se escucha con  frecuencia en el  día de hoy, moda que  muchos “pastores” están siguiendo porque alguien a quienes respetan así lo dice cuando en muchos casos, estos mismos íconos cuando no están de la mano con los primeros en causas consensuales como en conferencias a fines sobre el evangelio, no dejan de ridiculizar el premilenarismo dispensacional. Un ejemplo gráfico de esto, es el pastor Sugel Michelén[2] quien también llama a esta postura,  "popular", una nueva teoría y también, una novedosa doctrina. Sugel Michelén en este sentido, no solo emite juicios poco rigurosos históricamente[3] hablando, sino que también se suma a las caricaturas del dispensacionalismo, así añade: “Por eso todos los dispensacionalistas viven todos atentos a las noticias que aparecen en el periódico con respecto a Israel, porque ellos están esperando que esta nación vuelva a ser, la nación de Dios y de hecho, en esta guerra con Irak hay mucha gente confundida con eso, y yo no digo esto por ser descendiente de palestinos, yo digo esto por ser bíblico. Israel ya no es la nación de Dios, ellos perdieron ese privilegio, y Dios ya no tiene  ningún plan con Israel…” (Michelén 2014:1, min 54ss). 

¿Qué motiva este artículo? ¿Por qué deberíamos poner atención, y advertir los peligros que ha traído todo este resurgimiento de la escatología alegórica?  Tres argumentos damos aquí  tocante a este  y los demás artículos que vendrán. Primero, toda la Escritura es inspirada, por ende, no hay doctrinas “secundarias”. Por supuesto, esto no quiere decir que no podamos compartir con quien tiene una escatología diferente. No obstante, no debemos ser ingenuos,  las alianzas de púlpitos en torno al evangelio comunes en estos últimos años no deben empañarnos los ojos, instancia que ha subrayado para-jurisdiccionalmente  que la escatología es de algún modo “secundaria”, cuando en términos objetivos permea no solo un libro, o algún capítulo de la Biblia, sino, todo el corpus escritural desde génesis, hasta apocalipsis. Segundo,  quien escribe aquí, es pastor y también ha sido profesor de algunos ramos en el Instituto Bíblico, y, en vista de lo primero, estoy cautivo de las Escrituras y por ello bajo obligación a enseñar no solo la leche espiritual no adulterada (1 Ped. 2:2), sino que también, todo el consejo de Dios (Hec. 20:27), especialmente cuando leemos justamente sobre el esjatón: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo,  y nuestra reunión con él,  os rogamos,  hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar,  ni os conturbéis,  ni por espíritu,  ni por palabra,  ni por carta como si fuera nuestra,  en el sentido de que el día del Señor está cerca.” (2 Tes. 2:1-2).  Por estas razones, no solo se hace necesaria una buena apologética respecto la esperanza escatológica que los apóstoles enseñaron a los primeros cristianos, sino también, convicciones que no nos muevan a seguir lo que solo por el hecho de ser "antiguo" se considere ortodoxo, dicho de otro modo: aunque haya sido creído mayor tiempo en la iglesia oficial, esto es, en el oscurantismo y el amilenarismo alegórico  impuesto por la iglesia católica por más de 11 siglos desde la alegorización de Agustín de Hipona, el oscurantismo de los siglos posteriores hasta llegar al despertar y estudio serio de la escatología, lo cual ocurrió posteriormente a lo que fuera la Reforma, un punto histórico que se suele ignorar.


No os dejéis mover…” I.  Análisis a Waldron, Cap. 1-2.

Introducción

Lo primero que llama la atención al leer a Waldron en este libro, es sin duda el tenor de su defensa, o más bien, la embestida emocional en contra del premilenarismo dispensacional. Para Waldron entonces, la perspectiva escatología de la Biblia es “simple” y las perspectivas “populares” como el premilenarismo dispensacional no son bíblicas (pág. 1). Así, el adjetivo “popular” que usa en la primera página, pone en la mesa un sesgo evidente para los lectores  poco instruidos. En este sentido Waldron es zagas, pero también erístico no solo porque tal adjetivo aparece en las primeras 20 páginas 12 veces, sino  también por las declaraciones claramente demagógicas que hace en esta primeras páginas como que tal perspectiva escatológica —premilenarismo dispensacional— ha mantenido su “popularidad” debido a las “novelas best sellers”, “películas repletas de efectos especiales” que —según Waldron— dominan la imaginación cristiana (pág. 3, 7). Sin duda la idea de Waldron al respecto nos remite a una pregunta interesante, ¿acaso Chafer, Ryrie, Carballosa,  S.P. Millos, Francisco Lacueva y en  especial en estos días el Dr. Michael Vlach, el Dr. Matt Waymeyer, el pastor MacArthur, el Dr. Paul D. Feinberg y otros dedujeron su postura escatológica viendo películas al más estilo de “dejados atrás”? Es ridículo pensar que quienes abrazamos la postura premilenarista hemos desarrollado nuestras convicciones basados en películas.  Sin embargo, tenemos que darle a Waldron la posibilidad de expresarse y sin duda lo ha hecho en este libro, por lo cual nos remitirnos a sus explicaciones más que a sus caricaturas.  Así, el describe claramente lo que aquí llama la perspectiva popular escribiendo: “La perspectiva popular hoy tiene un nombre. Se llama dispensacionalismo, o más completamente, premilenarismo dispensacional.” (pág. 6).

El propósito de Waldron entonces, es: “…proveer una presentación simple, pero sistemática de la escatología cristiana. Mostrar  que este sistema popular es erróneo y sin base bíblica en todos sus características distintivas.” (3). Y añade: “…debo hacer un trabajo concienzudo de convencer a la gente del error de la perspectiva popular.” (Waldron 2008:5). Entonces, ¿qué tan concienzudo es el trabajo de Waldron, o, que tan sistemático es?  Usted podrá corroborarlo en este, y los siguientes análisis que haremos a este libro. La modalidad de este artículo entonces, será presentar frases, premisas o declaraciones de Waldron para analizarlas en su contexto y observar su rigurosidad consistencia y escrituralidad, por cierto también, aciertos si los hay.   

 Declaraciones  

La primera declaración que notamos en el libro de Waldron, es evidente desde la carátula del libro. Waldron dice o nos presenta una escatología “sencilla” basada en el evangelio. Sin duda lo anterior es muy interesante en vista que Waldron une la escatología con el evangelio. Ahora, ¿qué unión hay entre el evangelio y la escatología según Waldron? Nótese que Waldron sugiere implícitamente algo como: ¿cómo es posible que el premilenarismo dispensacional reste al evangelio su papel en la escatología producto de su perspectiva escatológica? Waldron es realmente directo en este sentido, escribe: “Este problema es el divorcio práctico del evangelio de Cristo y la escatología en las perspectivas proféticas populares de nuestros días” (pág. 2). Ya sabemos que con el adjetivo popular Waldron se está refiriendo a la escatología premilenarista. En relación a esto  Waldron  señala:

«La escatología tiene que ver con la derrota de los propósitos destructivos de Satanás y con la victoria de los propósitos redentores de Dios. La escatología, por tanto, tiene todo que ver con el evangelio que proclama el propósito de Dios de “por medio de él (de Cristo) reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Col. 1:20). La profecía bíblica, pues, no tiene que ver con ninguna otra cosa que no sea el evangelio de Cristo. Tiene todo que ver con la cruz de Cristo, con la iglesia de Cristo, y con la venida de Cristo.» (Waldron  2008:4).

Análisis: aciertos, imprecisiones y correcciones

Si bien es cierto la declaración de Waldron aquí no es del todo incorrecta pues con la cruz de Cristo sin duda Satanás empezó su derrota (Col. 1:1), no obstante, Satanás está hoy aun activo, y no con una cadena larga como paradójicamente escribe Hendriksen[4], sino que es realmente hoy como enseña el NT, el príncipe de este mundo que “ahora” está operando en los hijos de desobediencia (Efe. 2), quien además encubre y ciega a los incrédulos para que no vean la gloria de Cristo (2 Cor. 4:1ss). El profesor Waymeyer ha dado un excelente resumen[5] de las actividades actuales de Satanás que revelan de acuerdo a las Escrituras que él no está atado como dice habitualmente la escatología alegorista.   Sin duda Waldron asume que los lectores de las Escrituras deberían aceptar su concepto escatológico   de que la derrota de los propósitos destructivos de Satanás y la victoria de los propósitos redentores de Dios  ya están cumpliéndose hoy   en el reino milenial de Cristo que se está llevando acabo ahora. Por el contrario a la idea común del reino de Cristo en el amilenarismo, es  pues al final del reino terrenal de Cristo que, como claramente enseña Juan, Satanás será atado para que nunca más pueda engañar a las naciones (Apo. 20:1ss) hasta por lo menos, el final de dicha gloriosa era (Apo. 20:7). Por lo tanto, la declaración de Waldron aquí arriba, sugiere de partida una premisa equivocada. Además de lo anterior, notamos que Waldron mezcla los tópicos teológicos mencionados con cierto propósito ficticio apologético tratando de enrostrar al premilenarismo una querella falsa. Si bien es cierto, la cruz de Cristo da el pie formal inicial al plan escatológico de Dios, el evangelio  es esencialmente una noticia, una buena noticia que esencialmente tiene que ver con la soteriología, no primariamente con la escatología.  Claramente Pablo definió lo que es:

“Además os declaro,  hermanos,  el evangelio que os he predicado,  el cual también recibisteis,  en el cual también perseveráis; por el cual asimismo,  si retenéis la palabra que os he predicado,  sois salvos,  si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados,  conforme a las Escrituras; y que fue sepultado,  y que resucitó al tercer día,  conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:1-3) 

Por supuesto, Cristo es el autor y consumador de la fe,  el garante de los aspectos escatológicos del evangelio. Pero el evangelio es esencialmente la buena noticia de que él ha solucionado de una vez para siempre, nuestro problema penal con Dios (cf. Heb. 9:27s; 1 Ped. 3:18). Si hay una relación entre la escatología y el evangelio, pasa por los alcances de la profecía ligada a la cristología que de algún modo "inicia" con el evangelio. Nótese nuevamente la declaración de Waldron: “La profecía bíblica, pues, no tiene que ver con ninguna otra cosa que no sea el evangelio de Cristo.” (pág. 4). Ahora, y entonces, ¿qué aspectos doctrinales están presentes en la escatología que según Waldron son parte del evangelio? El propio Waldron se explica en las páginas 3 y 4, señalando o incluyendo los siguientes aspectos. Nótese nuevamente la siguiente frase: “El evangelio cristiano tiene todo que ver con la escatología, y la escatología tiene todo que ver con el evangelio cristiano” (pág. 3).

Waldron señala (pág. 3-4):

1.    Jesús habla del objetivo de la escatología como “la regeneración” (Mat. 19:28).
2.    Pedro la llama “la restauración de todas las cosas” (Hec. 3:21).
3.    Pablo habla de ella como “la creación… libertada de la esclavitud de corrupción” (Rom. 8:21).

Y añade:

4.    La escatología tiene que ver con el llevar a la creación y a la humanidad a su destino original propuesto por Dios.
5.    La escatología tiene que ver con la derrota de los propósitos destructivos de Satanás.
6.    La escatología tiene que ver con los propósitos redentores de Dios.
7.    La escatología… tiene que ver con el evangelio que proclama el propósito de Dios de “por medio” de él (de Cristo) reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante su sangre” (Col. 1:20).

¿Son estos aspectos realmente adjuntos al “evangelio”? Antes de responder a esta pregunta y analizar esta primera premisa de Waldron, notemos qué es el evangelio desde el AT, desde justamente, la profecía.   

Los escritores del NT usaron 79 veces el sustantivo εανγέλιον (euangélion) —“buena noticia”— y 52 veces el verbo εαγγελζω (eúangelídzo). Estos términos no eran nuevos para la época, no obstante el evangelio cristiano como concepto, fue diametralmente diferente, diríamos superlativamente superior al concepto que el mundo greco romano tenía. Así, con las propias palabras del mesías, —Jesús— quien en su primera predicación en Nazaret leyó las siguientes líneas de la profecía de Isaías 61 laprofecia se explica en esta unión con Cristo:

Y se le dio el libro del profeta Isaías;  y habiendo abierto el libro,  halló el lugar donde estaba escrito:

Espíritu del Señor está sobre mí,
 Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
 Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
 A pregonar libertad a los cautivos,
 Y vista a los ciegos;
 A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro,  lo dio al ministro,  y se sentó;  y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.”  (Lc. 4:17-20).

El clímax de estas palabras es notable, Jesús las mencionó al cerrar el libro, diciendo: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.  (Lc. 4: 21), en otras palabras, lo que Jesús había hecho ese día, fue el comienzo formal del año de la “buena voluntad” de Dios (Isa. 61:1s). Y la demostración superlativa inicial de ello, es sin duda el εανγέλιον (euangélion) cristiano, esto es: …la buena noticia: que Dios, en la encarnación, la muerte y la resurrección de Jesús, ha obrado la  salvación…(Friedrich 2003:213). Dicho de otro modo, con Cristo empezó una nueva era, empezó el plan profético mesiánico y escatológico de Dios con un alcance universal (cf. Hec. 8:35; 10:34-36; 15:7-9). Así,  el euangélion cristiano en la mente de Dios siempre fue inclusivo (Jn. 3:16). Esto es, nunca fue bendición exclusiva de los judíos, sin duda la porfía del pensamiento judaico acompañó a la iglesia primitiva por varios años, el libro de los hechos tiene varios ejemplos[6] al respecto.  No obstante,  Simón evocó el testimonio del AT, para demostrar que esta inclusión no era algo nuevo para Dios, estaba escrito.  

“Y con esto concuerdan las palabras de los profetas,  como está escrito:

Después de esto volveré
Y reedificaré el tabernáculo de David,  que está caído;
Y repararé sus ruinas,
 Y lo volveré a levantar,
Para que el resto de los hombres busque al Señor,
Y todos los gentiles,  sobre los cuales es invocado mi nombre,
Dice el Señor,  que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.” (Hec. 15:15-18)

Como podemos observar en esta cita clave del AT, los aspectos escatológicos del  evangelio  claramente se pueden constatar  desde el mismo AT, y en especial en la profecía que hemos mencionado aquí. El término hebreo  habitual para conceptuar las “buenas nuevas” en el AT entonces,   es  בָּשַׂר (basár), que la LXX tradujo al griego 26 veces con el verbo euaggelizesthai[7]  “predicar buenas nuevas” y seis veces con el sustantivo εανγέλιον (euangélion) “buena noticia”, aunque se  usa de anuncios comunes[8], hay una serie de enunciados que no dejan de ser claramente proféticos y también, escatológicos, fundamentalmente como promesas a Israel (cf. Isa. 40). No hay dudas que Isaías 61:1ss merece nuestra atención aquí, en vista que es una profecía relativa a Cristo, y a su ministerio directo sobre el evangelio. Profecía que describe  la  extensión profética-mesiánica y también, escatológica del evangelio. El mensaje del mesías se escribe como quien viene לְבַשֵּׂ֛ר  (lebasséri) “para dar buenas nuevas.” (Isa. 61:1a).

“buenas nuevas” del mesías  (Isa. 61:1-2a)

A los abatidos

A los quebrantados
   Año de la buena voluntad de Dios
A los cautivos
A los presos


Como usted puede observar, “las buenas nuevas” del mesías distinguen una primera fase que el profeta distinguió como “el año de la buena voluntad de Dios” (Isa. 61:2a), diferente a la segunda etapa de esta misma profecía  que corresponde  a los aspectos benéficos para Sion que están circunscritos bajo el marco de una segunda fase que el profeta aquí denomina  el “día de la venganza de Dios.” Nótese la siguiente lista de profecías que esperan aun su cumplimento.

“buenas nuevas” escatológicas  para Sion (Isa. 61:2b-9)

Incluye:
La venganza de Dios de Israel

La consolación de los enlutados

La glorificación de Sion

La restitución del gozo

La restitución de la alegría

La restitución de su honor

La reedificación de las ruinas
día de la venganza de Dios
La reedificación de las ciudades

La hegemonía mundial

La restitución del sacerdocio

La provisión de las naciones

La popularidad de su descendencia

La gloria de su descendencia


        Como podemos observar en este resumen profético escatológico de los alcances futuristas del evangelio, las “buenas nuevas” (בָּשַׂר [basár]) veterotestamentarias,  revelan el plan de Dios con Israel, pero a la vez, revelan un programa holístico literal respecto el reino de Dios en el que los gentiles están incluidos. Por ello, aparte de que estas buenas noticias son en sí un anuncio, un buen anuncio, son también el cumplimiento, la puesta en marcha del plan de Dios. Así, la garantía del cumplimiento literal de la segunda parte  de esta profecía está claramente atestiguada por el cumplimiento  literal de la primera parte. En consecuencia, cuando Waldron dice que la postura popular divorcia  el evangelio de Cristo y la escatología, claramente incurre en una falacia. Por el contrario, es la postura que Waldron defiende aquí la que resta realmente importancia a Cristo (evangelio) y de hecho, directamente niega las prerrogativas escatológicas mesiánicas  de Jesús quien de acuerdo al AT gobernará literalmente en la tierra. Dicho de otro modo, usted tiene dos interpretaciones respecto los alcances proféticos del “evangelio”, o más bien mesiánicos.

Primero, un reino de Cristo que está ahora llevándose a cabo en el cielo, o solamente —lo cual sin duda es correcto aquí— en la tierra, en los corazones de sus hijos, pero en la noción amilenarista un reino milenial espiritual que por supuesto, coexiste con el escenario más incompatible que pueda haber con respecto a lo que la Biblia enseña será realmente el reino futuro terrenal de Cristo. Sin embargo, usted tiene una alternativa “popular” para creer basada en las buenas nuevas como claramente se observa en Isaías 61, en su concreto cumplimiento literal cuando el Señor vuelva en su segunda venida para instaurar su reino literal. Ahora bien, en este sentido nótese por favor, la notable respuesta a la objeción amilenarista que se hace habitualmente del premilenarismo que, no concibe a la gente pecando y rebelándose contra Jesús después de Su segunda venida (en el milenio), lo cual en boca de los críticos —mayormente amilenaristas— es inaceptable. La respuesta de Vlach, no solo nos explica lo consistente que esto es de acuerdo a las profecías, sino también nos da un cuadro correcto de qué es el reino de Cristo en la perspectiva premilenarista, la única que hace justicia a la cristología  de la escatología.

«La Biblia dice que el Mesías ha de reinar sobre Sus enemigos (cf. 1 Cor. 15:25) y que él los regirá con vara de hierro (Apo. 12:5; 19:15). También, Jesús promete las funciones dominantes de la iglesia con una vara de hierro cuando regrese (Apo. 2:26-27). Gobernar sobre los enemigos y gobernar con vara de hierro parece indicar un aspecto negativo de este gobierno. Isaías 65:20 indica que la muerte puede ocurrir durante este período de tiempo, cuando la larga vida es la norma. Isaías 2:4 revela que el Mesías será la solución de controversias entre las naciones. Además, Apocalipsis 20:7-10 dice explícitamente que una rebelión inspirada por Satanás ocurrirá contra la ciudad amada de Jerusalén después del reinado de mil años del Mesías. Esto es una rebelión pecaminosa que es aplastada con destrucción de parte de Dios. Sí, el premilenarista reconoce la presencia de algún pecado y de la muerte durante el milenio después de la venida de Jesús, pero esto revelará cómo se ocupa un gobernante justo con el pecado. El pecado se encuentra con la justicia perfecta. Además, compare la presencia del pecado y la muerte con el reino milenario del amilenialismo y el posmilenialismo. Si el milenio se está llevando a cabo en este tiempo, como afirman estos campos, el pecado desenfrenado y la rebelión se producen en el reino de Jesús en un grado mucho mayor de lo que postula la premilenarista. Esta época actual está dominada por el pecado, la rebelión y la muerte. Además, ninguna nación en la tierra dobla sus rodillas ante Jesús como Señor y Mesías. Las condiciones en esta supuesta época milenaria son mucho peores de lo que el premilenarista cree que sucederá en el milenio venidero. Con el escenario premilenial, el mundo es transformado drásticamente para bien y lo que el pecado haga se encuentra con un juicio rápido y justo. Esto es mucho mejor que el milenio del amilenialismo que permite un reino milenario de Cristo con un continuo desafío desenfrenado contra Dios y miles de millones de personas que ni siquiera reconocen al Dios de la Biblia.» (Vlach 2018:1)

En consecuencia, ¿es realmente la declaración de Waldron consistente y verdadera al señalar que la escatología “popular”, tiene muy poco que ver  con el evangelio de Cristo (pág. 2)? Usted ha podido sacar sus propias conclusiones, agregamos aquí que Waldron sin duda falta a la verdad en su desconocimiento de la cristología del premilenarismo en la escatología. De hecho, el premilenarismo dispensacional es la escuela de interpretación que más honra a Cristo en su comprensión del reino terrenal de Cristo tal cual lo enseña repetidamente el AT y Juan  complementa en el  Apocalipsis (Apo. 20).

Entonces: ¿Qué de las sugerencias de Waldron respecto la relación evangelio y escatología? Paradójicamente quien imputa al premilenarismo un divorcio con el evangelio, es quien realmente aquí edita a Dios, alegorizando lo que el AT profetiza del Hijo. Nótese que Waldron señala que Jesús habla del objetivo de la escatología como “la regeneración” (Mt. 19:28). Sin embargo Waldron olvida el contexto de este versículo donde se señala que los discípulos co-reinarán, y co-juzgarán a las doce tribus de Israel cuando Cristo se siente en su trono de gloria. Por supuesto, en el trono de David como señala también la profecía:

 “Este será grande,  y será llamado Hijo del Altísimo;  y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre,  y su reino no tendrá fin.” (Lc. 1:32-33).

Segundo, Waldron señala que  Pedro la llama “…la restauración de todas las cosas” (Hec. 3:21) lo cual es la segunda mención de Waldron respecto esta unión entre escatología y evangelio. Por supuesto, el texto no desmiente esto. Pero, al igual que el texto anterior, es el contexto de “la restauración de todas las cosas” que habló Dios por medio de sus santos profetas. ¿Qué dijeron entonces los profetas respecto la restauración de todas las cosas? (Hec. 3:21). Sin duda como claramente dice el NT, Cristo está a la diestra de Dios (cf. Mt. 26:64; Mr. 14:62; Hec. 7:55, 56; Rom. 8:34; Col. 3:1; Heb. 10:12; 12:2; 1 Ped. 3:22) hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies, una profecía que esencialmente ve al Hijo no solo entronizado en poder, sino también gobernando sobre sus enemigos y siendo el rey desde Sion (110:2). Lugar donde quebrantará a los reyes y juzgará a las naciones. (110:3,6). El tiempo de la “restauración de todas las cosas” entonces comenzará con la  segunda venida y tiene que ver con la gloria de Cristo en su reino terrenal, lo que incluye —por supuesto—  la libertad de la esclavitud de la tierra (Rom. 8:21) y aun más que eso  (cf. Isa. 11-12;61-63; Jer. 30-31; Eze. 36:7-38; Ose. 14; Jl. 2:18-3:21; Am. 9:11-15; Miq. 4; 7:11-12; Sof. 3:8-20; Zac. 8; 10; 14; Mal. 4:2-3).

Sin embargo, nada de lo anterior menciona Waldron quien dice que la escuela “popular” divorcia la escatología del evangelio de Cristo. Sin duda Waldron no está equivocado al mencionar lo que escribe, pero queda corto. Bastante  corto pues además él señala que: “La escatología tiene que ver con el llevar a la creación y a la humanidad a su destino original propuesto por Dios y con la derrota de los propósitos destructivos de Satanás.” (Pág. 3-4), y, el mejor escenario que ve la escatología amilenarista para este cumplimiento, es en realidad el peor escenario y la interpretación más errada que se ha hecho de lo que el AT ve como el reino de Cristo, un reino radicalmente diferente al reino milenial de los amilenaristas hoy (cf. Dan. 9:24). Sin duda el comentario del profesor Vlach que hemos parafraseado aquí, lo ha dejado más que claro.

Sin duda no encontramos en los argumentos de Waldron consistencia, ni solidez en este primer análisis del capítulo 1. Dicho de otro modo, la explicación de Waldron de una escatología  sencilla  basada en el evangelio, es más bien un eslogan que no hace justicia a la cristología de una escatología bíblica.  


Bibliografía



Michelén, Sugel 2014.  escatología reformada” 1/63. El Dispensacionalismo. Internet URL:  https://www.youtube.com/watch?v=WQr7Dm1tHGo
Vlach, Michael 2018. Respondiendo Objeciones Al Premilenarismo. Internet URL: https://evangelio.blog/2018/10/19/respondiendo-objeciones-al-premilenarismo/
Waldron, E. Samuel 2016. El fin de los Tiempos, Una explicación para todos, una escatología sencilla Basada en el evangelio. Colombia: Faro de Gracia.

 




[1] Puede usted constatar esto en el siguiente artículo http://opticabiblica.blogspot.com/2018/07/analisis-del-libro-la-biblia-y-el.html
[2] “ESCATOLOGIA REFORMADA” 1/63 - Sugel Michelén - El Dispensacionalismo.
[3] El impacto del dispensacionalismo ha sido tan grande que la mayoría de los creyentes latinoamericanos cree lo contrario de lo que nosotros creemos… y muchos tristemente no sabe, que esta teoría dispensacional es algo relativamente nuevo, eso no es lo que la iglesia cristiana a creído a través de los siglos… en 19 siglos nadie vio eso” (Michelén, Ibíd.).
[4]El diablo no está atado en un sentido total… un perro atado firmemente con una cadena larga y fuerte puede hacer mucho daño dentro del círculo de su prisión” (pág. 195). ¿Satanás fue atado con una cadena larga? Kistemaker, citando a Oscar Cullmann pareciera que da credibilidad a la idea de Hendriksen. Señala:  «Satanás y sus ángeles caídos están “atados como a una soga, que puede extenderse más o menos”» (Kistemaker, Apocalipsis, pág. 587). 
[5] Véase el siguiente artículo aquí ¿Satanás atado con una cadena larga? http://opticabiblica.blogspot.com/2018/10/satanas-atado-con-una-cadena-larga.html
[6] Cf. Hec. 4:1-12; 5:27-32; 8:1-5; 26-35; 9:15-26; 10:1-28; 34-48; 11:1-4; 17-18; 13:13-50; 15:1-29., etc.
[7] Cf. 1 Cron. 10:9; Isa. 61:1; Sal. 40:9; 68:11. etc. 
[8] Aquí, εὐαγγελια (euangélia) fem.sing. de εανγέλιον (euangélion): que cuando uno me dio nuevas [בָּשַׂר (basár)], diciendo: He aquí Saúl ha muerto…(2 Sam. 4:10a LXX). ¿…para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas [בְּשׂרָה (besoráh) fem.]? (2 Sam. 18:22c LXX). El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. Y el rey dijo: Si viene solo, buenas nuevas [בְּשׂרָה (besoráh) fem.] trae…  (2 Sam. 18:25b LXX) (cf. 2 Sam. 18:20; 2 Rey. 7:9).

lunes, 15 de octubre de 2018

La “apocalíptica” como género literario: un análisis crítico al concepto.


Por J.A. Torres Q.

 
"Juan el evangelista" pintura de el Greco (1605)


Introducción

Seguramente más de una vez usted ha escuchado el término “apocalíptica”, o “género apocalíptico”. Y, sin entrar por ahora en detalles, la apocalíptica nos remite en el pensamiento a una serie de expresiones gramaticales, figuras y símbolos “apocalípticos” —algunos añaden “crípticos”—  que surgieron de la literatura apócrifa de este género entre el 200 a.C. al 200 d.C. (cf. DuvallHays 2008:401). Entre estos, 2 y 3 de Baruc, los libros de Enoc, el libro de Jubileos, los Oráculos Sibilinos, los Testamentos de los Doce Patriarcas, los Salmos de Salomón, la asunción de Moisés, las Ascensión de Isaías, 2 de Esdras, entre otros (Martínez 1984:516). Además de los anteriores, se suman también, los apocalipsis apócrifos, gnósticos y “cristianos.”   

Apocalipsis hebreo de Enoc
Apocalipsis de Abraham
Apocalipsis de Elías
Apocalipsis de Isaías
Apocalipsis de Sofonías
Apocalipsis de Sadrac
Apocalipsis de Pedro
Apocalipsis de Pablo
Apocalipsis de Tomás
Apocalipsis de Pedro
Apocalipsis de Adán
Apocalipsis gnóstico de Pedro
I Apocalipsis de Santiago
II Apocalipsis de Santiago

Según Philipp Vielhauer, el primero en acuñar el término fue F. Lucke,  otros como Diez Macho mencionan a E. Schurer; otros a K. Koch en 1970, poco después que J.J. Collins fuera uno de los primeros en definirla como lo constata Josías E. Cárdenas: “El apocalipsis es un género de literatura de revelación, configurado narrativamente, en el que se ofrece  la revelación por medio de un ser de otro mundo a un destinatario humano, desvelándose una realidad trascendente, que es al mismo tiempo de naturaleza temporal en la medida que se apunta a la salvación escatológica, y espacial en tanto en cuando supone o conlleva otro mundo, sobrenatural.” (Collins en Asurmendi 2003:522).

Aunque el término surgió como un concepto  derivado del término ἀποκάλυψις apokálupsis muchos creen que como  “género” literario, germinó de la poesía hebrea  y así trazan una línea hasta libros como Daniel, Ezequiel y Zacarías que dicho sea de paso, contienen “lenguaje” apocalíptico (cf. FeeStuart 2007:251).  Ahora bien, en estos días claramente este tópico ha tenido un auge no menor que ha crecido en círculos de estudios como de conversación teológica, lo cual sin duda merece una aclaración en vista que muchos estudiantes y aun, académicos entusiastas con esta “nueva” categoría literaria han  categorizado también así  el Apocalipsis de Juan como supuestamente parte de esta familia literaria.

 Ahora bien, como término, "apocalíptica" o “género apocalíptico” es atrayente; suena hasta académico, lo que lo hace atractivo para muchos hoy en día. Sin embargo, y a pesar que en el día de hoy es un concepto popular y acuñado por varios teólogos, aun sigue siendo un tópico en examen no solo respecto a su origen y aplicación, sino también,  respecto a su categoría (Mounce 2007:36). Es así que teólogos como James Kallas[1]  consideran que el Apocalipsis de Juan realmente no forma parte del género apocalíptico debido a que el sufrimiento relatado en este, no es el mismo observado en la literatura apocalíptica. De esta misma manera David Hill concluye que, a pesar que Apocalipsis utiliza una buena parte del aparato tradicional de la literatura apocalíptica, está ajena a muchos aspectos característicos de lo que se ha catalogado como género apocalíptico, por lo que lo considera esencialmente un libro profético (cf. Mounce 2007:44).

Al presente no solo los teólogos católicos enarbolan las implicancias de la apocalíptica apócrifa, también son muchos teólogos, académicos, profesores y pastores que comulgan con las implicancias que requiere este concepto. En este sentido,  teólogos como  Samuel E. Waldron se adhiere muy entusiastamente a este paradigma hermenéutico. Así, y por ejemplo,  escribiendo  o respondiendo al tópico de “cuánto tiempo fue atado Satanás” en Apocalipsis 20, escribe:

“El pasaje dice claramente que Satanás fue atado por 1.000 años. La pregunta es si los 1.000 años de Apocalipsis 20 han de entenderse literalmente o figuradamente. La respuesta a esta pregunta debe ser determinada una vez más por la aplicación de los principios de interpretación bíblica explicados en el capítulo anterior. Uno de esos principios era que cada pasaje de la escritura debe ser interpretado en una manera apropiada a su género literario. Se debe practicar el análisis del género. En el mismo capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito en el género apocalíptico. Este es un tipo de literatura altamente simbólico y dramáticamente figurativo” (Waldron 2003:110).

Claramente en este párrafo uno puede notar la necesidad que representa el «“género” apocalíptico» para algunos teólogos reformados como el aludido, que dicho sea de paso, da por entendido que el “género” apocalíptico  es parte de los principios bíblicos de interpretación. De la misma manera que Storms, Deiros comentando el primer versículo del libro de Apocalipsis en la Biblia “500 años Nueva Reforma” editorial Peniel, escribe: “El libro de Apocalipsis es el más discutido y difícil de todo el NT. Está escrito en un estilo literario que no tiene un equivalente moderno. Los lectores que no están familiarizados con este estilo apocalíptico y que desconocen el propósito original del autor, lo encuentran confuso e ininteligible. El género literario del libro es apocalíptico (como el de Daniel del AT).” (Deiros 1999:2082). De la misma manera que los teólogos antes mencionados, Luis N. Rivera —profesor emérito de teología ecuménica— en el prólogo del comentario a Apocalipsis de Samuel Pagán, señala sin mayores resguardos el entusiasmo que ha logrado Pagán al amalgamar el Apocalipsis de Juan, con la  apocalíptica apócrifa y deuterocanónica, señalando los supuestos vínculos que el primero tendría con estos últimos. Así escribe:  

“…Pagán ilumina los vínculos del Apocalipsis con el resto de la llamada literatura apocalíptica, la bíblica, la deuterocanónica y la apócrifa. De esta manera, se aclaran los posibles significados de símbolos e imágenes, y se evitan las interpretaciones arbitrarias. Luego, se observan los múltiples engarces de esta literatura apocalíptica con la profética, la sapiencial y los himnos litúrgicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Se suscitan así, miradas novedosas e inéditas a textos antiguos.” (Rivera en Pagán 2012:11).   

Claramente para Rivera, la analogía de la fe se extiende a la analogía de todo lo que entre bajo el epíteto de “apocalíptica” incluyendo Juan, así, para comprender este último es necesario considerar aun  la apocalíptica apócrifa y deuterocanónica para, en palabras de Rivera: evitar las interpretaciones arbitrarias y desaforadas. José Grau —al igual que  Waldron y Pagán— también confirma lo anterior, cuando señala:

«El Apocalipsis, como su propio nombre indica, pertenece al tipo de literatura llamada “apocalíptica”, muy extendida entre los judíos en la época intertestamentaria. Es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este género.» (Grau  1977:276).   

El entusiasmo que este nuevo género ha provocado en algunos teólogos protestantes desde un tiempo a esta parte, es sin duda claro. Así otro ejemplo de esto es Samuel Pagán, quien en su comentario al Apocalipsis  no deja de plasmar su pasión por su acercamiento no solo al libro que comenta, sino también, porque lo ha hecho bajo la consideración de la literatura apocalíptica (pág. 13); pero además, y esto hay que leer bien, según él, Apocalipsis se redactó de acuerdo a la literatura apocalíptica (pág. 22), por lo que su metodología de análisis no solo considera en su comentario, la literatura bíblica, sino también, la extra bíblica (Pagán 2012:23).

Pero, ¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los sinópticos? ¿Pertenece Apocalipsis realmente al  “género apocalíptico”? A continuación, cinco argumentos que nos muestran que la literatura apocalíptica a pesar de cierta relación con la profecía escritural, no tiene nada que ver con ella, y esto, principalmente porque el Apocalipsis de Juan (Daniel, Zacarías, Isaías etc.) es esencialmente un libro inspirado y la apocalíptica no; aquí radica la diferencia mayor de la que se desprenden otras más.

1.   El género apocalíptico es imaginación, no revelación

El “género apocalíptico” es esencialmente el relato de visiones, sueños en lenguaje “críptico”, todos surgidos de la imaginación de sus autores. Aun Fee y Stuart señalan que las imágenes de la apocalíptica se basan mayormente en fantasías (FeeStuart 2007:252). Y, aunque los libros canónicos hablan de imágenes míticas como una bestia con siete cabezas y diez cuernos (Apo. 13:1),  una mujer vestida de Sol (Apo. 12:1s), langostas con cola y aguijón de escorpión (Apo. 9:10), la apocalíptica  aun usando de figuras similares, ha sido el producto de  una imaginación encausada por una copia del lenguaje  “apocalíptico” canónico llevado más allá del sentido escatológico escritural. Bien señala Moucen que la fantasía apocalíptica da rienda suelta a la imaginación de modo que sus símbolos llegan incluso, a exponer conceptos estrafalarios los cuales se convirtieron en la norma en este tipo de literatura. Un ejemplo que nos ofrece Moucen al respecto, es el siguiente:

“1 Enoc 86:1-4 habla de estrellas que caen del Cielo, y que se convierten en toros “que con sus miembros sexuales… montaron a las vacas de los bueyes”. Éstas entonces, “quedaron preñadas y parieron —cita textual— elefantes, camellos y asnos…” (Moucen 2007:39).

Por el contrario, el Apocalipsis de Juan, es: “La revelación de Jesucristo,  que Dios le dio,  para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto;  y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Apo. 1:1).   Bien señala J. Martínez respecto Apocalipsis y la literatura apocalíptica: “…los puntos de desemejanzas son tantos y tan profundos que hacen del Apocalipsis joanino una obra singular, única.” (Martínez 1984:522).

2.   La apocalíptica no se origina en la literatura veterotestamentaria

Muchos comentaristas pretender ver el origen del género apocalíptico en la literatura profética del Antiguo Testamento.  Esta es la opinión de Fee y Stuart quienes señalan que la raíz principal de la apocalíptica, es la literatura veterotestamentaria como Ezequiel, Daniel, Zacarías y en parte tambiém,  Isaías (cf. FeeStuart 2007:251).  Contrariamente a lo que aseveran Fee y Stuart, la literatura apocalíptica tuvo su origen en la época intertestamentaria.  Y surgió bajo dos escenarios relacionados. Primero, progresó después que cesó la profecía canónica veterotestamentaria y segundo, surgió debido a la crisis nacional del pueblo judío a mediados del siglo II, bajo la regencia de Antíoco Epífanes. Fue en este contexto coyuntural histórico que la literatura apocalíptica produjo el género apocalíptico, con el cual se expresaron los deseos frustrados de los judíos respecto una intervención divina preconizada basada principalmente en el deseo nacionalista de los judíos de ver el triunfo de Dios en pro de ellos. Esto, se extendió a los diversos grupos del judaísmo incluyendo a los esenios, los fariseos y los zelotes. Así, esta clase de literatura apócrifa proliferó después de la caída de Jerusalén en el 70 d.C., y posteriormente bajo el fracaso de la revuelta de Barcoquebá (Bauckham 1982:82ss). Que sus autores hayan encontrado “inspiración” en los relatos proféticos veterotestamentarios, es otra cosa, pues y a propósito, se sabe que dicha inspiración también se derivó de la literatura mitológica (cf. Moucen 2007:39s).

3.   El género apocalíptico es literatura pseudónima

Otra gran diferencia entre la literatura apocalíptica y la profecía escritural, es que la primera, es pseudónima. Esto es, no se sabe quiénes realmente  fueron los autores. La tesis más habitual del por qué la autoría de estos libros es desconocida, dice que fue encausada con un propósito que era contrario al engaño. Russell ha propuesto una de estas explicaciones que indica que la idea de una personalidad pseudónima tenía el propósito de promover una familiaridad entre el escrito y la comunidad judía a la que se le daba. Así, el nombre patriarcal usado en el libro tenía la intención esencial de tener atención y con ello autoridad para la comunidad judía  (Mounce 2007:41). 

Sin embargo, por más que esta sea una tesis habitual, no deja de ser una hipótesis, y aun más, una hipótesis con razones suspicazmente diferentes.  Así, el fraude pío claramente también es una opción en esta lista; de hecho, muchos autores apócrifos estaban convencidos que sus escritos habían de algún modo sido inspirados por revelación divina y que por razones ajenas circunstanciales  habían estado ocultos (cf. 4 Esd. 12:35-38) y que por la providencia divina les habían sido comunicadas a ellos para que las dieran a conocer en un momento en que el pueblo pedía una voz del cielo que diera esperanzas  (Martínez 1984:521). Dicho de otro modo, no hay que descartar la tesis de que muchos de estos escritos fueron dados a conocer y con estas “etiquetas”, solo, para re-captar la atención de los oyentes en un tiempo donde Dios estaba en “silencio” (profético) y además, para que estos autores lisillanamente pudieran escudar sus fantasías en la ignorancia del pueblo (cf. Mounce 2007:41; Grau 1977:277). 

4.   El género apocalíptico no es lo mismo que el lenguaje apocalíptico

¿Pertenece Apocalipsis al género apocalíptico, o, a la literatura apocalíptica? Rob Haskell[2], José Grau[3], Samuel Pagán[4], Samuel E. Waldron[5] et al., responden muy entusiastas que sí. Sin embargo, el Apocalipsis de Juan no tiene nada que ver con la literatura apocalíptica por las razones antes expuestas. Bien señala también Stanley N. Gundry: “Aunque hay paralelos importantes entre Apocalipsis y la literatura apocalíptica temprana de los judíos y cristianos, hay también diferencias importantes, entre ellas el hecho de que Apocalipsis es un libro profético (1:3; 22:7,10, 18-19) mientras que los otros no lo son.” (Gundry 2005:14). En una comparación de Apocalipsis y la apocalíptica judía, Martínez señala  que saltan a la vista los puntos de similitud entre el libro de Juan y los escritos extracanónicos como la visión como instrumento revelatorio, la superabundancia de elementos simbólicos, los cuadros catastróficos que describen el triunfo de Dios y la gloria de la edad futura, pero también añade: “Sin embargo, los puntos de desemejanza son tantos y tan profundos que hacen de Apocalipsis joanino una obra singular, única.” (Martínez 1984:522).

Principalmente debemos señalar  que además de lo dicho, es relevante diferenciar el “género apocalíptico”, de la “literatura apocalíptica”, y estos dos, del “lenguaje" apocalíptico. Claramente el Apocalipsis de Pedro, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Tomás, los Oráculos Sibilinos, los libros de Enoc et al., pertenecen a la “literatura apocalíptica” apócrifa porque son del “género apocalíptico”, sin embargo, el Apocalipsis de Juan es esencialmente un libro profético, nótese bien:

1 La revelación de Jesucristo,  que Dios le dio,  para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto;  y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2  que ha dado testimonio de la palabra de Dios,  y del testimonio de Jesucristo,  y de todas las cosas que ha visto. 3  Bienaventurado el que lee,  y los que oyen las palabras de esta profecía,  y guardan las cosas en ella escritas;  porque el tiempo está cerca.” (Apo. 1:1-3)

“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.” (Apo.  22:7)

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.” (Apo.  22:10)

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.” (Apo. 22:18)

Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apo.  22:19)

Dicho de otro modo, Apocalipsis es un libro de género profético y epistolar (2:1, 8, 12,18; 3:1, 7,14) que usa, “lenguaje” apocalíptico. Una cosa entonces es, literatura apocalíptica, género apocalíptico, y lenguaje apocalíptico. Es por consiguiente errada la declaración de Pagán de que las imágenes y la forma de presentar los temas de Juan, son propias de: «…un tipo de literatura popular durante los primeros siglos […] conocida como “literatura apocalíptica» (Pagán 2012:22).  Claramente dice Jesucristo: “…y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” (Apo. 4:1b). “Y yo”, Cristo (cf. 1:1, 11,19), no la literatura popular de los primeros siglos, fue el agente “inspiracional” gestor de la revelación que Juan recibió del Señor y que fue ordenado a escribir (cf. 1:1, 11,19; 2:1, 8, 12,18; 3:1, 7,14). De esta misma manera, 4:1 revela el comienzo de toda la revelación de Dios que dio a Jesucristo quien por medio del ángel dio a Juan (1:1).  Así Juan, al oír la voz divina, no cayó en un trance como dice Pagán (pág. 739). La cláusula ἐγενόμην ἐν πνεύματι (egenómen én pneúmati) literalmente significa: “vine a estar en espíritu”; una manera de describir que Juan bajo inspiración divina prosiguió a escribir la profecía. Bien señala el profesor Millos: “El Espíritu Santo actúa sobre el espíritu del profeta para que pueda percibir las cosas de Dios, es decir, el Espíritu puso a Juan en una situación espiritual en la que pudo ver las revelaciones celestiales que luego escribió.” (Millos 2010:87).

Y esto hay que destacar, vino a estar en espíritu (el suyo), en el día del Señor, no “en el día dominical” como piensa la teología amilenial, pensamiento derivado también de las versiones latinas que escriben “fui in spiritu in Dominica”;  claramente y en concordancia al género especial del libro, profecía, Juan vino a estar por revelación en lo que el AT describe escatológicamente como el י֣וֹם יְהוָ֔ה   Yom YHVH así en Juan κυριακῇ ἡμέρᾳ “día del Señor”, profecía que abarca los capítulos 4-19.

5.   El género apocalíptico es una reinterpretación de la profecía

Una de las características del género apocalíptico más relevantes en cuanto a su razón de ser, y su constante evocación en el día de hoy especialmente para los teólogos preteristas, tiene que ver con la razón esencial del nacimiento de la apocalíptica, y de allí, el género apocalíptico.  Esto es, la circunstancia histórica en la que devino. Los judíos al ver que las profecías veterotestamentarias de un reino glorioso para ellos no se estaba realizando tal cual la profecía lo señalaba, y, a falta de revelación profética canónica frente al agobio político literal del imperio romano (por ej.: Antíoco Epífanes 175-164 a.C.; época de los Macabeos), abandonaron la escatología del Antiguo Testamento y sus promesas de un reino terrenal para volcarse a una nueva reinterpretación “idealista” en favor al menos psicológico temporal de una transcendental consumación divina a favor de ellos a falta de cambios escatológicos históricos contingentes (cf. Mounce 2007:38; FeeStuart 2007:253). En este sentido, es notable la explicación del profesor J.M. Martínez aquí:

“Es evidente, no obstante, que en la apocalíptica se produce un cambio de perspectiva en lo que concierne a la intervención divina en el curso de la historia, y es precisamente ese cambio lo que configura básicamente el pensamiento de sus autores. Para comprenderlo hemos de situarnos en el momento histórico en que se gestó. La comunidad posexílica se enfrentaba con un gran problema: las promesas de una restauración gloriosa no parecían haber tenido el cumplimiento esperado en el regreso de Babilonia y en el devenir histórico posterior. La realidad era demasiado pobre para pensar que correspondía a los días esplendorosos que los profetas habían anunciado. Y esa realidad se hizo aún más sombría en el periodo intertestamentario, especialmente en tiempos de los seléucidas, cuando a la subyugación a que fue sometido el pueblo judío se sumó la persecución de Antíoco Epífanes con su brutalidad sacrílega. La victoria macabea aseguró a los judíos libertad religiosa, pero poca cosa más; distaba mucho de significar el principio del Reino de Dios. Posteriormente, el gobierno de los asmoneos, mundanas marionetas en manos de los romanos, en nada contribuiría a mejorar la situación. ¿Podía decirse que con el retorno de Babilonia se había iniciado la era en que Israel sería nuevamente exaltado a posiciones de prosperidad, poderío y honor? Las circunstancias ¿no eran un mentís rotundo a tal suposición? ¿No hacían pensar más bien en que Dios se había desentendido de la suerte de su pueblo? Los judíos de aquella época se enfrentaban con una teodicea incomprensible. Era por demás difícil interpretar las promesas proféticas siguiendo la línea de una «escatología realizada». La solución al problema la hallan los autores de la apocalíptica intertestamentaria en una nueva concepción del fenómeno histórico. Su presente lo veían a través de un prisma totalmente negativo. «Empezaron con una observación empírica de la ausencia relativa de Dios de la historia desde la caída de Jerusalén. No les parecía que hubiese actuado en favor de su pueblo durante este periodo. Por consiguiente, el punto de vista apocalíptico común... era que el exilio no había cesado nunca realmente.»A la inacción de Dios se añadía su silencio. Era creencia común en aquella época que la profecía había cesado poco después del regreso de la cautividad babilónica (1 Mac. 4:46; 9:27; 14:41). Pero tenía que haber solución al problema, una explicación de los sufrimientos del pueblo de Yahvéh y de la demora en el establecimiento del Reino. La solución es ofrecida en el mensaje apocalíptico con su escatología trascendente. La salvación no ha de esperarse en el marco de la evolución histórica. Será el resultado de una intervención directa, trascendente, de Dios. El presente no tiene remedio desde el punto de vista humano. Y carece de valor, pues está próxima la nueva era, la «nueva creación», en la que el triunfo de Dios y de su pueblo se hará patente sobre la totalidad de sus enemigos. De este modo, el pensamiento apocalíptico, a pesar de los excesos en que incurrieron algunos de sus representantes, re interpretaba el antiguo mensaje profético y reavivaba la fe de los judíos piadosos superando con la intensidad de su componente escatológico todas las decepciones y todos los misterios de la experiencia histórica.” (Martínez 1984:517)

El entusiasmo de teólogos reformadores como Grau y Waldron claramente tienen sentido, porque la apocalíptica de algún modo concreto reinterpreta la profecía (como justamente hace la escatología amilenarista) para idealizarla bajo un nuevo cuadro escatológico basado en los idealismos propios de los autores apocalípticos que en sus “revelaciones” no siempre vaticinaron un reino terrenal, sino más bien uno espiritual  (1 Enoc 37-71) (Martínez 1984:520). Así, enarbolar la cuestión del género, y aquí, del “género apocalíptico” llega a ser simplemente una mordaza para el sentido llano del último libro de Juan, que, como claramente se observa en sus páginas inspiradas, es un libro profético. No es casual la insistencia de algunos teólogos —como los aludidos— respecto la supuesta apocalipticidad del Apocalipsis de Juan, a favor de la escuela preterista que cree que las profecías descritas por Juan tuvieron su cumplimiento en el primer siglo, justo antes de la destrucción de Jerusalén el 70 d.C. (Gundry 2015:25) y por cierto también,  toma de esta copa hermenéutica también, la interpretación recapitulativa de Apocalipsis.

 Cabe destacar que Pagán es honesto al escribir respecto —al parecer— su posición: “Preterista o crítica. El criterio de interpretación preterista prevalece en los círculos académicos y críticos. Según esta metodología, el libro del vidente Juan pertenece a un género literario particular que floreció en el Medio Oriente particularmente en Palestina, durante los años 200 a.C. – 100 d.C.  Este tipo de escrito… son obras teológicas escritas para consolar y edificar a los creyentes en épocas de crisis y persecución…” (Pagán 2012:63). No es extraño como usted puede observar entonces,  encontrar declaraciones que no aparecen en el libro canónico mismo como que el mismo Juan escribió —según Pagán también (pág. 82)— para responder a una situación concreta y específica: la crisis de los cristianos al final del primer siglo, cuando el libro mismo nos da pautas claras respecto a su propósito (1:1s,19s).  

Por otro lado, este sesgo hermenéutico judaico también devino en la idea derivada de los judíos intertestamentario frustrados con su escatología incumplida. Así, —y como señala Martínez— les fue difícil a los judíos interpretar las promesas proféticas veterotestamentarias siguiendo la línea de una «escatología realizada». Por ello, mientras  estos resolvieron el tema justamente adhiriéndose a una interpretación apocalíptica, los cristianos sin duda empezaron a hablar de una «escatología inaugurada» con Cristo como cabeza de este nuevo orden, pero también esperando un cumplimiento literal de las promesas veterotestamentarias  de este nuevo orden mesiánico (Hec. 1:6). No es difícil por tanto comprender también los  paradigmas reformados  como el del “ya, pero todavía no”,  derivado también, de la urgencia de la apocalíptica que justamente también, espera un desenlace radical de Dios reinterpretando la profecía del reino mesiánico prometido a Israel. 


Conclusión

Entonces, ¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los sinópticos? No, nada tiene que ver la apocalíptica escritural con la apocalíptica apócrifa y aun, gnóstica.  ¿Pertenece Apocalipsis realmente al  “género apocalíptico”? Si bien es cierto en algunos círculos académicos se suele clasificar el Apocalipsis como parte del género apocalíptico, el libro de Juan es esencialmente una profecía y, a dicho "género" pertenece. Que tenga lenguaje “apocalíptico” no lo hace parte de las filas de la literatura apocalíptica pues además  su apocalipticismo es radicalmente diferente al secular.  Por supuesto, no pretendemos restringir el uso del concepto en la jerga teológica, pero sí,  al menos subrayar la diferencia que existe entre la literatura apocalíptica secular, de la "apocalíptica" cristológica de Juan que, como se ha dicho, es simplemente "lenguaje" apocalíptico al servicio de la profecía futurista de los libros proféticos tanto del AT, como las porciones proféticas novotestamentarias y por supuesto, el Apocalipsis de Juan. Háganse entonces, tales distinciones. 












Biografía

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Duvall, Scott & Hays, Daniel 2008. Hermenéutica, entendiendo la palabra de Dios. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
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Fee, Gordon & Stuart, Douglas 2007. Lectura Eficaz de la Biblia. Miami FL.: Vida.
Grau, José 1977. Escatología Final de los Tiempos. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Gundry, N. Stanley ed. 2005. Cuatro Puntos de Vista sobre el Apocalipsis. Miami FL.: Vida.
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Bauckham R.J. 1982, art.: “Apocalíptica”, En: Diccionario Teológico Certeza. Barcelona, España: Certeza, 83s.





[1] El Dr. James G. Kallas fue Profesor Asociado de Teología y Presidente de la División de Teología y Filosofía de California Lutheran College (ahora Universidad). 
[2] Haskell escribe: “Debo resaltar que existe un género literario denominado literatura apocalíptica judía del cual el libro de Apocalipsis es parte.” (Haskell  2009:229).
[3] «El Apocalipsis, como su propio nombre indica, pertenece al tipo de literatura llamada “apocalíptica”, muy extendida entre los judíos en la época intertestamentaria. Es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este género.» (Grau  1977:276).   
[4] Cf. págs. 10,23, 35, 37, 38, 45 et al.
[5] En el mismo capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito en el género apocalíptico. Este es un tipo de literatura altamente simbólico y dramáticamente figurativo (Waldron 2003:110).