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lunes, 15 de octubre de 2018

La “apocalíptica” como género literario: un análisis crítico al concepto.


Por J.A. Torres Q.

 
"Juan el evangelista" pintura de el Greco (1605)


Introducción

Seguramente más de una vez usted ha escuchado el término “apocalíptica”, o “género apocalíptico”. Y, sin entrar por ahora en detalles, la apocalíptica nos remite en el pensamiento a una serie de expresiones gramaticales, figuras y símbolos “apocalípticos” —algunos añaden “crípticos”—  que surgieron de la literatura apócrifa de este género entre el 200 a.C. al 200 d.C. (cf. DuvallHays 2008:401). Entre estos, 2 y 3 de Baruc, los libros de Enoc, el libro de Jubileos, los Oráculos Sibilinos, los Testamentos de los Doce Patriarcas, los Salmos de Salomón, la asunción de Moisés, las Ascensión de Isaías, 2 de Esdras, entre otros (Martínez 1984:516). Además de los anteriores, se suman también, los apocalipsis apócrifos, gnósticos y “cristianos.”   

Apocalipsis hebreo de Enoc
Apocalipsis de Abraham
Apocalipsis de Elías
Apocalipsis de Isaías
Apocalipsis de Sofonías
Apocalipsis de Sadrac
Apocalipsis de Pedro
Apocalipsis de Pablo
Apocalipsis de Tomás
Apocalipsis de Pedro
Apocalipsis de Adán
Apocalipsis gnóstico de Pedro
I Apocalipsis de Santiago
II Apocalipsis de Santiago

Según Philipp Vielhauer, el primero en acuñar el término fue F. Lucke,  otros como Diez Macho mencionan a E. Schurer; otros a K. Koch en 1970, poco después que J.J. Collins fuera uno de los primeros en definirla como lo constata Josías E. Cárdenas: “El apocalipsis es un género de literatura de revelación, configurado narrativamente, en el que se ofrece  la revelación por medio de un ser de otro mundo a un destinatario humano, desvelándose una realidad trascendente, que es al mismo tiempo de naturaleza temporal en la medida que se apunta a la salvación escatológica, y espacial en tanto en cuando supone o conlleva otro mundo, sobrenatural.” (Collins en Asurmendi 2003:522).

Aunque el término surgió como un concepto  derivado del término ἀποκάλυψις apokálupsis muchos creen que como  “género” literario, germinó de la poesía hebrea  y así trazan una línea hasta libros como Daniel, Ezequiel y Zacarías que dicho sea de paso, contienen “lenguaje” apocalíptico (cf. FeeStuart 2007:251).  Ahora bien, en estos días claramente este tópico ha tenido un auge no menor que ha crecido en círculos de estudios como de conversación teológica, lo cual sin duda merece una aclaración en vista que muchos estudiantes y aun, académicos entusiastas con esta “nueva” categoría literaria han  categorizado también así  el Apocalipsis de Juan como supuestamente parte de esta familia literaria.

 Ahora bien, como término, "apocalíptica" o “género apocalíptico” es atrayente; suena hasta académico, lo que lo hace atractivo para muchos hoy en día. Sin embargo, y a pesar que en el día de hoy es un concepto popular y acuñado por varios teólogos, aun sigue siendo un tópico en examen no solo respecto a su origen y aplicación, sino también,  respecto a su categoría (Mounce 2007:36). Es así que teólogos como James Kallas[1]  consideran que el Apocalipsis de Juan realmente no forma parte del género apocalíptico debido a que el sufrimiento relatado en este, no es el mismo observado en la literatura apocalíptica. De esta misma manera David Hill concluye que, a pesar que Apocalipsis utiliza una buena parte del aparato tradicional de la literatura apocalíptica, está ajena a muchos aspectos característicos de lo que se ha catalogado como género apocalíptico, por lo que lo considera esencialmente un libro profético (cf. Mounce 2007:44).

Al presente no solo los teólogos católicos enarbolan las implicancias de la apocalíptica apócrifa, también son muchos teólogos, académicos, profesores y pastores que comulgan con las implicancias que requiere este concepto. En este sentido,  teólogos como  Samuel E. Waldron se adhiere muy entusiastamente a este paradigma hermenéutico. Así, y por ejemplo,  escribiendo  o respondiendo al tópico de “cuánto tiempo fue atado Satanás” en Apocalipsis 20, escribe:

“El pasaje dice claramente que Satanás fue atado por 1.000 años. La pregunta es si los 1.000 años de Apocalipsis 20 han de entenderse literalmente o figuradamente. La respuesta a esta pregunta debe ser determinada una vez más por la aplicación de los principios de interpretación bíblica explicados en el capítulo anterior. Uno de esos principios era que cada pasaje de la escritura debe ser interpretado en una manera apropiada a su género literario. Se debe practicar el análisis del género. En el mismo capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito en el género apocalíptico. Este es un tipo de literatura altamente simbólico y dramáticamente figurativo” (Waldron 2003:110).

Claramente en este párrafo uno puede notar la necesidad que representa el «“género” apocalíptico» para algunos teólogos reformados como el aludido, que dicho sea de paso, da por entendido que el “género” apocalíptico  es parte de los principios bíblicos de interpretación. De la misma manera que Storms, Deiros comentando el primer versículo del libro de Apocalipsis en la Biblia “500 años Nueva Reforma” editorial Peniel, escribe: “El libro de Apocalipsis es el más discutido y difícil de todo el NT. Está escrito en un estilo literario que no tiene un equivalente moderno. Los lectores que no están familiarizados con este estilo apocalíptico y que desconocen el propósito original del autor, lo encuentran confuso e ininteligible. El género literario del libro es apocalíptico (como el de Daniel del AT).” (Deiros 1999:2082). De la misma manera que los teólogos antes mencionados, Luis N. Rivera —profesor emérito de teología ecuménica— en el prólogo del comentario a Apocalipsis de Samuel Pagán, señala sin mayores resguardos el entusiasmo que ha logrado Pagán al amalgamar el Apocalipsis de Juan, con la  apocalíptica apócrifa y deuterocanónica, señalando los supuestos vínculos que el primero tendría con estos últimos. Así escribe:  

“…Pagán ilumina los vínculos del Apocalipsis con el resto de la llamada literatura apocalíptica, la bíblica, la deuterocanónica y la apócrifa. De esta manera, se aclaran los posibles significados de símbolos e imágenes, y se evitan las interpretaciones arbitrarias. Luego, se observan los múltiples engarces de esta literatura apocalíptica con la profética, la sapiencial y los himnos litúrgicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Se suscitan así, miradas novedosas e inéditas a textos antiguos.” (Rivera en Pagán 2012:11).   

Claramente para Rivera, la analogía de la fe se extiende a la analogía de todo lo que entre bajo el epíteto de “apocalíptica” incluyendo Juan, así, para comprender este último es necesario considerar aun  la apocalíptica apócrifa y deuterocanónica para, en palabras de Rivera: evitar las interpretaciones arbitrarias y desaforadas. José Grau —al igual que  Waldron y Pagán— también confirma lo anterior, cuando señala:

«El Apocalipsis, como su propio nombre indica, pertenece al tipo de literatura llamada “apocalíptica”, muy extendida entre los judíos en la época intertestamentaria. Es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este género.» (Grau  1977:276).   

El entusiasmo que este nuevo género ha provocado en algunos teólogos protestantes desde un tiempo a esta parte, es sin duda claro. Así otro ejemplo de esto es Samuel Pagán, quien en su comentario al Apocalipsis  no deja de plasmar su pasión por su acercamiento no solo al libro que comenta, sino también, porque lo ha hecho bajo la consideración de la literatura apocalíptica (pág. 13); pero además, y esto hay que leer bien, según él, Apocalipsis se redactó de acuerdo a la literatura apocalíptica (pág. 22), por lo que su metodología de análisis no solo considera en su comentario, la literatura bíblica, sino también, la extra bíblica (Pagán 2012:23).

Pero, ¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los sinópticos? ¿Pertenece Apocalipsis realmente al  “género apocalíptico”? A continuación, cinco argumentos que nos muestran que la literatura apocalíptica a pesar de cierta relación con la profecía escritural, no tiene nada que ver con ella, y esto, principalmente porque el Apocalipsis de Juan (Daniel, Zacarías, Isaías etc.) es esencialmente un libro inspirado y la apocalíptica no; aquí radica la diferencia mayor de la que se desprenden otras más.

1.   El género apocalíptico es imaginación, no revelación

El “género apocalíptico” es esencialmente el relato de visiones, sueños en lenguaje “críptico”, todos surgidos de la imaginación de sus autores. Aun Fee y Stuart señalan que las imágenes de la apocalíptica se basan mayormente en fantasías (FeeStuart 2007:252). Y, aunque los libros canónicos hablan de imágenes míticas como una bestia con siete cabezas y diez cuernos (Apo. 13:1),  una mujer vestida de Sol (Apo. 12:1s), langostas con cola y aguijón de escorpión (Apo. 9:10), la apocalíptica  aun usando de figuras similares, ha sido el producto de  una imaginación encausada por una copia del lenguaje  “apocalíptico” canónico llevado más allá del sentido escatológico escritural. Bien señala Moucen que la fantasía apocalíptica da rienda suelta a la imaginación de modo que sus símbolos llegan incluso, a exponer conceptos estrafalarios los cuales se convirtieron en la norma en este tipo de literatura. Un ejemplo que nos ofrece Moucen al respecto, es el siguiente:

“1 Enoc 86:1-4 habla de estrellas que caen del Cielo, y que se convierten en toros “que con sus miembros sexuales… montaron a las vacas de los bueyes”. Éstas entonces, “quedaron preñadas y parieron —cita textual— elefantes, camellos y asnos…” (Moucen 2007:39).

Por el contrario, el Apocalipsis de Juan, es: “La revelación de Jesucristo,  que Dios le dio,  para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto;  y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Apo. 1:1).   Bien señala J. Martínez respecto Apocalipsis y la literatura apocalíptica: “…los puntos de desemejanzas son tantos y tan profundos que hacen del Apocalipsis joanino una obra singular, única.” (Martínez 1984:522).

2.   La apocalíptica no se origina en la literatura veterotestamentaria

Muchos comentaristas pretender ver el origen del género apocalíptico en la literatura profética del Antiguo Testamento.  Esta es la opinión de Fee y Stuart quienes señalan que la raíz principal de la apocalíptica, es la literatura veterotestamentaria como Ezequiel, Daniel, Zacarías y en parte tambiém,  Isaías (cf. FeeStuart 2007:251).  Contrariamente a lo que aseveran Fee y Stuart, la literatura apocalíptica tuvo su origen en la época intertestamentaria.  Y surgió bajo dos escenarios relacionados. Primero, progresó después que cesó la profecía canónica veterotestamentaria y segundo, surgió debido a la crisis nacional del pueblo judío a mediados del siglo II, bajo la regencia de Antíoco Epífanes. Fue en este contexto coyuntural histórico que la literatura apocalíptica produjo el género apocalíptico, con el cual se expresaron los deseos frustrados de los judíos respecto una intervención divina preconizada basada principalmente en el deseo nacionalista de los judíos de ver el triunfo de Dios en pro de ellos. Esto, se extendió a los diversos grupos del judaísmo incluyendo a los esenios, los fariseos y los zelotes. Así, esta clase de literatura apócrifa proliferó después de la caída de Jerusalén en el 70 d.C., y posteriormente bajo el fracaso de la revuelta de Barcoquebá (Bauckham 1982:82ss). Que sus autores hayan encontrado “inspiración” en los relatos proféticos veterotestamentarios, es otra cosa, pues y a propósito, se sabe que dicha inspiración también se derivó de la literatura mitológica (cf. Moucen 2007:39s).

3.   El género apocalíptico es literatura pseudónima

Otra gran diferencia entre la literatura apocalíptica y la profecía escritural, es que la primera, es pseudónima. Esto es, no se sabe quiénes realmente  fueron los autores. La tesis más habitual del por qué la autoría de estos libros es desconocida, dice que fue encausada con un propósito que era contrario al engaño. Russell ha propuesto una de estas explicaciones que indica que la idea de una personalidad pseudónima tenía el propósito de promover una familiaridad entre el escrito y la comunidad judía a la que se le daba. Así, el nombre patriarcal usado en el libro tenía la intención esencial de tener atención y con ello autoridad para la comunidad judía  (Mounce 2007:41). 

Sin embargo, por más que esta sea una tesis habitual, no deja de ser una hipótesis, y aun más, una hipótesis con razones suspicazmente diferentes.  Así, el fraude pío claramente también es una opción en esta lista; de hecho, muchos autores apócrifos estaban convencidos que sus escritos habían de algún modo sido inspirados por revelación divina y que por razones ajenas circunstanciales  habían estado ocultos (cf. 4 Esd. 12:35-38) y que por la providencia divina les habían sido comunicadas a ellos para que las dieran a conocer en un momento en que el pueblo pedía una voz del cielo que diera esperanzas  (Martínez 1984:521). Dicho de otro modo, no hay que descartar la tesis de que muchos de estos escritos fueron dados a conocer y con estas “etiquetas”, solo, para re-captar la atención de los oyentes en un tiempo donde Dios estaba en “silencio” (profético) y además, para que estos autores lisillanamente pudieran escudar sus fantasías en la ignorancia del pueblo (cf. Mounce 2007:41; Grau 1977:277). 

4.   El género apocalíptico no es lo mismo que el lenguaje apocalíptico

¿Pertenece Apocalipsis al género apocalíptico, o, a la literatura apocalíptica? Rob Haskell[2], José Grau[3], Samuel Pagán[4], Samuel E. Waldron[5] et al., responden muy entusiastas que sí. Sin embargo, el Apocalipsis de Juan no tiene nada que ver con la literatura apocalíptica por las razones antes expuestas. Bien señala también Stanley N. Gundry: “Aunque hay paralelos importantes entre Apocalipsis y la literatura apocalíptica temprana de los judíos y cristianos, hay también diferencias importantes, entre ellas el hecho de que Apocalipsis es un libro profético (1:3; 22:7,10, 18-19) mientras que los otros no lo son.” (Gundry 2005:14). En una comparación de Apocalipsis y la apocalíptica judía, Martínez señala  que saltan a la vista los puntos de similitud entre el libro de Juan y los escritos extracanónicos como la visión como instrumento revelatorio, la superabundancia de elementos simbólicos, los cuadros catastróficos que describen el triunfo de Dios y la gloria de la edad futura, pero también añade: “Sin embargo, los puntos de desemejanza son tantos y tan profundos que hacen de Apocalipsis joanino una obra singular, única.” (Martínez 1984:522).

Principalmente debemos señalar  que además de lo dicho, es relevante diferenciar el “género apocalíptico”, de la “literatura apocalíptica”, y estos dos, del “lenguaje" apocalíptico. Claramente el Apocalipsis de Pedro, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Tomás, los Oráculos Sibilinos, los libros de Enoc et al., pertenecen a la “literatura apocalíptica” apócrifa porque son del “género apocalíptico”, sin embargo, el Apocalipsis de Juan es esencialmente un libro profético, nótese bien:

1 La revelación de Jesucristo,  que Dios le dio,  para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto;  y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2  que ha dado testimonio de la palabra de Dios,  y del testimonio de Jesucristo,  y de todas las cosas que ha visto. 3  Bienaventurado el que lee,  y los que oyen las palabras de esta profecía,  y guardan las cosas en ella escritas;  porque el tiempo está cerca.” (Apo. 1:1-3)

“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.” (Apo.  22:7)

Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.” (Apo.  22:10)

Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.” (Apo. 22:18)

Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apo.  22:19)

Dicho de otro modo, Apocalipsis es un libro de género profético y epistolar (2:1, 8, 12,18; 3:1, 7,14) que usa, “lenguaje” apocalíptico. Una cosa entonces es, literatura apocalíptica, género apocalíptico, y lenguaje apocalíptico. Es por consiguiente errada la declaración de Pagán de que las imágenes y la forma de presentar los temas de Juan, son propias de: «…un tipo de literatura popular durante los primeros siglos […] conocida como “literatura apocalíptica» (Pagán 2012:22).  Claramente dice Jesucristo: “…y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.” (Apo. 4:1b). “Y yo”, Cristo (cf. 1:1, 11,19), no la literatura popular de los primeros siglos, fue el agente “inspiracional” gestor de la revelación que Juan recibió del Señor y que fue ordenado a escribir (cf. 1:1, 11,19; 2:1, 8, 12,18; 3:1, 7,14). De esta misma manera, 4:1 revela el comienzo de toda la revelación de Dios que dio a Jesucristo quien por medio del ángel dio a Juan (1:1).  Así Juan, al oír la voz divina, no cayó en un trance como dice Pagán (pág. 739). La cláusula ἐγενόμην ἐν πνεύματι (egenómen én pneúmati) literalmente significa: “vine a estar en espíritu”; una manera de describir que Juan bajo inspiración divina prosiguió a escribir la profecía. Bien señala el profesor Millos: “El Espíritu Santo actúa sobre el espíritu del profeta para que pueda percibir las cosas de Dios, es decir, el Espíritu puso a Juan en una situación espiritual en la que pudo ver las revelaciones celestiales que luego escribió.” (Millos 2010:87).

Y esto hay que destacar, vino a estar en espíritu (el suyo), en el día del Señor, no “en el día dominical” como piensa la teología amilenial, pensamiento derivado también de las versiones latinas que escriben “fui in spiritu in Dominica”;  claramente y en concordancia al género especial del libro, profecía, Juan vino a estar por revelación en lo que el AT describe escatológicamente como el י֣וֹם יְהוָ֔ה   Yom YHVH así en Juan κυριακῇ ἡμέρᾳ “día del Señor”, profecía que abarca los capítulos 4-19.

5.   El género apocalíptico es una reinterpretación de la profecía

Una de las características del género apocalíptico más relevantes en cuanto a su razón de ser, y su constante evocación en el día de hoy especialmente para los teólogos preteristas, tiene que ver con la razón esencial del nacimiento de la apocalíptica, y de allí, el género apocalíptico.  Esto es, la circunstancia histórica en la que devino. Los judíos al ver que las profecías veterotestamentarias de un reino glorioso para ellos no se estaba realizando tal cual la profecía lo señalaba, y, a falta de revelación profética canónica frente al agobio político literal del imperio romano (por ej.: Antíoco Epífanes 175-164 a.C.; época de los Macabeos), abandonaron la escatología del Antiguo Testamento y sus promesas de un reino terrenal para volcarse a una nueva reinterpretación “idealista” en favor al menos psicológico temporal de una transcendental consumación divina a favor de ellos a falta de cambios escatológicos históricos contingentes (cf. Mounce 2007:38; FeeStuart 2007:253). En este sentido, es notable la explicación del profesor J.M. Martínez aquí:

“Es evidente, no obstante, que en la apocalíptica se produce un cambio de perspectiva en lo que concierne a la intervención divina en el curso de la historia, y es precisamente ese cambio lo que configura básicamente el pensamiento de sus autores. Para comprenderlo hemos de situarnos en el momento histórico en que se gestó. La comunidad posexílica se enfrentaba con un gran problema: las promesas de una restauración gloriosa no parecían haber tenido el cumplimiento esperado en el regreso de Babilonia y en el devenir histórico posterior. La realidad era demasiado pobre para pensar que correspondía a los días esplendorosos que los profetas habían anunciado. Y esa realidad se hizo aún más sombría en el periodo intertestamentario, especialmente en tiempos de los seléucidas, cuando a la subyugación a que fue sometido el pueblo judío se sumó la persecución de Antíoco Epífanes con su brutalidad sacrílega. La victoria macabea aseguró a los judíos libertad religiosa, pero poca cosa más; distaba mucho de significar el principio del Reino de Dios. Posteriormente, el gobierno de los asmoneos, mundanas marionetas en manos de los romanos, en nada contribuiría a mejorar la situación. ¿Podía decirse que con el retorno de Babilonia se había iniciado la era en que Israel sería nuevamente exaltado a posiciones de prosperidad, poderío y honor? Las circunstancias ¿no eran un mentís rotundo a tal suposición? ¿No hacían pensar más bien en que Dios se había desentendido de la suerte de su pueblo? Los judíos de aquella época se enfrentaban con una teodicea incomprensible. Era por demás difícil interpretar las promesas proféticas siguiendo la línea de una «escatología realizada». La solución al problema la hallan los autores de la apocalíptica intertestamentaria en una nueva concepción del fenómeno histórico. Su presente lo veían a través de un prisma totalmente negativo. «Empezaron con una observación empírica de la ausencia relativa de Dios de la historia desde la caída de Jerusalén. No les parecía que hubiese actuado en favor de su pueblo durante este periodo. Por consiguiente, el punto de vista apocalíptico común... era que el exilio no había cesado nunca realmente.»A la inacción de Dios se añadía su silencio. Era creencia común en aquella época que la profecía había cesado poco después del regreso de la cautividad babilónica (1 Mac. 4:46; 9:27; 14:41). Pero tenía que haber solución al problema, una explicación de los sufrimientos del pueblo de Yahvéh y de la demora en el establecimiento del Reino. La solución es ofrecida en el mensaje apocalíptico con su escatología trascendente. La salvación no ha de esperarse en el marco de la evolución histórica. Será el resultado de una intervención directa, trascendente, de Dios. El presente no tiene remedio desde el punto de vista humano. Y carece de valor, pues está próxima la nueva era, la «nueva creación», en la que el triunfo de Dios y de su pueblo se hará patente sobre la totalidad de sus enemigos. De este modo, el pensamiento apocalíptico, a pesar de los excesos en que incurrieron algunos de sus representantes, re interpretaba el antiguo mensaje profético y reavivaba la fe de los judíos piadosos superando con la intensidad de su componente escatológico todas las decepciones y todos los misterios de la experiencia histórica.” (Martínez 1984:517)

El entusiasmo de teólogos reformadores como Grau y Waldron claramente tienen sentido, porque la apocalíptica de algún modo concreto reinterpreta la profecía (como justamente hace la escatología amilenarista) para idealizarla bajo un nuevo cuadro escatológico basado en los idealismos propios de los autores apocalípticos que en sus “revelaciones” no siempre vaticinaron un reino terrenal, sino más bien uno espiritual  (1 Enoc 37-71) (Martínez 1984:520). Así, enarbolar la cuestión del género, y aquí, del “género apocalíptico” llega a ser simplemente una mordaza para el sentido llano del último libro de Juan, que, como claramente se observa en sus páginas inspiradas, es un libro profético. No es casual la insistencia de algunos teólogos —como los aludidos— respecto la supuesta apocalipticidad del Apocalipsis de Juan, a favor de la escuela preterista que cree que las profecías descritas por Juan tuvieron su cumplimiento en el primer siglo, justo antes de la destrucción de Jerusalén el 70 d.C. (Gundry 2015:25) y por cierto también,  toma de esta copa hermenéutica también, la interpretación recapitulativa de Apocalipsis.

 Cabe destacar que Pagán es honesto al escribir respecto —al parecer— su posición: “Preterista o crítica. El criterio de interpretación preterista prevalece en los círculos académicos y críticos. Según esta metodología, el libro del vidente Juan pertenece a un género literario particular que floreció en el Medio Oriente particularmente en Palestina, durante los años 200 a.C. – 100 d.C.  Este tipo de escrito… son obras teológicas escritas para consolar y edificar a los creyentes en épocas de crisis y persecución…” (Pagán 2012:63). No es extraño como usted puede observar entonces,  encontrar declaraciones que no aparecen en el libro canónico mismo como que el mismo Juan escribió —según Pagán también (pág. 82)— para responder a una situación concreta y específica: la crisis de los cristianos al final del primer siglo, cuando el libro mismo nos da pautas claras respecto a su propósito (1:1s,19s).  

Por otro lado, este sesgo hermenéutico judaico también devino en la idea derivada de los judíos intertestamentario frustrados con su escatología incumplida. Así, —y como señala Martínez— les fue difícil a los judíos interpretar las promesas proféticas veterotestamentarias siguiendo la línea de una «escatología realizada». Por ello, mientras  estos resolvieron el tema justamente adhiriéndose a una interpretación apocalíptica, los cristianos sin duda empezaron a hablar de una «escatología inaugurada» con Cristo como cabeza de este nuevo orden, pero también esperando un cumplimiento literal de las promesas veterotestamentarias  de este nuevo orden mesiánico (Hec. 1:6). No es difícil por tanto comprender también los  paradigmas reformados  como el del “ya, pero todavía no”,  derivado también, de la urgencia de la apocalíptica que justamente también, espera un desenlace radical de Dios reinterpretando la profecía del reino mesiánico prometido a Israel. 


Conclusión

Entonces, ¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los sinópticos? No, nada tiene que ver la apocalíptica escritural con la apocalíptica apócrifa y aun, gnóstica.  ¿Pertenece Apocalipsis realmente al  “género apocalíptico”? Si bien es cierto en algunos círculos académicos se suele clasificar el Apocalipsis como parte del género apocalíptico, el libro de Juan es esencialmente una profecía y, a dicho "género" pertenece. Que tenga lenguaje “apocalíptico” no lo hace parte de las filas de la literatura apocalíptica pues además  su apocalipticismo es radicalmente diferente al secular.  Por supuesto, no pretendemos restringir el uso del concepto en la jerga teológica, pero sí,  al menos subrayar la diferencia que existe entre la literatura apocalíptica secular, de la "apocalíptica" cristológica de Juan que, como se ha dicho, es simplemente "lenguaje" apocalíptico al servicio de la profecía futurista de los libros proféticos tanto del AT, como las porciones proféticas novotestamentarias y por supuesto, el Apocalipsis de Juan. Háganse entonces, tales distinciones. 












Biografía

Asurmendi, J.M. 2003 “Daniel y la apocalíptica”, En: Sánchez, Caro, Historia Narrativa Apocalíptica. Estela, Navarras: Verbo Divino.  
Carballosa, Evis 1997. Apocalipsis, la consumación del plan eterno de Dios. Grand, Rapids, MI: Portavoz.  
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Duvall, Scott & Hays, Daniel 2008. Hermenéutica, entendiendo la palabra de Dios. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Haskell, Rob 2009. Hermenéutica, interpretación eficaz hoyViladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Fee, Gordon & Stuart, Douglas 2007. Lectura Eficaz de la Biblia. Miami FL.: Vida.
Grau, José 1977. Escatología Final de los Tiempos. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Gundry, N. Stanley ed. 2005. Cuatro Puntos de Vista sobre el Apocalipsis. Miami FL.: Vida.
Martínez, M. José 1984. Hermenéutica Bíblica. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Mounce, H. Robert 2007. Comentario al libro de Apocalipsis. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Millos, P. Samuel 2010. Apocalipsis, cometario exegético al texto griego del Nuevo Testamento. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Pagán, Samuel 2012. Apocalipsis, interpretación eficaz.  Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Phillips, John 2016. Hermenéutica, Introducción a la interpretación bíblica. Grand, Rapids, MI: Portavoz.  
Waldron, Samuel 2016. El fin de los Tiempos, una explicación para todos, una escatología sencilla basada en el evangelio. Colombia: Faro de Gracia.
Bauckham R.J. 1982, art.: “Apocalíptica”, En: Diccionario Teológico Certeza. Barcelona, España: Certeza, 83s.





[1] El Dr. James G. Kallas fue Profesor Asociado de Teología y Presidente de la División de Teología y Filosofía de California Lutheran College (ahora Universidad). 
[2] Haskell escribe: “Debo resaltar que existe un género literario denominado literatura apocalíptica judía del cual el libro de Apocalipsis es parte.” (Haskell  2009:229).
[3] «El Apocalipsis, como su propio nombre indica, pertenece al tipo de literatura llamada “apocalíptica”, muy extendida entre los judíos en la época intertestamentaria. Es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este género.» (Grau  1977:276).   
[4] Cf. págs. 10,23, 35, 37, 38, 45 et al.
[5] En el mismo capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito en el género apocalíptico. Este es un tipo de literatura altamente simbólico y dramáticamente figurativo (Waldron 2003:110).

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