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domingo, 27 de mayo de 2018

Análisis del libro: “La Biblia y el Futuro”, de Anthony A. Hoekema. Capítulo III: “El significado de la Historia”


 Por J.A. Torres Q.




Tercer capítulo, “El significado de la Historia”, páginas 36 a la 54.  En este capítulo Hoekema trata de explicar justamente el significado de la historia. En términos generales, creemos hace comentarios bien acertados al respecto. Empieza señalando las dos ideas más populares. La visión cíclica griega y el existencialismo ateo moderno (pág. 38s). Después de mencionar estos enfoques seculares, Hoekema mencionará cinco puntos que va a desarrollar como una respuesta o explanación de su perspectiva, de lo que considera es “El significado de la Historia”, a saber.

a)    La historia es el proceso de cumplimiento de los propósitos de Dios.
b)    Dios es el Señor de la historia.
c)     Cristo es el centro de la historia.
d)    Toda la historia avanza hacia una meta.
e)    Todos nuestros juicios históricos deben ser provisionales.
f)     La visión cristiana de la historia es básicamente optimista.
g)    Hay tanto continuidad como discontinuidad entre esta era y la siguiente.

Podríamos estar de acuerdo con los puntos anteriores, sin embargo, la semántica amilenarista no debe ser ignorada. Recordemos que Hoekema en el primer capítulo, señala: “...con referencia al reinado del futuro redentor, se predice especialmente que se sentará sobre el trono de David." (Hoekema  2008:17). Sin embargo, no debe pensar el lector que Hoekema concibe un reino literal en el trono de David en la “tierra”.  Declaraciones consensuales entonces, —según observamos de manera puntual— y, que no cabe duda cualquier premilenarista dispensacional  confirmaría con toda certeza, — aparte de las que merecen otro análisis[1]— son las siguientes.


1.    “…teniendo en cuenta que toda la historia está bajo el control  y dirección de Dios, podemos llegar a la conclusión de que toda la historia es una revelación”  (pág. 40).
2.    “Dios es el Señor de la historia (Gén. 50:20; Sal. 103:19; 2 Cro. 20:6; Pro. 21:1; Hec. 4:27-28; Efe. 1:11)” (pág. 40).
3.    “…la historia cumple los propósitos soberanos de Dios, tanto para las naciones como para los individuos” (pág. 41).
4.    “[3] Cristo es el centro de la historia” (pág. 42).
5.    “[4] la nueva ha sido introducida” los días postreros, la última hora (pág. 44).
6.    “el creyente neotestamentario ha sido transferido de la antigua era del pecado a la nueva era de la libertad cristiana” (pág. 44).

Es en esta dirección que nos tenemos que detener un poco. Página 45. Punto [5] Toda la historia avanza hacia una meta. En este punto Hoekema hace algunas declaraciones que merecen algunas observaciones. La cuestión del escorzo profético habitual en los libros premilenarista, es —para nuestra sorpresa— un aspecto que el teólogo amilenarista admite sin ningún problema. Hoekema le llama en el primer capítulo: “perspectiva profética” (Hoekema 2008:21). Nótese un escorzo profético común premilenarista de una verdad veterotestamentaria con alcance escatológico. 

Escorzo profético


Como señala Matthew Waymeyerla mayoría de los intérpretes bíblicos reconocen que habitualmente en el AT una profecía dada predecirá dos o más eventos futuros y los presentará de tal manera que parece que van a tener lugar simultáneamente, y sin embargo, una revelación posterior aclara esa brecha significativa de tiempo que los separa (Waymeyer 2007). Comúnmente —añade Waymeyer— conocido como perspectiva “telescópica,” “perspectiva profética,” o “escorzo profético”; este fenómeno es a menudo comparado cuando se ven dos picos de montañas en la distancia —inicialmente parecen estar justo al lado de la otra— pero una mirada más cercana revela que están separadas por un valle.

Cabe señalar aquí que el teólogo amilenarista también reconoce este uso profético, al que llama —como hemos señalado—  “perspectiva profética”. Nótese por ejemplo, el propio Kim Riddlebarger, un teólogo amilenarista actual  señalar de esto:

“Hay casos específicos en las Escrituras cuando un profeta predijo lo que parece ser un solo evento futuro, pero a medida que la historia se desarrollaba se hizo evidente que la profecía original se refería a múltiples eventos.”  (Riddlebarger, en “A Case for Amillennialism”, p. 71, citado en Waymeyer 2007).

Teniendo esto claro, notemos algunas declaraciones de Hoekema que merecen una primera observación. Quizás también, una objeción. Hoekema señala en esta página, y, teniendo claro que lo hace bajo el punto de “[5] toda la historia avanza hacia una meta”, lo siguiente: “La idea que la historia tiene una meta es, como ya hemos visto, la singular contribución de los profetas hebreos” (pág. 45). Y añade: Dicha perspectiva, fue y es parte de la perspectiva profética de los profetas hebreos, un futuro escatológico, un horizonte que espera por su consumación; perspectiva que los filósofos griegos jamás observaron (Karl Löwith, pág. 45s). Así, —añade bien Hoekema— no solo los profetas del AT, sino también los apóstoles del NT dirigen sus expectativas  a una consumación escatológica.   

Ahora, es aquí que notamos la solapación del “esquema” amilenial de las dos etapas. La “era presente”, y la “por venir”. Hoekema señala que dicha perspectiva se enmarca justamente, en estas dos eras (pág. 46). La era presente y la era futura. De manera que en la interpretación de Hoekema, los profetas supuestamente  vieron  esta doble perspectiva. En términos concretos, Hoekema ve cuatro eventos futuros que deben cumplirse de manera ordenada, o en dicho orden. 1) Segunda venida. 2) Resurrección general. 3) Juicio final y 4). Nuevos cielos y nueva tierra (pág. 46). Ilustrado en perspectiva profética entonces, podemos ilustrarlo de la siguiente manera. 


(Berkhof 2005:832ss; Hoekema 2008:46; Benware 2010:115, 118; Enns 2010:391; Garret 2011II:656)


Como se ha  señalado, —y esto hay que tener claro— el pensamiento escatológico judío era lineal, esto es, esperaba la consumación inmediata de las profecías mesiánicas con un cumplimiento cabal, sin escorzos pausativos  (Amo. 8:11; Isa. 9:6-7*; 65:17-25), en efecto, esperaban todo en un sólo evento, esto es, el "año de la buena voluntad" (Isa. 61:1-2a) y acto seguido, el "día de venganza del Dios nuestro" (Isa. 61:2b-2); desconocido para los profetas del AT era entonces  el escorzo[1] en el que hoy en día la iglesia tiene su existencia, una cuestión propia de la revelación progresiva. 

Ahora, hay algunas cosas que Hoekema no toma en cuenta para su análisis del significado de la historia que, sin duda arroja por ello, un camino escatológico diferente del que observamos en las Escrituras. Aunque la meta sea finalmente el triunfo de Cristo, un aspecto que unifica de algún modo las posiciones escatológicas que tenemos al presente,   en Pablo y la revelación novotestamentaria general no hay una negación del aspecto lineal de la perspectiva de la historia revelada en los profetas, sino más bien encontramos un refinamiento de la escatología de acuerdo a luz complementaria del NT; de manera que con Cristo  se integran a la "Nueva Perspectiva Escatológica de Saulo convertido"  —partiendo desde la iglesia (un misterio en el AT)—  el comienzo de los postreros días en el que la ira de Dios, no es solamente un aspecto  apocalíptico futuro que vendrá (Sof. 1:14Apo. 6:17),  sino a la vez, es una “…ira que se manifiesta desde el cielo contra toda impiedad…” (Rom. 1:18s). Además,  el juicio veterotestamentario descrito contra las naciones (Isa. 63:1-6; Sal. 2:1-12), también incluye un tribunal no revelado en el AT,  el tribunal (βη̂μα [bma])[1] de Cristo (2 Cor. 5:10), separado del juicio final del amilenarismo representado por Hoekema.  Por otro lado la resurrección tiene una clarificación "temporal" marcada respecto a la sombra del AT, en especial, tocante a los creyentes respecto los incrédulos (cf. Isa. 26:19; Dan. 12:2; Job. 19:26 1 Cor. 15; Rom. 8:2; 2 Tim. 1:10; Heb. 2:14; Apo. 6:8; 20:13s).

La regeneración también tiene un aspecto profético telescópico; habiendo sido declarado en su  propósito original un nuevo pacto para con Israel (Jer. 31; Eze. 33-37), claramente los creyentes de esta dispensación (la iglesia) hemos experimentado dicho milagro mediante el agua o la Palabra y el Espíritu Santo (Stg. 1:18; Jn. 3:3), este último, el Agente monergista del nuevo nacimiento en los creyentes  (Jn. 3:8). Aun así, la regeneración es una profecía que espera un cumplimiento escatológico con el pueblo de Israel. A ellos fue dado, y en ellos verá un cumplimiento espiritual (Zac. 12), pero también terrenal, pues en la regeneración, “…cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Mt. 19:28 LBLA). Una aclaración del propio Señor tocante al reino terrenal. Por supuesto, Hoekema no menciona esto porque en la "era presente y la por venir", no encaja un reino milenario. Sin embargo la realidad de una reino glorioso es evidente en el AT, y vislumbra  destellantemente  en toda su plenitud una era  Política  e Espiritual crítica[2] y gloriosa para Israel en el reino milenario prometido incondicionalmente por Dios a la casa de Judá como la de Israel (“y yo YHVH” Eze. 36:24P,25-27E, 28P; 37:1-6E; 12-14P/E; 21-28P; Jer. 31:1-14E;31-34P).

Por otro lado, y, aunque Hoekema sin duda reconoce claramente la iglesia como el cuerpo de Cristo como lo hace cualquier teólogo amilenarista, lo que no considera tal, es que la iglesia era un misterio no revelado en el AT (κκλησίᾳ [ekklesíacf. Efe. 3:1-13), asumiendo —como la mayoría de los amilenaristas, sino todos— que: “Éste es aquel Moisés que estuvo en la congregación κκλησίᾳ (ekklesía) en el desierto con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió palabras de vida que darnos…” (Hec. 7:38), de esta manera, teólogos amilenaristas como  Louis Berkhof (1873-1957), y a caballo de un trampolín eisegético,  concluyen: “Después del éxodo, el pueblo de Israel no sólo estaba organizado como una nación, sino que también constituía la iglesia de Dios…” (Berkhof 2010:98). 

 Ahora, Hoekema tampoco menciona aspectos escatológicos relacionados con la iglesia como el arrebatamiento (1 Tes. 4:13-18), su liberación del día de la ira (1 Tes. 1:10; 5:9; 2 Tes. 2:1-3; Apo. 3:10; 6:6-17ss), las bodas del Cordero en el cielo (Apo. 19:7-10) y el tribunal de Cristo (Rom. 14:10-12; 2 Cor. 5:10; 1 Cor. 3:10-15); todos estos aspectos de la escatología bíblica están ausentes como ingredientes escatológicos en el “significado de la historia” esbozada por Hoekema, y por supuesto, están necesariamente ausentes o absorbidos porque no calzan en el esquema propio amilenarista de las dos eras. Ahora, un sesgo que podemos observar aquí con cierta claridad, es la conclusión o las implicancias de que Hoekema considere que “(e) la visión cristiana de la historia es básicamente optimista” (pág. 52). Y esto, es sin duda una conclusión que de algún modo podemos esperar en vista que de acuerdo a la interpretación amilenarista agustiniana del reino, hoy, estamos en el milenio, en el reino de Cristo como resultado del triunfo de Cristo, quien  en su primera venida  "ató" a Satanás en la cruz.  Sin duda los amilenaristas no están del todo de acuerdo con lo anterior, pues tocante a la perspectiva escatológica reformada, hay a lo menos, cuatro perceptivas de un milenio. Y, aunque el término amilenarismo al parecer no hace justicia a lo que creen justamente los amilenaristas, tenemos la perspectiva reformada negativa, que niega un milenio como tal; tal posición fue defendida por Louis Berkhof, y también algunos teólogos liberales como S.J. Case y Miller Borrows (Carballosa 2007:217). Así   también está la perspectiva “amilenarista” de que el reino milenial (tiempo entre la primera y la segunda venida) se estaría cumpliendo ahora en el cielo (B. Warfield; Hendriksen; W. Masselink; W.J. Corier). Donde Cristo está reinando sobre los glorificados (Benware 2010:115; Carballosa 2007:217). Una tercera ramificación  desde el amilenarismo es la idea de que estos mil años descritos por Juan, son solamente representativos de una era (Abraham Kuyper; William Milligan). Un tiempo de  completo [de plenitud] (Benware 2010:115; Carballosa 2007:217).

Una cuarta posición es la que sigue Hoekema aquí, y es que el reino de Dios está ahora presente en el mundo a través de la iglesia. La perceptiva que postuló Agustín de Hipona (354-430 d.C.) y que también hoy promulga la Iglesia Católica (Benware 2010:115).  Pero, ¿cuál es la implicancia del sesgo aludido? El hecho de que la visión cristiana de la historia es básicamente optimista (pág. 5), lo cual lleva  a Hoekema a señalar algo peculiar, quizás paradójico:

“Si bien el cristiano es lo suficientemente realista como para reconocer la presencia del mal en el mundo y la presencia del pecado en el corazón de los hombres, él es básicamente un optimista. Cree que Dios está en su trono y que está llevando a cabo sus propósitos en la historia. Así como el cristiano debe creer firmemente que todas las cosas ayudan a bien en su vida, aun cuando las apariencias indiquen lo contrario, del mismo modo debe creer que la historia se mueve hacia la meta de Dios, aunque los sucesos mundiales parezcan muchas veces ir en contra de la voluntad de Dios.” (Hoekema 2008:53).

         La redacción de Hoekema sin duda es fina, delicada, diríamos: amilenialmente pensada; sin duda la tensión que el amilenarismo ha tenido que responder desde sus inicios es  la constante paradoja de la realidad  de este mundo, y un reino presente de Cristo. Por ello algunos discípulos amilenaristas no dudan adoptar la concepción  que siguiera Warfield, que el reino se está llevando a cabo en el cielo, donde Cristo está sentado en el trono de David terrenal, ¡pero en el cielo! Nótese que Hoekema señala que el cristiano (debería decir, “el amilenarista”) “debe” creer que así como todas las cosas (malas y buenas) ayudan a bien en su vida, aunque esto incluya experiencias malas, del mismo modo añade Hoekema, el “creyente” debe creer que la historia se mueve hacia la meta de Dios, y esto, “aunque los sucesos mundiales parezcan muchas veces ir en contra de la voluntad de Dios.”

Sin duda la historia va hacia la meta que Dios  ha dispuesto en su soberana sabiduría, no obstante, lo anterior revela otra arista que el amilenarismo no ha sabido responder de manera sólida, sesgo  legado a los nuevos amilenaristas, otra incongruencia que debe aceptarse por escuela escatológica, más que por exégesis y clarificación llana respecto lo que señala el NT es hoy,   esta dispensación.




Bibliografía 



Benware, Paul 2010. Un estudio Exhaustivo. Entienda la Profecía de los Últimos Tiempos. Grand,  Rapids, MI: Portavoz.
Berkhof, Louis  2005. Teología Sistemática. Grand,  Rapids, MI: Desafío.
Coder, S. Maxwell 1981. JUDAS Los hechos de los apóstatas. Barcelona, España.: Portavoz.
Enns, Paul  2010. Compendio Portavoz de Teología. Grand,  Rapids, MI: Portavoz.
Garrett L. James 2011II. Teología Sistemática. El Paso, TX.: Mundo Hispano.
Hoekema A. Anthony 2008. La Biblia y el Futuro. Grand, Rapids, MI: Desafío.
Waymeyer, Matthew 2017. Introducción al Modelo de Dos-Etapas. Internet URL:








[1] Las siguientes frases sin duda contienen en sí, el bálsamo hermenéutico  amilenarista. Aunque no son declaraciones tajantes, vale la pena comprenderlas desde la premisa amilenarista. La primera, una cita de John Marsh, “…ya que el reino de Dios fue cumplido en Cristo, no puede venir ningún otro reino sino el suyo al final de la historia….” (Marsh en Hoekema 2008:43). El reino de Dios no tuvo un cumplimiento cabal con la primea venida de Cristo. A pesar que la cita deja ver esto, recuerde que la perspectiva amilenarista del reino es actual, estamos hoy en el reino. De allí que la frase “…el reino de Dios fue cumplido en Cristo” debe ser correctamente leída, según claro está, lo que quiere comunicar el teólogo amilenial. La segunda declaración que merece una lectura cuidadosa, es la siguiente: “La centralidad de Cristo en la historia está representada simbólicamente en Apocalipsis. Sólo el Cordero es digno de tomar el rollo del libro y romper sus siete sellos…” (pág. 43). Si leemos esta última declaración de manera rápida, podríamos asentir equivocadamente a su esencia. Sin duda el libro de Apocalipsis revela el triunfo de Cristo, no obstante, no es en sí un libro que represente “simbólicamente” aquello. La razón de esta “revelación”, es claramente expresada en 1:1-3, 19. Se trata entonces, del final de la historia revelada. Sin duda la perspectiva amilenarista reclama aquí una interpretación simbólica, porque no acepta una interpretación futurista, esto, hace violencia al esquema mismo de la “era presente” y la “por venir”.
[2]…a proclamar el año de la buena voluntad y el día de venganza de nuestro Dios; a consolar y ordenar […] a los afligidos de Sion…” Isa. 61:1-3 cf. [Lc. 4:16s]).
[3] Se distingue del juicio del gran tribunal blanco (Apo. 20:11-15) ligado al juicio mencionado en Judas vs 6 el “juicio crisis (krisis) del gran día”  la cual es una referencia directa al Juicio de condenación, usado también en  Mt. 10:15; 12:36; Mr. 6:13; Lc. 10:14; 2 Ped. 2:4,9, 3:7; 1 Jn. 4:17; Apo. 14:7, 16:7, instancia final que se cumple el día (escatológico) del juicio de Dios del gran tribunal blanco (Apo. 20:11-15). Bien escribe Coder: “Nuestro Señor declaró sencillamente que ningún creyente estará sujeto a crisis  Jn. 5:24” (Coder  1981:97).
[4] Cuando Cristo venga por segunda vez, Israel reconocerá a Jesús como su Mesías, lo cual será un reconocimiento con gran contrición al comprender que Jesús realmente había sido el enviado de Dios a quien no aceptaron (Ryrie 1994:1297). Véase Zac. 12:9-11a.

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