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lunes, 26 de abril de 2021

El libre albedrío o libertad humana en el liberalismo político


Por J.A. Torres Q. 

John Locke (1632-1704) considerado el padre del liberalismo

Desde que la humanidad tuvo su inicio y producto del pecado original, la catástrofe espiritual no solo afectó profundamente la relación de Dios con el hombre, también, la relación entre los hombres se vio gravemente afectada. Dicho en otras palabras, desde aquel mismo momento en que el hombre decidió desobedecer a Dios, empezó el “desorden” social revelado posteriormente en la tiranía de aquellos que desde el principio quisieron imponerse por sobre los demás de manera engañosa, arbitraria y en la mayoría de los casos, de manera violenta (cf. Isa. 10:1-2; 13:11). A la lista pueden añadirse  los hombres prediluvianos como Caín (Gén. 4:1-10), la generación de Noé (6:5s, 11, 13) y también, los hombres posdiluvianos como Nimrod (Gén. 10:8s), Sodoma y Gomorra (Gen. 13:13) y la primera sociedad que implementó la primera alianza política atea: la alianza de Babel (cf. 11:1ss). Luego aparecieron los primeros conflictos[1] geopolíticos organizados  (cf. Gen. 14:1-12), lo cual sería la tendencia en el joven medio oriente. Fue así que el mundo de aquellos días fue testigo de la primera tiranía organizada de un pueblo en contra de otro por 400 años (Éxo. 1:8-14). Esta tendencia de dominio político tiránico no terminó con los egipcios, siguió en la época de los jueces y posteriormente se vio en el mismo pueblo de Israel en la época más decadente de la nación: el periodo de los reyes (cf. 1 Rey. 21:1-10; 15-16), decadencia que resultó directamente del “Queremos tener rey, para ser como las otras naciones, y para que reine sobre nosotros y nos gobierne” (1 Sam. 8:1-21) cuestión  que trajo consigo una sucesión de tiranos tanto de sur como del norte que dieron paso directo  a la decadencia espiritual de Israel (cf. Ose. 8:4; Jer. 21:12; Pro. 31:8-9; Sal. 82:4) y  la pérdida radical de su independencia política (cf. 2 Rey. 24:14ss; 25:21ss; 1 Cro. 9:1ss; Esd. 2:1ss; 5:12; Jer. 13:19s; 39:9s; Ose. 13:16). Así, y de la mano de la decadencia de Israel, el curso de la historia dio paso a los grandes imperios (asirio, babilónico, griego, romano) que se sucedieron en el poder de manera tiránica y violenta (v. Dan. 3:9-12).  

Ahora bien, en cada uno de estos ejemplos, sin mencionar a los grandes tiranos de la historia moderna —Lenin, Stalin, Hitler, Mao Zedong—  tanto el derecho a la vida, la libertad y el derecho a la propiedad fueron pasados por alto. No obstante, antes de que el liberalismo clásico llevara la bandera de estos tres principios transversales del libertarianismo, el hombre ya tenía una idea preliminar de libertad natural: el “iusnaturalismo”, el dogma axiológico de que el hombre siempre ha tenido derechos naturales inalienables, a saber: el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad. Cabe señalar que los primeros teóricos que fueron dando cuerpo filosófico a esta noción de libertades, base de lo que después sería el liberalismo clásico, fueron los escolásticos españoles[2] del siglo XVI-XVII, teóricos que recalcaron la importancia del “derecho natural” (iusnaturalismo) y con ello, el derecho a la vida, la libertad, la igualdad ante la ley y la defensa de la propiedad privada. Posteriormente vendría John Locke (1632-1704) quien acentuó la idea de los escolásticos españoles de que los hombres poseen derechos individuales inviolables; los mismos que ya se habían reconocido en la noción temprana del iusnaturalismo. Fue así que los principios originales del liberalismo —como bien señala la profesora Magdalena Merbilháa— serían plasmados en el documento de la Independencia de los EE.UU, lo que daría paso a primera tradición  democrática de corte libertaria (Merbilháa  et al. 2020:21s). Dicho en otras palabras, con la  aparición del liberalismo clásico enraizado en la noción iusnaturalista, la sociedad contemporánea tuvo por primera vez  herramientas políticas concretas para reprimir la tiranía derivada de la misma sociedad. En este sentido, el liberalismo desde el punto de vista empírico histórico fue  y ha sido superior al marxismo en su intento por mejorar las sociedades; los resultados están a la vista en la historia; sin embargo, al igual que el marxismo, el liberalismo ha revelado en su evolución la decadencia propia de sus propias pretensiones originales a causa del abandonado paulatino del ingrediente cristiano preliminar, pero principalmente, a causa del mismo problema antropológico acaecido en el modelo contrario: la insistencia doctrinaria liberal en asentar toda su teoría de acuerdo a un hombre ideal inexistente y no de acuerdo al hombre real. Ahora bien, para comprender con mayor profundidad la noción de libertad del hombre en el “liberalismo” tenemos que diferenciar un primer liberalismo histórico en donde el papel del cristianismo fue elemental  como cortapisas sobre la “depravación del hombre”, una noción que el liberalismo clásico asumió por medio de la influencia del calvinismo.  Por el contrario,  el liberalismo moderno de algún modo ha venido a recapitular la utopía del “hombre bueno” de Marx en la versión del segundo contractualista, John Locke (1632-1704) que como es sabido, creía que el hombre era esencialmente libre, bueno y amistoso —como también lo creía J. J. Rousseau[3]— necesitando sólo de un “contrato social” básico en el que el parlamento elegido por la elección mayoritaria del pueblo  —con mínimas prerrogativas— venía a ser el garante y guardián de aquellos “derechos naturales” en la inestable dinámica de la vida en sociedad.   

Teniendo en cuenta lo anterior y para comprender la tangencialidad  real de la libertad humana o “libre albedrío” del hombre en el liberalismo,  debemos comprender cuál fue la dinámica de este último, no sólo en su versión clásica, sino también en su expresión moderna: el liberalismo moderno.  El punto de partida es sin duda el liberalismo clásico, porque es el primer puerto histórico de la primera sociedad libertaria. En este sentido, el desarrollo exponencial del capitalismo en los EE.UU  se asentó de manera formal el año 1776 cuando Thomas Jefferson[4] (1743-1826) y John Adams[5] (1735-1826) recogiendo toda la tradición libertaria y también calvinista[6],  la plasmaron en la “Declaración de la Independencia” de los EE.UU. Por supuesto, este primer liberalismo (clásico) que dio paso al desarrollo económico de los EE.UU estaba consciente del problema humano y al mismo tiempo reconocía la imagen de Dios en el hombre, lo que devino en una conciencia política de la necesidad de la ley de Dios en el orden social para que aquella libertad humana realmente fuera resguardada.  El siguiente extracto de la primera “Declaración de Independencia” de los EE.UU es bastante clara en este sentido. Independencia que entre otras cosas surgió y fue justificada —a propósito— por los abusos[7] del gobierno británico. “Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” (Declaración de Independencia el 4 de Julio de 1779).  De esta manera, la ética y doctrina protestante dio al capitalismo un sostén moral que devino en el progreso económico de los EE.UU. Sin embargo, este progreso no vino simplemente por una asimilación cristiana forzada. No, —al menos— los primeros habitantes de las colonias de la “New England” tomaron a pecho la ética protestante derivada de las Escrituras porque en su mayoría eran verdaderos creyentes. Esto fue la causa moral de fondo detrás del progreso prístino económico libertario de la mano de la fe cristiana puesta en práctica en todos los aspectos de la vida diaria. Un ejemplo notable de esta culturización de la ética calvinista es la propia descripción que hiciera Benjamín Franklin (1706-1790) acerca del espíritu del capitalismo que, aunque suele separarse de lo “religioso”, fue una consecuencia concreta de la influencia del calvinismo y la visión luterana del trabajo.  Así  rezaba Franklin:       

“Ten en cuenta que el tiempo es dinero; quien cada día podría ganar diez chelines mediante su trabajo y se pasa medio día paseando o haciéndose el holgazán en su habitación, aunque solo gaste seis peniques para sus diversiones, no puede contar sólo esto, sino que además ha gastado cinco chelines (o más bien, los ha tirado a la basura). Ten en cuenta que el crédito es dinero. Si alguien me deja su dinero más allá del plazo de devolución, me está regalando los intereses o tantos como yo consiga hacer durante este tiempo con ese dinero. Esto alcanza una suma considerable cuando un hombre tiene mucho crédito y hace un buen uso de él. […]  Ten en cuenta que, de acuerdo con el refrán, un buen pagador es el dueño de la bolsa de cualquiera. Quien es conocido por pagar puntualmente en el momento acordado puede obtener en todo momento el dinero que sus amigos no necesiten. […] El hombre ha de tener cuidado con las acciones más insignificantes que influyen sobre su crédito. Si tu acreedor oye el golpe de tu martillo a las cinco de la mañana o a las ocho de la tarde, se queda tranquilo por seis meses; pero si te ve jugando al billar u oye tu voz en la taberna cuando deberías estar trabajando, a la mañana siguiente te reclamará el pago y exigirá su dinero antes de que dispongas de él.” (Franklin en Weber 2013:107)

Esta evidente nueva visión integral del trabajo trajo consigo una cultura de la vida en los EE.UU que llevó a esta nación al progreso. El propio Max Weber (1864-1920) constató este hecho como una herencia derivada del luteranismo y la Reforma. En efecto, el propio Weber señaló correctamente que  la palabra alemana Beruf (profesión) —como también la inglesa calling  simplemente reflejaban  el sentido bíblico del trabajo como una tarea impuesta por Dios, un  “llamado” al que se debía dedicar lo mejor de sí.  Una concepción que según este sociólogo alemán  —a diferencia de los países protestantes[8]— los pueblos católicos jamás practicaron.  Así el creyente elegido —en la convicción de los calvinistas— ha venido a la existencia solo, para la “in majorem gloriam Dei” (la mayor gloria a Dios). De esta manera, el trabajo en la mentalidad de los colonos puritanos vino a ser no solamente eso: un trabajo, sino, una vocación (llamado) para honrar a Dios. Fue así que el “liberalismo clásico” imbuido por la ética y el espíritu del protestantismo llevó a los EE.UU a ser lo que fue. Ahora bien,  en términos de desarrollo  la evidencia histórica señala que el capitalismo liberal trajo una gran revolución económica que cambió literalmente el mundo[9]; de hecho, este modelo económico literalmente rescató a varios países que estaban completamente destruidos; este fue el caso del así llamado “milagro alemán”[10] (ordnungspolitik [ordocapitalismo]) como  también el “milagro chileno”[11] y el “milagro español”[12]. Sin embargo, el estado de bienestar económico-social  en estos países no fue realmente un progreso en todo el sentido de la palabra. Es claro que a la luz de la misma historia estos países han caído en una espiral de decadencia moral e institucional por causa del mismo viejo problema, el hombre real y su propia tendencia a la corrupción.

Teniendo en cuenta la puntualización anterior, es necesario preguntarnos: ¿Cuál ha sido entonces la debilidad del liberalismo clásico y en especial, la debilidad de sus versiones posteriores? ¿Por qué el liberalismo aún con sus triunfos económicos históricos constatables en otro sentido no es diferente al modelo socialista o marxista?  En las últimas líneas trataremos de responder a estas preguntas teniendo en cuenta el cáncer de fondo en todos los modelos del liberalismo.  Así, en el liberalismo clásico de los EE.UU., la pérdida paulatina y posterior decadencia de sus políticos cristianos. En el liberalismo moderno: el abandono radical de los elementos cristianos del liberalismo conservador, y a la vez, la adopción de una antropología positivista del hombre con el resultado directo de la negación del primer principio del calvinismo: la depravación total del hombre y su evidente falta de libertad “espiritual” para ordenar su vida y ser un agente real de un cambio social. Partiendo por el liberalismo clásico, de la misma manera que Adán fue puesto en el mejor escenario posible que algún hombre podría haber aspirado, el hombre liberal americano llegó a estar en el mejor escenario político teniendo en sus manos las mejores herramientas filosóficas iusnaturalistas que dieron paso a la primera sociedad libertaria  (capitalista) “ejemplar” del mundo,  no obstante, en este mismo país del sueño americano, el mundo fue testigo de cómo el racismo y la decadencia del cristianismo fue menguando los valores preliminares que hicieron de esta nación, lo que fue en su momento: el país de la libertad.

En este sentido, no puede entenderse del todo —a menos que lo veamos por medio del lente escritural— como es que en el país de las oportunidades y de las libertades se hayan dado episodios tan trágicos, justamente, por causa de una reinterpretación decadente de la libertad, justificada por la necesidad de mano de obra  para el progreso económico, lo cual simplemente devino en la esclavitud de quienes fueron considerados hombres de segunda categoría. Por supuesto, no nos referimos a la Alemania de Hitler, que es otro ejemplo abominable, en esta ocasión nos referimos a los trágicos episodios de la “Guerra de Secesión” o “Guerra Civil Estadounidense”  (1861-1865) época en el que paradójicamente se proclamaba la libertad, pero al mismo tiempo se practicaba la esclavitud (González 2009:388). Y, aunque muchos hacendados continuaban tratando a sus esclavos con bondad, en otros casos, —como escriben Olson & Gray— se vieron casos de crueldad inaudita, con el resultado directo de la violación del derecho de toda persona a ser libre, en una nación que predicaba el derecho la vida, la libertad y la propiedad privada a la luz de los principios del cristianismo que estuvieron presentes desde el comienzo de esta nación. El propio Abraham Lincoln (1809-1865) quien no solamente era contrario a la esclavitud, se vio enfrentado a esta tensión[13].  

Lamentablemente pese a los esfuerzos de Lincoln  por establecer la unidad americana, el 12 de abril del año 1861 los cañones del sur abrieron fuego sobre Fort Sumter en el puerto de Charleston, Carolina del Sur, dando paso formal a la guerra civil americana (1982:93) en la que, como añade el profesor González: “…tanto las iglesias del Norte como las de Sur apoyaron sus respectivas causas: las del Norte proclamando que la esclavitud era inhumana, y las del Sur arguyendo que la Biblia hablaba de ella sin condenarla.” (González 2009:389).  Como si esto fuera poco —como bien agrega Kevin A. Miller— tres de las principales denominaciones protestantes de la nación, los presbiterianos, los metodistas y los bautistas estaban divididas sobre la esclavitud y de una manera directa  “ayudaron” a dividir a la nación (Miller ed. 1992:2s). El profesor González añade algo que no deja de ser inconcebible: tanto metodistas como bautistas con el propósito de atraer a los blancos del sur, se amoldaron progresivamente al hecho de la esclavitud, incluso: “…hasta tal punto que en el 1843 había unos mil quinientos esclavos en manos de mil doscientos ministros y predicadores metodistas” (González 2009:388). No obstante, durante el periodo de la política de la Reconstrucción (1865 a 1877) y el fin de la esclavitud ratificada por el Congreso (Enmienda XIII, y XIV) y, a pesar que en estas se estableció que “Todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos y sometidas a su jurisdicción son ciudadanos [libres] de los Estados Unidos y de los estados en que residen.”  (Olson & Gray et al. 1982:100), la mayoría de las asambleas legislativas de los estados del sur, se negaron a ratificar estas enmiendas. Fue así que  el único Estado del sur que había aceptado preliminarmente las condiciones de la Reconstrucción (Tennesse), daría a luz  uno de los movimientos anti-reconstruccionista y principalmente racistas más nefasto de la historia de los EE.UU  y del mundo: el “Ku Klux Klan”, una organización de derecha extrema basada en la supuesta supremacía de la superioridad del “hombre blanco”, la versión americana de la “raza aria” de Hitler.

 Es importante señalar que el Ku Klux Klan no solo fue un movimiento anticomunista y anticatólico, principalmente fue un movimiento terrorista[14] criminal que persiguió a los “negros” y a quienes consentían con los principios de la abolición. Lo que es aún más trágico, es que el Ku Klux Klan contaba entre sus miembros no sólo a ex combatientes del ejército confederado del sur,  como bien señala el profesor González: “…hasta bien avanzado el siglo XX buena parte de los miembros del Klan eran también miembros de iglesias.” (González 2009:389). Ahora bien, lo que es realmente inconcebible, es que hoy (2021) y, en el mismo país más emblemático de las libertades y del sueño americano, existen hoy  —de acuerdo al “mapa de odio”[15] elaborado por “The Southern Poverty Law Center” (SPLC) el año 2020—  838 “grupos de odio” en los EE.UU., entre los cuales se suman grupos radicales anti-inmigrantes, anti-musulmanes, anti-LGTBI, grupos neonazis que en Alemania están prohibidos y penados con cárcel;  grupos de supremacía blanca e increíblemente también, un sinfín de grupos[16] Ku Klux Klan que siguen activos en el país.  Sin embargo, es importante señalar que los fundadores de este nefasto movimiento desde sus comienzos fueron en su mayoría masones[17], esto no resta el hecho de que muchos de sus miembros fueron “cristianos” enceguecidos por el odio injustificado hacia los negros enraizado en la nefasta idea de la superioridad de la “raza” blanca (cf. “White Nationalist”[18]), que por supuesto, no pueden ser considerados creyentes en el sentido ortodoxo escritural del término. Especialmente, en los diversos grupos al presente en el que el nombre “cristianos” se usa en muchos grupos Klan para subrayar el hecho de que estos supuestamente son también, la verdadera raza de elegidos de Dios; grupos que de hecho, mantienen no sólo un glosario[19] evidentemente sectario, sino también, doctrinas oficiales[20] que pretende dicho estándar; por supuesto, —como ya hemos aludido— estos son “cristianos” sin Cristo, cristianos nominales y al fin y al cabo, grupos concretamente sectarios. Por supuesto, nada de esto tiene que ver per se con el liberalismo clásico, sin embargo, el punto es el siguiente. En el mejor escenario que el mundo ha podido dar para la implantación del liberalismo (capitalismo) incluyendo sus principios  relativos al derecho a la vida, la libertad y la propiedad. En el mejor ejemplo teórico práctico que ha tenido el mundo de estas condiciones ideales de sociedad y  aún, siendo impulsado en su momento por los principios calvinistas de la fe protestante, simplemente este liberalismo clásico no fue capaz por sí mismo de mantener los idealismos de sus principios libertarios. En el mejor ejemplo de libertarianismo inspirado por la herencia calvinista el caos civil, moral y ético se dejaron ver en la “guerra de secesión” o “guerra civil americana” de una manera groseramente decadente y esto, a pesar de que el conflicto civil fue menguando en la mentes de los involucrados por medio del impacto que trajo la gran novela de Harriet Becher Stowe[21] (1811-1896) —“La Cabaña del Tío Tom”— y la conversión de muchos de los soldados involucrados en el conflicto por causa de los avivamientos[22] ocurridos durante la guerra.  Que queremos señalar, no es difícil: el hombre puede idear buenos modelos de sociedad, de hecho, puede obtener frutos de ello como sin duda lo fue el liberalismo clásico en los EE.UU, no obstante, el ejemplo de la guerra civil americana y el nacimiento posterior del nefasto movimiento revolucionario del “Ku Klux Klan” son las evidencias de que la sociedad ideal no está en manos del hombre por la sencilla razón de que el hombre ideal se estrella continuamente con la realidad del hombre real.

Ahora bien,  ¿cómo es el hombre real? He aquí la pregunta clave. El hombre ideal —pieza de todas las teorías de los modelos de sociedad— dicta mucho del hombre real. Es por eso que la teorías funcionan muy bien en el papel, pero en la realidad, la casuística empírica es otra. Lo curioso, es que los mismos intelectuales seculares han reconocido explícitamente el principio calvinista del hombre que el evangélico medio desconoce. Cuestión que se ve reflejado en el día de hoy por las iniciativas “cristianas” políticas loables, pero ausentes de toda mesura teológica, así aún se leen frases como  “Chile para Cristo”, “Por un país desde la Biblia” y otras expresiones  parecidas. Para muchos esto pudiera ser una crítica exagerada, sin embargo, idealismos utópicos como estos, han sido en el pasado enarboladas de manera concreta por escatologías idealistas e ilusorias como lo ha sido el “posmilenarismo liberal”[23] como el nuevo posmilenarismo (“teología del domino”)  que postula  que la trasformación de la sociedad más que el resultado de la conversión personal, es el resultado de liberar a la sociedad de la pobreza, el racismo, las enfermedades, las guerras y la injusticia por medio del “evangelio social” (Benware 2010:132).  David Chilton, un posmilenarista reconstruccionista es bastante claro en lo que claramente puede clasificarse como una utopía escatológica moderna, escribió:

“Nuestro objetivo es el dominio mundial bajo el señorío de Cristo, una “toma de posesión mundial” si eso queremos hacer, pero nuestra estrategia empieza con la reforma y la reconstrucción de la Iglesia. De ahí fluirá la reconstrucción política y social, en realidad un florecer de la civilización Cristiana”  (Chilton 1985:222).

Ahora bien, ¿por qué aún el liberalismo en sus diferentes versiones ha fracasado una y otra vez en lo que es la consecuencia práctica de sus principios básicos? Efectivamente una de las respuestas a esta cuestión es que de la teoría a la práctica, es el hombre real el que una y otra vez  revela que el modelo se arruina por la corrupción natural del hombre real.  Curiosamente otro pensador liberal lo ha dicho claramente pues es evidente que aún en los gobiernos de derecha “el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente”, palabras de Lord Acton (1834-1902) el famoso historiador liberal del siglo pasado. Sin duda las sociedades libertarias han resultado muy superiores a las socialistas, no obstante, “el poder corrompe y el poder absoluto, corrompe absolutamente” no porque el poder en sí, sea el problema, sino porque el poder y el hombre nunca han sido una buena combinación desde el punto de vista histórico y principalmente teológico (cf. Isa. 10:1ss; 13:11; Amo. 5:11-15; Mt. 20:25). De hecho, la historia de la humanidad de acuerdo a la escatología escritural nos revela que nuestra sociedad sea cuál sea el modelo imperante, no va a terminar como reza el himno posmilenial: “Las naciones unidas como hermanas, Bienvenida daremos al Señor…”, por el contrario, terminarán reuniéndose para lo contrario, literalmente: “…para guerrear contra el que monta[rá] el caballo y contrasu ejército…” (Apo. 19:19) dirigidos simplemente por los demonios al mando del príncipe de este siglo quienes “… [irán] a los reyes de todo el mundo, a reunirlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.” (Apo. 16:14 cf. [Apo. 17:2, 18]).  Este es el problema de fondo: el antropológico. Curiosamente muchos teóricos seculares aún desde la antigüedad  lo han denunciado una y otra vez. Notemos algunos ejemplos breves.  Plinio el Joven (62-113 d.C.) dijo: “El mayor número de los males que sufre el hombre proviene del hombre mismo.”  Joseph Conrad (1857-1924) novelista británico añadió: “La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad.”  Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564) indicó: “Desde que amanece el día puedes pensar: hoy he de encontrarme con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un envidioso y un egoísta.”  Sir John Beaumont (1583-1627) poeta inglés expresó: “No existen los tiempos malos, es malo el hombre.  Eric Fromm (1900-1980) en el “Miedo a la Libertad” (1941) no puede comprender el salvajismo de la Alemania nazi y escribió notablemente: “Estamos tratando aquí acerca de un sistema político que, en su esencia, no se dirige a las fuerzas racionales del auto interés, sino que despierta y moviliza aquellas fuerzas diabólicas del hombre que creíamos inexistentes, o por lo menos desaparecidas hace tiempo.” (Fromm 1941:32). Tal radiografía de la Alemania nazi, bien puede ser aplicada a la guerra civil americana y a la reacción revolucionaria del “Ku Klux Klan”. No cabe duda.  Lo curioso es que un ateo y marxista  como lo fue Fromm reconoció el mal como una cuestión intrínseca en el hombre y aún más, no encontró otra forma de calificarlo como algo impulsado simplemente por “fuerzas diabólicas”. 

Ahora bien, una cosa fue el liberalismo clásico, pero otra, es el liberalismo moderno y es importante diferenciarlos; en este sentido, ¿cuál es el problema del liberalismo moderno entonces? ¿Por qué este tipo de liberalismo en otro sentido no es diferente al modelo socialista o marxista? Como ya lo hemos aludido, el liberalismo moderno de corte progresista ha errado garrafalmente al haber abandonado arrogantemente los elementos cristianos que el liberalismo clásico consideró y a la vez, ha adoptado una antropología positivista. Aún más, muchos de los teóricos del liberalismo moderno en su soberbia intelectual creen que el mundo de las ideas es suficiente para cambiar  las sociedades y en especial, para dar paso al progreso. En este sentido, los primeros escalafones del deterioro del liberalismo clásico podemos constatarlo por medio de su propia desfragmentación expresada en las versiones más radicales de su propia autocrítica como han sido el anarcocapitalismo[24], el minarquismo[25] y el paleolibertarianismo[26]; el mismo Lew Rockwell[27] —un anarcocapitalista— hizo una crítica concreta a toda la familia libertaria por el abandono paulatino de los elementos cristianos abandonados por los liberalismos modernos; crítica que escribiera  en un artículo (“En defensa del paleolibertarismo”) de los 90 que llegó a convertirse en un manifiesto clásico del paleolibertarianismo. Fue así que Rockwell mostró su desaprobación en contra del deterioro moral del liberalismo, puntualizando la responsabilidad del liberalismo moderno en esta decadencia, así escribió:

“Con su énfasis en la razón, el derecho más objetivo y la propiedad privada, el cristianismo hizo posible el desarrollo del capitalismo. Enseñó que los hombres eran igualmente hijos de Dios… y por tanto debían ser iguales ante la ley. Los libertarios tienden a ignorar la tarea esencial de la familia en formar a la persona responsable. La familia tradicional (que deriva de la ley natural) es la unidad básica de una sociedad libre civilizada. La familia promueve los valores necesarios para la conservación de una sociedad libre como el amor paternal, la autodisciplina, la paciencia, la cooperación, el respeto por los mayores y el auto sacrificio. La descristianización de las políticas públicas ha generado un movimiento ecologista no solo anticapitalista sino pro-pagano. El paganismo sostiene que el hombre es solo una parte de la naturaleza, no más importante que las ballenas  o los lobos… en orden natural existe para el hombre y ninguna otra forma de entenderlo es compatible con un mercado libre, la propiedad privada y por lo tanto el libertarismo.” (Rockwell 2016:1)

Si el lector logra observar bien la crítica de Lew Rockwell no solo se dirige a un mal paralelo relativo al paganismo ecológico; especialmente, Rockwell está criticando a los propios libertarios por la directa responsabilidad que les cabe sobre el detrimento y decadencia de los valores históricos derivados de la familia, la herencia cristiana y la descristianización de las propias políticas públicas. Ahora bien, y respondiendo concretamente al punto esencial de esta sección, ¿cuál es realmente la noción de libertad moral en el “liberalismo” como un elemento modelador de la sociedad? Por otro lado, ¿cuál es su noción libertaria concreta con respecto al “libre albedrío” o su percepción acerca de la potencialidad humana para alcanzar una sociedad ideal desde las recetas del liberalismo del siglo XXI? El problema esencial del liberalismo moderno no solo ha sido el evidente abandono del aquel cristianismo que como dice Lew Rockwell hizo posible el desarrollo del capitalismo. El problema esencial de los nuevos libertarios, —o la derecha actual simplemente— es su sutil y creciente ateísmo blando de parte de sus teóricos con las consecuencias concretas que esta vereda trae. A saber, el positivismo antropológico sociológico: la creencia en que el hombre libertario puede traer el progreso holístico (económico-social-moral) y la idea que el problema económico-social subyace solamente en la batalla de las ideas como lo repite Axel Kaiser una y otra vez, uno de los principales teóricos de liberalismo moderno, o como él le llama: “republicanismo liberal”,  su perspectiva. Sin embargo,   ¿cuál es el potencial real del hombre convertido al liberalismo moderno para lograr una sociedad ideal? Dice Kaiser, citando a Friedrich Hayek (1899-1992): “El error del socialismo es la arrogancia intelectual…”, entonces: ¿cuál sería el error del liberalismo moderno? “La Falta Ignorancia”[28] asevera Kaiser: ¿ignorancia respecto de qué? —Añade Kaiser—  “…ignorancia respecto el poder que tienen las ideas y la cultura como aquellos factores que definen la evolución económica, social e institucional más que cualquier otra cosa.[29]

Entonces, ¿cuál es la médula del pensamiento de este nuevo liberalismo representado muy bien por Axel Kaiser? Como él mismo señala, estos conceptos libertarios no son más que el fruto de las teorías de los grandes gurús del liberalismo moderno como Friedrich Hayek (1889-1992) y de hecho también, las de John Maynard Keynes[30] (1883-1946) —opositor de las ideas de Hayek— quien decía que la ideas de los políticos y economistas son mucho más poderosas de lo que se suele pensar; de la misma manera Hayek en “Fundamentos de la Libertad” (1960) asevera una de la premisas centrales del credo liberal: las grandes ideas de los hombres son las que finalmente gobiernan la evolución social (Kaiser, Charla: “La Fatal Ignorancia”, 2012). Dicho en otras palabras, en las frases replicadas por Kaiser al parecer no existe una negación de lo que en el plano teológico calvinista es la ausencia del libre albedrío. Se da por sentado que el hombre es libre. El propio Hayek  —sacerdote de este nuevo liberalismo— hablaba de tres clases de libertades en el hombre y consideraba la tercera, como la que a veces quedaba expuesta al peligro de la pérdida  de la “dignidad” del hombre. Así, tanto la “libertad política” (poder elegir sus gobernantes) como la “libertad interior” (psicológica) no eran en sí el problema —según Hayek— lo que realmente era una amenaza para el hombre, no era otra cosa que lo que lo reprime externamente. En otras palabras, la definición de libertad trascendente en el hombre según Hayek, tenía que ver con aquella libertad exenta de toda coacción arbitraria. Y con coacción arbitraria,  los liberales modernos han entendido todo aquello que niega o reprime al hombre en sus derechos naturales y políticos. Por supuesto, en esta concepción de libertad para Kaiser y los nuevos liberales contemporáneos, no existe una auto-coacción “arbitraria”. Dicho en otras palabras, no hay un  “…porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero…” (Rom. 7:19), o, “…hago lo que no quiero…” (Rom. 7:16) o  también un: “…hago lo que aborrezco…” (Rom. 7:15). Mucho menos existe un “…pero veo una ley en mis miembros que se rebela contra mi mente y me lleva cautivo…” (Rom. 7:23). Dicho de otro modo, para el liberalista moderno esta idea “religiosa” de auto-coacción o falta de libertad moral real, en realidad —y por lo que se observa en las ponencias de estos nuevos libertarios— no comporta un elemento realmente importante en la discusión; en efecto, se trata de una disputa de ideas sobre teorías económicas, no sobre doctrinas religiosas; en este sentido, es bastante palpable en estas mismas charlas, ponencias y escritos de estos nuevos libertarios un desprecio e ignorancia a priori de todo lo que tenga que ver con  ideas religiosas en las discusiones sobre las metas de este nuevo liberalismo: el progreso de las naciones. Teniendo todo esto en mente, necesariamente debemos preguntarnos, ¿cómo progresó EE.UU en sus inicios de la mano de liberalismo clásico? Al volver a leer la tesis de Kaiser sobre el porvenir del nuevo liberalismo notamos claramente que ignora intencionalmente el papel moralizador de la fe cristiana que llevó a los EE.UU a ser un país desarrollado; y esto, aún con sus terribles males que hemos mencionado. Por supuesto, cuando Kaiser habla de las ideas, no se refiere a las ideas escriturales, sino, a las ideas[31] de este nuevo liberalismo del siglo XXI que muchos en el día de hoy han abrazado. Esto no quiere decir que este nuevo liberalismo predicado por Kaiser y otros como él, no tenga una concepción moral como “agente” relevante del progreso de las naciones.  Claro que hay una moralidad libertaria que estos teóricos esbozan constantemente. Sin embargo, para comprender  a que nos referimos y principalmente, a qué se refiere Kaiser en “La Moralidad del Capitalismo” (2013) justamente con dicha “moralidad” del capitalismo escrito por varios autores (Kaiser, Ton G. Palmer, Deirdre N. McCloskey, David Boaz, David, Kelly y Mario Vargas Llosa, et al.), note usted con atención, qué papel le asigna Kaiser y estos teóricos al hombre como factor principal del progreso. Lo primero que encontramos en las ideas “morales” de este nuevo liberalismo,  es un positivismo abierto acerca del hombre y diríamos, —usando las mismas palabras de Kaiser— una fatal ignorancia del primer principio del calvinismo. Esto es bastante claro cuando Kaiser escribe: “Al lector le quedará claro, tras estudiar este conjunto de ensayos, que no hay otro sistema que haga de la libertad y responsabilidad de los seres humanos, de su capacidad de solidaridad espontánea, de la honestidad y el respeto mutuo, de la pasión por el trabajo bien hecho y de la colaboración pacífica entre personas, su eje valórico.” (Kaiser et al. 2013:11).

Dicho en otras palabras, el eje valórico —como él le llama— no es otra cosa que aquella “mano invisible” de la que hablaba Adam Smith que describe aquella regulación espontánea del mercado producto de la dinámica propia de los agentes morales libres honestos, solidarios y responsables para que el mismo sistema, en efecto, siga siendo aquella mano invisible que sostiene la ética y el progreso del modelo capitalista liberal. Como puede notar el lector, Kaiser y compañía asignan al sistema capitalista per se, un papel que no tiene: moralidad. Menciona elementos morales como la solidaridad “espontánea”, la responsabilidad, la honestidad, el respeto mutuo y la colaboración como elementos valóricos innatos del “buen hombre” liberal. En vista de lo anterior se hace necesario preguntarnos: ¿cómo puede una sociedad tener este eje valórico impersonal (el mercado), sin un motor ético rector personal? ¿Cómo puede el liberalismo moderno aspirar al progreso esperando la espontaneidad moral de hombres concretamente egoístas y relativos? Por otro lado: ¿Cómo se explica entonces la corrupción histórica que se ha derivado de los mercados al estilo liberal? Por supuesto, esto no es otra cosa que la manifestación errada del positivismo moral que cree que el hombre es moralmente capaz de hacer el bien, ser honesto y desinteresado. Positivismo que minimiza el poder y las consecuencias del pecado original y como bien escribió el profesor Manfred A. Bluthardt, que asigna al agente moral impersonal (el mercado) y personal (el hombre liberal) papeles que no son capaces de cumplir (Bluthardt 1984:17).  De hecho, el propio Kaiser deja ver su evidente positivismo cuando añade que a diferencia del estatista que espera el flujo de la bondad por medio del Estado, “…el liberal, que desconfía de los poderosos y pone su fe en el hombre común, entiende la solidaridad como una acto de generosidad espontáneo del espíritu humano que se materializa a través de la filantropía” (Kaiser et al. 2013:12). No obstante, ¿existe realmente una generosidad espontánea[32] en el hombre ideal liberal? Uno podría pensar que la “teoría del chorreo” está aquí a la vista, sin embargo, la verdad empírica —con sus excepciones— deja ver que la generosidad espontánea del hombre real liberal capitalista histórico —el prototipo de la mayoría de los ricos—  más bien prefirió derribar sus graneros para edificar otros más grandes y así acumular más y más riquezas; su espontaneidad no fue una acción filantrópica, sino, una acción libertariamente egoísta y avara (v. Lc. 12:13-21 cf. [Prov. 11:28; 22:7; 28:6; Miq. 6:12; 1 Tim. 6:17]). 

Al parecer los positivistas como Kaiser olvidan (o simplemente no están de acuerdo) con  las propias palabras de uno de los padres del capitalismo, Adam Smith (1723-1790) quien dijo que: “No es gracias a la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero, que obtenemos nuestra comida, sino que gracias a la búsqueda de su intereses propio.” (Smith en Brennan 2014:23). El propio Jason Brennan coautor con Kaiser señala en este mismo libro (“La Moralidad del Capitalismo”) que: “…la economía de libre mercado es quizás el mejor sistema al que podemos aspirar, pero eso es debido a que somos egoístas, codiciosos y miedosos”.  Cabe señalar que  Jason Brennan —economista liberal estadounidense— que escribe bajo los auspicios de la FPP[33] que dirige Axel Kaiser, corrobora lo que estamos diciendo aquí y nos da otro argumento que implícitamente deja ver el problema esencial que tiene este nuevo liberalismo. Hablando de cómo podemos tener un capitalismo duradero o estable, Brennan refiere a lo que él cree es el verdadero peligro para la estabilidad del capitalismo, así escribe:

“Desde mi punto de vista, el principal problema que enfrenta el ideal capitalista es que no sabemos cómo diseñar la maquinaria que lo haga funcionar correctamente. El problema no es, fundamentalmente, el egoísmo y maldad humana, sino la falta de tecnología organizacional apropiada: nuestro problema es un problema de diseño. Quizás resulte ser un problema de diseño insoluble y es un problema de diseño sin duda exacerbado por nuestra propensión egoísta, depredadora y maliciosa, pero un problema de diseño es, el que yo creo, tenemos.” (Brennan 2014:65).

Nótese bien, para este teórico liberal el problema no es fundamentalmente un problema antropológico ontológico. Según Brennan, el sistema capitalista no está en peligro debido al egoísmo y la maldad humana, sino, a la simple falta de “tecnología organizacional”. Por supuesto, la respuesta de Brennan no sólo es una respuesta filosófica económica, es también  una respuesta  antropológica religiosa secular con claros tintes pelagianistas.  Entonces, ¿cuál es el gran problema del liberalismo moderno? ¿Qué concepción tiene de la libertad humana (libre albedrío) y el papel del hombre como un agente moral del progreso social? De manera muy similar al marxismo, y, aunque este nuevo liberalismo reconoce una propensión egoísta innata en el hombre, esta escuela no reconoce al hombre como un esclavo de sus propios intereses, de sus propios egoísmos. No reconoce que como tal, el hombre sigue siendo un hombre caído y que mayoritariamente funciona un poco mejor en el capitalismo, sólo, porque hay intereses personales en juego y este modelo le permite un trueque relativamente aceptable. Dicho en otras palabras, aunque no encontramos en estos autores el concepto de “libre albedrío”,  se da por sentado en el positivismo antropológico que se asigna al hombre. Antiguamente el liberalismo clásico fue consciente del problema principalmente del hombre. Algo que devino esencialmente por el discernimiento que trajo el calvinismo. De hecho, fue el propio George Washington (1732-1739) —primer presidente de los EE.UU— quien dijo: “Es imposible gobernar rectamente el mundo sin Dios y la Biblia.” Sin embargo, en este nuevo liberalismo del  siglo XXI  se nos dice que: “Está en nuestras manos hacer el mundo nuevo…”, palabras de Thomas Paine, citado en este  mismo libro por David Kelley (pág. 99) más adelante en la página 128 añade Temba A. Nolutshungu, que, juntas, “…la libertad política y la libertad económica realizan los milagros de la humanidad…”, ideas que subrayan claramente el positivismo antropológico pelagianista de estos teóricos liberales, cuestión que podemos constatar como mayor claridad al leer a Kaiser manifestar una versión distorsionada del “buen samaritano” al asignar al hombre liberal una supuesta inclinación espontánea y desinteresada para ayudar al prójimo (v. Kaiser 2015:161). Aún más, este tipo de positivismo concretamente pelagianista se puede observar también en “El engaño Populista” escrito justamente por Axel Kaiser y Gloria Álvarez, quienes en este libro pretenden responder al enunciado del “por qué se arruinan nuestros países y como [podemos] rescatarlos”, dándonos las recetas  filosóficas para ello.  Sin embargo, ¿cuál es la tesis de Kaiser y Álvarez del por qué  podemos tener “países redimidos” (rescatados)?  Kaiser responde: “Si algo nos enseña la historia es que ésta no está predeterminada, como pensaba Marx, sino que es el resultado de la actividad libre de los seres humanos.” (Kaiser & Álvarez 2016:21s).  Dicho en otras palabras: Las ideas y la cultura libertaria  son los ingredientes del cambio de acuerdo a este nuevo liberalismo.  ¿Cuál es finalmente el talón de Aquiles de este nuevo idealismo liberal entonces? Lo que nos llama mucho más la atención, es leer la frase anterior citada en su contexto, pues, tanto Kaiser y Álvarez  quienes proponen un “republicanismo liberal” enraizado en lo que fue el liberalismo clásico  y su defensa por los derechos individuales al mismo tiempo dejan ver una paradójica contradicción que revela otro matiz de este pelagianismo libertario de este liberalismo del siglo XXI. Por supuesto,  no nos referimos al hecho de que tanto Kaiser como Álvarez  sean ateos —una tendencia en este nuevo liberalismo—  y abiertos a la legalización de las drogas, sino, al hecho contraproducente con el espíritu del liberalismo clásico que dicen representar,  en el hecho de que ambos sean pro-aborto. Aun así y explicando su “republicanismo liberal”, contradictoriamente predican lo siguiente:

“…cuando hablamos de república, nos referimos entonces a un republicanismo liberal y constitucional, cercano (pero no igual) al que inspiró a los padres fundadores de Estados Unidos. Se trata de una propuesta donde prevalece el imperio de la ley para hacer respetar los derechos individuales a la vida, la propiedad [privada] y la libertad de todos y cada uno, sin excepciones, limitando severamente el poder que pudieran ejercer las mayorías circunstanciales para aplastar esos derechos… los autores de este libro llevamos años en América Latina y en nuestros respectivos países —Chile y Guatemala— promoviendo la dignidad de las personas y motivando a otros a unirse a esta causa, la más noble que haya conocido la humanidad.” (Kaiser & Álvarez 2016:23s).

Aparte de la contradicción evidente de estos dos nuevos profetas del nuevo liberalismo actual, ¿no es acaso también este nuevo liberalismo una propuesta religiosa secular? ¿No hay acaso una escatología humanista basada en el hombre ideal libertario que puede traer el progreso esperado y una sociedad ideal? La siguiente conclusión de Kaiser y Álvarez responden de manera concreta a estas preguntas. Saque usted sus propias conclusiones:  

“Los autores de este libro [El Engaño Populista] tenemos fe en que es posible cambiar las cosas para bien, y también en que las nuevas generaciones tienen un rol esencial en ese cambio… el subdesarrollo no es un problema geográfico ni de recursos naturales, sin eminentemente mental y cultural. La titánica tarea de cambiar la mentalidad y las conciencias de las personas es lo único que nos permitirá superar el subdesarrollo y también la miseria  económica, social y política y humana a la que el populismo nos condena” (Kaiser & Álvarez 2016:232s)

Ahora bien, desde un punto de vista de la intersección antropológica el fracaso del marxismo no es diferente al fracaso del liberalismo moderno, pues este último no reconoce que el hombre es realmente malo. Pero aún más, el fracaso secundario es su insistencia constante y presuntuosa de creer que simplemente las “ideas correctas” pueden llevarnos al progreso civil, lo que representa una negación concreta de la antropología y escatología bíblica sustituida por una escatología humanista y una antropología simplemente pelagianista. El propio Mauricio Rojas —un converso del marxismo al liberalismo— en una de sus ponencias (¿Qué es ser liberal?[34]) al explicar curiosamente el “decálogo del liberalismo” y lo que es ser un liberal, en especial, en sus puntos 3[35], 4[36] y 5[37] del decálogo “liberal”, claramente deja ver  —al igual que el marxismo que él mismo adjudica vetas religiosas—  elementos humanistas de connotaciones religiosas.  En el fondo, aunque el liberalismo es bastante amplio, el que define Rojas —liberalismo del siglo XXI—  es claramente un tipo de liberalismo que refleja los tintes de la entropía del liberalismo clásico o conservador. Por ejemplo, y de acuerdo al decálogo que desarrolla Rojas: Hay una escatología indefinida lo cual se revela por medio de la idea de que no hay historicismos religiosos ni ateos, lo cual al fin y al cabo es por antítesis, un tipo de escatología de negación humanista: nosotros construimos el futuro. El propio Rojas lo explica señalando que el liberalista no dice “Si Dios quiere”, más bien confiando en el potencial del hombre le dice al hombre “si tú quieres”. (Rojas 2019:1). Aún más, subrayando —y aludiendo a Rousseau— señala que un liberal sí,  cree que no somos ángeles, pero tampoco cree que seamos demonios y sobre la marcha, aludiendo a Calvino reconoce que el reformador literalmente creía que nosotros (los hombres) “somos unas porquerías”[38], hombres pervertidos sin la gracia divina, conceptos que Rojas considera no forman parte del credo liberal. Pero esto no es todo lo que Rojas señala, de la misma manera que Kaiser, Rojas también cree en ese positivismo antropológico reflejado en frases como: “No podemos eliminar el mal, pero sí, contenerlo e incentivar el bien.” (2019:1).  Por supuesto, todas estas explicaciones no dejan de ser ideas simplemente económicas, esencialmente son enunciados filosóficos cargados de una visión  por un lado “realista” de las imperfecciones humanas, pero por otro lado, cargadas de aspiraciones filosóficas que en el idioma teológico son un tipo de credulidad secular, una fe humanista; y aunque Rojas se adelanta a negar la utopía del paraíso terrenal liberal, algo que no cabe duda le quedó claro en su desencanto del marxismo que antes profesaba. De algún modo el liberalismo que está definiendo no deja de ser también un liberalismo ateo, pero no del tipo duro, sino, el ateísmo blando que quiere ser sensato con respecto al idealismo liberal, pero al mismo tiempo cree “está en nosotros escribir el libreto de nuestra historia” en contra posición a cualquier tipo de determinismo, sean estos ateos o religiosos, palabras literales de Rojas (Rojas 2019:1).  

Por supuesto, aunque Rojas no lo perciba, esta descripción que hace acerca de qué es ser liberal, trae consigo una negación concreta del milenarismo bíblico  explícito en la Escrituras. Dicho en otras palabras,  siendo en sí una filosofía económica, el liberalismo moderno no es simplemente eso: una fórmula política del ideal de una sociedad, es también hoy por hoy,  una clase de filosofía que descansa en el potencial del hombre liberal y su capacidad para mejorar  nuestra sociedad decadente. En el fondo, este positivismo antropológico es la base que pretende avanzar sin Dios ni Su ley, confiando sólo, en la potencialidad del hombre educado movido por las buenas ideas libertarias. Este es parte del decálogo liberal. Sin embargo, el verdadero decálogo nos enseña que no puede haber relaciones horizontales saludables, si se ignora la relación elemental vertical espiritual entre Dios y el hombre.  Dicho en otras palabras,  no hay un verdadero progreso fuera de Dios. Y esto, nada tiene que ver con la nefasta “teología de la liberación” o el “evangelio social.” Cristo dijo, ustedes orarán así: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.” (Mt. 6:10). Por supuesto, los oyentes  del Señor sabían que el Señor no se refería a un reino imaginario, sino, a uno literal (Isa. 11:6-9;  24; 34-35; 67:17-25; Apo. 20:1ss, et al.). Bien escribió Daniel: “… el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido,  ni será el reino dejado a otro pueblo;  desmenuzará y consumirá a todos estos reinos,  pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra,  no con mano,  la cual desmenuzó el hierro,  el bronce,  el barro,  la plata y el oro.” (Dan. 4:44-45). 

Por supuesto, las palabras de Daniel nada tienen que ver con la puesta en escena de la teoría posmilenarista, ni tampoco, con el milenio virtual del amilenarismo. Cristo prometió volver para reinar literalmente en la tierra tal cual Dios lo ha decretado (Gén. 9:10; 1 Sam. 2:10; 2 Sam. 7:12-16; Isa. 2:2-4; 9:6-7;  Sal. 2:4-7; Mt. 16:27-28; 19:28; Lc. 1:31-33; Apo. 20:1ss). Por estas razones, el creyente de hoy y entendiendo la necesidad primordial del hombre y su necesidad de salvación, no debería involucrarse con tanto entusiasmo en estos nuevos “evangelios políticos liberales” ineficaces, sino, en aquella comisión espiritual que tenemos de llevar el nombre de Cristo y el evangelio a todos los hombres (Mt. 28:16-20; Mr. 16:1-8). Lo cual incluye a aquellos que siguen confiando en una antropología positivista como es el pensamiento del liberalismo moderno. En este sentido la predicación a los liberales incluye una necesaria refutación de este idealismo liberal y al mismo tiempo, una clarificación acerca de Cristo, quien es el único que redime al pecador, pero además, el único que traerá aquella sociedad justa que tanto el hombre secular busca por medio de sus escatologías humanistas.  Deben saber también los liberales que no existe una sociedad ideal teórica por medio de hombres reales, solo Cristo hace al hombre real, un hombre ideal; solo Cristo puede regenerar a quien por naturaleza es egoísta y malo, solo Cristo puede traer aquella sociedad que en la mente del hombre no es más que una idílica utopía. Aún más, solo Cristo tiene la prerrogativa de  llamar a los ciudadanos de Su reino prometiéndonos que reinaremos con él. En este sentido el evangelio trasciende todas las necesidad del hombre y nos lleva al verdadero paraíso perdido recuperado por Cristo (2 Tim. 2:12; 1 Cor. 6:2-3; Apo. 5:9-10).     

 

 

 

 

 

Bibliografía

Rojas, Mauricio 2019. ¿Qué significa ser liberal? | Mauricio Rojas. Internet URL:

https://youtu.be/TyEdqYpAXQc  [consultado el 20.04.2020]

Brennan, Jason 2017. Capitalismo, ¿por qué no? Santiago, Chile: Fundación Para el Progreso.

Kaiser, Axel ed. 2013. La moralidad del Capitalismo. Santiago, Chile: Fundación Para el Progreso.

Kaiser, Axel Charla: “La Fatal Ignorancia” - FPP 2012. Internet URL:

https://youtu.be/ADbwpq7LvEA  [citado el 24.04.2021].

Miller, Kevin ed. 1992. The Untold Story of Christianity and the Civil War. Christian History Vol. XI, N° 1.  

Merbilháa, Magdalena  et al. 2020. Nuestro Octubre Rojo, orígenes de un estallido social. Santiago, Chile.: El Libero.

Moral, Pablo 2020. Ku Klux Klan, el odio bajo las capuchas blancas.

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Rockwell, Llewellyn 2016. En defensa del paleolibertarismo. Internet URL:

 https://www.mises.org.es/2016/03/defensa-del-paleolibertarismo/ [consultado el 20.04.2020]

SPLC 2021. The Southern Poverty Law Center. IMPERIAL KLANS OF AMERICA. Internet URL  https://www.splcenter.org/fighting-hate/extremist-files/group/imperial-klans-america [consultado el 20.04.2020]

Singer C. Gregg  2003. Juan Calvino Sus Raíces y Sus Frutos. Guadalupe, Costa Rica: CLIR.

 



[1] La primera guerra que menciona el AT por medio de una coalición entre Amrafel, rey de Sinar, Arioc rey de Elasar, Quedorlamomer rey de Elam y Tidal, rey de Goim, estos, en contra del rey de Sodoma, Bera; el rey de Gomorra, Birsa, el rey de Adma, Sinad, el rey de Zeboim, Semeber y el rey de Bela, Zoar (Gen. 14:1-12).

[2] Hombres asociados a esta escuela fueron Francisco de Vitoria (1483-1546), Domingo de Soto (1494-1560), Diego de Covarrubias (1512-1577), Luis de Molina (1535-1600) y Juan de Mariana (1536-1624), et al.

[3] Este tercer contractualista creía que el hombre era por naturaleza bueno, siendo la sociedad lo que lo tornaba malo, codicioso,  violento  y depravado, de allí el mito del “buen salvaje”. De hecho, para  Rousseau la misma idea de propiedad privada era un motivo de violencia.

[4] Tercer presidente de los EE.UU.

[5] Segundo presidente de los EE.UU.

[6] Como escribe Gregg Singer: “…la influencia política de Calvino en ningún lugar fue más marcada que en la formación de la Constitución de los Estados Unidos… el puritanismo, con su herencia ginebrina, se hallaba en el corazón mismo del pensamiento y de la práctica política colonial, no solamente en Nueva Inglaterra, sino igualmente en muchas de las demás colonias.” (Singer 2003:79). David Hume (1711-1776) creía que habían sólo tres leyes de la naturaleza: el derecho de posición (propiedad privada), la transferencia por consentimiento (mercado libre) y el cumplimento de las promesas (la ética capitalista). Sin embargo, tanto el primero como el segundo derecho de Hume, no son más que el eco de la ética decalógica veterotestamentaria. Bien dice el propio Vernon Smith: “Las leyes de la naturaleza de Hume tienen su origen en los antiguos mandamientos: no robarás, no codiciarás los bienes ajenos y no darás falso testimonio.” (Smith en Kaiser et al. 2013:145).

[7] Parte del escrito constitucional americano, especialmente en su “Preámbulo” deja ver una de las razones de la misma independencia americana, como ya aludimos, “justificada por los abusos del gobierno británico”, así y continuación, se lee en la misma: “La historia del presente rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos estados. […]  Él ha rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de estas colonias […] Ha reprobado las providencias dictadas para la repartición de distritos de los pueblos, exigiendo violentamente que estos renunciasen el derecho de representación en sus legislaturas, derecho inestimable para ellos, y formidable sólo para los tiranos […] Él se ha esforzado en estorbar los progresos de la población en estos estados, obstruyendo a este fin las leyes para la naturalización de los extranjeros, rehusando sancionar otras para promover su establecimiento en ellos, y prohibiéndoles adquirir nuevas propiedades en estos países.” (Declaración de Independencia el 4 de Julio de 1779).

[8] Así añade el propio Weber: «…la [nueva] valoración del cumplimiento del deber dentro de las profesiones mundanas como el contenido máximo que podía aportar la actuación ética. Esto fue lo que condujo inevitablemente a atribuir un significado religioso al trabajo mundano cotidiano y a crear por primera vez el concepto de profesión en este sentido. Así pues, en el concepto de “profesión” o Beruf… expresa aquel dogma central de todas las tendencias protestantes.» (Weber 2013:139).

[9] Xavier Sala i Martin, profesor de la Universidad de Columbia, uno de los máximos expertos  en el mundo en materia de desarrollo económico, escribió: “…a través de la historia, las sociedades humanas han sido formadas por unos pocos ciudadanos muy ricos y una aplastante mayoría de pobres. EL 99.9 por ciento de los  ciudadanos de todas las sociedades de la historia… desde los campesinos fenicios, griegos, etruscos, romanos, godos u otoñamos de la antigüedad, pasando por los agricultores de la Europea medieval, la América de los incas, los aztecas o los mayas… las dinastías imperiales o el África precolonial, vivieron en situación de pobreza extrema. Todas, absolutamente todas esas sociedades tenían a la mayoría de la población al límite de la subsistencia, hasta el punto que, cuando el clima no acompañaba, un parte importante de ellos morían de inanición. Todo esto empezó a cambiar en 1760, cuando un nuevos sistema económico nacido en Inglaterra y Holanda, el capitalismo, provocó una revolución económica que cambió las cosas para siempre: en poco más de doscientos años, el capitalismo ha hecho que el trabajador  medio de una economía de mercado…   no solo haya dejado de vivir en la frontera de la subsistencia, sino que incluso tenga accesos a placeres que el hombre más rico de la historia, el emperador Mansa Musa I, no podía ni imaginar… [colchón]… el capitalismo no es un sistema perfecto. Pero cuando se trata de reducir la pobreza en el mundo, es el mejor sistema económico que jamás ha visto el hombre.” (Kaiser & Álvarez 2016:61).

[10] Fruto de la escuela de Friburgo (prima de la escuela austriaca de economía) implementado por Ludwig Erhard (1897-1977) y parte, por la implantación de “Plan Marshall.”

[11] El “milagro chileno”, expresión acuñada por el economista estadounidense Milton Friedman (1906-1912) para describir el crecimiento y despegue de la economía chilena después del desastre  que  Chile experimentara bajo el gobierno socialista de Salvador Allende (1908-1973).

[12] El caso de España no es diferente, pues, entre los años 1959 y 1974 —periodo conocido por el “milagro económico español”—  España por medio de políticas liberales experimentó un crecimiento acelerado y un auge económico que lo llegó a posicionar (en el año 1978), como la novena economía más grande del mundo.

[13] Lincoln mismo dijo: “Una casa dividida contra sí misma no puede prevalecer: Yo creo que este gobierno no puede seguir siendo para siempre mitad esclavo y mitad libre.” (Lincoln en Olson & Gray et al. 1982:86).

[14] El Klan practicaba diversas formas de violencia. Eran muy comunes los asaltos nocturnos a hombres, mujeres y niños negros, a los que increpaban, amenazaban de muerte o raptaban. Las palizas, flagelaciones, torturas y asesinatos se hicieron habituales en el sur a finales de la década de 1860. La violencia racial de este tiempo contaba con un claro componente político y, de hecho, aumentaba en las campañas electorales. Solo en el estado de Luisiana se registraron 1081 muertos y cientos de heridos durante la campaña de 1868, aunque no todas las víctimas fueron afroamericanos ni se pueden atribuir al Klan. La criminalidad afectaba también a los miembros y simpatizantes blancos del Partido Republicano. Al contrario que ahora, esta formación era entonces más popular en el norte que en el sur por su rechazo a la Confederación y por ser republicano Abraham Lincoln, el presidente que abolió la esclavitud en 1863.” (Moral 2020:1).

[16]  “American Christian Dixie Knights of the Ku Klux Klan” Tennessee, Florida. “Church of the Ku Klux Klan” DeKalb, TX. “Church of the National Knights of the Ku Klux Klan” South Bend, IN. “Exalted Knights of the Ku Klux Klan”, Tennessee. “Imperial Klans of America of the Ku Klux Klan”, Dawson Springs, KY. “International Keystone Knights of the Ku Klux Klan”, Florida.  “Nordic Order Knights of the Ku Klux Klan”, Indiana, y la lista sigue.  

[17] El Ku-Klux-Klan fue fundado por el masón Nathan Bedford Forrest (1821-1877), quien llegó a ser millonario debido al mercado de esclavos. Posteriormente en 1915 fue revitalizada por otro masón, William Joseph Simmons (1836-1893), logrando su momento cumbre con unos 5 millones de adeptos, y todos los oficiales altos del Klan eran Masones. 

[20] Un ejemplo al respecto, puede verse en el grupo “Imperial Klans of America” fundado el año 1996 en Dawson Springs, KY; en su declaración de creencia señalan:  «CREEMOS que el Hombre Adán (una palabra hebrea que significa: rubicundo, mostrar Sangre, rubor, tornarse rosado) es el padre de la Raza Blanca solamente. Como un hijo de Dios (Lucas 3:38), hecho a Su semejanza (Gén. 5: 1), Adán y sus descendientes, que también son hijos de Dios (Salmo 82: 6; Oseas 1:10; Romanos 8:16; Gálatas 4: 6; I Juan 3: 1-2), puede conocer a YHVH Dios como su creador. El hombre adámico se hace tricotómico, es decir, no solo de cuerpo y alma, sino que tiene un espíritu implantado (Génesis 2: 7; I Tes. 5:23; Heb. 4:12) dándole una forma superior de conciencia y distinguiéndolo de todas las demás razas de la tierra (Deut. 7: 6, 10:15; Amós 3: 2)». (SPLC 2021:1).

[21] Séptima hija de Lyman Beecher (1775-1863), un ministro religioso abolicionista de Boston.

[22]  No siempre se lo menciona, pero durante los cuatro años que duró esta guerra ocurrieron varios avivamientos entre los soldados que fueron cambiando el escenario bélico del conflicto contrapesando con ello las balanzas desajustadas sobre la ética cristiana en el asunto. Por ejemplo, en el “Ejército de la Unión” (abolucionistas) se convirtieron entre 100.000 y 200.000 soldados; entre las fuerzas confederadas (pro-esclavitud), aproximadamente 150.000 soldados se convirtieron a Cristo. Quizás el 10 por ciento de todos los soldados de la “Guerra Civil” experimentaron conversiones durante el conflicto. Además, los generales clave de la Guerra Civil, incluidos Braxton Bragg (1817-1876), Joseph E. Johnston (1807-1891) y John Bell Hood (1831-1879), también se convirtieron a Cristo durante la guerra (Miller ed. 1992:2s). Miller añade: «Un “gran avivamiento” ocurrió entre las fuerzas de Robert E. Lee en el otoño de 1863 y el invierno de 1864. Se convirtieron unos 7.000 soldados. Los avivamientos también barrieron el Ejército de la Unión en ese momento. A veces, la predicación y la oración continuaban las 24 horas del día y las capillas no podían contener a los soldados que querían entrar. […] Las capillas a menudo se construían en los cuartos de los soldados. En 1864, el Ejército de Virginia del Norte solo contaba con 15 capillas. Una capilla construida por el Ejército de Tennessee tenía asientos para más de 1,000 personas. […] Se distribuyeron millones de tratados a los soldados durante la guerra… Solo la Comisión Cristiana de los Estados Unidos distribuyó 30 millones de tratados, muchos de ellos a través de un joven agente llamado Dwight L. Moody.» (Miller ed. 1992:2s).

[23] Aunque el posmilenarismo liberal y posmilenarismo bíblico tienen una mirada positiva del futuro y comparten ciertas creencias, el posmilenarismo bíblico se diferencia del primero en que toma en serio las doctrinas de las Escrituras y la necesidad de predicar el evangelio por todo el mundo (Benware 2010:132). 

[24] El anarcocapitalismo es una filosofía política que promueve la anarquía en el sentido de  una autonomía radical del Estado.  Así, en una sociedad anarcocapitalista, la policía, los tribunales y todos los otros servicios “sociales” serían prestación  del mundo privado en lugar del Estado.

[25] El minarquismo (menos Estado) es una filosofía política derivada del liberalismo que propone que el tamaño, rol e influencia del Estado en una sociedad debería ser el mínimo. Si hay necesidad de ello, sería únicamente para tareas de seguridad y defensa de los ciudadanos de sus derechos esenciales (vida, libertad, propiedad).

[26] Fue una palabra acuñada por Murray Rothbard (1926-1995) y Lew Rockwell en los 90. Básicamente, es una alusión al libertarianismo conservador de la derecha. La derecha vieja (“Old Right”).  Dicho en otras palabras, el paleolibertarismo es una corriente del libertarismo clásico desarrollada por Murray Rothbard, Hans-Hermann Hoppe y Lew Rockwell, que le da importancia transendental a los principios del liberalismo clásico (vida, libertad, propiedad, mercado), pero también,  al valor cultural que traen consigo las instituciones naturales como la familia, la empresa, la iglesia y la educación.   

[27] Llewellyn (Lew) Harrison Rockwell, Jr. (nacido el 1 de julio de 1944 en Boston) más conocido como Lew Rockwell, es un autor, editor y asesor político estadounidense. Libertario y autoproclamado anarcocapitalista;  es además, fundador y presidente del “Instituto Mises”, una entidad no-lucrativa dedicada a la promoción de la “escuela austriaca de economía”.

[28] Título del libro escrito por el propio Kaiser el año 2014. 

[29] Axel Kaiser, Charla: “La Fatal Ignorancia” - FPP 2012. Internet URL: https://youtu.be/ADbwpq7LvEA [citado el 24.04.2021].

[30] Keynes, de donde surge también la corriente keynesiana. Fue un economista de Cambridge que argumentaba que el Estado tenía que regular la economía. Decía que el mercado no se regulaba por sí mismo (como decía Adam Smith), por estas razones creía que el Estado debía estar presente en una serie de acciones para equilibrar la economía. Así, los subsidios, los seguros de desempleo, la generación de trabajo y la redistribución de los ingresos, esto fue lo que vino a llamarse después, un “Estado de bienestar”, o un “Estado benefactor”. Las tesis de Keynes fueron puesta en prácticas en un momento en que el capitalismo sufrió un retroceso a causa de la gran depresión mundial de los 30 y  los efectos de la segunda guerra mundial. En especial, implementado en los EE.UU durante el gobierno de Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) que a pesar de las críticas de los liberales de la época, trajo un crecimiento importante, aunque después de un tiempo, las políticas de Keynes de mostraron deficientes, cuestión que llevó a Argentina, a la difícil situación en la que hoy se encuentra. Al presente el economista argentino Javier Milei —economista y escritor— ha sido unos de los críticos más duros sobre keynesianismo.

[31] Citando al premio nobel de economía Friedrich A. Hayek —el sacerdote de la económica capitalista— quien dijo: “Son las ideas la que en última instancia definen la evolución social…”, claramente podemos ver porqué Kaiser insiste en que las ideas (libertarias) traen el progreso social. 

[32] Kaiser repite esta idea en “La Tiranía de la Igualdad”, 2015, diciendo: “…la solidaridad es un acto espontáneo del espíritu humano y no, como sugiere la izquierda, de la confiscación violenta de la riqueza realizada por los gobernantes.” (Kaiser 2015:49).

[33]Fundación Para el Progreso”, es una asociación chilena liberal que tiene como misión “…el impulsar un cambio cultural que promueva las bases de una sociedad más próspera, libre, digna, inclusiva y en paz; a través de la difusión del ideario liberal en espacios de influencia y la formación de jóvenes líderes que guíen a Chile y América Latina por el camino del progreso.  En su declaración de creencia, podemos observar no la filosofía que impulsa a FPP, sino también su positivismo político antropológico. ¿En qué creemos? FPP Responde: “Creemos que el progreso es el descubrimiento de aquello que aún no conocemos y que ese descubrimiento solo puede darse en espacios de profunda libertad. El potencial humano florece únicamente cuando a las personas les resulta posible desplegar libremente su singularidad, en un juego espontáneo de colaboración voluntaria y pacífica. En FPP vivimos cada día, cada minuto, los principios y valores de una sociedad libre. Creemos  en el valor de la persona humana, la libertad y responsabilidad individual, el respeto, tolerancia y diversidad entre las personas. Luchamos por una sociedad civil empoderada, una economía libre y la cooperación entre las personas. Buscamos la paz, el escepticismo frente al poder, un estado de derecho, interacciones voluntarias y acuerdos libres y abogamos por un estado limitado y gobiernos responsables.” https://fppchile.org/es/mision-vision-y-valores/

[35] “Una visión realista del ser humano: no somos ángeles, pero podemos evitar ser demonios.”

[36] “Visión antiutópica: tratar de perfeccionar la sociedad pero no de hacerla perfecta.”

[37] “Concepción humanista y abierta de la historia: el hombre hace su historia.”

[38]  Por supuesto, el calvinismo no solo acrecentó el progreso económico, filosófico y educativo del capitalismo clásico, también entregó al mismo una noción antropológica equilibrada: el hombre en el poder es proclive a la tiranía  y las masas son proclives a adular a los tiranos. Esto fue lo que llevó a los primeros administradores de este modelo en los países que como EE.UU la ética cristiana era estimada, a tomar cartas en el asunto sobre aquellos magistrados que prevaricaban de sus responsabilidades; de allí aquel predicamento de que frente a la tiranía, es mejor obedecer a Dios antes que a los hombres (Hec. 5:29-31 cf. [Calvino 1967II:1188, 1193, 1194]). Y si bien es cierto que el hombre para Calvino era el problema principal por su decadencia natural (depravación total), la gracia común podía permitir gobiernos mejores por medio de una “aristocracia”; por supuesto, cuando Calvino se refería a esto, no se estaba refiriendo a una aristocracia secular, sino a aquella que se basaba en las virtudes morales de excelencia. Dicho en otras palabras,  para Calvino los más calificados para ejercer cargos de magistrados eran aquellos hombres moralmente íntegros (Singer 2003:70).

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