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miércoles, 17 de mayo de 2017

La alteración de los roles en el matrimonio: otra consecuencia del pecado original

Por J.A. Torres Q.


Pintura: Paul Gustave Doré 

Las consecuencias del pecado original no solo afectaron las relaciones de Dios con los hombres, sino que también, la relación entre el hombre y la mujer.  Génesis 2:21-23 enseña que Dios creó primero a Adán y  luego a Eva.  Y, el propósito del nacimiento de la mujer, nació del mismo Dios quien dijo: “…No es bueno que el hombre esté solo;  le haré ayuda idónea para él.” (Gén. 2:18). El término idónea, surge del vocablo נֶֶגֶֶד (neged), “delante; ante; en presencia, a la vista, frente, en su estimación; derecho hacia adelante” (Vine 2007). Lit.: “La que corresponde a él.” (Truman 1996:46). Del giro עֵ֖זֶר כְּנֶגְדּֽוֹ   (ezér jenegeddón) “…le hare una ayuda que le corresponda” (Keil & Delitzsch 2008:54). Keil añade: “La mujer fue creada, no del polvo de la tierra, sino de una Costilla de Adán, porque ella fue formada para una inseparable unidad y comunión de vida con el hombre, y el modo de la creación fue para establecer el fundamento del orden moral del matrimonio”. (2008:54). Como el mismo apóstol  Pablo señalaría después  (Efe. 5:23), el hombre fue creado con la responsabilidad de  ser cabeza de la relación, la mujer por su parte, “ayuda” (עֵ֖זֶר  [ezér]) no cabeza[1].

Como se observa en el relato del Génesis, las consecuencias del pecado fueron inmediatas, y afectaron a toda la creación, pero también, la relación matrimonial. Como señala MacArthur: “La caída distorsionó y pervirtió el matrimonio.” (MacArthur  2006:14). Adán desobedeció a Dios, y aun viendo la situación[2], no la detuvo (Truman 1996:54), y obedeció a su mujer (Gén. 3:17). Esto es, Adán siendo responsable, cometió el error de ceder ante la propuesta de Eva, y la mujer se salió de su papel de ayuda, para principiar el primer acto de autonomía de parte de la mujer. Las consecuencias para el  hombre se describen en 3:17-19[3], las consecuencias para la mujer, en 3:16: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces;  con dolor darás a luz los hijos;  y tu deseo será para tu marido,  y él se enseñoreará de ti”. Habitualmente la penúltima frase tiende a interpretarse como un deseo sexual, que el hombre ejercerá de manera egoísta sobre ella. Sin embargo, el deseo que se menciona aquí, se refiere al deseo de la mujer, que en vista de las consecuencias del pecado ya no sería ayudar, sino el deseo de controlar[4], tal cual Caín hizo con su hermano, quiso controlarlo[5] hasta el punto que se le salió de las manos, matándolo (Gén. 4:8).  (MacArthur  2006:14). El texto hebreo señala וְאֶל־אִישֵׁךְ֙ תְּשׁ֣וּקָתֵ֔ךְ  (veel-isej tesuqatej) lit.: “y para tu hombre tu deseo”. VM traduce la idea de la siguiente manera: “…y a tu marido estará sujeta tu voluntad, y él será tu señor.” (Gén. 3:16c).  Keil añade: “…ella fue castigada por un deseo que se aproximaba a la enfermedad (…correr, tener un deseo vehemente por algo)…(Keil & Delitzsch 2008:60). En otras palabras. La mujer fue condenada como esposa y madre, a sufrir dolor del cuerpo y angustia de la mente. De compañera y ayuda idónea del hombre partícipe de su cariño, su condición de aquí en adelante sería la de humilde sujeción (Jamieson & Fausset & Brown  2003:23).De acuerdo a Walton, Matthews y Chavalas, la relación esposo-esposa en los matrimonios de la era antigua de la sociedad israelita, se le restaba importancia al rol del amor romántico. La supervivencia de un matrimonio entonces, estaba en el hecho de compartir el trabajo y el número de los hijos que procreaban. La dominación de la esposa por parte del esposo era común. Además los derechos legales con relación a contratos, derechos de propiedad y hereditarios eran principalmente controlados por los hombres (Walton & Matthews & Chavalas   2004:20). Sin duda esta situación exacerbaba la tendencia despótica en los hombres, y por otro lado, el anhelo de las mujeres de ser más libres, y quizás en algún grado también, más autónomas en sus deseos.  Esta situación no fue diferente en la época del NT.  Jan Herca ha hecho un buen resumen de la “Situación social de la mujer judía en tiempos de Jesús”, nombre del capítulo VII, del  libro “Jerusalén en tiempos de Jesús”, escrito por el teólogo luterano  del siglo pasado, Jeremías  Joachim (1900-1977). Notemos algunos datos importantes.

La mujer judía en casa:

“…La situación de la mujer en la casa no se veía modificada, en relación a esta conducta pública. Las hijas, por ejemplo, debían ceder siempre los primeros puestos, e incluso el paso por las puertas, a los muchachos. Su formación se limitaba estrictamente a las labores domésticas, así como a coser y tejer. Cuidaban de los hermanos más pequeños y, respecto del padre, tenían la obligación de alimentarlo, darle de beber, vestirlo, cubrirlo, sacarlo y meterlo cuando era anciano, y lavarle la cara, las manos y los pies.” (Herca  2007:1)

La mujer judía fuera de la casa:

“…cuando la mujer judía salía de su casa, no importaba para qué, tenía que llevar siempre la cara cubierta con un tocado que comprendía dos velos sobre la cabeza, una diadema sobre la frente, con cintas colgantes hasta la barbilla, y una malla de cordones y nudos. De este modo no se podían conocer los rasgos de su rostro. La mujer que de este modo salía de su casa sin llevar la cabeza cubierta ofendía hasta tal punto las “buenas costumbres” […] No que decir tiene que las israelitas, sobre todo las de las ciudades, debían de pasar inadvertidas en público. Las reglas “judaicas” que se seguían entonces mantenían que era preferible no hablar con las mujeres en público para el bien del alma. Estas reglas de “buena educación” prohibían, incluso, encontrarse a solas con una hebrea, y mirar a una casada, o saludarla. Era un deshonor para un alumno de los escribas hablar con una mujer en la calle.” (Herca  2007:1)

La mujer judía en la sociedad judía

“…La sociedad judía de aquel tiempo distinguía tres edades: la menor (qatannah, hasta la edad de doce años y un día), la joven (na’arah, entre los doce y los doce años y medio), y la mayor (bôgeret, después de los doce años y medio). Hasta esta última edad, el cabeza de la familia tenía toda la potestad, a no ser que la joven estuviese ya prometida o separada. Según este código social las hijas no tenían derecho a poseer absolutamente nada: ni el fruto de su trabajo ni lo que pudiese encontrar, por ejemplo, en la calle. Todo era del padre. La hija, hasta los doce años y medio, no podía rechazar un matrimonio impuesto por el padre. El padre podía vender a su hija como esclava, siempre que no hubiera cumplido los doce años. Los esponsales solían celebrarse muy temprano. Al año de ser mayor, la hija celebraba la boda, pasando entonces de la potestad del padre a la del marido. Y realmente, no se sabía qué podía ser peor. Después del contrato de compra-venta, pues eso era en el fondo la ceremonia de esponsales y matrimonio, la mujer pasaba a vivir a la casa del esposo. […] la esposa se encontraba cargada de deberes: tenía que moler el grano, coser, lavar, cocinar, amamantar a los niños, hacer la cama del marido y, en compensación por su sustento, hilar y tejer. Otros añadían incluso a estas obligaciones las de lavar la cara, manos y pies, y preparar la copa del marido. El poder del marido y del padre llegaba al extremo de que, en caso de peligro de muerte, había que salvar antes al marido. Al estar permitida la poligamia, la esposa tenía que soportar la presencia y las constantes afrentas de o de las concubinas. Pero la poligamia sólo podía ser asumida por la gente pudiente y no era habitual. En cuanto al divorcio, que estaba admitido según la Ley mosaica, el derecho estaba única y exclusivamente de parte del marido.  Sólo él podía iniciar el trámite. Esto daba lugar, lógicamente, a constantes abusos.” (Herca  2007:1)

Especial mención merece la situación religiosa de la mujer, en vista que con Jesús,  las mujeres fueron reivindicadas en su valor.  La mujer judía en la religión del judaísmo  tampoco estaba en una misma línea de importancia con el hombre. Esto es, se veía sometida a todas las prescripciones de la Torá y al rigor de las leyes civiles y penales, incluidas la pena de muerte. Además, no tenía acceso a ningún tipo de enseñanza religiosa. Una sentencia del Rabí Eliezer —que cita Herca— señalaba por ejemplo que: “quien enseña la Torá a su hija, le enseña el libertinaje”, y otra replicaba: “Vale más quemar la Torá que transmitirla a las mujeres”. Añade Herca que la mujer no estaba obligada a ir en peregrinación a Jerusalén por las fiestas de Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos, habitar en las tiendas en la fiesta y agitar los lúlab[6], hacer sonar el shofar[7] el día de Año Nuevo, leer el libro de Ester (magillah) en la fiesta de los Purín, recitar cada día el shemá, etc. De las dos partes de la sinagoga, sabbateion y andron, la primera, dedicada al servicio litúrgico, era accesible también a las mujeres; por el contrario, la otra parte, destinada a las lecciones de los escribas, sólo era accesible a los hombres y los muchachos, como ya indica su mismo nombre (Herca  2007:1). En consecuencia, el lector del NT  no debe pasar por alto el contexto cultural  —especialmente el judío[8]—  en el que las mujeres se movían, una sociedad hostil en donde incluso el nacimiento de una mujer, era una desgracia, de allí el lamento rabínico popular: “¡Desdichado aquel cuyos hijos son niñas!” (Nidda en Joachim 1977:386). Sin duda Jesús vino a reivindicar el valor de la mujer en aquella sociedad, no obstante, no quebrantó los propios límites que Dios estableció respecto los roles.

En el día de hoy, la distinción de roles en la sociedad, ha sido uno de los blancos principales del feminismo, y, que a través del concepto acuñado por las feministas   —el “igualitarismo”[9]— ha impulsado  la revuelta feminista incluso dentro de la iglesia evangélica moderna.  Sin embargo, y esto debemos subrayar, los roles no fueron impuestos desde la cultura, sino desde la misma creación (Gén. 2:18), lo cual no sólo observamos en el Génesis; Pablo subraya en sus epístolas las exigencia que se le pide a ella y a él, subrayando con ello el modelo original corrompido por el pecado.  La responsabilidad que le toca al hombre para con ella entonces, conlleva incluso dar su vida por ella, cuidándola como Cristo lo hizo con Su iglesia  (Efe. 5:25; Col. 3:19). A ella, se le pide que respete a su marido (Efe. 5:33) y que se sujete a él (cf. Col. 3:18; 1 Ped. 3:1; Tit. 2:5; 1 Cor. 14:34; Efe. 5:22,24; 1 Cor. 14:34). Lo anterior, es no sólo el modelo familiar que el NT quiere que los creyentes mantengan en sus hogares, también es el modelo que el NT y Dios desea se refleje en el culto público (1 Tim. 2:9-15; 1 Cor. 14:34), lo cual de manera particular, Pablo vuelve a recalcar en el caso de la mujer, en vista de su tendencia natural a salirse del control del hombre. “Porque no permito a la mujer enseñar,  ni ejercer dominio sobre el hombre,  sino estar en silencio.” (1 Tim. 2:12).  Es interesante notar que Pablo usa el término traducido como “ejercer dominio”RV60, “ejercer autoridad”BLA, “dominar al hombre”DHH, “imponer su autoridad” LPD de αὐθεντέω (authentéo) un vocablo compuesto de “autos”, uno mismo, y el término derivado de “jentes”, que significaba funcionante, o funcionando; de allí,  el que actuaba, o en este caso, la que actuaba por su propia cuenta y ejerciendo autoridad por propia cuenta, o como sería en nuestro contexto, “usurpando autoridad”[10], dicho de otro modo, autónoma. Vine añade: “En su utilización más antigua la palabra [αὐθεντέω (authentéo)] significaba a uno que con su propia mano daba muerte a otros o a sí mismo. Más tarde vino a denotar a uno que actúa asumiendo autoridad por su propia cuenta; de ahí, ejercer autoridad, dominio” (Vine 2007:295). Uno podría pensar que después de cuatro mil años la situación matrimonial mejoraría, sin embargo eso no ha sido así. Sin embargo, y al menos, los creyentes estamos sujetos hoy a Su Palabra de manera que la responsabilidad de los maridos —como ya hemos señalado— para con ella conlleva incluso dar su vida por ella, cuidándola como Cristo lo hizo con Su iglesia  (Efe. 5:25; Col. 3:19) evitando todo clase de despotismo[11] y aspereza con ella. A ella, —volvemos a mencionar— se le pide que respete a su marido (Efe. 5:33) y que se sujete a él, lo cual Pablo subraya de una manera reiterativa, lo cual no es tautología paulina  (cf. Col. 3:18; 1 Ped. 3:1; Tit. 2:5; 1 Cor. 14:34; Efe. 5:22,24; 1 Cor. 14:34). Éste es entonces es el modelo familiar que —como señalamos— el NT quiere que los creyentes mantengan no sólo en el hogar, sino también en el culto público (cf. 1 Tim. 2:9-15; 1 Cor. 14:34).


Bibliografía

Carson A. Donald 1996. Falacias exegéticas. Viladecavalls, España: Clie.
Herca, Jan  2009. Situación social de la mujer judía en tiempos de Jesús. Internet URL:
Jeremías, Joachim 1977. Jerusalén en tiempos de Jesús: estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento. Madrid, España: Cristiandad.
Jamieson & Fausset et al. 2003. Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, Tomo I: El Antiguo  Testamento. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.
Keil, Carl & Delitzsch J. Franz 2008. Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Kittel & Friedrich et al. 2002. Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
MacArthur, John  2010. El dilema del divorcio, la Palabra de Dios para un compromiso permanente. El Paso, TX: Hispano.
Lópes, Augusto, Nicodemus 2014. Ordenación de la mujer, Respuestas Vol. 3. Guadalupe, Costa Rica: Clir.
Oepke  en:  Kittel & Friedrich et al. 2002. Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 137.
Truman, Cliff 1996.Génesis. Terrassa, Barcelona, España: Clie.
Walton H. John, Matthews. H. Víctor  y Chavalas W. Mark   eds.  2004.  Comentario del contexto cultural de la Biblia, Antiguo Testamento, el trasfondo cultural de cada pasaje del Antiguo Testamento. El Paso, Texas, EE.UU.: Hispano.
Vine, W.E. 1999. Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo. Nashville, TN: Caribe.






[1] El feminismo “eclesiástico” —una corriente bastante fuerte estos últimos años—  insiste que cabeza significa fuente, sin embargo, y como señala D.A. Carson, esta es otra falacia exegética inventada por Mickelsen, legada según Carson de S. Bedale (Carson 2013:43-44)
[2] El profesor Truman comentando 3:6 señala: «La frase hebrea “con ella”, imá, debe ser traducida e incluida en le texto: “a su marido con ella”. Esta frase implica que Adán estaba en olas inmediaciones, pero no la detuvo, haciéndose así doblemente culpable.» (Truman 1996:54).
[3] “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer,  y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él;  maldita será la tierra por tu causa;  con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá,  y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra,  porque de ella fuiste tomado;  pues polvo eres,  y al polvo volverás.” (Gén. 3:17-19). 
[4] El profesor Truman señala que parte de las reacciones de la mujer se describen a ella lanzando recriminaciones y tiranía, y además, deseo desmesurado (Truman 1996:58).
[5] “Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado,  y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres,  ¿no serás enaltecido?  y si no hicieres bien,  el pecado está a la puerta;  con todo esto,  a ti será su deseo,  y tú te enseñorearás de él.” (Gén. 4:6-7) RV60.
[6] Rama de palmera.
[7] Instrumento musical litúrgico judío.
[8] La situación la mujeres romanas, no era la misma, en donde a diferencia de la judías, las mujeres romanas podían acceder la educación, las matronas por ejemplo, gozaban  de un alto estatus  (Oepke 2003:137).
[9]Iguales en valor, iguales en roles”, un concepto humanista y secular, que ha entrado de manera desbocada al que hacer evangelical, no es casual que hoy en día no sólo se hable  “pastoras”, sino que desde hace un tiempo, se viene reclamando la ordenación de las mismas no sólo en Europa, —algo  aceptado — sino con mayor fuerza en estos últimos tiempos, en Latinoamérica.  Especial mención  merecen los agentes de influencia feminista humanista, especialmente desde la primera ola feminista con la inglesa Mary Wollstonecraft (1759-1797), y su libro “Una Vindicación de los Derechos de la Mujer”; Olimpe de Gouges (1748-1793), quien una año después publicaría, “Los Derechos de la Mujer”; la americana Judith Sargent (1751-1820)  quien publicaría, “La Igualdad de los Sexos”. La proliferación de escritos, reflexiones y propaganda feministas después de estos primeros escritos, no se hizo esperar, así aparecieron un sin fin de figuras feministas. Así en 1848 cerca de 100  mujeres se reunieron en New York, para ratificar la igualdad, estipulada en la “Declaración  de los sentimientos.”  No obstante, la construcción el feminismo moderno, ha sido encausado por la francesa Simone de Beauvoir (1908-1986) y Betty Friedan (1960-2006), ambas, con una influencia directa sobre la ola feminista eclesiástica, de aquí surge en el año 1952, el libro, “El Trabajo y el estatus de la mujer en la Iglesia” de Katherine  Bliss. Esto sirvió para que en el año 1961, en el Concilio Mundial de Iglesias, promoviera el panfleto, acerca de “la ordenación de las mujeres”, de esta manera, vendría la arremetida  hermenéutica-feminista de la igualdad de roles, basada en una eiségesis táctica de pasajes como Gálatas 3:28  (Lópes  2014:9-25) 
[10] Versión Revisada Inglesa.
[11] El término usado es מָשַׁל (mashál) que tiene la idea de gobernar, apoderarse, dominar sobre ella, con cierta idea de dominio negativo.

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