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I. Definiciones
No hay sólo una definición sobre lo que es la disciplina en la iglesia. Por ahora, las siguientes definiciones son las que creemos son las más claras, completas y bíblicas.
“La disciplina de la Iglesia no es punitiva, pues Cristo pagó por nuestros pecados al dar su vida en la cruz del Calvario. Por el contrario, el propósito de la disciplina es redención, corrección, protección y purificación, así como evitar consecuencias mayores en la vida de aquellos que han pecado. Al ejercer la disciplina, la Iglesia busca reivindicar la santidad de Dios que ha sido violada por el pecador, así como la protección y purificación de la iglesia y sus miembros… Ahora bien, la oveja que ha sido perdonada y que está siendo restaurada por Dios, está en medio de un proceso de disciplina que tiene como objetivo final la transformación del carácter de la persona. Esta es la razón por la que la persona en disciplina es removida temporalmente de cualquier posición de liderazgo que ocupaba en la iglesia, no como una forma de castigo, sino precisamente para que pueda ocuparse en formar y desarrollar su carácter, a fin de que una vez transformado el carácter, él o ella pueda volver a servir al Señor en medio de su pueblo.”[1] (Núñez) “La iglesia es un lugar donde todo debe hacerse “decentemente y con orden” (1 Co. 14:40). El orden es necesario para la edificación. Y la disciplina también es necesaria en la vida de cada creyente. Jay Adams resume la conexión entre la disciplina ordenada, el aprendizaje, y la vida cristiana en general: “Cuando somos bautizados en la iglesia, nos matriculamos en la escuela de Cristo. Entonces, durante el resto de nuestras vidas terrenales, debemos de estar dispuestos a ser enseñados a obedecer los hechos y los mandatos de Cristo. A esto se le llama ‘educación reforzada’, ya que está respaldada por la disciplina y el orden; dos elementos vitales para que se lleve a cabo el aprendizaje”. Así que la disciplina se trata de educar y aprender, ordenar y crecer. La disciplina en la vida de la congregación y sus miembros provee una atmósfera de crecimiento y desarrollo. Es esta disciplina la que nos conduce hacia la joya única de la semejanza a Cristo.”[2] (Anyabwile) “La
disciplina* en la iglesia busca la gloria de Dios (2 Cor. 6:14–7:1), la
pureza de la iglesia (1 Cor. 5:6; 11:27), y la corrección del ofensor (1 Tim.
1:20; 2 Tes. 3:14; 1 Cor. 5:5). La disciplina fiel disuadirá a otros
de pecar (1 Tim. 5:20) y evitar los juicios de Cristo (Apoc. 2:14–25). La
disciplina administrativa procura mantener buen orden en la iglesia… Diferentes
grados de censura sirven para reprender y restaurar al culpable: admonición
(Mat. 18:15–18; 1 Tim. 5:20), suspensión de la mesa del Señor (1 Cor. 11:27;
2 Tes. 3:6–15) y excomunión (Mat. 18:17; Tito 3:10; 1 Cor. 5:5, 11; Gál.
1:9). El compañerismo amoroso proporciona el contexto para una disciplina que
es más preventiva que correctiva.”[3] (Clowney) |
Teniendo en cuenta las opiniones anteriores, y, considerando los elementos bíblicos transcendentales de la disciplina (orden, santidad, carácter, servicio), podemos resumir la idea de disciplina bíblica de la siguiente manera.
La disciplina correctiva es una
práctica necesaria en la iglesia, pues la santidad es la marca de
todos los creyentes llamados (cf. 1
Cor. 1:2; 6:1ss; Efe. 1:4; 5:3; Col. 1:22; 3:12; 1 Ped. 1:16). Ahora, no es disciplina
punitiva pues Cristo pagó por nuestros pecados al dar su vida en la cruz del
Calvario (Mt. 27.32-56; Mr. 15.21-41; Jn. 19.17-30). Sin embargo, aunque Dios
puede aplicar la disciplina punitiva drásticamente (1 Cor. 11:28-32) en casos
de endurecimiento rebelde, en Su misericordia ha dado a la iglesia la
posibilidad de que el creyente enmiende su pecado por medio de una
respuesta inmediata a la exhortación constante de la predicación bíblica —que
es el medio directo de cambio (2 Tim. 3:16-17)— y en los casos más difíciles,
justamente, por medio del proceso mismo de la disciplina (Mt. 18:15-20; Heb.
12:5-6). Ahora, la disciplina en la iglesia es necesaria porque mantiene la
santidad de la grey (1 Ped. 1:14-17), inculca el temor reverente a Dios (1
Tim. 5:20), protege al infractor de juicios más severos por parte de Dios (Pro.
3:11-12; 1 Cor. 11:27-32) y lleva al creyente por un proceso necesario de
autoconfrontación y recapacitación sobre sus acciones
pecaminosas (1 Cor. 11:31-32; 2 Cor. 13:5). Mientras dura la disciplina, la
persona debe ser removida temporalmente de cualquier labor o posición de
liderazgo en la iglesia, no como una forma de castigo, sino precisamente,
para que pueda ocuparse en reformar y desarrollar su carácter
por medio del proceso mismo de reflexión y arrepentimiento que incluye
la disciplina y que Dios espera de cada creyente por medio de la conversión:
una vuelta al camino correcto (cf.
1 Cor. 1:2; 6:1ss; Efe. 1:4; 5:3; Col. 1:22; 3:12; 1 Ped. 1:16). |
II. Introducción
Toda iglesia tarde o temprano se verá enfrentada a disciplinar, sin embargo, las primeras ideas que se tiene de ello, no son positivas. De hecho, y en general los “líderes” de una iglesia en muchos casos prefieren pasar por alto este proceso que involucrarse en la acción de disciplinar a un miembro de su iglesia. Esto sucede por cuatro razones generales.
1. Primero, por un
desconocimiento y/o descuido de parte de los ancianos de cuál es el estándar de
la iglesia y de lo que la Biblia enseña al respecto (1 Tim. 3:15; Efe. 5:27; 1
Ped. 1:14-17).
2. Segundo, simplemente por
una negligencia pecaminosa del equipo pastoral y de lo que está en juego cuando
se omite un proceso puntual de disciplina, que es el estándar de santidad que
Dios espera de Su iglesia (cf. Rom.
1:7; 1 Cor. 1:2; Efe. 1:4; 1 Ped. 1:14-17; Col. 3:12).
3. Tercero, como bien
señala el Pr. Miguel Núñez[4], cada
vez menos iglesias están dispuestas a disciplinar y esto en gran parte se debe
a una trivialización cultural interna de lo que es la santidad de Dios y
concretamente, la pérdida del temor reverente que implica pasar por alto el
pecado ante un Dios Santo y celoso (Núñez 2018:58) y quien, justamente,
por medio de Cristo se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas (Tit. 2:14).
4. Núñez menciona una cuarta causa que no deja de ser preocupante: el egocentrismo cultura de nuestra generación reflejado en la idea de que sí, me gusta que me ayuden, pero si se trata de ser corregido, nadie debe inmiscuirse, pues nadie tiene el derecho a hacerlo. Bien señala el pastor MacArthur: “La declaración de Jesús, interpretada y aplicada erróneamente, de que no debemos juzgar para no ser juzgados (Mt. 7:1) se ha utilizado para justificar la tolerancia de todo tipo de pecado y falsa enseñanza. Las ideas de que la privacidad de cada persona debe protegerse esencialmente, y de que cada uno quien es responsable solo de sí mismo, han envuelto a gran parte de la iglesia. Bajo el disfraz de falso amor y humildad ficticia que se rehúsan a pedir cuenta a otros, algunos cristianos al igual que muchos incrédulos están dedicados a la idea anti bíblica de “vivir y dejar vivir” (MacArthur 2017:1027). No obstante, Pedro es explícito en esto cuando enseña:
1 Ped. 1:14-17
como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais
estando en vuestra ignorancia; 15 sino,
como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra
manera de vivir; 16 porque escrito
está: Sed santos, porque yo soy santo. 17
Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según
la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra
peregrinación. |
Note lo que Dios espera de cada creyente. 1) Ser un hijo obediente. 2) Ser un creyente que ha dejado los deseos pecaminosos. 3) Ser un creyente que busca la santidad en toda su conducta. 4) Ser un creyente que se conduce en el temor a Dios, esto incluye, rendir cuentas (cf. Stg. 5:16; Heb. 10:24-25; Rom. 14:12).
III. ¿Cuándo es necesaria la disciplina?
Más de alguna vez hemos sido testigos de los berrinches de un niño en un supermercado, y peor aún, la paciencia pecaminosa de su madre. Por supuesto, no podemos inmiscuirnos, pues, no es nuestro hijo, mayor aún, no es una madre creyente. Sin embargo, las cosas en una iglesia son muy diferentes, pues, la iglesia no sólo es un organismo viviente, por sobre todo, es una familia espiritual que por vocación debe agradar a Dios (Gál. 6:10; Efe. 2:19). Ahora, el deber de la disciplina en la iglesia no sólo es un asunto de perogrullo (Heb. 12:6-8), pues, Dios disciplina a Sus hijos, y el Señor mismo ha ordenado a la iglesia corregir el pecado y si es necesario, disciplinar al pecador, incluso, excomulgarlo[5] de la comunión (Mt. 18:15-17; 1 Cor. 5:1-13; Heb. 12:6-11; 1 Tim. 5:20). Jesús mismo en sus últimas instrucciones a la iglesia de Laodicea declara: “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (Apo. 3:19). Note los siguientes ejemplos, en los que se hace más que evidente el deber de exhortar, corregir, ordenar y por supuesto, disciplinar según sea el caso. Algunas conductas pecaminosas que requieren amonestación, pero también, disciplina y esto, basados en lo que Dios ha revelado.
1. Dios
no permite el desorden[6] (2
Tes. 3:6 [cf. vs. 7]; 1 Cor. 14:27-28, 40)
2. Dios
no permite la ociosidad[7] (2
Tes. 3:11; 1 Tes. 5:14)
3. Dios
sanciona el no arrepentimiento (Rom. 2:5)
4. Dios
sanciona el no perdonar (Mt. 6:14-15)
5. Dios
no permite la hipocresía (Rom. 2:21-23; Gál. 11-14; Col. 3:8)
6. Dios
no permite el pecado continuo (Rom. 6:1-2; 12-13; Heb. 12:1-2)
7. Dios
no permite la jactancia y la soberbia (Rom. 11:17-21; Stg. 3:14)
8. Dios
no permite a los cismáticos (Rom. 16:17; 1 Cor. 10:32; Pro. 6:19)
9. Dios
desecha a los que causan división (Tit. 3:10-11; Jud. 19)
10. Dios
no permite la fornicación (1 Cor. 5:1-2; Efe. 5:3; Col. 3:5)
11. Dios
no permite a los avaros (1 Cor. 5:11a; 6:10)
12. Dios
no permite a los idólatras (1 Cor 5:11b; 6:9)
13. Dios
no permite a los maldicientes (1 Cor. 5:11c; 6:10)
14. Dios
no permite a los borrachos (1 Cor 5:11d; 6:10; 11:21)
15. Dios
no permite a los ladrones (1 Cor 5:11f)
16. Dios
no permite a los adúlteros (1 Cor 6:9)
17. Dios
no permite a los estafadores (1 Cor. 6:10)
18. Dios
no permite a los irreverentes (1 Cor. 11:27-29)
19. Dios
no permite la insurrección femenina (1 Cor. 14:34-36; Efe. 5:22)
20. Dios
no permite la adulteración de Su palabra (2 Cor. 4:1-2)
21. Dios
no permite el yugo desigual (2 Cor. 6:14; Stg. 4:4)
22. Dios
no permite la adulteración del evangelio (Gál. 1:6-10; 2 Ped. 3:16)
23. Dios
no permite los celos (Gál. 5:20; Stg. 3:16)
24. Dios
no permite la ira desbordada (Efe. 4:31; Col. 3:8)
25. Dios
no permite las contiendas y enemistades (Gál. 5:20; 2 Tim. 2:14)
26. Dios
no permite la mentira (Efe. 4:22-25; Stg. 5:14)
27. Dios
no permite palabras corrompidas (Efe. 4:29)
28. Dios
no permite la avaricia (Col. 3:5; 1 Tim. 3:3)
29. Dios
no permite la malicia (Col. 3:8)
30. Dios
no permite otras doctrinas (1 Tim. 1:3,10; 1 Tim. 4:16; 6:3s; 2 Jn. 9-10)
31. Dios
no permite la calumnia (1 Tim. 3:11; 2 Tim. 3:3; Tit. 2:3)
32. Dios
no permite la difamación (Tit. 3:2)
33. Dios
no permite la soberbia (2 Tim. 3:2; 1 Ped. 5:5)
34. Dios
no permite a los contumaces (Tit. 1:10; 2 Ped. 2:10)
35. Dios
no permite la anomia (Tit. 3:1s; Rom. 13)
36. Dios
no permite la amargura (Heb. 12:15)
37. Dios
no permite el desacato a los pastores (Heb. 13:17)
38. Dios
no permite el odio a los hermanos (1 Jn. 2:9-11)
39. Dios no permite el libertinaje (Jud. 4)
Si algunas de estas conductas están presentes en algún “creyente” es urgente la amonestación, y si es necesario, la disciplina (Núñez 2018:59). Bien señala que Pr. Núñez, el enfoque de la iglesia primitiva, no era en primera instancia lo cuantitativo o la koinonía, sino, la santidad. Por supuesto, Dios es el que hace crecer la iglesia, pero más aún, el que está interesado en la santidad de sus miembros, esta es la razón del por qué en sus primeros días la iglesia fue testigo de una disciplina drástica de parte de Dios en el caso de Ananías y Safira, lo cual fue un precedente que Dios quiso establecer (Hec. 5:1-11). Sí, Dios desea que la iglesia tenga comunión, que crezca, pero más que esto, espera que sus miembros sean responsablemente santos en todos los aspectos del vivir dentro y fuera de la iglesia (1 Ped. 1:15-16; Col. 4:5).
Teniendo en cuenta todo lo anterior, no debemos olvidar que la iglesia no sólo es sal y luz de este mundo (Mt. 5:13-16), columna y baluarte de la verdad (1 Tim. 3:15), es además, un grupo de hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa (Fil. 2:15b), y piedras vivas que deben ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo (1 Ped. 2:5). Estas características —entre otras más— suponen que cada creyente comprende su vocación y la coherencia espiritual de saber conducirse como tal (1 Ped. 1:15-16). Por esta razón, los pastores (ancianos) de una iglesia no pueden rebajar el estándar que Dios mismo establece para con Su iglesia, pues Cristo se dio a sí mismo por la iglesia “…a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.” (Efe. 5:27 LBLA). Es evidente que Pablo usando un lenguaje ilustrativo, enseña a las iglesias de Asia Menor que la naturaleza presente de la iglesia debe ser sin mancha[8] ni arruga[9]. Aunque Cristo llevará a ésta iglesia y se entregó con ese propósito por ella, al comienzo de la epístola Pablo no sólo resalta la acción de Cristo al final del proceso, sino, el deber presente de cada creyente en vista de su llamado. Por eso leemos que parte del propósito de la elección es que “…seamos santos y sin mancha delante de él” no después, sino, durante nuestro peregrinaje en esta tierra (1 Ped. 1:15-17) (Arnold & Haley 2016:400)
IV. El concepto bíblico de la disciplina
La disciplina según el NT no es un castigo, sino, una muestra de amor; esto puede parecer contraproducente para muchas personas dentro de la iglesia, pero no lo es, pues, es la relación normal que Dios tiene con quienes son sus hijos. El autor de la epístola a los hebreos no puede ser más claro cuando escribe: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos.” (Heb. 12:6-8). Con habitualidad la mayoría de las personas en una iglesia poco madura, toma la disciplina como algo negativo, como un menoscabo personal. Sin embargo, si tal persona es un creyente genuino, aunque sea dolorosa, comprenderá que la disciplina es un acto de misericordia de Dios para que tal persona no sólo reflexione sobre la santidad de Dios, enmiende su camino, sino también, comprenda que las cosas del Señor deben tomarse en serio. Esta es la razón detrás de las advertencias de Pablo a los corintios cuando en el contexto de la santa cena escribe:
1 Cor. 11:28-32
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la
copa. 29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del
Señor, juicio come y bebe para sí. 30 Por
lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros
mismos, no seríamos juzgados; 32 mas
siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados
con el mundo. |
V. Los responsables de la disciplina
Aunque Dios mismo es quien puede ejercer disciplina directa como lo señala el caso de Ananías y Safira, incluyendo las advertencias a los corintios (Hec. 5:1-11; 1 Cor. 11:28-32), en su misericordia ha delegado a los “líderes” de la iglesia corregir el pecado por medio de conductos regulares explícitos. Sin embargo, aunque los ancianos de la iglesia tienen esta responsabilidad, en realidad toda la iglesia es llamada a participar de una disciplina (Mt. 18:15-20; Jn. 20:21-23; 1 Cor. 5:4; Rom. 15:14).
Ahora bien, debido al rol de los ancianos en la iglesia, éstos son los primeros delegados por Dios para "administrar" el proceso de la disciplina junto con la iglesia que debe asentir si el caso así lo amerita. Una breve explicación al respecto nos ayudará a comprender lo anterior, en especial, relativo al deber pastoral en este asunto. Según el NT, la iglesia debe ser gobernada por un grupo de “ancianos” (gr. πρεσβύτερος [presbúteros]), esto es, por una pluralidad de presbíteros[10] (ancianos). La estructura es la siguiente.
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Funciones de los ancianos |
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Gr. ἐπίσκοπος[11] (epískopos) Función episcopal |
Honor del llamado |
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Anciano |
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Gr. ἡγέομαι[13] (jeguéomai) Función guiadora |
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Gr. ποιμήν[14] (poimén) Función pastoral |
Generalmente se nos dice que anciano, pastor y obispo son términos intercambiables, sin embargo, aunque se refieren a una misma persona, son vocablos distintos que enfatizan diferentes aspectos del rol de un anciano. Primero, un anciano es en sí, el honor de ser un "líder"-servidor de la iglesia (título oficial). Ahora, relativo a las funciones, la primera función de un anciano, —el orden no altera el producto— la función episcopal (Hch. 20:28; Fil. 1:1; 1Ti. 3:2; Tit. 1:7; 1 Pe. 2:25). Esta función se deriva del mismo término usado para traducir obispo, que es ἐπίσκοπος[15] (epískopos) y, las funciones de un obispo son el ser un “supervisor”, un “vigilante”, y de allí, los diversos aspectos que implica el término correlativos a la supervisión de la iglesia; por otro lado, y, según el NT, un anciano en su rol obispal debe velar el rebaño, apacentarlo, tutelarlo (Hec. 20:28), pero también, proteger a la iglesia (Fil. 1:1) como un buen administrador, siendo no solo un retenedor de la palabra fiel, sino también, siendo sobrio, dueño de sí mismo (circunspecto), amante de lo bueno, todas las características que se necesitan para enseñar, pero también, exhortar y convencer a los que no quieren someterse al estándar de Dios para la iglesia y los creyentes (Tit. 1:7-9) (Knight 2016:154).
Esto en sí, pone sobre los hombros de los ancianos (pastores) la responsabilidad de corregir lo malo e impartir reconvenciones y, por ende, disciplina cuando las circunstancias lo ameritan. Algo similar sucede con la función pastoral. Un anciano además de ser obispo, es ποιμήν (poimén) que se traduce en el NT como pastor (cf. Mt 9:36; 25:32; 26:31; Mc 6:34; 14:27; Lc. 2:8,15,18,20; Jn. 10:2,11(×2),12,14,16; Efe. 4:11; Heb. 13:20; 1 Pe 2:25). Pedro escribe: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada. Apacentad[16] la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella…” (1 Ped. 5:1,2a). Es claro en el NT que cada iglesia tenía más de un anciano-pastor (cf. Hec. 14:23; Fil. 1:1) siendo un equipo pastoral ejerciendo tales tareas; además, las funciones pastorales a la luz de la función pastoral no sólo implican alimentar a las ovejas, cuidarlas de los peligros, sino también, enmendar el camino de aquellas ovejas que se apartaban del camino. Ilustrativamente, el pastor no sólo alimenta a las ovejas con la palabra de Dios (1 Ped. 5:1s), también tiene una vara y un cayado para infundir aliento (Sal. 23), pero también, disciplina a aquella oveja rebelde.
Finalmente, otra función del anciano, es la de guiar a la grey y el NT usa el término de ἡγέομαι (jeguéomai) 29 veces en el NT en un sentido uso general, y 7 veces, como parte de la responsabilidad de guiar a la iglesia, lo cual implica “presidir”, “gobernar”, incluso, “ordenar” al rebaño, esto es, la iglesia (cf. Mt. 2:6; Lc. 22:26; Hec. 7:10; 15:22; Heb. 13:7, 17, 24). Vale la aclaración del profesor Beyer aquí, respecto lo que significa ser un pastor, o más bien aquí, el de un guiador. Así escribe: «…la traducción “pastores” que se tiene de la versión RV no es la más correcta, ya que la palabra en griego para pastor es ποιμήν (poimén), en cambio, el vocablo que utiliza el autor de la carta en este capítulo es ἡγούμενον (jegúmenon) [acordaos de vuestros jegúmenon→ “pastores”RV60)] que significa más bien “líderes, guiadores, dirigentes, gobernantes”, esta palabra se aplicaba en el contexto del NT a los políticos, funcionarios y gobernadores del pueblo, pero en el ambiente eclesial los líderes espirituales son llamados ancianos (“…gobiernan…” 1 Tim 5:17)»[17] (Beyer 2015:312).
En términos generales las funciones de un πρεσβύτερος (presbúteros [anciano]), que incluyen el ser ἐπίσκοπος (epískopos [obispo]) el ser ποιμήν (poimén) “pastor”, y un ἡγέομαι (jeguéomai) “guiador”, todas, en el sentido correctivo, implican corregir lo deficiente (Tit. 1:5 cf. [Hec. 14:23; 1 Tim. 5:17]), lo cual incluye la prerrogativa de disciplinar. Cutrer al respecto señala: “Cuando surge una crisis a partir de un pecado personal, en particular cuando la persona no se ha arrepentido, el liderazgo de la iglesia tiene la obligación de lidiar con la situación según enseña la biblia. Afortunadamente, Jesús bosquejó el proceso con claridad en Mateo 18:15-17”[18] (Cutrer)
VI. El proceso de la disciplina
De acuerdo al NT y de hecho, el propio Señor considera que la disciplina es parte de la dinámica de la iglesia e implica un conducto regular preliminar, cuestión que se revela en especial, en Mateo 18:15 al 20.
Mt. 18:15-20
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele estando tú y él
solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la
iglesia, tenle por gentil y publicano. 18
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo;
y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. 19 Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que
pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. |
De acuerdo al clásico pasaje de la disciplina que tenemos aquí, la aplicación de la disciplina implica pasos preliminares en concordancia a la respuesta de una persona en la iglesia y a la vez, resoluciones formales que van escalando dependiendo de la respuesta de quien ha pecado. Ahora, si bien es cierto este pasaje no se refiere a cada caso, —porque cada caso es diferente— sí ofrece principios autoritativos y normativos de como actuar frente a las acciones pecaminosas dentro de la iglesia. Pasos y resoluciones es la dinámica del proceso. Ahora bien, como elemento hermenéutico hay tomar en cuenta como bien lo expone el profesor Carballosa[19], el contexto de este pasaje (Mt. 18:6-14) que tiene relación a los tropiezos, tanto de los que hacen tropezar a otros, como de tropezar uno mismo (Carballosa 2010:139). Notemos un resumen de lo que este pasaje enseña.
Pasos |
Resoluciones |
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1. Frente
al pecado (ἁμαρτάνω
[jamartano] errar al blanco) el
ofendido, o cualquier creyente que sea testigo de algún pecado debe dar el
paso preliminar, yendo personalmente donde el “hermano” (Mt. 18:15a; Gál.
2:11; Lev. 19:16-17) que ha pecado en contra de otro y por supuesto, primeramente
ante Dios; este paso debe darlo el ofendido o quien llega a saber de un
pecado directamente, pecado que afecta la honra y santidad de la iglesia; la
responsabilidad de quien debe (ve) abordar a tal persona, es reprenderlo, lo
cual no es una sugerencia suave, sino, una reconvención rigurosa (ἐλέγχω [amonestar, exponer,
poner a la luz, descubrir] cf. Stg.
4:8-10); como añade MacArthur, esto implica que todos los creyentes sean
viejo, joven, chico, rico, pobre, hombre o mujer, debe ser “confrontado”[20]
cuando peca y esto (MacArthur 2017:1030), con el fin de primero, el hermano escuche la reprensión
basada en la verdad quebrantada (2 Tim. 3:16). Por supuesto, la idea de
“escuchar” aquí no se refiere solamente al sentido primario de este término,
sino, a reaccionar frente al pecado y cambiar la dirección de la conducta del
que ha pecado. |
En
este primer paso, la resolución es doble. Primero, si el pecador escucha la reprensión
que debe ser en amor, pero a la vez, directa (cf. Gál. 6:1; Stg. 5:19-20), cambiando su dirección (conversión),
la disciplina queda hasta ahí, pues la restauración se ha dado (Mt. 18:15b). Sin
embargo, si el que ha pecado no desea escuchar la reconvención, el creyente
que lo ha abordado, debe intentar exhortarlo por segunda vez, pero esta vez, para
redargüirlo con testigos para constatar toda palabra dicha por quien ha
pecado (Mt. 18:16-17; Deut. 19:15). La presencia de testigos es clave, pues
no solo sirve como confirmación del hecho pecaminoso, sino también, para
constatar que el que ha pecado, ya fue interpelado y se le ha vuelto a llamar
(MacArthur
2017:1037). |
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2. Si
el pecador no escucha la primera instancia (privada), y tampoco la segunda
instancia (semiprivada) con testigos, la situación debe presentarse a la
membresía (la iglesia) públicamente, por medio de los ancianos de la iglesia,
para que la iglesia en su conjunto no solo esté notificada, sino que también,
esté correctamente informada, no caiga en murmuraciones, sino más bien, ejerza
su papel como cuerpo de Cristo exhortando al hermano a arrepentirse (cf. Heb. 3:13; 10:24-25), pues, como
bien señala el profesor Luz, el pecado en el cuerpo de Cristo no solo afecta
al que lo comete, sino a toda la comunidad (Luz 2012III:68). |
La
resolución que sigue ahora, es no solo informar a la iglesia de la situación sobre
su negativa a arrepentirse; ahora, se añade una instrucción dura. Ya que no ha querido responder a la primera
instancia (privadamente), la segunda (con testigos) y tercera instancia (la
iglesia) de reprensión, el Señor ordena a la iglesia tenerlo (imperativo) como
gentil y publicano, que es una expresión sinónima de que se está frente a un no
creyente, lo cual implica excomunión (MacArthur 2017:1037, así también, Millos
2009:1227). Hay que añadir que la expresión “gentil y publicano” es una
expresión fuerte que se usaba para referirse a paganos quienes no eran
admitidos en medio del pueblo de Israel (2009:1227). En vista que se ha
aplicado el procedimiento indicado, el NT no excluye la posibilidad —aunque
remota— de que haya un arrepentimiento (2 Cor. 7:10), sin embargo, sino es
“según” Dios, la situación no debe minimizarse o peor aún, pasarse por alto.
Mientras el pecado flagrante persista, sin deseo alguno de cambio
(arrepentimiento), la disciplina debe permanecer. |
VII. El propósito de la disciplina, cuatro propósitos[21]
Finalmente, la disciplina de la iglesia implica considerar la necesidad de ciertas coordenadas bíblicas, que nos recuerdan el por qué es necesario considerar y aplicar la disciplina cuando el caso así lo amerita. Cinco propósito relevantes.
1. Primero, la disciplina pretende recordar. Recordar que la iglesia no es un club deportivo, una junta de vecinos, sino, la iglesia de Cristo que él ganó por su propia sangre (Hec. 20:28s) el grupo de personas salvadas llamadas a ser santas (1 Ped. 1:15-16), ser sal y luz (Mt. 5:13-16) en medio de una generación malvada y perversa (Fil. 2:15) como representantes de la iglesia de Dios, columna y baluarte de la verdad revelada (1 Tim. 3:15).
2. Segundo la disciplina pretende exponer. Al pecado “le encanta” esconderse, como al cáncer. La disciplina expone el pecado y muestra la urgencia de eliminarlo rápidamente (1 Co 5:2) con el objetivo de restaurar al hermano (a) a la comunión completa con Dios, protegiendo al hermano de consecuencias peores (1 Cor 5:1-5).
3. Tercero, la disciplina pretende advertir. La iglesia tiene que comprender que pecar, no es algo normal en el cuerpo de Cristo ni permitido por Dios, por el contrario, el Señor desea que la iglesia tema (1 Tim. 5:20) y sea santa (1 Ped. 1:16) y comprenda que un poco de levadura leuda toda la masa (Gál. 5:9; 1 Cor. 5:6).
4. Cuarto, la disciplina pretende proteger. Así como el cáncer se extiende de una célula a otra, el pecado tiende a extenderse internamente de una persona a otra (v. 6). 1 Timoteo 5:20 y Mateo 18:15-17, enseña que la disciplina es necesaria para proteger internamente a la iglesia de la influencia contagiosa del pecado (murmuraciones, difamaciones, crítica a otros hermanos).
5. Quinto, la disciplina pretende cuidar. Pablo escribió a Timoteo: “…para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Tim. 3:15). Si la iglesia es columna y baluarte de la verdad, sus miembros deben vivir a la altura de lo que Dios ha establecido (1 Cor. 5) dando un testimonio interno y por sobre todo, externo para con los de afuera. El Señor mismo dijo: “…pero si la sal se desvaneciere —dijo Jesús— no sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt 5:13). Mark Dever[22] agrega:
“La
gente nota cuando nuestras vidas son diferentes, especialmente cuando hay una
comunidad llena de gente, cuyas vidas son diferentes, no perfectas, pero
están marcadas por un intento genuino de amar a Dios y a los demás. Cuando
las iglesias son vistas como conformadas al mundo, hacen toda nuestra tarea
evangelística más difícil. Como Nigel Lee… dijo, llegamos a ser tan parecidos
a los no creyentes, que no hay preguntas que ellos quieran hacernos. Ojalá
que podamos vivir de tal forma que hagamos a la gente curiosamente
constructiva” (Dever). |
¿Por qué es necesario la disciplina en la iglesia? ¿Por qué es importante enseñar el enfoque bíblico de la disciplina? Una última respuesta a este punto, se basa en la urgencia que incluye comprender que la iglesia tiene
un testimonio que cuidar para con los de afuera. Pedro nos recuerdam en 1 Ped. 2:11-12 lo siguiente: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis
de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra
manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros
como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al
considerar vuestras buenas obras.” Y nuestro Señor añade: Mt. 5:16 “Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos.”
[1] Núñez, Miguel
2019. De Pastores y Predicadores. Pág.
280s.
[2] Anyabwile, T.M.
(2013) Miembro
Saludable de la Iglesia, ¿Qué Significa? Traducido por G.
Montemayor. Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia (9Marks), p. 71.
[3] Clowney, E.P.
(2005) «IGLESIA», Nuevo diccionario de
Teología. Cuarta edición. Editado por S.B. Ferguson, D.F. Wright, y J.I.
Packer. Traducido por H. Duffer. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones.
[4]
Núñez, Miguel 2018. Un Iglesia conforme al
Corazón de Dios, como la iglesia puede reflejar la gloria de Dios. Nashville, TN:
B&H.
[5] En
1 Corintios 5:1-13 Pablo reprende a la iglesia de Corinto por permitir la
inmoralidad sexual dentro de la iglesia exigiendo la excomunión inmediata del
pecador. En el versículo 2 Pablo usa el
término ἐξαίρω (exairo),
que literalmente significa quitar, expulsar (Tuggy 2003). Ver también,
Rom. 16:17; 2 Tes. 3:6 y 1 Cor. 5:11 “con
el tal ni aun comáis”; Pablo en Tito 3:9-11 señala explícitamente que al
hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, debe
ser desechado, y Pablo usa el presente miedo de παραιτοῦ (paraitú)
que significa evitar, rechazar, pero aquí tiene el sentido de una actitud
constante de rechazo. Knight, G.W argumenta: “Se puede actuar drásticamente y expulsar a esa persona de la comunidad
cristiana porque el hecho de que un “hereje” se niegue a reaccionar
positivamente ante las dos amonestaciones da motivos para que se actúe de esa
manera e indica que es necesario hacerlo.” Knight, G.W., III 2016. Las Epístolas Pastorales: Un comentario
sobre el texto griego. Editado por J. Terranova, I.H. Marshall, y W.W.
Gasque. Traducido por R. Gastón Medina. Fairfax, VA: Fundación Hurtado
Fundación, p. 354. Algunos autores piensan diferente.
[6] Gr. ἀτάκτως adv. Desordenadamente, irregularmente,
ociosamente, indisciplinadamente (Tuggy 2003).
[7] Gr. ἀτάκτως. Ídem.
[8] “Mancha” (σπίλος [spílos]), que también puede traducirse
como “mácula,” aparece solo una otra vez en el NT, donde Pedro la utiliza para
los falsos profetas pecadores del norte de Asia Menor que son manchas en la
comunidad cristiana (2 P 2:13). Arnold, C.E. y Haley, J. (eds.) (2016) Efesios. 1a
edición. Traducido por B.F. Fernández. Barcelona, España: Andamio (Comentario
exegético-práctico del Nuevo Testamento), p. 400.
[9] “Arruga” (ῥυτίς [rutís]) nunca aparece en otras partes de
la Biblia, pero tiene la idea de imperfección.
[10] Distinguir de
quienes son los ancianos de más edad (gr. γερουσία [gerusía]).
[11] Gr. ἐπίσκοπος (epískopos) viene de ἐπί (epí) sobre, y σκοπός (skopós),
mirar a, solo en 1 Tim. 3:1.
[12] El NT distingue
cuatro clases de πρεσβύτερος (presbúteros),
los ancianos del judaísmo; los ancianos o ancianas refiriéndose a personas de
más edad como sinónimo de γερουσία (gerusía
1 Tim. 5:1; 5:2), los ancianos de la iglesia, los 24 ancianos mencionados en
Apocalipsis (Apo. 4:4, 10; 5:5 et al.).
[13] Gr. ἡγέομαι
(jeguéomai)
29 veces uso general; 7 veces “como guías”, como
quienes presiden al rebaño espiritual de Cristo, Su iglesia (cf. Mt.
2:6; Lc. 22:26; Hec. 7:10; 15:22; Heb. 13:7, 17, 24).
[14] Gr. ποιμήν (poimén) pastor. El apóstol Pedro escribe
en 1 Ped. 5:2: ποιμάνατε τὸ ἐν ὑμῖν ποίμνιον (poimánate
tó én poímnion), lit.: “Pastoread el
entre vosotros rebaño…” Pedro llama a los pastores (plural) a pastorear,
literalmente y como lo hace un pastor de ovejas
[15] El término ἐπίσκοπος (epískopos) señala la designación de un
cargo, (oficio), o como “oficial” encargado de tareas específicas. La LXX llama
a Dios ἐπίσκοπος en Job 20:29, con una clara
referencia función judicial (H.W. Beyer 2002:245).
[16] Literalmente,
actuar como pastor de ovejas, lo que incluye alimentarlas, pero también
dirigirlas y en algunos casos, corregirlas.
[17] Material cartas
pastorales, ICAT.
[18]
William R. Cruter 2011. Guía para aconsejar
a familias y personas en crisis. Grand Rapids MI: Portavoz.
[19] Carballosa, Evis
2010. Mateo, la revelación de la realiza
de Cristo. Grand, Rapids, MI: Portavoz, pág. 139.
[20] MacArthur está en
lo correcto cuando señala que: “Cada
pecado cometido por un creyente mancha a toda la comunidad de creyentes.
Trátese de calumnia, hurto, chisme, inmoralidad sexual, deshonestidad, error
doctrinal, falta de sumisión, crueldad, blasfemia, vulgaridades, borrachera o
cualquier otro, todo pecado con el que el hijo de Dios ofensor no ha tratado
debe tratarlo la iglesia” MacArthur John, 2017. Comentario MacArthur del
Nuevo Testamento, Mateo. Grand, Rapids, MI: Portavoz, pág. 1031.
[21] Los siguientes
propósitos fueron tomados de Leeman, J. (2013) La
membresía de la iglesia: Cómo sabe el mundo quién representa a Jesús. Traducido por X.
Pérez Patiño. Colombia: Poiema Lectura Redimida (9Marcas: Edificando Iglesias
Sanas), pp. 120–121, pero reeditados por J.A. Torres Q.
[22] Dever, M. (2008)
Una Iglesia Saludable: Nueve Características. Primera Edición. Traducido por M.
González. Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia, pp. 182–185.
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