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martes, 29 de marzo de 2016

Soberanía y responsabilidad, no soberanía y capacidad.

Extracto en revisión del libro: “Decisionismo o evangelismo bíblico”, de J.A. Torres Q, páginas 328ss.

Habitualmente en el debate entre calvinismo versus arminianismo, la tendencia popular de muchos radica en la idea de que, tanto la soberanía de Dios, como  la “capacidad humana” (que muchos ven como sinónimo de “responsabilidad humana”) son dos verdades paradójicas que las Escrituras presenta. Arguyen muchos, —y como argumento inconfundible— el hombre no es un robot[1]; otros añaden: “La predestinación individual por decreto es incompatible con el libre albedrío”, de hecho, este es el título de uno de los capítulos del libro del capellán evangélico puertorriqueño MTh. Eladio Rivera Morales, quien reconociendo la soberanía de Dios  en la salvación, y aun, los efectos del pecado original, defiende con sinceridad el libre  albedrío exponiendo en este capítulo, la típica argumentación arminiana al respecto, y esto hay que decirlo, lejos de toda erística y polémica innecesaria; algo digno de destacar, justamente, en un tema que tiende a exasperar los ánimos. Escribió:

“Mi primera objeción a esta doctrina [predestinación] consiste precisamente en que violenta el libre albedrío dado por Dios al Hombre. […] como hemos señalado, esta capacidad en el hombre fue atrofiada, pero no fue eliminada. […] No hay sentido pensar en que el hombre, frente al mensaje poderoso del evangelio no puede recibir iluminación del Espíritu Santo suficiente para decidir a favor del evangelio. Si el hombre puede decidir tantas cosas en su vida ¿Por qué no puede decidir sobre el mensaje de salvación? Más aun, si consideramos a Romanos 1:16 en donde el apóstol Pablo declara que el evangelio (en sí mismo) es poder de Dios para salvación. […] La doctrina de la predestinación del calvinismo violentaría ese libre albedrío dado por Dios. Si la gracia es irresistible, entonces el hombre es obligado, no constituiría un acto voluntario del hombre y la salvación sería una imposición de Dios al hombre elegido. Sin entrar en el derecho de Dios el cual no es discutible, el hombre estaría actuando como un robot obligado por la gracia  de Dios y esto nada añadiría a esa gracia, al contrario, le restaría a la misma.” (Rivera 2015)  

El razonamiento anterior que Rivera formula, es el razonamiento típico en contra de las ideas que el calvinismo defiende, —y agregamos nosotros, que las Escrituras mantienen frente al libre albedrío— y revelan también,  los propios baches teológicos descendentes  característicos de esta respuesta popular, por cierto, réplica  de noción arminiana moderna. En términos de diagnosis, el argumento arminiano expuesto por Rivera minimiza el pecado original, de  modo que el hombre fue afectado por el pecado, pero no tanto, lo cual  es justamente nada más que la perspectiva pelagianista del  pecado original, en el “mejor de los casos”, semipelagianista. Se dice que su capacidad de elección (libre albedrío) fue atrofiada, pero no eliminada, lo que viene a recapitular las líneas del Vaticano II[2]. El trabajo del Espíritu Santo entonces, no es traer a los muertos a la vida (Eze. 36:26-27; 37:1-6; Lc. 9:60; Efe. 2:1; Col. 2:13), en efecto, se lo presenta como una especie de sponsor, un  cheerleader que “ilumina” al hombre para que éste  herido, enfermo, pero no muerto,  “escoja” la salvación, así  Rivera añade: “No hay sentido en pensar que el hombre, frente al mensaje poderoso del evangelio no puede recibir iluminación del Espíritu Santo suficiente para poder decidir a favor del evangelio.” (Rivera 2015). En consecuencia, al evangelio se le llama poderoso, pero poderoso en conjunto con la acción (colaboración) del hombre (sinergismo). La gracia divina entonces también mencionada en este párrafo, no es como bien señaló Williams Shedd[3], una gracia que capacita al hombre no para que elija, sino en primera instancia, para que pueda creer (regeneración). En otras palabras, el lector atento podrá percatarse que la propuesta de Eladio R. Morales, brota de la premisa histórica original de Pelagio[4] (354-420 d.C.), quien consideraba el libre albedrío un don, el don que le permite al hombre elegir, concepción basada no en un principio escritural, sino en la suposición filosófica de considerar  que la “responsabilidad” espiritual incluía en sí, la “capacidad” espiritual; esta idea fue la que Charles G. Finney (1792-1895) popularizó en el siglo pasado, lo que dio paso a su práctica evangelística pragmática que en el día se le conoce con el término “decisionismo”. Finney fue enérgico en esto: “…es verdad primordial que el libre albedrío es indispensable para que haya obligación moral, y que nadie esté obligado a hacer lo que no puede.” (Finney en Pink 1995:142). De modo que, y como bien señaló R.C. Sproul, finalmente Eladio R. Morales —como el ala arminiana— creen que el “…libre albedrío […] hace la diferencia entre el cielo y el infierno.” (Sproul 1992:77s), de manera que la contradicción[5] de Rivera —y de muchos arminianos de convicción— es palpable, pues muchos de ellos que han entendido “en parte” la aplastante soberanía de Dios en la salvación, añaden como Rivera: “De todas formas, siempre la gloria es totalmente de Dios.” (Rivera 2015).




De aquí entonces, el  paso hermenéutico arminiano queda a la mano, y en una lectura  plasmada por la idea de plena operatividad humana, la inferencia de que el llamado explícito de Dios a la fe (Jn. 3:16), supone no solamente la responsabilidad sino en especial, el libre albedrío humano, y con ello,  la capacidad de creer y arrepentirse, tiene sentido; por supuesto, también sentido arminiano soteriológico,  una conclusión natural que deriva en una conclusión práctica teológica, así Rivera llega a decir: “Fue él [Dios] quien dotó al hombre de libre albedrío… aunque el hombre lo utilizó mal, pudo utilizarlo bien, y ello se ve en los millones y millones de redimidos vistos por el apóstol Juan  (Apo. 5:11).” (Rivera 2015). No es raro entonces, encontrarnos  con la apreciación  de un arminiano común expresar que el debate histórico se ha basado en esta concepción beligerante, “soberanía v/s responsabilidad”, que el arminiano lee también, como  “soberanía divina v/s capacidad humana”, y/o  “presciencia (predestinación)  v/s libre albedrío”; de manera que para la gran mayoría de los arminianos honestos, la Biblia sí habla de “elección” divina, no obstante, para ellos les es mejor aceptar esta aparente “paradoja”, la cual habitualmente en el debate  conceden, porque justamente, creen que ambas “verdades”, (soberanía divina, y capacidad humana)  aparecen en la Escritura. Por supuesto, la inclinación en la práctica, no es descansar en la comunicación del evangelio, sino, en la decisión humana. Sin duda la obligación del hombre es  creer y arrepentirse y volverse a Dios, lo cual claramente se expone en las Escrituras (Jer. 3:22; Jl. 2:12; Mr. 1:14ss; Mt. 3:2; Hec. 3:19; 17:30s). No obstante, nunca ha habido conflicto histórico teológico  entre la “soberanía de Dios” y la “responsabilidad humana”, porque la Biblia no sólo reconoce la responsabilidad del hombre, sino que también le exige  responder al evangelio de acuerdo a ella (Rom. 2:1-5; 12-16). El punto es, ¿exhibe la Escritura tanto,  la “soberanía” de Dios, como la “capacidad” del hombre como dos verdades reveladas? Este es el quid del asunto. Respuesta. La Escritura  no admite esta dualidad. El hombre es responsable, pero no tiene capacidad alguna de retorno a Dios en sí mismo y la historia humana así lo ha mostrado una y otra vez  (Gén. 6:5,11-13→8:21,9:22; 10:8-9; 11:3; Deut. 30:19→31:14-16,29; Apo. 9:13-14→ 20-21 etc.). Aun más, no puede hacerlo (Sal. 14; 53; Jn. 6:44,65; Rom. 3:10ss). Por otro lado, la historia del cristianismo sí ha zanjado el debate, y la supuesta paradoja a través de los concilios como el de Dort (1618s), las confesiones de fe históricas[6], y en especial, la bifurcación cismática histórica de la Reforma del siglo XVI, que le valió a todos los reformadores, el anatema católico, por haber negado el libre albedrío defendido por la Iglesia Católica, en especial, a través de la instancia oficial principal de la contra reforma, el concilio de Trento[7] (1542-162). De manera que no hay dos posiciones en la Escritura, sino, una, la soberanía total de Dios no sólo en la salvación, sino en todos[8] los aspectos del quehacer universal y humano (Dan. 4:35; Sal. 22:28; 115:3; 1 Tim. 6:15), como escribiera A.W. Pink, “…la soberanía de Dios en la escrituras, es absoluta [Isa. 46:9-10]…” (Pink 1995:23). Ahora bien, la soberanía de Dios en la salvación y la  incapacidad consecuente del hombre para responder a Dios, puede ser un dolor de cabeza para nosotros, no obstante para Dios no representa ningún problema, aun más,  Él decidió que el evangelio fuera el único elemento relevante aquí, de allí que Pablo escribiera: Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios. (1 Cor. 1:18) LBLA, y por ello Santiago también  puso el ordus salutis de una manera sencilla, escribiendo: “En el ejercicio de su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.” (Stg. 1:18) LBLA.





Bibliografía

Erickson, Millard 2008. Teología Sistemática.  Viladecavalls  (Barcelona),  España: Clie.
Lutzer, Erwin 2001. Doctrina que dividen, un estudio de las doctrinas que separan a los cristianos. Grand Rapids, MI: Portavoz.
Sang, Hun Lee 1985. Causa Manual de EstudioNueva York: Causa Internacional.
Sproul, R.C 1993. Escogido por DiosMiami, FL: Unilit.
Rivera, Morales Eladio 2015. Predestinación y Libre Albedrío ¿Tiene el hombre Libre Albedrío o está Predestinado? Bloomington, EEUU.: Palibrio.
Pink A.W 1995. La Soberanía de Dios. Capellades, Barcelona, España: Estandarte de la Verdad.
                                                                



[1] El libro “Causa Manual de Estudio” (CAUSA), un texto apologético anti comunista aparentemente “evangélico”, y basado en la experiencia de Sun Myung Moon (1920-2012), —ex prisionero de la Corea comunista (Norte)—  escrito por  San Hun Lee, es un ejemplo.  Como estudio ofrece muy buenos datos de la historia  del comunismo en sus raíces y desarrollo, dando datos importantes a respecto; no obstante, y aparte del trasfondo sectario de sus representantes, se presenta la idea de CAUSA de una sociedad ideal (Diosismo), como la antítesis concreta a la teoría del marxismo (materialismo histórico). El punto de vista de CAUSA, es que el libre albedrío humano, jugaría un papel importantísimo en la restauración del orden “escritural” social, de allí la pregunta: “Qué determina si el hombre ha de tomar el cambio del bien o el camino del mal? La respuesta: “En último término, el hombre mismo. El hombre ha recibido el derecho de tomar decisiones que afectarán su vida eterna.” (Sang Hun Lee 1985:383). Luego se añade: “Dios tenía una opción en la creación. El podía crear un ser humano o un ser carente de voluntad, como un robot. Claramente, Dios quería crear hombres y mujeres libres, no robots. El libre albedrío es lo que distingue al hombre de un robot y de muchos otros aspectos de la creación. Sería inútil crear seres humanos sin dotarlos de libre albedrío.” (1985:385). Este es entonces, lo que sustenta el sueño de CAUSA, sueño social que se expresa en las primeras páginas de este manual con las siguientes palabras: “…CAUSA busca la realización final del sueño humano de construir una sociedad ideal.” (:4).
[2] El catecismo católico expresa: “Por el pecado de los primeros padres, el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca libre. [CIC 407]…”, y se añade: “Quiso Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección [1730].” (Vaticano 2015:1)
[3] “La gracia se imparte al hombre pecador, no porque él crea, sino con el fin de que pueda creer; esto se debe a que la fe misma es un regalo de Dios.” (Shedd en Lutzer 1998:170).
[4] «Cuando Pelagio habló de “gracia”, quería decir libre albedrío…» (Erickson 2008:645). 
[5] “De todas formas, siempre la gloria es totalmente de Dios.” (Rivera 2015).
[6] Mencionamos algunas aquí. La “Confesión de Basilea” de 1531. La segunda “Confesión de Basilea”, conocida como la “Segunda Confesión Helvética” de 1566. La “Confesión de fe  de  Escocia de 1560.” La “Confesión Belga, o confesión de los países bajos” de 1563.  El “Catecismo de Heidelberg” escrito por Zacarías Ursino (1534-1583) y Gaspar Oleviano (1536-1587). “Los Cánones de Dort” de 1618. La Confesión de fe oficial de la Iglesia Anglicana de Inglaterra de 1571 y sus treinta y nueve artículos de fe. La “Confesión de Westminster” de 1646.  La “Confesión Bautista de fe de Londres de 1689”. La “Confesión de fe Bautista de Nueva Hampshire”  de 1833, y la “Confesión Bautista del Sur de 1925.”
[7]  “Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre está perdido y extinguido después del pecado de Adán […]  sea excomulgado.” (Trento 2012: V).
[8] En efecto, Dios es soberano en la creación , (1 Cro. 29:11; Pro. 16:4; Apo. 4:11). En la naturaleza, (Gén. 1:6, 9, 11,14; Éxo. 8:22ss; 9:3-6; 10:21-23; Sal 147:15; Amo. 4:7-10; Mt. 2:9; Mr. 4:39). En la contingencia humana, (Sal. 103:19; Dn. 4:35; 5:23;  Pro. 21:1; 16:1,9; 19:21; Hec. 17:28);  y por derecho propio, sobre la salvación del hombre (Jon. 2:10; Eze. 11:9; 1 Cor. 4:7ss; 15:10; Fil. 2:13; Hec. 13:48; Rom. 11:5-6; Efe. 1:1-11; 2 Tes. 2:13; 2 Tim. 1:9; Jn. 3:8.). En consecuencia, la responsabilidad del hombre de creer, es claramente una verdad escritural (Hec. 17:30s), pero no su capacidad (Rom. 3:10ss). En términos de  ilustración. Pedro, ejecutivo de un banco fue despedido el Lunes, tenía varias deudas, ¿es responsable de pagarlas? La respuesta es sí, pero, ¿es capaz de pagarlas? La respuesta es no.  

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