Tercer capítulo, “El
significado de la Historia”, páginas 36 a la 54. En este capítulo Hoekema
trata de explicar justamente el significado de la historia. En términos
generales, creemos hace comentarios bien acertados al respecto. Empieza
señalando las dos ideas más populares. La visión cíclica griega y el
existencialismo ateo moderno (pág. 38s). Después de mencionar estos enfoques
seculares, Hoekema mencionará cinco puntos que va a desarrollar como una
respuesta o explanación de su perspectiva, de lo que considera es “El
significado de la Historia”, a saber.
a)
La historia es el
proceso de cumplimiento de los propósitos de Dios.
b)
Dios es el Señor
de la historia.
c)
Cristo es el
centro de la historia.
d)
Toda la historia
avanza hacia una meta.
e)
Todos nuestros
juicios históricos deben ser provisionales.
f)
La visión
cristiana de la historia es básicamente optimista.
g)
Hay tanto
continuidad como discontinuidad entre esta era y la siguiente.
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Podríamos estar de acuerdo con los
puntos anteriores, sin embargo, la semántica amilenarista no debe ser ignorada.
Recordemos que Hoekema en el primer capítulo, señala: “...con referencia al
reinado del futuro redentor, se predice especialmente que se sentará sobre el
trono de David." (Hoekema 2008:17). Sin
embargo, no debe pensar el lector que Hoekema concibe un reino literal en el
trono de David en la “tierra”. Declaraciones consensuales entonces,
—según observamos de manera puntual— y, que no cabe duda cualquier
premilenarista dispensacional confirmaría con toda certeza, — aparte de
las que merecen otro análisis[1]— son las siguientes.
1.
“…teniendo en
cuenta que toda la historia está bajo el control y dirección de Dios, podemos llegar a la
conclusión de que toda la historia es una revelación” (pág. 40).
2.
“Dios es el Señor
de la historia (Gén. 50:20; Sal. 103:19; 2 Cro. 20:6; Pro. 21:1; Hec.
4:27-28; Efe. 1:11)” (pág. 40).
3.
“…la historia
cumple los propósitos soberanos de Dios, tanto para las naciones como para
los individuos” (pág. 41).
4.
“[3] Cristo es el
centro de la historia” (pág. 42).
5.
“[4] la nueva ha
sido introducida” los días postreros, la última hora (pág. 44).
6.
“el creyente
neotestamentario ha sido transferido de la antigua era del pecado a la nueva
era de la libertad cristiana” (pág. 44).
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Es en esta dirección que nos tenemos
que detener un poco. Página 45. Punto [5] Toda la historia avanza hacia una
meta. En este punto Hoekema hace algunas declaraciones que merecen algunas
observaciones. La cuestión del escorzo profético habitual en los libros
premilenarista, es —para nuestra sorpresa— un aspecto que el teólogo
amilenarista admite sin ningún problema. Hoekema le llama en el primer
capítulo: “perspectiva profética” (Hoekema 2008:21). Nótese
un escorzo profético común premilenarista de una verdad veterotestamentaria con
alcance escatológico.
Escorzo profético
Como señala Matthew Waymeyer, la
mayoría de los intérpretes bíblicos reconocen que habitualmente en el AT una
profecía dada predecirá dos o más eventos futuros y los presentará de tal
manera que parece que van a tener lugar simultáneamente, y sin embargo, una
revelación posterior aclara esa brecha significativa de tiempo que los separa (Waymeyer 2007).
Comúnmente —añade Waymeyer— conocido como perspectiva “telescópica,”
“perspectiva profética,” o “escorzo profético”; este fenómeno es a menudo
comparado cuando se ven dos picos de montañas en la distancia —inicialmente
parecen estar justo al lado de la otra— pero una mirada más cercana revela que
están separadas por un valle.
“Hay casos específicos en las Escrituras cuando un profeta
predijo lo que parece ser un solo evento futuro, pero a medida que la
historia se desarrollaba se hizo evidente que la profecía original se refería
a múltiples eventos.” (Riddlebarger, en “A Case for
Amillennialism”, p. 71, citado en Waymeyer 2007).
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Teniendo esto claro, notemos algunas
declaraciones de Hoekema que merecen una primera observación. Quizás también,
una objeción. Hoekema señala en esta página, y, teniendo claro que lo hace bajo
el punto de “[5] toda la historia avanza hacia una meta”, lo siguiente: “La
idea que la historia tiene una meta es, como ya hemos visto, la singular
contribución de los profetas hebreos” (pág. 45). Y añade: Dicha
perspectiva, fue y es parte de la perspectiva profética de los profetas
hebreos, un futuro escatológico, un horizonte que espera por su consumación;
perspectiva que los filósofos griegos jamás observaron (Karl Löwith, pág. 45s).
Así, —añade bien Hoekema— no solo los profetas del AT, sino también los apóstoles
del NT dirigen sus expectativas a una consumación escatológica.
Ahora, es aquí que notamos la
solapación del “esquema” amilenial de las dos etapas. La “era presente”, y la
“por venir”. Hoekema señala que dicha perspectiva se enmarca justamente, en
estas dos eras (pág. 46). La era presente y la era futura. De manera que en la
interpretación de Hoekema, los profetas supuestamente vieron esta
doble perspectiva. En términos concretos, Hoekema ve cuatro eventos futuros que
deben cumplirse de manera ordenada, o en dicho orden. 1) Segunda venida. 2)
Resurrección general. 3) Juicio final y 4). Nuevos cielos y nueva tierra (pág.
46). Ilustrado en perspectiva profética entonces, podemos ilustrarlo de la
siguiente manera.
(Berkhof
2005:832ss; Hoekema 2008:46; Benware 2010:115, 118;
Enns 2010:391; Garret 2011II:656)
Como se ha señalado, —y esto hay
que tener claro— el pensamiento escatológico judío era lineal, esto es,
esperaba la consumación inmediata de las profecías mesiánicas con un
cumplimiento cabal, sin escorzos pausativos (Amo. 8:11; Isa. 9:6-7*;
65:17-25), en efecto, esperaban todo en un sólo evento, esto es, el "año
de la buena voluntad" (Isa. 61:1-2a) y acto seguido, el "día de
venganza del Dios nuestro" (Isa. 61:2b-2); desconocido para los profetas
del AT era entonces el escorzo[1] en el que hoy en día la
iglesia tiene su existencia, una cuestión propia de la revelación
progresiva.
Ahora, hay algunas cosas que Hoekema no
toma en cuenta para su análisis del significado de la historia que, sin duda
arroja por ello, un camino escatológico diferente del que observamos en las
Escrituras. Aunque la meta sea finalmente el triunfo de Cristo, un aspecto que
unifica de algún modo las posiciones escatológicas que tenemos al
presente, en Pablo y la revelación novotestamentaria general no hay
una negación del aspecto lineal de la perspectiva de la historia revelada en
los profetas, sino más bien encontramos un refinamiento de la escatología de
acuerdo a luz complementaria del NT; de manera que con Cristo se integran
a la "Nueva Perspectiva Escatológica de Saulo convertido" —partiendo
desde la iglesia (un misterio en el AT)— el comienzo de los
postreros días en el que la ira de Dios, no es solamente un aspecto
apocalíptico futuro que vendrá (Sof. 1:14→Apo. 6:17), sino a la vez, es una “…ira que se manifiesta desde
el cielo contra toda impiedad…” (Rom. 1:18s). Además, el juicio
veterotestamentario descrito contra las naciones (Isa. 63:1-6; Sal. 2:1-12),
también incluye un tribunal no revelado en el AT, el tribunal (βη̂μα [bẽma])[1] de
Cristo (2 Cor. 5:10), separado del juicio final del amilenarismo representado
por Hoekema. Por otro lado la resurrección tiene una clarificación
"temporal" marcada respecto a la sombra del AT, en especial, tocante
a los creyentes respecto los incrédulos (cf. Isa. 26:19; Dan. 12:2;
Job. 19:26→ 1 Cor.
15; Rom. 8:2; 2 Tim. 1:10; Heb. 2:14; Apo. 6:8; 20:13s).
La regeneración también tiene un
aspecto profético telescópico; habiendo sido declarado en su propósito
original un nuevo pacto para con Israel (Jer. 31; Eze. 33-37), claramente los
creyentes de esta dispensación (la iglesia) hemos experimentado dicho milagro
mediante el agua o la Palabra y el Espíritu Santo (Stg. 1:18; Jn. 3:3), este
último, el Agente monergista del nuevo nacimiento en los creyentes (Jn.
3:8). Aun así, la regeneración es una profecía que espera un cumplimiento
escatológico con el pueblo de Israel. A ellos fue dado, y en ellos verá un
cumplimiento espiritual (Zac. 12), pero también terrenal, pues en la
regeneración, “…cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su
gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de
Israel.” (Mt. 19:28 LBLA). Una aclaración del propio Señor tocante al reino
terrenal. Por supuesto, Hoekema no menciona esto porque en la "era
presente y la por venir", no encaja un reino milenario. Sin embargo la
realidad de una reino glorioso es evidente en el AT, y vislumbra
destellantemente en toda su plenitud una era Política
e Espiritual crítica[2] y
gloriosa para Israel en el reino milenario prometido incondicionalmente por
Dios a la casa de Judá como la de Israel (“y yo YHVH” Eze. 36:24P,25-27E,
28P; 37:1-6E; 12-14P/E;
21-28P; Jer. 31:1-14E;31-34P).
Por otro lado, y, aunque Hoekema sin
duda reconoce claramente la iglesia como el cuerpo de Cristo como lo hace
cualquier teólogo amilenarista, lo que no considera tal, es que la iglesia era
un misterio no revelado en el AT (ἐκκλησίᾳ [ekklesía] cf.
Efe. 3:1-13), asumiendo —como la mayoría de los amilenaristas, sino todos—
que: “Éste es aquel Moisés que estuvo en la congregación→ ἐκκλησίᾳ (ekklesía) en el desierto con el
ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres, y que recibió
palabras de vida que darnos…” (Hec. 7:38), de esta manera,
teólogos amilenaristas como Louis Berkhof
(1873-1957), y a caballo de un trampolín eisegético, concluyen: “Después
del éxodo, el pueblo de Israel no sólo estaba organizado como una nación, sino
que también constituía la iglesia de Dios…” (Berkhof 2010:98).
Ahora, Hoekema tampoco menciona aspectos escatológicos relacionados con
la iglesia como el arrebatamiento (1 Tes. 4:13-18), su liberación del día de la
ira (1 Tes. 1:10; 5:9; 2 Tes. 2:1-3; Apo. 3:10; 6:6-17ss), las bodas del
Cordero en el cielo (Apo. 19:7-10) y el tribunal de Cristo (Rom. 14:10-12; 2
Cor. 5:10; 1 Cor. 3:10-15); todos estos aspectos de la escatología bíblica
están ausentes como ingredientes escatológicos en el “significado de la
historia” esbozada por Hoekema, y por supuesto, están necesariamente ausentes o
absorbidos porque no calzan en el esquema propio amilenarista de las dos
eras. Ahora, un
sesgo que podemos observar aquí con cierta claridad, es la conclusión o las
implicancias de que Hoekema considere que “(e) la visión cristiana de la historia
es básicamente optimista” (pág. 52). Y esto, es sin duda una conclusión que de
algún modo podemos esperar en vista que de acuerdo a la interpretación
amilenarista agustiniana del reino, hoy, estamos en el milenio, en el reino de
Cristo como resultado del triunfo de Cristo, quien en su primera
venida "ató" a Satanás en la cruz. Sin duda los
amilenaristas no están del todo de acuerdo con lo anterior, pues tocante a la
perspectiva escatológica reformada, hay a lo menos, cuatro perceptivas de un
milenio. Y, aunque el término amilenarismo al parecer no hace justicia a lo que
creen justamente los amilenaristas, tenemos la perspectiva reformada negativa,
que niega un milenio como tal; tal posición fue defendida por Louis Berkhof, y
también algunos teólogos liberales como S.J. Case y Miller Borrows (Carballosa 2007:217).
Así también está la perspectiva “amilenarista” de que el reino
milenial (tiempo entre la primera y la segunda venida) se estaría cumpliendo
ahora en el cielo (B. Warfield; Hendriksen; W. Masselink; W.J. Corier). Donde
Cristo está reinando sobre los glorificados (Benware 2010:115; Carballosa 2007:217).
Una tercera ramificación desde el amilenarismo es la idea de que estos
mil años descritos por Juan, son solamente representativos de una era (Abraham
Kuyper; William Milligan). Un tiempo de completo [de plenitud] (Benware 2010:115; Carballosa 2007:217).
Una cuarta posición es la que sigue
Hoekema aquí, y es que el reino de Dios está ahora presente en el mundo a
través de la iglesia. La perceptiva que postuló Agustín de Hipona (354-430
d.C.) y que también hoy promulga la Iglesia Católica (Benware 2010:115).
Pero, ¿cuál es la implicancia del sesgo aludido? El hecho de que la
visión cristiana de la historia es básicamente optimista (pág. 5), lo cual
lleva a Hoekema a señalar algo peculiar, quizás paradójico:
“Si bien el cristiano es lo suficientemente realista como para
reconocer la presencia del mal en el mundo y la presencia del pecado en el
corazón de los hombres, él es básicamente un optimista. Cree que Dios está en
su trono y que está llevando a cabo sus propósitos en la historia. Así como
el cristiano debe creer firmemente que todas las cosas ayudan a bien en su
vida, aun cuando las apariencias indiquen lo contrario, del mismo modo debe
creer que la historia se mueve hacia la meta de Dios, aunque los sucesos
mundiales parezcan muchas veces ir en contra de la voluntad de Dios.” (Hoekema
2008:53).
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La redacción de Hoekema sin duda es
fina, delicada, diríamos: amilenialmente pensada; sin duda la tensión que el
amilenarismo ha tenido que responder desde sus inicios es la
constante paradoja de la realidad de este mundo, y un reino presente de
Cristo. Por ello algunos discípulos amilenaristas no dudan adoptar la
concepción que siguiera Warfield, que el reino se está llevando a
cabo en el cielo, donde Cristo está sentado en el trono de David terrenal,
¡pero en el cielo! Nótese que Hoekema señala que el cristiano (debería decir,
“el amilenarista”) “debe” creer que así como todas las cosas (malas y buenas)
ayudan a bien en su vida, aunque esto incluya experiencias malas, del mismo
modo añade Hoekema, el “creyente” debe creer que la historia se mueve hacia la
meta de Dios, y esto, “aunque los sucesos mundiales parezcan muchas veces ir en
contra de la voluntad de Dios.”
Sin duda la historia va hacia la meta
que Dios ha dispuesto en su soberana sabiduría, no obstante, lo anterior
revela otra arista que el amilenarismo no ha sabido responder de manera sólida,
sesgo legado a los nuevos amilenaristas, otra incongruencia que debe
aceptarse por escuela escatológica, más que por exégesis y clarificación llana
respecto lo que señala el NT es hoy, esta dispensación.
Bibliografía
Benware,
Paul 2010. Un estudio Exhaustivo. Entienda la Profecía de los Últimos Tiempos.
Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Berkhof,
Louis 2005. Teología Sistemática.
Grand,
Rapids, MI: Desafío.
Coder,
S. Maxwell 1981. JUDAS Los hechos de los apóstatas. Barcelona, España.:
Portavoz.
Enns, Paul 2010. Compendio Portavoz de Teología. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Garrett L. James 2011II. Teología Sistemática.
El Paso, TX.: Mundo Hispano.
Hoekema A. Anthony 2008. La
Biblia y el Futuro. Grand, Rapids, MI: Desafío.
Waymeyer, Matthew 2017. Introducción
al Modelo de Dos-Etapas. Internet URL:
[1] Las siguientes frases sin duda
contienen en sí, el bálsamo hermenéutico
amilenarista. Aunque no son declaraciones tajantes, vale la pena
comprenderlas desde la premisa amilenarista. La primera, una cita de John
Marsh, “…ya que el reino de Dios fue cumplido en Cristo, no puede venir
ningún otro reino sino el suyo al final de la historia….” (Marsh
en Hoekema 2008:43). El reino de Dios no tuvo un cumplimiento
cabal con la primea venida de Cristo. A pesar que la cita deja ver esto,
recuerde que la perspectiva amilenarista del reino es actual, estamos hoy en el
reino. De allí que la frase “…el reino de Dios fue cumplido en Cristo”
debe ser correctamente leída, según claro está, lo que quiere comunicar el
teólogo amilenial. La segunda declaración que merece una lectura cuidadosa, es
la siguiente: “La centralidad de Cristo en la historia está representada
simbólicamente en Apocalipsis. Sólo el Cordero es digno de tomar el rollo del
libro y romper sus siete sellos…” (pág. 43). Si leemos esta última
declaración de manera rápida, podríamos asentir equivocadamente a su esencia.
Sin duda el libro de Apocalipsis revela el triunfo de Cristo, no obstante, no
es en sí un libro que represente “simbólicamente” aquello. La razón de esta
“revelación”, es claramente expresada en 1:1-3, 19. Se trata entonces, del final
de la historia revelada. Sin duda la perspectiva amilenarista reclama aquí una
interpretación simbólica, porque no acepta una interpretación futurista, esto,
hace violencia al esquema mismo de la “era presente” y la “por venir”.
[2] “…a proclamar el año de
la buena voluntad y el día de
venganza de nuestro Dios; a consolar y ordenar […] a los afligidos de Sion…”
Isa. 61:1-3 cf. [Lc. 4:16s]).
[3] Se distingue del juicio del
gran tribunal blanco (Apo. 20:11-15) ligado al juicio mencionado en Judas vs 6
el “juicio crisis (krisis) del gran día”
la cual es una referencia directa al Juicio de condenación, usado
también en Mt. 10:15; 12:36; Mr. 6:13;
Lc. 10:14; 2 Ped. 2:4,9, 3:7; 1 Jn. 4:17; Apo. 14:7, 16:7, instancia final que
se cumple el día (escatológico) del juicio de Dios del gran tribunal blanco
(Apo. 20:11-15). Bien escribe Coder: “Nuestro Señor declaró sencillamente
que ningún creyente estará sujeto a crisis
Jn. 5:24” (Coder
1981:97).
[4] Cuando Cristo venga por
segunda vez, Israel reconocerá a Jesús como su Mesías, lo cual será un
reconocimiento con gran contrición al comprender que Jesús realmente había sido
el enviado de Dios a quien no aceptaron (Ryrie 1994:1297). Véase
Zac. 12:9-11a.
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