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viernes, 1 de febrero de 2019

Evaluando a David E. Holwerda Capítulo 1



Por J.A. Torres Q.

Introducción

El teólogo reformado David E. Holwerda escribe en este libro, lo que cree él, es el “plan de Dios para Israel”. Como fiel teólogo reformado dedica la mayor parte de su exposición a explicar este tópico bajo el prisma cristológico, especialmente, desde la página 35 en adelante. Así, claramente declara: “Este libro presentará un argumento continuo acerca de la importancia primordial de Jesús en el cumplimiento del Antiguo Testamento…” (Holwerda 2000:32). No obstante, en este primer análisis a Holwerda no comentaremos lo que justamente explica desde dicha página. Por ahora nos remitiremos a algunas ideas, o más bien, a lo que Holwerda dice de manera furtiva acerca del dispensacionalismo. Así, y ya en el prefacio Holwerda señala que la perspectiva dispensacional cree en la existencia de dos pueblos de Dios distintos: el Israel judío y la iglesia cristiana gentil. Además, añade que tal perspectiva (la dispensacional) cree que Dios tiene dos planes de salvación distintos y destinados a cada uno de estos pueblos respectivamente (Holwerda 2000:8). Sin duda estas ideas son habitualmente esgrimidas por los críticos del dispensacionalismo, no obstante y como veremos en este y el próximo artículo, tales ideas no solo exhiben los sesgos propios de sus exponentes, sino que también, las imprecisiones populares habituales. Con respecto al primer capítulo “Jesús e Israel en el siglo veinte” Holwerda trata de poner en contexto lo que se ha debatido al respecto, esto es, “Israel en el plan de Dios”. Sin duda, y en honor a la historia Holwerda ofrece datos interesantes respecto la dinámica que ha traído la cuestión judía.

Ahora, interesante es lo que constata respecto la percepción rabínica de la salvación. Citando a E.E. Urbach, señala que para la tradición judía  el arrepentimiento, "solo el arrepentimiento"  trae consigo la redención y salvación (pág. 30) implicando la no necesariedad de un factor mesiánico. En resumen, Holwerda dice bien, en el judaísmo no solo se rechaza la mesianidad de Jesús, sino también su deidad, y así, la necesidad de  la cruz,  ya que la salvación en tal cosmovisión se base solamente en la obediencia a la Torá, la cual está al alcance de uno mismo. Por lo tanto, el Jesús que el judaísmo puede aceptar tiene que ser uno que funcione solo como maestro de la ley y sabiduría [ejemplo], pero no como Salvador [sustituto] (pág. 30). Así, Holwerda concluye, ¿será posible, entonces que estas dos religiones (judaísmo/cristianismo) se otorguen simplemente, en forma reciproca, validez teológica tal como se requiere en una teología de dos pactos? (pág. 30). La respuesta de Holwerda es astuta y sutil, señala: “Lo pueden hacer solo asumiendo que la salvación de los judíos y los gentiles son dos procesos completamente diferentes.” (Holwerda 2000:31). Por supuesto,  la salvación desde el punto de vista novotestamentario es una, y descansa en un solo “proceso” salutífero,  la cruz de Cristo.  En consecuencia, ¿no cae el dispensacionalismo en esto también, dos planes de salvación para dos grupos de personas? Sin duda y como dice el dicho, Holwerda “no da puntadas sin hilo.” Sin embargo, en este primer artículo aquí, responderemos a la primera aseveración de Holwerda de que el dispensacionalismo cree en la existencia de dos pueblos de Dios (pág. 8).

Evaluando Holwerda

¿Cómo ser objetivo a la hora de dar una opinión sobre alguien que para nosotros está equivocado? ¿Cómo ser honesto aun cuando quien escribe, lo hace de manera realmente sincera? Bueno, estoy convencido que las respuestas a estas preguntas están ligadas directamente con nuestra integridad. Ahora, sin duda es legítimo tener aprensiones y aún más, objeciones al respecto. Por todo lo anterior, no queremos caer en imprecisiones o subjetividades al expresar nuestras opiniones o desacuerdos con Holwerda. Es nuestra convicción que, si no somos íntegros y objetivos, entonces nuestra defensa no tiene sentido pedagógico, apologético ni constructivo. Sin embargo, nuestra costumbre en este sentido, ha sido emitir juicios objetivos sin caer en la crítica o descalificación para poner en la mesa de nuestros lectores, lo que creemos son falencias, debilidades o simplemente errores de interpretación.  

Ahora bien, lo que dice Holwerda en el primer capítulo de este libro, no es mucho. De hecho, ofrece algunos datos interesantes sobre la cuestión judía, pero, introduciendo ya el tema que desarrollará posteriormente, un paradigma esencial de esta escuela: que Jesús es el cumplimento de las promesas del AT a Israel (pág. 2) (cf.  Robert B. Strimple pág. 93ss; Waldron, capítulo 17 y 18). Sin embargo, en este primer capítulo nos llama la atención otra cosa que merece nuestra atención. Primero, Holwerda no ignora al dispensacionalismo, así que, lo primero que hace en respuesta a su “Israel en el plan de Dios”, es señalar que hay otra postura que cree algo contrario a lo que —sugiere él—  el NT enseña. Así, y literalmente señala:

“El dispensacionalismo ha anunciado que el establecimiento moderno del Estado de Israel es evidencia de que las manecillas del reloj profético se mueven una vez más, y que finalmente Dios está cumpliendo sus promesas al Israel Judío.” (Pág. 7-8).

¿Quién dijo esto, qué dispensacionalista? Como puede constatar el lector, no hay referencias bibliográficas acerca de este anuncio, o una distinción histórica acerca del dispensacionalismo que, quienes saben, distingue de tres ramificaciones al respeto. Por supuesto, la mayoría de los escritores no dispensacionalistas, suelen referirse al dispensacionalismo clásico, Holwerda al parecer, no es diferente aquí. Ahora, además de lo anterior, Holwerda describe las creencias dispensacionalistas de la siguiente manera:

“El dispensacionalismo cree que la iglesia no es el cumplimiento de las profecías veterotestamentarias y, por consiguiente, la iglesia será raptada o arrebatada antes del fin de la historia. Solamente después de dicho acontecimiento, Dios literalmente cumplirá todas sus promesas a la nación de Israel, y de ese modo completará su plan de salvar a las naciones por medio del Israel judío.” (Pág. 7-8).

Tampoco hay referencias bibliográficas aquí. Y, aunque esta interpretación no es el todo errada, no es tampoco del todo precisa. Sin embargo, nos llama la atención, y esto queremos aquí abordar, la siguiente declaración de Holwerda quien aparte de señalar su propósito esencial, señala que el dispensacionalismo cree en la existencia de dos pueblos de Dios distintos: el Israel judío y la iglesia cristiana gentil (pág. 8). Claramente esta es una denuncia reiterativa de parte de los teólogos reemplazistas que trataremos de responder. 

¿Cree el dispensacionalismo en la existencia de dos pueblos de Dios?

Esta pregunta o esta aseveración —sea como sea el caso—  incluye una  premisa a priori. ¿Qué tal si las Escrituras revelaran que Dios tiene tres pueblos, o quizás cuatro? Por supuesto, si las Escrituras enseñaran tal cosa, el argumento sería suficiente per se. Sin embargo, tal pregunta no es correcta porque claramente incluye una  presuposición. Más bien  debiéramos preguntarnos, ¿qué nos enseña las Escrituras al respecto?  Este es el punto, esgrimir lo que las Escrituras revelan, no lo que una escuela teológica puntual cree o pre-supone. Sea esta reemplazista, o aun, dispensacional.

Ahora bien, lo que es evidente en las Escrituras, es que se llama a Israel, los hijos de Israel, el pueblo de Dios. Cuestión que no solo en el AT se repite una y otra vez (cf. Éxo. 1:9,20; 3:7, 10; 5:1; 6:7; Lev. 26:12; Deut. 28:1; 1 Sam. 2:29; 9:17; 1 Rey. 8:16; Sal. 81:11; Isa. 1:3;5:13; Jer. 2:13; 23:13; Eze. 13:10; Jl. 2:26; Amo. 7:15; 9:14;  Miq. 3:5; Zac. 8:7 et al.), sino también el NT exhibe  de manera inconfundible, así Pablo señala: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.” (Rom. 11:1). Dicho de otro modo, Israel en el NT sigue siendo el pueblo de Dios. “Su Pueblo” dice Pablo;  “Mi pueblo” dice Dios.  Pero, en vista que Israel falló en su comisión, ¿tienen realmente aun parte en los planes de Dios? O, ¿Será que los israelitas al tropezar cayeron definitivamente? Es Pablo mismo quien responde a esta pregunta que el mismo previó: “¡De ninguna manera!” y Añade: “Al contrario, debido a su transgresión vino la salvación a los gentiles, a fin de provocarlos a celos.” (Rom. 11:11 RV95). Ésta enseñanza es la que Pablo no quería que los creyentes (gentiles) pasaran por alto. Mucho menos, que pensaran con  arrogancia en un tipo de exclusivismo electivo  debido al fracaso de Israel. Simplemente —añade Pablo—  Dios ha endurecido a Israel por un tiempo, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles para luego salvarlos (Rom. 11:25 RV95) en Cristo, así, como claramente está escrito: "Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. (Rom. 11:26 RV95). Tal convicción paulina, sin duda se basaba en una revelación divina que ya se había profetizado y que no solo los apóstoles (cf. Lc. 1:8-17; 46-55; 67-79; 2:25-32; Hec. 5:31s; 9:15; 10:36; 28:20; Rom. 10:1s; Apo. 21:12), sino el mismo Señor confirmó en su ministerio para con sus hermanos (cf. Mt. 10:1-6; 15:21-28; Mr. 7:24-30; Lc. 22:30; Hec. 1:3-6s) dejando ver las mismas Escrituras llanamente este hecho divino determinado. Así, en las palabras del profeta Jeremías:     

“Así ha dicho Jehová,  que da el sol para luz del día,  las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche,  que parte el mar,  y braman sus ondas;  Jehová de los ejércitos es su nombre: Si faltaren estas leyes delante de mí,  dice Jehová,  también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente.” (Jer. 31:35-36)

 Ahora, ¿qué es la iglesia? Habitualmente la teología reformada en su esfuerzo por subrayar  la unicidad del pueblo de Dios, ha enseñado que la iglesia se encontraba en el AT. Es así como Louis Berkhof llegó a decir que “…después del Éxodo, el pueblo de Israel no solo estaba organizado como una nación, sino que también constituía la iglesia de Dios...” (Berkhof en Benware 2010:98). Otros, —y en gran consenso— que también  profesan la teoría del reemplazo[1] sugieren que la iglesia ha pasado a ser el “verdadero Israel de Dios”[2] (Gál. 6:16), o que ha reemplazado a Israel debido al fracaso de los hijos de Israel. Berkhof mismo ha señalado que el término iglesia se aplica muchas veces a Israel. Esta tesis —a falta de rigurosidad de Holwerda— ha sido explicada por Williams Cox de la siguiente manera:

«El pueblo de Dios era conocido en el Antiguo Testamento como “Israel”. El mismo pueblo en el Nuevo Testamento es conocido como “la iglesia”. De hecho, en las Escrituras estos términos se usan intercambiablemente; la iglesia hace referencia a “Israel” (Gá. 6:16), mientras que en el Antiguo Testamento, remanente hace referencia a “la iglesia” (Hch. 7:38).» (Cox en Benware 2010:104)

Como todo exégeta mediamente responsable y serio sabe, estos argumentos esgrimidos por Cox, son en palabras de D.A Carson simplemente: falacias exegéticas. Bien señala el profesor Dr. Arnold Fruchtenbaum:

«…los hechos del Nuevo Testamento simplemente no respaldan esta aseveración. Los escritores del Nuevo Testamento hacen constantemente una distinción entre “Israel” e “Iglesia” y no usan los términos a manera de sinónimos. El término “Israel” se usa setenta y tres veces en el Nuevo Testamento, y en cada caso se refiere al Israel étnico, ya sea a la nación en general o a los judíos creyentes dentro de la nación» (Fruchtenbaum en Benware 2010:104)

 En efecto, tales teorías no se encuentran en el NT, y aun, el uso de Romanos 9:6[3] por parte de algunos teólogos reformados  no respalda tal idea. Entonces, ¿qué es la iglesia? La naturaleza de la iglesia tiene su comienzo en el plan de Dios como se observa en  Mateo 16:18:Y yo también te digo,  que tú eres Pedro,  y sobre esta roca edificaré mi iglesia;  y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Como tal, el AT no nos habla de ella, pues no existía, sino hasta que el Espíritu Santo vino en Pentecostés para iniciar desde dicho día (Hec. 2:1-13) el nacimiento de la iglesia de Cristo como un organismo viviente teniendo a Cristo como Su cabeza  (cf. Hec. 2:1-21). Nótese bien, dijo el Señor: “…y sobre esta roca edificaré mi iglesia…” (Mt. 16:18) del gr. οκοδομήσω (oíkodoméso) futuro activo de οκοδομέω (oikodomeo). Ahora bien, el concepto veterotestamentario cognado del término κκλησία (ekklesía) “iglesia” es עֵדָח (edah) “congregación”, sin embargo, esto no enseña que la Iglesia —como se enseña en el NT— se encontraba en el AT[4], especialmente cuando se cita eisegéticamente Hec. 7:38. El significado diacrónico que es en sí cronológico de este término, es el foco basal cuando queremos enseñar acerca de lo que implica el significado desnudo y posteriormente vestido de la teología del NT.  Siglos antes de que se hiciese la traducción del AT y de la época del NT, κκλησία (ekklésia) describía a un grupo de personas supeditadas a un acontecimiento para cultual. Especialmente un grupo de personas reunidas bajo propósitos jurídicos y políticos, de allí que el término habitual para traducirlo incluso en el AT  fue mayormente “asamblea”[5]. De esta manera  κκλησία (ekklésia)  entró en la  LXX  exclusivamente en lugar del hebreoקָהָל   (qahal) “asamblea” (cf. Gén. 49:6; Núm. 22:4; 2 Sam. 20:14; 1 Rey. 12:21).

En la época del Deuteronomio קָהָל (qahal) designa sobre todo a la muchedumbre reunida ante el Sinaí para concertar la alianza y obedecer las leyes de Yahvéh (cf. Deut. 9:10; 10:4)  (Coenen 1990II:322-337). En otras palabras, el sentido novotestamentario es totalmente ajeno al veterotestamentario. Pasa lo mismo con עֵדָה (edáh) “congregación”[6]. “Y harás que los levitas se acerquen delante del tabernáculo de reunión, y reunirás a toda la congregación עֵדָה (edáh) de los hijos de Israel.” (Núm. 8:9 cf. [Éxo. 12:13; 35:4]). Por esto κκλησία (ekklésia) y en especial en el NT, viene a tener no sólo un significado morfológico[7] parcial;  sino revelado por el significado teológico, que se fue construyendo a través de la revelación apostólica progresiva. Así, por el   49-50 d.C. Pablo habla de la “…la Iglesia de Dios” (Gál. 1:13)   Por el 51 d.C., Pablo va añadir a esto que la iglesia puede tener lugar geográfico, añadiendo a ello que la iglesia que está —por ejemplo— en Tesalonicenses es  “…en Dios Padre y en el Señor Jesucristo” (1 Tes. 1:1 cf. [Col 4:15]). Posteriormente Pablo añadirá conceptos propios del Nuevo Testamento desconocidos e inexistente antes de Pentecostés, así,  señaló  después que “…la iglesia del Señor, fue la cual él —Cristo— ganó por su propia sangre”. (Hec.  20:28 [cf. Efe. 5:25]). Posteriormente, y por el 61 d.C., Pablo añadió que él —Cristo— es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia  (Col 1:18,24) reiterando a los Efesios esta verdad   (Efe. 1:22; 5:23) y que como  iglesia, “…está sujeta a Cristo” (Efe. 5:24). Así, y en esta lluvia de conceptos espirituales progresivos finalmente señala el 61 d.C., que la Iglesia de Cristo que él viene a buscar es  “…una iglesia gloriosa, sin… mancha ni arruga ni cosa semejante…” (Efe.  5:27). Por último, y después de un par de años más, el mismo Pablo añadirá a todos estos conceptos teológicos, uno más, la vocación de sus miembros, señalando por el 66 d.C.,  que la iglesia es “…columna y sostén de la verdad. “(1 Tim. 3:15  LBLA). Por supuesto, nada de esto se dice en el AT de alguna asamblea puntual, porque tal grupo, tal asamblea con tales características espirituales no existía antes y tal revelación: de una iglesia con tales características  era un misterio (Efe. 3:1-12; Col. 1:26-27). ¿Es entonces Israel el pueblo de Dios la iglesia? ¿Son términos intercambiables? En ambos casos, la única manera de llegar a tal conclusión es espiritualizando las Escrituras. En otras palabras, nada de lo que  el NT menciona tocante a la iglesia existía en alguna  “asamblea” o grupo del AT, por el contrario, es desde las palabras de Cristo que la iglesia como una asamblea de personas naturales (congregación), recibe  desde pentecostés vida espiritual, de manera que ya no son solamente un grupo político reunido, o una asamblea o congregación común; sino un organismo que tiene una relación vital con quien es Señor de sus miembros, Cristo (1 Cor. 12:12-27*).

Ahora, ¿llama el NT a la iglesia pueblo de Dios?  Seguramente usted está pensando en 1 de Pedro 2:9, donde leemos: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” ¿Es la iglesia entonces, un pueblo más, y claramente como leemos aquí: un pueblo adquirido por Dios, otro pueblo de Dios? Claramente y como hemos observado, las Escrituras mencionan una relación especial de Dios con Israel, a quien Dios mismo  considera Su pueblo. La iglesia por su parte, y en distinción a Israel, es el NT  el “cuerpo de Cristo”, pero también,  es la “novia y esposa de Cristo” (Apo. 19:7-9), no se dice esto de Israel. Que queremos señalar. Hay conceptos escriturales distintivos de ambos grupos en las Escrituras, pero también, términos particulares flexibles que son usados de manera intercambiable. Por ejemplo, Pedro llama a los expatriados, sacerdocio santo. ¿Quiere decir que ellos conforman un nuevo sacerdocio “levítico” novotestamentario? ¿La iglesia tiene una nueva categoría de “sacerdotes”? Por supuesto que no. Este concepto veterotestamentario (sacerdotes) claramente está siendo usado por Pedro en otro sentido. Al igual que  Juan llamó a Jesús, el Cordero que quita el pecado del mundo, Pedro usa un concepto, un término veterotestamentario para señalar de los escogidos en Cristo, su vocación de servicio a Dios. El estatus que tienen en Cristo, y por ello, la dignidad que involucra ser  portadores  de las virtudes de Cristo. Como bien señala el profesor Vlach: A veces, los escritores del Nuevo Testamento aplican terminología utilizada de Israel en el Antiguo Testamento a la iglesia del Nuevo Testamento. Como el Israel del Antiguo Testamento, la iglesia se identifica como posesión de Dios (cf. Éxodo 19:5 con Tito 2:14), "Mi pueblo" (cf. 2 Crónicas 7:14 con Hechos 15:14 y 2 Corintios 6:16), y la "circuncisión" (Flp 3,3).” (Vlach 2014:1).  Por supuesto, los teólogos del reemplazo creen que este versículo es una muestra “contundente” de que los “autores del NT” equipararon a la iglesia con un pueblo, y específicamente, con el “nuevo Israel” como ha hecho Grudem[8], sin embargo, y en las propias palabras de William Hendriksen, lo que ha hecho Pedro aquí, es simplemente usar la terminología nacional y política [acostumbrada en el AT para Israel]  pero, en un sentido no político, por eso —añade Hendriksen—   nación “santa” (Hendriksen 1999:112). De hecho, y esto es interesante, Hendriksen siendo un teólogo reformado  no hace ninguna declaración   reemplazista aquí.  Sin duda la iglesia implícitamente no solo es la “novia de Cristo”, es explícitamente  “Su esposa”, pero también, el “cuerpo de Cristo”, y así, es también  el “pueblo de Dios”, porque al igual que lo que constituyó a un pueblo en el pasado como Israel, la iglesia constituye al presente una gran cantidad de personas de toda raza tribu y lengua (Apo. 5:9); porque como ciudadanos de paso en esta tierra (Fil. 3:20; Efe. 2:6) también tienen una morada celestial  intermedia en común preparada por el mismo Señor (Jn. 14:2; Fil. 1:23; Heb. 13:14; 1 Ped. 1:4; Apo. 21:2, 27; 22:3-5) y finalmente una morada terrenal futura (2 Ped. 3:10-13; Apo. 5:10; 20:4); y porque también tienen un “código legal espiritual” por el cual llevan a cabo la voluntad de Dios (Jn. 14:15; 17:17; Gál. 6:16; 1 Tim. 1:15; 2 Tim. 1:13; 3:14-17; Tit. 2:1; 3:8; Heb. 1:1s; Stg. 1:19-23; 1 Ped. 2:1-3; 2 Ped. 3:14-16; 1 Jn. 1:1-4;5:13; 2 Jn. 8-10; Jud. 3; Apo. 1:3). Todas estas características son propias de un pueblo que está constituido bajo los elementos esenciales que hace de un pueblo lo que es (gente, territorio, ley). Así, este es el sentido pedrino de tal referencia.   

Pero, ¿qué de Efesios 2:14, no dice Pablo aquí que en virtud de Cristo Dios de ambos pueblos hizo un solo?  Solo una lectura superficial de este versículo y su contexto, concluiría en una tesis reemplazista. En primer lugar, Pablo está contraponiendo a dos grupos de personas, no a dos entidades. Así, a gentiles en contra posición a los judíos. O, a quienes eran incircuncisos, en contraposición de quienes eran de la circuncisión (Efe. 2:12) cuya situación había incurrido en una pugna interminable.  Es bajo este hecho que Pablo habla aquí, de una unión entre “dos pueblos”, entre dos cosmovisiones, entre dos grupos totalmente diferentes y radicalmente beligerantes. Esta pugna es descrita reiteradamente en el NT.  Bien explica el teólogo católico L.A. Schökel: «…los judíos… se tenían a sí mismos como los escogidos, los privilegiados, los de casa, los herederos de las promesas, los puros. Consideraban a los paganos con los alejados, los que no tenían ni carta de ciudadanía, ni esperanza, ni un Dios que les amparara en el mundo. Eran “prejuiciosos” apuntalados por el legalismo religioso feroz. Un documento antiguo del judaísmo llamado “Carta de Aristéas” dice entre otras cosas: “Nuestro sabio legislador, guiado por Dios, nos cercó con férreas barrera para que no nos mezcláramos en nada con ningún otro pueblo, para que permaneciéramos incontaminados de alma y cuerpo» (Schökel 2013:2242). Pedro  mismo cuando entró en casa de Cornelio no dudó declarar: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero…” (Hec. 10:28). Por supuesto, no hay que olvidar aquí también el desdén de los gentiles hacia los judíos, cuestión que la historia ha constado claramente también desde los primeros siglos pasando por el antisemitismo de la edad media, el holocausto y  la beligerancia constante que aun en nuestros días experimentan. En otras palabras, lo que Pablo está diciendo aquí, es que tanto gentiles como judíos fueron reconciliados por medio de Cristo para en virtud de él, nótese: “…formar un nuevo hombre” (Efe. 2:15). Tercero, es interesante observar que Pablo está dirigiéndose a gentiles (2:11), de quienes dice que antes no solo estaban sin Cristo, sino además, alejados de la ciudadanía de Israel en el sentido que no gozaban de las bendiciones de dicha ciudadanía, esto es, de los pactos de las promesas que Dios había dado a los patriarcas. Por esta razón estaban sin esperanza y por supuesto, sin el Dios de dichas promesas. Sin embargo, Pablo no solo señala que Cristo unió al judío y al gentil en Cristo (2:14-15), sino que por medio del mismo Señor, los gentiles fueron “acercados” a tales promesas (2:13). En ningún  caso este pasaje elimina a Israel como entidad pactual. Más bien lo que Pablo hace aquí, es reiterar lo que fue inconmovible en la profecía (los pactos) clarificando la “nueva” relación entre las personas de tales trasfondos; en  ambos casos, judíos incrédulos  y gentiles incrédulos, de manera que bajo este nuevo arreglo divino, los gentiles llegaron a ser conciudadanos del pueblo de Israel a quien fueron originalmente dadas las promesa, juramentos divinos que Cristo dio y dará cabal cumplimiento hasta la consumación de Su Reino terrenal. Nótese nuevamente que Pablo no dice “ciudadanos” solamente, sino, con-ciudadanos (suntolĩtai) con un  énfasis en la asociación al pueblo de estas promesas, así con σν (sùn) que literalmente significa “con”, y tiene la idea de “junto con”, en el sentido de asociación, o de compañía (Grundmann 2003:1082; WallaceSteffen 2015:272). Y esto no es casual, Pablo añade que los creyentes unidos (judíos y gentiles) además son un edificio bien coordinado (“sunarmologuméne”) que sigue creciendo y es edificado juntamente (“sunoikodomeĩsthe”) para  morada de Dios en el Espíritu (3:21-22).  Y Pablo no quiere ser mal entendido, está hablando de los creyentes gentiles quienes además son coherederos (sun-kleronóma) y coparticipes (sun-mmétoja) de estas promesas en este  nuevo cuerpo, receptores de las promesas pero,  en Cristo Jesús por medio del evangelio (Efe. 3:6).  Es finalmente, “unidos a Cristo”[9] que los creyentes gentiles como judíos tienen entrada a estas promesas dadas irrevocablemente a Israel, porque es Cristo quien lleva a cabalidad tales promesas dadas en el AT.

Conclusión

La pregunta no es si el dispensacionalismo cree en la existencia de dos pueblos de Dios, sino más bien, ¿qué enseña la Escritura al respecto? Lo que es evidente en las Escrituras es que el pueblo de Dios es Israel; por antonomasia, los hijos de Israel, el pueblo de Dios. Cuestión que no solo en el AT se repite una y otra vez.  ¿Qué es la iglesia entonces? La iglesia es el grupo de personas redimidas por la sangre de Cristo (Efe. 5:25-27). Y, bajo este estatus el NT la llama exclusivamente la novia de Cristo, la esposa del Cordero (Apo. 19:7-8; 22:17).  De esta manera, la distinción entre estas dos entidades se distingue claramente en las Escrituras, bien señala Pablo: “No seáis tropiezo ni a judíos,  ni a gentiles,  ni a la iglesia de Dios…” (1 Cor. 10:32). Y, aunque la iglesia está constituida de creyentes judíos y gentiles, tal distinción no se elimina en la eternidad. El mismo Juan menciona la usurpación de la calidad de judío como una blasfemia  (Apo. 2:8-9; 3:9),  distinguiendo a este grupo (7:1-8) de la iglesia hasta la presencia misma de la nueva Jerusalén (Apo. 21:12-14). Como señalamos, el hecho de que el NT llame a la iglesia Pueblo de Dios, no elimina tales distinciones, pues tales adjetivos son usados de manera puntual, y no pretenden establecer pugna entre estas dos entidades que Dios mismo estableció en Su eterna sabiduría.











Bibliografía

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Coenen, Lothar & Erich, Beyreuther et al. 1990. Diccionario Teológico Del Nuevo Testamento, Volumen II. Salamanca (España): Sígueme.
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Schökel A. Luis 2013. La Biblia de Nuestro pueblo, La Biblia del Peregrino. Bilbao, España: Mensajero.
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Waldron, E. Samuel 2016. El fin de los Tiempos, Una explicación para todos, una escatología sencilla Basada en el evangelio. Colombia: Faro de Gracia.
Wallace B. Daniel & Steffen S. Daniel 2015. Gramática Griega, Sintaxis del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Vida.





[1] Un buena explicación de lo que es la teología de reemplazo, por el  Dr. Renald E. Showers:  La Teología del Pacto comenzó a ser desarrollada como sistema teológico en las iglesias Reformadas de Suiza y Alemania en los siglos 16 y 17 y de allí pasó luego a Holanda, Escocia e Inglaterra. Fue introducida en América principalmente por los puritanos. Los proponentes de la Teología del Pacto adoptaron la Teología del Reemplazo en relación a la nación de Israel, y como resultado proclamaron que, como Israel había rechazado a su Mesías, Dios rechazó para siempre a la nación de Israel como Su pueblo y reemplazó a Israel por la Iglesia como Su pueblo. De modo que la Iglesia es ahora el Israel de Dios y que ha heredado las bendiciones que Dios había prometido originalmente a la nación de Israel. Esto significaba que la nación de Israel había perdido para siempre el derecho de propiedad sobre la tierra que Dios le había dado en tiempos pasados. Si esto se lleva a su conclusión lógica, esto significa también que la Iglesia, incluyendo los gentiles, es la verdadera propietaria de esa tierra. Y la Teología del Pacto, al menos algunos de sus defensores, continúan sosteniendo hoy ese punto de vista. Eso no significa que ellos automáticamente odian a los judíos. Y no significa que creen que los judíos deben ser perseguidos, pero significa que su adopción de la Teología del Reemplazo ha afectado su opinión del derecho de propiedad de Israel sobre la tierra y su derecho a existir como nación en el Medio Oriente. La única manera en que pueden tener ese concepto es empleando un método alegórico de interpretar la Biblia, en vez del método histórico, gramatical de interpretar la Biblia.” (Showers 2006:14).
[2] ¿Quién es “el Israel de Dios” en Gálatas 6:16? ¿La iglesia realmente? Esta última, es la postura de los teólogos de la teología del reemplazo. Para una análisis y refutación de esta idea reemplazista, véase el excelente artículo de David Huffstutler aquí:
[3] Bien señala el profesor Benware: “Los teólogos del reemplazo citan este versículo para demostrar un uso más amplio del “Israel” que incluye a los gentiles cristianos. Pero Romanos 9:1-5 está incuestionablemente hablando de Israel étnico, como aquellos a los que corresponden muchos privilegios espirituales, incluso los pactos. El fallo de los judíos al no responder positivamente a Jesús el Mesías, dice Pablo, no frustra los propósitos de Dios. Si bien la mayoría de Israel rechazó el plan de Dios, alguno en Israel no lo hicieron. Igual que en el resto de Romanos (donde usa “Israel” once veces en los caps. 9-11) Pablo está reconociendo sencillamente que dentro de la nación de Israel hay judíos creyentes y judíos incrédulos. Simplemente está hablando de los israelitas étnicos que eran hijos de Abraham tanto natural como espiritualmente, y los contrasta con aquellos en Israel que no creen. No es un contraste entre judíos incrédulos y la iglesia, y no hay un gentil a la vista. Debería observarse que muchos teólogos del reemplazo concuerdan con este punto, y, por consiguiente, no usan Romanos 9:6 para establecer su caso.” (Benware 2010:104).
[4] Como hemos mencionado anteriormente, el amilenarismo enseña la teología de reemplazo, “la iglesia es ahora Israel”, y las profecías tocantes al pueblo judío, se cumplen en la iglesia. Wayne Grudem, —teólogo reformado (amilenarista)— escribe:  Que más falta decir para afirmar que la iglesia se ha convertido a ahora en el verdadero Israel de Dios y recibirá todas las bendiciones prometidas a Israel en el antiguo Testamento. (Grudem en Benware  2010:98).
[5] Algunos ejemplos de su uso en el AT. קָהָל (qahal) “asamblea” ἐκκλησία (ek-klésia) LXX/NT
1.     Multitud de gente (Gén. 28:3).
2.     Asamblea (Gén. 49:6; Deut. 9:10).
3.     Congregación de Israel, convocatoria del pueblo (1 Rey. 8:14).
4.     Congregación cúltica (Sal. 22:23; 22:22).
5.     Reunión de los malos (Sal. 26:5).
6.     Congregación de los santos, es decir, de los ángeles (Sal.  89:5).
7.     Tropa, gentío (Eze. 17:17 [postexílico] Esd. 10:1 multitud “niños y mujeres”).
8.     Grupo de cautivos (Eds. 10:8).
Otros términos usados en el griego koiné  para definir a un grupo de “personas reunidas” son  θίασος (thíasos) reunión cúltica en honor a una deidad.  ἐρανος (éranos): colectividad que observa fiestas. κοινον  (koinon) lo común [que une]. σύνοδος (súnodos) grupo que sigue el mismo camino  (doctrina). συναγωγὴ (sunagogé) reunir (reunión) [traer juntos] S.II a.C. asamblea de agrupaciones de culto (Coenen 1990II:322-337).
[6] Hb.  עֵדָה (edáh) en el AT encierra el concepto de corporación, recayendo el acento no tanto en la suma de individuos, —la multitud—  sino en la unidad formada por la comunidad  (Coenen 1985II:322). Las menciones veterotestamentarias más frecuentes son: «la congregación de Israel» (9 veces), «la congregación de los hijos de Israel» (26 veces), «la congregación» (24 veces) o «toda la congregación» (30 veces)  (Vine 2007:64s). La LXX mayormente lo traduce con el término συναγωγὴν  (sunagogén) “sinagoga”.
[7] Gr.  καλέω (kaléo) llamar  y ἐκ (ek), fuera de, de ahí  “llamados fuera.”
[8] Grudem cree que 1 Pedro 2:9 enseña una teología de la reemplazo: “…el pueblo elegido de Dios ya no se dice que son los descendientes físicos de Abraham, porque los cristianos son ahora el verdadero ‘linaje escogido’ (v. 9)… ¿Qué más podría ser necesaria para poder decir con seguridad que la iglesia se ha convertido en el verdadero Israel de Dios.”   (Grudem en Vlach 2014:1).
[9] Bien dijo el Señor: “…sin mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Esta asociación, por supuesto, no tiene la noción de una sociedad sinergista, sino, de dependencia. El NT usa varias veces este sentido en sus aspectos soteriológicos incluyendo en ello, las implicancias escatológicas de la salvación que tiene la iglesia  justamente, “con Cristo”. Algunos ejemplos.  “Con él” hemos muerto al pecado (Rom. 6:8; Col. 2:20). “Con él” hemos vuelto a la vida (Col. 2:13; Rom. 6:8). “Con él” hemos sido resucitados (2 Cor. 4:14; 1 Tes. 4:14). “Con él” nuestra vida está escondida (Col. 3:3). “Con él” estaremos en el cielo (Fil. 1:23). “Con él” seremos manifestados (Col. 3:4). “Con él” seremos arrebatados (1 Tes. 4:17). “Con él” viviremos por siempre (1 Tes. 5:10).