Por J.A. Torres Q.
Preámbulo
La
respuesta a la pregunta anterior, —en nuestra opinión— es no. Ahora, y respondiendo
a la pregunta que formula M.A. Jiménez (¿Es correcta la expresión: “María madre de
Dios”?[1]) nuestra respuesta es doble:
ilocutivamente[2],
sí, pues trata de tomar los resguardos necesarios exponiendo el dogma en el
sentido que se quiso originalmente comunicar; pero, por otro lado, en el sentido
locutivo[3] llano, creemos no es
adecuado, y, en respuesta a “nuestra pregunta”, creemos es y sería inapropiado adoptarlo
como parte de la jerga teológica protestante como algunos creen así. Y, si bien
es cierto reconocemos que la frase no representa una herejía per se en
vista que su uso original vino a reforzar la doctrina de la deidad de Cristo en
una unión hipostática puesta en peligro por Nestorio, creemos su uso actual, claramente ha
demostrado ser motivo de confusión, aun procurando sus adherentes más
entusiastas evitar los malos entendidos
que genera por sí mismo su sentido llano. Además, no debemos ignorar el
efecto no esperado que trajo consigo esta definición, como bien señala Hodge: “Sea
como sea que se explique, el hecho es que la decisión del Concilio de Éfeso
marca una época en el progreso de la deificación de la Virgen” (Hodge
2010:791).
Notemos entonces algunas líneas argumentativas
en este breve artículo.
Bosquejo guía
Preámbulo
Introducción
El contexto histórico del Theotokos
La herejía de Nestorio
¿Por qué el concepto de “María madre
de Dios” no es preciso como dogma protestante?
Primero: porque el énfasis el
concilio no fue María, sino Cristo
Segundo: porque el uso de María, “la
madre de Dios” fue un término auxiliar
Tercero: porque “María, la madre de
Dios” no es un término escritural
|
Introducción
La
frase “María, madre de Dios” no aparece ninguna vez en el NT, tampoco
el término “theotokos.” Así, De Andrade en el “Diccionario Teológico: Con un Suplemento Biográfico de los Grandes
Teólogos y Pensadores” (Diccionario Protestante) escribe: “Jamás la
Biblia se refirió a María como madre de Dios; siempre se le muestra como madre
de Jesús (Juan 2:1; Hechos 1:14)” (De Andrade 2002:219). Cabe señalar que, posteriormente al
concilio de Éfeso (431 d.C.) donde se esgrimió
el término, y ya en tiempos de la Reforma con excepción del luteranismo[4],
ninguna Confesión protestante, utilizó o preservó el concepto; nada se dice de
ello en la Confesión de Augsburgo (1530), la Confesión Escocesa (1560), la Confesión Helvética (1566), la Confesión de Heidelberg (1576), los 39 artículos
de la Iglesia Anglicana (1571), Westminster (1646), los Cánones de Dorf (1619),
como tampoco en la Confesión Bautista de 1869. Ahora bien, no hubo un silencio
total posteriormente a estos hechos con respecto al tema, sin duda, pues Lutero
como Zwinglio manifestaron su adhesión a
este concepto, aun también lo hizo John
Wesley en el siglo XVII, como la Iglesia Ortodoxa, la cual no solo asumió el dogma, sino que también, lo llevó a la liturgia como parte de su “veneración”
a María hasta el día de hoy como la que es theotokos, panaghia (santísima) y aeiparthenos (siempre virgen). Con justa razón, este concepto no fue inocuo para
muchos en aquellos días, fue así que los mismos reformadores aludidos aquí,
(Lutero/Zwinglio) —junto con Wesley también— no solo adscribieron a este
concepto, sino que derivado de este, comulgaron con la idea de la perpetua
virginidad de María.
Así,
y aunque la iglesia cristiana temprana no negó lo que el concilio de Éfeso
quiso defender (la deidad de Cristo), hoy la iglesia protestante no se adhiere
oficialmente a este dogma como la
Iglesia Católica lo profesa en el catecismo 495, donde se señala que: “La
Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de
Dios [Theotokos]” (Vaticano 2018:1). Mucho menos, lo que
los padres de la tradición oriental adjudican a María: “la Toda Santa" (Panaghia),
con lo cual incluyen en dicho título, la
idea de que ella es “inmune de toda
mancha de pecado y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo”, lo cual sin
duda es una de las consecuencias del paradigma anterior.
Ahora
bien, y como hemos señalado, la frase “María, madre de Dios” no aparece ninguna
vez en el NT sin embargo, donde sí
aparece hoy, es en el catecismo católico, y abundantemente, así, CIC: 466, 467,
469, 493, 495, 509, 721, 963, 966, 971, 975, 1014, 1020, 1138, 1161, 1172,
1187, 1192, 1195, 2131, 2177, 2502, 2619, 2675, 2677, 2678, 2725, 2827, 2853. Fue
así que la doctrina católica no solo adscribió a la idea en su momento esbozada
por el concilio de Éfeso, también desarrolló dicho concepto, trayendo consigo
nuevos aspectos relativos a este, esgrimiendo el dogma posterior de la maternidad divina de María, la cual de
acuerdo a la teología mariana del catecismo N° 963, enseña:
«Se la reconoce y se la venera como verdadera
Madre de Dios y del Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre
de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la
Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza.» (Vaticano
2019:1).
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Cabe
señalar que la veneración de María por ser “Madre de Dios” no fue una idea
posterior al concilio, como señala M. Warner, terminado el concilio de Éfeso
(431 d.C.) una procesión con antorchas atravesó la ciudad de Éfeso proclamado: ¡Honor sea a Theotokos! ¡Y a
Cirilo! (Warner 1999:209), pero además, y —como escribe Charles Hodge—
el Concilio referido tendió a aumentar
la supersticiosa reverencia hacia la virgen, y debido a esto, muchos tomaron el
concepto como una declaración de divinidad, y así, en el mismo contexto de las
celebraciones por el triunfo sobre Nestorio, los apologistas vencedores fueron
escoltados por una multitud precedida por mujeres que llevaban incensarios ardiendo en honor a la triunfadora del Concilio (Hodge
2010:791). ¿Fue la idea de Éfeso promover la
adoración a María? No era la intención, sin duda, pero devino en ello, así
también lo constatan Flecther y Ropero al señalar: “El culto a María, dice
Steitz, quedó establecido ese día y se desarrollo más cada siglo.” (Flecther
& Ropero 2008:317). ¿Fue entonces la interpretación del concepto
que estamos aquí analizando a oídos de los cristianos de aquellos días
consensuales? Queda más que claro que esto no ocurrió y dicho sea de paso, no
se puede pretender que hoy, el cristianismo transversal comulgue en todas sus
anchas este concepto pretendiendo que se comprenda en su sentido “ortodoxo”,
claramente esto no ocurrió así, y por ello hoy pretenderlo no solo es ingenuo,
sino en cierto modo también, ilusorio, pues el concepto ha demostrado
históricamente no ser neutral en su interpretación. Dué y Laboa nos dan ejemplo al respecto,
pues nos informan que la invocación posterior a María desde el contexto
de Éfeso devino en una doble reacción. Por un lado, las autoridades de la iglesia como Epifanio
de Salamina protestaron frente al exceso venerativo de María, por otro
lado, líderes como el obispo Severiano de Gabala sostuvieron que en relación a la theotokos (María), se debía primero, invocarla a ella aun antes que a los apóstoles y los mártires
(Dué & Laboa 1998:71). Así, y paradójicamente
donde Diana de los efesios había sido adorada
(cf. Hec. 19) el camino para la veneración de María se pavimentó
hasta el punto en donde el papa Sixto III (432-440) —cuatro años
después de Éfeso— mandó a erigir en honor a la definición de “theotokos”, el
santuario más importante para María en el Este: la Basílica de Santa María
Maggiore de Roma (Careaga 1996:82ss). Así, no es extraño observar en el clásico
“Manual de Teología Dogmática” católica de Ott, las siguientes aseveraciones:
«Si
alguno no reconociere a María como Madre de Dios, es que se halla separado de
Dios» (San gregorio). San Cirilo de Alejandría fue el principal
defensor, contra Nestorio, de este glorioso título mariano.”
“La
dignidad y excelencia de la Virgen como Madre de Dios excede a la de todas
las personas creadas, bien sean ángeles u hombres; porque la dignidad de una
criatura es tanto mayor cuanto más cerca se halle de Dios. […] Como madre
corporal, lleva en sus venas la misma sangre que el Hijo de Dios en cuanto a
su naturaleza humana. Por ese parentesco entrañable que tiene con el Hijo, se
halla también íntimamente unida con el Padre y con el Espíritu Santo. La
Iglesia alaba a la Virgen por haber sido escogida para Madre de Dios y por la
riquísima dote de gracias con que ha sido adornada como hija del Padre
celestial y esposa del Espíritu Santo.”
(Ott 1966:310ss)
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Ahora
bien, no sería raro hoy encontrar en el protestantismo a quienes profesan
orgullosamente este concepto, que como ya señalamos, creemos no es herético ni
heterodoxo, pero en nuestra opinión, no es adecuado. Más bien representa hoy un
silogismo anacrónico. Por cierto, y esto
hay que decir, quienes no comulgan con este concepto, habitualmente serán malinterpretados, incluso
juzgados —como hemos constatado— entre otras cosas, como quienes: han negado
los concilios de Éfeso y Calcedonia; o, que
plantean lo mismo que Nestorio; aun, los más “entusiastas” —por no usar un
adjetivo peyorativo— que se es un nestoriano; o que finalmente, se le quita
con ello la divinidad al Hijo. Por supuesto, si usted encuentra estas
reacciones en algún debate, son medianamente entendibles, no es motivo
de cismas. Gracias a Dios ya no estamos en épocas de intolerancia “teológica” como lo que justamente
le ocurrió a Juan Frampton en tiempos de la Inquisición en España, donde fue
apresado por el “Santo Oficio” y arrojado en prisiones secretas, por haber omitido
en el interrogatorio del Ave María las palabras «“Madre de Dios”, ruega por
nosotros», lo cual le bastó para ser sometido a tormento (Vila
1977:138).
Ahora
bien, sin duda quien ha estudiado el tema se dará cuenta que tal cuestión no se
zanja con silogismos. Ludwig Ott (1906-1985)
de hecho usa uno que habitualmente la apologética católica esgrime, al declarar:
“Por ser madre del Hijo de Dios, María es madre de Dios.” (Ott 1966:310). Otros han elaborado silogismos
similares a falta de conceptos escriturales como:
1.
Jesús es el Hijo de Dios.
2.
Jesús es Dios.
3. María
dio a luz al Hijo de Dios.
4. María
es madre de Dios.
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Puede
parecer bastante “lógico”, de la misma
manera que por supuesto, los siguientes silogismos también:
1.
María no es la madre del Padre
2.
El Padre es Dios
3.
María no es la madre de Dios.
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1.
María no ha generado el Espíritu Santo;
2. El
Espíritu Santo es Dios; por lo tanto,
3. María
no es la madre de Dios.
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Sin
embargo, todos estos ejemplos caen en la falacia post hoc ergo propter hoc[5],
nótese así, que de la misma manera que los anteriores, también se puede ser lógico, pero no así,
ortodoxo.
1. Lo
puro de lo impuro no puede nacer;
2. Jesús
fue puro; por lo tanto,
3. María
es inmaculada.
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El contexto histórico del Theotokos
Desde mediados
del siglo primero, hasta el siglo Vss, las herejías cristológicas se hicieron
ver. Los primeros, fueron los ebionitas, quienes consideraron a Cristo como
criatura y negaban la concepción virginal de Cristo. Además de lo anterior, los
ebionitas creían que Cristo era el Señor de los ángeles, y que el Espíritu
Santo era un ángel femenino que acompañaba a Cristo (Carballosa
1994:8ss). Después fueron los gnósticos, quienes en una de sus vertientes,
—docetismo de Cerinto— posturaron el docetismo, la creencia de que Jesús nunca
fue verdaderamente hombre (Vidal 2009:63; Beyer 2000:36).
Después
vino el monarquianismo en su ala racionalista o dinámica, quienes negaban la deidad y poder de Cristo
considerándolo también un simple hombre; mientras los modalistas aceptaban la identidad
del Hijo con el Padre, negaban la realidad individual de las personas de la
Trinidad, de manera que creían que Jesús era el Padre, surgiendo así el
modalismo de Sabelio que enseñaba que Dios se revelaba en tres modos diferentes,
negando rotundamente que Dios fuese Padre, Hijo y Espíritu Santo al mismo
tiempo (Carballosa 1994:8ss).
Luego
vendría el arrianismo, la doctrina de Arrio de Alejandría quien creía que Jesús
no era Dios, solo una criatura creada por Dios Padre. Después vino Apolinar, un
férreo opositor de Arrio, y con él, el apolinarismo, así Apolinar asumiendo que Cristo era Dios y hombre, en su preocupación soteriológica llegó a decir que sí Cristo era solo hombre no sería capaz de salvar al pecador, y por otro lodo, si Cristo era solo Dios, no podía salvar ya que tendría que ser mediador y sufrir la
muerte. En términos concretos, así como
Arrio negó la deidad de Cristo, Apolinar se fue al extremo opuesto, pues "prefirió" negar
la perfecta humanidad del Señor, ideas que los grandes capadocios refutaron
rotundamente. Así, y entre otras
herejías posteriores[6],
llegamos al nestorianismo, las supuestas
ideas de Nestorio, que producto de las caricaturas de Cirilo, quedó como el
hereje que postuló el nestorianismo.
La herejía de Nestorio
La idea
adjudicada a Nestorio (386-451 d.C.), surgió por las discusiones cristológicas
de las escuelas de pensamientos de aquellos días (occidente[7]/Antioquia[8]/Alejandría[9]).
Así Nestorio siendo patriarca de Constantinopla (428 d.C.), y, con el
arrianismo en apogeo, se vio en la necesidad de emprender una cruzada apologética en contra de quienes
aquellos días se referían a María como la “madre de Dios”, o, como la
“progenitora de Dios” con el término Theotokos, lit.: “la que dio a
luz a Dios”; fue este concepto que Nestorio no aceptó y negó rotundamente, admitiendo solamente la
idea de Christotokos: la “madre de Cristo”. No obstante, surge una
pregunta sincera aquí: ¿Fue la defensa de Cirilo en contra de Nestorio una
respuesta a un “muñeco de paja”? Sin duda el término theotokos sigue siendo espinoso para el
protestantismo de hoy. Heiko A. Oberman
—por ejemplo— publicó un importante artículo
utilizando la investigación del obispo Paulus Rusch de Innsbruck, en el
que argumentó que la reacción negativa de Nestorio respecto el término theotokos
fue inicialmente una respuesta a los grupos heréticos que afirmaban que María
era la madre de Dios no solo según la humanidad de Cristo, sino también, según
su divinidad, del mismo modo que las madres[10] de los
dioses en las religiones paganas. Es por estas razones que aun el día de hoy
los eruditos están divididos en cuanto a las verdaderas ideas adjudicadas a
Nestorio. El profesor González por ejemplo, señala que en realidad no condenaron en Éfeso el pensamiento de
Nestorio, sino más bien una caricatura de ello en boca de Cirilo (González 2010:298). Wayne Grudem añade
que Nestorio nunca enseñó la perspectiva herética que lleva su nombre, sino
que por medio de una combinación de conflictos personales y de una medida
esencialmente política eclesiástica, fue depuesto de su posición y sus
supuestas enseñanzas fueron condenadas (Grudem
1994:81). Bien señala el profesor Erickson también: “Es prácticamente imposible determinar con
exactitud cuál era el punto de vista de Nestorio.” (Erickson 2008:740). No obstante, y a pesar de las dudas
históricas al respecto, tomamos dichas acusaciones aquí, como una razón
necesaria para entender el conflicto.
¿Por qué el concepto de “María
madre de Dios” no es adecuado como dogma
protestante?
1.
Primero: porque el énfasis del concilio no fue María, sino Cristo
No hay que
perder de vista el contexto en que se surgió el concepto de theotokos
(“la que dio a luz a Dios”) fue un contexto controversial, pero
también esencialmente cristológico, no mariano. Cabe aquí entonces preguntaron: ¿Por qué entonces “María, madre de Dios” se usó como
paradigma apologético para defender la divinidad de Cristo si no evoca justamente
una locución cristológica rigurosa? Es una buena pregunta y claramente lógica.
De hecho, hubiera bastado una exposición concienzuda de los argumentos que el
NT provee para defender en sí, la unión hipostática y la divinidad del Hijo (cf.
Heb. 1:3s; Fil. 2:1ss; Jn. 1:1ss, etc.). Dicho en otras palabras, a pesar que este
concepto fue necesario en su contexto (Éfeso), el protestantismo histórico
reformado ha sido cauteloso en el uso de sus argumentos para la defensa de la
deidad de Cristo que encuentra su teoría esencial, no "principalmente" en conceptos conciliares,
sino esencialmente en las Escrituras para dichos dilemas. De hecho, no es raro
encontrar en el consenso ministerial una
aversión pasiva a usar este concepto, aun reconociendo la legitimidad histórica
de su uso anacrónico en Éfeso. Es la elección mayoritaria hablar de María no
como la “madre de Dios”, sino como la madre del υἱὸς τοῦ θεοῦ→
“Hijo de Dios” por lo demás, usado en el NT 20 veces (cf. Mt. 26:63; Mr.
3:11; Lc. 4:41; 22:70; Jn. 1:34, 49; 9:35; 11:4 et al.); lo cual nada tiene que ver con una negación de tipo nestoriana de la verdad escritural de que Jesús es Dios. Dicho de otro modo, se trató sin duda, de
un término auxiliar. Bien escribió el teólogo católico José García quien sin
duda como todo profeso católico devoto comulga el concepto, advirtiendo el
aspecto ilocutivo e hiperbólico de esta frase, así, enuncia mesuradamente la
idea a una audiencia principalmente católica:
“La trascendencia de la maternidad de María se expresa en su aspecto
virginal, pero sobre todo en su aspecto “divino”. María es la madre del Hijo
Unigénito de Dios (Jn. 1, 18). La que ha engendrado a un hombre que es Dios es
Theo-tókos. Hablar en estos términos es emplear una formulación hiperbólica,
que indica que, a través de la maternidad de María, la humanidad ha recibido
la máxima autocomunicación de Dios; indica que una mujer ha sido de hecho
madre de aquel que es llamado “Hijo de Dios” (Lc 1,32)” (García 1995:337).
|
2.
Segundo: porque el uso de
María, “la madre de Dios” fue un término anacrónico auxiliar
Es
anacrónico, porque se dio en un momento puntual de la historia con referencia a
conflictos heréticos que requirieron de formulaciones más filosóficas que
escriturales. Y aunque muchas de esta fueron notables, no fueron formuladas
teniendo en mente el rigor escritural, sino la contingencia herética. De hecho,
no era algo extraño usar términos nuevos en el requerimiento apologético de
aquellos días. Pasó lo mismo con el homoousios de Atanasio (293-373
d.C.) contra el homoiousios de Arrio (256-336 d.C.). O, la aparición del
término filioqué que llevaría finalmente a la división del cristianismo
occidental (Catolicismo romano) y el cristianismo oriental (iglesia griega y
rusa ortodoxa).
Aun más, la defensa de la divinidad de las individualidades
de la Trinidad ya había sido preservada por apologistas anteriores como los
tres grandes Capadocios. Basilio por ejemplo, decía que debemos
confesar la fe uniendo lo particular [en ellos] a lo común [de ellos]. Lo común [en ellos] es la
divinidad; y lo particular [sus ministerios].
Luego, uniendo ambas (común y lo particular), debemos decir: “Creo en
Dios Padre”. Y Luego debemos hacer lo mismo al confesar al Hijo, uniendo lo
particular a lo común diciendo: “Creo en Dios Hijo”. E igualmente con respecto
al Espíritu Santo, debemos confesar: “Creo también en Dios el Espíritu”. (Basilio en González 2010:256). Gregorio de Nisa, por ejemplo también
enfatizó no sólo la consubstancialidad trinitaria, sino la relación del Padre y
el Hijo y el Espíritu Santo, refutando el arrianismo las ideas de los pneumatomacos como
también, las del subordinacionismo (inferioridad) diciendo notablemente:
“Y cuando
me refiero a Dios debéis ser iluminados simultáneamente por un rayo de luz y
por tres. Tres en cuanto a sus hipóstasis o si se prefiere, personas […] pero
uno en cuanto a substancia (homoousios), es decir, la divinidad;
Porque la división es uno en tres, y tres en uno, en quienes está la
divinidad o, más exactamente, quienes son la divinidad”(Gregorio
de Nisa en González 2010:262)
|
3.
Tercero: porque “María, la
madre de Dios” no es un término escritural
¿Cómo hicieron
los apóstoles del Señor para profesar su fe en el Hijo de Dios como verdadero
Dios y verdadero hombre en una cultura donde el César romano se hacía así mismo
dios y por cierto, mucho antes del concilio de Éfeso? La respuesta es sencilla,
a través de las enseñanzas del propio Señor y posteriormente la de los
apóstoles, para nosotros hoy, las Escrituras. Dicho de otro modo: Jesús era
Dios encarnado, porque realmente así fue (Jn. 1; 1 Jn. 1:1ss). Por ello Juan
puede escribir: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo
que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han
palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida” (1 Jn. 1:1). Ahora, y como hemos observado, “María, madre
de Dios” como concepto tuvo su lugar en Éfeso, no en el sentido de que fuera la
gestora de la naturaleza divina del Hijo de Dios. Bien señala el profesor
Grudem, aunque María, por supuesto no es la madre de la naturaleza divina de
Jesús, la cual siempre ha existido, Elizabeth puede llamarla “la madre de mi
Señor” porque está usando el título “Señor” para referirse a la persona de
Cristo (Grudem 1994:589).
Ahora
bien, y, por supuesto, lo que nació de María no fue solo un simple hombre
dotado posteriormente de divinidad cuando esta bajó sobre él (Cerinto); en
términos escriturales, la virgen “concibió”, y dio a “luz un hijo”, a quien
debía llamar עִמָּ֥נוּ
אֵֽל
(immánu-él)
“Dios con nosotros”, el Dios que comió mantequilla y miel (Isa. 7:14s; Mt.
1:22-23) el verdadero Dios hecho carne (Jn. 1:14) y no una imitación falsa
romana como hacían los emperadores. El
hijo que también debía ser llamado “Admirable”, “Consejero”, “príncipe de Paz”,
y de hecho, además: אֵ֣ל
גִּבּ֔וֹר (él
gíbbor) y אֲבִיעַ֖ד (abiád) (Isa.
9:6). Rey justo y Salvador (Isa. 9:9), Señor de Israel (Miq. 5:2). De la misma
manera que notamos en estas referencias, el énfasis del NT en la proclamación y
doctrina de la deidad del Hijo nunca siguió la ruta mariana de un theotokos.
Así Mateo deja claro que en la condición de desposada con José, y antes que ellos
se juntaran, se halló que había concebido del Espíritu Santo para dejar claro
que María no había engañado a José (Mt. 1:20), y que había sido elegida por
Dios para ser habituación maternal de quien era Dios eterno, el Verbo que venía
a encarnarse a través de quien el NT llama la madre del niño [Jesús] a quien los magos
adoraron (Mt. 2:1). Madre no solo de Jesús, sino también de Jacobo, judas
y Simón (Mt. 12:46-47; 13:55; Mr. 6:2-3;
Jn. 2:12; Hec. 1:14; 1 Cor. 9:4-5; Gál. 1:19). La que halló gracia delante de
Dios (Lc. 1:30).
¿Qué queremos
resaltar aquí? Que es mejor ser precavido y evitar el término “María, madre de
Dios” porque no siendo ilocutivamente erróneo, se prestó desde el mismo
concilio de Éfeso para confusión, y en el día de hoy no ha sido diferente. Es
quizás por estas razones que tal concepto no se usó consensualmente por los
reformadores a excepción de quienes ya hemos aludido, no aparece en las
teologías sistemáticas protestantes al presente como un concepto que se
promueva o que se llame a rescatar. Pero
además, y principalmente, porque no hay ninguna
referencia bíblica que nos diga “textualmente” que María es Μήτηρ του Θεού. En este
sentido, nos unimos al equilibrio de las palabras de “Charles Hodge” y Francisco
Lacueva que, con sabiduría pastoral señalan:
“Aún con la cordial aceptación de la plena deidad de Cristo, Dios
manifestado en carne, o precisamente por esta aceptación, es chocante en
extremo oír de María como “madre de Dios”. En palabras de Francisco Lacueva,
es mucho más exacto hablar de ella como “Madre de aquel que es Dios.” [Pues]
Madre de Dios conlleva la impresión de que María es madre de dios como Dios;
en cambio, María fue el vaso escogido por Dios para que Aquel que era
eternamente Dios con el Padre, el Verbo, se encarnara, tomando naturaleza
humana en el seno de María. Así, de María no se puede decir que fuera la
Madre de Dios porque Jesús fuera Dios, sino que María fue la madre de Aquel
que es Dios.” (Hodge 2010:791).
|
Bibliografía
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el mito y el culto de la Virgen María.
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[2] Es,
el enunciado que está arraigado a la intención original de quien lo enuncia.
Aquí, entonces, se trata de su intención original histórica, de acuerdo al usus
loquendi de Éfeso.
[3] Es
la locución de un enunciado según sus normas gramaticales llanas en léxico,
pronunciación y significado literal.
[4] La
Confesión luterana oficial con respecto
a la persona de Cristo, se señala: “…creemos, enseñamos y confesamos que la
virgen María concibió y dio a luz no a un mero y simple hombre, sino al
verdadero Hijo de Dios; y por esto se le llama también con toda razón «madre de
Dios», y en efecto, lo es.” (pág.
324).
[5] Esta falacia viene de sacar una conclusión basándose sólo en el
orden de los acontecimientos, lo cual no es un indicador fiable. Es decir, no
siempre es verdad que el primer acontecimiento produjo el segundo
acontecimiento.
[6] Finalmente Eutiques tras un breve lapsos de posteriormente a la
controversia nestoriana, Eutiques enseñaba que después de la encarnación,
Cristo tenía solamente una sola naturaleza, el monofisismo (monofusis= una sola
naturaleza), error de Eutiques, fue el mismo de Nestorio, no supo distinguir
entre naturaleza y persona. Posteriormente en el siglo VIII devino el
adopcionismo, la enseñanza de Migetio, se dice que no distinguía entre el logos y Cristo, dando a entender que
la segunda persona de la Trinidad no existía antes de la encarnación (Carballosa
1994:8ss). Como podemos observar en el siguiente recuadro, todas estas ideas,
fueron condenadas por los primeros siete concilios ecuménicos.
[8] Teodoro de Mopsuestia (350-428 d.C.), Nestorio (386-451 d.C.) y
Teodoreto (393-457 d.C).
[10] Así,
y de acuerdo al análisis de Timothy George Epifanio de Salamina atestiguó la existencia de
tales grupos heréticos, uno de los cuales se encuentra en Palestina: una
comunidad de mujeres que hicieron pasteles circulares y se los ofreció a la
Virgen María, a quien habían llegado a considerar una deidad. (Este grupo
se llamó Collyridians, según la forma de los pasteles en su ritual) (George
2007:1).
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