Introducción
La frase “María, madre de Dios” no aparece ninguna vez en el NT, tampoco el término “Theotokos.” De Andrade escribe: “Jamás la Biblia se refirió a María como madre de Dios; siempre se le muestra como madre de Jesús (Juan 2:1; Hechos 1:14)” (De Andrade 2002:219). Cabe señalar que, posteriormente al Concilio de Éfeso (431 d.C.) donde se esgrimió el término y ya en tiempos de la Reforma con excepción del luteranismo[1] ninguna Confesión protestante utilizó o preservó el concepto[2]. Ahora bien, no hubo un silencio total posteriormente a estos hechos con respecto al tema, sin duda, pues Lutero como Zwinglio manifestaron su adhesión a este concepto, aun también lo hizo John Wesley en el siglo XVII, como la Iglesia Ortodoxa, la cual no sólo asumió el dogma, sino que también, lo llevó a la liturgia como parte de su “veneración” a María hasta el día de hoy como la que es theotokos, panaghia (santísima) y aeiparthenos (siempre virgen).
Con justa razón, este concepto no fue inocuo para muchos en aquellos días, fue así que los mismos reformadores aludidos (Lutero/Zwinglio) —junto con Wesley también— no solo adscribieron a este concepto, sino que, derivado de este, comulgaron con la idea de la perpetua virginidad de María. Así, y aunque la iglesia cristiana (católica) no negó lo que el Concilio de Éfeso quiso defender (la deidad de Cristo y la unión de su naturaleza humana y divina), hoy, no todos los que son parte de la iglesia protestante se adhieren a este dogma como la iglesia católica lo profesa en el catecismo 495, donde se señala que: “La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos]” (Vaticano 2018:1). Mucho menos, lo que los padres de la tradición oriental adjudican a María: “la Toda Santa” (Panaghia), con lo cual incluyen en dicho título, la idea de que ella es “inmune de toda mancha de pecado y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo”, lo cual sin duda es una de las consecuencias del paradigma anterior.
Ahora bien, y como hemos señalado, la frase “María, madre de Dios” (Theotokos) no aparece ninguna vez en el NT sin embargo, donde sí aparece hoy, es en el catecismo católico, y abundantemente, así, CIC: 466, 467, 469, 493, 495, 509, 721, 963, 966, 971, 975, 1014, 1020, 1138, 1161, 1172, 1187, 1192, 1195, 2131, 2177, 2502, 2619, 2675, 2677, 2678, 2725, 2827, 2853. Fue así que la doctrina católica no solo adscribió a la idea en su momento esbozada en Éfeso, también desarrolló dicho concepto, trayendo consigo nuevos aspectos relativos a este, esgrimiendo el dogma posterior de la maternidad divina de María, la cual de acuerdo a la teología mariana del catecismo N° 963, enseña:
«Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del
Redentor [...] más aún, "es verdaderamente la Madre de los miembros (de
Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los
creyentes, miembros de aquella cabeza.» (Vaticano 2019:1). |
Cabe señalar que la veneración de María a la luz de la expresión “Madre de Dios” fue una idea que ya estaba presente en Éfeso; esta es la razón del por qué terminado el concilio (Éfeso 431 d.C.) una procesión con antorchas atravesó la ciudad de Éfeso proclamando: ¡Honor sea a Theotokos! ¡Y a Cirilo! (Warner 1999:209; McGuckin 2021II:124) pero además, y —como escribe Charles Hodge— el Concilio referido tendió a aumentar la supersticiosa reverencia hacia la virgen, y debido a esto, muchos tomaron el concepto como una declaración de divinidad, y así, en el mismo contexto de las celebraciones por el triunfo sobre Nestorio, los apologistas alejandrinos vencedores fueron escoltados por una multitud precedida por mujeres que llevaban incensarios ardiendo en honor a la triunfadora del Concilio (Hodge 2010:791).
¿Fue la idea de Éfeso promover la adoración a María? Es importante comprender que el asunto de Éfeso era esencialmente cristológico, no mariológico (Metz 1971:24). El Concilio de Éfeso del año 431, devino de la confusión que trajo Apolinario con respecto a la naturaleza de Cristo. Apolinario obispo de Laodicea (360 d.C.) declaraba que la naturaleza divina había tomado la naturaleza humana de Cristo. Con ello enseñaba una separación entre lo humano y lo divino en Cristo. Además, decía que Jesús en la tierra no era hombre, sino Dios en forma humana. Aunque la cuestión apolinaria fue tratado en el concilio de Constantinopla del año 381 d.C., Éfeso se adelantó en parte, a responder a esta confusión (Hurlbut 1999:79). En parte, Éfeso enfrentó a las dos escuelas de interpretación, así, la escuela de Alejandría con Cirilo a la cabeza, y la escuela de Nestorio, Antioquía; y esto sin duda sería un aspecto que tuvo implicancias en el resultado del concilio debido a que, en parte, la semántica de ambas escuelas, se verían también enfrentadas por medio de las consecuencias propias de los enfoques derivados de la hermenéutica detrás de los argumentos (cf. McGuckin 2021II:112; Carballosa 2019:27s).
El resultado, el concilio condenó a aquellos que dividían la naturaleza divina y humana en Cristo como lo había sugerido, Apolinar. Sin embargo, Nestorio no negaba esta conclusión, de hecho, a la luz de los hechos relatados por historiadores como Justo L. Gonzáles y John Anthony McGuckin, fue mal entendido por Cirilo. Y fueron declaraciones paralelas al punto esencial de la discusión, las que trajeron el juicio de Cirilo y del concilio en contra de Nestorio. De algún modo, la discusión era cristológica, pero terminó elevando a María hacia un título que la escuela de Alejandría defendió firmemente, pero que, la escuela de Antioquía no aceptó. Sea como sea, y como constata Steitz refiriéndose al resultado del concilio y a la consolidación del dogma alejandrino: “El culto a María... quedó establecido ese día y se desarrollo más cada siglo.” (Flecther & Ropero 2008:317).
A la luz de la historia de los acontecimientos relacionados al concilio de Éfeso, y, aunque la escuela de Alejandría y Cirilo se impusieron consolidando el dogma mariano (Theotokos) como la voz oficial para la iglesia universal de aquellos días, y aunque Cirilo no estaba del todo equivocado en cuanto a su cristología, Teodoreto dejó afuera su teoría porque de manera similar a Nestorio, también había sido expresada de manera confusa en cuanto a las dos naturalezas de Cristo (González en Carballosa 2019:29). Sin embargo, aunque su tesis sobre María fue aceptada y proclamada por el concilio como la tesis oficial de la iglesia, no fue aceptada por todos. En especial, por los clérigos de Antioquía (cf. McGuckin 2021II:120s). Esto es importante tener en cuenta en el día de hoy, debido a que algunos académicos pretenden establecer que tal dogma mariano formó parte de la ortodoxia general de la iglesia, cuestión que ni siquiera en el mismo contexto de Éfeso ocurrió. El profesor McGuckin constata esto señalando que, aunque el triunfo de Cirilo fue la voz del concilio, tal triunfo no fue completo, pues “…los sirios volvieron a los vastos territorios patriarcales antioquenos y difundieron allí la noticia de que Cirilo había sido condenado en el Concilio de Éfeso… y a pesar del mandato imperial, toda la iglesia de siria se negó a entrar en comunión con Alejandría” (McGuckin 2021II:124s).
Dué y Laboa también confirman lo anterior, pues, señalan que la invocación posterior a María desde el contexto de Éfeso devino en una doble reacción. Por un lado, las autoridades de la iglesia como Epifanio de Salamina protestaron frente al exceso venerativo de María, y por otro, los líderes como el obispo Severiano de Gabala sostuvieron que en relación a la Theotokos se debía primero, invocarla a ella (Dué & Laboa 1998:71). Así, y paradójicamente donde Diana de los efesios había sido adorada (cf. Hec. 19), el resultado del concilio y la semántica de Cirilo relativo al dogma mariano, pavimentaron el camino hacia la veneración de María, y, con los años, y en especial por medio del papa Sixto III (432-440) —cuatro años después de Éfeso— se construyó el santuario más importante para María en el Este: la “Basílica de Santa María Maggiore” de Roma (Careaga 1996:82ss). Así, no es extraño observar en el clásico “Manual de Teología Dogmática” católica de Ott, las siguientes aseveraciones:
«Si alguno no reconociere a María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios» (San gregorio). San Cirilo de Alejandría fue el principal defensor, contra Nestorio, de este glorioso título mariano.” “La dignidad y excelencia de la Virgen como Madre de Dios excede a la
de todas las personas creadas, bien sean ángeles u hombres; porque la
dignidad de una criatura es tanto mayor cuanto más cerca se halle de Dios.
[…] Como madre corporal, lleva en sus venas la misma sangre que el Hijo de
Dios en cuanto a su naturaleza humana. Por ese parentesco entrañable que
tiene con el Hijo, se halla también íntimamente unida con el Padre y con el
Espíritu Santo. La Iglesia alaba a la Virgen por haber sido escogida para
Madre de Dios y por la riquísima dote de gracias con que ha sido adornada
como hija del Padre celestial y esposa del Espíritu Santo.” (Ott 1966:310ss) |
Ahora bien, no es raro hoy encontrar dentro del protestantismo a quienes profesan orgullosamente este concepto y acusan a todos aquellos que no comulgan o niegan este dogma como quienes han negado la ortodoxia de la iglesia histórica. Por supuesto, si usted encuentra estas reacciones en algún debate, en seminarios o simplemente, en cualquier discusión entre creyentes, son medianamente entendibles a causa de la influencia de la historia contada desde un sólo prisma. Y, aunque tal realidad es latente, no es motivo de persecución. En este sentido es importante recordar que, en tiempos de la inquisición, el negar este dogma era suficiente para ser no sólo excomulgado, sino también, apresado e incluso, torturado. Esta fue la experiencia Juan Frampton en tiempos de la Inquisición en España, donde fue apresado por el “Santo Oficio” y arrojado en prisiones secretas por haber omitido en el interrogatorio del Ave María las palabras «“Madre de Dios”, ruega por nosotros», lo cual le bastó para ser sometido a tormento (Vila 1977:138).
Ahora bien, sin duda quien ha estudiado seriamente el tema se dará cuenta que a pesar que Cirilo estaba en lo correcto acerca del aspecto cristológico en Éfeso, su semántica en cuanto a María, fue bastante elástica y hasta cierto punto, simplemente silogística. Ludwig Ott (1906-1985) de hecho usa uno que habitualmente la apologética católica esgrime, al declarar: “Por ser madre del Hijo de Dios, María es madre de Dios.” (Ott 1966:310). El silogismo de Cirilo cimilar al de Ott en tiempos más modernos tiene el siguiente orden.
1. Jesús es el Hijo de Dios. 2. Jesús es Dios. 3. María dio a luz al Hijo de Dios. 4. María es madre de Dios. |
Puede parecer bastante “lógico”, de la misma manera que por supuesto, los siguientes silogismos también:
1. María no es la madre del Padre 2. El Padre es Dios 3. María no es la madre de Dios. |
1. María no ha generado el Espíritu Santo; 2. El Espíritu Santo es Dios; por lo tanto, 3. María no es la madre de Dios. |
Sin embargo, todos estos ejemplos caen en la falacia post hoc ergo propter hoc[3] nótese así, que de la misma manera que los anteriores, también se puede ser lógico, pero no así, teológico, exegético y por ende, ortodoxo.
1. Lo puro de lo impuro no puede nacer; 2. Jesús fue puro; por lo tanto, 3. María es inmaculada. |
Algo más del contexto histórico del Theotokos
Desde mediados
del siglo primero, hasta el siglo Vss, las herejías cristológicas se hicieron
ver claramente. Los primeros, los ebionitas, quienes consideraron a Cristo como
criatura y negaban la concepción virginal de Cristo. Además, creían que Cristo
era el Señor de los ángeles, y que el Espíritu Santo era un ángel femenino que
acompañaba a Cristo (Carballosa 1994:8ss). Después fueron
los gnósticos, quienes, en una de sus vertientes, —docetismo de Cerinto— postularon
el docetismo, la creencia de que Jesús nunca fue verdaderamente hombre (Beyer 2000:36). Después vino el
monarquianismo en su ala racionalista o dinámica, quienes negaban la
deidad y poder de Cristo considerándolo también un simple hombre; mientras los
modalistas aceptaban la identidad del Hijo con el Padre, negaban la realidad
individual de las personas de la Trinidad, de manera que, creían que Jesús era
el Padre, proponiendo así, el modalismo de Sabelio que enseñaba que Dios se revelaba
en tres modos diferentes negando así que Dios fuese Padre, Hijo y Espíritu
Santo al mismo tiempo en tres personas diferentes (Carballosa 1994:8ss).
Anteriormente había aparecido la doctrina de Arrio de Alejandría quien creía que Jesús no era Dios, sólo una criatura creada por Dios Padre. Después vino Apolinar, un férreo opositor de Arrio, y con él, el apolinarismo, así Apolinar asumiendo que Cristo era Dios y hombre, en su preocupación soteriológica llegó a decir que Cristo era sólo un hombre y que, por ello, no sería capaz de salvar al pecador, por otro lado, y de hecho, hacia el extremo contrario creía que Cristo era sólo Dios, y por ello, no podía salvar ya que tendría que ser mediador y sufrir la muerte. En términos concretos, Apolinar, así como Arrio negaron la deidad de Cristo, aunque Apolinar se fue al extremo opuesto de Arrio, pues “prefirió” negar la perfecta humanidad del Señor, ideas que los grandes capadocios refutaron rotundamente. Así, y entre otras herejías posteriores[4] llegamos al nestorianismo, las supuestas ideas de Nestorio que producto de las caricaturas de Cirilo, quedó como el hereje que postuló el justamente, el nestorianismo.
La supuesta herejía de Nestorio
La idea adjudicada a Nestorio (386-451 d.C.) surgió por las discusiones cristológicas de las escuelas de pensamientos de aquellos días (occidente [Tertuliano 150-222 d.C.]/Antioquía [Teodoro de Mopsuestia (350-428 d.C.), Nestorio 386-451 d.C. y Teodoreto 393-457 d.C.] Alejandría [Atanasio, los tres Capadocios y Cirilo de Alejandría]). Así Nestorio siendo patriarca de Constantinopla (428 d.C.), y, con el arrianismo en apogeo, se vio en la necesidad de emprender una cruzada apologética en contra de quienes aquellos días se referían a María como la “madre de Dios”, o, como la “progenitora de Dios” con el término Theotokos, lit.: “la que dio a luz a Dios”; fue este concepto que Nestorio no aceptó y negó rotundamente, admitiendo solamente la idea de Christotokos: la “madre de Cristo”. No obstante, surge una pregunta sincera aquí: ¿Fue la defensa de Cirilo en contra de Nestorio una respuesta a un “muñeco de paja”? Sin duda el término Theotokos sigue siendo espinoso.
Heiko A. Oberman —por ejemplo— publicó un importante artículo utilizando la investigación del obispo Paulus Rusch de Innsbruck, en el que argumentó que la reacción negativa de Nestorio respecto el término Theotokos fue inicialmente una respuesta a los grupos heréticos que afirmaban que María era la madre de Dios no sólo según la humanidad de Cristo, sino también, según su divinidad del mismo modo que las madres[5] de los dioses en las religiones paganas. Es por estas razones que aún en el día de hoy los eruditos están divididos en cuanto a las verdaderas ideas adjudicadas a Nestorio. El profesor González, por ejemplo, señala que en realidad no condenaron en Éfeso el pensamiento de Nestorio, sino más bien una caricatura de ello en boca de Cirilo (González 2010:298). Wayne Grudem añade que Nestorio nunca enseñó la perspectiva herética que lleva su nombre, sino que por medio de una combinación de conflictos personales y de una medida esencialmente política eclesiástica, fue depuesto de su posición y sus supuestas enseñanzas fueron condenadas (Grudem 1994:81). Algo similar señala el profesor Erickson también: “Es prácticamente imposible determinar con exactitud cuál era el punto de vista de Nestorio.” (Erickson 2008:740). No obstante, y a pesar de las dudas históricas al respecto, tomamos dichas acusaciones aquí, como una razón necesaria para entender el conflicto y en especial, para comprender por qué tal dogma tanto en su sentido locutivo, como el ilocutivo, no es un concepto bíblico, lo cual no atenta contra la deidad de Cristo. En las siguientes líneas, notamos tres argumentos del porque la expresión “María, la madre de Dios” no es apropiado como un dogma evangélico.
1. Primero: porque el énfasis del concilio no fue María, sino Cristo
No hay que perder de vista el contexto en que se surgió el concepto de Theotokos (“la que dio a luz a Dios”) fue un contexto controversial, pero también esencialmente cristológico, no mariano. Cabe aquí entonces preguntaron: ¿Por qué entonces “María, madre de Dios” se usó como paradigma apologético para defender la divinidad de Cristo si no evoca una locución cristológica rigurosa? Es una buena pregunta. De hecho, hubiera bastado una exposición concienzuda de los argumentos que el NT provee para defender en sí, la unión hipostática y la divinidad del Hijo (cf. Heb. 1:3s; Fil. 2:1ss; Jn. 1:1ss, etc.).
Dicho en otras palabras, a pesar que este concepto surgió para defender la cristología ortodoxa, una parte importante del protestantismo histórico ha sido cauteloso en el uso de sus argumentos para la defensa de la deidad de Cristo que encuentra su teoría esencial, no “principalmente” en conceptos conciliares, sino esencialmente, por medio de Escrituras. De hecho, no es raro encontrar en el consenso ministerial una aversión pasiva a usar este concepto. De hecho, es la elección mayoritaria dentro del evangelicalismo bíblico, hablar de María no como la “madre de Dios”, sino, como la madre del υἱὸς τοῦ θεοῦ → “Hijo de Dios” por lo demás, expresión explícita usada en el NT 20 veces (cf. Mt. 26:63; Mr. 3:11; Lc. 4:41; 22:70; Jn. 1:34, 49; 9:35; 11:4 et al.) lo cual nada tiene que ver con una negación de tipo nestoriana de la verdad escritural de que Jesús es Dios. Dicho de otro modo, se trató sin duda de un término más bien silogístico popular. Curiosamente, el teólogo católico José García advirtiendo el aspecto ilocutivo e hiperbólico de esta frase, lo explica mucho mejor que varios protestantes theotokistas. Nótese su mesura:
“La trascendencia de la maternidad de María
se expresa en su aspecto virginal, pero sobre todo en su aspecto “divino”.
María es la madre del Hijo Unigénito de Dios (Jn. 1, 18). La que ha
engendrado a un hombre que es Dios es Theo-tókos. Hablar en estos términos es
emplear una formulación hiperbólica, que indica que, a través de la
maternidad de María, la humanidad ha recibido la máxima autocomunicación de
Dios; indica que una mujer ha sido de hecho madre de aquel que es llamado
“Hijo de Dios” (Lc 1,32)” (García 1995:337). |
2. Segundo: María “la madre de Dios” fue un término anacrónico
Es anacrónico porque se dio en un momento puntual de la historia con referencia a conflictos heréticos que requirieron de formulaciones más filosóficas que escriturales. Y aunque muchas de esta fueron notables, no fueron formuladas teniendo en mente el rigor escritural, sino la contingencia herética. De hecho, no era algo extraño usar términos nuevos en el requerimiento apologético de aquellos días. Pasó lo mismo con el concepto de homoousios de Atanasio (293-373 d.C.) en contra del homoiousios de Arrio (256-336 d.C.). O, la aparición del término filioqué que llevaría finalmente a la división del cristianismo occidental (Catolicismo romano) del cristianismo oriental (iglesia griega y rusa ortodoxa).
Aún más, la defensa de la divinidad de las individualidades de la Trinidad ya había sido preservada por apologistas anteriores como los tres grandes Capadocios. Basilio, por ejemplo, decía que debemos confesar la fe uniendo lo particular [en ellos] a lo común [de ellos]. Lo común [en ellos] es la divinidad; y lo particular [sus ministerios]. Luego, uniendo ambas (común y lo particular), debemos decir: “Creo en Dios Padre”. Y Luego debemos hacer lo mismo al confesar al Hijo, uniendo lo particular a lo común diciendo: “Creo en Dios Hijo”. E igualmente con respecto al Espíritu Santo, debemos confesar: “Creo también en Dios el Espíritu”. (Basilio en González 2010:256). Gregorio de Nisa, también enfatizó no sólo la consubstancialidad trinitaria, sino también, la relación del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, refutando el arrianismo y también, las ideas de los pneumatomacos (los que negaban la divinidad del Espíritu Santo) como también, las del subordinacionismo (inferioridad) diciendo notablemente:
“Y cuando me refiero a Dios debéis ser iluminados simultáneamente por
un rayo de luz y por tres. Tres en cuanto a sus hipóstasis o si se prefiere,
personas […] pero uno en cuanto a substancia (homoousios), es decir,
la divinidad; Porque la división es uno en tres, y tres en uno, en quienes
está la divinidad o, más exactamente, quienes son la divinidad” (Gregorio de Nisa en González 2010:262) |
3. Tercero: “María, la madre de Dios” no es un término escritural
¿Cómo hicieron los apóstoles del Señor para profesar su fe en el Hijo de Dios como verdadero Dios y verdadero hombre en una cultura donde el César romano se hacía así mismo dios y, por cierto, mucho antes del concilio de Éfeso? La respuesta es sencilla: a través de las enseñanzas del propio Señor y posteriormente la de los apóstoles; para nosotros hoy, las Escrituras. Dicho de otro modo: Jesús era Dios encarnado, porque realmente así fue (Jn. 1; 1 Jn. 1:1ss). Por ello Juan puede escribir: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida” (1 Jn. 1:1). Ahora, y como hemos observado, el dogma de “María, madre de Dios” (Theotokos) era una idea que ya estaba en Éfeso, incluso, antes del concilio, sin embargo, el uso que le dio Cirilo, fue diferente a la comprensión que María misma tenía sobre su milagroso embarazo. Bien señala el profesor Grudem, aunque María por supuesto, no es la madre de la naturaleza divina de Jesús (lo que señalaba Nestorio [Carballosa 2019:28]), la cual siempre ha existido, Elizabeth puede llamarla “la madre de mi Señor” porque está usando el título “Señor” para referirse a la persona de Cristo (Grudem 1994:589).
Ahora bien, lo que nació de María no fue sólo un simple hombre dotado posteriormente de divinidad cuando esta misma, bajó sobre él (Cerinto); en términos escriturales, la virgen “concibió” y dio a “luz un hijo”, a quien debía llamar עִמָּ֥נוּ אֵֽל (immánu-él) “Dios con nosotros”, el Dios que comió mantequilla y miel (Isa. 7:14s; Mt. 1:22-23) el verdadero Dios hecho carne (Jn. 1:14) y no una imitación falsa romana como hacían los emperadores. El hijo que también debía ser llamado “Admirable”, “Consejero”, “príncipe de Paz”, y de hecho, además: אֵ֣ל גִּבּ֔וֹר (él gíbbor) y אֲבִיעַ֖ד (abiád) (Isa. 9:6). Rey justo y Salvador (Isa. 9:9), Señor de Israel (Miq. 5:2). De la misma manera que notamos en estas referencias, el énfasis del NT en la proclamación y doctrina de la deidad del Hijo nunca siguió la ruta mariana de Theotokos como María siendo la madre de la naturaleza devina de Cristo (Carballosa 2019:28) Por el contrario, Mateo deja claro que en la condición de desposada con José, y antes que ellos se juntaran se halló que había concebido del Espíritu Santo para dejar claro que María no había engañado a José (Mt. 1:20), y que había sido elegida por Dios para ser habitación maternal de quien era Dios eterno, el Verbo que venía a encarnarse a través de quien el NT llama la madre del niño [Jesús] a quien los magos adoraron (Mt. 2:1). Madre no sólo de Jesús, sino también de Jacobo, judas y Simón (Mt. 12:46-47; 13:55; Mr. 6:2-3; Jn. 2:12; Hec. 1:14; 1 Cor. 9:4-5; Gál. 1:19). La que halló gracia delante de Dios (Lc. 1:30).
¿Qué queremos resaltar
aquí? Que es mejor ser precavido y evitar el término “María, madre de Dios” porque,
aunque se usó para defender la cristología ortodoxa de Cristo, no sólo es
ilocutivamente erróneo, bíblicamente inexistente, sino también, se prestó desde
el mismo concilio de Éfeso para confusión, y en el día de hoy no ha sido
diferente. Es quizás por estas razones que tal concepto no se usó consensualmente
por los reformadores a excepción de quienes ya hemos aludido, no aparece en las
teologías sistemáticas protestantes ni tampoco aparece en las confesiones bíblicas
de las iglesias reformadas. Pero, además, y principalmente, porque no hay ninguna referencia bíblica que nos diga
“textualmente” que María es Μήτηρ του Θεού. En este
sentido, nos unimos al equilibrio de las palabras de “Charles Hodge” y
Francisco Lacueva que, con sabiduría pastoral escribieron:
“Aún con la cordial aceptación de la plena
deidad de Cristo, Dios manifestado en carne, o precisamente por esta
aceptación, es chocante en extremo oír de María como “madre de Dios”. En
palabras de Francisco Lacueva, es mucho más exacto hablar de ella como “Madre
de aquel que es Dios.” [Pues] Madre de Dios conlleva la impresión de que
María es madre de dios como Dios; en cambio, María fue el vaso escogido por
Dios para que Aquel que era eternamente Dios con el Padre, el Verbo, se
encarnara, tomando naturaleza humana en el seno de María. Así, de María no se
puede decir que fuera la Madre de Dios porque Jesús fuera Dios, sino que
María fue la madre de Aquel que es Dios.” (Hodge 2010:791). |
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[1] La Confesión luterana
oficial con respecto a la persona de Cristo, se señala: “…creemos,
enseñamos y confesamos que la virgen María concibió y dio a luz no a un mero y
simple hombre, sino al verdadero Hijo de Dios; y por esto se le llama también
con toda razón «madre de Dios», y en efecto, lo es.” (pág.
324).
[2] Nada se dice de
ello en la Confesión de Augsburgo (1530), la Confesión Escocesa (1560), la
Confesión Helvética (1566), la Confesión de Heidelberg (1576), los 39 artículos
de la Iglesia Anglicana (1571), Westminster (1646), los Cánones de Dorf (1619),
como tampoco en la Confesión Bautista de 1869.
[3]
Esta falacia viene de
sacar una conclusión basándose sólo en el orden de los acontecimientos, lo cual
no es un indicador fiable. Es decir, no siempre es verdad que el primer
acontecimiento produjo el segundo acontecimiento.
[4] Finalmente, Eutiques tras
un breve lapsos de posteriormente a la controversia nestoriana, Eutiques
enseñaba que después de la encarnación, Cristo tenía solamente una sola
naturaleza, el monofisismo (monofusis = una sola naturaleza), error de
Eutiques, fue el mismo de Nestorio, no supo distinguir entre naturaleza y
persona. Posteriormente en el siglo VIII devino el adopcionismo, la enseñanza
de Migetio, se dice que no distinguía entre el logos y Cristo, dando a
entender que la segunda persona de la Trinidad no existía antes de la
encarnación (Carballosa 1994:8ss). Como podemos observar en
el siguiente recuadro, todas estas ideas, fueron condenadas por los primeros
siete concilios ecuménicos.
[5]
Así, y de acuerdo al análisis de Timothy George Epifanio de Salamina atestiguó
la existencia de tales grupos heréticos, uno de los cuales se encuentra en
Palestina: una comunidad de mujeres que hicieron pasteles circulares y se los
ofreció a la Virgen María, a quien habían llegado a considerar una deidad.
(Este grupo se llamó Collyridians, según la forma de los pasteles en su ritual)
(George
2007:1).
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