Por J.A Torres Q.
Rembrandt “San Mateo y el ángel”
Bosquejo
del artículo
I. Introducción
II. Definiciones de inspiración
A. Desde la
patrística
B. Desde la
heterodoxia
C. Desde la
ortodoxia
1. Autoridad
2. Claridad
3. Veracidad
4. Relevancia
5. Historicidad
6. Vitalidad
III. Resumen general de la inspiración
IV. Preguntas sobre la
inspiración
A. ¿Existe un consenso en cuanto a
la inspiración de parte de la ortodoxia?
B. ¿Tiene la inspiración un alcance
fuera de los idiomas originales?
C. ¿Es la inspiración una especie de
iluminación?
V. Conclusión
VI. Bibliografía
I. Introducción
La inspiración de las Escrituras ha estado sujeta a
un sinfín de interpretaciones, ideas y definiciones al
respecto. Aunque en general podemos señalar que la
historia ha dejado ver dos grandes bandos en ello. A saber: La
ortodoxia[1] versus
la heterodoxia[2]
en sus diferentes envases. Así por ejemplo, la iglesia luchó desde el comienzo
con el legalismo y el gnosticismo. Después vinieron los ataques “cristológicos”
en sus diferentes versiones que negaban tanto la deidad como la humanidad de
Cristo (docetismo, monarquismo, ebionismo, arrianismo) de manera que, tal ataque
no solo se circunscribió a Cristo, esto es, trastocó a toda la Trinidad (adopcionismo,
patripasionismo). Paralelamente a estos primeros ataques a la doctrina
escrituraria, también hubo herejías antropológicas como la
promulgada por Pelagio. Sin embargo, y de manera sigilosa los
cuestionamientos a la Escrituras no vinieron de un día para otro, por el
contrario, fue construyéndose mediante un
proceso primigenio y un desarrollo posterior
exhibido en toda su expresión desde el siglo XVIII en adelante, acrecentado por
el racionalismo de la época que dio forma al criticismo bíblico y su embrión
filosófico concreto, la “Crítica Alta” la cual produjo ideas antagónicas a la
autoridad de las Escrituras como fue la Teoría Documentaria o la
hipótesis Graf-Wellhausen. Así, y desde este flanco de ataque a la inspiración
de las Escrituras, el ataque tomó ribetes directos, pero también, troyanos;
esto último, en especial, por medio de la redefinición de la inspiración y la
autoridad real de las Escrituras, lo cual devino principalmente por medio de
teólogos liberales (Hegel, Bultmann, Barth, Brunner, Tillich). No
obstante, y a pesar de esta ola de heterodoxia que floreció con fuerza el siglo
pasado, y que aun tiene caudillos y conversos en el día de hoy, la
ortodoxia ha venido una y otra vez respondiendo a los ataques
sigilosos de este conglomerado liberal. Por ejemplo, y esto es importante tener
en mente, en el año 1910 nació en EE.UU una
respuesta consensual de muchos creyentes conservadores que vieron en estas
propuestas liberales una amenaza directa a las doctrinas fundamentales de la fe
novotestamentaria y por supuesto, a la inspiración y autoridad de las
Escrituras, en especial, en la serie de libros títulos “The Fundametals; así,
la defensa de la inspiración de las Escrituras como de las doctrinas justamente
fundamentales de la fe, fueron expuestas en esta obra como un
reclamo directo a la neo ortodoxia del
liberalismo teológico aludido. Sin duda uno de los tópicos principales
defendidos a través de la iniciativa de los “The Fundametals”, fue la
autoridad, suficiencia e inspiración de las Escrituras, defensa recapitulada en
la “Declaración de Chicago de 1978”, y también, en la “Declaración de Cambridge
de 1996”.
II. Definiciones de inspiración
En términos generales podemos constatar tres enfoques históricos generales, a saber: las
definiciones que surgieron de la patrística; las definiciones que han surgido
de la heterodoxia, y finalmente, las definiciones que la ortodoxia ha aportado.
Esta última entonces, deriva su idea esencialmente de dos versículos del NT,
con un alcance veterotestamentario explícito, “…toda la Escritura” (2
Ped. 1:19-21; 2 Tim. 3:16-17).
A. Desde la
patrística
Las definiciones que surgen de la patrística no son
consensuales. Aunque por cierto y como ha señalado Maurice Wiles, la erudición
moderna todavía no nos ha provisto de un tratamiento completo de los textos
pertinentes en este asunto (Wiles en Garrett 1990I:128).
A pesar de esto, la historia revela que muchos clérigos antiguos tenían
nociones constatables de la inspiración
escritural. Atenágoras (133-190 d.C.) asociaba la inspiración con un estado de
éxtasis, literalmente comparaba la inspiración escritural a la “inspiración”
que manifestaba un flautista tocando su
flauta (Apo., 7,9). Teófilo de Antioquía hablaba de los hombres
inspirados como herramientas divinas. Orígenes enfatizó —a diferencia de
Atenágoras— la parte humana en la inspiración. Sin embargo, una referencia
importante que podemos señalar aquí, es la que
hiciera Filón de Alejandría (20 a.C.- 42 d.C.)
pues este propuso una doctrina muy
elaborada de la inspiración de las Escrituras judías. Se trata de una verdadera
teoría que construyó ayudándose de las representaciones y de los conceptos que
habían propuesto antes de él, algunos de los más grandes filósofos griegos. La
siguiente cita revela en parte, su enseñanza:
«Están
los que descifran los prodigios, los augures, los harúspices y todos los
demás expertos en adivinación, cuyas actividades consisten francamente
hablando en una ciencia de maleficios sabiamente apañada y que no es más que
una imitación adulterada de la posesión y de la profecía divina. Porque el
profeta no publica absolutamente nada de su cosecha, sino que es intérprete
de otro personaje, que le inspira todas las palabras que pronuncia, en el
mismo momento en que la inspiración lo capta y él pierde la conciencia de sí
mismo, ante el hecho de que su razón emigra y abandona la ciudadela de su
alma, mientras que el Espíritu divino la visita y pone en ella su residencia,
haciendo resonar y mover desde dentro toda la instrumentación vocal para
manifestar claramente lo que predice» (Filón, “Las leyes
especificas”, IV, 48-49 en Paul 1985:8s).
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De acuerdo a Balbino Martín
—editor de la obra aludida— San Jerónimo escribe “Haec tibi non tantum donante, verum
etiam dictante Spiritu Sancto...”→ “bajo la inspiración y dictado del
Espíritu Santo”. Por dictado, como claramente
se observa en esta frase, pero también, Jerónimo creía que Dios inspiraba no
sólo a los “buenos”, sino también a los malos, como Anás y a
Pilaros (Hipona 1957XV:18). Aun él mismo
Jerónimo entiende que de alguna forma
fue también inspirado cuando escribió sus tratados, recociendo que
el Espíritu Santo había sido su Inspirador
y también, el Autor; inspiración que como hemos subrayado, devino por medio de
la idea del dictado (Arnaldich 2016:1).
Agustín de Hipona también
incursionó en la presentación de algunas teorías de la inspiración. Como señala
Alfonso Ropero, en Agustín se cumple al pie de la letra el dicho “según
es el hombre, así es su teología”, pues estaba persuadido de la inspiración divina de
las Escrituras, y aun más, no sólo fue una convicción personal en él, sino
que también la defendió frente a los objetores de ella (Ropero 2001:27).
Un ejemplo general de Hipona acerca de sus conceptos al respecto, es la
siguiente idea de su mano: «…dice el profeta por inspiración divina y
muy rectamente: “Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro y renueva en mis
entrañas el espíritu de rectitud.» (Hipona 1947II:514).
Pero esto no es todo, en la siguiente cita de este padre post-apostólico
posterior, podemos constatar una explicación más detallada de Hipona al
respecto, en la que claramente se observan algunas ideas más concretas.
«Los
latinos han interpretado de varias maneras el término griego πνονήν [pnonén] lo traducen
indiferentemente por aliento, soplo de vida e inspiración. En los códices
griegos se halla este término en el testimonio profético del cual tratamos:
El que da aliento a los pueblos que la habitan, es decir, πνονήν [pnonén]. Se encuentra también
en el pasaje que hace referencia a la animación: Y le inspiró Dios en el
rostro aliento de vida. En el mismo sentido se lee en el salmo: Todo cuanto
respira alabe al Señor. Y, finalmente, también en el libro de Job está
escrito: La inspiración del Omnipotente es la que instruye. No usó el
vocablo flatus —aliento—, sino aspiratio —inspiración, siendo
así que en griego se dice πνονή [pnoné], del mismo modo que en las palabras del
profeta...» (Hipona 1947II:629).
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Esta idea de Hipona también vino
a responder a la doctrina del maniqueísmo acerca de la inspiración, la
cual Hipona acusó de tener una fórmula
imprecisa y vaga (Hipona 1957XV:8). Ahora bien, y de acuerdo
a una de sus declaraciones[3], para Hipona en el concepto de
inspiración intervenían dos factores o autores, el divino y el humano. Esto
es, Dios, ya sea el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo, quien habla
por medio de los hagiógrafos, y a veces, por medio de los ángeles; de manera
que la Biblia es un libro de Dios, así como una carta divina que
nuestro Padre celestial nos envía desde la Patria celestial. Sin embargo, el
hombre no queda atrás en su teoría. Para este padre post-apostólico entonces, el
Espíritu de Dios habla, pero por medio de los hombres. Por ejemplo, Cristo
—creía Hipona— habló en las Escrituras primero por medio de los profetas, luego
por medio de sí mismo y, finalmente, por medio de los apóstoles; por estas
razones Hipona creía que la palabra escrita tenía toda la autoridad que merece
nuestra fe (1957XV:12). Una de las declaraciones[4] más
notables de Hipona en este sentido sin duda fue la siguiente:
“El dedo de Dios, son estos mismo ministros
de Dios llenos del Espíritu Santo, que a causa de él, la cual ha actuado en
ellos correctamente, ya que por ellos toda la Escritura santa se ha
completado; Estas son las obras de los dedos de Dios; Por el Espíritu Santo,
que vino sobre los Santos que fueron cubiertos por Él” (Hipona 1957XV:19).
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Ahora bien, estas referencias son
solo eso, referencias del pensamiento de Agustín, de manera que no tenemos aquí
un cuerpo completo[5] de su pensamiento al respecto, no obstante, basta decir que
Agustín de Hipona fue uno de los padres de la iglesia que asentó un concepto,
diríamos pre-ortodoxo de lo que sería después el desarrollo del mismo.
B. Desde la
heterodoxia
Hemos observado a vuelo de pájaro el pensamiento de
un par de padres post-apostólicos, no obstante, y aun desde aquellos días la
heterodoxia no quedó silente, pues, a la par del trabajo de los píos herederos
de la fe al respecto, muchos otros propusieron
ideas concretamente cuestionables
acerca de lo que Dios supuestamente había hecho en este proceso revelacional. Como
debemos constantemente debemos recordar, el segundo mandamiento claramente señala: “No
fabricarás para ti escultura, ni forma escultural que esté en los
cielos… en la tierra… y debajo de la tierra.” (Éxo. 20:4). Si observa
con atención la segunda[6] cláusula
en el texto hebreo, esta señala y añade
literalmente lo siguiente וְכָל־תְּמוּנָ֡֔ה (vejal
temunáh) esto es, “…Ni forma [escultural,
figura]…” El término “temunáh” es similar a
“pesel” (imagen), la idea que quiere expresar esta breve cláusula está
descrita muy bien en Deut. 4:15: “Guardad,
pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló
con vosotros de en medio del fuego”.
(Job. 4:16 “fantasma”). No siempre relacionamos la idolatría a las
“imágenes verbales heterodoxas”[7] de Dios, aun
más, a las imágenes doctrinales de la fe. Un ejemplo contemporáneo
que nos puede ayudar a entender el cómo una idea conceptual ajena al texto
escritural se adopta y populariza, es la
siguiente.
William Holman Hunt “La luz del mundo” 1853
Conocido en este sentido es el famoso cuadro de “La luz del Mundo” de Holman Hunt (1827-1910). John Stott en su libro
“Cristiano Básico”, exhibe precisamente este cuadro para ilustrar una idea
incorrecta de Apocalipsis 3:20. Escribió:
«“Si alguien oye mi voz
y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos […] Holman Hunt el conocido pintor de la escuela
pre-rafaelista, ilustró esta escena en su cuadro “la luz del mundo”[…] En el
cuadro de Hunt la puerta no tiene picaporte […] el pintor lo omitió
deliberadamente para mostrar que la puerta podría abrirse solamente desde
adentro [y] Jesús dice que está llamando a la puerta de nuestra vida,
esperando que le abramos… [y] la puerta no se abre de par en par por
casualidad. No está entre abierta, está cerrada. Además, Cristo no la abrirá
por su propia cuenta […] Cristo llama. Nosotros debemos abrir.” (Stott 2007:195,197)
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Sin duda nadie puede discutir que el romanticismo literario afectó la
exégesis de Stott. Ahora, de esta misma manera el cuadro
del pintor
holandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669), “San Mateo y el
ángel” ilustraban mucho antes (XVIs), las
ideas que se creían acerca de la inspiración, pero, concebida como
un tipo de dictado de Dios, ilustrado a través de lo que ella (femenino) hizo
en el proceso.
Podríamos pensar que un cuadro
como este fue inocuo en sus días, sin embargo erramos profundamente si pensamos
así pues a pesar que pintores como Rembrandt (1606-1669) no eran teólogos
en sentido estricto del término, pero sí, gestores influyentes de ideas
teológicas, por cierto, ideas teológicas heterodoxas, tal cual también notamos
en otra de sus obras, “El regreso del hijo prodigo”, en donde se observa al
padre tocando a su hijo con una mano masculina y otra femenina,
idea teológica que aún en estos días ha sido reavivaba con la idea de que en
YHVH encontramos a la feminidad de una madre a través de uno
de sus nombres, el שַׁדַּי (shadday)[8]. No obstante, y en cuanto a la heterodoxia teórica relativa a
inspiración, encontramos ejemplos preliminares en Montano, el hereje del siglo
II, que, de acuerdo a Garrett: “…afirmaba que su profeta y sus dos
profetizas se encontraban en estado inconsciente mientras profetizaban” (Garrett 2001:128).
Ahora bien, el desarrollo moderno de la heterodoxia en
cuanto a la inspiración comenzó a aparecer desde la escolástica en adelante,
pasando por la época de la Reforma y principalmente bajo el marco de la neo-ortodoxia
tuvo su mayor desarrollo. El resultado general de todo este influjo humanista devino
entonces, en tres grandes grupos, la que surgió como macro-fruto filosófico del
racionalismo y específicamente, del liberalismo teológico, bajo la neo-ortodoxia
del siglo pasado; todos estos ingredientes coyunturales fueron abonando las reinterpretaciones
del concepto ortodoxo de la inspiración de las Escrituras. En las siguientes
líneas entonces, tres ideas comunes relacionadas a estas escuelas, a saber: la
inspiración natural, la parcial y la mecánica. Todas, consecuencias del
racionalismo.
1 La
inspiración natural: esta teoría es sí, una negación del concepto
escritural pues señala que la inspiración de los autores bíblicos fue la
misma que tuvieron grandes escritores seculares como Homero (la Odisea),
Shakespeare o Milton (Theodore Parker 1810-1860; en algún grado también:
Leonard Woods 1774-1854; Salvatore de Bartolo)[9]
2 La
inspiración parcial: esta teoría siguiere que si bien es cierto hay una
inspiración divina en el relato escritural es solo en grado menor,
de manera que se habla de una inspiración parcial, siendo las ideas propias
de las épocas y culturas relacionadas, el factor secundario de dicha
inspiración. Esta teoría sugiere que
los escritores tuvieron una especie de iluminación gradual, que devino simplemente en un tipo de perspicacia
humana racional. Segundo, incluye también un tipo de intuición natural en
donde el hombre descubre a Dios. Y finalmente, se considera la experiencia
mística en donde la verdad revelada, es verdad personal subjetiva (J.H.
Newman 1801-90, J.B. Franzelin 1816-1886, W. R. Smith 1846-1894)
La
inspiración mecánica (dictado): esta teoría señala que los
escritores bíblicos fueron agentes pasivos, de manera que solo fueron piezas
mecánicas en el proceso. Supuestamente, escribieron como teletipos vivientes
bajo los impulsos divinos (Johann Gerhard, J.A. Quenstedt, J.H.
Heidegger, F. Turretin, Melchior Cano, Domingo Bañez)
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El clímax contemporáneo de la
heterodoxia tocante al concepto de la inspiración de las Escrituras
tuvo su desarrollo —como ya aludimos— bajo el marco de la neo-ortodoxia. Es
aquí, y desde los planteamientos propios de los teólogos neo-ortodoxos que la heterodoxia al respecto
tuvo sus matices más sagaces, variados y socavantes. La inspiración dinámica o
inspiración limitada no fue necesariamente una teoría propuesta por agentes que
consideraríamos herejes, este fue el caso de teólogos como James Orr
(1844-1913), Abraham Kuyper (1837-1920), G.C. Berkouwer y Marie-Joseph Lagrange
(1855-1938). Todos de algún modo relativo creían que la inspiración estaba
presente sólo en la ética y la doctrina. Sin embargo, fue en justamente
en esta época que con Karl Barth (1886-1968) en adelante que la inspiración
sufrió los ataques más sagaces de la teología liberal pues desde esta
plataforma se empezó a cuestionar y negar los elementos sobrenaturales de
las Escrituras. Esto, tuvo un desarrollo creciente desde la teoría de la desmitologización
de Rudolf Bultmann (1884-1976), quien creía que la Biblia contenía
muchos mitos, de manera que había que justamente: “desmitologizar” el texto
bíblico.
En términos concretos, una de las
consecuencias de la neo ortodoxia —como señala— Hutter Wolfgang dice que la
Biblia entonces: “contiene” la Palabra de Dios, pero que, no “es” la Palabra de
Dios en su totalidad. Aunque tiene revelaciones auténticas de Dios aseguraron
lo liberales, también añadieron sin tapujos formales, que también contiene errores,
ideas que entre otros teólogos, fueron sembradas desde Federico Schleiermacher
(1768-1834), Sören Kierkegaard (1813-1855), Emil Brunner (1889-1966), Reinhold
Niebuhr (1892-1971), después por Paul Tillich (1886-1965), Rudolf Bultmann
(1884-1976) y Karl Barth[10] (1886-1968).
C. Desde la ortodoxia
La Escritura es un libro por un lado humano
y por otro, divino. Sin embargo su autoría intelectual es sobrenatural, porque fue Dios quien la
ideó y plasmando Su voluntad en ella libros para que el hombre pudiera
conocer a Dios. El salmos 19 revela que Dios se ha revelado al hombre a través
de la revelación visualizada, esto es, la creación, pero también señala que
Dios se ha revelado a través de la revelación verbalizada. La Palabra de Dios,
por ello el autor de Hebreos señala que Dios habló de muchas maneras a los padres (Heb. 1:1ss), pero que en la
consumación de los tiempos, nos “habló”
a través de la máxima revelación de Dios. Esto es, no nos mandó otro mensaje, Él
mismo se hizo carne, viviendo entre nosotros (Jn. 1:1-14). Así, el autor del
evangelio de Juan aconseja a sus lectores: “Pero éstas se han escrito para
que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Jn.
20:31). Ahora bien, la idea de la inspiración de las
Escrituras, mayormente se desprenden de los siguientes dos versículos del Nuevo
Testamento.
“19 Tenemos
también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en
estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga
en vuestros corazones; 20 entendiendo primero
esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, 21 porque nunca la profecía fue traída
por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron
siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2 Ped. 1:19-21).
“16 Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instruir en
justicia, 17 a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2
Tim. 3:16-17)
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Así, cuando Pablo escribe que “…toda
la escritura es espirada por Dios”, lo primero que se destaca en el
versículo, es la holística de la inspiración. Así, es πᾶσα γραφὴ→ “toda escritura”, es decir, “las Escrituras”,
como las alude en 3:15 τὰ ἱερὰ
γράμματα→ “las sagradas Escrituras”, en todas sus partes, lo cual incluye τὰς λοιπὰς
γραφάς “las
otras Escrituras.” (2 Ped. 3:16). Son ellas, las que han sido inspiradas, para lo cual Pablo inventó el
término θεόπνευστος (theópneutos) —hápax legómenon—
“soplada”, o “insuflada” por Dios, cuyo paralelo veterotestamentario
corresponde al término נְשָׁמָה (neshamá). “El
Espíritu de Dios me ha hecho, y el aliento del Todopoderoso me da vida.” (Job.
33:4 LBLA). La idea general entonces es, tal como el soplo de Dios ha dado vida
al hombre, así también la Escritura, o las Escrituras fueron el resultado directo del soplo de Dios (Nehmer 2006:28).
Esta es entonces la primera idea
derivaba del texto bíblico mismo acerca de la doctrina de la inspiración; la
segunda, incluye a los hombres que recibieron la influencia de Dios en el
proceso, específicamente derivado de la frase pedrina “…sino que los
santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
(2 Ped. 1:19-21). Así, el término “inspirados”→ φερόμενοι (ferómenoi) presente
participio pasivo del verbo φέρω “llevar”, incluye aquí el
hecho de que éstos fueron “llevados”, “impulsados”, o “dirigidos” por Dios.
Como señala el profesor Nehmer, lo que quiere decir esto, es que la profecía o
el mensaje de los profetas, no se originaron en ellos mismos, ni surgió por
iniciativa de ellos, por el contrario, fue el Espíritu Santo que los impulsó y
dirigió al hablar. “Escritura” que incluyen las epístolas del NT, como
claramente el apóstol Pedro señala también (2 Ped. 3:15).
Definiciones ortodoxas derivas
de esta referencias novotestamentarias al respecto entonces, han habido muchas,
como: «La
inspiración, en el sentido religioso de la palabra, denota un hecho de orden
psicológico: la toma de posesión, más o menos completa, del alma humana por
parte del Espíritu de Dios. En el fenómeno de la inspiración, Dios introduce su
Espíritu en el espíritu del hombre.» (Ventura 1985:526).
Aunque esta declaración no es errada, encontramos otras aun
mejores en definición de lo que incluye esta dirección divina sobre hombres
falibles escogidos por Dios para escribir Su Palabra. Una definición precisa
entonces, bien puede ser la siguiente.
“La
inspiración es la actividad por la cual Dios de tal manera influye en los
autores humanos, que éstos, usando sus facultades especificas y sus distintas
personalidades, compusieron y refirieron sin error, en palabras del original,
la revelación de Dios al hombre.” (Ryrie en Nehmer 2006:28).
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Ahora bien, la doctrina de la inspiración de las Escrituras,
implican algunos conceptos derivados o correlativos a la inspiración divina,
como: su autoridad, la claridad de las mismas, su veracidad, su relevancia, su
historicidad y vitalidad. Conceptos que explicamos brevemente a continuación.
1.
Autoridad
La autoridad de
las Escrituras no sólo devienen por la veracidad misma que incluyen la frase,
la “Palabra de Dios”, sino y también, porque justamente, es Dios su Autor (1
Tim. 3:15ss). Dicho de otro modo: La Biblia es la verdad, porque es la verdad
de Dios (Jn. 17:17). Esto incluye dos aspectos generales. Primero, la
Palabra de Dios tiene poder para hacer lo que ella dice. Como observamos en el
NT en máximas como: “porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y
la tierra, ni una jota ni una tilde
pasará de la ley, hasta que todo se haya
cumplido.” (Mt. 5:18). Así, y bajo esta misma noción de autoridad, Jesús
repelió las propuestas de Satanás apelando a la jurisdicción de ellas diciendo:
“escrito está…” (Mt. 4). En segundo lugar, la autoridad de ellas tiene
que ver también con su autoridad prescriptiva. En el Antiguo Testamento esto se
ve frecuentemente en la frase introductoria: “Así ha dicho Jehová…” (cf. Éxo. 7:17; 2 Sam. 7:8; 1 Rey. 13:2; 1 Cro. 17:4; Isa. 49:7; Jer.
7:3; Eze. 2:4; 3:11; 44:9; Amo.
1:6; Nah. 1:11; Hag. 1:5; Zac. 1:3), o “así dice Jehová…” (cf.
Jos. 24:2; 2 Rey. 19:32; Isa. 42:5; 43:1,14; 44:2,24; 45:1; Eze. 14:6; Hag. 2:6). Cabe señalar que los reformados frente a los
clérigos de Iglesia Católica respondieron justamente,
bajo este criterio autoritativo, lo cual devino en uno de los “slogan” de este
gran necesario movimiento: “sola Scriptura”, una de las cinco solas que venía a liberar la autoridad de las
Escrituras, pero, como la regla de fe y conducta cristiana única, autoritativa
y suficiente.
2.
Claridad
Claridad, es
una referencia a la perspicuidad de las Escrituras. Francis Schmidt señala al respecto: “La perspicuidad en las Escrituras se refiere a la doctrina de
que la Biblia es clara e inteligible en su mensaje. La Biblia no fue
escrita para esconder las verdades espirituales de la humanidad sino para
revelar a la humanidad la verdad acerca de Dios, su carácter, su plan, y
su provisión para la salvación del hombre. Por lo tanto, todo creyente,
con la iluminación del Espíritu Santo, puede entender las Escrituras cuando las
lee con la intención de conocer a Dios y responder en fe y obediencia.” (Schmidt
[s/f]:1). A pesar que la Biblia reconoce que hay algunas partes “difíciles de entender” (2 Ped.
3:15-16), el salmista también declara: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y
lumbrera a mi camino.” (Sal. 119:105). La confesión de Westminster se suma
a esta premisa diciendo:
“Las
cosas contenidas en las Escrituras, no todas son igualmente llanas, ni
igualmente claras para todos (1 Ped. 3:15-16); sin embargo, las cosas que necesariamente
deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y
declaran en uno u otro lugar de la Escritura, de tal manera que no sólo los
eruditos, sino también los que no lo son, pueden adquirir un conocimiento
suficiente de tales cosas por el debido uso de los medios ordinarios (Sal.
119:105,130). (Westminster 2013:11)
|
En
otras palabras, la Biblia da por sentado
que el mensaje de Dios, —y en especial— el mensaje de salvación es claramente
entendible; esto no quiere decir que sea fácil de abrazar, por ello Pablo dice
que el hombre natural no recibe las cosas que son del Espíritu (1 Cor. 2:14).
No obstante, es comprensible para todos, de manera que Dios condena al hombre
no por su falta de comprensión, sino por su negación a aceptar los términos de
Dios (cf. Rom. 1:1-32; 2:5). Por
otro lado, la Escritura también señala: “La exposición de tus palabras
alumbra; hace entender a los simples.” (Sal.
119:130). Esto último señala al hecho de que es la exposición de Sus
palabras la que alumbra y hace entender a los “simples”, lo cual describe la
necesidad de docentes que el mismo Dios ha dado a Su pueblo (cf. Ecle. 12:9-11; Neh. 8:1-8; 1 Tim.
3:2; 2 Tim. 1:13; 2:1-2;2:15;3:14-16; Tit. 1:9). Requisitos que revelan la
preocupación de Dios de que los hombres y Su iglesia sean instruidos de acuerdo
a maestros capacitados, a quienes Dios mismo ha dado el don que se requiere en
el ejercicio de la exposición de las Escrituras (Efe. 4:11ss).
3.
Veracidad
La veracidad de
las Escrituras, igual que su autoridad, son características intrínsecas de la Palabra
de Dios. Jesús mismo señaló: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es
verdad.” (Jn. 17:17). El salmista también añadió: “La suma de tu
palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia.” (Sal. 119:160).
En esta clasificación, la veracidad incluye los aspectos propios de este
término: confiabilidad, fidelidad, e infabilidad o inerrancia. Así, una
definición de ello puede ser: “Lo que
quiere expresar con estos términos es que los libros de la Biblia merecen
entera confianza con respecto a todo lo que Dios quiere lograr por su medio;
que la Biblia es enteramente…” (Garrett 1996I:172).
Por
último, una de la evidencias más notables de la veracidad de las Escrituras, es
sin duda el cumplimento de sus profecías, en especial, las tocante a Cristo,
esto, sin mencionar la evidencias arqueológicas al respecto y la precisión de
sus datos tocantes las leyes de la naturaleza.
Profecía
|
Cumplimiento
|
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La Simiente de la mujer (Nacimiento Virginal)
|
Gén. 3:15
|
Lc. 1:35
|
Te herirá en la cabeza
|
Gén. 3:15
|
Heb. 2:14
|
Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra
|
Gén. 12:3
|
Hec. 3:25-26
|
Sumo sacerdote según el orden de Melquisedec
|
Gén. 14:18
|
Heb. 6:20
|
Saldrá estrella de Jacob
|
Núm. 24:17-19
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Mt. 2:2
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Profeta de en medio de ti… te levantará Jehová
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Deut. 18:15
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Jn. 6:14
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Pondré mis palabras en su boca
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Deut. 18:18
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Jn. 8:28-29
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Porque maldito por Dios es el colgado en un madero
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Deut. 21:23
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Gál. 3:10-13
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Cristo, nuestro pariente, nos redimió
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Rut 4:4-9
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Efe. 1:3-7
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Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido
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1 Sam. 2:10
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Mt. 28:18;Jn. 12:15
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yo levantaré después de ti a uno de tu linaje
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2 Sam. 7:12
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Mt. 1:1
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Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo
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2 Sam. 7:14
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Lc. 1:32
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Y tu trono será estable eternamente
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2 Sam. 7:16
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Lc. 3:31;Apo 22:16
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Consumado es
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Sal. 22:31
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Jn. 19:30
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Yo soy el buen pastor
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Sal. 21:1
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Jn. 10:11
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Predicción de su exaltación
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Sal. 24:3
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Hec. 1:11; Fil 2:9
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Porque se han levantado contra mí testigos falsos
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Sal. 27:12
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Mt. 26:60,61; Mar 14:57,58
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Predicción de su resurrección
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Sal. 30:3
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Hec. 2:32
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Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre
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Sal. 45:6
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Heb. 1:8
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Ungido por el Espíritu Santo
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Sal. 45:7
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Mt. 3:16; Heb. 1:9
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Llamado el Cristo (Mesías o Ungido)
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Sal. 45:7,8
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Lc. 2:11
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Su resurrección
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Sal. 49:15
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Hec. 2:27;13:35;Mar 16:6
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Traicionado por un amigo, no un enemigo
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Sal. 55:12-14
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Jn. 13:18
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Muerte del traicionero
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Sal. 55:15
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Mt. 27:3-5;Hec 1:16-19
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Tomaste dones para los hombres
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Sal. 68:18
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Efe 4:7-16
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Ascendió al cielo
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Sal. 68:18
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Lc. 24:51
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No moriré, sino que viviré
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Sal. 118:17,18
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Lc. 24:5-7;1 Cor. 15:20
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La piedra que desecharon ha venido a ser cabeza del ángulo
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Sal. 118:22,23
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Mt. 21:42,43
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He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros
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Pro. 1:23
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Jn. 16:7
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El Mesías era eterno
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Pro. 8:22-23
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Jn. 17:5
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4.
Relevancia
La relevancia
de las Escrituras está dada por su utilidad. Siendo un libro sobrenatural es
pertinente para la salvación, de manera que tiene el poder de convencer a los hombres (Hec. 2:37s;
Stg. 1:23). De impartir vida (Heb. 4:12; 1 Ped. 1:23). Alimenta el alma, pues “…no
sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mt. 4:4). También santifica, de manera que el salmista puede decir: “En mi
corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti.” (Sal.
119:11).
5.
Historicidad
La veracidad de
las Escrituras por otro lado, está afirmada también por sus propios autores
humanos, quienes fueron testigos presenciales de los hechos que ella narra, así
Juan escribe: “1Lo que era
desde el principio, lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de
vida 2 (porque la vida
fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión
con nosotros; y nuestra.” (1 Jn.
1:-3). Lucas, el autor del evangelio y Hechos también señala: “1Puesto
que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre
nosotros han sido ciertísimas, 2 tal como nos lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron con sus ojos, y
fueron ministros de la palabra, 3me ha parecido también a
mí, después de haber investigado con
diligencia todas las cosas desde su origen,
escribírtelas por orden, oh
excelentísimo Teófilo.” (Lc. 1:1-3). Cabe notar que Lucas nos habla de→
διήγησιν ἀνατάξασθαι
(diégesin anatáxasthai [Lc. 1:1a]) la
“narración ordenada de la historia” cristiana. No se trata entonces de fábulas,
sino, de historia verídica. Evidencia
que se revela de manera explícita en las cuatro declaraciones que hace en el
versículo aludido.
1.
cosas que
entre nosotros han sido ciertísimas…
2.
tal como
nos lo enseñaron…
3.
los que
desde el principio lo vieron con sus ojos…
4.
y fueron
ministros de la palabra…
(Lc. 1:1-2)
|
Por
último, una de la evidencias más notables de la veracidad de las Escrituras, es
sin duda —como se ha señalado— el cumplimento de sus profecías, cuestión que la
arqueología siempre ha corroborado. John
Stott, —por ejemplo— dando argumentos de la historicidad de Hechos cita a A. N. Sherwin-White
(1911-1993) quien aun siendo un académico secular y profesor de historia antigua del mundo
greco-romano en Oxford, da fe de esto,
diciendo:
“El fondo
histórico es exacto. Desde el punto de vista del tiempo y el lugar, los
detalles son precisos y correctos. Uno camina con el autor de Hechos por las
calles y mercados, los teatros y las asambleas de Éfeso del primer siglo, o
los de Tesalónica, Corino o Filipos. Los grandes hombres de las ciudades, los
magistrados, la multitud y el líder de la multitud están todos allí… es semejante
en el caso del relato de las experiencia judiciales de Pablo ante los
tribunales de Galión, Félix y Festo. Como documentos, estos relatos
pertenecen a la misma serie histórica que los registros de juicios
provinciales e imperiales en las fuentes epigráficas y literarias del siglo primero y de la
primera parte del segundo siglo d.C.” (A. N. Sherwin-White en Stott
2010:21-s).
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La conclusión de A. N. Sherwin-White no queda solamente
en la definición anterior, agrega:
“Para Hechos la
confirmación de historicidad es abrumadora… cualquiera intento de rechazar en
adelante su historicidad básica aun en asuntos de detalle ha de parecer
absurdo. Los historiadores romanos la han dado por sentado hace mucho
tiempo.” (A. N. Sherwin-White en Stott
2010:21-s).
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6.
Vitalidad
La vitalidad de
las Escrituras está relacionada con el poder de las Escrituras, esencialmente,
el poder de quien es el Autor de ella, Dios. Así por ejemplo, el salmista
escribe: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el
ejército de ellos por el aliento de su boca.” (Sal. 33:6). De la
misma manera, el primer libro del AT indica que los cielos y la tierra fueron
hechos por “la palabra de Dios” (Gén. 1.1), cuestión que constatamos especialmente
a través de la frase: “Y dijo Dios…” como se observa en el siguiente
ejemplo.
Gén. 1:9 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:3 “Y dijo Dios…”
Gén. 1:6 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:9 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:11 “Y dijo Dios…”
Gén. 1:14 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:20 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:24 “Entonces dijo Dios…”
Gén. 1:26 “Y dijo Dios…”
Gén. 1:29 “Y dijo Dios…”
Gén. 9:12 “Y dijo Dios…”
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Este poder se observa no sólo en la creación, sino también, con el
hombre. Así, la palabra de Dios vivifica al irregenerado (cf. Sal. 119:25, 28,154). Provee
bienestar futuro y ordena los pasos del creyente (cf. Sal. 119:9,133); es lámpara
para el camino del que confía en ella (cf. Sal. 119:105). Es vida
para la aflicción (cf. Sal. 119:107). Sustenta al creyente (cf.
Sal. 119:116). Y, en el NT se observan las mismas cualidades de su
vitalidad. Por un lado para los creyentes, es la causa de la santificación (Jn.
17:17s). Edifica a los creyentes (Col.
2:6-7). Hace sabios a éstos en cuanto a la salvación (2 Tim. 3:15ss). Pero
también, da vida a los incrédulos (Efe. 2:1; Sal. 19:7), a través de la
regeneración obrada por medio del Espíritu Santo quien usa la Palabra de Dios (cf.
Jn. 3:5-8; Tit. 3:4-6; 2 Tes. 2:13-14; Stg. 1:18; 1 Ped. 1:22-23).
Como
se ha señalado, las Escrituras son un libro por un lado humano
y por otro lado divino. Esto último se hace patente en estos tópicos
aquí brevemente explicados, autoridad
claridad, veracidad, relevancia, historicidad y vitalidad. De manera que la
Biblia no solamente es un libro singular, sino, y, por sobre todo: sobrenatural.
Su composición, su inspiración y posterior canonización han demostrado ser
características únicas respecto las obras literarias humanas más destacadas. No
es casual que hasta hoy en día, tiene el estándar de ser el libro más vendido,
más traducido y también, más leído de la historia humana. No fue raro a la vista
de estos hechos, que el propio Abraham Lincoln (1809-1892) expresara: “Creo
que la Biblia es el mejor don de Dios jamás dado a los hombres. Todo el bien
que emana del Salvador del mundo se nos comunica a través de este libro.”
Como hemos señalado, conceptos
errados acerca de la inspiración de las Escrituras, ha habido muchos. Sin embargo,
y a pesar que todas estas propuestas han sido refutadas, aun queda en el consciente
colectivo, ideas como que la Biblia “contiene” la Palabra de Dios, lo cual
es una negación sutil a la inspiración plenaria de las Escrituras y a los conceptos
propios que la Biblia decanta al respecto.
IV. Preguntas sobre la inspiración
IV. Preguntas sobre la inspiración
A. ¿Existe un consenso en cuanto a
la inspiración de parte de la ortodoxia?
Siempre ha existido un consenso en el pensamiento
académico teológico evangélico al respecto, un consenso
saludable, de manera que aun con ciertos matices, la ortodoxia
al siempre ha sido clara. Un ejemplo de ello, son las siguientes definiciones
que, a pesar que presentan sus disquisiciones de manera diferente, respetan
todas los equilibrios ortodoxos al respecto, esto es, la preponderancia de
Dios y la instrumentalidad consciente de los hombres. Así, definiendo
el concepto de la inspiración, leemos:
“La obra
del Espíritu Santo de capacitar a los autores humanos de la Biblia para
escribir aquello que Dios deseaba que quedara registrado en las Escrituras.”
(Grenz & Guretzki et al.
2006:72).
“El uso
teológico de la palabra inspiración tiene como fin referirse a esa influencia
controlante que Dios ejerció sobre los hombres que escribieron la Biblia.” (Chafer 1974I:63).
“La
inspiración es aquella influencia del Espíritu de Dios sobre las mentes de
los autores de la Escritura, que hizo que sus escritos fueran el registro de
una revelación divina progresiva y suficiente…” (Strong en Garrett 1996:124)
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B. ¿Tiene la inspiración un alcance
fuera de los idiomas originales?
La inspiración tiene que ver exclusivamente con los
idiomas originales (hebreo, arameo, griego). A pesar que existe a veces
confusión en ello, tampoco esto se puede aplicar a las Biblias de estudio que,
siendo aun de mucha ayuda, son simplemente comentarios teológicos sujetos a
errores. Ahora bien, sin duda en el proceso escritural surgieron lo
que se ha llamado “variantes” textuales, que de algún modo nos muestran otros
matices de este proceso escriturario, esto no oscurece el concepto ni su vigencia.
Cabe recalcar además, que las “variantes”
textuales no son en sí, una negación de la inspiración, sino más bien, las
consecuencias propias del proceso humano que, de alguna manera
nos muestran las falencias de los copistas en el proceso, no de la propio
inspiración. En efecto, aquí estamos pisano el área de la trasmisión de las Escrituras,
que es otro tópico ajeno a la inspiración.
Si bien algunos propusieron que la inspiración fue
una especie de iluminación circunstancial, la verdad de las cosas es que la
inspiración es algo bastante diferente a la “iluminación”. Como hemos señalado,
la inspiración tiene que ver con el proceso mismo de manufactura de la verdad
divina escrita, la iluminación tiene que ver con la comprensión de esta verdad.
De manera que, a diferencia de la “iluminación”, la inspiración fue completa,
no gradual, además estuvo solo al alcance de los profetas y apóstoles (Efe.
2:20), por el contrario, la iluminación está al alcance de todos los creyentes
que dicho sea de paso, no reciben revelación sobre la revelación, sino que,
logran comprender por medio del estudio diligente de las Escrituras y la guía del
Espíritu Santo, la voluntad de Dios estipula en las Escrituras.
V. Conclusión
La cuestión de la inspiración de las Escrituras entonces,
es una de las doctrinas históricas fundamentales del cristianismo. No obstante,
no es menos cierto —como ya hemos dicho— que definiciones de la misma ha habido
muchas, pues este tópico bibliológico es un conceptos amplio.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que en términos generales, existen solo dos
grandes formas de comprenderlo. Decimos generales, refiriéndonos a las categorías de conceptos heterodoxos y
conceptos ortodoxos. Así, la neo-ortodoxia del siglo XVIII en adelante y las
ideas de la ortodoxia que siempre han prevalecido por sobre las ideas e intenciones de la teología liberal. De manera podemos concluir que la inspiración
de las Escrituras fue un proceso real,
dirigido por Dios, quien se valió de hombres piadosos, para que por medio de una
revelación objetiva y verbal, pudiéramos no solo conocerles, sino también, entenderlo
y por sobre todo, ser salvos, como expresa Juan: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Jn. 20:31).
VI. Bibliografía
Arnaldich 2016. Recensiones: La technique du livre d'aprés Saint
Jérôme. Paris, E. de Boccard, éditeur, 1, rue de Médicis, 1953—220 Pág.
André, Paul 1985. La inspiración y el Canon de las Escrituras
Historia y teología. Navarra, España: Verbo Divino.
Erickson, Millard 2008. Teología Sistemática.
Viladecavalls, España: Clie.
Garrett, L. James 2001. Teología Sistemática, Bíblica,
Histórica, Evangélica. El paso, TX: Hispano.
Herrera A. Francisco 2011. Teología Cristiana, historia y
contexto de su desarrollo. San José, Costa Rica.: Universidad Estatal a
Distancia.
Hipona, Agustín 1947. Obras filosóficas contra los
académicos Tomo III. Del libre albedrío. De la cuantidad del alma. Del maestro.
Del alma y su origen De la naturaleza del bien: contra los maniqueos.
Madrid, España: Biblioteca de autores cristianos.
Hipona, Agustín 1957. Tratados escriturarios, Tomo XV, De la
doctrina cristiana. Del Génesis contra los maniqueos. Del Génesis a la letra,
incompleto. Del Génesis a la letra. Madrid, España: Biblioteca de autores
cristianos.
Stott, John 2007. Cristiano
Básico. Buenos Aires, Argentina: Certeza.
Ropero, Alfonso 2001. Lo mejor
de Agustín de Hipona, Tomo I. Terrassa, Barcelona: Clie.
Schmidt, Francis [s/f]. ¿Qué es la perspicuidad de la Biblia?
Internet URL:
Ropero, Alfonso 2001b. Lo mejor de Agustín de Hipona,
Tomo II. Terrassa, Barcelona: Clie.
Ropero, Alfonso 2004. Lo mejor de los
padres apostólicos. Viladecavalls, Barcelona: Clie.
Ropero, Alfonso 2002 Lo mejor de orígenes.
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Nehmer, Eckhard 2006. Introducción a la Biblia.
Material ICAT, (Instituto de Capacitación Bíblica).
Wolfgang Hutter 2002. III. INSPIRACIÓN La teoría neo-ortodoxa.
Internet URL: http://www.hutters-online.de/publikationen/uwe/08.html
Westminster 2013. Confesión de Fe de Westminster y Catecismo menor.
Carlisle, Inglaterra: Peregrino.
Ventura, S. V. 1985. El Nuevo diccionario bíblico ilustrado.
Terrassa, Barcelona: Editorial Clie.
[1]Todo
lo que encierra “creencias correctas”, o de acuerdo a las mismas Escrituras.
[2] Todo
lo que encierra “creencias incorrectas”, desde conceptos imprecisos, hasta heréticos al
respecto.
[3] “Spiritus
Dei vox est quia ista, nisi illo inspirante, non diceremus; De illa Civüate,
unde peregrinamur, litteraen nobis venerunt; ipsae sunt Scripturae.”
[4] Literalmente:
“Dígitos Dei, eosdem ipsos ministros
Spiritu Sancto repletos, propter ipsum, Spirilum qui in eis operatur, recte
accipimus, quoniam per eosdem nobis omnis divina Scriptura confecta est; Isti Libri
opera sunt digitorum Dei; Sancto enim Spiritu in sanctis operante, confecti
sunt.” (Hipona 1957XV:19).
[5] De
acuerdo a uno de los editores de la obra
de Agustín —Balbino Martín— que hemos citado, señala este, haciendo algunas
inferencias personales: «Es preciso, por lo tanto leer con cuidado a San
Agustín, porque en esos casos extraordinarios la inspiración lleva aneja una
suerte de revelación. En todo caso, es precisa una especial luz divina […] Sin
embargo, tal iluminación no lleva consigo la consciencia, sino que tal
consciencia ha de ser objeto de una nueva revelación, como explica San Agustín
al hablar del famoso éxtasis de San Pablo, que es arrebatado hasta el tercer
cielo. Parece claro que, por parte de Dios, la inspiración es una luz bajo cuya influencia “se entiende”, esto es, se formulan juicios. Tal
influencia de orden sobrenatural correspondería, a mi juicio, a la teoría
general agustiniana del conocimiento» (Hipona 1957XV:212).
[6] La
primera cláusula señala לֹֽ֣א תַֽעֲשֶׂ֙ה־לְךָ֥֣ פֶ֣סֶל֙
(lo taase leká pesel) “no fabricarás para ti escultura [ídolo]…” (Éxo. 20:4). El término “taashe” (fabricar) proviene de la
raíz hb. פָּסַל (pasál) raíz primaria, que incluye la
acción de tallar, alisar, cortar, labrar sea esto madera o piedra.
[8] Aunque
es cierto que existe cierta disputa
sobre la etimología, los especialistas
en terminología hebrea al parecer no evalúan esta alternativa como viable, este es el caso de Keil & Delitzsch (pág. 2008:107). E. Jenni & C. Westermann,
aunque ven una “relación” con el término pecho, subrayan que tiene relación, no que se deriva
de la misma raíz y que dicha idea no tiene relevancia (pág. 1101). En otras palabras, si hay una
relación, sólo es ilustrativa de la provisión que hay en Dios. De ningún modo
existe en dichas referencias una teología de la feminidad de Dios.
[9] Woods
y Bartolo bien pudieran ser clasificados en esta premisa, pues consideraron que
la inspiración era una especia de simple “sugestión” [humana] (Garrett 2001:132).
[10] Hutter
Wolfgang —de nacionalidad alemana— señala que Barth distinguió o dividió la
historia entre “Geschichte” e “Historie”, dos palabras alemanas que en español
solamente pueden ser traducidas por la palabra “historia”. “Geschichte” para
Barth era historia “piadosa”. Esto quiere decir: los autores se han inventado
ciertas cosas aunque dieron a estas historias un toque real. “Historie”, sin
embargo, son relatos históricamente correctos (Wolfgang 2002:1).
Según Barth, la resurrección de Jesús pertenece al ámbito de “Geschichte”, no
de “Historie”. Y por cierto, Bultmann
también acuño estos conceptos, aunque para este teólogo la “Geschichte” es la verdadera historia,
pero, no porque nos remita a la historicidad objetiva de los hechos, sino
porque es un encuentro del yo con el ambiente del cual se es el centro (Herrera
2011:465).
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