Por J.A.
Torres Q.
"Juan el evangelista" pintura de el Greco (1605)
Introducción
Seguramente más de una vez usted ha
escuchado el término “apocalíptica”, o “género
apocalíptico”. Y, sin entrar por ahora en detalles, la apocalíptica nos remite
en el pensamiento a una serie de expresiones gramaticales, figuras y símbolos
“apocalípticos” —algunos añaden “crípticos”—
que surgieron de la literatura apócrifa de este
género entre el 200 a.C. al 200 d.C. (cf. Duvall & Hays
2008:401). Entre estos, 2 y 3 de Baruc, los libros de Enoc, el libro de
Jubileos, los Oráculos Sibilinos, los Testamentos de los Doce Patriarcas, los
Salmos de Salomón, la asunción de Moisés, las Ascensión de Isaías, 2 de Esdras,
entre otros (Martínez 1984:516). Además de los anteriores, se suman también, los apocalipsis
apócrifos, gnósticos y “cristianos.”
Apocalipsis
hebreo de Enoc
|
Apocalipsis
de Abraham
|
Apocalipsis
de Elías
|
Apocalipsis
de Isaías
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Apocalipsis
de Sofonías
|
Apocalipsis
de Sadrac
|
Apocalipsis
de Pedro
|
Apocalipsis
de Pablo
|
Apocalipsis
de Tomás
|
Apocalipsis
de Pedro
|
Apocalipsis
de Adán
|
Apocalipsis
gnóstico de Pedro
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I
Apocalipsis de Santiago
|
II
Apocalipsis de Santiago
|
Según Philipp
Vielhauer, el primero en acuñar el término fue F. Lucke, otros como Diez Macho mencionan a E. Schurer;
otros a K. Koch en 1970, poco después que J.J. Collins fuera uno de los
primeros en definirla como lo
constata Josías E. Cárdenas: “El apocalipsis es un género de literatura de
revelación, configurado narrativamente, en el que se ofrece la revelación por medio de un ser de otro
mundo a un destinatario humano, desvelándose una realidad trascendente, que es
al mismo tiempo de naturaleza temporal en la medida que se apunta a la
salvación escatológica, y espacial en tanto en cuando supone o conlleva otro
mundo, sobrenatural.” (Collins en Asurmendi
2003:522).
Aunque el
término surgió como un concepto derivado
del término ἀποκάλυψις→ apokálupsis muchos
creen que como “género” literario, germinó de la poesía hebrea y así trazan
una línea hasta libros como Daniel, Ezequiel y Zacarías que dicho sea de paso,
contienen “lenguaje” apocalíptico (cf. Fee & Stuart
2007:251). Ahora bien, en estos días claramente
este tópico ha tenido un auge no menor que ha crecido en círculos de estudios como
de conversación teológica, lo cual sin duda merece una aclaración en vista que
muchos estudiantes y aun, académicos entusiastas con esta “nueva” categoría
literaria han categorizado también así el Apocalipsis de Juan como supuestamente
parte de esta familia literaria.
Ahora bien, como término, "apocalíptica" o
“género apocalíptico” es atrayente; suena hasta académico, lo que lo hace
atractivo para muchos hoy en día. Sin embargo, y a pesar que en el día de hoy
es un concepto popular y acuñado por varios teólogos, aun sigue siendo un
tópico en examen no solo respecto a su origen y aplicación, sino
también, respecto a su categoría (Mounce
2007:36). Es así que teólogos como James Kallas[1] consideran que el Apocalipsis de Juan realmente no forma
parte del género apocalíptico debido a que el sufrimiento relatado en este, no
es el mismo observado en la literatura apocalíptica. De esta misma manera David Hill concluye que, a pesar que Apocalipsis utiliza una
buena parte del aparato tradicional de la literatura apocalíptica, está ajena a muchos aspectos característicos de lo que se ha catalogado
como género apocalíptico, por lo que lo considera esencialmente un libro profético (cf. Mounce 2007:44).
Al presente no solo los teólogos católicos enarbolan las implicancias de la apocalíptica
apócrifa, también son muchos teólogos, académicos, profesores y pastores que
comulgan con las implicancias que requiere este concepto. En este sentido, teólogos como Samuel E. Waldron se adhiere muy entusiastamente a
este paradigma hermenéutico. Así, y por ejemplo, escribiendo o respondiendo al tópico de “cuánto tiempo fue
atado Satanás” en Apocalipsis 20, escribe:
“El pasaje dice claramente que
Satanás fue atado por 1.000 años. La pregunta es si los 1.000 años de
Apocalipsis 20 han de entenderse literalmente o figuradamente. La respuesta a
esta pregunta debe ser determinada una vez más por la aplicación de los
principios de interpretación bíblica explicados en el capítulo anterior. Uno
de esos principios era que cada pasaje de la escritura debe ser interpretado
en una manera apropiada a su género literario. Se debe practicar el análisis
del género. En el mismo capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito
en el género apocalíptico. Este es un tipo de literatura altamente simbólico
y dramáticamente figurativo” (Waldron 2003:110).
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Claramente en
este párrafo uno puede notar la necesidad que representa el «“género”
apocalíptico» para algunos teólogos reformados como el aludido, que dicho sea
de paso, da por entendido que el “género” apocalíptico es parte de los principios bíblicos de
interpretación. De la misma manera que Storms, Deiros comentando el primer versículo
del libro de Apocalipsis en la Biblia “500 años Nueva Reforma” editorial
Peniel, escribe: “El libro de Apocalipsis es el más discutido y difícil de
todo el NT. Está escrito en un estilo literario que no tiene un equivalente
moderno. Los lectores que no están familiarizados con este estilo apocalíptico
y que desconocen el propósito original del autor, lo encuentran confuso e
ininteligible. El género literario del libro es apocalíptico (como el de Daniel
del AT).” (Deiros 1999:2082). De la misma manera que los teólogos
antes mencionados, Luis N. Rivera —profesor emérito de teología ecuménica— en
el prólogo del comentario a Apocalipsis de Samuel Pagán, señala sin mayores
resguardos el entusiasmo que ha logrado Pagán al amalgamar el Apocalipsis de
Juan, con la apocalíptica apócrifa y
deuterocanónica, señalando los supuestos vínculos que el primero tendría con
estos últimos. Así escribe:
“…Pagán ilumina los vínculos del
Apocalipsis con el resto de la llamada literatura apocalíptica, la bíblica,
la deuterocanónica y la apócrifa. De esta manera, se aclaran los posibles
significados de símbolos e imágenes, y se evitan las interpretaciones
arbitrarias. Luego, se observan los múltiples engarces de esta literatura
apocalíptica con la profética, la sapiencial y los himnos litúrgicos del
Antiguo y Nuevo Testamento. Se suscitan así, miradas novedosas e inéditas a
textos antiguos.” (Rivera en Pagán 2012:11).
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Claramente
para Rivera, la analogía de la fe se extiende a la analogía de todo lo que
entre bajo el epíteto de “apocalíptica” incluyendo Juan, así, para comprender
este último es necesario considerar aun
la apocalíptica apócrifa y deuterocanónica para, en palabras de Rivera: evitar
las interpretaciones arbitrarias y desaforadas. José Grau —al igual que Waldron y Pagán— también confirma lo
anterior, cuando señala:
«El Apocalipsis, como su propio
nombre indica, pertenece al tipo de literatura llamada “apocalíptica”, muy
extendida entre los judíos en la época intertestamentaria. Es el único libro
del Nuevo Testamento que pertenece a este género.» (Grau 1977:276).
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El entusiasmo
que este nuevo género ha provocado en algunos teólogos protestantes desde un tiempo a esta parte, es sin
duda claro. Así otro ejemplo de esto es Samuel Pagán, quien en su comentario
al Apocalipsis no deja de plasmar su pasión por su acercamiento no solo al libro que comenta, sino también, porque lo ha
hecho bajo la consideración de la literatura apocalíptica (pág. 13); pero además, y esto hay que leer bien,
según él, Apocalipsis se redactó de acuerdo a la literatura apocalíptica (pág.
22), por lo que su metodología de análisis no solo considera en su comentario, la literatura
bíblica, sino también, la extra bíblica (Pagán 2012:23).
Pero,
¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el
Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los
sinópticos? ¿Pertenece Apocalipsis realmente al
“género apocalíptico”? A continuación, cinco argumentos que nos muestran
que la literatura apocalíptica a pesar de cierta relación con la profecía
escritural, no tiene nada que ver con ella, y esto, principalmente porque el
Apocalipsis de Juan (Daniel, Zacarías, Isaías etc.) es esencialmente un libro
inspirado y la apocalíptica no; aquí radica la diferencia mayor de la que se desprenden otras más.
1. El
género apocalíptico es imaginación, no revelación
El “género apocalíptico” es
esencialmente el relato de visiones, sueños en lenguaje “críptico”, todos
surgidos de la imaginación de sus autores. Aun Fee y Stuart señalan que las
imágenes de la apocalíptica se basan mayormente en fantasías (Fee
& Stuart 2007:252). Y, aunque los libros canónicos hablan de
imágenes míticas como una bestia con siete cabezas y diez cuernos (Apo. 13:1), una mujer vestida de Sol (Apo. 12:1s),
langostas con cola y aguijón de escorpión (Apo. 9:10), la apocalíptica aun usando de figuras similares, ha sido el
producto de una imaginación encausada
por una copia del lenguaje
“apocalíptico” canónico llevado más allá del sentido escatológico escritural. Bien señala Moucen que la fantasía apocalíptica
da rienda suelta a la imaginación de modo que sus símbolos llegan incluso, a
exponer conceptos estrafalarios los cuales se convirtieron en la norma en este tipo de literatura. Un
ejemplo que nos ofrece Moucen al respecto, es el siguiente:
“1 Enoc 86:1-4 habla de estrellas
que caen del Cielo, y que se convierten en toros “que con sus miembros
sexuales… montaron a las vacas de los bueyes”. Éstas entonces, “quedaron
preñadas y parieron —cita textual— elefantes, camellos y asnos…” (Moucen
2007:39).
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Por el
contrario, el Apocalipsis de Juan, es: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que
deben suceder pronto; y la declaró
enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan” (Apo. 1:1). Bien
señala J. Martínez respecto Apocalipsis y la
literatura apocalíptica: “…los puntos de desemejanzas son tantos y tan
profundos que hacen del Apocalipsis joanino una obra singular, única.” (Martínez
1984:522).
2. La
apocalíptica no se origina en la literatura veterotestamentaria
Muchos comentaristas pretender ver el
origen del género apocalíptico en la literatura profética del Antiguo
Testamento. Esta es la opinión de Fee y Stuart quienes señalan que la raíz principal de la apocalíptica, es la
literatura veterotestamentaria como Ezequiel, Daniel, Zacarías y en parte tambiém, Isaías (cf. Fee & Stuart 2007:251). Contrariamente a lo que aseveran Fee y Stuart, la literatura apocalíptica tuvo su origen en la época intertestamentaria. Y surgió bajo dos escenarios relacionados.
Primero, progresó después que cesó la profecía canónica veterotestamentaria y
segundo, surgió debido a la crisis nacional del pueblo judío a mediados del
siglo II, bajo la regencia de Antíoco Epífanes. Fue en este contexto coyuntural
histórico que la literatura apocalíptica produjo el género apocalíptico, con el
cual se expresaron los deseos frustrados de los judíos respecto una
intervención divina preconizada basada principalmente en el deseo nacionalista de los judíos de ver el
triunfo de Dios en pro de ellos. Esto, se extendió a los diversos grupos del
judaísmo incluyendo a los esenios, los fariseos y los zelotes. Así, esta clase
de literatura apócrifa proliferó después de la caída de Jerusalén en el 70
d.C., y posteriormente bajo el fracaso de la revuelta de Barcoquebá (Bauckham
1982:82ss). Que sus autores hayan encontrado “inspiración” en los
relatos proféticos veterotestamentarios, es otra cosa, pues y a propósito, se
sabe que dicha inspiración también se derivó de la literatura mitológica (cf.
Moucen 2007:39s).
3. El
género apocalíptico es literatura pseudónima
Otra gran diferencia entre la
literatura apocalíptica y la profecía escritural, es que la primera, es pseudónima.
Esto es, no se sabe quiénes realmente fueron los autores. La tesis más habitual del
por qué la autoría de estos libros es desconocida, dice que fue encausada con
un propósito que era contrario al engaño. Russell ha propuesto una de estas
explicaciones que indica que la idea de una personalidad pseudónima tenía el
propósito de promover una familiaridad entre el escrito y la comunidad judía a
la que se le daba. Así, el nombre patriarcal usado en el libro tenía la
intención esencial de tener atención y con ello autoridad para la comunidad judía (Mounce 2007:41).
Sin embargo,
por más que esta sea una tesis habitual, no deja de ser una hipótesis, y aun
más, una hipótesis con razones suspicazmente diferentes. Así, el fraude pío claramente también es una opción en esta lista; de hecho, muchos autores apócrifos estaban convencidos que sus escritos habían de algún modo sido inspirados por revelación divina y que por
razones ajenas circunstanciales habían
estado ocultos (cf. 4 Esd. 12:35-38) y que por la providencia divina les
habían sido comunicadas a ellos para que las dieran a conocer en un momento en
que el pueblo pedía una voz del cielo que diera esperanzas (Martínez 1984:521). Dicho de otro
modo, no hay que descartar la tesis de que muchos de estos escritos fueron
dados a conocer y con estas “etiquetas”, solo, para re-captar la atención de los
oyentes en un tiempo donde Dios estaba en “silencio” (profético) y además, para que estos autores lisillanamente pudieran escudar sus fantasías en la ignorancia del pueblo (cf. Mounce 2007:41;
Grau 1977:277).
4. El
género apocalíptico no es lo mismo que el lenguaje apocalíptico
¿Pertenece Apocalipsis al género
apocalíptico, o, a la literatura apocalíptica? Rob Haskell[2], José Grau[3], Samuel Pagán[4], Samuel E. Waldron[5] et al., responden muy
entusiastas que sí. Sin embargo, el Apocalipsis de Juan no tiene nada que ver
con la literatura apocalíptica por las razones antes expuestas. Bien señala también Stanley N. Gundry: “Aunque hay paralelos importantes entre Apocalipsis y la
literatura apocalíptica temprana de los judíos y cristianos, hay también
diferencias importantes, entre ellas el hecho de que Apocalipsis es un libro
profético (1:3; 22:7,10, 18-19) mientras que los otros no lo son.” (Gundry
2005:14). En una comparación de Apocalipsis y la apocalíptica judía, Martínez
señala que saltan a la vista los puntos
de similitud entre el libro de Juan y los escritos extracanónicos como la
visión como instrumento revelatorio, la superabundancia de elementos
simbólicos, los cuadros catastróficos que describen el triunfo de Dios y la
gloria de la edad futura, pero también añade: “Sin embargo, los puntos de
desemejanza son tantos y tan profundos que hacen de Apocalipsis joanino una
obra singular, única.” (Martínez 1984:522).
Principalmente
debemos señalar que además de lo dicho, es relevante diferenciar el “género apocalíptico”, de la “literatura
apocalíptica”, y estos dos, del “lenguaje" apocalíptico. Claramente el
Apocalipsis de Pedro, el Apocalipsis de Pablo, el Apocalipsis de Tomás, los
Oráculos Sibilinos, los libros de Enoc et al., pertenecen a la
“literatura apocalíptica” apócrifa porque son del “género apocalíptico”, sin
embargo, el Apocalipsis de Juan es esencialmente un libro profético, nótese
bien:
“1 La
revelación de Jesucristo, que Dios le
dio, para manifestar a sus siervos las
cosas que deben suceder pronto; y la
declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2 que ha dado testimonio de la palabra de
Dios, y del testimonio de
Jesucristo, y de todas las cosas que
ha visto. 3 Bienaventurado el que
lee, y los que oyen las palabras de
esta profecía, y guardan
las cosas en ella escritas; porque el
tiempo está cerca.” (Apo. 1:1-3)
“¡He aquí, vengo pronto!
Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de
este libro.” (Apo. 22:7)
“Y me dijo:
No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el
tiempo está cerca.” (Apo. 22:10)
“Yo testifico
a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro:
Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están
escritas en este libro.” (Apo. 22:18)
“Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios
quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas
que están escritas en este libro.” (Apo. 22:19)
|
Dicho de otro
modo, Apocalipsis es un libro de género profético y epistolar (2:1, 8, 12,18;
3:1, 7,14) que usa, “lenguaje” apocalíptico. Una cosa entonces es, literatura
apocalíptica, género apocalíptico, y lenguaje apocalíptico. Es
por consiguiente errada la declaración de Pagán de que las imágenes y la forma
de presentar los temas de Juan, son propias de: «…un tipo de literatura
popular durante los primeros siglos […] conocida como “literatura apocalíptica»
(Pagán 2012:22). Claramente
dice Jesucristo: “…y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”
(Apo. 4:1b). “Y yo”, Cristo (cf. 1:1, 11,19), no la literatura popular
de los primeros siglos, fue el agente “inspiracional” gestor de la revelación
que Juan recibió del Señor y que fue ordenado a escribir (cf. 1:1,
11,19; 2:1, 8, 12,18; 3:1, 7,14). De esta misma manera, 4:1 revela el comienzo
de toda la revelación de Dios que dio a Jesucristo quien por medio del ángel
dio a Juan (1:1). Así Juan, al oír la
voz divina, no cayó en un trance como dice Pagán (pág. 739). La cláusula ἐγενόμην ἐν πνεύματι (egenómen
én pneúmati) literalmente significa: “vine
a estar en espíritu”; una manera de describir que Juan bajo inspiración
divina prosiguió a escribir la profecía. Bien señala el profesor Millos: “El
Espíritu Santo actúa sobre el espíritu del profeta para que pueda percibir las
cosas de Dios, es decir, el Espíritu puso a Juan en una situación espiritual en
la que pudo ver las revelaciones celestiales que luego escribió.” (Millos
2010:87).
Y esto hay que destacar, vino a estar en espíritu
(el suyo), en el día del Señor, no “en el día dominical” como piensa la
teología amilenial, pensamiento derivado también de las versiones latinas que escriben
“fui in spiritu in Dominica”;
claramente y en concordancia al género especial del libro, profecía,
Juan vino a estar por revelación en lo que el AT describe escatológicamente como
el י֣וֹם יְהוָ֔ה Yom YHVH así en Juan κυριακῇ ἡμέρᾳ “día del Señor”, profecía que abarca los capítulos
4-19.
5. El
género apocalíptico es una reinterpretación de la profecía
Una de las características del género
apocalíptico más relevantes en cuanto a su razón de ser, y su constante
evocación en el día de hoy especialmente para los teólogos preteristas, tiene
que ver con la razón esencial del nacimiento de la apocalíptica, y de allí, el
género apocalíptico. Esto es, la
circunstancia histórica en la que devino. Los judíos al ver que las profecías
veterotestamentarias de un reino glorioso para ellos no se estaba realizando
tal cual la profecía lo señalaba, y, a falta de revelación profética canónica frente al agobio político literal del imperio romano (por ej.: Antíoco
Epífanes 175-164 a.C.; época de los Macabeos), abandonaron la escatología del
Antiguo Testamento y sus promesas de un reino terrenal para volcarse a una
nueva reinterpretación “idealista” en favor al menos psicológico temporal de una
transcendental consumación divina a favor de ellos a falta de cambios escatológicos históricos
contingentes (cf. Mounce 2007:38; Fee & Stuart
2007:253). En este sentido, es notable la explicación del profesor J.M.
Martínez aquí:
“Es evidente, no obstante, que en la
apocalíptica se produce un cambio de perspectiva en lo que concierne a la
intervención divina en el curso de la historia, y es precisamente ese cambio
lo que configura básicamente el pensamiento de sus autores. Para comprenderlo
hemos de situarnos en el momento histórico en que se gestó. La comunidad
posexílica se enfrentaba con un gran problema: las promesas de una
restauración gloriosa no parecían haber tenido el cumplimiento esperado en el
regreso de Babilonia y en el devenir histórico posterior. La realidad era
demasiado pobre para pensar que correspondía a los días esplendorosos que los
profetas habían anunciado. Y esa realidad se hizo aún más sombría en el
periodo intertestamentario, especialmente en tiempos de los seléucidas,
cuando a la subyugación a que fue sometido el pueblo judío se sumó la
persecución de Antíoco Epífanes con su brutalidad sacrílega. La victoria
macabea aseguró a los judíos libertad religiosa, pero poca cosa más; distaba
mucho de significar el principio del Reino de Dios. Posteriormente, el
gobierno de los asmoneos, mundanas marionetas en manos de los romanos, en
nada contribuiría a mejorar la situación. ¿Podía decirse que con el retorno
de Babilonia se había iniciado la era en que Israel sería nuevamente exaltado
a posiciones de prosperidad, poderío y honor? Las circunstancias ¿no eran un
mentís rotundo a tal suposición? ¿No hacían pensar más bien en que Dios se
había desentendido de la suerte de su pueblo? Los judíos de aquella época se
enfrentaban con una teodicea incomprensible. Era por demás difícil
interpretar las promesas proféticas siguiendo la línea de una «escatología
realizada». La solución al problema la hallan los autores de la apocalíptica intertestamentaria
en una nueva concepción del fenómeno histórico. Su presente lo veían a través
de un prisma totalmente negativo. «Empezaron con una observación empírica de
la ausencia relativa de Dios de la historia desde la caída de Jerusalén. No les
parecía que hubiese actuado en favor de su pueblo durante este periodo. Por
consiguiente, el punto de vista apocalíptico común... era que el exilio no
había cesado nunca realmente.»A la inacción de Dios se añadía su silencio.
Era creencia común en aquella época que la profecía había cesado poco después
del regreso de la cautividad babilónica (1 Mac. 4:46; 9:27; 14:41). Pero tenía
que haber solución al problema, una explicación de los sufrimientos del
pueblo de Yahvéh y de la demora en el establecimiento del Reino. La solución
es ofrecida en el mensaje apocalíptico con su escatología trascendente. La
salvación no ha de esperarse en el marco de la evolución histórica. Será el
resultado de una intervención directa, trascendente, de Dios. El presente no
tiene remedio desde el punto de vista humano. Y carece de valor, pues está
próxima la nueva era, la «nueva creación», en la que el triunfo de Dios y de
su pueblo se hará patente sobre la totalidad de sus enemigos. De este modo,
el pensamiento apocalíptico, a pesar de los excesos en que incurrieron
algunos de sus representantes, re interpretaba el antiguo mensaje profético y
reavivaba la fe de los judíos piadosos superando con la intensidad de su
componente escatológico todas las decepciones y todos los misterios de la
experiencia histórica.” (Martínez 1984:517)
|
El entusiasmo
de teólogos reformadores como Grau y Waldron claramente tienen sentido, porque
la apocalíptica de algún modo concreto reinterpreta la profecía (como
justamente hace la escatología amilenarista) para idealizarla bajo un nuevo
cuadro escatológico basado en los idealismos propios de los autores apocalípticos
que en sus “revelaciones” no siempre vaticinaron un reino terrenal, sino más
bien uno espiritual (1 Enoc 37-71) (Martínez
1984:520). Así, enarbolar la cuestión del género, y aquí, del “género
apocalíptico” llega a ser simplemente una mordaza para el sentido llano del
último libro de Juan, que, como claramente se observa en sus páginas
inspiradas, es un libro profético. No es casual la insistencia de algunos
teólogos —como los aludidos— respecto la supuesta apocalipticidad del Apocalipsis
de Juan, a favor de la escuela preterista que cree que las profecías descritas
por Juan tuvieron su cumplimiento en el primer siglo, justo antes de la
destrucción de Jerusalén el 70 d.C. (Gundry 2015:25) y por cierto
también, toma de esta copa hermenéutica
también, la interpretación recapitulativa de Apocalipsis.
Cabe destacar que Pagán es honesto al escribir
respecto —al parecer— su posición: “Preterista o crítica. El criterio de
interpretación preterista prevalece en los círculos académicos y críticos.
Según esta metodología, el libro del vidente Juan pertenece a un género
literario particular que floreció en el Medio Oriente particularmente en
Palestina, durante los años 200 a.C. – 100 d.C.
Este tipo de escrito… son obras teológicas escritas para consolar y
edificar a los creyentes en épocas de crisis y persecución…” (Pagán
2012:63). No es extraño como usted puede observar entonces, encontrar declaraciones que no aparecen en el
libro canónico mismo como que el mismo Juan escribió —según Pagán también (pág.
82)— para responder a una situación concreta y específica: la crisis de los
cristianos al final del primer siglo, cuando el libro mismo nos da pautas
claras respecto a su propósito (1:1s,19s).
Por otro lado,
este sesgo hermenéutico judaico también devino en la idea derivada de los
judíos intertestamentario frustrados con su escatología incumplida. Así, —y
como señala Martínez— les fue difícil a los judíos interpretar las promesas
proféticas veterotestamentarias siguiendo la línea de una «escatología
realizada». Por ello, mientras estos
resolvieron el tema justamente adhiriéndose a una interpretación apocalíptica, los
cristianos sin duda empezaron a hablar de una «escatología inaugurada» con Cristo como
cabeza de este nuevo orden, pero también esperando un cumplimiento literal de las
promesas veterotestamentarias de este
nuevo orden mesiánico (Hec. 1:6). No es difícil por tanto comprender también los paradigmas reformados como el del “ya, pero todavía no”, derivado también, de la urgencia de la
apocalíptica que justamente también, espera un desenlace radical de Dios reinterpretando la profecía del reino mesiánico prometido a Israel.
Conclusión
Entonces,
¿existe realmente una relación entre la literatura apocalíptica con el
Apocalipsis de Juan o Daniel, aun, las secciones escatológicas de Jesús en los
sinópticos? No, nada tiene que ver la apocalíptica escritural con la
apocalíptica apócrifa y aun, gnóstica.
¿Pertenece Apocalipsis realmente al
“género apocalíptico”? Si bien es cierto en algunos círculos académicos
se suele clasificar el Apocalipsis como parte del género apocalíptico, el libro
de Juan es esencialmente una profecía y, a dicho "género" pertenece. Que tenga
lenguaje “apocalíptico” no lo hace parte de las filas de la literatura
apocalíptica pues además su
apocalipticismo es radicalmente diferente al secular. Por supuesto, no pretendemos restringir el uso
del concepto en la jerga teológica, pero sí,
al menos subrayar la diferencia que existe entre la literatura apocalíptica
secular, de la "apocalíptica" cristológica de Juan que, como se ha dicho, es simplemente "lenguaje" apocalíptico al servicio de la profecía futurista
de los libros proféticos tanto del AT, como las porciones proféticas
novotestamentarias y por supuesto, el Apocalipsis de Juan. Háganse entonces, tales distinciones.
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R.J. 1982, art.: “Apocalíptica”, En: Diccionario Teológico Certeza. Barcelona,
España: Certeza, 83s.
[1] El Dr. James G. Kallas fue Profesor Asociado de Teología y
Presidente de la División de Teología y Filosofía de California Lutheran
College (ahora Universidad).
[2] Haskell
escribe: “Debo resaltar que existe un género literario denominado literatura
apocalíptica judía del cual el libro de Apocalipsis es parte.” (Haskell 2009:229).
[3] «El
Apocalipsis, como su propio nombre indica, pertenece al tipo de literatura
llamada “apocalíptica”, muy extendida entre los judíos en la época
intertestamentaria. Es el único libro del Nuevo Testamento que pertenece a este
género.» (Grau 1977:276).
[4] Cf.
págs. 10,23, 35, 37, 38, 45 et al.
[5] En el mismo
capítulo determinamos que Apocalipsis 20 fue escrito en el género apocalíptico.
Este es un tipo de literatura altamente simbólico y dramáticamente figurativo (Waldron
2003:110).
excelente investigacion
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