“Evangelio
integral”, “evangelio social”, “compromiso social”, “conciencia social”.
“justicia social”, “evangelio cultural, y transcultural”, “mandato cultural”,
incluso, “responsabilidad por el planeta y la ecología” (CLADE IV [Congreso
Latinoamericano de evangelización]). ¿De dónde surge todo este énfasis “social”
que quiere posicionarse en el evangelicalismo latinoamericano? Uno podría
pensar que estos énfasis son inocuos, sin embargo, sus proponentes no ocultan
sus intenciones de fondo, hacer consciente a la iglesia evangélica (que duerme,
supuestamente) del “evangelio integral” (Padilla), y aun más, —audazmente—
“reformular los aspectos típicos del pensamiento evangélico en Latinoamérica”,
esto, para: “…la trasformación del mundo a partir del “evangelio integral”
de Jesucristo” (Padilla).
¿Cómo se puede concientizar a la iglesia Latinoamérica de la
necesidad de adoptar este “evangelio integral”, y de hecho, como se está
llevando a cabo? Como siempre se ha hecho, con un mensaje para las masas
siempre emocionales a través de plenarias con éste énfasis (por ej. D. Miller
“Transformando culturas”) y con otro mensaje para los pensantes que justamente
tienen inclinaciones filantrópicas-socialistas de la fe. Ahora, todos estos
teólogos, (y otros más) no sólo nos presentan estos términos con clara
intención persuasiva, con ello vienen a proponer sin mayores formalismos,
imperativos “nuevos” para la iglesia como verdades abandonadas por ella. No se
trata —por supuesto— de haber dejado de salir en la noche a darles una taza de
café a los indigentes, las acusaciones, son más profundas por el supuesto
abandono del compromiso político-social al que “supuestamente” nos debemos para
cambiar el mundo.
En cierto sentido,
pareciera que esto es algo novedoso, sin embargo, y como escribiera Salomón, no
hay nada nuevo bajo el sol (Eclesiastés 1:9). Todo pensamiento ideológico ha sido
cíclico, desaparece y reaparece en algún momento particular de la historia, por
cierto, con nuevos envoltorios más atractivos para la generación de turno, y
por supuesto, con aura mesiánica teológica como pretenden todos estos teólogos
que, en diferentes grados de relación y compromiso, han derivado simplemente de
dos fuentes espóricas puntuales, primero, a través la “Teología de la Liberación”,
desarrollada también en el catolicismo (Vaticano II) y quizás antes, con raíces
concretas en la “Teología Liberal” alemana (Barth, Moltmann, Ritschl, Harnack)
impulsadas por una hermenéutica amilenial socializada, aun, marxista como es el
caso no sólo del teólogo alemán Karl
Barth (1886-1968), sino también a través
del teólogo argentino José Míguez Bonino (1924-2012), uno de los punta de lanza
de fondo de todo este resurgimiento en la versión latinoamericana “evangélica”.
Todas esta ideas que fueron promovidas masivamente en
versiones mucho más digeribles para la
masa evangelical, desde incluso, el congreso de evangelización realizado
por Billy Graham en Lausana 1974, en cuya instancia John Stott propuso la urgencia del evangelio y
sus implicancias sociales, énfasis desarrollado de manera concreta en Lausana
II (Manila 1989) y III (El Cabo 2010). Pero, ¿acaso todo esto no es también una
conclusión derivada de una interpretación escatológica puntual? Por supuesto,
esta es una de las patas de la mesa de toda esta propuesta avasallante, y,
aunque algunos de estos autores no lo mencionan porque creen su interpretación
escatológica de estos énfasis es una conclusión obvia del ser “sal” y “luz” de
la tierra, dan por sentado, que estamos viviendo aquí y ahora, el reino de Dios
(amilenarismo). No es casual observar títulos como:
“La iglesia como agente de transformación” (Padilla &
Yamamori)
“Discipulando a las
naciones” (Darrow Miller).
“Reformulación de la
justicia social” (Darrow Miller).
“Las buenas nuevas
de la creación” (Juan Stam)
|
Y de hecho, el propio Juan Stam escribe: “Dime cómo es tu
escatología y te diré cómo comprendes la misión de la iglesia” (Stam 2003:72
“Las buenas nuevas de la creación”), por supuesto, Stam supone su mirada
escatológica amilenial (también socializada) es la escritural, —según el mismo[1]— inculcada también por
teólogos concretamente liberales, como Søren Kierkegaard (1813-1855), Karl
Barth (1886-1968), Emil Brunner (1889-1966), Paul Tillich (1886-1965) y Rudolf Bultmann
(1884-1976), a los que añade, René Padilla y José Míguez-Bonino (1924-2012).
Ahora, una de las cuestiones que amerita un análisis de parte
de cualquier epískopo (pastor) de cualquier iglesia bíblica frente a estos
“nuevos” y mesiánicos énfasis, o concretamente “complementos” al evangelio, es
que éste conglomerado trae consigo también, a lo menos, tres cosas suspicaces.
Primero, un abierto ataque al rapto premilenial. Segundo, un ecumenismo sutil y
amigable como lo expresa el propio Padilla, quien también es parte del norte estratégico
de ediciones Kairós. Y tercero, un claro relajo doctrinal, en pro de la acción
social.
Bibliografía
CLADE IV 2002. Sociedad de consumo y mayordomía de la creación, el testimonio evangélico
hacia el tercer milenio: Palabra, Espíritu y Misión. Expositores: Fernando
Bullón, Juliana Morillo y Sergio Membreño. Buenos Aires, Argentina: Kairós.
Padilla,
René 2009. ¿Qué es misión integral? Buenos Aires, Argentina: Kairos.
Stam, Juan
2003. Las buenas nuevas de la creación. Buenos Aires, Argentina:
Kairos.
Zaldívar, Raúl
2006. Teología Sistemática, desde una perspectiva
latinoamericana. Viladecavalls, Barcelona: Clie.
[1] http://protestantedigital.com/magacin/14253/Juan_Stam_Leamos_el_Apocalipsis_en_clave_pastoralis_en_clave_pastoral
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