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miércoles, 14 de mayo de 2025

¿Los pasajes "claros" deben interpretar los pasajes "oscuros"? Parte 1

 


Por. J.A. Torres Q. (M.A)

Sugel Michelén dice que “los pasajes claros deben tener prioridad y deben interpretar los pasajes oscuros” y a esto, se debe añadir la analogía de la fe: “Ninguna interpretación que crea un conflicto interno en el significado del significa aceptable” en Clase de escatología Nº 4; en ambos casos, algo de verdad tienen estas premisas, sin embargo, ambas ideas siguen siendo premisas  con una cuota inherente de subjetividad. De hecho, en la práctica, y como bien señala el profesor Waymeyer —a quien Sugel la verdad de las cosas, no ha leído en serio la tesis de recurrir a dichos pasajes claros (referencias cruzadas) son en realidad un sustituto de la exégesis propia del propio pasaje en cuestión como es Apocalipsis 20, y de hecho, algunos teólogos  justifican esta práctica como la ha hecho Cox, señalando que “Ya que [Apo. 20] no da ninguna explicación del significado de Juan, su significado debe ser cosechado en otra arte de la Biblia” (Cox en Waymeyer 2020:166). Notemos entonces, las falencias de la tesis de  Sugel relativo a la idea de interpretar el "oscuro" pasaje de Apocalipsis 20  por medio de los pasajes "claros".

¿Cuándo fue atado satanás?  Sugel y la teología reformada dice que Apo 20 es un pasaje “oscuro”, por lo tanto, se debe aplicar lo que dicen los “pasajes claros”.  ¿Cuáles son esos pasajes claros? La respuesta de Sugel incluye Mateo 12:22-29; Lucas 10:17-19; 11:17-22; Juan 12:30-33; Hebreos 2:14:15 y 1 Juan 3:8. Note con atención en donde está el error "hermenéutico" de esta tesis habitual en el estadio reformado, pasajes que son la base dentro de la escuela reformada para  concluir además, que son una prueba más de que Satanás fue atado en la primera venida de Cristo, hecho que dio paso al milenio amilenial (Waymeyer 2020:165). Pero, y esta es una buena pregutna: ¿Quién determina cuáles son los pasajes oscuros y los claros? Como veremos en este ejemplo, la tesis de pasajes claros/oscuros no sólo es algo que queda al arbitrio de cada persona, y por ende a un plano subjetivo, además, veremos que son una sutil manera de amordazar cualquier pasaje en nombre de este binarismo relativo (pasajes claros/oscuros).

Es importante subrayar que en la interpretación de las Escrituras, no solo se debe aplicar una hermenéutica coherente en concordancia a la teología sistemática, sino con mayor cuidado en concordancia con la teología bíblica. Y este es el primer punto débil de la teoría reformada que exhibe el pastor Michelén: la amalgama de pasajes que tienen una relación incidental mediante palabras equivalentes con Apo. 20, no así, una relación correlacional teológica.  En otras palabras, Mateo 12:22-29, Lucas 10:17-19, 11:17-22, Juan 12:30-33, Hebreos 2:14:15 y 1 Juan 3:8 son obligados a asumir un papel que no tienen y que, de hecho, se usan más bien para amordazar Apocalipsis 20. Así, la analogía de la fe en su versión reformada se convierte en una herramienta de force, es como si alguien uniera manzanas, peras, sandias, uvas y concluyera que el apio también es una fruta, porque es verde.  En términos más teológicos, es como señalar que después de la muerte entramos a una faceta de inexistencia (aniquilacionismo) porque la biblia en reiteradas ocasiones y en diferentes versículos “claros” señala que los incrédulos e impíos finalmente “perecerán” (cf. Deu. 4:26; Jos. 23:16; Job. 8:22; Sal. 1:6; 73:27; Isa. 6:21; Lc. 13:3, 5; Rom. 2:12).

Si el lector atento nota bien, con los ejemplos entre paréntesis estamos usando la analogía de la fe de manera equivocada, uniendo diferentes pasajes que están unidos a causa de algunos términos como el “perecer”, pero que observando bien la naturaleza locutiva de cada no de ellos, son diferentes en género (literario), contexto histórico, sentido; algunos además son poéticos, otros de carácter proféticos, sinópticos y epistolares. El punto es, no siempre la idea de la analogía de la fe es correcta en sí misma si pasa por alto no sólo el contexto de cada uno de sus pasajes, sino también, la exégesis propia del pasaje que se quiere esclarecer. Lo anterior es un arma de doble filo; note usted los resultados de llevar al límite ambas sugerencias que propone Sugel, pues, siguiendon el ejemplo del "perecer"  añadiendo Eclesiastés 9:5-7 como el “pasaje claro” a la luz de todos los anteriores, notaremos que Eclesiastés nos enseña que  Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben…” concluyendo —equivocadamente— en nombre de la analogía de la fe y la tesis de pasajes claros/oscuros como lo hizo John Stott —teólogo reformado amilenarista— que debemos darle una oportunidad a la idea del aniquilacionismo en la teología cristiana; y justamente, este es uno de los resultados de reunir diferentes versículos que, claro, mencionan algunas palabras paralelas pero en su intención, contexto, sentido y género, no son correlacionales.

     Ahora, se sabe que para la teología reformada Apo 20 es un pasaje “oscuro, sin embargo, esta es una conclusión más bien necesarista para mantener la estructura amilenial y la idea recapitulativa de la interpretación del libro de Apocalipsis; por el contrario, el apóstol Juan jamás insinúa que su escrito sea oscuro, de hecho, el escribe lo contrario. Primero, 1:1 señala que Apocalipsis es una revelación y las revelaciones autoritativas de las Escrituras aunque incluyen figuras retóricas y en especial en Juan, un lenguaje escatológico y “apocalíptico” que desafía a cualquier lector, sigue siendo una revelación y, una revelación en las Escrituras tiene el propósito esencial de esclarecer la verdad, no oscurecerla. Esta es la razón del por qué el prólogo de Juan es alentador para el lector. De hecho, no dice el texto bienaventurado todo aquel que “encuentra el significado”, no, dice claramente, bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta, nótese, “profecía”. Y se reitera cinco veces la naturaleza del escrito: “profecía” (cf. 19:10; 22:7, 10,18,19 προφητεία [profeteía]) y una profecía es aquello que es preanunciado, aquello que es una anticipación revelada de acontecimientos futuros. Otro aspectos ignorado por Sugel en sus explicaciones debido a su tesis recapitulativa del libro.  

El problema concreto con los versículos que usa Sugel (y la teología reformada) entonces, es que no son de la misma naturaleza retórica, de género y de intención ilocutiva, aunque pueda haber una relación incidental entre ellos, son en su naturaleza ilocutiva (¡teología bíblica!) diferentes. Veamos cada caso, para que notemos por qué razón la tesis de Sugel no sólo es errada, sino que también, y esto es curioso, más bien oscurece lo que es claro por defecto.  

El caso de Mateo 12:22-29 (Lc. 11:17-22)

¿Es Mateo 12:22-29 (Lc. 11:17-22) un pasaje claro que explica la atadura de Satanás? Según Sugel, —dando por sentado que apocalipsis 20 es un pasaje oscuro—  dice que los pasajes claros deben tener prioridad, añadiendo la analogía de la fe, escritura con escritura.   

Según Sugel, Satanás fue atado en la primera venida de Cristo, en el triunfo de la Cruz. “Su triunfo en la cruz ató a Satanás”. Pero esto no es todo, note las preguntas que Sugel hace, en especial la segunda que incluye una presuposición inexistente en Mateo 12:22-29, así añade en pregunta: ¿Cuándo fue despojado de su poder de modo que ahora el pueblo de Dios puede saquear su casa? ¿Dice Mateo que ahora el pueblo de Dios puede saquear la casa del hombre fuerte? Por supuesto, la inercia de la tesis de Sugel lo impulsa a sugerir lo anterior, en detrimento de los límites necesarios de una sana exégesis. El NT jamás llama a la iglesia a saquear la casa de Satanás, sino, entre otras normas, nos llama a someterse a Dios. Resistid al diablo quien huirá de los creyentes (Stg. 4:7 cf. [Efe. 6:10-18; 1 Ped. 5:8-9; 2 Cor. 10:3-5]). Antes de refutar las conclusiones de Sugel, sobre Mateo 12, notemos el texto en cuestión.

Mt 12:22-29 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. 23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David? 24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios. 25 Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. 26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? 27 Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 28 Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. 29 Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.

El clímax de este pasaje es la blasfemia imperdonable (vs. 31) y el contexto, es la sanación de un hombre endemoniado, ciego y mudo (vs. 22). La aposición de los fariseos (vs. 24) y la acusación de que el Señor echaba demonios a causa de Beelzebú. La respuesta del Señor es clave. Primero, un reino dividido no puede autodestruirse. Y si yo responde el Señor estuviera echando demonios a causa de Beelzebú, estaría atentando contra mi propio reino. Por el contrario, el Señor responde “…si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” Y añadió: “Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa.”

Lo primero, llama la atención la respuesta del Señor, “…si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” El Señor hizo muchos milagros, portentos y también, echo fuera demonios. Sin embargo, esta expresión al igual que la de Lucas 11:20s y la expresión “yo veía a Satanás caer del cielo como rayo” y la de Lucas 10:17, todas, son expresiones prolécticas.  Ahora, antes de seguir es necesario explicar esto último. Una prolepsis, como bien señala Lacueva y Bullinger, “…se anticipa a los sucesos futuros, hablando de ellos como si fueran presentes” (Lacueva & Bullinger 1985:801).

Segundo, los milagros del Señor no dieron comienzo al reino literal de Cristo. La razón de esto no es difícil de observar a la luz de los sinópticos.  Cristo hizo muchos milagros (teras), señales (semeion), demostración de poder (dunameis) y portentos (taumasia), por medio de estos hechos, el Señor hizo sanidades (ciegos, leprosos, paralíticos), resurrecciones (hija de Jairo, Lázaro), trasformaciones (agua en vino) y cambió las leyes naturales (tempestad sosegada) (Beyer 2007:78), pero, ¿cuál fue la razón de estas acciones milagrosas? Los sinópticos nos enseñan que la razón detrás de todas estas acciones del Señor, era autentificar su mesianidad, demostrar su deidad, mostrar los preceptos de Dios y por sobre todo, "anticipar" la realidad del reino futuro (2007:78).  Pero esto no es todo, como bien señala el profesor Beyer: “Con los milagros, Jesús señala que el mundo es imperfecto y necesita salvación y restablecimiento… el pecado destruyó la perfección divina de la creación. Con los milagros, Jesús anunciaba la llegada de una nueva etapa, el reino de Dios (Mt. 12:28) … su Reino en suma manifestación final y eterna, es un reino sin sufrimiento, en que el mal no tiene lugar, en que Satanás no puede actuar, en que no hay pecado… de esta manera los milagros son un anticipo de la victoria final de Dios y [una muestra] de la perfección del reino venidero que comenzó con el Mesías” (Beyer 2007:79).

                En otras palabras, el propósito de Mateo 12, no tiene conexión directa con Apocalipsis 20. Aunque muestra un ejemplo concreto del poder de Dios en Cristo sobre Satanás, era una demostración proléctica anticipada del futuro reino por venir.  Ahora, esto no sólo muestra una diferencia de propósito y contexto, el texto en sí, deja más diferencias que Sugel pasa por alto.  Notemos las más evidentes.

1.      En Apocalipsis 20, Satanás es apresado por un ángel, apresado, atado por mil años, arrojado al abismo, encerrado y tal abismo, sellado para que no pueda engañar más a las naciones. La escena es totalmente restrictiva, universalmente. En Mateo 12, Cristo anula al hombre fuerte e impide que Satanás ejerza su autoridad sobre los hombres (Waymeyer 2023:35). La restricción es local. No hay indicación en Mateo de que Satanás fue anulado de manera radical como sí, lo enseña Juan.

2. En Apocalipsis 20, Satanás queda totalmente inhabilitado y el abismo donde es confinado queda sellado de manera total; en Mateo 12, la atadura de Satanás (de los demonios) no es definitiva, sino, circunstancial, mostrando que la presencia del Señor está por sobre los poderes de las tinieblas y el mismo Satanás, algo que hasta ese entonces, no había ocurrido; además, según el NT, Satanás siguió actuando y aún hoy, ejerce su dominio sobre los incrédulos (cf. 2 Cor.  4:3-4; 2 Tim. 2:26; 2 Cor. 11:3 et al.). 

3.  Tercera diferencia, y esto lo hace notar notablemente el profesor Waymeyer. Los amilenaristas reconocen que la cláusula del Apo. 20:3 señala que hay un sólo propósito de la atadura de Satanás, “...para que no engañe más a las naciones”, es lo que claramente dice el texto, sin embargo, en Mateo 12:29 el propósito del Señor al atar al hombre fuerte fue para sanar al endemoniado. El mismo contexto explica mejor este exorcismo. Cristo el Señor al haber entrado en la casa del hombre fuerte y haberlo atado para sanar al endemoniado, no sólo demostró su superioridad sobre los demonios y Satanás, en especial, y aquí hay otra diferencia marcada ató al hombre fuerte en su propia casa (mundo) despojándolo definitivamente de lo que hasta entonces, estaba bajo su control: Poseer personas específicas bajo su poder. Por el contrario, en Apocalipsis 20, Satanás es atado, finalizando el proceso de arresto en el abismo sin ninguna posibilidad de seguir actuando sobre las personas (Waymeyer 2020:167).

Como se puede observar, Mateo 12 no tiene nada que ver con Apocalipsis 20, y esto incluye, el tiempo en que ocurren los hechos, las situaciones que se relatan en ambos pasajes, y por sobre todo, los resultados de los mismos. Note otra incongruencia hermenéutica reformada que Waymeyer también añade. Jesús en Mateo 12:29 señala que no puede exorcizar al endemoniado si primero, no ata al hombre fuerte (12:29), sin embargo, la mayoría de los amilenaristas incluido Sugel, señalan que la atadura de Satanás tuvo su cumplimiento en la muerte y resurrección del Señor. En vista que el milagro de la sanación de este endemoniado ocurrió muchom antes de Su muerte, ¿cómo pudo atar al hombre fuerte (Satanás) y liberar al endemoniado? La propia explicación reformada de que Satanás fue atado con la muerte y resurrección del Señor, anula la idea de que Mateo 12:29 sea un paralelo explicativo de Apocalipsis 20 (2020:166).

El caso de Lucas 10:17-19

El segundo pasaje que menciona Sugel como una prueba de su tesis, es Lucas 10:17-19. Según Sugel y los amilenaristas (Riddlebarger, Hoekema, Waldron, Hendriksen, Kistemaker et al.) la caída de Satanás del cielo coincide con la atadura de Satanás y Lucas 10:18 proporciona evidencia que esto ocurrió en el primer siglo tras la muerte y resurrección de Cristo (Waymeyer 2020:168). Notemos el pasaje en cuestión.

Luc 10:17-20 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. 18 Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. 20  Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Este pasaje, al igual que el anterior, aunque habla de Satanás y sus demonios, concretamente hablando, tampoco es un pasaje paralelo de Apocalipsis 20, ni mucho menos, una llave explicativa de Apocalipsis 20. De hecho, insistir en ello como lo hace Sugel, es simplemente forzar el texto cuando el sentido y su contexto están diciendo cosas diferentes en tiempo y contexto (¡teología bíblica!). Recordamos algo básico, Lucas 11 revela el ministerio de los discípulos en plena actividad mesiánica, el pasaje de Juan (Apo. 20), por el contrario, revela un escenario futuro no sólo porque Juan escribe varios años después de los acontecimientos relatados por Lucas, sino también, porque las propias características sobre la anulación de Satanás, no son parciales, sino, radicales.

1.      Ahora, notemos algunas expresiones de Lucas 11 que son claves en estas diferencias. Lo primero que se destaca es la declaración del Señor en respuesta a la afirmación de los discípulos (no los doce). Señor, aun los demonios se nos sujetan “en tu nombre” (vs. 17). Note que el texto no dice que los demonios son eliminados o atados; sino, que en el nombre del Señor, quedaban sujetos (ποτάσσω [subordinar, sujetar, obedecer]).  Con respecto a la declaración del Señor, al igual que Mateo 12, es similar en intención. “Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (vs. 18). Si uno profundiza un poco más, la expresión del Señor no sólo es proléctica, así, «“yo veía” a satanás caer del cielo”…» (θερουν τν Σατανν…) es además verbalmente un imperfecto, la idea puede expresarse como, “…yo vengo viendo caer a satanás [y seguirá haciéndolo]…” (una acción continuada) como una alusión a la realidad del descenso progresivo de Satanás desde la primera mención a su descenso en Isaías 14:12s. Bien agrega Bovon, “Satán ha caído del cielo con la celeridad del rayo. Ya están, pues, desarrollándose los sucesos del fin.” (Bovon 2002:78). Sin embargo, bien añade Bovon, para Lucas, como para Juan el vidente, Satán, expulsado del cielo, no ha sido matado definitivamente todavía habrá de librarse la batalla final (2002:78).

2.     Otra inconsistencia en la argumentación de Sugel, tiene que ver con la inferencia que deduce de este pasaje. Lucas 10:17-20 revela el ministerio de la evangelización de los 70, el gozo de ellos al ver que aun Satanás retrocede ante el nombre de Jesús. La inferencia reformada señala que al caer Satanás del cielo como siendo atado, enseña que al igual que ocurrió con los 70, la iglesia puede hacer la tarea evangelística debido a que Lucas —un pasaje claro que explica Apo. 20— enseña que la atadura allanó el camino para la predicación del evangelio. Un argumento recurrente. Sin embargo, una lectura llana de Apocalipsis no dice que uno de los resultados de la atadura de Satanás fue la apertura de los caminos para que la iglesia no tenga obstáculos para la predicación por parte de Satanás. Por el contrario, Juan deja claro que Satanás queda totalmente inhabilitado. Además, como bien agrega Waymeyer Lucas 10:18 presenta la caída de Satanás como una evidencia de que los 70 recibieron autoridad para expulsar demonios, no como indicativo de que de allí en adelante la iglesia podría predicar las buenas nuevas sin obstáculos satánicos (Waymeyer 2020:170). Todo esto no es más que inferencias tras inferencias, que más que explicar el caso, demuestra que la tesis es una amalgama forzada.

3.     En otras palabras, la expresión del Señor («“yo veía” a satanás caer del cielo”…») fue una manera de revelar a los creyentes que Satanás sigue en descenso progresivo, fue expulsado por Dios (Isa. 14:12ss) y en la cruz, recibió una derrota importante en beneficio concreto para los creyentes, pues Cristo anuló el acta de los decretos de ellos, la quitó clavándola en la cruz (Col. 2:14), pero, además, despojó a los principados y a las potestades exhibiéndolos públicamente como potestades sin poder frente a los salvados a causa de la irrupción del Señor de Señores (Col. 2:15). El triunfo de Cristo entonces, es el triunfo de los creyentes, la liberación de los creyentes; sin embargo, Satanás, aunque golpeado fuertemente en la cruz, no fue atado en los términos de Apocalipsis 20., de manera que no estamos aquí frente a un pasaje “claro” que deba regular la interpretación del oscuro” pasaje de Apocalipsis 20, pasando por alto el sentido propio de Lucas como el de Apocalipsis que son diferentes en intención, contexto y sentido. Por supuesto, Cristo trajo resultados efectivos y eficaces para los creyentes, pero, Satanás sigue actuando en el mundo como lo dice claramente el NT, note usted las siguientes citas y vea que la tesis de Sugel es inconsistente recordando que la enseñanza de la atadura según Juan como bien señala Grudem, es de una remoción completa de la influencia de Satanás sobre la tierra (Grudem en Waymeyer 2023:25). Sólo un par de ejemplos de la actividad presente de Satanás que revelan que Apocalipsis 20 aún espera un cumplimiento futuro.  

ü  Se disfraza como ángel de luz (2 Cor. 11:14)

ü  Sigue engañando a los incrédulos (2 Tim. 2:26)

ü  Trata de engañar a los creyentes (Efe. 6:11-12; 1 Cor. 7:5)

ü  Anda como león rugiente “suelto” (1 Ped. 5:8)

ü  Tiene bajo su control a los incrédulos (Hec. 26:18)

ü  Es el príncipe del mal de este mundo (1 Jn. 5:19)

ü  Es llamado el dios de este siglo (2 Cor. 4:4)

 En el caso de Juan 12:31-32/ Heb. 2:14

¿Es Juan 12:31-32 realmente, un pasaje claro que explica el "oscuro" párrafo de Juan, en Apocalipsis 20? El lector atento sólo tiene que leer con cuidado el pasaje en cuestión y notará que Juan no sólo tiene otro sentido contextual, sino que también, no tiene como objetivo explicar Apocalipsis 20. Notemos el pasaje en cuestión.

Juan 12:31-32 Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.

1.      El contexto de estos versículos es importante. Eran días de fiesta, había una expectativa sobre su aparición como rey de Israel (12:12ss), pero lo que estaba cerca, era la hora de la cruz, Jesús mismo respondió a sus discípulos “Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado” (12:23).  Después de las explicaciones del Señor sobre la pronta llegada de su hora, y el reconocimiento del Señor de su turbación, pero también, de su certeza de ir a la cruz, añade Juan que se escuchó una voz desde cielo de parte de Dios “…lo he glorificado y lo glorificaré otra vez” (vs. 28b). Algunos creyeron que fue un trueno, otros, la voz de un ángel. Es aquí que Jesús explica no sólo la voz, si no que anuncia que: “Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este será echado fuera” (vs. 31), pero también añade: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (vs. 32). Juan mismo añade que lo que había dicho el Señor, daba a entender de que muerte iba a morir (vs. 33). Aunque las personas reunidas le hicieron preguntas claves, pues  la ley decía que el Cristo permanece para siempre, ¿cómo dices tu que es necesario que el Hijo del hombre sea levantado (resucitado)?  De algún modo concreto las personas comprendieron que Cristo tenía que morir. Ahora que tenemos el contexto, notemos un par de líneas más, en relación a nuestro punto. ¿Es Juan 12:31-32 realmente, un pasaje “claro” que explica el “oscuro” párrafo de Juan en Apocalipsis 20?

2.      Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este será echado fuera” (vs. 31). Con el triunfo de la cruz no sólo comenzó la salvación para los creyentes, sino también, la inminencia de los juicios divinos. El primero, en contra del mundo mismo en la persona de Cristo, quien llevó el pecado del mismo (Jn. 1:29; 1 Jn. 3:5-9; Heb. 9:23-10:18). Esta es la razón del porque ahora, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Jn. 3:36) así también Juan 3:18-19; 5:24. En segundo lugar, anteriormente Satanás había ofrecido a Cristo los reinos de este mundo, pero según el NT, fue despojado de su poder sobre los creyentes a quienes el Señor vino a liberar. Y esto es justamente lo que el autor de hebreos explica, pues la implicancia espiritual de la resurrección y triunfo del Señor fue entre otras cosas “…para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.” (Heb. 2:14-15). Bien señala el profesor Millos comentando el versículo anterior. “El verbo destruir, no equivale a eliminar en el sentido de hacer desaparecer, sino de quitar los medios con que se mantenía e incluso impedir que vuelva a alcanzarlos” (Millos 2016:1209).

3.     Teniendo en cuenta la anterior, Jesús también añade la expresión “…ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. En la cruz, Cristo dio un golpe mortal al príncipe de este mundo, sin embargo, la evidencia del mismo NT nos muestra que tal derrota eficaz, no tenía por propósito aún, anular definitivamente a Satanás como se describe en Apocalipsis 20. “Curiosamente” Sugel no explica por qué el NT señala que este mismo príncipe de este mundo” en Efesios 2:2, sigue operando en los hijos de desobediencia (Efe. 2:2c), confirmando el hecho de que Satanás no fue atado en la cruz, sino sólo, perdió su franquicia sobre los creyentes. Lo mismo señala 2 Corintios 4:4 que enseña que Satanás ciega el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio, una acción que no podría hacer si estuviera realmente atado en los términos que Juan menciona. Esto es, en total inoperancia.

4.     Finalmente, ¿qué quiso decir el Señor entonces con que … ahora el príncipe de este será echado fuera” (vs. 31)? Como señala el profesor Waymeyer, los amilenaristas suelen argumentar que el verbo “echar a fuera” en Juan 12:31 es de la misma raíz que el verbo “arrojar” en Apo 20, lo que sería un argumento más para señalar que Juan 12:31-32 es la explicación de Apocalipsis 20 (Waymeyer 2020:170), sin embargo, a pesar que se trata del mismo término, hay una diferencia trascendental. Jesús usa el futuro pasivo de κβλλω (ekbállo “será echado”) que justamente, subraya la idea de ser arrojado al abismo, sin embargo, Juan en Apo. 20 usa el mismo verbo (ekbállo) pero, el aoristo indicativo como el cumplimiento profético concreto de las palabras del Señor, recuerde que Juan es un libro profético (προφητεία [profeteía]) 1:3; 19:10; 22:7, 10,18,19), algo que la teología reformada trata de pasar por alto por medio del preterismo parcial o la errada idea de la recapitulación que Sugel defiende. En otras palabras, la expresión del Señor “…ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” no solo es proléctica, esto es, anticipa lo que ya está en marcha, sino también, se distingue radicalmente de las condiciones en que Satanás queda en la atadura del Apocalipsis.

El caso de 1 Juan 3:8

1.      1 Juan 3:8 señala “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Una lectura llana de este texto deja más que claro que deshacer las obras del diablo es algo muy diferente a ser atado de manera radical. Lo que sí nos enseña, es que con la muerte y resurrección de Cristo se ha producido un balance de poderes espirituales en el mundo, como el “checks and balances” político, pero aquí, refiriéndose al equilibrio espiritual y, de hecho, al poder superior de Dios sobre las tinieblas. Satanás sigue activo (Lc. 22:3; Jn. 1:27; Hec. 5:39), es el príncipe de este mundo (Efe. 2:2; 2 Cor. 4:4), es más, el mundo estero está bajo el maligno (1 Jn. 5:19) tiene a los incrédulos bajo su poder (Hec. 26:18), sin embargo, los creyentes debido al triunfo de la cruz, han quedado lejos de sus garras a causa del poder protector de Dios y la obra de Cristo (Col. 1:13). Lo anterior deja de manifiesto que  1 Juan 3:8 no está explicando el fin de Satanñas, sino, el poder presente bajo el que los creyentes viven y son librados de las asechanzas de Satanás (2 Cor. 1:10). Equiparlo y montarlo como interprete de Apocalipsis 20, no sólo es anti contextual, es además, una imposición al texto mismo.  

2.     Por último, en la cruz Cristo quebrantó el poder del Satanás y arranca a los que se encuentran bajo su poder (Beyer 2000:187). Añade y explica el profesor Beyer: “Las obras del diablo son en primer lugar los pecados, (v.8a; es el padre de mentira, es el acusador, es el engañador…) Con la destrucción de [sus] obras… el mismo queda derrotado… el mundo era la esfera del dominio del diablo, ya está vencido (Jn. 16:33). El diablo mismo está condenado (Jn. 16:11) y está destinado a la perdición (Jn. 12:31). Ya no tiene autoridad sobre aquellos que se confían en las manos de Cristo (Ro. 8:1-2) … no se trata de una destrucción en el sentido absoluto. Aun falta la perfección y la ejecución del castigo del diablo (cp.  Apo. 12:7ss; 20:1ss, 10, 14)” (Beyer 2000:187). De la misma manera que los pasajes anteriores, la evidencia presentada por la teología reformada representada por las explicaciones del Pr. Sugel, son inconsistente con el argumento. 1 Juan 3:8 aunque nos habla de Satanás, su propósito no es analógico al de Apocalipsis 20, las diferencias son evidentes para cualquier lector que deje hablar al texto en su sentido obvio.   

 Como dijimos al principio, la analogía de la fe como la tesis de los pasajes claros/oscuros pueden parecer buenos principios de interpretación, sin embargo, el ejemplo que hemos tratado revela que más que esclarecer Apocalipsis 20, son una amordaza que de hecho, anula el sentido propio de lo que Juan dice claramente sobre Satanás. Por esta razón, no se trata simplemente de reunir pasajes que tenga cierta relación, el rigor exegético requiere que esta unión sea mucho más cuidadosa y rigurosa. Para esto como se dijo anteriormente,  se debe considerarse también, la teología bíblica en conjunto con una hermenéutica coherente pues ambas disciplinas nos ayudan a relacionar pasajes correlacionales de manera correcta; esto, por supuesto, incluye el sentido exegético obvio de cada versículo, como también, la naturaleza ilocutiva (la intención del autor) de cada versículo, su género y el significado que su propio sentido y contexto declaran. 

Por último, ¿quién pues determina cuáles son los pasajes “claros”, y por ende los supuestamente “oscuros”? Como aludidos al principio, determinar el significado de Apocalipsis 20 por medio de la teoría reformada aquí revisada, no sólo es una manera equivocada de silenciar el texto bíblico, también es un parámetro más subjetivo que exegético. De hecho, explicar un pasaje bastante claro como Apocalipsis desde otros pasajes, más que ser una práctica histórica saludable, ha llegado a ser la ruta de otros errores asociados que son propios de la tesis reformada, nos referimos, a la espiritualización de las Escrituras. El caso de la cadena larga es un buen ejemplo que puede parecer anecdótico, pero en la escuela reformada es realmente algo que se toma en serio. No olvidemos que Hendriksen escribió: “El diablo no está atado en un sentido total… [Pues] un perro atado firmemente con una cadena larga y fuerte puede hacer mucho daño dentro del círculo de su prisión” (Mas que vencedores”, pág. 195).

 

 

 

Bibliografía

 

Beyer, Hartmut 2000. Las Cartas de Juan. Hermenéutica y Exégesis. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.

Beyer, Hartmut 2007. Evangelios Sinópticos. Material ICAT. 

Bovon, Francois 2002. El Evangelio Según San Lucas 9.51-14.35. Salamanca, Barcelona: Sígueme.  

Morris, León 2005. El Evangelio de Juan. Vol. 2, Colección Teológica Contemporánea. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.

Mateos, Juan & Barreto Juan 1971. El Evangelio de Juan, Análisis Lingüístico y Comentario Exegético. Huesca, Madrid.: Ediciones Cristiandad.

Tuggy, A.E. (2003) Léxico griego-español del Nuevo Testamento. El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.

Waymeyer, Matt 2020. Amilenarismo y siglo venidero. Una crítica al modelo de las dos eras. Salen, Oregón, EE.UU.: Kerigma.

Waymeyer, Matt 2023. Apocalipsis 20 y el debate sobre el milenio. Bogotá, Colombia: Palabras de Gracia.  

Zumstein, Jean 2016. El Evangelio de Juan (13-21). Salamanca, España: Sígueme.

 

miércoles, 30 de octubre de 2024

Hermenéutica originalista: Significado y coherencia

 

Por J.A. Torres Q. (M.A)

Es muy interesante lo que dice Mark Sonoeberger quien defiende la postura dispensacional tradicional (págs. 167-207)  en “Teologías del Pacto y Dispensacional” acerca de la cuestión del significado en el texto bíblico. Ahora, la necesidad de una descripción metodológica de la hermenéutica dispensacional o más bien, la hermenéutica histórico gramatico literal es sin duda relevante y el profesor Michael Vlach ha hecho una descripción notable al respecto en “La Hermenéutica Dispensacionalista”, amplificando el sine qua non de Ryrie[1]; sin embargo, paralelamente a la necesidad de considerar una descripción metodológica sobre la hermenéutica aludida y, antes de esgrimir una defensa de esta postura, es necesario “establecer” (ya lo está) una definición previa sobre la transcendencia de lo que es el "significado" en la hermenéutica, una definición con carácter universal sujeta a principios justamente universales del lenguaje. Para clarificar lo anterior, note el siguiente versículo de Zacarías 8:3 que explícitamente señala:

“Así dice el SEÑOR: "Volveré a Sion y en medio de Jerusalén moraré. Y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del SEÑOR de los ejércitos, Monte Santo." (LBLA).

A la luz de este pasaje profético las preguntas obvias son: ¿Restaurará Dios algún día a Sion? ¿Restaurará Dios a Israel de manera definitiva de la manera en que el texto lo profetiza explícitamente? El texto bíblico se refiere a Sion, a Jerusalén y también se tiene en vista a Israel (8:7,8,11,12,13), pero, —y esto puede ser paradójico— ¿Sion es Sion, o se refiere a otra cosa? ¿Jerusalén aquí es realmente Jerusalén, o se refiere a otra cosa? Aunque pudiera parecer inconcebible, Calvino (1509-1564) interpreta estas referencias como alusiones a la iglesia, así escribió: “El Profeta ahora explica más claramente lo que pretendía; pero era necesario preservar este orden: que los enemigos debían ser expulsados ​​por la fuerza de su posesión, y la Iglesia liberada, antes de que Dios pudiera morar en medio de ella[2]. Matthew Henry (1662-1714) hace lo mismo, señalando que: “Estas promesas se cumplieron en parte en la iglesia judía…”[3] Spurgeon (1834-1892) no dice algo diferente, de hecho, señala que Dios regresa a la iglesia[4]. Si el lector ha notado bien, en estos ejemplos no solo la cuestión de la hermenéutica se vuelve relativa, principalmente, se trastoca el nivel del “significado” de las palabras y con ello, la significancia del texto bíblico. 

Por supuesto, este tipo de interpretaciones no solo atentan contra una lectura llana del texto, por sobre todo, subvierten el sentido sugerido por el autor bíblico; por esta razón  autores como Rolland D. McCune[5] han sugerido que, antes de todo,  es necesario recordar los principios de una “hermenéutica originalista”[6] y, con este concepto —que no es nuevo— McCune ve la necesidad de volver a poner en la mesa la base de la correcta interpretación de las Escrituras a la luz de conceptos hermenéuticos previos que son intrínsecos al lenguaje y que determinan las leyes del lenguaje  hablado como escrito. Pero, ¿a qué se refiere McCune? A la luz de su excelente artículo, presentamos un resumen personal de las implicancias hermenéuticas de la cuestión del significado, tomando en cuenta algunas conclusiones del profesor McCune, adaptadas para este artículo. Un par de explicaciones sobre lo anterior y, tomando el caso aludido (Zac. 8:3), es necesaria otra pregunta; si Zacarías habla de Sion, ¿qué es lo que intentó decir? Como es sabido, esto no es tan simple, pues la hermenéutica reformada ha esgrimido un "nuevo" argumento para resignificar el sentido del texto,  un argumento que por supuesto, no es nuevo y que apela a una supuesta supremacía del NT sobre el AT. Bruce K. Waltke —teólogo reformado—  define esta palanca hermenéutica señalando que: “…la revelación posterior en el canon bíblico dará el significado que el Autor Divino conocía y pretendía, pero del cual el autor humano era inconsciente[7]. En otras palabras, esto significa que el Nuevo Testamento completará los significados y sentidos de un pasaje del Antiguo Testamento, y con “completar” como se observa en la hermenéutica reformada, se incluye una reinterpretación del texto veterotestamentario, lo que envuelve la subversión del significado de las palabras. Pero, ¿no es esto una práctica deficiente? ¿No atenta contra la intención inspirada del texto? ¿En qué sentido esto es una subversión del significado del texto bíblico? Mucho se ha escrito acerca de la inconsistencia de estas conclusiones, de manera que no pretendemos aquí, reformar una práctica que está enquistada en la hermenética reformada, pero sí, llamar la atención al lector sobre tres axiomas que refutan esta concepción supersiva[8].  Note con atención las siguientes líneas. 

Primero, al igual que en el pasado, la interpretación correcta de la Biblia transmite hoy, el mismo significado que los escritores de la Biblia pretendían transmitir cuando escribieron sus escritos y como bien señala el profesor McCune, la tarea hermenéutica es “…descubrir el significado de una declaración para el autor y para los primeros oyentes o lectores, y luego transmitir ese significado a los lectores modernos[9], el axioma derivado es: 

“Un texto no puede significar lo que nunca quiso decir”

Segundo, la naturaleza unívoca del lenguaje afirma que un pasaje de la Escritura no puede tener un significado polisémico o relativo, independientemente la teología liberal modernista —latinoamericana— insista en ello, la razón de esto, es que el mensaje divino de la Biblia no viene en significados indeterminados, sino, en un mensaje proposicional taxativo mediante declaraciones inteligibles e incuestionables (por ej.: “Así ha dicho YHVH”), otra cosa, son las implicancias.  El axioma es:

“No nos acercamos al texto para tratar de descubrir lo que el autor podría haber pensado, el mismo texto escrito tiene la carga significante por medio de las palabras que el autor eligió como resultado de una dirección divina”

 Tercero, como señala McCune, cuando el autor humano comunica un mensaje, esto es precisamente lo que Dios quería transmitir; esto establece un punto de suma importancia respecto lo que es la correcta interpretación literal, pues, este principio no sólo confirma la intención del autor, sino también, excluye la especulación polisémica, el sensus plenior y la alegorización del AT en sus diferentes grados (la espiritualización del texto está incluido). En otras palabras, como el significado de un texto viene establecido en la elección inspirada de las palabras, esto nos impide decir que el autor divino escondió otros significados no previstos por el autor humano (sensus plenior) que supuestamente se esconden entre medio de las palabras. El axioma es:

“Lo que el autor humano quiso decir, es lo que Dios quiso comunicar”

Como se ha dicho, todo lo anterior no ignora las implicaciones variadas de un pasaje, como las figuras retóricas del lenguaje o, los diversos géneros escriturales. Sin embargo, tanto las implicaciones como los diversos elementos retóricos del texto son por un lado, vehículos de un mensaje  unívoco de un texto, como también, aspectos complementarios de sus implicancias. En otras palabras, una hermenéutica originalista —que toma en cuenta las palabras en su sentido intecional obvio— puede contener varias implicaciones y diferentes vehículos retóricos,  sin embargo, el mensaje que comunica cualquier autor principalmente veterotestamentario, nunca deja de ser coherente con respecto a la su locución gramatical y por ende, a la sintáctica del texto que lleva el sostén estructural del significado bíblico objetivo del texto. 

 

 



[1]1) el reconocer una diferencia entre Israel y la Iglesia, 2) un principio consistente de interpretación literal, y 3) un concepto básico y práctico de que el propósito de Dios consiste en Su propia gloria en lugar del solo propósito de la salvación” (“Dispensacionalismo Hoy”, Ryrie pág. 43,44,47)

[5] Rolland McCune, Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia, Internet URL:

 https://opticabiblica.blogspot.com/2024/10/dispensacionalismo-y-la-interpretacion.html

[6] Mark Sonoeberger, en “Teologías del Pacto y Dispensacional, cuatro puntos de vista acerca de la continuidad de las Escrituras”, ed. Brent E. Parker & Richard J. Lucas, Editorial EBI, 2023.

[7] Bruce K. Waltke en Rolland McCune, “Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia”, Internet URL:  https://dispensationalpublishing.com/textually-based-locus-meaning/

[8] Dícese de la premisa que subvierte el significado el texto.

[9] Rolland McCune, “Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia”, Internet URL:  https://dispensationalpublishing.com/textually-based-locus-meaning/

Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia


 2016

Tomado de https://dispensationalpublishing.com/

El Dr. McCune sirvió en el Seminario Teológico Bautista de Detroit desde 1981 hasta 2009 como profesor de teología sistemática, decano de la facultad y presidente. Anteriormente enseñó en el Seminario Bautista Central durante 14 años. Es autor de A Systematic Theology of Biblical Christianity, 3 vols. (Allen Park, MI: DBTS, 2008-2010), así como de otros libros y muchos artículos de revistas. Es una verdadera bendición darle la bienvenida como autor colaborador de Dispensational Publishing House.

 

Primera parte

Durante décadas, una de las condiciones sine qua non del dispensacionalismo ha sido el uso consistente de una interpretación literal de la Biblia. (1) De hecho, resultó ser el último y más primitivo de los principios dispensacionalistas mínimos irreductibles. El Dr. Charles Ryrie dijo que los principios hermenéuticos de uno deben determinarse antes de que se forme la propia teología. (2) Earl Radmacher sostuvo más tarde enérgicamente que la interpretación literal era el “principio básico” del dispensacionalismo (3). 

Los principios de interpretación bíblica son, en efecto, el primer orden de preocupaciones a la hora de estructurar una doctrina o un método integral de interpretación de la Biblia, fundamentales para la exégesis correcta en sí. A menudo, el orden se invierte. A menudo se afirma con vigor que la hermenéutica bíblica debe surgir de la interpretación de la Biblia misma, es decir, una simple cuestión de exégesis. Pero esto parece ser un procedimiento casi viciosamente circular: utilizar principios hermenéuticos desconocidos sobre la Biblia para extraer los principios hermenéuticos originales de la Biblia que se utilizarán para interpretar toda la Biblia. Pero yo abogaría por un primer principio bíblico o una presuposición trascendental con respecto al lenguaje humano en primer lugar. Esto se extrae teológicamente del propio uso del lenguaje de la Biblia por parte de seres humanos que poseen una racionalidad que se remonta a la imagen de Dios. El lenguaje inteligible fue dotado para cumplir el mandato de dominio de gobernar la tierra (Gn. 1:26). Una vez comprendido, este primer principio explica la relación entre el discurso de Dios a los primeros seres humanos y la respuesta de éstos a Él, y entre los seres humanos entre sí. Sin esta rúbrica, la relación empírica entre las palabras de Dios y sus acciones queda sin explicación. 

El origen y el propósito del lenguaje humano

El origen del lenguaje humano

Esto nos lleva de nuevo al principio mismo de la creación de todas las cosas, incluidos todos los fenómenos en el continuo tiempo-espacio-masa. Esto quiere decir simplemente que es la creación original por Dios mismo de todo lo que no es Dios. Dios no podría haber sido más conscientemente activo en la creación del universo. Él lo planeó (decreto), lo hizo (creación), lo sostiene (preservación) y lo controla (providencia) en cada faceta hasta en cada intercambio de energía. Lo más importante en la semana de la creación es la creación inmediata de seres humanos a semejanza de Dios en el Día Sexto: réplicas finitas de la Deidad infinita misma.

Como se ha señalado, el lenguaje humano comenzó en la creación original; no es eterno. Dios “hizo la boca del hombre” (Éxodo 4:11). El lenguaje entró en el orden tiempo-espacio-masa en el sexto día de la creación. La semana de la creación cuando Dios hizo al hombre. Si bien el lenguaje humano no es eterno, parecería que el lenguaje como tal probablemente sí lo es. Es propio del Dios trino y, como tal, es propio de cada persona de la Trinidad. Si las Personas Divinas de la Trinidad se comunican entre sí como seres racionales, entonces probablemente tengan algún tipo de sistema de “lenguaje” que involucra proposiciones. Se puede razonar que las proposiciones son necesarias para que los seres racionales y personales se comuniquen entre sí. El material proposicional, es decir, sujeto-predicado, es lo único que las mentes racionales pueden procesar. Pero, ¿tiene Dios alguna forma de sistema de lenguaje sintáctico? Es muy difícil saberlo, pero probablemente lo tenga, ya que las proposiciones parecen ser propias de la comunicación racional, y las proposiciones usan la sintaxis para la inteligibilidad. El lenguaje humano es parte de la imagen de Dios en el hombre (Gn 1:26-27). El hombre está compuesto de, o tiene la capacidad de, aquello que lo hace la imagen misma de Dios. Él es la imagen de Dios y, a la vez, tiene la imagen (1 Cor 11:7); es una réplica finita de la Deidad infinita. Hay varios componentes de esta imagen. Uno es la personalidad. Se dice generalmente que la personalidad consiste en intelecto, emoción y voluntad. Algunos reducen la personalidad a autoconciencia y autodeterminación. Autoconciencia significa que el hombre puede ser objetivo para sí mismo; puede convertirse en el objeto de su propio pensamiento. Autodeterminación (popularmente llamada libre albedrío) significa que el hombre puede tomar decisiones espontáneamente desde dentro de su propia racionalidad. No está coaccionado ni limitado en este sentido. Un aspecto de la personalidad es la racionalidad, aunque probablemente podría presentarse sola como parte de la imagen. Esta es la capacidad de crear y procesar ideas, formular conclusiones, usar la lógica y manejar proposiciones. Este es el ámbito donde predomina la hermenéutica.

[1] Charles C. Ryrie, Dispensacionalismo hoy (Chicago: Moody, 1965), pág. 45.

[2] Ibíd., pág. 89.

[3] Earl Radmacher, “El estado actual del dispensacionalismo y su escatología”, en Perspectivas sobre la teología evangélica, K. Kantzer y S. Gundry, eds. (Grand Rapids: Baker, 1971), pág. 166.

Segunda parte

Un tercer componente de la imagen de Dios en el hombre es la moralidad, que tiene que ver con los poderes que nos informan sobre el bien y el mal y nos permiten actuar en consecuencia. Un cuarto aspecto es la espiritualidad, que es la capacidad de tener comunión con Dios, de comprender y participar en las cosas espirituales, la capacidad de alcanzar la vida eterna, etc.

Una última capacidad a imagen de Dios tiene que ver con consideraciones físicas. Parece haber una dimensión física en la imagen de Dios, ya que el hombre efectivamente tenía un cuerpo como resultado de haber sido creado a la imagen de Dios (Gn. 2:7). Una manera de entender esto es en el sentido de que el cuerpo de Adán anticipó el cuerpo de Cristo en la encarnación. Dios hizo el cuerpo de Adán según el modelo o patrón para la encarnación que Él había determinado para Cristo. El Dios trino era incorpóreo antes de la encarnación; todas las personas de la Trinidad eran seres espirituales. Los factores físicos relacionados con Dios en el momento de la creación fueron en gran medida anticipatorios. Dios, sin embargo, indudablemente fue una cristofanía (una aparición pre-encarnada de Jesucristo) cuando caminaba diariamente en el jardín (Gn. 3:8), y sin duda también lo fue en el sexto día cuando hizo el cuerpo del hombre “de la tierra” (Gn. 2:7).

En el pensamiento bíblico, a partir del Antiguo Testamento, el cuerpo es un ingrediente necesario de la personalidad humana. Es el vehículo para que los demás aspectos funcionen y se expresen, incluido el uso del lenguaje proposicional racional. El ser humano es un yo compuesto de un aspecto material y otro inmaterial en una personalidad unificada, ontológica e individual. No se piensa en los seres humanos en términos de dos o tres partes claramente diferenciables, sino en un monismo esencial que sólo es divisible en teoría.

El lenguaje requiere una mente racional

El lenguaje es el producto de la mente [4] El logos procede del nous. Esto se ve en Génesis 1 como aplicable a Dios (Él habló y creó las cosas, las llamó buenas, etc.) y en Génesis 2 al hombre (él nombró a los animales y a la mujer). El hombre es un ser consciente de sí mismo, por lo tanto, es un ser hablante; es capaz de asociaciones sintácticas de palabras que son proposicionales y por lo tanto inteligibles. El pensamiento (pensamiento racional) no comienza hasta que el hombre es objetivo para sí mismo. Dado que el hombre replica a Dios en un nivel finito, su habla está modelada según el “habla” de Dios, especialmente Su habla al hombre.

El lenguaje (las palabras) procede de la unidad esencial del pensamiento y el habla. La idea bíblica de “palabra” incorpora tanto el pensamiento como el habla. El pensamiento es en realidad hablar hacia dentro, y el habla es en realidad pensar audible. El habla inteligible es simplemente el anuncio sensiblemente perceptible del habla interior. Es decir, es habla interior verbalizada por las cuerdas vocales y escuchada por los oídos. Los seres personales, racionales, no pueden pensar sin el lenguaje. Siempre hay palabras por las cuales el pensamiento es pensado. Es por eso que no hay verdad bíblica en la idea de “inspiración del pensamiento” (o “inspiración dinámica”) de Dios a la que el hombre proporciona las palabras. Toda revelación o comunicación de información de Dios es proposicional y toda inspiración es verbal.

El lenguaje fue poseído y usado espontáneamente por el primer hombre, Adán, al nombrar a los animales originales (Gén. 2:19-20). Las “clases” de animales terrestres que respiraban aire eran objetos para los sentidos de Adán, pero su mente penetró y percibió el tamaño, la forma, los rasgos, los gestos y todos los distintivos de cada uno, y usó el lenguaje para expresar esas características de manera significativa. Los nombres correspondían a las naturalezas o características de los animales. Esto muestra las altas capacidades intelectuales y racionales de Adán antes de la caída. Podía percibir cada característica de cada animal, almacenarlas todas en su banco de memoria y, después de haber visto todos los diferentes animales (probablemente cientos, si no más), recordar instantáneamente cada característica, distinguir en su mente cada animal de los demás sobre la base de estas características y dar nombres que distinguieran a un animal de otro correspondientes a sus propias características, ¡todo en cuestión de horas en el Día Sexto!

[4] Franz Delitzsch, Un sistema de psicología bíblica (reimpresión de Baker, 1977), pág. 209ff.

Tercera parte

 El lenguaje humano sufrió una disrupción en el incidente de la Torre de Babel (Gn 11:1-10 ). Hubo una unidad inicial del lenguaje humano; había “un mismo lenguaje y unas mismas palabras” (Gn 11:1). (La KJV dice “de una sola lengua y de una sola palabra” [Gn 11:1]. La NVI dice “una sola lengua y un mismo lenguaje” [Gn 11:1]) Había una unidad orgánica del habla. El vocabulario y la sintaxis eran una unidad comprensible para todos. La comunicación era rápida. Los filólogos y lingüistas están bastante de acuerdo en que hubo una lengua madre para todas las lenguas del mundo, basándose en similitudes de vocabulario, gramática y sintaxis. Nadie sabe cuál era la lengua original, aunque hasta el siglo XIX la teoría de que era el hebreo era prácticamente incuestionable.

Se produjo una ruptura milagrosa de la unidad lingüística y la formación inmediata de diferentes grupos lingüísticos. Dios intervino milagrosamente en la situación y confundió el sistema lingüístico único en diferentes sistemas lingüísticos. Esto hizo que surgiera instantáneamente una serie de grupos lingüísticos mutuamente ininteligibles, con toda la confusión resultante. Dios provocó de inmediato barreras internas dentro del propio pueblo, lo que frustró su intención original de una unidad política monolítica. Su intención de crear una potencia imperialista mundial y “hacerse un nombre” (Gn. 11:4) fracasó.

Si bien la confusión y fragmentación del sistema lingüístico unificado fue milagrosa, la dispersión o migración de la gente de la región de Babel fue providencial. Dios utilizó todo tipo de causas secundarias. La dispersión probablemente tomó la forma de grupos familiares aislados. Todos los demás serían sospechosos debido a la incapacidad de la dispersión hizo que aparecieran grupos raciales o étnicos diferenciados. Las variaciones genéticas latentes en la raza humana tuvieron la oportunidad de aparecer en los diversos grupos aislados. Los idiomas comenzaron a evolucionar o cambiar y desarrollarse, como lo están haciendo hoy. Aparecieron nuevas palabras en los vocabularios, surgieron nuevas expresiones y se desarrollaron sistemas lingüísticos completamente nuevos.

Obsérvese que, evidentemente, no parece ser la voluntad de Dios que la raza humana se dedique al “unimundismo”, que conduce al totalitarismo monolítico o al autoritarismo y a la represión de los derechos humanos. También provoca la rápida propagación de la iniquidad. El pecado alcanza proporciones sin precedentes en sus expresiones finales en una sociedad así. El unimundismo acabará allanando el camino para el Anticristo, que tendrá ese gobierno universal. El nacionalismo restringe y reduce el pecado. 

Teorías falsas sobre el origen del lenguaje humano

Las teorías enumeradas a continuación, entre otras, se basan en algún tipo de nociones instintivas, no racionales e imitativas.

La teoría de la evolución

Esto dice que el lenguaje humano no es más que la evolución de los sonidos de los animales, como el canto de los pájaros, los ladridos de los perros o los gruñidos de los cerdos. Los sonidos se fueron asociando a los objetos a lo largo de los milenios.

La teoría automática

Según Milton Terry , esta teoría dice que había tal simpatía entre el alma y el cuerpo, y tal dependencia del uno respecto del otro, que todo objeto que de alguna manera afectaba los sentidos producía un eco correspondiente en el alma y encontraba expresión automática a través de las cuerdas vocales (1). El lenguaje era una especie de reacción físico-química causada por el medio ambiente.

La teoría anomatopoética

En este caso, se dice que las palabras son una imitación de sonidos naturales, como los sonidos de los animales, los ruidos provocados por el viento y el agua, etc. Estas palabras sencillas fueron el germen del primer idioma. Esto puede explicar algunas palabras individuales, pero no puede explicar un sistema lingüístico. Los sonidos no describen nada. En el lenguaje, una palabra es un signo o símbolo de un concepto.

Los propósitos del lenguaje humano

El lenguaje era para que Dios se comunicara con el hombre a su imagen y viceversa. Dios le dio al hombre el propósito de recibir una revelación verbal de Él y para que la humanidad se acercara a Él en oración y adoración. El lenguaje también era para que las personas a la imagen de Dios se comunicaran entre sí. Era para que las personas pudieran conversar con otras personas acerca de Dios y de asuntos espirituales y teológicos, que, antes de la entrada del pecado, era lo único de lo que había que hablar.

[1] Milton Terry, Hermenéutica bíblica (Grand Rapids: Zondervan Reprint, 1977), pág. 70.

 Cuarta parte

 Si bien es cierto que la “interpretación literal” no es propiedad privada del dispensacionalismo, lo que se pretende es que se utilice de manera sistemática. Aún se puede argumentar que el dispensacionalismo tradicional puede hacer valer esta afirmación.

No hay un consenso absoluto sobre qué es realmente la “interpretación literal”. En el siglo XIX, ER Craven, el editor estadounidense del Comentario de Lange, señaló con una claridad inusual que la interpretación literal se denomina mejor “normal”, ya que tanto la interpretación literal como la figurativa pueden comprenderse en el término (1). Más recientemente, Roy Zuck diferenció, correctamente, la interpretación literal en “literal ordinaria” y “literal figurativa” (2). No es la intención aquí definir con precisión qué es realmente la “interpretación literal”, sino más bien sugerir cuatro rúbricas o principios que se deben tener en cuenta para comprender la interpretación literal. Estos deben mantenerse en relación con otros factores de una buena hermenéutica, como el contexto, el género literario y similares. Puede haber otros fundamentos fundamentales similares, pero al menos estos deben comprenderse en un enfoque adecuado de las Escrituras. Los primeros dos de estos principios serán nuestro enfoque en esta entrega.

No todos los dispensacionalistas estarán de acuerdo en estos asuntos, pero estos principios han hecho que el autor modifique ciertas opiniones heredadas del dispensacionalismo más antiguo o más clásico. Al mismo tiempo, le han impedido adoptar los principios distintivos del revisionismo dispensacionalista conocido actualmente como dispensacionalismo progresista.

La naturaleza unívoca del lenguaje

La naturaleza unívoca del lenguaje significa que el lenguaje habla con “una sola voz”. Las palabras sólo pueden significar una cosa o tener un significado en una misma conexión. Las palabras sólo pueden tener un significado, o un conjunto de valores proposicionales y cognitivos, en cualquier lugar dado. No pueden tener dos o más significados en el mismo uso. Una palabra puede tener un amplio rango semántico (diferentes significados en el momento de escribirse), pero sólo puede significar una cosa en cualquier caso. Sin esto, el lenguaje es incapaz de comunicar nada y simplemente se vuelve incoherente y sin sentido. Que el lenguaje sea unívoco es axiomático; debe asumirse como cierto para refutarlo como cierto. Negarlo es claramente contraproducente, ilógico e irracional. La única excepción es el uso único y deliberado de ambigüedades como los juegos de palabras y los dobles sentidos. Pero incluso ellos confirman la regla porque son eficaces precisamente porque el lenguaje es unívoco y estas excepciones obviamente la violan con muy buenos efectos a los efectos del significado. Sin embargo, ningún sistema lingüístico puede construirse totalmente sobre la ambigüedad y el equívoco.

La Biblia fue escrita en idiomas puramente humanos, con su gramática, sintaxis y géneros literarios totalmente humanos, por seres genuinamente humanos, con personalidades, culturas y antecedentes lingüísticos auténticamente humanos. La Biblia no fue escrita en hebreo celestialgriego del Espíritu Santo ni arameo atmosférico. Sin embargo, el mensaje de la Biblia (sus declaraciones y afirmaciones de verdad) es genuina y exclusivamente divino. Si los idiomas bíblicos no fueran idiomas humanos genuinos, en última instancia serían incapaces de comunicar información divina a los seres humanos, quienes deben usar el lenguaje humano.

Para la hermenéutica, este principio de la naturaleza unívoca del lenguaje afirma que un pasaje de la Escritura no puede tener un significado “más profundo”, significados múltiples o cualquier otra forma de interpretación que sea esencialmente sensus plenior (que tenga un “sentido más completo”). El mensaje divino de la Biblia no viene en significados de palabras equívocos, sino en un contenido de verdad proposicional unívoco.

La jurisdicción de la intención del autor

Este principio ha sido abordado más ampliamente en los círculos evangélicos en los últimos años. El gobierno de la intención del autor como principio interpretativo es en realidad tan antiguo como la humanidad, siendo un aspecto de la imagen de Dios que hace del hombre un ser lingüístico. Al igual que ocurre con la naturaleza unívoca del lenguaje, este factor es autóctono de los seres racionales que son los únicos que poseen y utilizan intuitivamente los “derechos del lenguaje” o las “leyes recibidas del lenguaje” tal como fueron dotadas por el Creador a imagen de Dios.

La interpretación correcta de la Biblia transmite hoy el mismo significado que los escritores de la Biblia pretendían transmitir cuando escribieron. La tarea hermenéutica es “descubrir el significado de una declaración (mandato, pregunta) para el autor y para los primeros oyentes o lectores, y luego transmitir ese significado a los lectores modernos” (3). Un axioma a este respecto es: “Un texto no puede significar lo que nunca quiso decir” (4). “Un erudito creyente insiste en que los textos bíblicos significan, en primer lugar, lo que quisieron decir” (5). Este significado se basa en última instancia en la intención del autor. Responde a la pregunta de qué pretendía comunicar el autor con su uso particular de un sistema de signos humanos (lenguaje).

Las palabras transmiten significado en asociación con otras palabras; no tienen significado de manera autónoma. “Una palabra no tiene significado; se le asigna un significado a través de la convención y el uso cultural” (6). La unidad básica del lenguaje no es la palabra sino la oración, que luego se extiende al párrafo, la sección y el libro, en el caso de la Biblia. “El significado de una palabra no depende de lo que es en sí misma sino de su relación con otras palabras y con otras oraciones que forman su contexto” (7). Esta asociación de palabras y su intención textual son producidas por la autoría de un documento. “Al hablar de la intención del autor, uno no intenta reproducir lo que el autor debe haber estado pensando en un momento dado o por qué escribió. Más bien, el objetivo del intérprete es determinar lo que el escritor quería comunicar a través de los términos que eligió para su mensaje.” (8).

         Para responder a la pregunta de qué es la interpretación literal, este principio de la jurisdicción de la intención del autor da significado y validez al proceso interpretativo en sí. Hay contenido verbal al que se puede y se debe dar coherencia y comprensión (es decir, interpretación correcta). La intención del autor también sirve como una noción limitante de lo que un pasaje bíblico puede significar al demostrar lo que no puede significar. Una buena pregunta para usar al evaluar una interpretación de un pasaje dado es: “¿Es esto lo que la autoría bíblica quiso transmitir?”. Tal principio parecería definitivamente excluir el encontrar a la iglesia en el Antiguo Testamento ya que no se la menciona allí o, más particularmente, el encontrar a la iglesia cumpliendo profecías dadas a la nación de Israel, incluso en un sentido “parcial”. El cumplimiento por parte de la iglesia parecería ser imposible de armonizar con la intención del autor y desterraría al autor del Antiguo Testamento de sus propias palabras y sus intenciones originales de verdad.

[1] ER Craven, “Excursus on Normal Interpretation”, enLange's Commentary on Revelation(Grand Rapids:de Zondervan, 1960), pág. 98.

[2] Roy Zuck,Interpretación básica de la Biblia(Wheaton, IL: Victor, 1991), pág. 147.

[3] A. Berkeley Mickelsen,Interpretando la Biblia(Grand Rapids:Eerdmans, 1963), pág. 5.

[4] Gordon FeeyDouglas Stuart,Cómo leer la Biblia en todo su valor(Grand Rapids:Zondervan, 1982), pág. 27.

[5] Ibíd., pág. 13.

[6] Darrell Bock, “Análisis de palabras del Nuevo Testamento”, enIntroducing New Testament Interpretation, ed. por Scott McKnight (Grand Rapids:Baker, 1989), pág. 102.

[7] Grant Osborne,La espiral hermenéutica(Downers Grove, IL:InterVarsity, 1991), pág. 76.

[8] Bock, “Análisis de palabras del Nuevo Testamento”, pág. 98.


Quinta parte

Hay cuatro principios esenciales que deben tenerse en cuenta para comprender la interpretación literal. En la última entrega de esta serie, analizamos los dos primeros, la naturaleza unívoca del lenguaje y la jurisdicción de la intención del autor. Esta vez, estudiaremos el tercer elemento y luego presentaremos el cuarto y último.

La autoría unitaria de la Escritura

Se afirma comúnmente que la Biblia tiene una “autoría dual” y desde cierta perspectiva esto puede tener algo de verdad. La Biblia tiene autores humanos y un Autor Divino. Pero la dicotomía de la comprensión habitual de la “autoría dual” debe ser cuestionada. Es mejor entender que la Escritura tiene una autoría unitaria (en lugar de una binaria, Divino-humana), lo que resultó en una Biblia unitaria con un aspecto Divino y uno humano. Esto es comparable a las naturalezas Divina y humana en la persona única del Dios-hombre, Jesús de Nazaret. La diferencia entre la palabra bíblica y la Palabra hecha carne es que la Biblia no es una extensión de la esencia Divina. Así como no debemos dividir la persona del Dios-hombre, no debemos dicotomizar la autoría bíblica. Zuck parece hacer exactamente esto al decir: “Al interpretar la Biblia buscamos entender lo que la Biblia dice, no el significado que pretendía el autor humano” (1) 

La confluencia de los participantes divinos y humanos en la autoría de la Escritura es la esencia de la doctrina de la inspiración bíblica. La inspiración es la “influencia sobrenatural ejercida sobre los escritores sagrados por el Espíritu de Dios, en virtud de la cual sus escritos reciben confiabilidad divina” (2). Los autores humanos y el Autor divino estaban en una relación orgánica en la producción de una Biblia inerrante. En cierto sentido, la inspiración es un acto que abarca un proceso y un resultado. La inspiración propiamente dicha, sin embargo, pertenece a los escritos y no a los escritores (2 Tim. 3:16, “Toda graphe [Escritura, escritura, escrito] es theopneustos ”), aunque los escritores obviamente están involucrados y no pueden ser excluidos del panorama.

El valor interpretativo de la autoría unitaria divino-humana de la Escritura a través de la inspiración es que garantiza una identidad entre Dios y el autor humano. Lo que Dios dijo, lo dijo el autor humano; lo que el autor humano escribió, lo escribió Dios. Más particularmente para la hermenéutica o interpretación literal, hay una identidad de significado debido al milagro de la inspiración. Lo que el autor humano quiso decir es lo que Dios quiso decir . Se puede argumentar que se trata de una identidad de significado uno por uno; nada más y nada menos. Véase 1 Corintios 2:13 : “Lo cual [lo revelador] hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales ”.

Esto establece un punto de suma importancia en la interpretación literal. Esta identidad de significado impide decir que el autor humano quiso decir una cosa pero Dios quiso decir otra, o que Dios pudo haber querido decir “más pero nunca menos” que el autor humano. La autoría unitaria produjo una única intención de verdad en cada pasaje de la Escritura, con un significado coextensivo a los participantes divinos y humanos en la autoría.

El lugar de significado basado en el texto

Hasta ahora hemos visto que los idiomas bíblicos (y todos los idiomas humanos) transmiten un significado unívoco, que este significado se basa en la intención del autor y que la autoría unitaria de las Escrituras por medio de la inspiración garantiza una identidad de significado entre los autores humanos y Dios. Todo esto conduce a un cuarto ingrediente de la interpretación literal: el significado debe basarse en el texto.

La intención de la verdad divina-humana del autor de las Escrituras debe estar en las palabras del pasaje. Sólo hay una interpretación o significado correcto de un pasaje y es el que la autoría bíblica pretendía. Y los únicos elementos básicos de esa intención son las palabras que nos han sido dejadas. (El mejor recurso para entender ese significado es un léxico). No se puede hacer que las palabras contengan una carga oculta de significado que no esté en el texto real de un pasaje según lo definido en los puntos anteriores. No puede haber dos o más significados diferentes para las mismas palabras en un texto.

          Por supuesto, hay que reconocer que las palabras de un pasaje pueden tener implicaciones que van más allá de las que se pueden discernir en el texto mismo. Sin embargo, las implicaciones son en realidad complementarias y no deben interpretarse como significados diferentes de las mismas palabras. Por lo tanto, es cierto que el Autor divino conoce más implicaciones de la Palabra de Dios que los autores humanos. De hecho, Él conoce todas esas implicaciones. Los seres humanos ni siquiera son conscientes de todas las implicaciones de su propio discurso, y mucho menos de las de la Palabra de Dios. Sin embargo, todas las implicaciones deben ser coherentes con la intención de verdad basada en el texto de un autor. Deben reproducir de alguna manera verbal o gramaticalmente identificable la intención o idea del texto original del autor.

Por ejemplo, las declaraciones sobre la eternidad de Cristo implican legítimamente su preexistencia, pero la iglesia de la época actual, al parecer, ni siquiera puede ser un cumplimiento implícito de una profecía del Antiguo Testamento dada a la nación de Israel porque no estaría basada en un texto. Tal significado/cumplimiento difícilmente podría ubicarse en el texto del Antiguo Testamento, ni tampoco calificaría realmente como una implicación legítima del Antiguo Testamento, ya que su identificación verbal/gramatical con la intención del texto del Antiguo Testamento es tenue y poco clara, si no totalmente ausente.

[1] Roy Zuck,Interpretación básica de la Biblia (Wheaton, IL: Victor, 1991), pág. 64. 

[2] BB Warfield,La inspiración y autoridad de la Biblia(Filadelfia: Presbiteriano y Reformado, 1948), pág. 131.


Sexta parte

Para repasar brevemente, hay cuatro principios esenciales que debemos tener en cuenta si queremos tener una comprensión adecuada de la interpretación literal. Los primeros tres son la naturaleza unívoca del lenguaje, la jurisdicción de la intención del autor y la autoría unitaria de la Escritura. El elemento final para la interpretación literal es el lugar del significado basado en el texto. Comenzamos a estudiar ese tema en la entrega anterior de esta serie y lo retomamos aquí.

El lugar de significado basado en el texto

La única herramienta legítima para extraer el significado unívoco, intencionado por el autor y basado en el texto de cualquier Escritura dada es la exégesis histórico-gramatical. Cualquier significado que no se pueda obtener mediante una exégesis del texto (las palabras) simplemente no existe. Todos los demás "significados" de ese tipo deben importarse al texto o leerse en el texto desde otra parte, y participan del sensus plenior en alguna forma o grado. El sensus plenior incluye todo supuesto significado que no está basado en el texto, es decir, que no está en las palabras del pasaje. Esto abarca todos los significados, sentidos, cumplimientos múltiples y similares.  El sensus plenior en cualquier forma o forma supone que las palabras pueden asumir algún tipo de vida posterior autónoma de significado nuevo y diferente una vez que han salido del autor. Pero esta vida postautoral después de la muerte es inherentemente inestable y contraproducente porque el significado ampliado debe ser obtenido por alguien, y sus propias interpretaciones, por lo tanto, también están sujetas a expansión y resignificación. La comunicación es, por lo tanto, imposible y el significado se pierde en un laberinto de relativismo y ambigüedad cada vez mayores.

      ¿Cómo se llega al “sentido más pleno” de un pasaje si el significado no está basado en el texto ni fundamentado en la intención del autor, como se ha comentado antes? Parte de la carga de un sentido más pleno es que introduce la necesidad de un método o un instrumento de interpretación que pueda extraer el significado esencialmente diferente de algún lugar externo al texto en cuestión. Puesto que, en este esquema, el significado no está basado en última instancia en el texto y no es en definitiva lo que el autor humano pretendió y escribió, no se puede utilizar la hermenéutica gramatical-histórica normal en el texto en cuestión.

Se puede recurrir a la “guía” del Espíritu Santo para encontrar el sentido más pleno o el significado más profundo de un texto. Es decir, el Espíritu “revela” más o menos lo que Dios quería y sabía, pero que el autor humano no quería ni sabía. Pero esto parece equivalente a una especie de revelación continua y niega en la práctica el concepto de un canon cerrado para esta época.

Un método más conservador y popular para encontrar el significado más profundo es el “enfoque del proceso canónico” de Waltke (1). Este dice que la revelación posterior en el canon bíblico dará el significado que el Autor Divino conocía y pretendía, pero del cual el autor humano era inconsciente. En términos generales, esto significa que el Nuevo Testamento completará los significados y sentidos de un pasaje del Antiguo Testamento. El concepto de “referencias plenarias” de Elliot Johnson parece ser solo una variación del enfoque de Waltke (2). Johnson parece decir que la intención de verdad de un autor bíblico puede terminar teniendo más de un referente en las mismas palabras . Si es así, requeriría que el lugar de estos múltiples referentes esté en otro lugar que en el texto inmediato.

En realidad, este tipo de enfoque sólo traslada el problema a una parte posterior del canon bíblico. Se supone que el significado más completo, más profundo o adicional en la parte posterior del canon está basado en el texto, es unívoco y exactamente lo que el autor humano y el Autor Divino pretendieron y escribieron, incluso si el significado del texto en la parte anterior del canon no lo es. Además, la interpretación gramatical-histórica normal es aparentemente bastante adecuada para la parte posterior del canon, incluso si no lo es para la parte anterior. Todo esto parece altamente inconsistente y lleno de alegatos especiales. ¡Se podría argumentar igualmente a favor de sentidos más completos, más profundos o adicionales y significados múltiples para la parte posterior del canon, que es lo que Orígenes y muchos otros han argumentado a lo largo de los siglos!

El sensus plenior en cualquier forma o con cualquier otro nombre está desprovisto de cualquier concepto objetivo limitante; es decir, el significado de las palabras siempre está abierto.

 

[1] Bruce K. Waltke , “Un enfoque de proceso canónico para los Salmos”, en Tradición y Testamento , John D. y Paul S. Feinberg, eds. (Chicago: Moody , 1981), págs. 3-18.

[2] Elliot Johnson, Expository Hermeneutics (Grand Rapids:Zondervan, 1991), pág. 185. Véase también su ensayo, “Author's Intent and Biblical Interpretation”, enHermeneutics, Inerrancy, and the Bible (Hermenéutica, inerrancia y la Biblia),E. Radmachery R. Preus, eds. (Grand Rapids:Zondervan, 1984), págs. 416-17, yde Walter Kaiser, págs. 441-46.

Séptima parte

Hemos estado considerando cuatro principios esenciales que son necesarios para una correcta comprensión de la interpretación literal: la naturaleza unívoca del lenguaje, la jurisdicción de la intención del autor, la autoría unitaria de las Escrituras y el lugar del significado basado en el texto. A continuación, presentamos algunas reflexiones finales sobre todo el tema que hemos estado estudiando.

Conclusión

¿Qué significan estos factores de interpretación literal para ciertos aspectos de la doctrina dispensacionalista actual? ¿Interpretación? Descartan el doble cumplimiento, el cumplimiento cercano y lejano, algunas profecías que se consideran “genéricas”, (1) la interpretación “tipológico-profética”, los “patrones” de cumplimiento y ciertas formas de “vinculación” indirecta (incluido el “cumplimiento complementario”) entre las profecías del Antiguo Testamento y la era actual. A pesar de las negaciones y los matices en contra, todo esto se acerca peligrosamente a la simple resignificación de un texto. Todo esto viola uno o más de los principios de interpretación literal antes mencionados y da como resultado la confusión entre Israel y la iglesia y otras distinciones en un grado u otro.

Sin entrar en más detalles, algunas de las implicaciones de los cuatro factores de interpretación literal antes mencionados se ven en el siguiente cuadro:


           El uso que el Nuevo Testamento hace del Antiguo Testamento es un campo de estudio complicado, pero sería mejor hermenéuticamente decir que el significado autónomo y textual del Antiguo Testamento nunca es violado ni resignificado en el Nuevo Testamento. Sería más prudente buscar una aplicación o adaptación por parte del Nuevo Testamento del significado textual del Antiguo Testamento. Esto podría ser de manera analógica o principal, como en Hechos 13:46-47 (cf. Is. 49:6), o en 1 Corintios 14:21-22 (cf. Is. 28:11), o en Mateo 2:15 (cf. Os. 11:1), por nombrar algunos. De esta manera, se mantiene la integridad del texto de ambos testamentos. También, se mantiene la integridad del lenguaje humano, junto con las intenciones de verdad de la autoría bíblica.

 

[1] Por ejemplo, el “profeta… como” Moisés en Deuteronomio 18:18 es una serie de individuos que culminaron en Jesucristo, “el Profeta” (Juan 1:21). Esto se aclara en Deuteronomio 18:9-22 , especialmente los versículos 21-22 .