Por
J.A. Torres Q.
Introducción
¿Quién
es Israel? Pregunta Holwerda y añade que, el papel étnico ha jugado un papel
importante para la respuesta de esta
pregunta, aunque también nos dice que una respuesta definitiva no es tan sencilla,
en vista que de acuerdo a los “profetas del AT” y el debate en el judaísmo hoy,
la cuestión se torna incluso confusa (pág. 35). Ahora, Holwerda pasa de la
pregunta inicial, a la cuestión de quién es judío, así, esto ha llegado a ser —según
Holwerda— una de las cuestiones más
problemáticas hoy en el estado moderno de Israel. Las diversas opiniones al
respecto, se pueden dividir en dos.
1. Es
judío, quien nace como judío (pág. 36)
2. Es
judío, quien lo ha decidido
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Así, y de acuerdo a este autor:
«Definir “Israel” o “judío” es entonces una tarea extremadamente difícil»
(pág. 36). Ahora, Holwerda nos ofrece
los siguientes datos acerca de cómo es hoy. Así, y de acuerdo a la ley israelí,
un judío puede ser:
1. Cualquier
emigrante nacido de madre judía (pág. 36)
2. Cualquier
persona que se haya convertido al judaísmo (de acuerdo con la tradición judía
del halakah). Una cuestión que desde 1986, la Corte Suprema israelí ha
establecido.
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Desde el 70 d.C., la cuestión
de quien es judío tenía relación directa con la adherencia al judaísmo
rabínico, estudiar la ley y practicar las 613 leyes relativas al primero (pág.
36). Y, aunque esto no era la norma —según
varios eruditos judíos— Holwerda explica: “De los requisitos para la
conversión al judaísmo se deduce que
ésta era la norma. Al convertido se le exigía aceptar la Torah, incluyendo
la ley oral, es decir, la interpretación rabínica de la ley; debería ser
circuncidado en el caso de los varones, y ser sumergido en agua. El que se convertía
en judío debía vivir de acuerdo a la halakah, sistema jurídico o estilo de vida
judío.” (pág. 36). En el día de hoy, los judíos mesiánicos dicen ser judíos
completos, aunque rechazan el judaísmo rabínico, sin duda un dato importante.
Ahora bien, desde aquí en
adelante, Holwerda se dispone a responder a esta pregunta, pero, tomando la
ruta reformada en el asunto. Así, la siguiente declaración es a la vez, una
manera de presentar preliminarmente su tesis.
“¿Quién es, entonces, judío? Ya que
no existe una opinión unánime ente judíos contemporáneos, los que no son
judíos no deberían de tratar de resolver este asunto. Por lo tanto, prefiero
formular la pregunta de un modo diferente. Los judíos mesiánicos prefieren
decir que cuando se pregunta ¿quién es Jesús? En realidad se está diciendo
¿Quién es judío? En lugar de esto, yo sugeriría que al preguntar ¿Quién es
Jesús? Se está también diciendo: ¿Quién es Israel? Esta variante no niega el
derecho a existir al punto de vista judío mesiánico, el cual afirma que el
verdadero significado de ser judío se encuentra sólo en Jesús.” (pág. 37-38)
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Tiene razón Holwerda en el
hecho de que los términos “judío” o “judaísmo” son más generales o en sus
palabras, términos más neutrales; el punto entonces es, —según Holwerda—
comprender quién es “Israel” que para este autor es un término mucho más específico,
porque añade Holwerda, fue con “Israel” que Dios estableció sus pactos, fue “Israel”
la comunidad escogida, el pueblo de Su pacto (pág. 38). Ahora, pareciera que el tema está resuelto
hasta aquí. “Israel” es el pueblo de los pactos, a quienes por medio de los
patriarcas Dios prometió Sus bendiciones, sin embargo, para Holwerda el tema o la respuesta inicial no está
resuelta, pues añade:
“Si Israel es el pueblo de Dios
elegido con el cual Dios ha establecido pactos con Israel y le ha prometido
las bendiciones estipuladas, ¿cómo se debe definir a Israel? ¿Quién en
realidad heredará las promesas?” (pág. 38).
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¿Quién es Israel? La respuesta de Holwerda.
Introducción.
Hasta
aquí, podemos sumarnos a la respuesta preliminar de Holwerda, sin duda Israel es el pueblo de
la promesa, el pueblo de los pactos de Dios. Sin embargo, la respuesta de
Holwerda a esta pregunta basada en algunos de sus criterios, nos llevará a otro
resultado. Dicho en otras palabras, la definición de “Israel” para Holwerda no
sólo determina quién es justamente “judío”, sino también, en quiénes se cumplen
dichas promesas. Ahora, como la tesis esencial de Holwerda es que “Jesús es
Israel” —como veremos a continuación—, entonces, las promesas dadas al pueblo
del pacto en realidad ya se cumplieron, pero en Cristo: algo que en general los
teólogos reformados creen consensualmente[1]. Tesis a la que Holwerda se
suma diciendo al inicio de su libro que: “Este libro presentará un argumento
continuo acerca de la importancia primordial de Jesús en el cumplimiento del
Antiguo Testamento…” (pág. 32). Ahora, antes de corroborar, examinar y
escrutar las conclusiones de Holwerda a la luz de lo que creemos es una interpretación
rigurosa y ortodoxa de los pasajes relativos, necesitamos ver por supuesto, la
argumentación de Holwerda. Y, la manera en que este autor va a responder a la
pregunta y a la vez, a darnos su tesis, es través de cuatro argumentos, a saber:
¿Quién es
Israel?
1. La
respuesta genealógica (pág. 38-43)
2. La
respuesta geográfica (pág. 43-49)
3. La
respuesta del cielo (pág. 49-50)
4. La
respuesta del desierto (pág. 51-53)
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¿Quién es Israel entonces? De
acuerdo a la “respuesta genealógica” (pág. 38-43), Holwerda capitula que es
Jesús, literalmente bajo este primer argumento y teniendo como argumento la
genealogía de Mateo, señala:
“Al relacionar a Jesús con Abraham,
Mateo declara que la promesa de Dios de bendecir a las naciones se cumple
ahora por medio de Jesús […] Si aquel
por quien las promesas se cumplen es Jesús, entonces él puede reclamar ser
descendiente verdadero de Abraham. Entonces, Jesús representa todo lo que un
verdadero descendiente de Abraham debería ser. Jesús es, por lo tanto, el
verdadero Israel; el que es y hace todo lo que Israel tenía que ser y hacer.
El Israel histórico fracasó, y las promesas no llegaron a cumplirse por medio
de los israelitas. […] Jesús es el remanente que representa la esperanza y el
renacimiento de Israel anunciados por los profetas. Él es Israel, hijo de
Abraham. […] El enfoque de la genealogía de Mateo es claro. La importancia de
Jesús radica hondamente en la historia del Israel veterotestamentario, tan
hondamente que las bendiciones prometidas al Israel veterotestamentario encuentra
su cumplimiento sólo por medio de Jesús. Él es Israel, la representación
personificada del verdadero Israel y el rey de Israel.” (pág. 40)
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En este primer argumento de
Holwerda, el lector puede constatar claramente que para este autor, Israel, el “verdadero
Israel” es Jesús. Así, Holwerda nos introduce preliminarmente a su tesis, que
en términos más claros, es la idea reemplazista consecutiva de que Israel, ha
sido reemplazado por Cristo. Así, como “Jesús
es Israel”, quienes están en Cristo, llegan a ser también, el “nuevo Israel.” Note
Sam Storm citando a G.K. Beale, se suma a la idea que Holwerda exhibe aquí: “Cristo
es el verdadero Israel, y como el verdadero Israel, él representa a la iglesia
como la continuación del verdadero Israel del AT. Cristo vino a hacer lo que
Israel debería haber hecho, pero fracasó en hacer. Aquellos que se identifican
por fe con Cristo, ya sean judíos o gentiles, se identifican con él y su
identidad como el verdadero Israel escatológico.” (Storm 2018:142).
¿Quién
es Israel? Evaluando la “respuesta genealógica”
de Holwerda
¿Cuáles
fueron los propósitos de las genealogías novotestamentarias? Holwerda por
supuesto, algo de ello ha mencionado (pág. 39), pero aun así, pasa por alto las
implicancias exegéticas del porqué estas
genealogías —en especial la de Mateo— fueron dadas, esto no quiere decir que
Holwerda lo ignore, sin embargo, asumiendo que tiene la interpretación de ello, tiene en mente aquí solo una
cosa. Así escribe: “Al relacionar a
Jesús con Abraham, Mateo declara que la promesa de Dios de bendecir a las
naciones se cumple ahora por medio de Jesús…” (pág. 38), este “por medio
de”, no quiere decir —en la mente de Holwerda— que Jesús lleva a culminación
las promesas a Israel restaurando a Israel y siendo él, el rey de y entre
ellos, sino que, —de acuerdo a Holwerda— es “en él” que tales promesas se han
cumplido pues “…Jesús es el verdadero Israel.” (pág. 38), porque: “…Dios
cumple sus promesas a Israel por medio de Jesús. “ (pág. 141). Esto incluye
la idea de que “Israel” en vista de su fracaso, no verá ningún cumplimiento de
los pactos dados por Dios a ellos.
Una de las razones que da Holwerda (que es un paradigma
reformado constante), es que como ya aludimos: “El Israel histórico fracasó,
y las promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. […] Jesús
es el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel
anunciados por los profetas.” (pág. 40). Por supuesto, claramente aquí
Holwerda pasa por alto que las promesas —llanamente escriturales— que Dios dio
a Israel tuvieron dos[2] enfoques: pactos “condicionales”,
pero esencialmente, las de los pactos basales de la nación “incondicionales.” Esto significa que aun la defección de Israel
(Rom. 11:1,11-12,25-26) no pondría fin a tales promesas. Pues Dios fue el
garante irrevocable de dichos pactos o promesas (Rom. 11:29), no la
condicionalidad conductual de un pueblo pecaminoso que Él sabía que fracasaría (cf.
Deut. 5:22-29; 29:1-4; 31-32; Rom. 11:11-12).
Ahora, notemos brevemente algo
referente a los pactos. Primero, tanto
el pacto abrahámico (cf. Gén. 12:1-3; 13:14-17; 15:1-18;
17:1-8) como el palestino[3] fueron
dados por Dios a Israel bajo el carácter de לַאֲחֻזַּ֖ת עוֹלָ֑ם lit.: “para heredad perpetua”* (Gén. 17:1-8*; 48:4; Deut. 27:30) incluyendo en este sentido, el pacto
davídico (2 Sam. 7:14ss; Lc. 1:33ss). Todos, fueron dados a Israel por Dios
como pactos incondicionales. Así, el pacto abrahámico —que da curso a los otros
pactos incondicionales— en Génesis 17:7b, Dios es quien lo establece como לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם lit.: “para
pacto perpetuo”
ratificado al mismo Abraham por Dios, y aun, prometido a Isaac también —en
oídos de Abraham— como לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם lit.: “para pacto perpetuo”
(Gén. 17:19). Cabe señalar que la idea de perpetuidad en los pactos, también se
subraya en el AT con la idea de que Dios
“juró” por sí mismo (Gén. 26:3), como garantía Superior de Su Palabra a quienes
Él refirió sus promesas. En este sentido, Dios también juró cumplir la
perpetuidad del pacto abrahámico (Gén. 22:16-18), que incluye el pacto palestino
(de la tierra) también, con la solemnidad de לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם lit.: “para
heredad perpetua”
(Gén. 17:8 cf. [Jos. 1:6]) la cual YHVH juró dar a Abraham, cuestión que
Dios aclaró también, posteriormente a
Moisés (cf. Éxo.
33:1 cf. [Deut. 10:11; 31:20-23; Jos. 1:6]). Y esto, independientemente del fracaso de
muchos hebreos (cf. Núm. 14:23; 32:11; Deut. 1:35). Aun, el propio fracaso
de Moisés (Deut. 34:4). Solo el pacto mosaico[4] tuvo
carácter condicional (bilateral).
Ahora, Dios en su sabiduría
eterna dio otro pacto a su pueblo, un gran pacto que vino a asegurar la
debilidad de los involucrados en estos pactos incondicionales. Dios le llamó
“Nuevo Pacto”, dispuesto por Dios entre Él, y la “casa de Israel” y la “casa de
Judá” (Jer. 31:31), el pacto que Dios mismo dispuso para su pueblo, para
que éste finalmente le siga, le adore y le sirva en plenitud (Jer. 31:34); tal
realidad, Dios la dispuso para que sobre
la base de los elementos sobrenaturales
que Dios dará a Israel —un nuevo corazón
(Jer. 31:31; Eze. 36:26)— para que Él, sea el Dios de ellos, y ellos, Su pueblo
(Jer. 31:33). Sabemos por las mismas Escrituras que Cristo llevará “de la mano” a Israel hacia esta
realidad (cf. Isa. 11:1; 49:5s; Isa. 11:1; Zac.
6:12-13). Por
lo tanto, eso de que por el hecho de que “El Israel histórico fracasó, y [por lo tanto] las
promesas no llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. [Porque] Jesús es
el remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel…” (Holwerda, pág.
40) no tiene asidero escritural cuando se considera justamente, el “nuevo pacto” (cf. Jer. 31; Eze. 27; Heb. 8:8; Mt. 26:27-28; Gál. 3:13-29)
pues en este, Dios mismo no solo estipuló, sino que por sobre todo, aseguró la
obediencia de Israel a sus preceptos en el reino de Cristo establecido por Dios
en el pacto davídico. Así, en este
último, es Dios que señala a David teniendo como cumplimiento al rey perfecto,
Cristo, “yo afirmaré para siempre el trono de su reino… y será
afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu
trono será estable eternamente” (2 Sam. 7:13,16 cf. [Sal.
89:3-4; 34-35; Isa. 9:7]), un reino donde —añade el salmista— “…tu pueblo
[Israel] se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder…” (Sal. 110[5]:3).
Entonces: ¿Para qué quiere Cristo entonces un “trono terrenal”, un “reino
literal” y una “casa” (personas) para gobernar si no hay un “pueblo” ni una geografía
en que el que regirá a Israel y a los pueblos con vara de hierro que reinar” o
“regir”? Sin embargo, Pablo escribió, “…porque es preciso que él reine…”
(1 Cor. 15:25) escribiendo el año 56 d.C. ¿Acaso no estaba reinando los
primeros 50 años de la iglesia o será que el apóstol al igual que los profetas
estaba vislumbrando el reino futuro literal del Señor paralelo a su regencia en
los corazones de los creyentes? El mismo Moisés, desde comienzo de la
revelación señaló que שִׁילֹה (Shiloh[6]
[nombre propio]) a quien el “cetro le es debido” (von Rad 1977:505)
regiría también sobre los pueblos (Gén. 49:10). Así también, —y esto es
consensual en el AT— el salmista ve al
mesías como rey sobre Sión, en su regio poder (Sal. 2:1ss) sobre las naciones (2:8), sobre los confines
de la tierra (2:9), pues justamente, los “confines de la tierra” (las naciones)
se volverán a él (cf. Sal. 23:27s; 45:17; 72:11). Añade el salamis,
“Mientras dure el sol” juzgará a Israel (Sal. 72:1-5; 87:1-3; 110:3), pero
también, “mientras dure el sol” se perpetuará su nombre y en él, serán benditas
todas las naciones (Sal. 72:17 cf. [Sal. 2:6-12; 22:27-28; 45:17; 82:8;
86:9]). Sin embargo, aun el “fracasado” Israel tendrá restauración futura y
será justamente, el mesías, Cristo, quien reinará sobre ellos. Tal realidad es
expresaba notablemente también por el salmista.
Sal. 72:1 Oh Dios,
da tus juicios al rey,
Y tu justicia al hijo del rey.
Sal. 72:2 El juzgará a tu pueblo con justicia,
Y a tus afligidos con juicio.
Sal. 72:3 Los montes llevarán paz al pueblo,
Y los collados justicia.
Sal. 72:4
Juzgará a los afligidos del pueblo,
Salvará a los hijos del menesteroso,
Y aplastará al opresor.
Sal. 72:5
Te temerán mientras duren el sol
Y la luna,
de generación en generación.
Sal. 72:6
Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada;
Como el rocío que destila sobre la tierra.
Sal. 72:7
Florecerá en sus días justicia,
Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna.
Sal. 72:8 Dominará de mar a mar,
Y desde el río hasta los confines de la
tierra.
Sal. 72:9
Ante él se postrarán los moradores del desierto,
Y sus enemigos lamerán el polvo.
Sal. 72:10 Los reyes de Tarsis y de las costas
traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones.
Sal. 72:11 Todos los reyes se postrarán delante de
él;
Todas las naciones le servirán.
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La negación de la vocación
mesiánica y regente de Cristo como “rey de los judíos” fue una cuestión negada por los incrédulos del primer siglo (cf.
Mt. 27:29, 37, 42; Mr. 15:2, 9, 12, 18, 32; Lc. 23:3, 37, 38; Jn. 18:33, 39;
19:19). Sin embargo, fue una creencia fundamental de los creyentes (cf.
Jn. 1:49; 12:13), de manera que —como puede usted observar en los siguientes
ejemplos— su reino sobre Israel en el NT no es anulado, espiritualizado o traspasado, más bien, es una realidad en la mente de los
creyentes, verdad escritural (cf. Gén. 49:10s; Núm. 24:17; Sal. 89:3-4;
132:11) que los escritores inspirados del Nuevo Testamento replican claramente
(cf. Lc. 1:31-33; Hec. 1:6-7; 1:69s; 13:23; Rom. 11:26-27; 1 Cor. 6:2-3;
Apo. 5:9-10; 20:1-6). Y esto, no solo sobre Israel (cf. Miq. 4:6-7; 5:2;
Eze. 37:21-22; Isa. 9:6s), sino también, sobre el mundo entero (Jer. 33:15-26; Zac.
14:6). Sobre las naciones (Sal. 72; Apo. 19:11-16). Dicho en otras palabras,
las promesas dadas por Dios a Israel, —como ya aludimos— no acabaron con el
fracaso del pueblo, como tampoco Cristo es un tipo de “parche” reemplazista por dicho fracaso (plan “b”). Sin duda, es en
Cristo que las promesas son cumplidas, pero, en el sentido de que él, las lleva
a cumplimento perfecto. Así como Cristo cumplió la ley por los creyentes y a
perfección, los creyentes no nos exceptuamos de vivir en él el gobierno de Dios
en nuestros corazones con una exhibición objetiva de tal sumisión al rey hoy (cf.
1 Jn. 1:5-9; 2:4-6). Así, y de manera similar Cristo no solo representa “individualmente”
al judío que llega después de “abandonar” su legado pactual prometido
—supuestamente— a las puertas de un
“nuevo Israel” (Iglesia), no, por el contrario, es por medio de él, que “Israel corporativo” verá literalmente cumplidos,
todos los pactos incondicionales que Dios les dio. Y Pablo, clarificando esto a
los gentiles se refiere claramente a los
israelitas “individualmente” (Rom. 9:4) para que el lector gentil no se
confunda, pero esencialmente, mirándolo como pueblo y remanente (Rom. 9:27,31;
10:1,19; 11:1-2,11-12), que será restaurado (Rom. 11:12, 25-27). Así, Cristo no
solo lleva a judíos individuales, sino al pueblo —exceptuando a los incrédulos—
a tal escenario de restauración no solo espiritual, sino también
política-terrenal (cf. Eze. 36:24-28; 37:1-14, 21-23; Jer. 31:7-10;
15-17; 31-34). La manera en que podemos ilustrar esto, tomando en cuenta los
pactos incondicionales, es cumpliéndose no solo “en” Cristo, sino, “por”
Cristo, así, de la siguiente manera.
Como el lector atento puede
observar, los pactos incondicionales de Dios tienen que ver con Cristo porque
él no solo es el “perfecto israelita”, sino, porque esencialmente él lleva a
cumplimiento cabal los pactos. Y quienes están unidos a él sin duda pueden
disfrutar de dichas promesas. Entonces, ¿quedó Israel a un lado debido a su fracaso? Quizás no se logre entender
nuestra intención. ¿Mudó Israel ahora, por una “nueva entidad” de personas que
unidas a Cristo forman un “nuevo Israel”? Es Pablo quien ya respondió a estas
dudas, y frente a esta idea de fracaso-desechado, Pablo responde: “¿Ha
desechado Dios a Su pueblo?...” Y responde el mismo: “En ninguna manera…”
(Rom. 11:1). Cabe señalar que Pablo en estos magistrales capítulos de romanos
no está hablando de israelitas particulares que finalmente llegan a las
promesas a través de la iglesia, no, Pablo está
hablando de Israel (11:1) como el “pueblo” de Dios (10:1; 11:2). Por ello hace
una segunda pregunta clave en dicho contexto: “¿Han tropezado los de Israel
para que cayesen?...” La respuesta de Pablo es totalmente diferente a la
idea de “El Israel histórico fracasó, y [por lo tanto] las promesas no
llegaron a cumplirse por medio de los israelitas. [Porque] Jesús es el
remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel…” Por el contrario,
Pablo señala nuevamente, “…en ninguna manera”, y añade: “…pero por su
transgresión vino la salvación a los gentiles,
para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del
mundo, y su defección la riqueza de los
gentiles, ¿cuánto más su plena
restauración?” (Rom. 11:12). El concepto de juicio por un lado, pero
también, el de “restauración” de Israel en el AT es abrumador (cf. Isa.
61:1-11; 65:17-25; Jer. 31:1-10; 31-40; Eze. 36:8-12; 24-28; 37:1-14 et al.).
Sin embargo, si ilustramos la idea de Holwerda aquí, —que
en la idea reformada consensual— tales promesas pactuales veterotestamentarias,
se “absorben” en Cristo (Bruce), o “desaparecen” en Cristo por que Cristo es el
verdadero Israel, y quienes están en
Cristo, son el “nuevo Israel” (Riddlebarger) (Riccardi 2014:4s).
La idea de Holwerda entonces, puede ilustrarse como sigue.
Ahora, Holwerda y respecto a su
punto principal aquí, señala que: “El enfoque de la genealogía de Mateo es
claro. La importancia de Jesús radica hondamente en la historia del Israel
veterotestamentario, tan hondamente que las bendiciones prometidas al Israel
veterotestamentario encuentra su cumplimiento sólo por medio de Jesús. Él es
Israel, la representación personificada del verdadero Israel y el rey de Israel.”
Pero, añade que esta genealogía —lo cual hace de manera gradual— nos ha traído “algo nuevo”, una nueva
creación. Así, lo nuevo es que en vista de los fracasos de Israel, “…las
promesas del pacto de Dios a Abraham y David encuentran su cumplimento en su
Hijo Jesucristo.” (pág. 40). Ya sabemos a qué se refiere Holwerda con lo
anterior. En este senito, y de acuerdo a este autor, supuestamente Mateo
relacionó a Jesús con Abraham en la genealogía porque la promesa abrahámica de
bendecir a las naciones, se cumple ahora por medio de Cristo, lo cual en
términos generales ha sido sin duda así (cf. Hec. 15). Sin embargo, Holwerda
dice que como Israel fracasó, tales “…promesas no llegaron a cumplirse por
medio de los israelitas” (pág. 40), sin duda, “por medio” de ellos no verán
su cumplimiento, esto es cierto. Sin embargo,
es Dios mismo quien se encarga de que tales palabras (pactos
incondicionales) tengan su cumplimiento por medio de alguien perfecto —Cristo— que
las lleva a dicho cumplimiento en donde ellos son parte esencial (cf.
Sal. 23:22-31; 72:1-11;110; Isa. 61:1-7; 66:21-24; Eze. 36:27; Zac. 6:12s). No
obstante, la conclusión de Holwerda
aquí, es añadir que si el AT menciona un
remanente al menos, tal grupo también es Cristo. Literalmente: “Jesús es el
remanente que representa la esperanza y el renacimiento de Israel anunciados
por los profetas. Él es Israel, Hijo de Abraham.” (pág. 40). Nótese que lo
que está diciendo Holwerda es que Jesús ahora representa a Israel. Pero, tal
representación no es en sí una representación,
sino más bien un reemplazo. Esto lo afirma diciendo lo siguiente.
“Dios le prometió a David que su
casa y su reino serían afirmados para siempre y que el trono de su
descendencia sería establecido para siempre (2 Samuel 7:8-16). Aunque este
pacto con David está subordinado al pacto de Dios con Abraham, el
cumplimiento de la promesa a David llega a ser el medio por el cual se cumple
la promesa a Abraham. El prometido Hijo de David representaría en forma
personificada a Israel, por medio de cual las naciones serían bendecidas.” (pág.
40)
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La tesis esencial de Holwerda
aquí entonces, es que Jesús representa a Israel, y con ello, —reemplaza a
Israel— llegando a cumplir en sí mismo las promesas dadas a Israel (pág. 40,
41). Pero, esto sí hay que notar, la interpretación de Holwerda es que Jesús
corporativamente no solo representa a Israel, sino que llega a ser Israel
(Holwerda, pág. 40). Esto es curioso, porque si hay un paralelo antitético
representativo referente al fracaso-perfección en el NT, es entre Adán y Cristo
(Rom. 5:12-21; 1 Cor. 15:21-23). Y, por supuesto, Israel está bajo Adán y en
Cristo el judío como el gentil encuentran su plena restauración. No obstante, Holwerda
aquí señala que la idea bíblica de la persona corporativa ofrece apoyo a esta
comprensión de Jesús, de que él llega a ser entonces ambas cosas, esto es, “verdadero
Israel” y “rey de Israel” y Mateo así, confirma esta prerrogativa al darnos la
línea de David hasta Abraham. Esto sin embargo, nos lleva la pregunta
genealógica. ¿Qué quiso entonces demostrar Mateo como Lucas al darnos dichas
genealogías? ¿Es Jesús un reemplazo “corporativo” de Israel realmente? Según
Holwerda también, Isa. 11:1 señala lo mismo, y así añade: “El Hijo de David,
en su calidad de rey de Israel, representa al verdadero Israel”. No
obstante, Isaías 11:12 deja ver que la raíz de Isaí, no solo “representaría” a
Israel, más bien los restauraría, en palabras de Isaías en el contexto de Isaí:
“Y levantará pendón a las
naciones, y juntará los desterrados de
Israel, y reunirá los esparcidos de Judá
de los cuatro confines de la tierra.” (Isa. 11:12). Pero, ¿qué nos está
mostrando Mateo entonces en su genealogía?
Holwerda
sigue su idea de manera “sistemática”. Jesús es Israel (pág. 40) de manera
corporativa, esto significa que sin duda los judíos pueden ser salvos aún,
pero, —y esto debemos tener en cuenta como un paradigma reformado— ya no más como una entidad o un todo, pues las
promesas pactuales tuvieron —como dice Holwerda— su cumplimiento en
Cristo. Así, la idea de la genealogía es consecuente a su interpretación de
este “reemplazo corporativo”, así añade: “La genealogía que Mateo ofrece de Jesús
señala la inauguración de un nuevo comienzo, una nueva era en la historia de
Israel y una nueva era en la historia del mundo, porque las antiguas promesas
de hijos a Abraham y a David inician su cumplimiento histórico en Jesús”
(pág. 43). Hasta aquí, son muy pocos los fundamentos bíblicos de Holwerda en este
sentido. No hay pasajes que justifiquen
todas estas ideas. Por estas razones cabe preguntarnos aquí, ¿fue la intención
de Mateo al darnos su genealogía mostrarnos un “camino nuevo” en cuanto a
Israel? Por supuesto, Cristo nos ha dado un camino nuevo al Padre, pero, no se
trata de una restructuración de las promesas incondicionales de Dios a su
pueblo y una supresión de los receptores originales de estas promesas.
Ahora, bien, Mateo 1:1-17 nada
tiene que ver con “algo nuevo”. Como dice Holwerda, “con la inauguración de
un nuevo comienzo” (pág. 43) en su perspectiva. La idea de un “reemplazo
corporativo”, esto es, Jesús por Israel. No, Mateo y —de hecho Holwerda lo
menciona— presenta una genealogía porque verificaban el parentesco con los
antepasados y los derechos religiosos y
políticos de una persona (pág. 39).
Ahora bien, el valor teológico de la genealogía de Mateo más que un
argumento de algo nuevo, o un nuevo comienzo escatológico para Israel, por el
contrario, es el establecimiento legal del cumplimiento de las promesas
antiguas dadas a Israel por medio del mesías, por la que todos los hombres
recibirán las bendiciones prometidas a Abraham. Así, preliminarmente el propósito de las genealogías aquí,
especialmente[7] la de
Mateo, es demostrar que Jesús es realmente el descendiente legítimo y legal de David, y que por lo tanto, tiene el derecho al trono de David (2 Sam.
7). Sin embargo, esta es la idea general que observamos a vuelo de pájaro; si
observamos bien, la genealogía de Mateo está dividida en tres grandes grupos. Notemos entonces, y como último comentario,
cuál es la idea de Mateo al darnos su
genealogía.
El primer grupo (Mt. 1:1-5) de Abraham hasta Isaí
Mateo
deja establecido aquí la relación de Jesús con David y con Abraham (1:1). En el
primer caso, la relación de Cristo con Abraham subraya el clímax cristológico del pacto abrahámico “…y
serán benditas en ti.” (Gén. 12:3; 22:18) ratificado en el pacto davídico; por
esta razón también, la relación de Jesús con David subraya por otro lado el derecho de Cristo al trono de David (2 Sam
7; Sal. 89:3ss). Dicho en otras palabras, Mateo establece el hecho legal (υἱός)[8] de que Jesús es auténtico rey mesiánico y que además, es la genuina
simiente de Abraham (Carballosa 2007:57). Lacueva añade: “Mateo
no intenta dar una genealogía innecesaria, sino que tiene un objetivo bien
definir: probar que el Señor Jesús es el hijo de David, y el hijo de Abraham,
de la nación y de la familia de las que había de salir el Mesías.” (Henry & Lacueva 1999:1067). Cabe destacar que en esta genealogía además se pone de manifiesto
la fidelidad de Dios en cumplir con lo
que había prometido tocante al mesías y su derecho legítimo al reino literal futuro
del mesías. Esto, se pone de manifiesto también por la frase: “Y Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob y
Jacob a Judá y sus hermanos.” La alusión añadida “y sus hermanos” es
importante aquí, pues Judá aunque fue el cuarto hijo de Jacob, fue a él quien
se le dijo: “No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus
pies hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos” (Gén.
49:10). Una alusión concreta y profética del reino escatológico futuro de
Cristo sobre las naciones. Y por cierto, la mención de las cuatro mujeres extranjeras en la genealogía de Jesús, entre
otras cosas, es la prueba directa de las implicancias del pacto abrahámico.
El segundo grupo (Mt. 1:6-11) de Isaí hasta Babilonia
El
segundo grupo mencionado por Mateo, pone el énfasis en la descendencia de
David. Y como constata el profesor
Carballosa, Mateo al mencionar a Isaí dos veces, señala que Isaí ἐγέννησεν
τὸν Δαυὶδ τὸν βασιλέα lit.: “engendró el David el Rey”,
técnicamente, la segunda posición atributiva del adjetivo, aquí con nombre propio
+ sustantivo. Lo cual, tiene la idea de acentuar algo que el autor desea que
los lectores vean. Como añade el profesor Carballosa, Mateo lo usa por razón
de énfasis, el énfasis legal de dicha
genealogía y la conexión real de Cristo con el rey David. Ahora, este segundo
grupo se destaca más bien, por la decadencia de la nación, especialmente de
parte de Joaquín (tb., Jeconías, o Conías Jer. 22:24-30), a quien Dios maldijo
fuertemente por sus pecados, privándolo de descendencia, de éxito gubernamental
y finalmente, de la privación de parte de algún descendiente suyo, del trono de
David. Cabe señalar que José —el padre de Jesús— era descendiente de Jeconías,
no obstante, el Señor fue de la simiente de David, y físicamente, solo a través
de María, por lo tanto, la maldición de Conías nunca tuvo efecto en él, así,
José cuando tomó a María y al niño Jesús, al mismo tiempo llegó a ser
legalmente su padre, transfiriéndole los derechos legales al trono de David (cf.
Carballosa 2007:57). Todo esto subraya el hecho de que a pesar que Israel fue
infiel hasta el punto de desaparecer en el exilio Asirio y posteriormente en el
Babilónico, Dios no remplazó a Su pueblo, ni mucho menos anuló su promesa para
con ellos; así, la profecía decía que de Belén nacería no el que reemplazaría a
Israel, sino, el que será gobernante en Israel (Miq. 5:2 LBLA), y Mateo lo
expresa de las siguiente manera: “Y tú,
Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de
Judá; Porque de ti saldrá un
guiador, que apacentará a mi pueblo
Israel.” (Mt. 5:2). ¿Cómo lo hará?
Isaías añade: “Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá de los
cuatro confines de la tierra.” (Isa. 11:12). Ahora, ¿por qué razón Mateo
menciona Babilonia? L. J. Valdera lo ha expresado bien: “La razón por la
cual en la genealogía de Jesús en Mateo se menciona el cautiverio del pueblo de
Dios en Babilonia, es para destacar el poder de Dios para guardar sus
promesas. El pueblo de Dios estuvo
cautivo por 70 años en Babilonia, los babilonios tomaban la gente de las
naciones conquistadas y las esparcían en todo el mundo, con el propósito de
destruir a las naciones conquistadas, así las siguientes generaciones olvidaban
su identidad, su origen y su lealtad hacia la antigua tierra, y se unían al
país en que vivían ahora. Pero Dios
preservó puro el linaje del Mesías a pesar del cautiverio de Judá en Babilonia,
y cumplió así su promesa de enviar a su Hijo a través del linaje de Abraham y
David (Gál. 4:4-5a). Pasaron varios siglos hasta que Dios cumplió su promesa de
enviar el Mesías al mundo, muchos se desesperaron, otros dudaron, otros
olvidaron la promesa, otros se burlaban y perseguían a quienes aún creían la
promesa.” (Valdera)
El tercer grupo (Mt. 1:12-16) de Babilonia hasta Cristo
De
Babilonia a Cristo, es el periodo en donde Israel pierde su esperanza y el
tabernáculo de David está caído, sin embargo, volverá a ser construido (Isa. 16:5;
Hec. 15:16). A esto se refiere Isaías cuando en tiempo de exilio la esperanza
mesiánica pareció desaparecer. Y, aunque el árbol mesiánico fue cortado,
justamente «… “Salió” una vara del tronco de Isaí, y un vástago “retoñó” de sus
raíces» (Isa. 11:1 cf. [6:13]). Como señala el profesor Carballosa: “Es
responsabilidad del Rey Mesías regresar y reedificar el tabernáculo de David.
Aunque los cimientos de esa reedificación fueron colocados en la cruz, la
culminación está reservada para el día de su segunda venida” (Carballosa 2007:64). En consecuencia, el alcance mesiánico de esta restauración no
solo incluye a Israel, sino también, a las naciones. En palabras del profeta Amós,
o más bien, en la determinación de Dios comunicada a Amós: “En aquel día yo [YHVH] levantaré
el tabernáculo caído de David, y cerraré
sus portillos y levantaré sus ruinas, y
lo edificaré como en el tiempo pasado; para que aquellos sobre los cuales es
invocado mi nombre posean el resto de Edom,
y a todas las naciones, dice
Jehová que hace esto. He aquí vienen días,
dice Jehová, en que el que ara
alcanzará al segador, y el pisador de
las uvas al que lleve la simiente; y los
montes destilarán mosto, y todos los
collados se derretirán. Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades
asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos. Pues los
plantaré sobre su tierra, y nunca más
serán arrancados de su tierra que yo les di,
ha dicho Jehová Dios tuyo.” (Amo. 9:11-15).
Conclusión
Como
podemos observar en este segundo análisis del libro de Holwerda, su tesis no
solo es débil debido a la poca base bíblica que exhibe. Sin duda Cristo tiene una relación estrecha con Israel, no hay
dudas de ello. Las Escrituras llaman a Cristo el siervo (Isa. 49:1ss)
equiparándolo con Israel el siervo fracasado (Isa. 41:8;45:4), sin embargo,
esto no representa una substitución de la nación o un supersesionismo
corporativo, pues Isaías 49:5
dice el mismo Jehová, y,
refiriéndose al Siervo fiel Cristo, quien lo formó desde el vientre para ser su
siervo, y esto: “…para hacer volver a
él a Jacob y para congregarle a Israel…” añadiendo: “…poco es para mí
que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero
de la tierra.” (Isa. 49:5s). En conclusión, la genealogía de Mateo más que
darnos un “nuevo comienzo” (Holwerda pág. 39, 43) que deriva en un
supersesionismo corporativo, nos confirma lo antiguo. Así, Jesús es realmente el heredero legítimo al trono (2 Sam 7; Sal.
89:3ss). Segundo, la mención del segundo
grupo genealógico revela que a pesar del
cautiverio y desesperanza mesiánica, Dios permaneció fiel a Su Palabra y tanto
el nacimiento, sepultura y posterior resurrección de Cristo (1 Cor. 15:1ss), es
la garantía objetiva de que Cristo traerá además, todas las promesas divinas
dadas a Israel a su cumplimento cabal. Y
tercero, la última sección de la genealogía
viene a corroborar el hecho de que Cristo ha puesto la primera piedra de la
reconstrucción del tabernáculo caído de David,
pues es hijo de David, el vástago de Isaí (Isa. 11:1). Por estas
razones, más que ver a Cristo reemplazando a Israel, Cristo lleva a Israel a su
plena restauración. Y esta idea, no
subyace en alguna teología “moderna”, sino, en la decisión misma de Dios de
llevar a Israel de la mano de Su Hijo a la plena restauración, cuestión que
Dios quiso dejar por escrito por medio de sus profetas, entre ellos, Zacarías,
quien nos recuerda aún: “Y
le hablarás, diciendo: Así ha hablado
Jehová de los ejércitos, diciendo: He
aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo,
el cual brotará de sus raíces, y
edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos.”
(Zac. 6:12-13).
Bibliografía
Carballosa, Evis 2017. Génesis, la
revelación del plan eterno de Dios. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Carballosa, Evis 2017. Mateo, la
revelación de la realeza de Cristo. Mateo 1-14. Grand, Rapids, MI:
Portavoz.
Benware,
Paul 2010. Un estudio Exhaustivo. Entienda la Profecía de los Últimos
Tiempos. Grand, Rapids, MI: Portavoz.
Beeke,
R. Joel 2018. Biblia de Estudio, Herencia Reformada, para la familia y el
estudio devocional. Editorial, Poiema.
Holwerda E. David
2000. Israel en el Plan de Dios. Grand, Rapids, MI: Desafío.
Valdera
C. Luis 2016. Propósitos de la genealogía de Jesús Mateo 1:1-17 - Lucas
3.23–38. Internet URL: https://convertidosacristo.org/images/sermones/2016/06/es-ES/160605-2-propositos-de-la-genealogia-de-jesus.pdf
Saucy
L. Robert 2017. ¿Es Cristo el
cumplimiento de las profecías del Israel nacional? ¡Si y no! Internet URL: https://evangelio.blog/2017/05/30/es-cristo-el-cumplimiento-de-las-profecas-del-israel-nacional-si-y-no/
Millos P.
Samuel 2009. Mateo, Comentario Exegético al Texto Griego del Nuevo
Testamento. Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
[1] Robert Strimple explica que: “Israel…
no cumplió con los propósitos de su elección divina, el Señor dio a luz a Su
Elegido, su Siervo, su verdadero Israel. Las promesas nacionales de Israel se
cumplen así en Él y el nuevo Israel espiritual en él” (Strimple
en Saucy). Oscar Cullmann escribe: “Como Hijo del hombre,
segundo Adán, Jesús cumple el destino del hombre creado por Dios; como Siervo
de Yahvé cumple la historia de su pueblo.” (Cullmann en Saucy). Graeme Goldsworthy afirma que Cristo
“…es el fin de los actos salvadores de Dios en la historia de Israel
(Romanos 1:1-4) y así cumple toda profecía (Hechos 13:32-33). El verdadero
significado de la profecía siempre radica en la persona y en la obra de
Jesucristo (1 P. 1:10-12). Toda la historia de Israel está así atrapada en la
revelación redentora de Dios, que culmina en Jesucristo.” (Goldsworthy en Saucy
2017:2ss).
[2] Escribe D.
Pentecost, bajo “Clases de pactos”: «Hay dos clases de pactos en los cuales
Dios entró con Israel: condicional e incondicional. En el pacto condicional,
aquello que se pacta depende para su cumplimiento del receptor del pacto, no
del que hace el pacto. Ciertas obligaciones condiciones deben ser cumplidas por
el receptor del pacto, antes que el dador del pacto esté obligado a cumplir
aquello que fue prometido. Es un pacto con un “si” condicional. El pacto
Mosaico hecho por Dios con Israel es un pacto de esa naturaleza. En el pacto
incondicional, aquello que se pacta depende para su cumplimiento solo del que
hace el pacto. Aquello que se prometió es concedido soberanamente al receptor
del pacto basado en la autoridad e integridad del que realiza el pacto, aparte
del mérito o respuesta del receptor. Es un pacto absolutamente exento del “si”
condicional» (Pentecost 1989:54).
[3] Desde el mismo comienzo de la
relación de Dios con Israel por medo del pacto abrahámico, Dios prometió una
tierra a Abraham (Gén. 12:1ss; 13:14-17; 15:7; 17:7ss). Como señala bien
Benware. «Algunos podrían argumentar que este pacto es condicional debido a
las palabras que se usan en Deuteronomio 30:1-3: “…cuando… entonces”. Debería
observarse que el único elemento condicional aquí es elemento de tiempo. El
programa es invariable; el tiempo del cumplimiento de este programa depende de
la conversión de la nación. Sin embargo, los elementos de tiempo condicionales
no hacen que todo el programa sea condicional.» (Benware
2010:53).
[4] Dwight
Pentecost, escribe: “Todos los pactos con Israel son incondicionales,
excepto el Mosaico.” (Pentecost
1989:59). Paul Benware también escribe: “En el Antiguo Testamento, el pacto
mosaico dado en el mote Sinaí es un ejemplo de un pacto bilateral o condicional.”
(Benware
2010:33).
[5] Es común en la teología
reformada, hablar de este pasaje, pero, espiritualizando los versículos dos y
tres. Por ejemplo, Joel R. Beeke, y
especialmente Michael P.V. Barrett —editor del Antiguo Testamento— de la Biblia
de Estudio “Herencia Reformada”, escribe en la nota del salmos 110: “Esto
implica que el reino terrenal, centrado en Jerusalén, sería reemplazado con un
reino universal, con base en el Cielo mismo” y añade sobre el versículo dos:
“Sion. Símbolo de la presencia y del Reino de Dios […] El reino medianero de
Cristo invade los reinos de este mundo, venciéndolos con Su Palabra, Su
Espíritu, Su providencia y Su regreso en gloria.” (Beeke 2018:856).
[6] Allen
P. Ross escribe: «Esta profecía, que tenue en sus detalles, proposrciona una
pista temprana a la venida del Mesas, una interpretación que es confirmada por
el Targum Onkelos, que dice: “Hasta que el Mesías venga, de quien es el reino,
y a él obedecerán las naciones”.» (Allen en Carballosa
2017:610).
[7] Lucas tiene en mente la
humanidad de Cristo, (presente-pasado)
su real condición de ser humano por el que tiene el derecho legitimo a
ser representante legal de los hombres ante Dios.
[8] Uno de los significados
implicados en el término, es la legalidad de la relación. Diferente es el énfasis
cuando se usa el término teknon, que enfatiza la relación paternal progenitora
entre padre e hijo.
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