Extracto en rodaje del libro: ¿Decisionismo o
evangelismo bíblico? págs. 349-359 Por J.A. Torres Q. 06.05.2016
“¿O
no tiene potestad el alfarero sobre el barro,
para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Rom. 9:21)
Pablo da por sentado que Dios ha tratado con una masa. Una masa perdida. De allí que Agustín de Hipona
hablara de la massa
perditionis (Hipona 1984:11). En
palabras de Pablo→ αὐτοῦ
φυράματος (aútũ furámatos) “[una] misma
masa”, que teológicamente quiere decir que se trata de una humanidad caída,
de allí, una humanidad culpable (cf. Gén. 6:5; Sal. 14:2s;
51:5; 53; 58:3; Isa. 48:8; 64:6; Jer. 17:9; Mr. 7:21-23;
Rom. 1:18-32; 2:1-16; 3:9-18). Martín Lutero (1483-1546), refiriéndose a este
versículo, escribió:
“…estas palabras del apóstol hacen que el hombre se dé cuenta de su situación de condenado, y desespere de poder salvarse con sus propias fuerzas. Esta situación lo tendría sin cuidado si sólo supiese que en Adán, él también cayó; pues de aquella caída espera poder levantarse por medio del libre albedrío, incluso alardea de poder hacerlo. Aquí empero aprende otra cosa: lo que lo levanta es la gracia, antes que cualquier albedrío y más allá de su propio albedrío.” (Lutero
1998:323).
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Bien lo creía Lutero también, en su estado
natural, el hombre no es neutral, está ligado a esta masa, una masa caída (Rom.
3:23; Efe. 2:1). Esto también quiere decir que el caminar natural del hombre, es
la esfera de las tinieblas (cf. Jn.
3:19; 8:12; 12:35,46; 2 Cor. 6:14; Efe. 5:8; 1 Ped. 2:9; Col. 1:13; 1 Jn.
2:9-11). Esto es, el hombre —y todo
hombre— camina desde su nacimiento, en una dirección opuesta a la voluntad de
Dios. No se trata de un caminar forzado, o divinamente coactivo, no, aquí, y
bajo una perspectiva teológica ontológica, el hombre camina “feliz” en su propia
dirección, en un viaje que él cree es el mejor, la dirección que a él le place
y gusta. Sin duda, en distintos grados
de pecaminosidad, pero al fin y al cabo, en una misma dirección moral (Rom.
3:9-20; Sal. 14/53). En consecuencia, la pregunta inmediata es, ¿qué tenemos
sin elección divina, sin predestinación? La ecuación escritural es lapidaria. Sin elección, sin predestinación, tenemos a toda la
humanidad yendo al infierno, tenemos a todos los hombres muertos
espiritualmente. De allí que, y teniendo en cuenta la prerrogativa de Dios
sobre una masa estropeada (Rom. 8:21), Él, pudiendo usar sólo su ira sin excepción, decidió tomar a una parte de estos
perdidos rebeldes y culpables, y bajo el principio de su soberana elección
quiso dar a un gran número de ellos, misericordia. Esto es, decidió elegirlos para ser merecedores de Su
Gracia salvadora. En efecto, a pesar que el llamado evangelical es general[1]
y a la vez una orden (Hec. 17:30), el
camino ancho es el preferido, el angosto, pocos son los que lo hayan (Mt.
7:13-14 cf. 1 Cor. 1:18-24). Pero, no es la última pregunta retórica de Pablo aquí (vs. 21), pues el
apóstol sigue interpelando a su oponente ficticio, dándole gradualmente la
verdad hegemónica del asunto, la soberanía de Dios.
“¿Y qué, si Dios,
queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de
ira preparados para destrucción…” (Rom.
9:22) RV60.
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Pablo
es conciso, y con εἰ δὲ→ “y
qué...”[2]
levemente asciende su pensamiento pasando de la ilustración (del alfarero), a
la aplicación teológica de esta elección, lo cual hace —dice Carballosa— describiendo
retóricamente el deseo determinativo y eficaz de Dios (Carballosa 1994:193). El
texto griego señala εἰ δὲ θέλων ὁ θεὸς (eí dè thélon jó Theòs) “¿Y si determinando Dios…?”RV60,
con→ θέλων part.pres.act. del verbo θέλω (thélo)
deseo, inclinación, disposición a. Si bien es cierto esta frase tiene un grado interrogativo
sugerente (εἰ
δὲ)[3] consecuente con thélo (“y
que si Dios deseaba…”) el participio “queriendo”, es el vocablo bifurcante,
pues apunta al aspecto conclusivo de esta prótasis paulina, la realidad del
hecho que Pablo está sugiriendo, de allí que, y a pesar del debate en torno a
este participio[4],
Moo alude y si inclina con “queriendo”, por la causalidad del plan divino,
lo cual, desde el punto de vista del contexto[5], toma gran peso. El
ejemplo interpretativo que da en su excelente comentario entonces, sugiere la
siguiente lectura de nuestro versículo (v. 22): “Pero (qué) si Dios, porque
deseaba [1] manifestar su ira y [2] para dar a conocer su poder, soportar
con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, [3] [haciendo
esto porque deseaba] también [kai] dar a conocer las riquezas de su gloria a
los vasos de misericordia que preparó de antemano para gloria…” (Moo
2014:671)[6]. En consecuencia, y
advirtiendo la catástrofe edénica, notamos que Dios permitió la caída para sus
propósitos, no hay casualidad aquí, sino “causalidad pasiva”[7]. La conclusión anterior es difícil para oídos
del hombre, aun para muchos teólogos, no obstante Pablo no es ambiguo en su
argumentación. Todos eran una masa perdida, aun más, todos éramos hijos de ira (Efe.
2:3). Y, aunque el giro clímax del versículo 22 descanse en un término más suave del deseo (“queriendo”RV60
θέλω [thélo])[8],
no resta fuerza al pensamiento paulino,
pues este mismo término se usa también, en referencias claramente taxativas
de Dios (cf. Rom. 9:18[9]; Jn.
3:8; 5:21), lo cual aquí está finalmente de acuerdo con el deseo determinativo divino mayor que Pablo
expresa en la conclusión[10] de la
prótasis, esto es, “…mostrar su ira y
poder y hacer notorias las riquezas de su gloria.” (Rom. 9:22a). El pensamiento paulino no termina con esta
conclusión, en efecto, sigue su curso, por lo que Pablo ahora nos presenta la
razón de la escogencia dual de Dios, de cómo ha usados a unos (vasos de honra),
y a otros (vasos de deshonra). El profesor Carballosa escribe: “El pensamiento controlante aquí se
relaciona con la doble manera en que la soberana voluntad de Dios se hace
patente.” (Carballosa 1994:194). Los objetos de la ira de Dios se
mencionan como los “vasos de ira” vs.
22, los de Su gracia, como los “vasos de
misericordia” vs. 23. En ambos casos
Pablo se refiere a personas, los primeros, los culpables reprobados, los
segundos, los culpables escogidos. En
cuando a los vasos de ira, se dice primero
que, Dios los soportó[11]
(v. 22) con mucha paciencia, lo cual hizo, y sin duda aun está haciendo,
pues la humanidad sigue siendo una masa
de perdición, incompetente, incrédula y culpable. Bien señala Douglas J. Moo,
lo cual debería ser la disquisición consensual del protestantismo como lo fue
en la Reforma.
“Debemos recordar en
este punto que Dios, en estricta justicia, podría haber ejecutado su
sentencia de condenación sobre toda la raza humana inmediatamente después de
la caída. La única razón por la que ha esperado para derramar su ira sobre un
mundo rebelde ha sido por causa de su gran paciencia, con el propósito de dar
cumplimiento a su plan sabio y amoroso.” (Moo 2014:672).
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La segunda
cláusula del este versículo 22, sin duda es fuerte, Dios ha soportado a estos
vasos[12] de ira, los cuales fueron
“preparados” para destrucción. Nótese que el término “preparados”RV60,
“sugiere” un arreglo divino previsto. No obstante, el vocablo griego usado aquí (καταρτίζω [katartídzo])[13], se encuentra en voz
pasiva, lo que indica en primera instancia, que la acción de dicha preparación,
surgió de los mismos hombres aludidos. Es en vista de esto, que varios teólogos[14], exoneran a Dios de una
doble predestinación, entendiendo ellos que se trata de una “predestinación positiva-positiva”, por lo que nos adelantamos
a aclarar que la interpretación de este concepto, debe incluir sus matiz
semántico ortodoxo, en efecto, Dios no induce en el hombre la
incredulidad, es algo propio del hombre pecador que menosprecia la Gracia de
Dios, debido a su propio corazón no arrepentido (cf. Rom. 2:4-5; Jn. 3:36; Mr. 1:14ss). Esto significa que hay una responsabilidad
humana activa en la negación de Dios y el evangelio (Jn. 16:9), como escribe
Hendriksen: “Es precisamente a pecadores
endurecidos, hombres como Esaú (9:13), Faraón (9:17, 18) y Judas el traidor
(Lc. 22:22; Jn. 13:18; 17:12; Hch. 1:15–20, 25), impenitentes todos; es decir,
a los que hasta el fin rehúsan responder favorablemente a las pacientes
exhortaciones de Dios, a quienes Dios muestra su ira y hace conocer su poder.”
(Hendriksen 2006:231). No obstante, el lector
sincero no puede escapar del “hilo rojo” aquí, pues en primer lugar, se trata
de una masa perdida[15], lo cual incluía a los
elegidos, por ello Pablo, incluyéndose escribió: “…por naturaleza, [eramos] hijos
de ira, igual que el resto de la masa.” (Efe. 2:3). La
consecuencia de esta realidad, bien la ha descrito A. T. Robertson, quien también
escribió: “Pablo […] reivindica
claramente el derecho soberano de Dios [….] a usar a los hombres (ya pecadores)
para su propio propósito.” (Robertson 2003:405). Esto quiere
decir que la auto-preparación contingente[16] de estos vasos de ira
(vs. 22), cumple con un propósito decretivo pre-eterno de Dios, lo cual Pablo
expresa implícitamente en el texto (“…porque
quiso hacer notorias las riquezas de su
gloria…” [vs. 23a]), dicha determinación no pudo haber estado sujeta a una
posibilidad. Es por esto también que
observamos a otros teólogos señalar lo que es evidente en el texto y contexto.
Así, el profesor Alan F. Johnson, comentando el “preparados”RV60 del
versículo 22 señala: “Es interesante
notar que el verbo aparece en voz
pasiva, lo que puede sugerir que Pablo está suavizando el papel activo de Dios
en formar tales vasos (aunque Dios es responsable en última instancia).” (Johnson
1999:168). Douglas J. Moo, uno de los teólogos evangélicos más eruditos al
presente, también escribió: «En contraste con el participio activo
“preparó de ante mano” que tenemos en el v. 23, el apóstol utiliza aquí [vs. 22]
un participio medio/pasivo que no introduce claramente a Dios en escena. Pero
el paralelo con los vv. 17-18 sugiere fuertemente que el agente de “preparó” es
en verdad Dios.» (Moo 2014:673). El punto está
entonces, en qué sentido Dios permite, o está involucrado en la destrucción de
estos vasos de ira, lo cual claramente señala sinónimamente la eterna perdición;
las preguntas claves son, ¿existe entonces la doble predestinación? ¿Trata Dios
de igual manera (igualdad final) a elegidos y réprobos? No es nuestra tarea
resolver todos los dilemas derivados de estas preguntas, pero es inevitable llegar
a esta parada del viaje, sin mencionar algo de ello; para nosotros es algo que
la Biblia sí sugiere, aun más, los
reformadores[17] y
pre-reformadores (Wycliffe, Huss et al.)
así también lo entendieron, lo cual nada tiene que ver con híper calvinismo. El
pasaje y capítulo que nos convoca aquí, es claro en ello (cf. Jn. 8:46; Rom. 8, 9; Efe. 1:4ss; Jud. 1:4; Apo. 13:8→17:8). El
punto clave aquí —y entendiendo que es un tema sensible— es entender qué tipo
de doble predestinación la Escritura sugiere, que por cierto, nada influye en
el deber evangelístico. Wayne Grudem, —por ejemplo— admite[18] la doble predestinación,
aunque reconoce que a secas el término
no ayuda mucho, pues tiende a interpretarse erradamente (Grudem 1994:702). Aun el
mismo Calvino, quien le parecía horrible, claramente comulgaba[19] con esta enseñanza, diciendo
en la versión original de las Instituciones libro III que, decretum quidem horribile, fateor, esto es, “el decreto fue
horrible, lo admito” (cf. Cervantes
2009:219); de aquí que la propuesta posterior de Calvino (1509-1564), y
aun, de teólogos predecesores[20] de esta enseñanza, fueron
condenados por la Iglesia Católica, en especial, los reformadores del siglo XVI
que atentaron lapidariamente en contra de la piedra angular de la idea católica
antónima, el libre albedrío. Antonio Bentué, profesor adjunto de la
Pontificia Universidad Católica de Chile,
da fe de esto, al señalar: «Tampoco
corresponde a la fe católica la propuesta agustiniana calvinista de la “doble
predestinación” […] esta perspectiva doctrinal resulta contraría a lo razonable
y, por lo mismo, no puede tampoco ser creíble, siendo ya anatemizada como mala
manera de comprender la fe católica…» (Bentué 2012:137). Añade Bentué, citando el concilio de Trento,
como el Vaticano II:
«…la fe católica por
el mismo Concilio de Trento en
su tesis sobre la Justificación, al expresar: “si alguno dijere que la gracia
de la justificación no se da sino en los predestinados a la vida, y todos los
demás que son llamados, pero no reciben la gracia, como predestinados que
están al mal por el poder divino, sea anatema” (DS 827). Y esta definición tridentina, que rechaza como
falsamente doctrinal la tesis de la
“doble predestinación”, recibe un respaldo fundamental en el Vaticano II
cuando afirma “que también en todos los hombres de buena voluntad actúa la gracia…”»
(2012:137)[21].
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El pastor Miguel
Núñez (MD, Th.M., D.Min.), pastor
titular de la Iglesia Bautista Internacional (IBI) en Santo Domingo,
República Dominicana, en una de sus prédicas[22] comentando Hechos 13:48 declaró
que incluso el referente escolástico más prominente de la Iglesia Católica, Tomás
de Aquino, aun también, Agustín de Hipona[23], creían en la
predestinación, tal cual la creyeron Calvino y los demás reformadores. Pero,
¿es así realmente? Antonio Bentué, nos ha dicho lo contrario. Sin duda esto
puede ser confuso al leer al académico católico aludido, no obstante la mejor manera de confirmar las palabras del pastor
Miguel es preguntarnos, y, ¿qué escribió realmente Tomás de Aquino tocante a
este tópico? Afortunadamente podemos gracias a la tecnología, corroborar las
ideas de Aquino, las cuales expresó mayormente en su “Suma Teológica”, así, en la
primera parte de la cuestión 23, acerca de la “Predestinación”, Aquino
escribió:
«¿Condena o no condena Dios a algún hombre?
«Respondo: Dios condena a algunos. Ya se dijo anteriormente (a.1)
que la predestinación es parte de la providencia. Y a la providencia, como
también se dijo (q.22 a.2 ad 2), pertenece permitir la existencia de algún
defecto en las cosas que le están sometidas. Por eso, como por la providencia
divina los hombres están ordenados a la vida eterna, también pertenece a la
providencia divina permitir que algunos no alcancen este fin. Y a esto se
llama condenar. Por lo tanto, así como la predestinación es parte de la
providencia con respecto a aquellos que, divinamente, están ordenados a la
salvación eterna, así también la condenación eterna es parte de la
providencia con respecto a aquellos que no alcanzan dicho fin. […] Así como la predestinación
incluye la voluntad de otorgar la gracia y la gloria, así también la
condenación incluye la voluntad de permitir a alguien caer en culpa y recibir
la pena por la culpa.» (Aquino 2012:1).
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Al
leer esta confesión teológica de Aquino,
—por lo demás clarísima— notamos con claridad, que se desperfiló marcadamente
de la teología histórica católica en este concepto que, el académico católico
minimiza, y en algunos casos simplemente oculta. Por otro lado no es menor lo que ha sucedido en el propio
evangelicalismo protestante, pues dicho tópico paulino ha provocado resquemores
e incluso aversión departe de muchos teólogos fundamentalistas[24], en especial, de parte de
los llamados calvinistas amyraldistas[25] históricos y
contemporáneos, seguidores de Moise Amyraut (1596-1664)
—el calvinista de cuatro puntos— a quien, las iglesias reformadas de Suiza
dedicaron la “Fórmula Helvética” de 1675, para refutar las opiniones cuestionables[26] que surgieron de la escuela de Saumur en
Francia, donde Amyraut había sido profesor (cf. Hodge 2010:439ss; Lacueva
& Ropero 2001:20). No han faltado en este debate también, los ataques
ab hominem, especialmente de los que
han relacionado la enseñanza paulina enseñada por Agustín, Calvino y los
reformadores como conceptos maniqueos y
gnósticos, acusaciones que tienen su asidero histórico en la apologética[27] erística católica, la
cual no tiene espacio y sentido discutir
aquí. No obstante, y a pesar de la aprensiones de los primeros, aun el
creyente laico y sencillo, llega a
reconocer de manera axiomática que en Romanos 9 se habla claramente de una
doble intención de Dios sobre los hombres. Lewis Sperry Chafer (1871-1952), el
primer presidente y fundador del seminario de Dallas, y a quien nadie podría acusar de híper
calvinismo, escribió: “Una lectura desapasionada de Romanos, capitulo nueve
y once, llevará a la seguridad, sea que los hombres crean o no respecto al
asunto, la Palabra de Dios es valiente en declarar que unos están destinados
para bendición y otros lo están para experimentar condenación. […] en una
compañía, El está demostrando Su gracia; en la otra se puede ver Su justicia.” (Chafer 1974I:256). Así pues, siguiendo la llana y correcta
disquisición de Chafer, notamos que el
teólogo calvinista del siglo XV, Jerónimo Zanchi (1416-1490) cuestionado en su
tiempo también, nos ha dado una explicación moderada, precisa y ortodoxa
respecto cómo deberíamos entender la doble predestinación, pues refleja de
manera notable, lo que el NT enseña. Esto es, Zanchi creía que Dios decretó
desde la eternidad “dejar a una parte de la posteridad caída de Adán en sus
pecados” para “excluirlos de la participación con Cristo y de sus beneficios”. Así
fueron “ordenados a continuar en su ceguera natural” y en “la dureza de corazón”
para su justo castigo (Zanchi en Garrett 1989II:448
[negras nuestras]).
Al
presente, R.C. Sproul ha hecho también una
notable explicación del aspecto dual de la predestinación, la cual observa a los
“reprobados culpables” bajo una predestinación positiva-negativa, pero, para
con los “elegidos culpables”[28], de manera
positiva-positiva (infralapsarianismo) posición
que mayoritariamente los reformadores[29] del siglo XVI, y el
concilio de Dorf tomaron. En otras palabras, Dios ha intervenido en los
escogidos positiva y activamente para concederles salvación, 1positivamente
los ha elegido antes de la fundación del mundo (Rom. 9; Efe. 1:3ss), y 2positivamente,
les ha otorgado eficazmente el medio salutífero contingente (“la fe”→ Hec.
13:48; 18:27; Fil. 1:29; Efe. 2:8ss),
incluyendo en este orden también,
la glorificación final (el cielo) (Fil 1:6). El error del híper
calvinismo entonces, sigue la ruta de la igualdad de trato, esto es, cree que el patrón revelado con los escogidos,
es el mismo para con los no escogidos→ positiva-positiva (supralapsarianismo),
lo que incluiría esencialmente que Dios creó reprobados antes de la caída, para
que sean desechados, los creó para que no creyeran y finalmente, influye en
ellos para que cuando uno de ellos escucha el evangelio, no lo crea. La siguiente explicación de Sproul nos da más
luz respecto la diferencia del enfoque correcto.
«La igualdad final
no es la idea reformada o calvinista de la predestinación. Algunos la han
llamado “hipercalvinismo”. Yo prefiero llamarla “subcalvinismo” o, mejor aún,
“anticalvinismo”. Aunque el calvinismo ciertamente tiene una idea de la doble
predestinación, la doble predestinación que sostiene no es la de la igualdad
final. Para entender la idea reformada acerca del asunto, debemos prestar
estrecha atención a la crucial distinción entre los decretos positivos y
negativos de Dios. Lo positivo tiene que ver con la intervención activa de
Dios en los corazones de los elegidos. Lo negativo tiene que ver con el hecho
de que Dios pasa por alto a los no elegidos. La idea reformada enseña que
Dios interviene positiva o activamente en las vidas de los elegidos para
asegurar su salvación. A los restantes seres humanos Dios los abandona… […]
No crea incredulidad en sus corazones. Esa incredulidad está ya allí. No los
fuerza a pecar. Pecan por elección propia. Según la idea calvinista, el
decreto de elección es positivo; el decreto de reprobación es negativo. La
idea del hipercalvinismo acerca de la doble predestinación puede llamarse
predestinación positiva-positiva. […] El terrible
error del hipercalvinismo es que implica a Dios en forzar el pecado. Esto hace una violencia radical a la integridad del carácter de Dios.» (Sproul 1992:95).
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John
Walvoord y Roy Zuck nos dan otro aporte esclarecedor aquí que revela la omisión
divina activa que Dios ha hecho con los reprobados. Declaran que, la palabra
“preparados”RV60 del versículo 22 que está en voz pasiva[30] —“se hacen, se preparan”
[ellos mismos]— indica que estos “se maduran” [solos], como la fruta madura (Walvoord & Zuck et al. 2001II:298 cf. [Hendriksen
2006:364]). En otras palabras, los reprobados mencionados en vs. 22 como vasos
de ira soportados, llegan a cumplir por ellos mismos, el polo negativo de la
elección; de manera que Dios sí está implicado en la reprobación de éstos, pues
elección de facto, no solamente es selección, sino también, incluye una discriminación
(cf. Berkhof 2005:138s)[31].
No obstante, se trata de una discriminación consciente, pues Dios no ha hecho
nada para solucionar la inercia natural de
endurecimiento en sus distintos grados que tiene el hombre caído,
incredulidad que no le es impuesta, pues es propia del hombre natural en sus
distintos grados (ateísmo, agnosticismo etc.); fueron preparados entonces por
Dios, igual que Faraón (vs. 17-18), a quien Dios le quitó[32]
el freno de restricción moral (cf. ob. cit. Moo 2014:673). Es por
ello que finalmente los reprobados culpables en la historia de sus vidas se han condenado a sí mismos, al rechazar la
oferta universal —no universalista— de salvación, lo cual el NT revela que han
hecho en todas las dispensaciones[33].
No pasa lo mismo con los vasos de misericordia, pues
el texto habla de ellos de manera radicalmente diferente. Leemos: “…y para hacer notorias las riquezas de su
gloria, las mostró para con los vasos de
misericordia que él preparó de antemano para gloria…” (Rom. 9:23) RV60. Es
claro que esto también señala la tercera razón expuesta por Pablo del por qué
Dios permitió la entrada del pecado, lo cual Pablo responde: “…para hacer notorias las riquezas de su
gloria.” (Rom. 9:23a).Concretamente hablando, estas riquezas están
relacionados directamente con los vasos de misericordia, a quienes Dios→ προητοίμασεν εἰς δόξαν (proetoímasen eís dóxan) “…preparó
de antemano para gloria”. (Rom. 9:23c). La diferencia esencial y
radical aquí, está dada por la frase, “preparó de antemano”, el profesor Millos
escribe clarificando aun más esta cuestión.
«El uso de προητοίμασεν [proetoímasen] “…preparó de antemano para gloria”,
aparece también en otro escrito del apóstol, donde se lee: “Porque somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó
de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10). Quiere decir, que en ambos casos,
la acción divina produce un resultado establecido de antemano para los
creyentes. Ninguno de los salvos se preparó a sí mismo para serlo. Fue la
acción soberana de Dios quien actuó en el pecador perdido para que llegase a
ser salvo. No fue el hombre alejado quien buscó a Dios, sino Dios que le
buscó […] No fue la acción humana quien le capacitó para salvación, sino la
operación divina llevada a cabo por Dios mismo (1 Ped. 1:2). La preparación a
salvación, el llamado al pecador, la regeneración del Espíritu, la esperanza
de gloria, procede de Dios.» (Millos
2011:737).
|
A
diferencia del “preparó” del vs 22 relativo a los reprobados, el mismo término[34] aquí, se encuentra en voz activa, lo cual revela la
intención paulina de subrayar el propósito deliberado que tuvo Dios respecto a muchos hombres culpables de la masa de perdición, esto pues, acentúa la
dilección de Dios para con muchos culpables que llevó a Dios a elegirlos, y
posteriormente destinarlos (predestinación) a la fe, la santificación y la
gloria. Todo esto recala no sólo la soberanía de Dios, sino su misericordia
para con los elegidos. Y por cierto, nada
de esto es considerado por Pablo, como
algo injusto.
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Roy et al. 2001. El Conocimiento Bíblico un Comentario Expositivo del Nuevo Testamento Tomo
2, San Juan, Hechos, Romanos. Puebla, Pue., México: Las Américas, A.C.
[1] “…muchos son los llamados→ [κλητός (kletós)] pero pocos los escogidos.” (Mt. 22:14). El contexto de este versículo, resalta la universalidad del
evangelio, todos sin distinción (cf.
Mt. 21:43; 22:9; Lc. 14:23).
[2] ¿Con cierto
matiz de ironía? cf. 2 Cor. 10:12ss; 1 Rey. 18:27-29; Job.
38:21. El objetor de Pablo es un tanto sarcástico, pues supone —entre otras
cosas— que para ser responsable ante Dios, el escenario debería ser diferente; quizás
Pablo usa un poco de ironía, en vista del tenor de las preguntas de este
objetor ficticio, pues además, la idea paulina se presenta como una prótasis (“y si…”RV60).
[3] Calvino
escribió: “Las palabras griegas
utilizadas por San Pablo, ei de [εἰ
δὲ], significan; pero sí; mas yo las interpreto
por y qué, colocándolas en forma interrogativa.” (Calvino 1961:254).
[4] ¿Concesivo o
causal? A.T. Robertson, lo interpreta como un participio concesivo (Robertson
405). Tomás de Aquino consideró
este participio como causal, “porque quiso”. Así también lo vio Jerónimo (Fitzmyer & Brown &
Murphy et al. 1972IV:174s). Carballosa,
destaca el “queriendo” como un deseo determinativo y eficaz de Dios (Carballosa
1994:192). MacArthur, al igual que el profesor Carballosa escribió: “El término griego que se traduce con la
expresión queriendo es mucho más fuerte que la connotación de esta palabra en
español. La palabra griega trasmite la
idea de una intención determinada, no de una aquiescencia o consentimiento
indiferente o desvalido.” (MacArthur 2010:48). Hendriksen
explica: «El sujeto—o la cláusula sujetiva—probablemente sea: “Quién se atrevería a inculpar a Dios”
(continuándose: “si él, etc.”). En español, una oración de este tipo comenzaría generalmente con “¿Y qué, si”, etc.» (Hendriksen 2006:362). Moo aquí, se inclina
por el participio causal, añadiendo que: “…logra
un paralelo más natural con los vv. 17-18.” (2014:671).
[5] El
profesor Millos señala: “¿Y si Dios
queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder?”, que no puede separarse del
contexto general del párrafo en que se encuentra.” (Millos 2011:733).
[8] A
diferencia de βουλή (bulé) (Hec. 2:23; 4:28) y θέλημα (thélema)
(Jn. 6:38,40) con θέλω (thélo)
la idea es más bien una inclinación, un deseo, un querer; en algunos casos pático (cf. Mt. 5:40; 7:12; Jn. 7:17). Mientras tanto, los términos
anteriores, y teniendo a Dios como
sujeto, destacan marcadamente el plan de Dios, su determinación concreta.
[9] “De manera que de quien quiere→ (θέλω [thélo]),
tiene misericordia, y al que
quiere→ (θέλω [thélo]), endurecer, endurece.” RV60.
[10] La apódosis.
[11] El
texto griego lee→ ἤνεγκεν ἐν πολλῇ μακροθυμίᾳ (énegken én pollẽ makrothumía) “soportó
con mucha longanimidad”. El término→ ἤνεγκεν (énegken)
mayormente se traduce en el NT, como traer, o llevar (cf. Mt. 14:11; Mr. 6:28; Jn. 4:33; Hec.
4:37).
[12]σκεῦος (skeũos) instrumento, objeto, vasija,
utensilio (cf. Mr. 11:16; Jn. 19:29; Hec. 9:15; 10:16; 2 Tim. 2:20 etc.). También se lo usa metafóricamente para
referirse a personas, como aquí (cf. 1 Ped. 3:7; 1 Tes. 4:4; 2 Tim.
2:20).
[13] El
término usado en el vs. 22, es literalmente κατηρτισμένα
(katertisména) “habiendo sido
preparados”, pl. neut. perf. pas. part. de καταρτίζω (katartídzo) “preparar” “alistar”.
[14] Hendriksen 2006:231; Millos
2011:734s; MacArthur 2010:48s.
[15] R.C. Sproul señala: “…si observamos atentamente el texto,
veremos que el barro con que trabaja el alfarero es un barro “caído”.» (Sproul
1992:103).
[17] E. F. Harrison
comentado el artículo “predestinación” señaló: “Durante el tiempo de la Reforma Protestante, esta doctrina fue mantenida
con énfasis por Lutero, Calvino, Zuinglio, Melanchthon, Knox y todos los líderes
sobresalientes de ese periodo.” (Harrison et al. 2002:480).
[18] Grudem señala: “En este libro de
texto, y en la teología reformada en general, predestinación es un término
amplio e incluye los dos aspectos de la elección (de los creyentes) y la
reprobación (de los incrédulos).” (Grudem 1994:702).
[19] Así Calvino concluye:
“Decimos, pues, —como la Escritura lo
demuestra con toda evidencia— que Dios ha designado […] a aquellos que quiere que se salven, y también
a aquellos que quiere que se condenen. Decimos que este consejo, por lo que
toca a los elegidos, se funda en la gratuita misericordia divina sin respecto
alguno a la dignidad del hombre; al contrario, que la entrada a la vida está
cerrada para todos aquellos que Él quiso entregar a la condenación; y esto se
hace por su secreto e incomprensible juicio, el cual, sin embargo, es justo e
irreprochable.” (Calvino 1967II:733).
[20] Agustín
de Hipona (354-430), Isidro de Sevilla (560-636 d.C), Gotescalco de Orbais
(806-868), Thomas Bradwardine (1290-1349), Frances Gregory de
Rimini (1300-1358), entre otros.
[21] El Diccionario
de Teología Dogmática Católica de Antonio Piolanti y Salvatore Garofalo, señala
también: “La iglesia ha definido la
gratuidad de la predestinación a la gracia y a la gloria, pero ha condenado el
predestinacionismo de Gottschalk [Gotescalco], Huss, Wicleff, Lutero y
Calvino.” (Piolanti & Salvatore 1952:293). Cf.
Charles Journet en “Charlas acerca de la gracia, respuestas de la Teología al
ministerio de la gracia” página 73ss. “Catecismo para Adultos” de Leonardo
Castellani, pág. 29,78ss, etc.
[23] Berkhof
escribe: «Agustín habla también de los
réprobos como sujetos de predestinación, de manera que no cabe ninguna duda de
que él enseñó una doble predestinación. No obstante, reconoció la diferencia
entre una y otra, que consiste en que Dios no predestinó para condenación y los
medios que a ella conducen, en la misma forma en que lo hizo para salvación, y
que la predestinación para vida es puramente soberana, en tanto que la
predestinación para muerte eterna es también judicial y toma en cuenta el
pecado del hombre.» (Berkhof 2009:129).
[24] Charles
C. Ryrie (1925-2016), aun pensando diferente que su partner teológico, Lewis
Sperry Chafer (1871-1952), escribió: “Bíblicamente,
la predestinación se limita a las personas elegidas, y asegura la posición
presente y el destino final de éstas. […] de esta definición teológica es un
paso fácil para algunas formas de calvinismo usar la predestinación con
relación al destino de los no elegidos. Así surge la doctrina de la doble
predestinación. Sin embargo, esta es una suposición lógica, no basada en textos
bíblicos. La biblia es clara en que los elegidos son predestinados, pero nunca
sugiere que haya un decreto similar para elegir a algunos para la condenación.
Las Escrituras parecen conformase con dejar el asunto como un misterio, y
nosotros debemos hacer lo mismo.” (Ryrie 1993:356). Francisco Lacueva —aunque
escuetamente— revela su aversión a la idea de
“doble predestinación”, o lo que él consideró en su tiempo, comunicaba
esta enseñanza, escribió: “Todo lo que es
de salvación proviene de la libre iniciativa de Dios; todo lo que lleva a la
condición proviene de la sola culpabilidad del hombre. Todo el Evangelio según
S. Juan (especialmente, 3:19-21) va en esa dirección, y quien pretenda hallar
en las Escrituras la doctrina de la doble predestinación está torciendo la
enseñanza constante de toda la Biblia.” (Henry &
Lacueva 1999:1589).
[25] Como
hemos señalado en la primera sección de este libro, Moise Amyraut (1596-1664),
fue profesor en el Seminario protestante francés en Saumur, era un
calvinista de cuatro puntos, pero negaba
la limitación de la expiación. Como señala Pinson (cf. Pinson ed. 2006:20s).
[26] Emil Egli, profesor de historia eclesiástica, señala: «Moïse Amyraut, profesor en Saumur, enseñó
un universalismo hipotético o condicionado y su colega, Louis Cappel, negó
la inspiración verbal del texto hebreo del Antiguo Testamento y
La Place rechazó la imputación inmediata del pecado de
Adán, por ser arbitraria e injusta. La famosa y floreciente escuela de Saumur
tuvo que cerrar por la creciente desconfianza hacía la heterodoxia de
la sede, especialmente para los suizos, quienes estaban enviando estudiantes
allí.» (Egli [s/i]:2011).
[27] Leonardo
Castellani (1899-1981) —sacerdote católico argentino— literalmente escribió: «Calvino fue maniqueo de una manera especial. No dijo
que existiera un dios del mal, pero puso el mal en la esencia del Dios
cristiano, de manera que en el fondo incurría en el maniqueísmo porque dijo que
Dios crea a algunos hombres con el fin de que se condenen y a otros con el fin
de que se salven. Llaman a esto "la
predestinación”.» (Castellani [s/f]:30s).
[28] C.R. Erdman
escribió bien: “La soberanía de Dios nunca se ejercita condenando a hombres que
quieren ser salvos, sino más bien ha resultado en la salvación de hombres que
debieran quedar perdidos.” (Erdman en MacDonald 2004:775).
[29] E. F. Harrison
señala: «Las Escrituras son prácticamente
infralapsarias: dicen que los cristianos han sino “escogidos” del mundo (Jn.
15:19); y también se dice del alfarero que “del mismo barro” hace un vaso para
honra y otro para deshonra (Ro. 9:21). El elegido y el no elegido son vistos
como estando en el mismo estado de
miseria. El sufrimiento y la muerte son representados como la paga del pecado.
Ninguna confesión reformada enseña el punto de vista supralapsario. Cierto
número enseña explícitamente la posición infralapsaria, la cual emerge así como
la típica posición reformada.» (Harrison et al. 2002:482).
[30] κατηρτισμένα (katertisména) “habiendo sido preparados”, pl. neut. perf. pas.
part. de καταρτίζω (katartídzo) “preparar” “alistar”.
[31] En este sentido
Berkhof señala: “La doctrina de la
reprobación se deduce naturalmente de la lógica de la situación. El decreto de
elección inevitablemente implica el decreto de reprobación. Si el todo sabio
Dios, poseedor de infinito conocimiento se propuso eternamente salvar a
algunos, entonces El, ipso facto, también se propuso no salvar a otros. Si el
escogió o eligió a algunos, entonces ha rechazado por ese mismo hecho a otros.”
(Berkhof
2009:138). Berkhof menciona la crítica
habitual aquí, que en palabras de Brunner dice que la Biblia no enseña, ni
siquiera hay una palabra que señale una predestinación a la reprobación, sin
embargo, bien añade Berkhof: “…Nos parece
que la Biblia no se contradice, sino justifica la lógica de la cuestión. Puesto
que la Biblia es ante todo una revelación de redención, no tiene tanto que
decir acerca de la reprobación, como de la elección. Pero lo que dice es
perfectamente suficiente, compárese Mat. 11:25 y 26; Rom. 9:13, 17,18, 21 y 22;
11:7; Judas 4; 1 Ped 2:8.” (2009:138).
[32] Como
ya hemos señalado, es cierto que el propio Faraón endureció su corazón, lo cual
se dio de manera natural, debido a que Faraón no era ajeno a la masa de
perdición, de allí su propio y natural impulso volitivo corrompido salió a flote (cf. Éxo. 7:22; 8:15, 19,32; 9:7,35); sin
embargo, de manera soberana, fue Dios quien determinó y aseguró que el Faraón
siguiera en ese predicamento debido a la pasividad-activa de Dios sobre la ruta
moral-espiritual decadente del Faraón (cf.
Éxo. 7:1-3; 9:12; 10:20,27; 11:10; 14:8).
[33] Cf. Jn. 1:7-10;
3:19; 8:43, 44,47; Rom. 9:30-33; Apo. 9:20-21;11:10; 13:8;14:6;15:1;
16:10-11,21;17:8; 20:13-15;21:8.
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