Extracto
en revisión del libro: “Decisionismo o evangelismo bíblico”, de J.A.
Torres Q, páginas 328ss.
Habitualmente
en el debate entre calvinismo versus arminianismo, la tendencia popular de muchos
radica en la idea de que, tanto la soberanía de Dios, como la “capacidad humana” (que muchos ven como
sinónimo de “responsabilidad humana”) son dos verdades paradójicas que las
Escrituras presenta. Arguyen muchos, —y como argumento inconfundible— el hombre
no es un robot[1];
otros añaden: “La predestinación individual por decreto es incompatible con el
libre albedrío”, de hecho, este es el título de uno de los capítulos del libro del
capellán evangélico puertorriqueño MTh. Eladio Rivera Morales, quien
reconociendo la soberanía de Dios en la
salvación, y aun, los efectos del pecado original, defiende con sinceridad el libre albedrío exponiendo en este capítulo, la
típica argumentación arminiana al respecto, y esto hay que decirlo, lejos de
toda erística y polémica innecesaria; algo digno de destacar, justamente, en un
tema que tiende a exasperar los ánimos. Escribió:
“Mi
primera objeción a esta doctrina [predestinación] consiste precisamente en
que violenta el libre albedrío dado por Dios al Hombre. […] como hemos
señalado, esta capacidad en el hombre fue atrofiada, pero no fue eliminada.
[…] No hay sentido pensar en que el
hombre, frente al mensaje poderoso del evangelio no puede recibir iluminación
del Espíritu Santo suficiente para decidir a favor del evangelio. Si el
hombre puede decidir tantas cosas en su vida ¿Por qué no puede decidir sobre
el mensaje de salvación? Más aun, si consideramos a Romanos 1:16 en donde el apóstol
Pablo declara que el evangelio (en sí mismo) es poder de Dios para salvación.
[…] La doctrina de la predestinación del calvinismo
violentaría ese libre albedrío dado por Dios. Si la gracia es irresistible,
entonces el hombre es obligado, no constituiría un acto voluntario del hombre
y la salvación sería una imposición de Dios al hombre elegido. Sin entrar en
el derecho de Dios el cual no es discutible, el hombre estaría actuando como
un robot obligado por la gracia de
Dios y esto nada añadiría a esa gracia, al contrario, le restaría a la misma.”
(Rivera
2015)
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El razonamiento anterior que Rivera formula, es el
razonamiento típico en contra de las ideas que el calvinismo defiende, —y
agregamos nosotros, que las Escrituras mantienen frente al libre albedrío— y
revelan también, los propios baches
teológicos descendentes característicos
de esta respuesta popular, por cierto, réplica
de noción arminiana moderna. En términos de diagnosis, el argumento
arminiano expuesto por Rivera minimiza el pecado original, de modo que el hombre fue afectado por el
pecado, pero no tanto, lo cual es
justamente nada más que la perspectiva pelagianista del pecado original, en el “mejor de los casos”,
semipelagianista. Se dice que su capacidad de elección (libre albedrío) fue
atrofiada, pero no eliminada, lo que viene a recapitular las líneas del
Vaticano II[2].
El trabajo del Espíritu Santo entonces, no es traer a los muertos a la vida (Eze.
36:26-27; 37:1-6; Lc. 9:60; Efe. 2:1; Col. 2:13), en efecto, se lo presenta como
una especie de sponsor, un cheerleader que
“ilumina” al hombre para que éste herido,
enfermo, pero no muerto, “escoja” la
salvación, así Rivera añade: “No hay sentido en pensar que el hombre,
frente al mensaje poderoso del evangelio no puede recibir iluminación del
Espíritu Santo suficiente para poder decidir a favor del evangelio.” (Rivera
2015). En consecuencia, al evangelio se le llama poderoso, pero poderoso en
conjunto con la acción (colaboración) del hombre (sinergismo). La gracia divina
entonces también mencionada en este párrafo, no es como bien señaló Williams Shedd[3], una
gracia que capacita al hombre no para que elija, sino en primera instancia, para
que pueda creer (regeneración). En otras palabras, el lector atento podrá
percatarse que la propuesta de Eladio R. Morales, brota de la premisa histórica
original de Pelagio[4]
(354-420 d.C.), quien consideraba el libre albedrío un don, el don que le
permite al hombre elegir, concepción basada no en un principio escritural, sino
en la suposición filosófica de considerar
que la “responsabilidad” espiritual incluía en sí, la “capacidad”
espiritual; esta idea fue la que Charles G. Finney (1792-1895) popularizó en el
siglo pasado, lo que dio paso a su práctica evangelística pragmática que en el
día se le conoce con el término “decisionismo”. Finney fue enérgico en esto: “…es verdad primordial que el libre albedrío
es indispensable para que haya obligación moral, y que nadie esté obligado a
hacer lo que no puede.” (Finney en Pink 1995:142). De modo
que, y como bien señaló R.C. Sproul, finalmente Eladio R. Morales —como el ala
arminiana— creen que el “…libre albedrío […] hace la diferencia entre el
cielo y el infierno.” (Sproul
1992:77s), de manera que la contradicción[5] de
Rivera —y de muchos arminianos de convicción— es palpable, pues muchos de ellos
que han entendido “en parte” la aplastante soberanía de Dios en la salvación, añaden
como Rivera: “De todas formas, siempre la
gloria es totalmente de Dios.” (Rivera 2015).
De aquí entonces, el
paso hermenéutico arminiano queda a la mano, y en una lectura plasmada por la idea de plena operatividad
humana, la inferencia de que el llamado explícito de Dios a la fe (Jn. 3:16),
supone no solamente la responsabilidad sino en especial, el libre albedrío
humano, y con ello, la capacidad de
creer y arrepentirse, tiene sentido; por supuesto, también sentido arminiano
soteriológico, una conclusión natural que deriva en una
conclusión práctica teológica, así Rivera llega a decir: “Fue él [Dios] quien dotó al hombre de libre albedrío… aunque el hombre
lo utilizó mal, pudo utilizarlo bien, y ello se ve en los millones y millones
de redimidos vistos por el apóstol Juan
(Apo. 5:11).” (Rivera 2015). No es raro entonces, encontrarnos con la apreciación de un arminiano común expresar que el debate
histórico se ha basado en esta concepción beligerante, “soberanía v/s
responsabilidad”, que el arminiano lee también, como “soberanía divina v/s capacidad humana”,
y/o “presciencia (predestinación) v/s libre albedrío”; de manera que para la
gran mayoría de los arminianos honestos, la Biblia sí habla de “elección”
divina, no obstante, para ellos les es mejor aceptar esta aparente “paradoja”,
la cual habitualmente en el debate conceden,
porque justamente, creen que ambas “verdades”, (soberanía divina, y capacidad
humana) aparecen en la Escritura. Por
supuesto, la inclinación en la práctica, no es descansar en la comunicación del
evangelio, sino, en la decisión humana. Sin duda la obligación del hombre es creer y arrepentirse y volverse a Dios, lo
cual claramente se expone en las Escrituras (Jer. 3:22; Jl. 2:12; Mr.
1:14ss; Mt. 3:2; Hec. 3:19; 17:30s). No obstante, nunca ha habido conflicto
histórico teológico entre la “soberanía
de Dios” y la “responsabilidad humana”, porque la Biblia no sólo reconoce la
responsabilidad del hombre, sino que también le exige responder al evangelio de acuerdo a ella (Rom.
2:1-5; 12-16). El punto es, ¿exhibe la Escritura tanto, la “soberanía” de Dios, como la “capacidad”
del hombre como dos verdades reveladas? Este es el quid del asunto. Respuesta. La Escritura no admite esta dualidad. El hombre es
responsable, pero no tiene capacidad alguna de retorno a Dios en sí mismo y la
historia humana así lo ha mostrado una y otra vez (Gén. 6:5,11-13→8:21,9:22; 10:8-9; 11:3; Deut.
30:19→31:14-16,29; Apo. 9:13-14→ 20-21 etc.). Aun más, no puede hacerlo (Sal.
14; 53; Jn. 6:44,65; Rom. 3:10ss). Por otro lado, la historia del cristianismo
sí ha zanjado el debate, y la supuesta paradoja a través de los concilios como
el de Dort (1618s), las confesiones de fe históricas[6], y
en especial, la bifurcación cismática histórica de la Reforma del siglo XVI, que
le valió a todos los reformadores, el anatema católico, por haber negado el
libre albedrío defendido por la Iglesia Católica, en especial, a través de la
instancia oficial principal de la contra reforma, el concilio de Trento[7]
(1542-162). De manera que no hay dos posiciones en la Escritura, sino, una, la
soberanía total de Dios no sólo en la salvación, sino en todos[8]
los aspectos del quehacer universal y humano (Dan. 4:35; Sal. 22:28; 115:3; 1
Tim. 6:15), como escribiera A.W. Pink, “…la
soberanía de Dios en la escrituras, es absoluta [Isa. 46:9-10]…” (Pink 1995:23).
Ahora bien, la soberanía de Dios en la salvación y la incapacidad consecuente del hombre para
responder a Dios, puede ser un dolor de cabeza para nosotros, no obstante para
Dios no representa ningún problema, aun más, Él decidió que el evangelio fuera el único
elemento relevante aquí, de allí que Pablo escribiera: “Porque la palabra de la cruz es necedad para los que
se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios.” (1 Cor. 1:18) LBLA, y por ello Santiago también puso el ordus
salutis de una manera sencilla, escribiendo: “En el ejercicio de su
voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las
primicias de sus criaturas.” (Stg. 1:18) LBLA.
Bibliografía
Erickson, Millard 2008. Teología Sistemática. Viladecavalls (Barcelona), España: Clie.
Lutzer, Erwin 2001. Doctrina que dividen, un estudio de las doctrinas que separan a los cristianos. Grand Rapids, MI: Portavoz.
Sang, Hun Lee 1985. Causa Manual de Estudio. Nueva York: Causa Internacional.
Sproul, R.C 1993. Escogido por Dios. Miami, FL: Unilit.
Rivera, Morales Eladio 2015. Predestinación y Libre Albedrío ¿Tiene el hombre Libre Albedrío o está Predestinado? Bloomington, EEUU.: Palibrio.
Pink A.W 1995. La Soberanía de Dios. Capellades, Barcelona, España: Estandarte de la Verdad.
[1]
El libro “Causa Manual de Estudio” (CAUSA), un texto apologético
anti comunista aparentemente “evangélico”, y basado en la experiencia de Sun
Myung Moon (1920-2012), —ex prisionero de la Corea comunista (Norte)— escrito por San Hun Lee, es un ejemplo. Como estudio ofrece muy buenos datos de la
historia del comunismo en sus raíces y
desarrollo, dando datos importantes a respecto; no obstante, y aparte del
trasfondo sectario de sus representantes, se presenta la idea de CAUSA de una
sociedad ideal (Diosismo), como la antítesis concreta a la teoría del marxismo
(materialismo histórico). El punto de vista de CAUSA, es que el libre albedrío
humano, jugaría un papel importantísimo en la restauración del orden
“escritural” social, de allí la pregunta: “Qué
determina si el hombre ha de tomar el cambio del bien o el camino del mal? La
respuesta: “En último término, el hombre
mismo. El hombre ha recibido el derecho de tomar decisiones que afectarán su
vida eterna.” (Sang Hun Lee 1985:383). Luego se añade: “Dios tenía una opción en la creación. El podía crear un ser humano o
un ser carente de voluntad, como un robot. Claramente, Dios quería crear
hombres y mujeres libres, no robots. El libre albedrío es lo que distingue al
hombre de un robot y de muchos otros aspectos de la creación. Sería inútil
crear seres humanos sin dotarlos de libre albedrío.” (1985:385). Este es
entonces, lo que sustenta el sueño de CAUSA, sueño social que se expresa en las
primeras páginas de este manual con las siguientes palabras: “…CAUSA busca la realización final del sueño
humano de construir una sociedad ideal.” (:4).
[2]
El catecismo católico expresa: “Por el pecado de los primeros padres, el
diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca
libre. [CIC 407]…”, y se añade: “Quiso
Dios “dejar al hombre en manos de su propia decisión” (Si 15,14.), de modo
que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente
a la plena y feliz perfección [1730].”
(Vaticano
2015:1)
[3]
“La gracia se imparte al hombre pecador,
no porque él crea, sino con el fin de que pueda creer; esto se debe a que la fe
misma es un regalo de Dios.” (Shedd en Lutzer 1998:170).
[6]
Mencionamos algunas aquí. La “Confesión
de Basilea” de 1531. La segunda “Confesión de Basilea”, conocida como la
“Segunda Confesión Helvética” de 1566. La “Confesión de fe de
Escocia de 1560.” La “Confesión
Belga, o confesión de los países bajos” de 1563. El “Catecismo de Heidelberg” escrito por
Zacarías Ursino (1534-1583) y Gaspar Oleviano (1536-1587). “Los Cánones de
Dort” de 1618. La Confesión de fe oficial de la
Iglesia Anglicana de Inglaterra de 1571 y sus treinta y nueve artículos de fe.
La “Confesión de Westminster” de 1646.
La “Confesión Bautista de fe de Londres de 1689”. La
“Confesión de fe Bautista de Nueva Hampshire”
de 1833, y la “Confesión Bautista del Sur de 1925.”
[7] “Si alguno dijere, que el libre albedrío
del hombre está perdido y extinguido después del pecado de Adán […] sea excomulgado.” (Trento 2012: V).
[8]
En
efecto, Dios es soberano en la creación ,
(1 Cro. 29:11; Pro. 16:4; Apo. 4:11). En
la naturaleza, (Gén. 1:6, 9, 11,14; Éxo. 8:22ss; 9:3-6; 10:21-23; Sal
147:15; Amo. 4:7-10; Mt. 2:9; Mr. 4:39). En la
contingencia humana, (Sal. 103:19; Dn. 4:35; 5:23; Pro. 21:1; 16:1,9; 19:21; Hec. 17:28); y por derecho propio, sobre la
salvación del hombre (Jon. 2:10; Eze. 11:9; 1 Cor. 4:7ss; 15:10; Fil.
2:13; Hec. 13:48; Rom. 11:5-6; Efe. 1:1-11; 2 Tes. 2:13; 2 Tim. 1:9; Jn. 3:8.). En
consecuencia, la responsabilidad del hombre de creer, es claramente una verdad
escritural (Hec. 17:30s), pero no su capacidad (Rom. 3:10ss). En términos
de ilustración. Pedro, ejecutivo de un
banco fue despedido el Lunes, tenía varias deudas, ¿es responsable de pagarlas?
La respuesta es sí, pero, ¿es capaz de pagarlas? La respuesta es no.
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