Por J.A. Torres Q.
Pintura: Paul Gustave Doré
Las consecuencias del pecado original no solo afectaron las
relaciones de Dios con los hombres, sino que también, la relación entre el hombre y la mujer. Génesis 2:21-23 enseña
que Dios creó primero a Adán y luego a
Eva. Y, el propósito del nacimiento de
la mujer, nació del mismo Dios quien dijo: “…No es bueno que el hombre esté
solo; le haré ayuda idónea para él.”
(Gén. 2:18). El término idónea, surge del vocablo נֶֶגֶֶד
(neged),
“delante; ante; en presencia, a la vista, frente, en su estimación; derecho
hacia adelante” (Vine 2007). Lit.: “La que corresponde a él.”
(Truman 1996:46). Del giro עֵ֖זֶר
כְּנֶגְדּֽוֹ (ezér jenegeddón) “…le hare una
ayuda que le corresponda” (Keil & Delitzsch
2008:54). Keil añade: “La mujer fue creada, no del polvo de la tierra, sino
de una Costilla de Adán, porque ella fue formada para una inseparable unidad y comunión
de vida con el hombre, y el modo de la creación fue para establecer el
fundamento del orden moral del matrimonio”. (2008:54). Como el mismo apóstol Pablo señalaría después (Efe. 5:23), el hombre fue creado con la
responsabilidad de ser cabeza de la relación,
la mujer por su parte, “ayuda” (עֵ֖זֶר [ezér]) no cabeza[1].
Como se observa en el relato del Génesis, las consecuencias del
pecado fueron inmediatas, y afectaron a toda la creación, pero también, la relación
matrimonial. Como señala MacArthur: “La caída distorsionó y pervirtió el matrimonio.”
(MacArthur 2006:14). Adán
desobedeció a Dios, y aun viendo la situación[2], no la detuvo (Truman
1996:54), y obedeció a su mujer (Gén. 3:17). Esto es, Adán siendo
responsable, cometió el error de ceder ante la propuesta de Eva, y la mujer se
salió de su papel de ayuda, para principiar el primer acto de autonomía de
parte de la mujer. Las consecuencias para el
hombre se describen en 3:17-19[3], las consecuencias para la
mujer, en 3:16: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Habitualmente la penúltima frase tiende
a interpretarse como un deseo sexual, que el hombre ejercerá de manera egoísta
sobre ella. Sin embargo, el deseo que se menciona aquí, se refiere al deseo de
la mujer, que en vista de las consecuencias del pecado ya no sería ayudar, sino
el deseo de controlar[4], tal cual Caín hizo con su hermano, quiso controlarlo[5] hasta el punto que se le
salió de las manos, matándolo (Gén. 4:8). (MacArthur 2006:14). El texto hebreo señala וְאֶל־אִישֵׁךְ֙ תְּשׁ֣וּקָתֵ֔ךְ (veel-isej tesuqatej) lit.: “y para tu
hombre tu deseo”. VM traduce la idea de la siguiente manera: “…y a tu marido estará sujeta tu voluntad, y
él será tu señor.” (Gén. 3:16c). Keil añade: “…ella fue castigada por un
deseo que se aproximaba a la enfermedad (…correr, tener un deseo vehemente por
algo)…” (Keil
& Delitzsch 2008:60). En otras palabras. La mujer fue condenada como esposa y madre, a sufrir dolor del cuerpo
y angustia de la mente. De compañera y ayuda idónea del hombre partícipe de su
cariño, su condición de aquí en adelante sería la de humilde sujeción (Jamieson & Fausset &
Brown 2003:23).De acuerdo a Walton, Matthews y Chavalas, la relación esposo-esposa en los matrimonios de la
era antigua de la sociedad israelita, se le restaba importancia al rol del amor
romántico. La supervivencia de un matrimonio entonces, estaba en el hecho de
compartir el trabajo y el número de los hijos que procreaban. La dominación de
la esposa por parte del esposo era común. Además los derechos legales con
relación a contratos, derechos de propiedad y hereditarios eran principalmente
controlados por los hombres (Walton & Matthews & Chavalas 2004:20). Sin duda esta situación
exacerbaba la tendencia despótica en los hombres, y por otro lado, el anhelo de
las mujeres de ser más libres, y quizás en algún grado también, más autónomas
en sus deseos. Esta situación no fue
diferente en la época del NT. Jan
Herca ha hecho un buen resumen de la “Situación social de la mujer judía en
tiempos de Jesús”, nombre del capítulo VII, del
libro “Jerusalén en tiempos de Jesús”, escrito por el teólogo
luterano del siglo pasado, Jeremías Joachim (1900-1977). Notemos algunos datos
importantes.
La mujer judía en
casa:
“…La
situación de la mujer en la casa no se veía modificada, en relación a esta
conducta pública. Las hijas, por ejemplo, debían ceder siempre los primeros
puestos, e incluso el paso por las puertas, a los muchachos. Su formación se
limitaba estrictamente a las labores domésticas, así como a coser y tejer.
Cuidaban de los hermanos más pequeños y, respecto del padre, tenían la
obligación de alimentarlo, darle de beber, vestirlo, cubrirlo, sacarlo y
meterlo cuando era anciano, y lavarle la cara, las manos y los pies.” (Herca
2007:1)
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La mujer judía
fuera de la casa:
“…cuando
la mujer judía salía de su casa, no importaba para qué, tenía que llevar
siempre la cara cubierta con un tocado que comprendía dos velos sobre la
cabeza, una diadema sobre la frente, con cintas colgantes hasta la barbilla,
y una malla de cordones y nudos. De este modo no se podían conocer los rasgos
de su rostro. La mujer que de este modo salía de su casa sin llevar la cabeza
cubierta ofendía hasta tal punto las “buenas costumbres” […] No que decir
tiene que las israelitas, sobre todo las de las ciudades, debían de pasar
inadvertidas en público. Las reglas “judaicas” que se seguían entonces
mantenían que era preferible no hablar con las mujeres en público para el
bien del alma. Estas reglas de “buena educación” prohibían, incluso,
encontrarse a solas con una hebrea, y mirar a una casada, o saludarla. Era un
deshonor para un alumno de los escribas hablar con una mujer en la calle.” (Herca
2007:1)
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La mujer judía en
la sociedad judía
“…La
sociedad judía de aquel tiempo distinguía tres edades: la menor (qatannah,
hasta la edad de doce años y un día), la joven (na’arah, entre los doce y los
doce años y medio), y la mayor (bôgeret, después de los doce años y medio).
Hasta esta última edad, el cabeza de la familia tenía toda la potestad, a no
ser que la joven estuviese ya prometida o separada. Según este código social
las hijas no tenían derecho a poseer absolutamente nada: ni el fruto de su
trabajo ni lo que pudiese encontrar, por ejemplo, en la calle. Todo era del
padre. La hija, hasta los doce años y medio, no podía rechazar un matrimonio
impuesto por el padre. El padre podía vender a su hija como esclava, siempre
que no hubiera cumplido los doce años. Los esponsales solían celebrarse muy
temprano. Al año de ser mayor, la hija celebraba la boda, pasando entonces de
la potestad del padre a la del marido. Y realmente, no se sabía qué podía ser
peor. Después del contrato de compra-venta, pues eso era en el fondo la ceremonia
de esponsales y matrimonio, la mujer pasaba a vivir a la casa del esposo. […]
la esposa se encontraba cargada de deberes: tenía que moler el grano, coser,
lavar, cocinar, amamantar a los niños, hacer la cama del marido y, en
compensación por su sustento, hilar y tejer. Otros añadían incluso a estas
obligaciones las de lavar la cara, manos y pies, y preparar la copa del
marido. El poder del marido y del padre llegaba al extremo de que, en caso de
peligro de muerte, había que salvar antes al marido. Al estar permitida la
poligamia, la esposa tenía que soportar la presencia y las constantes
afrentas de o de las concubinas. Pero la poligamia sólo podía ser asumida por
la gente pudiente y no era habitual. En cuanto al divorcio, que estaba
admitido según la Ley mosaica, el derecho estaba única y exclusivamente de
parte del marido. Sólo él podía
iniciar el trámite. Esto daba lugar, lógicamente, a constantes abusos.” (Herca
2007:1)
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Especial
mención merece la situación religiosa de la mujer, en vista que con Jesús, las mujeres fueron reivindicadas en su valor.
La mujer judía en la religión del judaísmo tampoco estaba en una misma línea de importancia con
el hombre. Esto es, se veía sometida a todas las prescripciones de la Torá y al
rigor de las leyes civiles y penales, incluidas la pena de muerte. Además, no tenía
acceso a ningún tipo de enseñanza religiosa. Una sentencia del Rabí Eliezer
—que cita Herca— señalaba por ejemplo que: “quien enseña la Torá a su hija,
le enseña el libertinaje”, y otra replicaba: “Vale más quemar la Torá
que transmitirla a las mujeres”. Añade Herca que la mujer no estaba
obligada a ir en peregrinación a Jerusalén por las fiestas de Pascua,
Pentecostés y los Tabernáculos, habitar en las tiendas en la fiesta y agitar
los lúlab[6],
hacer sonar el shofar[7] el día de Año Nuevo, leer
el libro de Ester (magillah) en la fiesta de los Purín, recitar cada día
el shemá, etc. De las dos partes de la sinagoga, sabbateion y andron,
la primera, dedicada al servicio litúrgico, era accesible también a las
mujeres; por el contrario, la otra parte, destinada a las lecciones de los
escribas, sólo era accesible a los hombres y los muchachos, como ya indica su
mismo nombre (Herca 2007:1).
En consecuencia, el lector del NT no
debe pasar por alto el contexto cultural
—especialmente el judío[8]— en el que las mujeres se movían, una sociedad
hostil en donde incluso el nacimiento de una mujer, era una desgracia, de allí
el lamento rabínico popular: “¡Desdichado
aquel cuyos hijos son niñas!” (Nidda en Joachim 1977:386). Sin
duda Jesús vino a reivindicar el valor de la mujer en aquella sociedad, no
obstante, no quebrantó los propios límites que Dios estableció respecto los
roles.
En
el día de hoy, la distinción de roles en la sociedad, ha sido uno de los blancos
principales del feminismo, y, que a través del concepto acuñado por las
feministas —el “igualitarismo”[9]—
ha impulsado la revuelta feminista
incluso dentro de la iglesia evangélica moderna. Sin embargo, y esto debemos subrayar, los roles no fueron impuestos desde la
cultura, sino desde la misma creación (Gén. 2:18), lo cual no sólo observamos
en el Génesis; Pablo subraya en sus epístolas las exigencia que se le pide a
ella y a él, subrayando con ello el modelo original corrompido por el pecado. La responsabilidad que le toca al hombre para
con ella entonces, conlleva incluso dar su vida por ella, cuidándola como
Cristo lo hizo con Su iglesia (Efe.
5:25; Col. 3:19). A ella, se le pide que respete a su marido (Efe. 5:33) y que
se sujete a él (cf. Col. 3:18; 1 Ped. 3:1; Tit. 2:5; 1 Cor. 14:34; Efe.
5:22,24; 1 Cor. 14:34). Lo anterior, es no sólo el modelo familiar que el NT
quiere que los creyentes mantengan en sus hogares, también es el modelo que el
NT y Dios desea se refleje en el culto público (1 Tim. 2:9-15; 1 Cor. 14:34),
lo cual de manera particular, Pablo vuelve a recalcar en el caso de la mujer,
en vista de su tendencia natural a salirse del control del hombre. “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” (1 Tim. 2:12). Es interesante notar que Pablo usa el término
traducido como “ejercer dominio”RV60, “ejercer autoridad”BLA,
“dominar al hombre”DHH, “imponer su autoridad” LPD de αὐθεντέω (authentéo)
un vocablo compuesto de “autos”, uno mismo, y el término derivado de “jentes”,
que significaba funcionante, o funcionando; de allí, el que actuaba, o en este caso, la que actuaba
por su propia cuenta y ejerciendo autoridad por propia cuenta, o como sería en
nuestro contexto, “usurpando autoridad”[10],
dicho de otro modo, autónoma. Vine añade: “En su utilización más antigua la
palabra [αὐθεντέω (authentéo)] significaba a uno que con su propia mano
daba muerte a otros o a sí mismo. Más tarde vino a denotar a uno que actúa
asumiendo autoridad por su propia cuenta; de ahí, ejercer autoridad, dominio”
(Vine 2007:295). Uno podría pensar que después de cuatro mil años
la situación matrimonial mejoraría, sin embargo eso no ha sido así. Sin
embargo, y al menos, los creyentes estamos sujetos hoy a Su Palabra de manera
que la
responsabilidad de los maridos —como ya hemos señalado— para con ella conlleva
incluso dar su vida por ella, cuidándola como Cristo lo hizo con Su iglesia (Efe. 5:25; Col. 3:19) evitando todo clase de
despotismo[11] y
aspereza con ella. A ella, —volvemos a mencionar— se le pide que respete a su
marido (Efe. 5:33) y que se sujete a él, lo cual Pablo subraya de una manera
reiterativa, lo cual no es tautología paulina (cf. Col. 3:18; 1 Ped. 3:1; Tit. 2:5; 1
Cor. 14:34; Efe. 5:22,24; 1 Cor. 14:34). Éste es entonces es el modelo familiar
que —como señalamos— el NT quiere que los creyentes mantengan no sólo en el hogar, sino también en el
culto público (cf. 1 Tim. 2:9-15; 1 Cor. 14:34).
Bibliografía
Carson A. Donald 1996. Falacias exegéticas.
Viladecavalls, España: Clie.
Herca, Jan 2009. Situación social de la mujer judía
en tiempos de Jesús. Internet URL:
Jeremías, Joachim 1977. Jerusalén en
tiempos de Jesús: estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento.
Madrid, España: Cristiandad.
Jamieson & Fausset et al. 2003. Comentario
Exegético y Explicativo de la Biblia, Tomo I: El Antiguo Testamento. El Paso, TX: Casa Bautista de
Publicaciones.
Keil, Carl
& Delitzsch J. Franz 2008. Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento.
Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Kittel & Friedrich et al. 2002. Compendio
del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros
Desafío.
MacArthur,
John 2010. El dilema del divorcio, la Palabra de Dios para un
compromiso permanente. El Paso, TX: Hispano.
Lópes,
Augusto, Nicodemus 2014. Ordenación de la mujer, Respuestas Vol. 3.
Guadalupe, Costa Rica: Clir.
Oepke en: Kittel
& Friedrich et al. 2002. Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo
Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 137.
Truman, Cliff 1996.Génesis. Terrassa,
Barcelona, España: Clie.
Walton H. John, Matthews. H. Víctor y Chavalas W. Mark eds. 2004. Comentario del contexto cultural de la
Biblia, Antiguo Testamento, el trasfondo cultural de cada pasaje del Antiguo
Testamento. El Paso, Texas, EE.UU.: Hispano.
Vine,
W.E. 1999. Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento
exhaustivo. Nashville, TN: Caribe.
[1] El feminismo “eclesiástico” —una corriente bastante fuerte estos
últimos años— insiste que cabeza
significa fuente, sin embargo, y como señala D.A. Carson, esta es otra falacia
exegética inventada por Mickelsen, legada según Carson de S. Bedale (Carson
2013:43-44)
[2] El profesor Truman comentando 3:6 señala: «La frase
hebrea “con ella”, imá, debe ser traducida e incluida en le texto: “a su marido
con ella”. Esta frase implica que Adán estaba en olas inmediaciones, pero no la
detuvo, haciéndose así doblemente culpable.» (Truman
1996:54).
[3] “Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la
voz de tu mujer, y comiste del árbol de
que te mandé diciendo: No comerás de él;
maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te
producirá, y comerás plantas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Gén. 3:17-19).
[4] El profesor Truman señala que parte de las reacciones
de la mujer se describen a ella lanzando recriminaciones y tiranía, y además,
deseo desmesurado (Truman 1996:58).
[5] “Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien
hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.” (Gén. 4:6-7)
RV60.
[8]
La situación la mujeres romanas, no era la misma, en donde a diferencia de la
judías, las mujeres romanas podían acceder la educación, las matronas por
ejemplo, gozaban de un alto estatus (Oepke 2003:137).
[9] “Iguales en valor, iguales en roles”, un concepto humanista y secular, que
ha entrado de manera desbocada al que hacer evangelical, no es casual que hoy
en día no sólo se hable “pastoras”, sino
que desde hace un tiempo, se viene reclamando la ordenación de las mismas no
sólo en Europa, —algo aceptado — sino
con mayor fuerza en estos últimos tiempos, en Latinoamérica. Especial mención merecen los agentes de influencia feminista
humanista, especialmente desde la primera ola feminista con la inglesa Mary
Wollstonecraft (1759-1797), y su libro “Una Vindicación de los Derechos de la
Mujer”; Olimpe de Gouges (1748-1793), quien una año después publicaría, “Los
Derechos de la Mujer”; la americana Judith Sargent (1751-1820) quien publicaría, “La Igualdad de los Sexos”.
La proliferación de escritos, reflexiones y propaganda feministas después de
estos primeros escritos, no se hizo esperar, así aparecieron un sin fin de
figuras feministas. Así en 1848 cerca de 100
mujeres se reunieron en New York, para ratificar la igualdad, estipulada
en la “Declaración de los
sentimientos.” No obstante, la
construcción el feminismo moderno, ha sido encausado por la francesa Simone de
Beauvoir (1908-1986) y Betty Friedan (1960-2006), ambas, con una influencia
directa sobre la ola feminista eclesiástica, de aquí surge en el año 1952, el
libro, “El Trabajo y el estatus de la mujer en la Iglesia” de Katherine Bliss. Esto sirvió para que en el año 1961,
en el Concilio Mundial de Iglesias, promoviera el panfleto, acerca de “la
ordenación de las mujeres”, de esta manera, vendría la arremetida hermenéutica-feminista de la igualdad de
roles, basada en una eiségesis táctica de pasajes como Gálatas 3:28 (Lópes
2014:9-25)
[11] El término usado es מָשַׁל (mashál) que tiene la idea de gobernar,
apoderarse, dominar sobre ella, con cierta idea de dominio negativo.
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