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miércoles, 30 de octubre de 2024

Hermenéutica originalista: Significado y coherencia

 

Por J.A. Torres Q. (M.A)

Es muy interesante lo que dice Mark Sonoeberger quien defiende la postura dispensacional tradicional (págs. 167-207)  en “Teologías del Pacto y Dispensacional” acerca de la cuestión del significado en el texto bíblico. Ahora, la necesidad de una descripción metodológica de la hermenéutica dispensacional o más bien, la hermenéutica histórico gramatico literal es sin duda relevante y el profesor Michael Vlach ha hecho una descripción notable al respecto en “La Hermenéutica Dispensacionalista”, amplificando el sine qua non de Ryrie[1]; sin embargo, paralelamente a la necesidad de considerar una descripción metodológica sobre la hermenéutica aludida y, antes de esgrimir una defensa de esta postura, es necesario “establecer” (ya lo está) una definición previa sobre la transcendencia de lo que es el "significado" en la hermenéutica, una definición con carácter universal sujeta a principios justamente universales del lenguaje. Para clarificar lo anterior, note el siguiente versículo de Zacarías 8:3 que explícitamente señala:

“Así dice el SEÑOR: "Volveré a Sion y en medio de Jerusalén moraré. Y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte del SEÑOR de los ejércitos, Monte Santo." (LBLA).

A la luz de este pasaje profético las preguntas obvias son: ¿Restaurará Dios algún día a Sion? ¿Restaurará Dios a Israel de manera definitiva de la manera en que el texto lo profetiza explícitamente? El texto bíblico se refiere a Sion, a Jerusalén y también se tiene en vista a Israel (8:7,8,11,12,13), pero, —y esto puede ser paradójico— ¿Sion es Sion, o se refiere a otra cosa? ¿Jerusalén aquí es realmente Jerusalén, o se refiere a otra cosa? Aunque pudiera parecer inconcebible, Calvino (1509-1564) interpreta estas referencias como alusiones a la iglesia, así escribió: “El Profeta ahora explica más claramente lo que pretendía; pero era necesario preservar este orden: que los enemigos debían ser expulsados ​​por la fuerza de su posesión, y la Iglesia liberada, antes de que Dios pudiera morar en medio de ella[2]. Matthew Henry (1662-1714) hace lo mismo, señalando que: “Estas promesas se cumplieron en parte en la iglesia judía…”[3] Spurgeon (1834-1892) no dice algo diferente, de hecho, señala que Dios regresa a la iglesia[4]. Si el lector ha notado bien, en estos ejemplos no solo la cuestión de la hermenéutica se vuelve relativa, principalmente, se trastoca el nivel del “significado” de las palabras y con ello, la significancia del texto bíblico. 

Por supuesto, este tipo de interpretaciones no solo atentan contra una lectura llana del texto, por sobre todo, subvierten el sentido sugerido por el autor bíblico; por esta razón  autores como Rolland D. McCune[5] han sugerido que, antes de todo,  es necesario recordar los principios de una “hermenéutica originalista”[6] y, con este concepto —que no es nuevo— McCune ve la necesidad de volver a poner en la mesa la base de la correcta interpretación de las Escrituras a la luz de conceptos hermenéuticos previos que son intrínsecos al lenguaje y que determinan las leyes del lenguaje  hablado como escrito. Pero, ¿a qué se refiere McCune? A la luz de su excelente artículo, presentamos un resumen personal de las implicancias hermenéuticas de la cuestión del significado, tomando en cuenta algunas conclusiones del profesor McCune, adaptadas para este artículo. Un par de explicaciones sobre lo anterior y, tomando el caso aludido (Zac. 8:3), es necesaria otra pregunta; si Zacarías habla de Sion, ¿qué es lo que intentó decir? Como es sabido, esto no es tan simple, pues la hermenéutica reformada ha esgrimido un "nuevo" argumento para resignificar el sentido del texto,  un argumento que por supuesto, no es nuevo y que apela a una supuesta supremacía del NT sobre el AT. Bruce K. Waltke —teólogo reformado—  define esta palanca hermenéutica señalando que: “…la revelación posterior en el canon bíblico dará el significado que el Autor Divino conocía y pretendía, pero del cual el autor humano era inconsciente[7]. En otras palabras, esto significa que el Nuevo Testamento completará los significados y sentidos de un pasaje del Antiguo Testamento, y con “completar” como se observa en la hermenéutica reformada, se incluye una reinterpretación del texto veterotestamentario, lo que envuelve la subversión del significado de las palabras. Pero, ¿no es esto una práctica deficiente? ¿No atenta contra la intención inspirada del texto? ¿En qué sentido esto es una subversión del significado del texto bíblico? Mucho se ha escrito acerca de la inconsistencia de estas conclusiones, de manera que no pretendemos aquí, reformar una práctica que está enquistada en la hermenética reformada, pero sí, llamar la atención al lector sobre tres axiomas que refutan esta concepción supersiva[8].  Note con atención las siguientes líneas. 

Primero, al igual que en el pasado, la interpretación correcta de la Biblia transmite hoy, el mismo significado que los escritores de la Biblia pretendían transmitir cuando escribieron sus escritos y como bien señala el profesor McCune, la tarea hermenéutica es “…descubrir el significado de una declaración para el autor y para los primeros oyentes o lectores, y luego transmitir ese significado a los lectores modernos[9], el axioma derivado es: 

“Un texto no puede significar lo que nunca quiso decir”

Segundo, la naturaleza unívoca del lenguaje afirma que un pasaje de la Escritura no puede tener un significado polisémico o relativo, independientemente la teología liberal modernista —latinoamericana— insista en ello, la razón de esto, es que el mensaje divino de la Biblia no viene en significados indeterminados, sino, en un mensaje proposicional taxativo mediante declaraciones inteligibles e incuestionables (por ej.: “Así ha dicho YHVH”), otra cosa, son las implicancias.  El axioma es:

“No nos acercamos al texto para tratar de descubrir lo que el autor podría haber pensado, el mismo texto escrito tiene la carga significante por medio de las palabras que el autor eligió como resultado de una dirección divina”

 Tercero, como señala McCune, cuando el autor humano comunica un mensaje, esto es precisamente lo que Dios quería transmitir; esto establece un punto de suma importancia respecto lo que es la correcta interpretación literal, pues, este principio no sólo confirma la intención del autor, sino también, excluye la especulación polisémica, el sensus plenior y la alegorización del AT en sus diferentes grados (la espiritualización del texto está incluido). En otras palabras, como el significado de un texto viene establecido en la elección inspirada de las palabras, esto nos impide decir que el autor divino escondió otros significados no previstos por el autor humano (sensus plenior) que supuestamente se esconden entre medio de las palabras. El axioma es:

“Lo que el autor humano quiso decir, es lo que Dios quiso comunicar”

Como se ha dicho, todo lo anterior no ignora las implicaciones variadas de un pasaje, como las figuras retóricas del lenguaje o, los diversos géneros escriturales. Sin embargo, tanto las implicaciones como los diversos elementos retóricos del texto son por un lado, vehículos de un mensaje  unívoco de un texto, como también, aspectos complementarios de sus implicancias. En otras palabras, una hermenéutica originalista —que toma en cuenta las palabras en su sentido intecional obvio— puede contener varias implicaciones y diferentes vehículos retóricos,  sin embargo, el mensaje que comunica cualquier autor principalmente veterotestamentario, nunca deja de ser coherente con respecto a la su locución gramatical y por ende, a la sintáctica del texto que lleva el sostén estructural del significado bíblico objetivo del texto. 

 

 



[1]1) el reconocer una diferencia entre Israel y la Iglesia, 2) un principio consistente de interpretación literal, y 3) un concepto básico y práctico de que el propósito de Dios consiste en Su propia gloria en lugar del solo propósito de la salvación” (“Dispensacionalismo Hoy”, Ryrie pág. 43,44,47)

[5] Rolland McCune, Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia, Internet URL:

 https://opticabiblica.blogspot.com/2024/10/dispensacionalismo-y-la-interpretacion.html

[6] Mark Sonoeberger, en “Teologías del Pacto y Dispensacional, cuatro puntos de vista acerca de la continuidad de las Escrituras”, ed. Brent E. Parker & Richard J. Lucas, Editorial EBI, 2023.

[7] Bruce K. Waltke en Rolland McCune, “Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia”, Internet URL:  https://dispensationalpublishing.com/textually-based-locus-meaning/

[8] Dícese de la premisa que subvierte el significado el texto.

[9] Rolland McCune, “Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia”, Internet URL:  https://dispensationalpublishing.com/textually-based-locus-meaning/

Dispensacionalismo y la interpretación literal de la Biblia


 2016

Tomado de https://dispensationalpublishing.com/

El Dr. McCune sirvió en el Seminario Teológico Bautista de Detroit desde 1981 hasta 2009 como profesor de teología sistemática, decano de la facultad y presidente. Anteriormente enseñó en el Seminario Bautista Central durante 14 años. Es autor de A Systematic Theology of Biblical Christianity, 3 vols. (Allen Park, MI: DBTS, 2008-2010), así como de otros libros y muchos artículos de revistas. Es una verdadera bendición darle la bienvenida como autor colaborador de Dispensational Publishing House.

 

Primera parte

Durante décadas, una de las condiciones sine qua non del dispensacionalismo ha sido el uso consistente de una interpretación literal de la Biblia. (1) De hecho, resultó ser el último y más primitivo de los principios dispensacionalistas mínimos irreductibles. El Dr. Charles Ryrie dijo que los principios hermenéuticos de uno deben determinarse antes de que se forme la propia teología. (2) Earl Radmacher sostuvo más tarde enérgicamente que la interpretación literal era el “principio básico” del dispensacionalismo (3). 

Los principios de interpretación bíblica son, en efecto, el primer orden de preocupaciones a la hora de estructurar una doctrina o un método integral de interpretación de la Biblia, fundamentales para la exégesis correcta en sí. A menudo, el orden se invierte. A menudo se afirma con vigor que la hermenéutica bíblica debe surgir de la interpretación de la Biblia misma, es decir, una simple cuestión de exégesis. Pero esto parece ser un procedimiento casi viciosamente circular: utilizar principios hermenéuticos desconocidos sobre la Biblia para extraer los principios hermenéuticos originales de la Biblia que se utilizarán para interpretar toda la Biblia. Pero yo abogaría por un primer principio bíblico o una presuposición trascendental con respecto al lenguaje humano en primer lugar. Esto se extrae teológicamente del propio uso del lenguaje de la Biblia por parte de seres humanos que poseen una racionalidad que se remonta a la imagen de Dios. El lenguaje inteligible fue dotado para cumplir el mandato de dominio de gobernar la tierra (Gn. 1:26). Una vez comprendido, este primer principio explica la relación entre el discurso de Dios a los primeros seres humanos y la respuesta de éstos a Él, y entre los seres humanos entre sí. Sin esta rúbrica, la relación empírica entre las palabras de Dios y sus acciones queda sin explicación. 

El origen y el propósito del lenguaje humano

El origen del lenguaje humano

Esto nos lleva de nuevo al principio mismo de la creación de todas las cosas, incluidos todos los fenómenos en el continuo tiempo-espacio-masa. Esto quiere decir simplemente que es la creación original por Dios mismo de todo lo que no es Dios. Dios no podría haber sido más conscientemente activo en la creación del universo. Él lo planeó (decreto), lo hizo (creación), lo sostiene (preservación) y lo controla (providencia) en cada faceta hasta en cada intercambio de energía. Lo más importante en la semana de la creación es la creación inmediata de seres humanos a semejanza de Dios en el Día Sexto: réplicas finitas de la Deidad infinita misma.

Como se ha señalado, el lenguaje humano comenzó en la creación original; no es eterno. Dios “hizo la boca del hombre” (Éxodo 4:11). El lenguaje entró en el orden tiempo-espacio-masa en el sexto día de la creación. La semana de la creación cuando Dios hizo al hombre. Si bien el lenguaje humano no es eterno, parecería que el lenguaje como tal probablemente sí lo es. Es propio del Dios trino y, como tal, es propio de cada persona de la Trinidad. Si las Personas Divinas de la Trinidad se comunican entre sí como seres racionales, entonces probablemente tengan algún tipo de sistema de “lenguaje” que involucra proposiciones. Se puede razonar que las proposiciones son necesarias para que los seres racionales y personales se comuniquen entre sí. El material proposicional, es decir, sujeto-predicado, es lo único que las mentes racionales pueden procesar. Pero, ¿tiene Dios alguna forma de sistema de lenguaje sintáctico? Es muy difícil saberlo, pero probablemente lo tenga, ya que las proposiciones parecen ser propias de la comunicación racional, y las proposiciones usan la sintaxis para la inteligibilidad. El lenguaje humano es parte de la imagen de Dios en el hombre (Gn 1:26-27). El hombre está compuesto de, o tiene la capacidad de, aquello que lo hace la imagen misma de Dios. Él es la imagen de Dios y, a la vez, tiene la imagen (1 Cor 11:7); es una réplica finita de la Deidad infinita. Hay varios componentes de esta imagen. Uno es la personalidad. Se dice generalmente que la personalidad consiste en intelecto, emoción y voluntad. Algunos reducen la personalidad a autoconciencia y autodeterminación. Autoconciencia significa que el hombre puede ser objetivo para sí mismo; puede convertirse en el objeto de su propio pensamiento. Autodeterminación (popularmente llamada libre albedrío) significa que el hombre puede tomar decisiones espontáneamente desde dentro de su propia racionalidad. No está coaccionado ni limitado en este sentido. Un aspecto de la personalidad es la racionalidad, aunque probablemente podría presentarse sola como parte de la imagen. Esta es la capacidad de crear y procesar ideas, formular conclusiones, usar la lógica y manejar proposiciones. Este es el ámbito donde predomina la hermenéutica.

[1] Charles C. Ryrie, Dispensacionalismo hoy (Chicago: Moody, 1965), pág. 45.

[2] Ibíd., pág. 89.

[3] Earl Radmacher, “El estado actual del dispensacionalismo y su escatología”, en Perspectivas sobre la teología evangélica, K. Kantzer y S. Gundry, eds. (Grand Rapids: Baker, 1971), pág. 166.

Segunda parte

Un tercer componente de la imagen de Dios en el hombre es la moralidad, que tiene que ver con los poderes que nos informan sobre el bien y el mal y nos permiten actuar en consecuencia. Un cuarto aspecto es la espiritualidad, que es la capacidad de tener comunión con Dios, de comprender y participar en las cosas espirituales, la capacidad de alcanzar la vida eterna, etc.

Una última capacidad a imagen de Dios tiene que ver con consideraciones físicas. Parece haber una dimensión física en la imagen de Dios, ya que el hombre efectivamente tenía un cuerpo como resultado de haber sido creado a la imagen de Dios (Gn. 2:7). Una manera de entender esto es en el sentido de que el cuerpo de Adán anticipó el cuerpo de Cristo en la encarnación. Dios hizo el cuerpo de Adán según el modelo o patrón para la encarnación que Él había determinado para Cristo. El Dios trino era incorpóreo antes de la encarnación; todas las personas de la Trinidad eran seres espirituales. Los factores físicos relacionados con Dios en el momento de la creación fueron en gran medida anticipatorios. Dios, sin embargo, indudablemente fue una cristofanía (una aparición pre-encarnada de Jesucristo) cuando caminaba diariamente en el jardín (Gn. 3:8), y sin duda también lo fue en el sexto día cuando hizo el cuerpo del hombre “de la tierra” (Gn. 2:7).

En el pensamiento bíblico, a partir del Antiguo Testamento, el cuerpo es un ingrediente necesario de la personalidad humana. Es el vehículo para que los demás aspectos funcionen y se expresen, incluido el uso del lenguaje proposicional racional. El ser humano es un yo compuesto de un aspecto material y otro inmaterial en una personalidad unificada, ontológica e individual. No se piensa en los seres humanos en términos de dos o tres partes claramente diferenciables, sino en un monismo esencial que sólo es divisible en teoría.

El lenguaje requiere una mente racional

El lenguaje es el producto de la mente [4] El logos procede del nous. Esto se ve en Génesis 1 como aplicable a Dios (Él habló y creó las cosas, las llamó buenas, etc.) y en Génesis 2 al hombre (él nombró a los animales y a la mujer). El hombre es un ser consciente de sí mismo, por lo tanto, es un ser hablante; es capaz de asociaciones sintácticas de palabras que son proposicionales y por lo tanto inteligibles. El pensamiento (pensamiento racional) no comienza hasta que el hombre es objetivo para sí mismo. Dado que el hombre replica a Dios en un nivel finito, su habla está modelada según el “habla” de Dios, especialmente Su habla al hombre.

El lenguaje (las palabras) procede de la unidad esencial del pensamiento y el habla. La idea bíblica de “palabra” incorpora tanto el pensamiento como el habla. El pensamiento es en realidad hablar hacia dentro, y el habla es en realidad pensar audible. El habla inteligible es simplemente el anuncio sensiblemente perceptible del habla interior. Es decir, es habla interior verbalizada por las cuerdas vocales y escuchada por los oídos. Los seres personales, racionales, no pueden pensar sin el lenguaje. Siempre hay palabras por las cuales el pensamiento es pensado. Es por eso que no hay verdad bíblica en la idea de “inspiración del pensamiento” (o “inspiración dinámica”) de Dios a la que el hombre proporciona las palabras. Toda revelación o comunicación de información de Dios es proposicional y toda inspiración es verbal.

El lenguaje fue poseído y usado espontáneamente por el primer hombre, Adán, al nombrar a los animales originales (Gén. 2:19-20). Las “clases” de animales terrestres que respiraban aire eran objetos para los sentidos de Adán, pero su mente penetró y percibió el tamaño, la forma, los rasgos, los gestos y todos los distintivos de cada uno, y usó el lenguaje para expresar esas características de manera significativa. Los nombres correspondían a las naturalezas o características de los animales. Esto muestra las altas capacidades intelectuales y racionales de Adán antes de la caída. Podía percibir cada característica de cada animal, almacenarlas todas en su banco de memoria y, después de haber visto todos los diferentes animales (probablemente cientos, si no más), recordar instantáneamente cada característica, distinguir en su mente cada animal de los demás sobre la base de estas características y dar nombres que distinguieran a un animal de otro correspondientes a sus propias características, ¡todo en cuestión de horas en el Día Sexto!

[4] Franz Delitzsch, Un sistema de psicología bíblica (reimpresión de Baker, 1977), pág. 209ff.

Tercera parte

 El lenguaje humano sufrió una disrupción en el incidente de la Torre de Babel (Gn 11:1-10 ). Hubo una unidad inicial del lenguaje humano; había “un mismo lenguaje y unas mismas palabras” (Gn 11:1). (La KJV dice “de una sola lengua y de una sola palabra” [Gn 11:1]. La NVI dice “una sola lengua y un mismo lenguaje” [Gn 11:1]) Había una unidad orgánica del habla. El vocabulario y la sintaxis eran una unidad comprensible para todos. La comunicación era rápida. Los filólogos y lingüistas están bastante de acuerdo en que hubo una lengua madre para todas las lenguas del mundo, basándose en similitudes de vocabulario, gramática y sintaxis. Nadie sabe cuál era la lengua original, aunque hasta el siglo XIX la teoría de que era el hebreo era prácticamente incuestionable.

Se produjo una ruptura milagrosa de la unidad lingüística y la formación inmediata de diferentes grupos lingüísticos. Dios intervino milagrosamente en la situación y confundió el sistema lingüístico único en diferentes sistemas lingüísticos. Esto hizo que surgiera instantáneamente una serie de grupos lingüísticos mutuamente ininteligibles, con toda la confusión resultante. Dios provocó de inmediato barreras internas dentro del propio pueblo, lo que frustró su intención original de una unidad política monolítica. Su intención de crear una potencia imperialista mundial y “hacerse un nombre” (Gn. 11:4) fracasó.

Si bien la confusión y fragmentación del sistema lingüístico unificado fue milagrosa, la dispersión o migración de la gente de la región de Babel fue providencial. Dios utilizó todo tipo de causas secundarias. La dispersión probablemente tomó la forma de grupos familiares aislados. Todos los demás serían sospechosos debido a la incapacidad de la dispersión hizo que aparecieran grupos raciales o étnicos diferenciados. Las variaciones genéticas latentes en la raza humana tuvieron la oportunidad de aparecer en los diversos grupos aislados. Los idiomas comenzaron a evolucionar o cambiar y desarrollarse, como lo están haciendo hoy. Aparecieron nuevas palabras en los vocabularios, surgieron nuevas expresiones y se desarrollaron sistemas lingüísticos completamente nuevos.

Obsérvese que, evidentemente, no parece ser la voluntad de Dios que la raza humana se dedique al “unimundismo”, que conduce al totalitarismo monolítico o al autoritarismo y a la represión de los derechos humanos. También provoca la rápida propagación de la iniquidad. El pecado alcanza proporciones sin precedentes en sus expresiones finales en una sociedad así. El unimundismo acabará allanando el camino para el Anticristo, que tendrá ese gobierno universal. El nacionalismo restringe y reduce el pecado. 

Teorías falsas sobre el origen del lenguaje humano

Las teorías enumeradas a continuación, entre otras, se basan en algún tipo de nociones instintivas, no racionales e imitativas.

La teoría de la evolución

Esto dice que el lenguaje humano no es más que la evolución de los sonidos de los animales, como el canto de los pájaros, los ladridos de los perros o los gruñidos de los cerdos. Los sonidos se fueron asociando a los objetos a lo largo de los milenios.

La teoría automática

Según Milton Terry , esta teoría dice que había tal simpatía entre el alma y el cuerpo, y tal dependencia del uno respecto del otro, que todo objeto que de alguna manera afectaba los sentidos producía un eco correspondiente en el alma y encontraba expresión automática a través de las cuerdas vocales (1). El lenguaje era una especie de reacción físico-química causada por el medio ambiente.

La teoría anomatopoética

En este caso, se dice que las palabras son una imitación de sonidos naturales, como los sonidos de los animales, los ruidos provocados por el viento y el agua, etc. Estas palabras sencillas fueron el germen del primer idioma. Esto puede explicar algunas palabras individuales, pero no puede explicar un sistema lingüístico. Los sonidos no describen nada. En el lenguaje, una palabra es un signo o símbolo de un concepto.

Los propósitos del lenguaje humano

El lenguaje era para que Dios se comunicara con el hombre a su imagen y viceversa. Dios le dio al hombre el propósito de recibir una revelación verbal de Él y para que la humanidad se acercara a Él en oración y adoración. El lenguaje también era para que las personas a la imagen de Dios se comunicaran entre sí. Era para que las personas pudieran conversar con otras personas acerca de Dios y de asuntos espirituales y teológicos, que, antes de la entrada del pecado, era lo único de lo que había que hablar.

[1] Milton Terry, Hermenéutica bíblica (Grand Rapids: Zondervan Reprint, 1977), pág. 70.

 Cuarta parte

 Si bien es cierto que la “interpretación literal” no es propiedad privada del dispensacionalismo, lo que se pretende es que se utilice de manera sistemática. Aún se puede argumentar que el dispensacionalismo tradicional puede hacer valer esta afirmación.

No hay un consenso absoluto sobre qué es realmente la “interpretación literal”. En el siglo XIX, ER Craven, el editor estadounidense del Comentario de Lange, señaló con una claridad inusual que la interpretación literal se denomina mejor “normal”, ya que tanto la interpretación literal como la figurativa pueden comprenderse en el término (1). Más recientemente, Roy Zuck diferenció, correctamente, la interpretación literal en “literal ordinaria” y “literal figurativa” (2). No es la intención aquí definir con precisión qué es realmente la “interpretación literal”, sino más bien sugerir cuatro rúbricas o principios que se deben tener en cuenta para comprender la interpretación literal. Estos deben mantenerse en relación con otros factores de una buena hermenéutica, como el contexto, el género literario y similares. Puede haber otros fundamentos fundamentales similares, pero al menos estos deben comprenderse en un enfoque adecuado de las Escrituras. Los primeros dos de estos principios serán nuestro enfoque en esta entrega.

No todos los dispensacionalistas estarán de acuerdo en estos asuntos, pero estos principios han hecho que el autor modifique ciertas opiniones heredadas del dispensacionalismo más antiguo o más clásico. Al mismo tiempo, le han impedido adoptar los principios distintivos del revisionismo dispensacionalista conocido actualmente como dispensacionalismo progresista.

La naturaleza unívoca del lenguaje

La naturaleza unívoca del lenguaje significa que el lenguaje habla con “una sola voz”. Las palabras sólo pueden significar una cosa o tener un significado en una misma conexión. Las palabras sólo pueden tener un significado, o un conjunto de valores proposicionales y cognitivos, en cualquier lugar dado. No pueden tener dos o más significados en el mismo uso. Una palabra puede tener un amplio rango semántico (diferentes significados en el momento de escribirse), pero sólo puede significar una cosa en cualquier caso. Sin esto, el lenguaje es incapaz de comunicar nada y simplemente se vuelve incoherente y sin sentido. Que el lenguaje sea unívoco es axiomático; debe asumirse como cierto para refutarlo como cierto. Negarlo es claramente contraproducente, ilógico e irracional. La única excepción es el uso único y deliberado de ambigüedades como los juegos de palabras y los dobles sentidos. Pero incluso ellos confirman la regla porque son eficaces precisamente porque el lenguaje es unívoco y estas excepciones obviamente la violan con muy buenos efectos a los efectos del significado. Sin embargo, ningún sistema lingüístico puede construirse totalmente sobre la ambigüedad y el equívoco.

La Biblia fue escrita en idiomas puramente humanos, con su gramática, sintaxis y géneros literarios totalmente humanos, por seres genuinamente humanos, con personalidades, culturas y antecedentes lingüísticos auténticamente humanos. La Biblia no fue escrita en hebreo celestialgriego del Espíritu Santo ni arameo atmosférico. Sin embargo, el mensaje de la Biblia (sus declaraciones y afirmaciones de verdad) es genuina y exclusivamente divino. Si los idiomas bíblicos no fueran idiomas humanos genuinos, en última instancia serían incapaces de comunicar información divina a los seres humanos, quienes deben usar el lenguaje humano.

Para la hermenéutica, este principio de la naturaleza unívoca del lenguaje afirma que un pasaje de la Escritura no puede tener un significado “más profundo”, significados múltiples o cualquier otra forma de interpretación que sea esencialmente sensus plenior (que tenga un “sentido más completo”). El mensaje divino de la Biblia no viene en significados de palabras equívocos, sino en un contenido de verdad proposicional unívoco.

La jurisdicción de la intención del autor

Este principio ha sido abordado más ampliamente en los círculos evangélicos en los últimos años. El gobierno de la intención del autor como principio interpretativo es en realidad tan antiguo como la humanidad, siendo un aspecto de la imagen de Dios que hace del hombre un ser lingüístico. Al igual que ocurre con la naturaleza unívoca del lenguaje, este factor es autóctono de los seres racionales que son los únicos que poseen y utilizan intuitivamente los “derechos del lenguaje” o las “leyes recibidas del lenguaje” tal como fueron dotadas por el Creador a imagen de Dios.

La interpretación correcta de la Biblia transmite hoy el mismo significado que los escritores de la Biblia pretendían transmitir cuando escribieron. La tarea hermenéutica es “descubrir el significado de una declaración (mandato, pregunta) para el autor y para los primeros oyentes o lectores, y luego transmitir ese significado a los lectores modernos” (3). Un axioma a este respecto es: “Un texto no puede significar lo que nunca quiso decir” (4). “Un erudito creyente insiste en que los textos bíblicos significan, en primer lugar, lo que quisieron decir” (5). Este significado se basa en última instancia en la intención del autor. Responde a la pregunta de qué pretendía comunicar el autor con su uso particular de un sistema de signos humanos (lenguaje).

Las palabras transmiten significado en asociación con otras palabras; no tienen significado de manera autónoma. “Una palabra no tiene significado; se le asigna un significado a través de la convención y el uso cultural” (6). La unidad básica del lenguaje no es la palabra sino la oración, que luego se extiende al párrafo, la sección y el libro, en el caso de la Biblia. “El significado de una palabra no depende de lo que es en sí misma sino de su relación con otras palabras y con otras oraciones que forman su contexto” (7). Esta asociación de palabras y su intención textual son producidas por la autoría de un documento. “Al hablar de la intención del autor, uno no intenta reproducir lo que el autor debe haber estado pensando en un momento dado o por qué escribió. Más bien, el objetivo del intérprete es determinar lo que el escritor quería comunicar a través de los términos que eligió para su mensaje.” (8).

         Para responder a la pregunta de qué es la interpretación literal, este principio de la jurisdicción de la intención del autor da significado y validez al proceso interpretativo en sí. Hay contenido verbal al que se puede y se debe dar coherencia y comprensión (es decir, interpretación correcta). La intención del autor también sirve como una noción limitante de lo que un pasaje bíblico puede significar al demostrar lo que no puede significar. Una buena pregunta para usar al evaluar una interpretación de un pasaje dado es: “¿Es esto lo que la autoría bíblica quiso transmitir?”. Tal principio parecería definitivamente excluir el encontrar a la iglesia en el Antiguo Testamento ya que no se la menciona allí o, más particularmente, el encontrar a la iglesia cumpliendo profecías dadas a la nación de Israel, incluso en un sentido “parcial”. El cumplimiento por parte de la iglesia parecería ser imposible de armonizar con la intención del autor y desterraría al autor del Antiguo Testamento de sus propias palabras y sus intenciones originales de verdad.

[1] ER Craven, “Excursus on Normal Interpretation”, enLange's Commentary on Revelation(Grand Rapids:de Zondervan, 1960), pág. 98.

[2] Roy Zuck,Interpretación básica de la Biblia(Wheaton, IL: Victor, 1991), pág. 147.

[3] A. Berkeley Mickelsen,Interpretando la Biblia(Grand Rapids:Eerdmans, 1963), pág. 5.

[4] Gordon FeeyDouglas Stuart,Cómo leer la Biblia en todo su valor(Grand Rapids:Zondervan, 1982), pág. 27.

[5] Ibíd., pág. 13.

[6] Darrell Bock, “Análisis de palabras del Nuevo Testamento”, enIntroducing New Testament Interpretation, ed. por Scott McKnight (Grand Rapids:Baker, 1989), pág. 102.

[7] Grant Osborne,La espiral hermenéutica(Downers Grove, IL:InterVarsity, 1991), pág. 76.

[8] Bock, “Análisis de palabras del Nuevo Testamento”, pág. 98.


Quinta parte

Hay cuatro principios esenciales que deben tenerse en cuenta para comprender la interpretación literal. En la última entrega de esta serie, analizamos los dos primeros, la naturaleza unívoca del lenguaje y la jurisdicción de la intención del autor. Esta vez, estudiaremos el tercer elemento y luego presentaremos el cuarto y último.

La autoría unitaria de la Escritura

Se afirma comúnmente que la Biblia tiene una “autoría dual” y desde cierta perspectiva esto puede tener algo de verdad. La Biblia tiene autores humanos y un Autor Divino. Pero la dicotomía de la comprensión habitual de la “autoría dual” debe ser cuestionada. Es mejor entender que la Escritura tiene una autoría unitaria (en lugar de una binaria, Divino-humana), lo que resultó en una Biblia unitaria con un aspecto Divino y uno humano. Esto es comparable a las naturalezas Divina y humana en la persona única del Dios-hombre, Jesús de Nazaret. La diferencia entre la palabra bíblica y la Palabra hecha carne es que la Biblia no es una extensión de la esencia Divina. Así como no debemos dividir la persona del Dios-hombre, no debemos dicotomizar la autoría bíblica. Zuck parece hacer exactamente esto al decir: “Al interpretar la Biblia buscamos entender lo que la Biblia dice, no el significado que pretendía el autor humano” (1) 

La confluencia de los participantes divinos y humanos en la autoría de la Escritura es la esencia de la doctrina de la inspiración bíblica. La inspiración es la “influencia sobrenatural ejercida sobre los escritores sagrados por el Espíritu de Dios, en virtud de la cual sus escritos reciben confiabilidad divina” (2). Los autores humanos y el Autor divino estaban en una relación orgánica en la producción de una Biblia inerrante. En cierto sentido, la inspiración es un acto que abarca un proceso y un resultado. La inspiración propiamente dicha, sin embargo, pertenece a los escritos y no a los escritores (2 Tim. 3:16, “Toda graphe [Escritura, escritura, escrito] es theopneustos ”), aunque los escritores obviamente están involucrados y no pueden ser excluidos del panorama.

El valor interpretativo de la autoría unitaria divino-humana de la Escritura a través de la inspiración es que garantiza una identidad entre Dios y el autor humano. Lo que Dios dijo, lo dijo el autor humano; lo que el autor humano escribió, lo escribió Dios. Más particularmente para la hermenéutica o interpretación literal, hay una identidad de significado debido al milagro de la inspiración. Lo que el autor humano quiso decir es lo que Dios quiso decir . Se puede argumentar que se trata de una identidad de significado uno por uno; nada más y nada menos. Véase 1 Corintios 2:13 : “Lo cual [lo revelador] hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales ”.

Esto establece un punto de suma importancia en la interpretación literal. Esta identidad de significado impide decir que el autor humano quiso decir una cosa pero Dios quiso decir otra, o que Dios pudo haber querido decir “más pero nunca menos” que el autor humano. La autoría unitaria produjo una única intención de verdad en cada pasaje de la Escritura, con un significado coextensivo a los participantes divinos y humanos en la autoría.

El lugar de significado basado en el texto

Hasta ahora hemos visto que los idiomas bíblicos (y todos los idiomas humanos) transmiten un significado unívoco, que este significado se basa en la intención del autor y que la autoría unitaria de las Escrituras por medio de la inspiración garantiza una identidad de significado entre los autores humanos y Dios. Todo esto conduce a un cuarto ingrediente de la interpretación literal: el significado debe basarse en el texto.

La intención de la verdad divina-humana del autor de las Escrituras debe estar en las palabras del pasaje. Sólo hay una interpretación o significado correcto de un pasaje y es el que la autoría bíblica pretendía. Y los únicos elementos básicos de esa intención son las palabras que nos han sido dejadas. (El mejor recurso para entender ese significado es un léxico). No se puede hacer que las palabras contengan una carga oculta de significado que no esté en el texto real de un pasaje según lo definido en los puntos anteriores. No puede haber dos o más significados diferentes para las mismas palabras en un texto.

          Por supuesto, hay que reconocer que las palabras de un pasaje pueden tener implicaciones que van más allá de las que se pueden discernir en el texto mismo. Sin embargo, las implicaciones son en realidad complementarias y no deben interpretarse como significados diferentes de las mismas palabras. Por lo tanto, es cierto que el Autor divino conoce más implicaciones de la Palabra de Dios que los autores humanos. De hecho, Él conoce todas esas implicaciones. Los seres humanos ni siquiera son conscientes de todas las implicaciones de su propio discurso, y mucho menos de las de la Palabra de Dios. Sin embargo, todas las implicaciones deben ser coherentes con la intención de verdad basada en el texto de un autor. Deben reproducir de alguna manera verbal o gramaticalmente identificable la intención o idea del texto original del autor.

Por ejemplo, las declaraciones sobre la eternidad de Cristo implican legítimamente su preexistencia, pero la iglesia de la época actual, al parecer, ni siquiera puede ser un cumplimiento implícito de una profecía del Antiguo Testamento dada a la nación de Israel porque no estaría basada en un texto. Tal significado/cumplimiento difícilmente podría ubicarse en el texto del Antiguo Testamento, ni tampoco calificaría realmente como una implicación legítima del Antiguo Testamento, ya que su identificación verbal/gramatical con la intención del texto del Antiguo Testamento es tenue y poco clara, si no totalmente ausente.

[1] Roy Zuck,Interpretación básica de la Biblia (Wheaton, IL: Victor, 1991), pág. 64. 

[2] BB Warfield,La inspiración y autoridad de la Biblia(Filadelfia: Presbiteriano y Reformado, 1948), pág. 131.


Sexta parte

Para repasar brevemente, hay cuatro principios esenciales que debemos tener en cuenta si queremos tener una comprensión adecuada de la interpretación literal. Los primeros tres son la naturaleza unívoca del lenguaje, la jurisdicción de la intención del autor y la autoría unitaria de la Escritura. El elemento final para la interpretación literal es el lugar del significado basado en el texto. Comenzamos a estudiar ese tema en la entrega anterior de esta serie y lo retomamos aquí.

El lugar de significado basado en el texto

La única herramienta legítima para extraer el significado unívoco, intencionado por el autor y basado en el texto de cualquier Escritura dada es la exégesis histórico-gramatical. Cualquier significado que no se pueda obtener mediante una exégesis del texto (las palabras) simplemente no existe. Todos los demás "significados" de ese tipo deben importarse al texto o leerse en el texto desde otra parte, y participan del sensus plenior en alguna forma o grado. El sensus plenior incluye todo supuesto significado que no está basado en el texto, es decir, que no está en las palabras del pasaje. Esto abarca todos los significados, sentidos, cumplimientos múltiples y similares.  El sensus plenior en cualquier forma o forma supone que las palabras pueden asumir algún tipo de vida posterior autónoma de significado nuevo y diferente una vez que han salido del autor. Pero esta vida postautoral después de la muerte es inherentemente inestable y contraproducente porque el significado ampliado debe ser obtenido por alguien, y sus propias interpretaciones, por lo tanto, también están sujetas a expansión y resignificación. La comunicación es, por lo tanto, imposible y el significado se pierde en un laberinto de relativismo y ambigüedad cada vez mayores.

      ¿Cómo se llega al “sentido más pleno” de un pasaje si el significado no está basado en el texto ni fundamentado en la intención del autor, como se ha comentado antes? Parte de la carga de un sentido más pleno es que introduce la necesidad de un método o un instrumento de interpretación que pueda extraer el significado esencialmente diferente de algún lugar externo al texto en cuestión. Puesto que, en este esquema, el significado no está basado en última instancia en el texto y no es en definitiva lo que el autor humano pretendió y escribió, no se puede utilizar la hermenéutica gramatical-histórica normal en el texto en cuestión.

Se puede recurrir a la “guía” del Espíritu Santo para encontrar el sentido más pleno o el significado más profundo de un texto. Es decir, el Espíritu “revela” más o menos lo que Dios quería y sabía, pero que el autor humano no quería ni sabía. Pero esto parece equivalente a una especie de revelación continua y niega en la práctica el concepto de un canon cerrado para esta época.

Un método más conservador y popular para encontrar el significado más profundo es el “enfoque del proceso canónico” de Waltke (1). Este dice que la revelación posterior en el canon bíblico dará el significado que el Autor Divino conocía y pretendía, pero del cual el autor humano era inconsciente. En términos generales, esto significa que el Nuevo Testamento completará los significados y sentidos de un pasaje del Antiguo Testamento. El concepto de “referencias plenarias” de Elliot Johnson parece ser solo una variación del enfoque de Waltke (2). Johnson parece decir que la intención de verdad de un autor bíblico puede terminar teniendo más de un referente en las mismas palabras . Si es así, requeriría que el lugar de estos múltiples referentes esté en otro lugar que en el texto inmediato.

En realidad, este tipo de enfoque sólo traslada el problema a una parte posterior del canon bíblico. Se supone que el significado más completo, más profundo o adicional en la parte posterior del canon está basado en el texto, es unívoco y exactamente lo que el autor humano y el Autor Divino pretendieron y escribieron, incluso si el significado del texto en la parte anterior del canon no lo es. Además, la interpretación gramatical-histórica normal es aparentemente bastante adecuada para la parte posterior del canon, incluso si no lo es para la parte anterior. Todo esto parece altamente inconsistente y lleno de alegatos especiales. ¡Se podría argumentar igualmente a favor de sentidos más completos, más profundos o adicionales y significados múltiples para la parte posterior del canon, que es lo que Orígenes y muchos otros han argumentado a lo largo de los siglos!

El sensus plenior en cualquier forma o con cualquier otro nombre está desprovisto de cualquier concepto objetivo limitante; es decir, el significado de las palabras siempre está abierto.

 

[1] Bruce K. Waltke , “Un enfoque de proceso canónico para los Salmos”, en Tradición y Testamento , John D. y Paul S. Feinberg, eds. (Chicago: Moody , 1981), págs. 3-18.

[2] Elliot Johnson, Expository Hermeneutics (Grand Rapids:Zondervan, 1991), pág. 185. Véase también su ensayo, “Author's Intent and Biblical Interpretation”, enHermeneutics, Inerrancy, and the Bible (Hermenéutica, inerrancia y la Biblia),E. Radmachery R. Preus, eds. (Grand Rapids:Zondervan, 1984), págs. 416-17, yde Walter Kaiser, págs. 441-46.

Séptima parte

Hemos estado considerando cuatro principios esenciales que son necesarios para una correcta comprensión de la interpretación literal: la naturaleza unívoca del lenguaje, la jurisdicción de la intención del autor, la autoría unitaria de las Escrituras y el lugar del significado basado en el texto. A continuación, presentamos algunas reflexiones finales sobre todo el tema que hemos estado estudiando.

Conclusión

¿Qué significan estos factores de interpretación literal para ciertos aspectos de la doctrina dispensacionalista actual? ¿Interpretación? Descartan el doble cumplimiento, el cumplimiento cercano y lejano, algunas profecías que se consideran “genéricas”, (1) la interpretación “tipológico-profética”, los “patrones” de cumplimiento y ciertas formas de “vinculación” indirecta (incluido el “cumplimiento complementario”) entre las profecías del Antiguo Testamento y la era actual. A pesar de las negaciones y los matices en contra, todo esto se acerca peligrosamente a la simple resignificación de un texto. Todo esto viola uno o más de los principios de interpretación literal antes mencionados y da como resultado la confusión entre Israel y la iglesia y otras distinciones en un grado u otro.

Sin entrar en más detalles, algunas de las implicaciones de los cuatro factores de interpretación literal antes mencionados se ven en el siguiente cuadro:


           El uso que el Nuevo Testamento hace del Antiguo Testamento es un campo de estudio complicado, pero sería mejor hermenéuticamente decir que el significado autónomo y textual del Antiguo Testamento nunca es violado ni resignificado en el Nuevo Testamento. Sería más prudente buscar una aplicación o adaptación por parte del Nuevo Testamento del significado textual del Antiguo Testamento. Esto podría ser de manera analógica o principal, como en Hechos 13:46-47 (cf. Is. 49:6), o en 1 Corintios 14:21-22 (cf. Is. 28:11), o en Mateo 2:15 (cf. Os. 11:1), por nombrar algunos. De esta manera, se mantiene la integridad del texto de ambos testamentos. También, se mantiene la integridad del lenguaje humano, junto con las intenciones de verdad de la autoría bíblica.

 

[1] Por ejemplo, el “profeta… como” Moisés en Deuteronomio 18:18 es una serie de individuos que culminaron en Jesucristo, “el Profeta” (Juan 1:21). Esto se aclara en Deuteronomio 18:9-22 , especialmente los versículos 21-22 .