Por J.A. Torres Q. (M.A.)
Una de las características de la exégesis reformada no sólo se fundamenta en la espiritualización de las Escrituras, algo que de hecho no se considera un error, sino, la manera en que, según estos teólogos, Jesús y los apóstoles reinterpretaron el AT. Uno de esos casos, es Gálatas 3:16 que señala: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.” La conclusión reformada señala entonces que, este pasaje concluye que la promesa Génesis 12 aunque fue dada a la descendencia de Abraham y, por ende, a una nación: Israel, su verdadero cumplimiento tiene que ver sólo, con Cristo, pero, además, implica una construcción de un "nuevo Israel". Robert B. Strimple lo dice de la siguiente manera: “Nosotros [los amilenaristas] decimos: Sí, La nación de Israel era el pueblo de Dios en el antiguo pacto. Ahora en el nuevo pacto, la iglesia creyente es el pueblo de Dios. Y así pasamos rápidamente (o pasamos por alto el punto bendito) el hecho de que los cristianos somos el Israel de Dios, la simiente de Abraham y los herederos de las promesas, solo porque por la fe, nos unimos a él, quien es el único, el verdadero Israel, la única semilla de Abraham.”[1]
Ahora bien, esta interpretación no queda aquí, Sam Waldron —teólogo reformado— lleva esta idea a una conclusión elástica, con esto queremos señalar que tanto Strimple y en especial Waldron, llevan el sentido natural y obvio de este texto, a una conclusión que el texto no sugiere ni tampoco, insinúa. Así concluye Waldron: “…Pablo argumenta en Gálatas 3 que Cristo es la verdadera simiente de Abraham y que todos los que están unidos a él son también, simientes de Abraham… Por lo tanto, los gentiles que se acercan a la iglesia, se han hecho nuevos israelitas” (Waldron 2010:162). En otras palabras, Waldron y Strimple, —y la mayoría de los teólogos reformados— no sólo creen que debido a que Cristo ha cumplido con tal promesa, la iglesia ha pasado a ser el verdadero Israel, sino también, algunos como Waldron creen que “Pablo cree que el evangelio puede hacer judíos espirituales de gentiles físicos” (Waldron 2016:168 [así tb. cf. Hoekema[2] 2008:225]). Sin embargo, la pregunta clave aquí es la siguiente, ¿ésta es realmente la intención de Pablo? Aun más, ¿está el apóstol reinterpretando el AT y concediendo que el Israel étnico ya no cuenta, porque tal promesa se cumple en Cristo y ahora el “nuevo Israel” es aquella verdadera descendencia de Abraham? Antes de responder a estas preguntas, vamos a comenzar por el comienzo, esto es, por lo que Dios mismo prometió a Abraham, para luego, examinar con detalle la intención real de Pablo considerando todos los términos que Dios mismo dio por medio de Su Palabra.
Las condiciones de la promesa original
¿Quién prometió a Abraham, qué le prometió? ¿Cuáles fueron los términos de la promesa? ¿Quiénes son los que Dios determinó fueran los receptores de esa promesa, a la luz de los términos preliminares de tal promesa? Por otro lado, ¿en qué consistió la promesa? ¿Qué incluía, tenía términos de caducidad, esto es, eran condicionales? Notemos entonces, los pasajes del AT donde Dios revela sus términos, y qué consistió la promesa de Dios a Abraham, antes de avanzar al NT. Según Génesis 12:7, leemos:
“Y
apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)] daré esta tierra. Y edificó
allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.” |
No podemos pasar por alto que es יְהוָה֙ (YHVH) mismo el que se “aparece” (רָאָה [raah]) a Abraham, no es un ángel o un mensajero. Es YHVH mismo que se aparece (רָאָה [raah]) o se deja ver (nifal) a Abraham. Segundo, el texto señala, que dará una tierra “a tú descendencia”, y YHVH se refiere al singular זֶרַע (zéra)[3] que tiene varios sentidos, entre estos, semilla (Gén. 1:11), semen (Lev. 15:16), pero en el contexto de esta promesa apunta a un linaje, una prole, un grupo familiar (enorme) a una generación étnica que según los términos de la promesa, existirá siempre, según leemos en Génesis 13:15-16. Ahora, no es el único pasaje en donde se menciona esta promesa. Diríamos, Dios no dejó la situación de manera ambigua, sino que la fue aclarando en el proceso de Su revelación. Así nos encontramos con el pasaje aludido en donde no sólo se repite la promesa, sino que los términos de la misma son más aclarados:
“Porque toda
la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)] para siempre. Y haré tu
descendencia [singular זֶרַע (zéra)] como el polvo de la tierra; que
si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia [singular
זֶרַע (zéra)] será contada.” (cf. Sal. 89:4[4]). |
Como es evidente, la promesa contempla no sólo una gran descendencia que no se puede contar, sino también, incluye una tierra. Por supuesto, no podemos pasar por alto que YHVH promete dar a Abraham primero, una tierra (אֶרֶץ [ereṣt]) que según el término se refiere a un “suelo”, un “terreno”, y en este caso, un “territorio geográfico” y segundo, que dicho territorio es עַד־עוֹלָֽם (ad olam) “para siempre” (Gén. 48:4), expresión que se usa de otras promesas de Dios a Israel, como el pacto davídico (2 Sam. 7:14), incluso, del carácter de Dios que no cambia (Gén. 6:3; Éxo. 3:15; 15:18; Deut. 32:40; 1 Cro. 16:15; 1 Sam. 3:13; Sal. 136:4).
Es importante comprender que esta expresión, dependiendo del contexto, puede implicar un sentido temporal como por ejemplo, la durabilidad de un acuerdo (cf. 1 Sam. 20:23), una amistad permanente (cf. 1 Sam. 20:42), sin embargo, en el caso de las promesas incondicionales de Dios, los “para siempre” (עַד־עוֹלָֽם [ad olam]), o los “perpetuamente” (Gén. 48:4 אֲחֻזַּ֥ת עוֹלָֽם [ajuzzat olam] “posesión perpetua”) que se refieren a promesas incondicionales, no dependen o caducan con la muerte de, por ejemplo, una primera generación, sino que permanecen en el tiempo como es el caso del pacto que Dios hizo con Noé (Gén. 9:16 בְּרִ֣ית עוֹלָ֔ם [berit olam] “pacto perpetuo”), y de hecho, el pacto que hizo con Abraham o las promesas que Dios dio a David, que, aunque han sido interrumpidas en la historia, verán su cumplimiento eterno en el segundo David, el Señor Jesús (cf. 2 Sam. 7:14; 1 Rey. 2:45), cuestión que se reitera en el NT en los mismos términos que el AT (cf. Lc. 1:32ss “para siempre”). A medida que va avanzando la historia, los hechos van revelando las dudas de Abraham, por supuesto, humanamente ya estaba en edad avanzada y su esposa Zara también, sin embargo, Dios vuelve a reiterar y asegurar (vino palabra de YHVH) a Abraham que: “No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)].” (Gén. 15:4-5). Hasta aquí se puede observar que la promesa no es una promesa simple, los términos incluyen dar a la descendencia de Abraham una tierra específica, y a su vez, se añaden términos explícitos que incluyen un territorio bajo condiciones únicas (“para siempre”). Pero esto no es todo, Dios sigue expandiendo los términos de la promesa en Génesis 17:7 al 8, donde leemos:
“Y
estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)] después de ti en sus
generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia [singular
זֶרַע (zéra)] después de ti. Y te daré a ti,
y a tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)] después de ti, la tierra en que moras, toda
la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.” |
Como se puede observar en el pasaje anterior, Dios revela a Abraham otro aspecto de su promesa; la relación promesa-pacto y engloba todo lo que ha prometido dentro de las condiciones de un “pacto” que Dios promete dar no sólo a él, sino, a su descendencia, esto es: la promesa de Dios que ya es en sí segura, Dios mismo le añade cláusulas de garantías divinas que revela bajo el término de un pacto. Pero, no cualquier pacto. Nótese, el texto hebreo dice לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם (leberit olám) “pacto perpetuo” (Gen. 17:8). Finalmente, un aspecto más se añade a todos los términos de la promesa, Génesis 22:17 al 18 vuelve a repetir que Dios multiplicará la descendencia de Abraham como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar, añadiendo que “…en tu simiente [singular זֶרַע (zéra)] serán benditas todas las naciones de la tierra…”, de la misma manera, Génesis 26:3 al 4, Dios reitera la promesa, pero ahora, al hijo de Abraham, Isaac, a quien Dios le dice que:
“…a
tu
descendencia [singular זֶרַע (zéra)]
daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a
Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia [singular זֶרַע (zéra)]
como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia [singular זֶרַע
(zéra)] todas estas tierras; y todas
las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente [singular זֶרַע (zéra)]”.
|
Finalmente, Génesis 28:13 al 14 vuelve a repetir los términos de la promesa a Jacob, reiterando los aspectos esenciales del pacto: una descendencia enorme, la posesión de la tierra y la extensión de la bendición para todas las familias de la tierra (gentiles), las cuales añade el Señor, “…serán benditas en ti y en tu simiente [singular זֶרַע (zéra)].”
Si hacemos un recuento de la promesa y lo que Dios prometió en ella, tenemos como resultado el siguiente resumen.
1.
Dios
(YHVH) mismo se apareció (רָאָה [raah])
a Abraham (Gén. 12:7)
2.
Dios
mismo promete a Abraham dar una descendencia (Gén. 12:7) que incluye una gran
prole, un linaje, a la postre, un pueblo (Gén. 13:15-16).
3.
La
promesa incluye un territorio geográfico (אֶרֶץ
[ereṣt]) en heredad perpetua, un suelo, un territorio
geográfico (Gén. 13:15-16; 18:4). Se
reitera la expresión עַד־עוֹלָֽם (ad olam),
“para siempre” (Gén. 17:8) como también, la expresiónאֲחֻזַּ֥ת עוֹלָֽם (ajuzzat olam) “posesión perpetua” (Gén. 48:4; cf. [Sal. 105:6-11]).
4.
Dios
añade a la promesa, otro término contractual incondicional divinamente unilateral
(McDermott
2018:59). Todo lo que ha prometido, queda protegido bajo pacto. La expresión לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם (leberit olam) “pacto perpetuo” (Gén. 17:8 cf. [48:4]). Expresión que
se añaden no en letra chica, sino, en términos de incondicionalidad divina.
5.
Dios
confirma la promesa-pacto a los descendientes de Abraham, reiterando los
términos que incluyen un territorio específico (cf. Gén. 15:4-5; 17:7-8; 22:17-18) bajo los mismos términos de
incondicionalidad לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם (leberit olam) “pacto perpetuo” (Gen. 17:8).
6. Finalmente, Dios reitera la promesa, al hijo de Abraham, Isaac (Gén. 26:3-4), como también, a Jacob (Gén. 28:13-14).
Es importante añadir que todas estas promesas fueron hechas a Abraham y su “descendencia” [singular זֶרַע (zéra)], sin embargo, el patrón que se observa en el AT como una implicancia de la promesa a Abraham, es que por medio de su descendencia serían bendecidas todas las familias de la tierra, el AT reitera varias veces esta idea de que “… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén. 12:3 cf. [Gén. 18:18; 22:18; 26:4; 28:14; Sal. 22:27; 67:2; 72:17; Jer. 33:9; Isa. 49:6, Hec. 3:25]). Pero esto no es todo, en la medida que el AT va desarrollando, también va revelando que un día aún Egipto y Siria —enemigos históricos— serán alcanzados por medio de su relación con pacto prometido a Abraham (cf. Isa. 19:24-25). Jeremías también profetizó que un día todas las naciones reconocerán que Dios ha hecho bien a Jerusalén señalando: “Y me será a mí por nombre de gozo, de alabanza y de gloria, entre todas las naciones de la tierra, que habrán oído todo el bien que yo les hago; y temerán y temblarán de todo el bien y de toda la paz que yo les haré.” (Jer. 33:9). Como señala el profesor McDermott, “¿vez el patrón? El propósito del pacto de Abraham y su descendencia era bendecirlos para que bendijeran al mundo” (McDermott 2018:61).
El contexto de Gálatas 3:16
Un versículo aislado de su contexto, como se ha dicho y de conocimiento general, es un pretexto que siempre deriva en interpretaciones deficientes. En consecuencia, si queremos comprender qué es lo que Pablo quiso decir en Gálatas 3:16, y aún más, si las interpretaciones reformadas de este versículo son correcta o simplemente son ideas alegóricas, debemos comprender cuál es el papel de este versículo en su perícopa y de hecho, el argumento de toda la epístola. En primer lugar, la epístola de Pablo a los Gálatas revela un ataque directo de parte de ciertos “cristianos” judaizantes en tres sentidos. Primero, las obras estaban siendo consideradas por estos como necesarias para la salvación. Segundo, Pablo estaba siendo acusado, algunos decían que no era un apóstol genuino y que el evangelio que él enseñaba estaba incompleto (Ryrie 2011:1648). De allí que Pablo les llama la atención fuertemente y desde el principio de la carta (cf. Gál. 1:6-9). Tercero, el apóstol se ve en la necesidad de defender su apostolado (Gál. 1:11-24; 2:1-10) y por sobre todo, explicar y refutar el pensamiento judaizante tocante al evangelio y la fe que lleva a la salvación.
Como puede notar el lector atento, el tono de Pablo no es suave (4:20) por eso escribe “!Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad?” (Gál. 3:1). De manera muy similar a la epístola a los hebreos, la cuestión tenía que ver con la suficiencia de Cristo y la justificación; por eso el texto añade “…¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?” La tensión no estaba en la duda (¿será Cristo suficiente?) sino, una idea mucho más herética, ¡Cristo no es suficiente, el evangelio de Pablo es incompleto! (Gál. 1:6-9). De hecho, el apóstol tuvo que confrontar fuertemente al mismo apóstol Pedro —y cara cara— a causa de la hipocresía de este (Gál. 2:11-14), conducta arrastró a Bernabé en el asunto (Gál. 2:13). Ahora, la argumentación, refutación y explicación de Pablo referente a la toda esta amenaza comienza desde 2:15 al 21, pero sigue con un preámbulo exhortativo fuerte en 3:1 (¡Oh gálatas insensatos!) para terminar en el capítulo 3, explicando el error anatémico en el que estaban cayendo algunos de los miembros (cristianos judíos) de las iglesias en Galacia.
Así llegamos a la perícopa (3:1-29) en la que gálatas 3:16 debe comprenderse. El primer concepto es, Cristo es suficiente (3:1), ninguna obra es necesaria añadir, pues, somos justificados sólo por la fe en Jesucristo (2:15-21), es inútil guardar los días los meses y los años (4:10) e insistir neciamente en la supuesta necesidad de circuncidarse (5:1s) y peor aún, permanecer en la ley (4:21) creyendo que es algo obligatorio para la justificación. Segundo, después de una serie de preguntas retóricas (3:2-4) Pablo refuta la idea judaizante de confiar en las obras de la ley (3:5) considerando tal idea herética y necia; es más, un camino de retorno a la esclavitud (Gál. 5:1s). Para argumentar esto último, Pablo al igual que en la epístola a los romanos (Rom. 3:21-31; 4:1-25; 5:1-2) recurre al ejemplo de Abraham (3:6-9) como el ejemplo rector de la fe. Abraham creyó a Dios y sólo su fe —no su fe más las obras— fue lo que Dios contó como justicia (3:6). Así, quienes son los verdaderos hijos de Abraham no son aquellos judíos que creen en el evangelio, y además, en guardar la ley. Mucho menos, los que sólo son étnicamente judíos (cf. Jn. 8:33s). Aquí Pablo comienza a pavimentar el sentido de Gálatas 3:16 no sólo para los judíos creyentes, sino también, para aquellos gentiles que eran miembros de las iglesias de Galacia que de algún modo concreto estaban siendo confundidos por los cristianos judaizantes. La respuesta de Pablo vuelve nuevamente a las Escrituras, señalando a sus auditores que Dios anticipando que los gentiles serían justificados sólo por la fe, explicó de qué manera las otras familias de la tierra de Génesis 12:3 llegarían a ser bendecidas en Abraham; el argumento central de Pablo entonces, comienza a tomar curso aquí.
Siguiendo el hilo de Gálatas 3:6-9 Pablo ahora advierte a los gálatas sobre las consecuencias de ignorar la suficiencia de Cristo, dependiendo, además, de las obras de la ley. En este sentido Pablo es nuevamente radical y firme: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.” (Gál. 3:10). ¿Quieren confiar también en las obras de la ley? Entonces están malditos y sólo les espera la perdición, pues, ¿son ustedes capaces de cumplir la ley? ¿Pueden hacer algo que sólo Cristo logró de manera perfecta? Esta es la razón del por qué los creyentes tanto gentiles como los incitadores judíos judaizantes debían entender que la única forma de ser justificado, era por medio de la fe. De hecho, Dios ya lo había anticipado en las Escrituras, porque por medio de la ley —argumenta Pablo— ninguno se justifica para con Dios, y esto es evidente —añade Pablo citando Habacuc 2:4— porque “…el justo por la fe vivirá” (Gál. 3:11).
Confiar en la ley como un elemento salvífico entonces, es lo más necio que alguien puede hacer (3:3), más cuando Cristo tomó nuestro lugar y fue hecho maldito siendo colgado en una cruz y no por algún pecado que hubiera cometido (Gál. 3:13), sino, porque cargó en él, nuestros pecados redimiéndonos eficazmente y de una vez por todas (cf. Heb. 9:11-12) por su impecabilidad perfecta ante Dios (1 Ped. 2:22), de manera que, si conoció el pecado, fue debido a que, al sustituirnos en la cruz, debía representar a todos los que pecamos cargando en su cuerpo nuestros pecados; debido a ello, —siendo sin pecado— se hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Cor. 5:21). De algún modo entonces, Pablo con un tono de ruego, enojo y urgencia estaba diciéndoles a los gálatas: si Cristo es el Gran Sumo Sacerdote, Santo, Inocente, Inmaculado, Apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos (Heb. 7:26) ¡no necesitamos más que a él! ¿Quieren alcanzar las bendiciones que Dios dio a Abraham? Entonces, Cristo es suficiente. No precisamos guardar las obras de la ley, por el contrario, sería una necedad. Sólo Cristo es suficiente, porque por medio de su sacrificio, uno definitivo (Heb. 9:11-12; 24-26) hizo perfectos a los que creen en él (Heb. 10:14). ¿Cuál es la idea esencial de Pablo entonces?
El significado de gálatas 3:16
Notemos en los siguientes puntos, una explicación rigurosa de este versículo, teniendo en cuenta todo lo que ya hemos observado.
1. La primera pregunta que se debe establecer para entender el sentido del texto es: ¿está Pablo en gálatas 3:16 hablando en términos eclesiológicos o soteriológicos? Aunque escribe a las iglesias de Galacia, el asunto es esencialmente soteriológico, el hilo rojo tiene que ver con que nuestra posición soteriológica que tenemos ἐν χριστῷ “en Cristo” (Gál. 1:22), lo cual se ha producido sin las obras de la ley (cf. Gál. 1:6-9; 2:15-18; 5:16). Dicho en otras palabras, ¿cómo llega a ser salvo el judío como el gentil? La respuesta de Pablo: sólo por la fe en Jesús (cf. Gál. 2:15-17; 3:23-27). Esta es la razón del por qué el apóstol señala que, en Jesús, no hay judío ni griego, esclavo ni libre, como tampoco, varón ni mujer, pues, todos —soteriológicamente— somos uno en Cristo (Gal. 3:23-29). No hay ningún indicio en este pasaje de que se eliminan las distinciones étnicas, culturales, como las distinciones de sexo. Esto es, tanto el judío como el gentil, el libre y el esclavo, tanto la mujer como el varón, todos, ante Dios, aunque tienen diferentes roles, “en Cristo” somos soteriológicamente iguales: pecadores perdonados (cf. Rom. 14).
2. Segundo, antes de explicar 3:16 —una explicación intercalada (τῷ δὲ [3:16a])[5]— Pablo hace algo importante en 3:15 para que su audiencia no mal entienda la explicación que va a dar sobre la “simiente”; ya ha recordado a su audiencia —en términos humanos— la honorabilidad de los pactos y el hecho de que cuando son “ratificados”, nadie los puede invalidar o añadir (condiciones) (3:15). De esta manera, Pablo prepara el terreno para aclarar el versículo 16 el asunto de la simiente. Como señala el profesor Beyer, “…Pablo presenta un ejemplo de la vida cotidiana, del área legal. Quiere facilitar la comprensión y enfatizar la verdad: si esto es así en la esfera humana ¡Cuánto más es verdad en la esfera divina!” (Beyer 2009:187). La primera idea entonces es: Cristo no vino a cambiar los términos de la promesa, por el contrario, vino a ratificar la promesa, pero no sólo esto, vino para llevarla a su máxima expresión soteriológica. Por ello Pablo añade “…cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos…” (Gál. 4:4-5). Pablo no puede ser más claro, los judíos dudosos y aun, los judaizantes no solamente se equivocan rotundamente —estos últimos— pervirtiendo (μεταστρέψαι [Gál. 1:7]), el evangelio, peor aún, se engañan a sí mismo añadiendo a lo que es completo “poniendo al lado” (παρ᾽ ὃ εὐηγγελισάμεθα [1:8]) del evangelio obras ineficaces de la ley (cf. Gál. 4:8-11). Muchos estaban siendo llevados por los judaizantes a desconfiar de la obra de Cristo (“Vosotros corríais bien…” 5:7) olvidando que él, justamente, vino a redimirlos de la infructuosidad y esclavitud de la ley (Gál. 5:1-4), en efecto, la ley era sólo un ayo ético normativo (Gál. 3:34s), nunca tuvo un poder inherente para reforma el corazón del judío, como también, del gentil. Ahora, ¿a qué se refiere Pablo con lo que señala en 3.16? Así se lee:
“…a Abraham fueron hechas las promesas y a
su simiente [σπέρματι singular
de σπέρμα]. No dice: Y a las simientes [σπέρμασιν
plural de σπέρμα], como si hablase de muchos, sino como de
uno: Y a tu simiente [σπέρματι
singular de σπέρμα]
la cual es Cristo?” (Gál. 3:16) |
1. Tercero, lo primero que notamos en el versículo, —como lo afirma el profesor Beyer— es que Pablo toma las Escrituras en forma literal (Beyer 2009:189). De algún modo concreto, Pablo confirma el AT relativo a lo que allí se dice tácitamente sobre el singular “descendencia” (זֶרַע [zéra]) y el apóstol lo recalca claramente: la bendición dada por Dios a Abraham fue dada a su σπέρματι (spérmati) singular de σπέρμα (spérma) “simiente”. Ahora, aparentemente aquí pudiera haber una tensión, pues, ¿acaso la primera generación y la segunda y así, no experimentaron las bendiciones del pacto que Dios hizo con Abraham? La respuesta es sin duda positiva; la descendencia directa de Abraham sí experimentó las bendiciones preliminares de las promesas hechas a Abraham (זֶרַע [zéra] “prole”, “linaje” [Gén. 12:7; 13:15, 16; 15:5, 18; 17:8-10; 22:17,18; 26:2-3]). Sin embargo, tanto el AT como Pablo, saben que el término singular “simiente” puede implicar un singular unitario, pero también, colectivo (cf. Gén. 4:25) (Vlach 2024:304).
2. Cuarto, es claro en la historia del pacto y las promesas ligadas al pacto abrahámico que ha tenido un cumplimiento progresivo y colectivo en los creyentes del AT, por supuesto; primero, los hebreos se multiplicaron tal cual la promesa lo decía (Gén. 22:17-18) y en Génesis 21:12, 24:7, 26:3 al 4 Dios reitera la promesa a Isaac; en Génesis 28:1-4, 13 al 14 la vuelve a repetirla a Jacob, reiterando los aspectos esenciales del pacto: una descendencia enorme, la posesión de la tierra y la extensión de la bendición para todas las familias de la tierra (gentiles), las cuales añade el Señor, “…serán benditas en ti y en tu simiente.” Y aún más, vuelve a repetir la promesa a Jacob, pero ahora, para יִשְׂרָאֵל (yisrael) “Israel”, padre de la nación (cf. Gen. 35:9-13). De hecho, en las condiciones del pacto, los extranjeros también fueron considerados por medio de la señal del pacto (cf. Gén. 17:12), la circuncisión, práctica que muchos años después sería la piedra de tropiezo de los propios judaizantes (cf. Hec. 15; Gál. 5). Promesas dadas por Dios a Abraham de manera incondicional bajo términos no caducables. “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.” (Gén. 17:7). La expresión לִבְרִ֣ית עוֹלָ֑ם (leberit olam) “pacto perpetuo” (Gén. 17:8 cf. [17:19; 48:4]), —como se ha dicho ya— nos recuerda que no se trata de un pacto temporal. Entonces, si la promesa explícitamente implicaba una descendencia que en parte experimentó las bendiciones del pacto, ¿por qué Pablo dice que la “simiente” es Cristo? ¿Está Pablo contradiciendo a Moisés? Ya notamos que Pablo toma literalmente la promesa de la singularidad del término “descendencia”. Sin embargo, en vista que la promesa fue hecha a la descendencia de Abraham, ¿significa ahora que el judío queda excluido de ella? ¿Significa que Israel como descendencia directa y completa de Abraham ha quedado afuera debido a que la simiente finalmente era Cristo, y por ende, los que estarían en Cristo? Notemos el último punto con algunas explicaciones más sobre lo anterior.
3. Quinto, ahora, —y ya lo hemos aludido— lo primero que Pablo hace con intención retórica[6], es enseñar que, aunque la idea de “simiente” (singular) tiene sentido singular, también tiene sentido colectivo (cf. Rom. 4:8; Hec. 7:6; 2 Cor. 11:22; así también Sproul[7], Bilkes[8], Mcknight[9], Shreiner[10], Beyer). Esto, en primer lugar, descarta la idea de que la descendencia física de Abraham —incluyendo el Israel actual— ha dejado de tener derecho a las promesas del pacto y por cierto, a la idea de que las promesas en sus términos originales han caducado, lo que incluye la tierra prometida a la posteridad de Abraham. Esto se debe al hecho de que “simiente” no excluye la aplicación colectiva. El profesor Millos comenta: “…el significado de la palabra σπέρμα, simiente, que tanto en griego como en hebreo es un sustantivo colectivo, de modo que no se necesita el plural para referirse a más de una persona, como ocurre, por ejemplo, con gente. En hebreo la palabra zerah, tiene significado colectivo o múltiple en muchas ocasiones (cf. Gn. 15:5; 16:10; 22:17; 46:6; 2 R. 11:1; 2 Cr. 20:7; Mal. 2:15). Igualmente σπέρμα en griego tiene también, en muchos lugares, el sentido de colectividad (cf. Mt. 22:24; Hch. 7:6; Ro. 4:18; 2 Co. 11:22).” (Millos 2013:313s). ¿Qué quiere decir esto último que, de hecho, aún es reconocido por “algunos” teólogos reformados? Notemos el siguiente punto.
4. Sexto, respondiendo a lo anterior, la simiente en el plan de redención eficaz e incluso previsto como notablemente lo señala el profesor Beyer, sí, “es Cristo”, sin embargo, Pablo aterriza el concepto al sentido final de la promesa, final en el sentido que no se trata solamente que tal simiente prometida se reduce a una sola persona, el sentido final es: Cristo es la garantía total del cumplimiento cabal del pacto, de manera que la simiente es Cristo, pero también, es “en Cristo” (Beyer 2016:189), esta última expresión repetida varias veces en el NT revela el sumun bonun de las promesas hechas a Abraham que traería el descendiente por excelencia de Abraham, Isaac, Jacob y David. Lo que hace Pablo entonces, es simplemente contemporizar a su audiencia con el arreglo definitivo de parte de Dios de la máxima bendición del pacto, por medio del mismo medio por el cual se hacían efectivas las promesas progresivas del pacto en los primeros beneficiarios creyentes (remanente), esto es, por medio de la fe en Dios, pero ahora, por medio de esa misma fe depositada en la simiente santa de Abraham, Cristo, y sólo Cristo, el hijo de David. En otras palabras, quien llega a experimentar las bendiciones del pacto hoy, —al igual que en el AT— son los creyentes, no los que corren (Rom. 9:16), tampoco los que pretende seguir guardando la ley apelando a la estirpe de Abraham (cf. Jn. 8:31-47) mucho menos, los que creen que por la consanguineidad sanguínea tienen un derecho directo a las promesas, ignorando a Cristo. El argumento de Pablo es netamente cristocéntrico: sino no estás “en Cristo” (cf. Rom. 3:24; 6:23; 8:1; 1 Cor. 1:2; 15:22), no eres heredero de Abraham, aunque seas judío. Y Pablo lo expresa de manera similar en 3:29 diciendo a judíos y gentiles en términos de incondicionalidad que sí, si ustedes son “de Cristo” (Gál. 3:29) indudablemente son linaje de Abraham. A.T. Robertson lo explica bien: “…la promesa a Abraham emplea sperma como sustantivo colectivo y se aplica a todos los creyentes (tanto judíos como gentiles) como Pablo lo ha expuesto en los versículos 7 y 14, y como naturalmente, lo sabía perfectamente.” (Robertson 2003:490).
En otras palabras, no hay indicio en Gálatas 3:16 que Pablo esté espiritualizando el AT, pues la idea de ser linaje de Abraham tiene que ver con un asunto de fe y por, sobre todo, de cambio del corazón por medio de la regeneración disponible en Cristo a través del evangelio. Abraham no siendo hebreo, llegó a ser el padre de la “fe” (2 Cor. 5:17), por ello en otro lado el apóstol enseña que, si alguno está “en Cristo” no dice, en un nuevo hebreo se ha trasformado, o, en un nuevo judío espiritual se ha convertido, sino, en una nueva criatura; sea un judío étnico o un gentil griego o romano, en términos soteriológicos, sólo se es salvo por medio de la fe en Cristo y estar posicionalmente “en Cristo”. Y Pablo mismo lo dice en la misma epístola, enseñando a todos —incluidos aquellos judíos dudosos y judaizantes— que todos sois hijos de Dios por la fe “en Cristo” Jesús (Gal. 3:26), así que, —añade Pablo— todos los que habéis sido bautizados “en Cristo”, “de Cristo” estáis revestidos (Gál. 3:27; cf. [Rom. 9:3; 16:1, 16; 1 Cor. 6:15; 12:27; 15:23; 2 Cor. 2:15; 3:3; 10:7; Heb. 3:14]). Por esta razón, soteriológicamente, ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno “en Cristo” Jesús (Gal. 3:28), pues “en Cristo” señores judaizantes, ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe “en Cristo” que obra por el amor, no por la ley (Gál. 5:6; 6:15). Este es finalmente el argumento. No hay indicios en la argumentación de Pablo de que el creyente gentil, por ejemplo, ahora por la fe se puede convertir en un judío espiritual como señala Waldron o que ahora, la iglesia se ha transformado en el nuevo Israel.
5. Séptimo, no cabe duda que todo lo anterior está tomando en cuenta la problemática del contexto de las iglesias de galacias, pues, el contexto de la epístola evidencia un claro mal entendimiento y aún más, un peligroso mal entendimiento por parte de los judíos que eran parte de la congregación. Por supuesto, no de todos los judíos cristianos, sino, de aquellos que insistían en guardar aspectos de la ley como algo necesario para la salvación (v. Gál. 1:6-9; 3:1ss; 4:8-11). Lo cual, de manera directa, era una vuelta a la esclavitud (5:1ss). El argumento de Pablo al señalar que la simiente es Cristo, era una primera estocada para los judaizantes que pensaban que ellos tenían cierto privilegio debido a su linaje y su relación física con Abraham. La respuesta de Pablo es: Sí, la promesa fue dada a Abraham y sus descendientes, y a la postre a Israel, pero, tal bendición incondicional nunca fue dada en primer lugar, a los descendientes físicos de Abraham, sino, a los descendientes físicos creyentes de Abraham (Beyer 2009:189). O sea, a los judíos creyentes, pero también, a los gentiles creyentes.
Esto es lo que ha estado diciendo en el contexto. Y de hecho, sucedió en la historia del AT muchas veces. Los incrédulos del pueblo siempre perecieron, pero el remanente de siempre, —hebreos piadosos— disfrutaron de la salvación e implicancias de la promesa dada a Abraham. Lo mismo ocurre en el NT en el caso de sus propios apóstoles, Juan el Bautista, María, Elizabeth (Lc. 1:36-56), Zacarías (Lc. 1:67ss), Simeón (Lc. 2:25s), Tito, Timoteo, Priscila, Aquila, el mismo Pablo entre muchos otros en la iglesia primitiva. En otras palabras, todos los piadosos y creyentes judíos del AT como los de NT comenzando con Abraham fueron justificados no por guardar la ley, sino por fe en Dios, los del AT, creyeron a Dios y su fe les fue contada por justicia, sin embargo, venido Cristo, los creyentes llegan a ser justificados no por una cuestión de nacionalidad, sino, sólo por fe en Cristo, lo que incluye a cualquier gentil que cree en Cristo (cf. Rom. 4:1-25; Gál. 2:15-21), algo previsto por el salmista: “Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.” (Sal. 72:17).
6. Finalmente, ¿en qué se convierte un gentil que cree, en un judío espiritual? Aquí es donde usted puede observar que la interpretación reformada “infiere” ideas que no señala el texto, ni tampoco, propone. Como notamos al principio, Waldron está en lo cierto en parte solamente, por supuesto, Cristo es la simiente —Pablo lo está diciendo— y “…todos los que están unidos a él son también, simientes de Abraham…” (Waldron 2010:162). Pero, el error de Waldron y otros, es asumir e inferir que como Cristo es la simiente de Abraham, entonces, nosotros los gentiles heredamos ahora, todas las promesas del pacto que Dios hizo con Abraham, pues Israel étnico ya fue desechado por Dios. Pero aún más, la inferencia de Waldron es aún más equivocada por que concluye que: “Por lo tanto, los gentiles que se acercan a la iglesia, se han hecho nuevos israelitas” (2010:163). Si el lector atento ha logrado captar el argumento de Pablo en 3:16, en su contexto directo y de hecho, considerando la problemática de la carta, jamás notará que Pablo sugiera algo parecido a lo que dice Waldron. Por el contrario, lo que sí es exegético, es que los gentiles que se acercan a la iglesia, siguen siendo gentiles, pero ahora, se han convertido en “gentiles creyentes”, no existe sugerencia alguna en las líneas del apóstol de que —como asegura Waldron— “Pablo cree que el evangelio puede hacer judíos espirituales de gentiles físicos” (Waldron 2016:168). Esto último no sólo es una inferencia, sino también, una presunción.
Lo mismo a la inversa, los judíos que se acerca a Cristo, no dejan de ser judíos, sino que ahora por la gracia de Dios son “judíos creyentes”, ya no más, judíos judaizantes, esto es lo mismo que Pablo argumenta en Romanos 9:6, también, erróneamente interpretado por los teólogos reformados. Esta es la razón del por qué también Pablo al final de esta epístola se refiere al “Israel de Dios” (Gál. 6:16), no como una alusión a la iglesia, sino, como una mención especial a aquellos miembros de las iglesias que eran judíos étnicos, pero que habían comprendido que su justificación no estaba basada en su condición de judíos étnicos, sino, por medio de la fe sola y por estar “en Cristo”. El texto aludido —también mal interpretado por el ala reformada— es claro en distinguir lo que Pablo mismo distinguió. “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Cor. 10:32).
Conclusión
Teniendo en cuenta todo lo anterior, vale la pregunta, ¿de dónde surge la idea de Waldron de que ahora los cristianos se convierten en “israelitas espirituales”? O aún más, ¿de qué parte del texto Pablo sugiere que Israel como pueblo escogido a la luz de las mismas promesas incondicionales hechas a Abraham, ya no corren porque ahora tiene un cumplimiento espiritual en la iglesia que supuestamente, es el “verdadero Israel”? A lo menos dos razones observamos con claridad. Primero, la inercia de la teología del reemplazo no deja de estar presente detrás de la escena y, en segundo lugar, la falta de rigurosidad exegética de algunos teólogos reformados, en especial, en casos como Waldron, lo que implica una exégesis superficial del texto. Esto incluye la falta de atención al tipo de argumentación que Pablo está utilizando. Por ejemplo, Pablo es habitualmente ordenado cuando escribe, usa preámbulos, epílogos, plurales retóricos (1 Tes. 1:2), plurales editoriales (1 Tes. 5:12,14). Pero aún más, los teólogos estudiosos del pensamiento paulino señalan que Pablo exhibe en sus epístolas la retórica[11] derivada de estos teóricos griegos. Además de lo anterior, Pablo utiliza términos provenientes del lenguaje jurídico[12], deportivo y del mundo militar. También es común la utilización de estructuras literarias, por ejemplo, la diatriba, empleada por los filósofos estoicos que, consiste en hablar haciendo preguntas que el lector se responde a sí mismo, llegando a una conclusión predeterminada (cf. Rom 3:27-30; 5:12-21; 6:1-3; 9:14-27). Igualmente, usa procedimientos retóricos usados en las escuelas de su tiempo, como la comparación simple (Gál 4:14), la metáfora (Gál 5:1), la alegoría (Gál 4:21 –31), la metonimia (Gál 5:11), la sinécdoque (Gál 1:16), las hipérboles (Gál 1:8) y la ironía (Gál 4:18). Así también, utiliza con mucha frecuencia lo que se llama paralelismo semítico, como también, citas de autores contemporáneos (Menandro, Epimerio)[13]
Teniendo en cuenta todo lo que se ha dicho hasta aquí, es necesario preguntarnos, ¿estaba Pablo reinterpretando el AT, estaba espiritualizando las palabras de Moisés? El profesor Millos —citando a Juan Leal— de manera breve responde: “Siguiendo el método rabínico, en que se había formado, Pablo arguye de un por menor gramatical del texto de los LXX: καὶ τοῖς σπέρμασιν. En Ro. 4:13, 16; 9:7s; toma este mismo singular en sentido colectivo y lo aplica a toda la posteridad de Abraham”[14]. Pero no solo Leal nos da luz al respecto. Comentando el mismo pasaje (Gál. 3:15-18) Barclay escribe:
“Cuando leemos pasajes como este y el próximo,
tenemos que recordar que Pablo había estudiado la carrera de rabino, y era un
experto en los métodos escolásticos de las academias rabínicas. Sabía hacer
uso de sus métodos de razonamiento, que serían perfectamente consecuentes
para un judío, por muy difícil que nos resulte a nosotros entenderlos… Los
rabinos eran muy aficionados a usar razonamientos que dependieran de la
interpretación de una palabra aislada; erigían toda una teología sobre una
sola palabra. Pablo toma una palabra de la historia de Abraham, y levanta un
razonamiento sobre ella. Como la antigua versión Reina-Valera traducía Gen 17:7-8, Dios le dijo a Abraham: «Y
estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu simiente después de ti,» y dice de Su
herencia: «Y te daré a ti, y a tu simiente después de
ti.» (Simiente se traduce más
claramente por descendiente;
las revisiones
posteriores de la Reina-Valera ponen descendencia). El razonamiento de
Pablo se basa en que simiente se usa en singular y no en plural; y
que, por tanto, la promesa de Dios no se refiere a una gran multitud de
gente, sino a un único individuo; y -razona Pablo-, la única
Persona en Quien
el pacto encuentra su consumación es Jesucristo. Por tanto,
el camino a la paz con Dios es el de la fe, que fue el que siguió Abraham; y
nosotros debemos recorrerlo mirando a Jesucristo por la fe.” (Barclay) |
F.F. Bruce también añade que no es necesario problematizar la insistencia paulina en que el texto bíblico tiene σπέρματι (singular) y no σπέρμασιν (plural). En esencia, este argumento se expresa adecuadamente señalando que el texto bíblico utiliza un singular colectivo («descendencia») que puede referir a un sólo descendiente o a muchos. En el primer caso, remite a un único descendiente, Cristo, por el cual la bendición prometida llegaría a los gentiles (Bruce 2004:239). Concluimos con Diprose, “… que este pasaje no alude a que la Iglesia sustituya a Israel. Más bien, el propósito de Pablo aquí, como en otras partes de Gálatas, es demostrar a sus oponentes judeocristianos, así como a los gálatas influenciados por sus enseñanzas, que tanto los gentiles como los judíos se convierten en herederos según la promesa al depositar su fe en Jesús el Mesías (cf. Hechos 15:10-11)” (Diprose 2000:39).
Dos cuestiones más que creemos son necesarias mencionar. Primero, Pablo nunca sugiere o insinúa que la iglesia es el nuevo Israel, ni en gálatas, ni en otra parte de sus epístolas. De hecho, la expresión “el Israel de Dios” de 6:16 confirma todo el argumento de la carta, pues, había un segundo grupo de judíos en la misma, aquellos que siendo judíos comprendieron que la salvación no podía contemplar las obras de la ley, sino, solo la fe sola en Cristo el Señor, con justa razón Pablo hace la distinción en este versículo bendiciendo a todos los que ande conforme a la regla de la fe, así dedica paz y misericordia a ellos, “y” al Israel de Dios. Pero aún más, Pablo comprende muy bien la universalidad del pacto abrahámico (Gén. 12:1ss → Gál. 3:8, 14) que el cumplimiento en Cristo (Gál. 3:16) no fue un cambio de última hora que vino a modificar los términos originales, estaba previsto por Dios mismo (Gén. 3:15 → Rom. 16:20) que Cristo naciera bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley (Gal. 4:4-5) para que tanto, judíos como gentiles recibiesen la adopción de hijos por medio de lo que la ley no podía proporcionar, un nuevo corazón sin que esto afectará las particularidades de ambos “pueblos” (Gal. 3:28-29). En otras palabras, en ningún caso quedan en entre dicho las promesas faltantes del pacto abrahámico a Israel, que incluyen, la posesión de la tierra (Gén. 13:15-16; 17:8; 18:4) que, aunque ha sido interrumpida, fue dada en términos divinos de incondicionalidad, de allí la expresión “heredad perpetua” (Gén. 48:4; cf. [Sal. 105:6-11]) lo cual el NT sin repetir, recalca que, sigue siendo una posesión irrevocable, diríamos también, anti-espiritualizable (Deut. 10:14; Sal. 37:11 cf. Mt. 5:5; Isa. 57:3; Sal. 105:6-10; Rom. 9:7-10, 11-15). Por ello Pablo señala que, aun siendo enemigos de Dios, siguen siendo sus hermanos, y que ellos aún les pertenecen las promesas, y Pablo es específico al respecto, “…mis parientes…que son israelitas, a quienes pertenecen la adopción, la gloria, los pactos, la promulgación de la ley el culto y las promesas” (Rom. 9:2-4 LBLA). Y la razón de fondo, es aún más tácita en el NT. Dios los sigue amando, pues “…lo que Dios da, no lo quita, ni retira tampoco su llamamiento” (Rom. 11:28-29 DHH). Lucas así también lo creía usando el presente verbal cuando escribió: “Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: En tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra.” (Hec. 3:25), por eso el Señor dijo a una audiencia esencialmente judía: “Bienaventurados los mansos porque ellos heredaran la tierra [τὴν γῆν]…” (Mt. 5:5) y Pablo vuelve a preguntar, “¿Ha desechado Dios a su pueblo?” y responde “En ninguna manera.” (Rom. 11:1). Y de hecho, como sabemos, es aún más taxativo: “No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció.” (Rom. 11:2). El capítulo al que estamos aludiendo, no puede ser más claro, Dios no ha desechado a Su pueblo, Israel, de hecho, está tratando con ellos aún y los restaurará cuando el Señor vuelva (Rom. 11:15). De hecho, el apóstol advierte a los arrogantes duramente “…no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti.” (Rom. 11:18), pues Dios no perdonó a los incrédulos de Israel, algo que debe traer no sólo temor a los gentiles, sino también, honor por aquellos que Dios eligió, más cuando explícitamente el apóstol enseña que Dios los volverá a injertar (Rom. 11:23-24), cuando el mismo Señor los restaure a sus posesiones prometidas bajo los términos del nuevo pacto (Rom. 11:25-27).
Entonces, si el texto en Gálatas
3:16 en ninguna parte señala que la iglesia se ha convertido en el “nuevo
Israel”, y aun más, que un gentil —como asegura Waldron— se convierte en un
judío espiritual, ¿de dónde surgen estas ideas? Son dos las razones de esta
espiritualización del texto, primero, el peso de la teología del reemplazo
sigue prevaleciendo en la teología reformada; aunque se niegue, los argumentos
son los mismos de siempre y esto, en desmedro de la exégesis obvia del texto y
segundo, el efecto necesarista de este, la falacia de generalización
apresurada. Esto es, añadir al texto una conclusión elástica que consiste en extraer
o añadir una conclusión insustancial a partir de pruebas insuficientes e
inexistentes en el texto. Una generalización apresurada, es aquella que
concluye que “Juan es alto y rápido, que María es alta y rápida, por lo tanto,
todas las personas altas son rápidas.” La esencia de esta falacia argumentativa
es notoria en la argumentación de Strimple cuando señala que Gálatas 3:16 enseña
que el hecho de que Cristo sea el único cumplimiento de la simiente, los que
están en Cristo no sólo son creyentes, sino que ahora, “…somos el Israel de Dios, la simiente de Abraham
y los herederos de las promesas… el verdadero Israel, la única semilla de
Abraham.” (Strimple en Riddlebarger 2013:256), y peor aún, que
debido a que los gentiles creyentes “…se acercan a la
iglesia, se han hecho nuevos israelitas” (Waldron 2010:162). Queda en
evidencia que la interpretación reformada de Gálatas 3:16 no resiste un examen
riguroso del texto, su contexto y aún, el de la misma epístola.
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[1] Robert B. Strimple en Kim Riddlebarger 2013. A Case for Amillennialism: Understanding the
End Times, pág. 256.
[2] Hoekema comentando
Gálatas 6:16 concluye —como es habitual en la interpretación reformada— que “el
Israel de Dios” se refiere a la iglesia, por lo tanto, la iglesia concluye es
el verdadero Israel; luego señala que las promesas hechas a Israel, se cumplen
en la iglesia del NT (Hoekema 2008:224s, 226).
[3] Swanson, J. (2014)
Diccionario de idiomas bíblicos: Hebreo. Bellingham, WA:
Lexham Press.
[4] “Para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones.”
[5] Beyer señala que
este (vs. 16) es un pensamiento intercalado, un paréntesis (Beyer
2009:189).
[6] Esto es importante
señalar, Pablo claramente está argumentando de una manera peculiar. Sin negar
todo lo que Dios mismo ha dicho relativo al pacto abrahámico, elabora un
argumento rabínico refinado que es inteligible (Robertson 2003:490).
[7] Llama la atención
lo que señala Sproul en su Biblia de estudio: “Pablo sabe muy bien que el sustantivo “descendencia” en singular puede
ser tanto colectivo como individual (v. 29. Ro. 4:8). Él está afirmando que
Cristo es la simiente (descendencia) a quien finalmente se refiere la promesa,
para que otros se conviertan en descendencia de Abraham en virtud de su unión
con Cristo por medio de la fe.” (Sproul 2020:2012).
[8] La Biblia de
Estudio Herencia Reformada señala: “Simiente.
Nombre colectivo, pero aplicado aquí, a una persona, Cristo. Pablo no está contradiciendo el significado
de la Escritura, sino que está dándolo conforme a la comprensión
veterotestamentaria de una cabeza federal que representa al pueblo.” (Bilkes
ed. 2018:1718)
[9] Dice Scot
Mcknight: “Al aplicar esta analogía a la
relación entre el pacto abrahámico y la ley mosaica, Pablo entiende que primer
ha de demostrar que el pacto establecido con Abraham se aplica a la era
cristiana. Esto lo hace mediante una forma especial de interpretación (que en
aquel entonces era bastante común), en la que ve en la palabra “semilla” (que
puede ser tanto singular como plural) una “solidaridad colectiva” en Cristo
constituyen también la “semilla” (v. 29)… al afirmar que Cristo es la
“semilla”, Pablo interpreta Génesis 13:15 y 24:7 en clave cristiana y descubre
que el pacto abrahámico alcanza su clímax en Cristo y en los que creen en el”
(Mcknight
2015:195).
[10] Shreiner al igual
que los otros comentaristas aludidos señala: “La distinción que se hace es sorprendente ya que “descendencia” es un
singular colectivo. Tampoco ignora Pablo este hecho, porque utiliza el singular
“descendencia” (σπέρμα) como un colectivo justo unos cuantos versículos
después (3:29)”
(Shreiner
2020:234).
[11]
Green menciona que, debido a estas características, varios autores relacionaron
—por ejemplo— la primera epístola a los tesalonicenses, con la retórica epideíctica, la que revela alabanza por
la buena conducta, pero también, censura por la mala. Así, la segunda, con la retórica deliberativa (Green 2000:100). Charles A. Wanamaker confirma lo que señala
Green; cree que las cartas de Pablo demuestran que el apóstol estaba bien
educado en el arte de la retórica, pues, de manera similar como se hacía en la
época, algunas cartas de Pablo presenta claramente un orden retórico, un
ejemplo, son las epístolas a los tesalonicenses, en la que se puede encontrar
—tomando como ejemplo la primera— un praescriptum
(1:1), un exordium (1:2-10), la narratio (2:1-3:10), el transitus (3:11-13), la probatio (4:1-5:22), la peroratio (5:23-28) y la conclusio (Wanamaker 1990:49s,51).
[12] Romanos es un buen
ejemplo de terminología jurídica. Ahora, Armero señala otro caso: “Col
2:14, donde utiliza el término jeirografón… que hace referencia a los documentos
donde se escribían las sentencias, procedentes de los tribunales” (Armero [s/i]:66).
[13] Pablo Armero explica. “La vasta formación de Pablo en las fuentes clásicas griegas le lleva a
utilizar también fuentes paganas. En algunas ocasiones hay quien ve en él
algunas alusiones a algún libro apócrifo, o escritos de la literatura común de
entonces. Por ejemplo, a los Corintios, les dice: Las malas compañías corrompen
las buenas costumbres (1 Cor. 15:33; frase de Menandro). La expresión: Comamos
y bebamos que mañana moriremos es una expresión que estaba en Tarso, en una
gran estatua, también en Is 22:13 y 1ª Cor 15:32.227 De todos modos, estas son
escasas. También en Tito 1:12 dice lo mismo que Epimerio decía al acusar a los
cretenses. También hay himnos primitivos.” (Armero [s/i]:66).
[14] Pérez Millos, S.
(2013) Comentario Exegético al Texto
Griego del Nuevo Testamento: Gálatas. Viladecavalls, Barcelona: Editorial
CLIE, p. 314.