Curso de formación Teología Pág. 104-107.
Por J.A. Torres Q.
Habitualmente
cuando se habla del tópico “continuismo o cesacionismo” el debate se ciega
rápidamente en los propios dones y quien los limita, y quien los “libera” o
mantiene. En otras palabras, antes de hablar de lo anterior, lo que debe ser
zanjado antes, es el propósito de los dones y de los milagros. Claramente la
Biblia menciona milagros de todo tipo, sin embargo y, antes de entender el
propósito de ellos, es necesario comprender los dos aspectos generales de los
milagros y la cuestión de la regla y
excepción de los mismos. Primero, los milagros bíblicos pueden categorizarte en
dos grandes tipos. A saber, los milagros que fueron operados a través de las
propias leyes naturales (cf. Job. 1:6; Hec. 27:21-26; Pro. 3:5-6[1]),
y los milagros que operaron por sobre[2]
las leyes naturales, como lo fueron por ejemplo: el cruce del mar rojo, la
protección de Daniel en el foso de los leones, la caída de los muros de Jericó,
la reflotación del hacha con Eliseo etc., (cf. Éxo. 14; Jos. 5:13ss;
Heb. 11:30; 2 Rey. 6:6-7). Históricamente la revelación escritural nos revela
tres grandes épocas en donde los milagros fueron dados de manera especial y con
un propósito definido; bien señala Saucy también, la clave para entender el
propósito de los milagros está en el término “señal”, pues una señal apunta no
hacia el milagro mismo, sino, hacia otra cosa. Señalar a algo, lo cual se observa
en los tres grandes periodos en donde los milagros fueron dados de manera
“continua.” Moisés hizo “señales” para que el pueblo supiera quién estaba con
ellos (Éxo. 4:5,31). Eliseo escuchó de
la viuda de Sarepta: “Ahora conozco que tú eres un hombre de Dios y que la
Palabra del Señor en tu boca es verdad” (1 Rey. 17:24). Así, el mensaje (señal) y el mensajero
(señalero) eran una amalgama que confirmaba a los verdaderos siervos de Dios,
tal cual Elías hizo frente a los falsos profetas de Baal, quienes alcanzaron a
ver quién era realmente el verdadero Dios y sus verdaderos siervos (cf. 1 Rey 18:36) (Saucy en Grudem 2004:109). No fue diferente
en tiempos de Jesús y los discípulos. Cada milagro no era en sí, un fin, sino
una señal, una credencial de veracidad mesiánica de Jesús y Su mensaje, y a
la vez, una muestra del reino de Dios
prometido, no es casual que Nicodemo haya exclamado: “…nadie puede hacer las
señales que tú haces si Dios no está con Él.” (Jn. 3:2). Nótese entonces,
la siguiente ilustración diacrónica de las tres épocas intensivas de milagros y
portentos dados por Dios.
El
primer periodo en donde los milagros fueron la “regla” por un tiempo, fue la
época de Moisés y Josué. El propósito esencial de los milagros en esta época se
relacionó esencialmente con la redención de Israel de Egipto y su supervivencia
en el desierto por 40 años (cf. Núm. 17:11-13; 16:28-32; 20:11; 21:8-9).
Las plagas no fueron entonces sólo una muestra del poder de un hombre, de un
caudillo del pueblo esclavo (cf. Éxo. 4:3; 7:10; 7:8-11:1-10). A través
de ellas, Dios doblegó a Faraón, y mostró su misericordia y poder para que su
pueblo confiará en Él (Éxo. 11:9). Sucedió lo mismo con Josué durante la conquista de la tierra prometida,
ocurrieron varios milagros que ratificaban que Israel era el pueblo del
verdadero Dios, ante los pueblos paganos que tuvieron que derrotar (cf.
Jos. 3:10-17; 4:18; 6:6-20; 10:12-14). El propósito de Dios entonces en esta
época especial, fue proteger a su pueblo y esto, a pesar de las caídas del
mismo, de manera que el propósito de Dios fue finalmente cumplido: “No faltó
palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de
Israel; todo se cumplió.” (Jos.
21:45). Si bien es cierto Israel pudo
disfrutar de la tierra prometida, la época de los jueces reveló la total
apostasía que ya se había revelado con anterioridad en algunos hombres del
pueblo (cf. Núm. 16; Jos. 7). De manera que en esta época —de los
jueces— también hubo algunos milagros como fue el caso de Sansón, Gedeón, y en
general de la mano de los jueces, fueron todos excepcionales y esto, sólo
porque Dios en su misericordia quiso preservar a Su pueblo.
La segunda época de
milagros evidentes, fue la época de los profetas Elías[3] (cf. 1 Rey. 17:1;
14-16; 22-23; 18:36; 2 Rey. 1:10-12; 2:8; Stg. 5:17-18), y Eliseo[4] (cf. 2 Rey. 2:21s;
24; 4:1-7;32-35; 5:10, 27;6:6,18,20;13:21), sin duda como señala Don Fanning, el propósito de los milagros en esta época, estuvo
relacionada con la apostasía de Israel. Explica Fanning: “En un tiempo de
apostasía en la historia de Israel. Dios levantó dos profetas para aconsejar y
exhortar a la nación. En medio de tanta religión falsa, necesitaron milagros
para demostrar ser de Dios verdaderamente e identificarse con Moisés. Pero
después de entregar sus mensajes, los milagros cesaron. Luego Eliseo, hubo
muchos profetas, pero ninguna con el don de hacer milagros como Elías y Eliseo.”
(Fanning 1990:39). Finalmente,
la tercera época, fue la época de Jesús y los apóstoles. Fue así que en una
ocasión dijo a los fariseos: “…aunque no me
creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está
en mí, y yo en el Padre.” (Jn. 10:38).
De esta misma manera, Pedro explicó a su audiencia en pentecostés: “Varones israelitas,
oíd estas palabras: Jesús nazareno,
varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre
vosotros por medio de él, como vosotros
mismos sabéis…” (Hec. 2:22). Así, y uniendo el pasaje de Juan 20:30-31[5],
podemos constatar que el propósito de las señales en tiempos de Cristo y los
apóstoles (2 Cor. 12:12) fue triple. Primero, para confirmar que Jesús era el
Cristo (Mt. 8:1-4; 9:1-8; Lc. 5:17-26; Mt. 8:23-27) aprobado por Dios, el Dios
encarnando, el Emanuel entre (Mesías) “nosotros” (Isa. 53:4; Mt. 1:23).
Segundo, para autentificar el mensaje de Cristo y sus apóstoles y tercero, para
demostrar las características del reino venidero, bien señala el profesor
Beyer:
“Con los milagros,
Jesús señala que el mundo es imperfecto y necesita salvación y
restableciendo. Sus curaciones p.e., revelan el desorden y la destrucción de
toda la creación. El pecado destruyó la perfección divina de la creación. Con
los milagros, Jesús anuncia la llegada de una nueva etapa, el reino de Dios
(Mt. 12:28). […] De esta manera los
milagros son un anticipo de la victoria final de Dios y la perfección del
Reino venidero que comenzó con el
mesías” (Beyer 2009:79)
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Así, los apóstoles después de la muerte de Jesús habiendo
sido dotados (2 Cor. 12:12) con la capacidad para hacer “señales, prodigios y
milagros” (Hec. 5:12-16; 9:36-42; 8:12↔21:8; 19:11-12; Gál. 3:5), no tuvieron
otro propósito que el inicial, confirmar la veracidad del evangelio y la verdad del Mesías[6],
Jesucristo. El autor de hebreos en este sentido escribió: “¿cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el
Señor, nos fue confirmada por los que
oyeron, testificando Dios juntamente con ellos,
con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del
Espíritu Santo según su voluntad.” (Heb. 2:3-4). Bien capitula Fanning:
“En cada una de las
tres épocas de milagros los dos propósitos son cumplidos por medio de
señales. En cada ocasión las señales terminaron cuando hubieron cumplido su
confirmación. La iglesia primitiva quedó convencida de que el mensaje de los
apóstoles tenía la autoridad… de Jesús. Por esto [después] “…perseveraban en
la doctrina de los apóstoles” (Hch. 2:42)” (Fanning 1990:40).
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Como último comentario aquí, es interesante observar el relato de
Marcos relacionado con los milagros de Jesús. Por ejemplo. Jack Dean Kingsbury en
su libro “Conflicto en Marcos” destaca los títulos de Jesús, como: “Hijo de
David”, “Hijo de Dios”, mencionado una particularidad entre los sinópticos.
Esto es, que aun los mismos demonios
reconocieron que Jesús era el Hijo de
David. Lo anterior, es descrito por el
autor con un enfoque “contrapuntista” que según él usó Marcos para revelar dos
polos opuestos. Primero, los hombres no saben nada de Dios, pero los entes
espirituales, en este caso, los demonios sí reconocen quien es este Jesús. En este sentido Marcos —según Kingsbury—
contrapone el conocimiento natural, al sobrenatural destacando que Marcos presenta un aspecto panorámico de esto
a través de las preguntas que registra. ¿Quién es Jesús? Preguntan unos (Mr.
1:27-28). Los letrados inquieren: ¿Quién es éste? ¿Cómo puede perdonar pecados?
(Mr. 4:35ss). Los aldeanos investigan: ¿no es este el hijo el carpintero? (Mr.
6:1ss). Sin embargo, hay otro aspecto en el evangelio de Marcos que también es
peculiar en todo el relato. Cada
vez que Jesús sanó a alguien (no todas las veces) ordenaba tácitamente no comentarlo a nadie (1:43-44; 5:43; 7:36,
9:9 etc.) dando una pista implícita del porqué: «…“sino” cuando el Hijo del
Hombre hubiese resucitado…» (9:9b). Esto subraya aun más, que los milagros
no fueron el propósito principal, todo
—y en palabras del Jesús— tenía que apuntar al milagro de los milagros, la
muerte y resurrección de Jesús, para el perdón de los pecados. Éste fue y sigue
siendo el milagro atemporal vigente que el NT destaca en todas sus páginas con
el cual Dios manda a los hombres de todo lugar a obedecer, para la "sanidad" espiritual de los pecadores (cf. Hec. 17:30s; Mr. 1:14s). Finalmente el
NT revela una cuarta época de milagros, sin embargo dicha etapa nada tienen que
ver con un resurgimiento de los milagros apostólicos, sino mas bien, una etapa
de juicio de parte de Dios. Pablo describiendo los últimos días antes del
arrebatamiento de la iglesia, escribió:
“Y ahora vosotros
sabéis lo que lo detiene, a fin de que
a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la
iniquidad; sólo que hay quien al
presente lo detiene, hasta que él a su
vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de
su boca, y destruirá con el resplandor
de su venida; inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios
mentirosos, y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la
verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que
sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.”
(2 Tes. 2:6-12).
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“Pero
ya está en acción el ministerio de la iniquidad…”, ya en el 51 d.C., el
apóstol Pablo advertía a los tesalonicenses y a la iglesia en general, que el
ministerio de la iniquidad, la obra de Satanás aun estaba en acción. Sin
embargo, al presente, el presente histórico de Pablo, que por extensión es nuestro
presente, Pablo subrayó que, hay alguien que lo detiene. Esto es, Satanás no
solamente fue desarmado y limitado en la cruz, sino que a través del Espíritu
Santo está restringido en sus operaciones, sin embargo esto no será siempre
así.
Habrá
un momento que el que lo detiene aun hoy, será “quitado” de en medio, para que
el programa satánico siga su curso, época que de acuerdo al análisis de Pablo
en esta carta corresponde a la aparición del inicuo (2 Tes. 2:3-4; Dan. 7:25; 1
Jn. 1:18; Apo. 13:11), el anticristo que
justamente aparecerá en escena de manera “mesiánica” con gran poder,
señales y prodigios, añade Pablo, prodigios mentirosos y engaños para aquellos
que siempre ha sido fascinados con lo “sobrenatural”, aquellos que no han
mirado el milagro de los milagros (la cruz) y que en aquellos días (aun
nuestros días) persiguen aun, los secundario, como lo primario; a pesar que
estos milagros son impulsados por el propio Satanás (2 Tes. 2:9), el texto
señala claramente que es Dios que les enviará poder engañoso, para que todos aquellos incrédulos, aun
muchos religiosos encandilados con lo milagroso, crean a estos “milagros”,
esto, a fin de que sean condenados todos aquellos que no creyeron a la verdad
sino que siguiendo lo “espectacular”, siguieron complaciéndose en la injusticia
(2 Tes. 2:10-12). Sin bien es cierto el clímax de todo este engaño tendrá su
máximo fulgor a principios de la tribulación, la ante sala de ello, la estamos
viviendo al presente con la irrupción de los falsos apóstoles y profetas, que
promueve hoy no sólo sanidades y milagros, sino que también engaños concretos tocantes a las ofrendas y
pactos; artificios típicos en estos círculos, lo cual, ha arrastrado a muchos a
estos lugares, engañados —y diríamos también— enceguecidos por lo que
“recibirán”. Por todo esto, ignorar el propósito de los milagros que la
Escritura nos revela de manera diacrónica, y aun escatológica, es también un
catalizador que revela quién realmente es un creyente, y quién busca solamente
los “beneficios” del cristianismo, un cristianismo distorsionado que ofrece el
cielo, milagros y sanidades que claramente no vienen de Dios. Ahora, ¿puede Dios hoy sanar? ¡Por
supuesto! El punto es, ¿es parte de los propósitos de Dios hoy, que los
milagros y sanidades continúen como en el primer siglo? La historia Bíblica
revela que el poder de Dios siempre fue atemporal, sin embargo, sus propósitos no
fueron siempre los mismos. Sin duda Dios puede sanar hoy, y lo hace de acuerdo
a Su voluntad, sin embargo Él también usa la “enfermedad” como medio de
santificación para sus hijos (cf. 2 Cor. 12:9ss; 1 Tim. 5:23), y a veces
también, como juicio (cf. 1 Cor. 11:28-32). Sin duda la Biblia no nos prohíbe orar por
la sanidad de alguien, sin embargo el énfasis en ello debe ser, “Señor, que se haga
tu voluntad.”
Bibliografía
Beyer, Hartmut 2009. Los sinópticos. Material de Estudio. Temuco: ICAT.
Beyer, Hartmut 2009. Las Cartas Pastorales, 1 Timoteo-2 Timoteo-Tito. Material de
Estudio. Temuco: ICAT
Enns, Paul 2010. Compendio Portavoz de Teología. Grand Rapids, MI: Portavoz.
Fanning, Don 1990. ¿Qué dice la Biblia
de los dones vigentes? Buenos Aires, Argentina: Águila.
Grudem, Wayne 1994 .Teología Sistemática, una introducción a la doctrina bíblica.
Miami, FL: Vida.
[2] Escribe Don Fanning: “Si Alguien se cayó de un
avión y por “suerte” cae en un árbol sobreviviendo “milagrosamente”, no ha
violado ninguna ley de la naturaleza. La providencia de Dios lo protegió y es
posible que esto ocurra. La segunda clasificación de los milagros, son aquellas
cosas que en cualquier circunstancia natural, con todas las coincidencias que
se pudieran imaginar, serían imposibles.” (Fanning 1990:38).
[3] 1. La sequía (1 Rey. 17:1; Stg. 5:17) 2. La harina y el aceite se
multiplican (1 Rey. 17:14) 3. El niño revive (1 Rey. 17:22) 4. El holocausto es
consumido (1 Rey. 18:38) 5. Los
capitanes y sus hombres son consumidos por el fuego (2 Rey. 1:10) 6. Cae lluvia
(1 Rey. 18:41) 7. Las aguas del Jordán se dividen (2 Rey. 2:8).
[5] “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de
sus discípulos, las cuales no están
escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es
el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.” (Jn. 20:30-31).
[6] Los milagros destacaron y comprobaron el
poder y la autoridad de Jesucristo como enviado de Dios y como mesías Mt. 8:17↔ Isa. 53:4; Mt. 11:5-Lc. 7:22↔ Isa. 35:5-6;
Lc. 4:18ss↔ Isa. 61:1-2 (Beyer 2009:79).