Por J.A.
Torres Q.
Introducción
El
teólogo reformado David E. Holwerda escribe en este libro, lo que cree él, es
el “plan de Dios para Israel”. Como fiel teólogo reformado dedica la mayor
parte de su exposición a explicar este tópico bajo el prisma cristológico,
especialmente, desde la página 35 en adelante. Así, claramente declara: “Este
libro presentará un argumento continuo acerca de la importancia primordial de
Jesús en el cumplimiento del Antiguo Testamento…” (Holwerda
2000:32). No obstante, en este primer análisis a Holwerda no comentaremos lo
que justamente explica desde dicha página. Por ahora nos remitiremos a algunas
ideas, o más bien, a lo que Holwerda dice de manera furtiva acerca del
dispensacionalismo. Así, y ya en el prefacio Holwerda señala que la perspectiva
dispensacional cree en la existencia de dos pueblos de Dios distintos: el Israel judío y la iglesia cristiana gentil. Además, añade que tal
perspectiva (la dispensacional) cree que Dios tiene dos planes de salvación distintos y
destinados a cada uno de estos pueblos respectivamente (Holwerda
2000:8). Sin duda estas ideas son habitualmente esgrimidas por los críticos del
dispensacionalismo, no obstante y como veremos en este y el próximo artículo,
tales ideas no solo exhiben los sesgos propios de sus exponentes, sino que también,
las imprecisiones populares habituales. Con respecto al primer capítulo “Jesús e Israel en el siglo
veinte” Holwerda trata de poner en contexto lo que se ha debatido al respecto,
esto es, “Israel en el plan de Dios”. Sin duda, y en honor a la historia
Holwerda ofrece datos interesantes respecto la dinámica que ha traído la
cuestión judía.
Ahora, interesante es lo que constata respecto la percepción rabínica de la salvación. Citando a
E.E. Urbach, señala que para la tradición judía el arrepentimiento, "solo el
arrepentimiento" trae consigo la redención
y salvación (pág. 30) implicando la no necesariedad de un factor mesiánico. En
resumen, Holwerda dice bien, en el judaísmo no solo se rechaza la mesianidad de
Jesús, sino también su deidad, y así, la necesidad de la cruz, ya que la salvación en
tal cosmovisión se base solamente en la obediencia a la Torá, la cual está al alcance de
uno mismo. Por lo tanto, el Jesús que el judaísmo puede aceptar tiene que ser
uno que funcione solo como maestro de la ley y sabiduría [ejemplo], pero no
como Salvador [sustituto] (pág. 30). Así, Holwerda concluye, ¿será posible,
entonces que estas dos religiones (judaísmo/cristianismo) se otorguen
simplemente, en forma reciproca, validez teológica tal como se requiere en una
teología de dos pactos? (pág. 30). La respuesta de Holwerda es astuta y sutil,
señala: “Lo pueden hacer solo asumiendo que la salvación de los judíos y los
gentiles son dos procesos completamente diferentes.” (Holwerda
2000:31). Por supuesto, la salvación
desde el punto de vista novotestamentario es una, y descansa en un solo
“proceso” salutífero, la cruz de Cristo. En consecuencia, ¿no cae el dispensacionalismo
en esto también, dos planes de salvación para dos grupos de personas? Sin duda
y como dice el dicho, Holwerda “no da puntadas sin hilo.” Sin embargo, en este
primer artículo aquí, responderemos a la primera aseveración de Holwerda de que el dispensacionalismo cree en la
existencia de dos pueblos de Dios (pág. 8).
Evaluando Holwerda
¿Cómo
ser objetivo a la hora de dar una opinión sobre alguien que para nosotros está
equivocado? ¿Cómo ser honesto aun cuando quien escribe, lo hace de manera
realmente sincera? Bueno, estoy convencido que las respuestas a estas preguntas
están ligadas directamente con nuestra integridad. Ahora, sin duda es legítimo
tener aprensiones y aún más, objeciones al respecto. Por todo lo anterior, no
queremos caer en imprecisiones o subjetividades al expresar nuestras opiniones
o desacuerdos con Holwerda. Es nuestra convicción que, si no somos íntegros y
objetivos, entonces nuestra defensa no tiene sentido pedagógico, apologético ni
constructivo. Sin embargo, nuestra costumbre en este sentido, ha sido emitir
juicios objetivos sin caer en la crítica o descalificación para poner en la
mesa de nuestros lectores, lo que creemos son falencias, debilidades o simplemente
errores de interpretación.
Ahora bien, lo que dice
Holwerda en el primer capítulo de este libro, no es mucho. De hecho, ofrece
algunos datos interesantes sobre la cuestión judía, pero, introduciendo ya el
tema que desarrollará posteriormente, un paradigma esencial de esta escuela:
que Jesús es el cumplimento de las promesas del AT a Israel (pág. 2) (cf. Robert B. Strimple pág. 93ss; Waldron,
capítulo 17 y 18). Sin embargo, en este primer capítulo nos llama la atención
otra cosa que merece nuestra atención. Primero, Holwerda no ignora al
dispensacionalismo, así que, lo primero que hace en respuesta a su “Israel en
el plan de Dios”, es señalar que hay otra postura que cree algo contrario a lo
que —sugiere él— el NT enseña. Así, y
literalmente señala:
“El dispensacionalismo ha anunciado
que el establecimiento moderno del Estado de Israel es evidencia de que las
manecillas del reloj profético se mueven una vez más, y que finalmente Dios
está cumpliendo sus promesas al Israel Judío.” (Pág. 7-8).
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¿Quién dijo esto, qué
dispensacionalista? Como puede constatar el lector, no hay referencias bibliográficas
acerca de este anuncio, o una distinción histórica acerca del
dispensacionalismo que, quienes saben, distingue de tres ramificaciones al
respeto. Por supuesto, la mayoría de los escritores no dispensacionalistas,
suelen referirse al dispensacionalismo clásico, Holwerda al parecer, no es diferente aquí. Ahora, además de lo
anterior, Holwerda describe las creencias dispensacionalistas de la siguiente
manera:
“El dispensacionalismo cree que la
iglesia no es el cumplimiento de las profecías veterotestamentarias y, por
consiguiente, la iglesia será raptada o arrebatada antes del fin de la
historia. Solamente después de dicho acontecimiento, Dios literalmente
cumplirá todas sus promesas a la nación de Israel, y de ese modo completará
su plan de salvar a las naciones por medio del Israel judío.” (Pág. 7-8).
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Tampoco hay referencias bibliográficas
aquí. Y, aunque esta interpretación no es el todo errada, no es tampoco del
todo precisa. Sin embargo, nos llama la atención, y esto queremos aquí abordar,
la siguiente declaración de Holwerda quien aparte de señalar su propósito esencial,
señala que el dispensacionalismo cree en la existencia de dos pueblos de Dios
distintos: el Israel judío y la iglesia cristiana gentil (pág. 8). Claramente esta es una denuncia reiterativa de parte de los teólogos
reemplazistas que trataremos de responder.
¿Cree el dispensacionalismo en
la existencia de dos pueblos de Dios?
Esta
pregunta o esta aseveración —sea como sea el caso— incluye una
premisa a priori. ¿Qué tal si las Escrituras revelaran que Dios tiene
tres pueblos, o quizás cuatro? Por supuesto, si las Escrituras enseñaran tal
cosa, el argumento sería suficiente per se. Sin embargo, tal pregunta no es
correcta porque claramente incluye una presuposición.
Más bien debiéramos preguntarnos, ¿qué
nos enseña las Escrituras al respecto? Este
es el punto, esgrimir lo que las Escrituras revelan, no lo que una escuela
teológica puntual cree o pre-supone. Sea esta reemplazista, o aun, dispensacional.
Ahora bien, lo que es evidente
en las Escrituras, es que se llama a Israel, los hijos de Israel, el pueblo de
Dios. Cuestión que no solo en el AT se repite una y otra vez (cf. Éxo.
1:9,20; 3:7, 10; 5:1; 6:7; Lev. 26:12; Deut. 28:1; 1 Sam. 2:29; 9:17; 1 Rey.
8:16; Sal. 81:11; Isa. 1:3;5:13; Jer. 2:13; 23:13; Eze. 13:10; Jl. 2:26; Amo.
7:15; 9:14; Miq. 3:5; Zac. 8:7 et al.),
sino también el NT exhibe de manera
inconfundible, así Pablo señala: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su
pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la
descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.” (Rom. 11:1). Dicho
de otro modo, Israel en el NT sigue siendo el pueblo de Dios. “Su Pueblo” dice
Pablo; “Mi pueblo” dice Dios. Pero, en vista que Israel falló en su
comisión, ¿tienen realmente aun parte en los planes de Dios? O, ¿Será que los
israelitas al tropezar cayeron definitivamente? Es Pablo mismo quien responde a
esta pregunta que el mismo previó: “¡De ninguna manera!” y Añade: “Al
contrario, debido a su transgresión vino la salvación a los gentiles, a fin de
provocarlos a celos.” (Rom. 11:11 RV95). Ésta enseñanza es la que Pablo
no quería que los creyentes (gentiles) pasaran por alto. Mucho menos, que pensaran
con arrogancia en un tipo de
exclusivismo electivo debido al fracaso
de Israel. Simplemente —añade Pablo— Dios
ha endurecido a Israel por un tiempo, hasta que haya entrado la plenitud de los
gentiles para luego salvarlos (Rom. 11:25 RV95) en Cristo, así, como
claramente está escrito: "Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de
Jacob la impiedad. (Rom. 11:26 RV95). Tal convicción paulina, sin
duda se basaba en una revelación divina que ya se había profetizado y que no
solo los apóstoles (cf. Lc. 1:8-17; 46-55; 67-79; 2:25-32; Hec. 5:31s;
9:15; 10:36; 28:20; Rom. 10:1s; Apo. 21:12), sino el mismo Señor confirmó en su
ministerio para con sus hermanos (cf. Mt. 10:1-6; 15:21-28; Mr. 7:24-30;
Lc. 22:30; Hec. 1:3-6s) dejando ver las mismas Escrituras llanamente este hecho
divino determinado. Así, en las palabras del profeta Jeremías:
“Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas
para luz de la noche, que parte el
mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: Si
faltaren estas leyes delante de mí,
dice Jehová, también la
descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente.”
(Jer. 31:35-36)
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Ahora, ¿qué es la iglesia? Habitualmente la
teología reformada en su esfuerzo por subrayar la unicidad del pueblo de Dios, ha enseñado
que la iglesia se encontraba en el AT. Es así como Louis Berkhof llegó a decir
que “…después del Éxodo, el pueblo de Israel no solo estaba organizado como
una nación, sino que también constituía la iglesia de Dios...” (Berkhof
en Benware 2010:98). Otros, —y en gran consenso— que también profesan la teoría del reemplazo[1] sugieren que la iglesia ha
pasado a ser el “verdadero Israel de Dios”[2] (Gál. 6:16), o que ha
reemplazado a Israel debido al fracaso de los hijos de Israel. Berkhof mismo ha
señalado que el término iglesia se aplica muchas veces a Israel. Esta tesis —a
falta de rigurosidad de Holwerda— ha sido explicada por Williams Cox de la
siguiente manera:
«El pueblo de Dios era conocido en
el Antiguo Testamento como “Israel”. El mismo pueblo en el Nuevo Testamento
es conocido como “la iglesia”. De hecho, en las Escrituras estos términos se
usan intercambiablemente; la iglesia hace referencia a “Israel” (Gá. 6:16),
mientras que en el Antiguo Testamento, remanente hace referencia a “la
iglesia” (Hch. 7:38).» (Cox en Benware 2010:104)
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Como todo exégeta mediamente
responsable y serio sabe, estos argumentos esgrimidos por Cox, son en palabras
de D.A Carson simplemente: falacias exegéticas. Bien señala el profesor Dr.
Arnold Fruchtenbaum:
«…los hechos del Nuevo Testamento
simplemente no respaldan esta aseveración. Los escritores del Nuevo
Testamento hacen constantemente una distinción entre “Israel” e “Iglesia” y
no usan los términos a manera de sinónimos. El término “Israel” se usa
setenta y tres veces en el Nuevo Testamento, y en cada caso se refiere al
Israel étnico, ya sea a la nación en general o a los judíos creyentes dentro
de la nación» (Fruchtenbaum en Benware 2010:104)
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En efecto, tales teorías no se encuentran en el
NT, y aun, el uso de Romanos 9:6[3] por parte de algunos
teólogos reformados no respalda tal idea.
Entonces, ¿qué es la iglesia? La naturaleza de la iglesia tiene su comienzo en el plan
de Dios como se observa en Mateo 16:18: “Y yo
también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán
contra ella.” Como tal, el AT no nos habla de ella, pues no existía, sino
hasta que el Espíritu Santo vino en Pentecostés para iniciar desde dicho día
(Hec. 2:1-13) el nacimiento de la iglesia de Cristo como un organismo viviente teniendo
a Cristo como Su cabeza (cf. Hec.
2:1-21). Nótese bien, dijo el Señor: “…y sobre esta roca edificaré mi
iglesia…” (Mt. 16:18) del gr. οἰκοδομήσω (oíkodoméso)
futuro activo de οἰκοδομέω (oikodomeo). Ahora bien, el concepto veterotestamentario cognado
del término ἐκκλησία (ekklesía) “iglesia” es עֵדָח (edah) “congregación”, sin embargo, esto no enseña que
la Iglesia —como se enseña en el NT— se encontraba en el AT[4],
especialmente cuando se cita eisegéticamente Hec. 7:38. El significado diacrónico que es en sí cronológico de este
término, es el foco basal cuando queremos enseñar acerca de lo que implica el
significado desnudo y posteriormente vestido de la teología del NT. Siglos antes de que se hiciese la traducción
del AT y de la época del NT, ἐκκλησία (ekklésia) describía a un grupo de personas supeditadas a un
acontecimiento para cultual. Especialmente un grupo de personas reunidas bajo
propósitos jurídicos y políticos, de allí que el término habitual para
traducirlo incluso en el AT fue
mayormente “asamblea”[5]. De
esta manera ἐκκλησία (ekklésia) entró en la
LXX exclusivamente en lugar del
hebreo→קָהָל (qahal)
“asamblea” (cf. Gén. 49:6; Núm. 22:4;
2 Sam. 20:14; 1 Rey. 12:21).
En
la época del Deuteronomio קָהָל (qahal) designa sobre todo a la muchedumbre reunida ante el Sinaí para
concertar la alianza y obedecer las leyes de Yahvéh (cf. Deut. 9:10; 10:4) (Coenen
1990II:322-337). En otras palabras, el sentido novotestamentario es
totalmente ajeno al veterotestamentario. Pasa lo mismo con עֵדָה (edáh) “congregación”[6]. “Y harás
que los levitas se acerquen delante del tabernáculo de reunión, y reunirás a
toda la congregación עֵדָה →(edáh) de los hijos de
Israel.” (Núm. 8:9 cf. [Éxo. 12:13; 35:4]). Por esto ἐκκλησία (ekklésia)
y en especial en el NT, viene a tener no sólo un significado morfológico[7]
parcial; sino revelado por el
significado teológico, que se fue construyendo a través de la revelación
apostólica progresiva. Así, por el 49-50 d.C. Pablo habla de la “…la Iglesia
de Dios” (Gál. 1:13) Por el 51 d.C.,
Pablo va añadir a esto que la iglesia puede tener lugar geográfico, añadiendo a
ello que la iglesia que está —por ejemplo— en Tesalonicenses es “…en Dios Padre y en el Señor Jesucristo”
(1 Tes. 1:1 cf. [Col 4:15]). Posteriormente Pablo añadirá conceptos propios del
Nuevo Testamento desconocidos e inexistente antes de Pentecostés, así, señaló después que “…la iglesia del Señor, fue la
cual él —Cristo— ganó por su propia sangre”. (Hec. 20:28 [cf. Efe. 5:25]). Posteriormente,
y por el 61 d.C., Pablo añadió que él —Cristo— es también la cabeza del cuerpo
que es la iglesia (Col 1:18,24)
reiterando a los Efesios esta verdad (Efe. 1:22; 5:23) y que como iglesia, “…está sujeta a Cristo” (Efe.
5:24). Así, y en esta lluvia de conceptos espirituales progresivos finalmente
señala el 61 d.C., que la Iglesia de Cristo que él viene a buscar es “…una iglesia gloriosa, sin… mancha ni
arruga ni cosa semejante…” (Efe.
5:27). Por último, y después de un par de años más, el mismo Pablo
añadirá a todos estos conceptos teológicos, uno más, la vocación de sus
miembros, señalando por el 66 d.C., que
la iglesia es “…columna y sostén de la verdad. “(1 Tim. 3:15 LBLA). Por supuesto, nada de esto se dice en
el AT de alguna asamblea puntual, porque tal grupo, tal asamblea con tales características
espirituales no existía antes y tal revelación: de una iglesia con tales características
era un misterio (Efe. 3:1-12; Col.
1:26-27). ¿Es entonces Israel el pueblo de Dios la iglesia? ¿Son términos
intercambiables? En ambos casos, la única manera de llegar a tal conclusión es
espiritualizando las Escrituras. En otras palabras, nada de lo que el NT menciona tocante a la iglesia existía
en alguna “asamblea” o grupo del AT, por
el contrario, es desde las palabras de Cristo que la iglesia como una asamblea
de personas naturales (congregación), recibe
desde pentecostés vida espiritual, de manera que ya no son solamente un
grupo político reunido, o una asamblea o congregación común; sino un organismo
que tiene una relación vital con quien es Señor de sus miembros, Cristo (1 Cor.
12:12-27*).
Ahora, ¿llama el NT a la
iglesia pueblo de Dios? Seguramente
usted está pensando en 1 de Pedro 2:9, donde leemos: “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable.” ¿Es la iglesia entonces, un pueblo
más, y claramente como leemos aquí: un pueblo adquirido por Dios, otro pueblo
de Dios? Claramente y como hemos observado, las Escrituras mencionan una
relación especial de Dios con Israel, a quien Dios mismo considera Su pueblo. La iglesia por su parte,
y en distinción a Israel, es el NT el “cuerpo
de Cristo”, pero también, es la “novia y
esposa de Cristo” (Apo. 19:7-9), no se dice esto de Israel. Que queremos
señalar. Hay conceptos escriturales distintivos de ambos grupos en las
Escrituras, pero también, términos particulares flexibles que son usados de
manera intercambiable. Por ejemplo, Pedro llama a los expatriados, sacerdocio
santo. ¿Quiere decir que ellos conforman un nuevo sacerdocio “levítico” novotestamentario?
¿La iglesia tiene una nueva categoría de “sacerdotes”? Por supuesto que no. Este
concepto veterotestamentario (sacerdotes) claramente está siendo usado por
Pedro en otro sentido. Al igual que Juan
llamó a Jesús, el Cordero que quita el pecado del mundo, Pedro usa un concepto,
un término veterotestamentario para señalar de los escogidos en Cristo, su vocación
de servicio a Dios. El estatus que tienen en Cristo, y por ello, la dignidad
que involucra ser portadores de las virtudes de Cristo. Como bien señala
el profesor Vlach: “A
veces, los escritores del Nuevo Testamento aplican terminología utilizada de
Israel en el Antiguo Testamento a la iglesia del Nuevo Testamento. Como el
Israel del Antiguo Testamento, la iglesia se identifica como posesión de Dios
(cf. Éxodo 19:5 con Tito 2:14), "Mi pueblo" (cf. 2 Crónicas 7:14 con
Hechos 15:14 y 2 Corintios 6:16), y la "circuncisión" (Flp 3,3).”
(Vlach 2014:1). Por
supuesto, los teólogos del reemplazo creen que este versículo es una muestra
“contundente” de que los “autores del NT” equipararon a la iglesia con un
pueblo, y específicamente, con el “nuevo Israel” como ha hecho Grudem[8], sin embargo, y en las
propias palabras de William Hendriksen, lo que ha hecho Pedro aquí, es
simplemente usar la terminología nacional y política [acostumbrada en el AT
para Israel] pero, en un sentido no
político, por eso —añade Hendriksen—
nación “santa” (Hendriksen 1999:112). De hecho, y esto es
interesante, Hendriksen siendo un teólogo reformado no hace ninguna declaración reemplazista aquí. Sin duda la iglesia implícitamente no solo es
la “novia de Cristo”, es explícitamente “Su
esposa”, pero también, el “cuerpo de Cristo”, y así, es también el “pueblo de Dios”, porque al igual que lo
que constituyó a un pueblo en el pasado como Israel, la iglesia constituye al
presente una gran cantidad de personas de toda raza tribu y lengua (Apo. 5:9);
porque como ciudadanos de paso en esta tierra (Fil. 3:20; Efe. 2:6) también tienen
una morada celestial intermedia en común
preparada por el mismo Señor (Jn. 14:2; Fil. 1:23; Heb. 13:14; 1 Ped. 1:4; Apo.
21:2, 27; 22:3-5) y finalmente una morada terrenal futura (2 Ped. 3:10-13; Apo.
5:10; 20:4); y porque también tienen un “código legal espiritual” por el cual
llevan a cabo la voluntad de Dios (Jn. 14:15; 17:17; Gál. 6:16; 1 Tim. 1:15; 2
Tim. 1:13; 3:14-17; Tit. 2:1; 3:8; Heb. 1:1s; Stg. 1:19-23; 1 Ped. 2:1-3; 2
Ped. 3:14-16; 1 Jn. 1:1-4;5:13; 2 Jn. 8-10; Jud. 3; Apo. 1:3). Todas estas características
son propias de un pueblo que está constituido bajo los elementos esenciales que
hace de un pueblo lo que es (gente, territorio, ley). Así, este es el sentido
pedrino de tal referencia.
Pero, ¿qué de Efesios 2:14, no
dice Pablo aquí que en virtud de Cristo Dios de ambos pueblos hizo un solo? Solo una lectura superficial de este
versículo y su contexto, concluiría en una tesis reemplazista. En primer lugar,
Pablo está contraponiendo a dos grupos de personas, no a dos entidades. Así, a
gentiles en contra posición a los judíos. O, a quienes eran incircuncisos, en
contraposición de quienes eran de la circuncisión (Efe. 2:12) cuya situación
había incurrido en una pugna interminable.
Es bajo este hecho que Pablo habla aquí, de una unión entre “dos pueblos”,
entre dos cosmovisiones, entre dos grupos totalmente diferentes y radicalmente
beligerantes. Esta pugna es descrita reiteradamente en el NT. Bien explica el teólogo católico L.A.
Schökel: «…los judíos… se tenían a sí mismos como los escogidos, los
privilegiados, los de casa, los herederos de las promesas, los puros.
Consideraban a los paganos con los alejados, los que no tenían ni carta de
ciudadanía, ni esperanza, ni un Dios que les amparara en el mundo. Eran
“prejuiciosos” apuntalados por el legalismo religioso feroz. Un documento
antiguo del judaísmo llamado “Carta de Aristéas” dice entre otras cosas:
“Nuestro sabio legislador, guiado por Dios, nos cercó con férreas barrera para
que no nos mezcláramos en nada con ningún otro pueblo, para que permaneciéramos
incontaminados de alma y cuerpo» (Schökel 2013:2242). Pedro mismo cuando entró en casa de Cornelio no dudó
declarar: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o
acercarse a un extranjero…” (Hec. 10:28). Por supuesto, no hay que olvidar
aquí también el desdén de los gentiles hacia los judíos, cuestión que la
historia ha constado claramente también desde los primeros siglos pasando por
el antisemitismo de la edad media, el holocausto y la beligerancia constante que aun en nuestros días
experimentan. En otras palabras, lo que Pablo está diciendo aquí, es que tanto
gentiles como judíos fueron reconciliados por medio de Cristo para en virtud de
él, nótese: “…formar un nuevo hombre” (Efe. 2:15). Tercero, es
interesante observar que Pablo está dirigiéndose a gentiles (2:11), de quienes
dice que antes no solo estaban sin Cristo, sino además, alejados de la
ciudadanía de Israel en el sentido que no gozaban de las bendiciones de dicha
ciudadanía, esto es, de los pactos de las promesas que Dios había dado a los
patriarcas. Por esta razón estaban sin esperanza y por supuesto, sin el Dios de
dichas promesas. Sin embargo, Pablo no solo señala que Cristo unió al judío y
al gentil en Cristo (2:14-15), sino que por medio del mismo Señor, los gentiles
fueron “acercados” a tales promesas (2:13). En ningún caso este pasaje elimina a Israel como
entidad pactual. Más bien lo que Pablo hace aquí, es reiterar lo que fue
inconmovible en la profecía (los pactos) clarificando la “nueva” relación entre
las personas de tales trasfondos; en
ambos casos, judíos incrédulos y
gentiles incrédulos, de manera que bajo este nuevo arreglo divino, los gentiles
llegaron a ser conciudadanos del pueblo de Israel a quien fueron originalmente dadas
las promesa, juramentos divinos que Cristo dio y dará cabal cumplimiento hasta
la consumación de Su Reino terrenal. Nótese nuevamente que Pablo no dice “ciudadanos”
solamente, sino, con-ciudadanos (suntolĩtai) con un énfasis en la asociación al pueblo de estas
promesas, así con σὺν (sùn) que literalmente
significa “con”, y tiene la idea de “junto con”, en el sentido de asociación, o
de compañía (Grundmann 2003:1082; Wallace & Steffen
2015:272). Y esto no es casual, Pablo añade que los creyentes unidos (judíos y
gentiles) además son un edificio bien coordinado (“sunarmologuméne”)
que sigue creciendo y es edificado juntamente (“sunoikodomeĩsthe”)
para morada de Dios en el Espíritu
(3:21-22). Y Pablo no quiere ser mal
entendido, está hablando de los creyentes gentiles quienes además son
coherederos (sun-kleronóma) y coparticipes (sun-mmétoja)
de estas promesas en este nuevo cuerpo,
receptores de las promesas pero, en
Cristo Jesús por medio del evangelio (Efe. 3:6). Es finalmente, “unidos a Cristo”[9] que los creyentes gentiles
como judíos tienen entrada a estas promesas dadas irrevocablemente a Israel, porque es Cristo quien lleva a cabalidad tales promesas dadas en el AT.
Conclusión
La
pregunta no es si el dispensacionalismo cree en la existencia de dos pueblos de
Dios, sino más bien, ¿qué enseña la Escritura al respecto? Lo que es
evidente en las Escrituras es que el pueblo de Dios es Israel; por antonomasia,
los hijos de Israel, el pueblo de Dios. Cuestión que no solo en el AT se repite
una y otra vez. ¿Qué es la iglesia
entonces? La iglesia es el grupo de personas redimidas por la sangre de Cristo
(Efe. 5:25-27). Y, bajo este estatus el NT la llama exclusivamente la novia de
Cristo, la esposa del Cordero (Apo. 19:7-8; 22:17). De esta manera, la distinción entre estas dos
entidades se distingue claramente en las Escrituras, bien señala Pablo: “No
seáis tropiezo ni a judíos, ni a
gentiles, ni a la iglesia de Dios…”
(1 Cor. 10:32). Y, aunque la iglesia está constituida de creyentes judíos y
gentiles, tal distinción no se elimina en la eternidad. El mismo Juan menciona
la usurpación de la calidad de judío como una blasfemia (Apo. 2:8-9; 3:9), distinguiendo a este grupo (7:1-8) de la iglesia hasta la
presencia misma de la nueva Jerusalén (Apo. 21:12-14). Como señalamos, el hecho de
que el NT llame a la iglesia Pueblo de Dios, no elimina tales distinciones,
pues tales adjetivos son usados de manera puntual, y no pretenden
establecer pugna entre estas dos entidades que Dios mismo estableció en Su eterna sabiduría.
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desarrollada como sistema teológico en las iglesias Reformadas de Suiza y
Alemania en los siglos 16 y 17 y de allí pasó luego a Holanda, Escocia e
Inglaterra. Fue introducida en América principalmente por los puritanos. Los
proponentes de la Teología del Pacto adoptaron la Teología del Reemplazo en relación
a la nación de Israel, y como resultado proclamaron que, como Israel había
rechazado a su Mesías, Dios rechazó para siempre a la nación de Israel como Su
pueblo y reemplazó a Israel por la Iglesia como Su pueblo. De modo que
la Iglesia es ahora el Israel de Dios y que ha heredado las bendiciones que
Dios había prometido originalmente a la nación de Israel. Esto significaba que
la nación de Israel había perdido para siempre el derecho de propiedad sobre la
tierra que Dios le había dado en tiempos pasados. Si esto se lleva a su
conclusión lógica, esto significa también que la Iglesia, incluyendo los
gentiles, es la verdadera propietaria de esa tierra. Y la Teología del Pacto,
al menos algunos de sus defensores, continúan sosteniendo hoy ese punto de vista.
Eso no significa que ellos automáticamente odian a los judíos. Y no significa
que creen que los judíos deben ser perseguidos, pero significa que su adopción
de la Teología del Reemplazo ha afectado su opinión del derecho de propiedad de
Israel sobre la tierra y su derecho a existir como nación en el Medio Oriente.
La única manera en que pueden tener ese concepto es empleando un método
alegórico de interpretar la Biblia, en vez del método histórico, gramatical de
interpretar la Biblia.” (Showers 2006:14).
[2] ¿Quién
es “el Israel de Dios” en Gálatas 6:16? ¿La iglesia realmente? Esta última,
es la postura de los teólogos de la teología del reemplazo. Para una análisis y
refutación de esta idea reemplazista, véase el excelente artículo de David Huffstutler aquí:
[3] Bien señala el
profesor Benware: “Los teólogos del reemplazo citan este versículo para
demostrar un uso más amplio del “Israel” que incluye a los gentiles cristianos.
Pero Romanos 9:1-5 está incuestionablemente hablando de Israel étnico, como
aquellos a los que corresponden muchos privilegios espirituales, incluso los
pactos. El fallo de los judíos al no responder positivamente a Jesús el Mesías,
dice Pablo, no frustra los propósitos de Dios. Si bien la mayoría de Israel
rechazó el plan de Dios, alguno en Israel no lo hicieron. Igual que en el resto
de Romanos (donde usa “Israel” once veces en los caps. 9-11) Pablo está
reconociendo sencillamente que dentro de la nación de Israel hay judíos
creyentes y judíos incrédulos. Simplemente está hablando de los israelitas
étnicos que eran hijos de Abraham tanto natural como espiritualmente, y los
contrasta con aquellos en Israel que no creen. No es un contraste entre judíos
incrédulos y la iglesia, y no hay un gentil a la vista. Debería observarse que
muchos teólogos del reemplazo concuerdan con este punto, y, por consiguiente,
no usan Romanos 9:6 para establecer su caso.” (Benware 2010:104).
[4] Como hemos
mencionado anteriormente, el amilenarismo
enseña la teología de reemplazo, “la iglesia es ahora Israel”, y las profecías
tocantes al pueblo judío, se cumplen en la iglesia. Wayne Grudem, —teólogo
reformado (amilenarista)— escribe: “Que
más falta decir para afirmar que la iglesia se ha convertido a ahora en el
verdadero Israel de Dios y recibirá todas las bendiciones prometidas a Israel
en el antiguo Testamento.”
(Grudem
en Benware 2010:98).
1. Multitud de gente (Gén. 28:3).
2. Asamblea (Gén. 49:6; Deut. 9:10).
3. Congregación de Israel, convocatoria
del pueblo (1 Rey. 8:14).
4. Congregación cúltica (Sal. 22:23;
22:22).
5. Reunión de los malos (Sal. 26:5).
6. Congregación de los santos, es decir,
de los ángeles (Sal. 89:5).
7. Tropa, gentío (Eze. 17:17 [postexílico]
Esd. 10:1 multitud “niños y mujeres”).
8. Grupo de cautivos (Eds. 10:8).
Otros
términos usados en el griego koiné para definir a un grupo de “personas reunidas”
son θίασος (thíasos) reunión cúltica en honor a una
deidad. ἐρανος (éranos): colectividad que
observa fiestas. κοινον
(koinon) lo común [que une]. σύνοδος (súnodos) grupo que sigue el
mismo camino (doctrina). συναγωγὴ (sunagogé) reunir (reunión)
[traer juntos] S.II a.C.→ asamblea de
agrupaciones de culto (Coenen 1990II:322-337).
[6] Hb. עֵדָה (edáh)
en el AT encierra el concepto de corporación, recayendo el acento no tanto en
la suma de individuos, —la multitud—
sino en la unidad formada por la comunidad (Coenen 1985II:322). Las
menciones veterotestamentarias más frecuentes son: «la congregación de Israel»
(9 veces), «la congregación de los hijos de Israel» (26 veces), «la
congregación» (24 veces) o «toda la congregación» (30 veces) (Vine 2007:64s). La LXX mayormente
lo traduce con el término συναγωγὴν (sunagogén) “sinagoga”.
[8] Grudem
cree que 1 Pedro 2:9 enseña una teología de la reemplazo: “…el pueblo
elegido de Dios ya no se dice que son los descendientes físicos de Abraham,
porque los cristianos son ahora el verdadero ‘linaje escogido’ (v. 9)… ¿Qué más
podría ser necesaria para poder decir con seguridad que la iglesia se ha
convertido en el verdadero Israel de Dios.” (Grudem en Vlach
2014:1).
[9] Bien dijo el
Señor: “…sin mí, nada podéis hacer” (Jn. 15:5). Esta
asociación, por supuesto, no tiene la noción de una sociedad sinergista, sino,
de dependencia. El NT usa varias veces este sentido en sus aspectos
soteriológicos incluyendo en ello, las implicancias escatológicas de la
salvación que tiene la iglesia
justamente, “con Cristo”. Algunos ejemplos. “Con él” hemos muerto al pecado (Rom. 6:8;
Col. 2:20). “Con él” hemos vuelto a la vida (Col. 2:13; Rom. 6:8). “Con él”
hemos sido resucitados (2 Cor. 4:14; 1 Tes. 4:14). “Con él” nuestra vida está
escondida (Col. 3:3). “Con él” estaremos en el cielo (Fil. 1:23). “Con él”
seremos manifestados (Col. 3:4). “Con él” seremos arrebatados (1 Tes. 4:17).
“Con él” viviremos por siempre (1 Tes. 5:10).
Su sesgo hermenéutico dispensacional no le permite ver su error, señor Torres.
ResponderEliminarTristemente, en este texto no está aplicando su propio lema: “Se te requiere que creas, prediques y enseñes lo que la Biblia dice que es verdad, no lo que quieres que la Biblia diga que es la verdad.” R.C. Sproul