Por J.A. Torres Q. (M.A)
¿Qué es la Hermenéutica del Espíritu?
El año 2016
Graig S. Keener (Ph.D) Escribió “Spirit Hermeneutics: Reading Scripture in
Light of Pentecost”, texto que fue traducido el año 2017 por la editorial
Kerigma con el nombre “Hermenéutica del Espíritu: Leyendo las Escrituras a la
luz de Pentecostés”. Ahora bien, Bernardo Campos (candidato a Ph.D) aunque
publicó el mismo año que Keener, “Hermenéutica del Espíritu: Cómo interpretar
los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” (2016) por la misma
editorial, añade que la idea en sí, la descubrió hace quince años atrás (2001). Aquí, “Hermenéutica
del Espíritu” (Campos 2001:9). Por supuesto, surge una pregunta
obvia aquí, ¿qué quieren decir estos autores con la Hermenéutica del Espíritu?
Por otro lado, ¿existe algo así realmente en las Escrituras? Antes de explicar
lo que Keener cree acerca de esto, por supuesto, en otro artículo, notemos primero, lo que entiende Bernardo
Campos por ello, para finalmente hacer una evaluación de este “nuevo” concepto.
A la
luz del nombre del libro de Campos, “Hermenéutica del Espíritu: Cómo
interpretar los sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” (2016),
podemos hacernos una idea preliminar, sin embargo, el título realmente no nos
dice mucho. Así pues, lo primero que
notamos en el texto de Campos, es que
según él “…el Señor me mostró en el pasaje de 1 Pedro 1:10-12 la estructura
de lo que llamamos aquí Hermenéutica del Espíritu” (Campos
2016:9). ¿Dios les mostró; 1 de Pedro 1:10-12 sugiere algo así como una
“Hermenéutica del Espíritu” (HDE)? Notemos una segunda declaración de Campos que
es importante para entender su propuesta. Así que, ¿qué fue eso que el
experimentó hace quince años, y que su computador no le permitió abrir hasta
después de varios años? Literalmente campos nos aclara:
“No era
una revelación nueva, era simplemente la comprensión del sentido profundo de
la Biblia como el antiguo sensus plenior, o sentido más profundo al que uno
llega cuando hace una lectura semiótica de los textos” (Campos 2016:10).
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¡Eureka! y
Campos es claro en este sentido, su “Hermenéutica del Espíritu” no fue —según
él— una nueva revelación, fue
simplemente una “comprensión más profunda de la Biblia”, un actualizado sensus
plenior (sentido más profundo) de
una lectura. Pero nótese, no de cualquier lectura, sino, de una lectura
semiótica de los textos. Por supuesto, ¿qué tiene que ver una lectura semiótica
—que es un análisis más técnico del texto con una “Hermenéutica del Espíritu”?
Para definir específicamente lo que Campos sugiere, añade: “…permíteme ilustrar mi propuesta de
una hermenéutica del Espíritu, con tres pasajes. Son tres núcleos de sentido
bíblicos para comprender el método de
una HDE” (Campos 2016:58),
el primero de estos textos es Lucas 4:18,
del que Campos concluye su primera conclusión:
“Se
trata aquí de una hermenéutica fundante que permite redimensionar el sentido
escritural desde un contexto nuevo (en la sinagoga). En otra palabras,
permite discernir, por acción del Espíritu de Dios, un sentido profundo (un
sensus plenior) en las Escrituras y ver en la historia cotidiana un plus.” (Campos
2016:59).
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El
segundo texto, es Lucas 24 relativo a los discípulos camino a Emaús, a quienes
el Señor: “…les abrió el entendimiento” (Lc. 24:44s). Según Campos, “…en
esa ocasión… a los intérpretes gracias a una HDE se les abrió el entendimiento
para comprender el sentido de su experiencia […] a mi juicio, lo mismo pasa con
el don de la interpretación de lenguas. Es una gracia divina que nos faculta
para interpretar (no traducir) las lenguas (glosolalia) de los creyentes. Se
trata también en este caso [Lc. 24] de una HDE [Hermenéutica del Espíritu]”
(2016:64). Como puede el lector atento ya avizorar, Campos suma otro ingrediente a su
concepto que expandirá más adelante, nos referimos a su idea de continuismo
referente a los dones y también, con respecto a la “revelación”. Ahora bien, el
último texto que Campos usa como fundamento de su HDE, es Hechos 2:14-39. Del que concluye.
“Lucas
nos presenta a Pedro como el primer teólogo del evento de Pentecostés y por ello mismo el primero de los apóstoles
en desarrollar una HDE […]” (Campos 2016:10).
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Teniendo
en cuenta la “base bíblica” de Campos para fundamentar un asentamiento bíblico
para su idea de HDE, sus conclusiones finales, nos permiten ver en su plenitud lo que es esta HDE (“Hermenéutica del Espíritu”). Así
concluye:
“La Hermenéutica
del Espíritu es el redescubriendo de un sentido novedoso contenido en los acontecimientos
(algo así como un plus), que sólo puede ser visto con los ojos de la
fe o de una HDE. Por ejemplo, allí donde la gente común el día de Pentecostés
sólo vio una simple borrachera (Hch 2:15-16), el apóstol Pedro por una HDE
pudo ver in acto el cumplimiento de una profecía mesiánica”
“La
Hermenéutica del Espíritu es una inteligencia espiritual aplicable a la
Biblia y a los acontecimientos que apuntan al Mesas.”
«La
Hermenéutica del Espíritu supone una experiencia con el Espíritu de Dios y
provoca un nuevo conocimiento cuando se busca la dirección divina “Clama a
mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no
conoces (Jer. 33:3)”»
“La
Hermenéutica del Espíritu pasando por una lectura exegética de la Escritura
(interpretación científica) va más allá de ella, porque supone una
experiencia actualización fundante del sentido del texto desde nuevas
prácticas religiosas. Busca el sentido profundo o espiritual del texto
bíblico.”
“La
Hermenéutica pentecostal, como HDE, une tres polos: la Escritura (el objeto
fundamental), la realidad (objetiva) o acontecimiento y la experiencia
(subjetiva) del intérprete. Esos tres polos forman un constructo que llamamos
HDE o teología”
(Campos 2016:97).
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Una evaluación de la HDE de Campos
Al leer estas
claras definiciones de Bernardo Campos, claramente su HDE (“Hermenéutica del
Espíritu”) es el resultado de ingredientes propios del pentecostalismo
tradicional (continuismo, subjetividad, empirismo experiencial), pero también,
de un pentecostalismo academizado. Y esto es claro, pues, Bernardo Campos no
sólo es un teólogo egresado del extinto liberal y ecuménico ISEDET (“Instituto Superior Evangélico de
Estudios Teológicos”) es también, un pastor pentecostal. De allí que finalmente
relacione su HDE con la hermenéutica pentecostal. De hecho, según su última
explicación, señala que la “Hermenéutica Pentecostal” al igual que la HDE, se
basa en tres polos, la Escritura, la realidad y la experiencia (subjetiva) del
intérprete. Tenemos claro entonces, que esta idea campista es algo propio del pentecostalismo,
pero no de cualquier pentecostalismo. Sino de aquel nuevo pentecostalismo
enviudo por académicos pentecostales como Campos. Sin embargo, antes de mencionar
lo que creemos son las debilidades del paradigma de Campos, es importante
mencionar aquí, otros elementos epistemológicos propios del pensamiento de
Campos que nos ofrecen una mirada mucho más amplia de las teorías
complementarias con las cuales Campos desea potenciar y concretamente,
estandarizar teológicamente su teoría de una HDE.
Primero,
Campos es claramente un teólogo continuista, lo cual no es extraño viniendo de
alguien que viene del mundo pentecostal. En este sentido, —y el mismo lo dice—
el “punto de partida de una HDE” (pág. 23) es una creencia continuista de la
revelación. En palabras de Campos: “Creemos en una revelación de Dios
abierta, pero siempre iluminada por las Sagradas Escrituras” (Campos
2016:23). “Abierta” es eso, cree en que Dios sigue dando revelaciones
extracanónicas legítimas, como es algo característico del pentecostalismo
continuista y, aunque para Campos las Escrituras son un pilar innegociable,
habla de ella como “la Revelación (con mayúscula)” porque para él, las experiencias
individuales también tienen un carácter legítimo importante. De hecho, según
Campos, “…el Señor me mostró en el pasaje de 1 Ped. 1:10-12 la estructura de
lo que llamamos aquí, Hermenéutica del Espíritu.” (2016:9), ese “me
mostró”, en el entendimiento de Campos (y del pentecostalismo) justifica las
revelaciones de Dios, aparte de las Escrituras. En esto Campos es claro cuando
añade:
“Tal
vez sea necesario aclarar que hacemos teoría desde un particular punto de
partida subjetivo y es el hecho de que
los creyentes [pentecostales, por supuesto], como hijos de Dios, siempre
hemos creído y confesado la vigencia de revelaciones de Dios en su carácter
de rehma o palabra y habla viva de Dios” (2016:21)
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Y a esto añade:
“Creemos en teofanías[]
y en una variedad de hierofanías[],
pero todas ellas son siempre confrontadas con la Revelación Especial, que es
la Palabra de Dios en Cristo…”, por eso añade también: “ Distinguimos entre
“revelaciones” en plural [para Campos sinónimo de iluminación del Espíritu] y
la Revelación en singular…” (pág. 21)
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Por
ello añade que “distinguimos entre “…revelaciones en plural” que
erradamente equipara a lo que es la Iluminación del Espíritu, “…y la
Revelación en singular” las Escrituras (pág. 21), de allí, la conclusión consecuente
de que las revelaciones “en plural”, son factibles por medio de esas “nuevas”
experiencias. Esto último —las experiencias— es de hecho, un pilar fundamental
de la HDE, esto se hace evidente en la siguiente declaración de Campos.
“En el
caso de la interpretación bíblica, las nuevas experiencias individuales o
colectivas son las que enriquecen el sentido del texto y lo hacen polisémico
(es decir, con muchos sentidos). Eso quiere decir que, a la luz de nuevas
experiencias, los intérpretes encuentran en los textos bíblico nuevos
sentidos que no estaban claros en una lectura anterior.” (Campos 2016:33)
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Se
hace necesario aquí hacer un primer resumen y refutación de los conceptos de
Campos. Es evidente que cuando se abre el camino para esas “nuevas
experiencias” (individuales o colectivas) se abre no sólo un nuevo camino, sino
también, un argumento para justificar otro tipo de “autoridad” y aún más, para lo
que el mismo Campos reconoce: la polisemia, que en su acepción correcta no
significa “muchos sentidos”, sino, muchos o varios significados. Una puerta
para el deconstruccionismo del sentido univoco inspirado del autor original,
esto es, un solo significado previsto. Por otro lado, no es menor el hecho de que
Campos señale que “creemos en teofanías y en una variedad de hierofanías”. Por
supuesto, aunque desea mantener cierta ortodoxia sobre la suficiencia de las
Escrituras, el hecho mismo de creer en teofanías y en una variedad de hierofanías, es una
contradicción y crisis de autoridad directa sobre la suficiencia de las
Escrituras. Aun más, es contrario a la exégesis rigurosa y en el lenguaje de
Campos, a la semiótica de pasajes como Juan 1:18 y Hebreos 1:2. Juan 1: 18 nos
enseña autoritativamente que “…a Dios —no a sus teofanías— nadie le vio
jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a
conocer.” No existen teofanías hoy, ni mucho menos, hierofanías. Cristo es
en lenguaje del autor de la epístola a los Hebreos. Es la última voz de Dios. En
este sentido el
autor de Hebreos es uno de los autores del NT que deja claramente establecido
esta verdad cuando escribe: “Dios,
habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los
padres por los profetas, en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo…” (Heb. 1:1-2a RV60). Claramente
aquí notamos un paralelo respecto la progresión de la revelación de Dios, desde
una revelación en fragmentos, hasta una revelación plena y final. Note el
excelente resumen que ha hecho el profesor Beyer al respecto.

En otras
palabras, el Hijo no fue otra manera de hablar de Dios, por el contrario, fue
la culminación de Su revelación. Fue la perfección de ella. Como señala Ernesto
Trenchard: «La frase traducida por “muchas porciones” (partes) y muchas
maneras” subraya esta variedad de las manifestaciones de la “voz” de Dios, y, a
la vez, indica su carácter parcial, sirviendo todo para poner de relieve la
revelación final y perfecta en el Hijo, pues Dios nos ha hablado por su Hijo.»
(Trenchard 2013:1464). Pero aun más, el pretérito perfecto
compuesto de la traducción «…“nos ha hablado” por el Hijo»RV60, no refleja
la idea o el aspecto intencional del autor, quien usa un aoristo activo indicativo (ἐλάλησεν [elálesen]) que, en su paralelo más cercano al
castellano —pretérito perfecto simple— significa, “nos habló”, lo cual no sólo destaca
la idea semiótica del sentido llano que el autor deja ver en el texto, en
consecuencia: una revelación “plena” y “final” (Robertson
2003:607). Como añade notablemente el profesor Beyer:
“…el
tiempo aoristo (“habló”), que expresa una acción concluida (y aquí incluso:
única) en el pasado: Dios habló por Su Hijo una vez para siempre” (Beyer
2010:23).
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En otras
palabras, con Cristo Dios no nos mandó otro recado celestial, Jesús era la
Palabra hecha carne (Jn. 1:1ss). Antiguamente Dios habló de manera fragmentaria (πολυμερῶς [polumerõs]), pero en los postreros días
Dios, lit.: “Nos habló en [el] Hijo…”, esto es, Dios mismo vino a hablarnos en la
Persona del Hijo (Jn.1:1-14; Fil. 2:5ss). En consecuencia, más revelaciones (teofanías
y hierofanías) no habrá, ni se necesitan, pues Dios habló de manera definitiva, plena y
final en el Hijo. Por consiguiente, Dios nos habla hoy autoritativamente sólo a
través de las Escrituras, pues ellas nos hablan de Cristo (cf. Sal. 19,
119; Jn. 1:1ss; 17:17; 20:30-31; Lc. 24:13-43; Heb. 1:1-2a; 1 Jn. 1:1ss; Apo. 22:18-19).
Segundo,
Bernardo Campos simplemente actualiza el
antiguo sensus plenior (sentido pleno) lo cual viene a ser una de las
razones de fondo de su teoría de su HDE que deriva —según Campos— de una
lectura semiótica de los textos (Campos 2016:10). Sin embargo, la
idea de que las Escrituras tienen en sus páginas un significado escondido, un
significado más profundo más allá del sentido ilocutivo llano del texto, un
significado adicional, es simplemente tratar de leer entre líneas. Pero aún
más, implica la idea de que hay un sentido espiritual más allá del que el autor
bíblico se propuso, lo cual incluye forzosamente la idea de que el método
histórico-gramático-literal (el sensus literalis)
no es suficiente (Hernando 2012:39s; Fasold 2017:437ss).
Por supuesto, la idea de sensus plenior abre la puerta para un sinfín de
ideas subjetivas acerca del texto, pero también, viene a justificar —como ya
aludimos— la idea del polisemitismo (muchos significados) que según Campos, está
incluido en aquellas “…nuevas experiencias individuales o colectivas que
enriquecen el texto y lo hacen polisémico…” (Campos 2016:33). Esto, como ya dijimos, abre la puerta para un
sinfín de ideas anexas que son propias del pentecostalismo y también, del
carismatismo como lo son el mar subjetivo de las experiencias, la “guerra
espiritual”, la interpretación de “sueños” y “visiones” (pág. 69). Pero, ¿aún
habla Dios por sueños? La respuesta de campos es: “Definitivamente, sí.”
(Campos 2016:89). Curiosamente Campos exhibe una serie de
argumentos para justificar estas declaraciones, insistiendo que dichos sueños y
visiones deben estar en “completo acuerdo con lo que Dios ya ha revelado”. Sin
embargo, como ya hemos observado, Cristo fue la última y definitiva revelación
de Dios. ¿Qué son realmente estos “sueños” y visiones”? Entonces, si
supuestamente son revelaciones de Dios, ¿podemos restarle importancia por una
cosmovisión cesacionista al respecto?
Por supuesto, esto no sería adecuado, pues estaríamos cuestionando “revelaciones”
divinas. No obstante, si tales sueños y visiones no son más que el resultado de
una interpretación defectuosa del texto bíblico y aquella inclinación pentecostal
de perpetuar algo que sólo las Escrituras adjudican a los autores bíblicos,
tales ideas no son más que el viejo argumento pentecostal actualizado y
academizado de que Dios sigue dando revelaciones extra-bíblicas. Esto último es
evidente, porque toda revelación de Dios per se, es autoritativa. Por supuesto, esta es la
idea de Campos, pues la justificación que presenta es el mismo de siempre: ¡Sí!
La Biblia está completa y cubre la necesidad que tenemos de la salvación, pero:
“Esto no quiere decir que Dios… no hable a través de sueños y visiones hoy
en día” (Campos 2016:90). Curiosamente la exégesis de Campos
no sólo es deficiente al tratar de respaldar estas ideas en pasajes
descriptivos clásicos (José [Gén. 37:5-10]; José [Mt. 2:12ss]; Salomón [1 Rey.
3:5ss]; Daniel [Dan. 2:1; 7:1]) y así, apelando anacrónicamente a pasajes como
Amós 3:7 (“porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a
sus siervos los profetas”). En este capítulo (12 “La interpretación
Profética como HDE” pág. 89), además, Campos da una serie consejos para evaluar
los sueños y las visiones, y nótese, cualquier “revelación” mediante una voz
interna o externa (audible). Así añade:
“Cualquier
cosa que Dios dice, ya sea en sueños, visiones o mediantes una voz interna o
externa (audible) tendrá que estar en completo acuerdo con lo que Dios ya ha
revelado en su palabra” (Campos 2016:91)
“Si
usted tiene un sueño y siente que Dios se lo dio, examine con mucho cuidado
la Palabra de Dios y asegúrese que su sueño esté en total acuerdo con la
Escritura, o por lo menos que no se opone a ella. Así, considere lo que Dios
quiere que haga en respuesta a su sueño (Santiago 1:5)” (2016:91)
“Escriba
lo que pasó en sus sueños tan pronto como se levante…si escribe sus sueños
inmediatamente, será capaz de interpretarlos después con el favor de Dios”
(2016:91)
“Asesórese
sobre el tipo de sueño que tuvo… Discierna si tuvo un sueño profético… si
usted no comprende el significado de un sueño profético, ore y medite en ello
ya que podría experimentar una revelación particular. Si no consulte a su
pastor o algún hermano con más experiencia espiritual” (:92)
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Basten
estos ejemplos para notar como Campos estandariza el subjetivismo que incluye
por ejemplo, las experiencias “espirituales”, las visiones e incluso aquellas “voces
internas o externa (audible)” y aquellos sueños no muy claros. Por supuesto,
surgen preguntas obvias, ¿sí supuestamente Dios me puede hablar por medio de
una voz interna o externa (audible), cómo sé que fue realmente Dios o
simplemente mi subconsciente estimulado por estas presunciones? ¿Cómo se puede
examinar un sueño que “sentí” que Dios me lo dio, si Dios mismo ha establecido
que Cristo es la voz final de Dios, la más completa, la más directa, la mejor y
la última voz autoritativa de Él mismo? ¿Quién realmente es la autoridad final
si no tengo claro mi sueño, un “hermano con más experiencias subjetivas”? Es
evidente a la luz de una comprensión rigurosa de las Escrituras y los conceptos
ortodoxos de lo que es la revelación, las ideas de Campos sobre su “Hermenéutica
del Espíritu” no son más que una recapitulación de las viejas ideas del
pentecostalismo antiguo con respecto a las revelaciones extra-bíblicas. Por
supuesto, en un nuevo envase más técnico o académico, a propósito de la jerga
de Campos, así: “epistemología”, “sensus plenior”, “semiótica”, “HDE”,
“orthopathos” (pág. 30), “polisemia”, entre otros.
Tercero,
lo que es evidente para nosotros y aquellos que realmente poseen el
discernimiento real, el bíblico, es la deficiente base escritural que Campos
presenta en la segunda parte de su libro. El supuesto “Sustento Bíblico para
una Hermenéutica del Espíritu” (pág. 39ss).
Así, cita Mateo 16:13-17; Mateo 4 (¡Satanás también usa una cuasi HDE!
[pág. 41]), Marcos 13:32-37, Lucas 4:18; Juan 1:19-51; Lucas 19:41-44; 24; Juan
20; 1 Juan 2:18-20; Daniel 2:19-23. No obstante, ninguno de estos pasajes
realmente habla de una supuesta “Hermenéutica del Espíritu”, esto es
simplemente eiségesis en su expresión más simple. No hay exégesis seria, no hay
pares serios que confirmen la tesis de Campos. Y por sobre todo, no existe en
el NT la idea de una Hermenéutica del Espíritu. El fundamento de Campos es
realmente un anti-fundamento, pues, ningún
texto que alude realmente sustenta una supuesta HDE. Por estas razones, el
nombre mismo del libro —“Hermenéutica del Espíritu: cómo interpretar los
sucesos del Espíritu a la luz de la Palabra de Dios” no es realmente primero,
una “hermenéutica” (serie de principios objetivos para la interpretación de las
Escrituras), tampoco es algo que se deriva del Espíritu. Pues, el Espíritu de
Dios, el autor instrumental de las Escrituras no necesita de una hermenéutica,
son los lectores quienes la necesitamos. Si hay una influencia del Espíritu
sobre alguien particular en relación a una revelación, esto se dio una sola
vez, y fue sobre los profetas y apóstoles. El NT es claro en este sentido.
Pedro 1:10-12 refiriéndose a la labor profética y al alcance autoritativo único
de las “revelaciones” y sobre quienes estaba el Espíritu Santo, añadió que a “…éstos
se les reveló” (RV60) lo tocante al mesías, lo tocante a sus sufrimientos
(profecía) y sus glorias (escatología) que vendrían después de las primeras.
Sin embargo, el texto en su sentido teológico y diríamos también, semiótico
(como dice lo que dice) es en sí, una declaración dogmática, οἷς ἀπεκαλύφθη (joís
apekalúfthe) “…a estos se les reveló” (1:12); en su sentido
aspectual —perfectivo— el aoristo pasivo
indicativo de ἀποκαλύπτω apocalúpto (ἀπεκαλύφθη [apekalúfthe])
revela primero, un acto monergista en la acción divina de revelar. Pero también,
un acto definitivo sobre tal revelación (cf.
Efe. 3:5 ἀπεκαλύφθη).
Lo mismo se dice sobre los apóstoles, nótese:
“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los
que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes
de este siglo, que perecen. Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la
sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra
gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la
hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria. Antes bien,
como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en
corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo
lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” (1 Cor. 2:6 RV60)
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Cuarto,
hay aspectos de la fe que son propios de todos los creyentes, una de ellas, la
revelación del misterio de la cruz, del misterio de la fe y la salvación, entre
otras. Sin embargo, en cuanto a misterios revelados que incluyen todas estas
categorías, el texto anterior es claro en señalar la relación especial de los
apóstoles justamente, frente a la
revelación de estos misterios y por ende, del establecimiento del cuerpo
doctrinal apostólico autoritativo derivado de esta acción divina final y
completa: las Escrituras (cf.
Efe. 2:20s). Por ello que, en cuanto a esta clase de revelación única y
autoritativa, Pablo usando un plural retórico epistolar apostólico no extiende este acto divino como una
concesión eclesiástica así como una supuesta HDE, no, tal dinámica fundante
revelacional, es exclusivamente y excluyentemente apostólica. Dice Pablo: “Pero
Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu…” (1 Cor. 2:10a RV60), el
texto griego en su sentido llano es claro al señalar ἡμῖν δὲ ἀπεκάλυψεν ὁ θεὸς διὰ τοῦ πνεύματος· (jemín dé apekálufen jó théos diá tú
pneúmatos) así el dativo ἡμῖν “a nosotros” + la conjunción adversativa δὲ (“pero”) no son casuales, sino, semióticamente
intencionales, pues por medio de esta locución la idea ilocutiva (la intención
del autor) deja ver claramente la distinción particular que tienen los apóstoles
en cuanto a la revelación autoritativa.
Añade
el texto que, a éstos —los apóstoles— se nos “reveló”, así, “Pero Dios a
nosotros las reveló por medio del Espíritu…”, esto no es una HDE, por el
contrario, es el acto soberano de Dios de dar a los hagiógrafos
revelación directa. No hay aquí algún tipo de proceso hermenéutico. Fue acto de
Dios a sus siervos de revelar tales misterios que ahora leemos en forma
autoritativa en las Escrituras. Muy similar a la referencia de Pedro sobre los
profetas, enfatizando Pedro la pasividad de los profetas en el acto. Aquí, se
trata del aoristo activo indicativo del mismo verbo (ἀποκαλύπτω) con la
diferencia que la voz es activa (ἀπεκάλυψεν), subrayando con ello, al Agente divino de esta revelación, Dios.
Por ello la idea del texto es: “Pero Dios nos las reveló a nosotros [los
apóstoles] por el Espíritu…”, o “Porque a nosotros nos lo reveló Dios
por medio del Espíritu…” (JER).
¿Qué
más podemos añadir aquí acerca de la deficiencia de este paradigma pentecostal?
Muy bien puede clasificarse bajo lo que George Reyes ha clasificado, como uno
de los paradigmas modernos de hermenéutica en donde encajan una serie de
hermenéuticas como la feminista, las políticas, las ideológicas y también, las
que desprovistas de la objetividad propia que implica la hermenéutica, caen en
la subjetividad de las experiencias como lo es la propuesta de Bernardo Campos,
tal categoría, es según Reyes, la “Epistemología Equivocista Posmoderna”, según
Reyes, la categoría que encarna las presuposiciones ideológicas de la cultura y
las corrientes filosóficas posmodernas contemporáneas. La que aglutina a la
mayoría de las “…tendencias hermenéuticas académicas posmodernas y
académicas y pastorales bíblicas, con su práctica de una interpretación light
opuesta desmedidamente a la razón y volcada a la intuición y la experiencia”
(Reyes 2021:30). Así, y
bajo esta categoría: “Epistemología Equivocista Posmoderna”, caben también
todas aquellas hermenéuticas —añade
Reyes— deconstructivas (del texto) como las hermenéuticas feministas,
ideologizadas por la sociología, la antropología y la política (“teología de la
liberación”). Hermenéuticas que imponen al texto ideas ajenas al mismo, con el propósito de justificar algún
paradigma puntal, como es en este caso, la idea de una HDE.
Ahora
bien, ¿y qué de George Reyes y su
propuesta hermenéutica? Reyes también
propone una idea que quizás no es nueva, pero que también llama nuestra
atención: “Hermenéutica Bíblica Analógica” (2021, Kerigma), título de su libro
y propuesta. ¿Qué hay detrás de esta “nueva” propuesta de Reyes? Según él, “es
nuestra convicción que el texto debería leerse en consonancia con la comunidad
hermenéutica antigua y contemporánea. Y a la luz de la fe consensuada” (Reyes
2021:47). ¿A qué se refiere Reyes con este tipo de lectura, se trata de
un consenso real o ficticio? ¿Es una propuesta que reclama equilibrio real, o simplemente
es otra manera de deconstrucción del texto? Habiendo dejado atrás las ideas de
Campos, se hace necesario también escrutar la propuesta de Reyes, lo cual por
supuesto, haremos en otro artículo. Baste decir aquí, que nuevas categorías
hermenéuticas aparecerán siempre, sin embargo, la hermenéutica
“histórica-gramático-literal” seguirá siendo nuestra elección. Hasta ahora, no
tiene rivales superiores, claro está, a menos que se quiera abandonar la
objetividad del mismo, para entrar en otras hermenéuticas que como la HDE (“Hermenéutica
del Espíritu”) simplemente nos conducen a un campo subjetivo de especulaciones
como consecuencia de sus postulados de base.
Bibliografía
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Hartmut 2010. Epístola a los Hebreos. Material de Estudio. Temuco: ICAT,
hoy: “Seminario Guillermo Strong”.
Campos,
Bernardo 2016. Hermenéutica del Espíritu, cómo interpretar los sucesos del
Espíritu a la luz de la Palabra de Dios. Oregón, EE.UU.: Kerigma.
Fasold,
Jaime 2017. Con Precisión, El listón de la Hermenéutica Bíblica. Carol
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Trenchard,
Ernesto et al. 2013. Comentario Expositivo del Nuevo Testamento.
Viladecavalls, Barcelona, España: Clie.
Robertson,
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Viladecavalls (Barcelona) España: Clie.
Hernando, D. James 2012. Diccionario de Hermenéutica.
Springfield, MI: Góspel Publishing House.
Reyes,
George 2021. Hermenéutica Bíblica Analógica, propuesta y análisis
hermenéutico. Oregón, EE.UU.: Kerigma.
Eureka
del gr. εὕρηκα “¡Lo he
descubierto!” es el perfecto indicativo de εὑρίσκω, “descubrir”, y fue una expresión famosa atribuida al matemático
griego Arquímedes de Siracusa. La idea se replica hoy en día, con el sentido
de haber descubierto algo, de haber
encontrado lo que se estaba buscando con cierto afán.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar
a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a
los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos” (RV60).
Las
teofanías eran apariciones de Dios. Entiéndase, en el AT Dios se manifestaba de
manera velada, por medio de una teo-fanía tangible para los sentidos
humanos. Algunos ejemplos son Génesis
12:7-9; Éxodo 3:2–4:17; 24:9-11 y Deuteronomio 31:14-15, entre otras. Por supuesto, si Campos cree hoy en teofanías,
pasa por alto aspectos no solamente exegéticos y teológicos acerca de la
finalización de la revelación de Dios en Cristo y el testimonio teórico de
ello: las Escrituras.
Hierofanía (del
griego ἱερός [jierós]
= sagrado y φαίνειν [faínein]
= manifestar) así, el acto de
manifestación de lo sagrado, curiosamente conocido también, entre los
hinduistas y budistas con la palabra de la lengua sánscrita darśana.
Explica Hernando: “Se refiere al sentido simple, común, y claro de una
palabra o texto como se reconoció y se entendió en un contexto cultural,
histórico, y literario en particular”
(Hernando 2012:39s).