El siguiente
extracto es una muestra en revisión del libro:
“Decisionismo o evangelismo bíblico”, por J.A.
Torres Q. ISBN: 978-956-351-515-2 año 2015. A la fecha, en últimos detalles.
Lovett, C.S 1963. Ahora es fácil ganar almas. Pág. 50.
¿Si yo oro con fe, soy salvo?
¡Sí! Sólo tienes que repetir ésta oración. Lo anterior no sólo es una
comprensión errada del requerimiento del evangelio, o, de lo que es en sí, el
evangelismo bíblico; sin duda no todas las versiones del decisionismo son
siempre de esta manera, pero en términos generales, el “acto”, el
“hecho”, la “acción” que se requiere, tiene una connotación casi sacramental,
de allí que muchos teólogos llamen a este rito evangélico, una
“superstición”[1], y
otros, una “presuposición equivocada”[2].,
en este sentido, la oración del pecador no sólo ha sido una práctica errada,
sino que en algún sentido no menor, se ha sostenido por una noción no sólo arminiana, sino aun,
peligrosamente sacramentalista. Y esto, es en esencia, sustancia de la teología
católica. Pero, ¿en qué sentido es
sospechosa de sacramentalismo? Si observamos esta costumbre con lentes
reformados (Reforma), claramente la “oración del pecador” es justamente una
“presunción”, y en algunos casos también, una “superstición” basada en la
concepción de que un “rito pío”, y no necesariamente malo en motivación es necesaria
para la “salvación”. Si bien es cierto el protestantismo no tiene una teología
teórica sacramental, en el consciente colectivo decisionista está la
noción errada de que si no se ha hecho una oración, no se ha logrado efectuar
la salvación. No obstante, antes de entender cuál es la relación entre
los sacramentos católicos y la oración de pecador, es necesario entender
justamente, qué son los “sacramentos” católicos y en este sentido es
necesario preguntarnos: ¿Por qué Lutero arremetió fuertemente contra los
sacramentos católicos? En términos concretos, y para entender la hostilidad de
Lutero, —y por cierto— la de los reformadores tocante a los sacramentos,
tenemos que entender que los sacramentos son “ritos” religiosos que desde una
comprensión teológica católica, se obtiene y se sostiene la
salvación. Por esta razón Lutero llegó a tildarlos de impíos y opuestos a la
verdadera fe cristiana, en especial, en su libro: “La cautividad Babilónica de
la Iglesia”, en el que encontramos algunas críticas al respecto, como:
“Comenzaré por negar la existencia de siete sacramentos, y, por el momento,
propondré sólo tres: el bautismo, la penitencia y el pan. Todos ellos se han
reducido por obra y gracia de la curia romana a una mísera cautividad, y la
iglesia ha sido totalmente despojada de su libertad. Aquilatando mis
palabras al uso de la Escritura, en realidad tendría que decir que no admito
más que un sacramento y tres signos sacramentales.” (Lutero 1520:1ss
cf. [Arnau 2007:135]).
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¿Qué es lo que
Lutero estaba negando? Ramón Arnau —teólogo y catedrático católico— explicando
la intención de Lutero, responde: “Al adoptar esta drástica actitud
contra la definición escolástica del sacramento, lo que de veras estaba
negando [Lutero] es la eficacia causal del mismo […] Lutero rechazaba de modo
absoluto que la gracia depende de una determinada acción realizadas por un
hombre […] a lo que se opone decididamente Lutero es a aceptar que los
sacramentos […] sean signos eficaces de la gracia.” (Arnau 2007:138).
¿Cómo un “rito” puede tener eficacia salutífera? ¿Cómo un “acto”, una “acción”,
o sea, una “obra humana” puede pretender ser eficaz para la salvación? La única
manera, —y respondiendo concretamente a estas preguntas—se encuentran en la
teología católica. Por esta razón la negación de los sacramentos por
parte de Lutero y los reformadores fue una sublevación insolente a los ojos del
clero romano, quizás la escisión más grave de todas. Nótese que en
el “Estudio sobre Historia de la Teología”, el sacerdote jesuita Cándido Pozo
(1925-2011) citando al historiador alemán protestante Ernst
Troeltsch (1865-1923) constató esta cuestión: “La idea
religiosa central del protestantismo es la disolución de la idea de sacramento.
En un plano de historia de los dogmas éste es el punto decisivo por el que, por
primera vez, se rompió definitivamente el sistema católico.” (Troeltsch
en Pozo 2006:35). Los reformadores en consenso
general, dieron un golpe mortal a la soteriología católica al negar los
supuestos poderes de estos ritos. Piolanti, otro pensador y teólogo católico
escribió:
«La pacifica posesión, de esta doctrina, fruto de la reflexión de muchos
siglos sobre los datos de la Revelación (cfr. Rom. 6, 3-11; 1 Cor. 10,17) fue
perturbada por los protestantes del s. XVI, que, negando los
Sacramentos de la Nueva Ley la dignidad de causas de la gracia, los
consideraron como signos “ad nutriandam fidem” (Lutero), o como prendas
de la benevolencia divina (Calvino), o como señales de pertenecer a la
iglesia (Zwinglio), o solamente como nota que nos distingue de los infieles
(Carlostadio y Socinianos). El conc. de Trento reivindicó contra este
empobrecimiento del dogma la eficacia causal del los sacramentos y rebatió
uno por uno los errores del protestantismo en los trece cánones de la sesión
VII.» (Piolanti 1952:321s).
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Pero, ¿en qué sentido pudiera el decisionismo ser
sospechoso de sacramentalismo, en especial, la “oración del pecador”? Para el católico común, los sacramentos confieren la gracia, o la
operan. Los teólogos católicos escolásticos enseñaban que estos ritos, —los sacramentos— eran
visibile signum invisibilis gratiae→ [un] “signo
visible de la gracia invisible” y de allí, la fórmula que vino a explicar que
los sacramentos actúan ex opere operato (lit.: “de la
obra hecha”)[3] y
ex operato operantis (lit.: “de la obra del que está haciendo
la obra”)[4] (Grenz &Guretzki et
al. 2006:51s). Por esta razón, los ritos católicos llegaron a ser
necesarios, diríamos, infaltables para la soteriología católica. Por ejemplo,
para el teólogo católico escolástico Hugo de San Víctor la teología sacramental católica, fue clave en
el proceso del pensamiento católico actual pues justificó los mismos, para
reparar —según él— las consecuencias del pecado original[5],
instaurados —según San Víctor— desde el mismo momento de la expulsión del
Edén con el propósito de servir como “medicina” para que el hombre pudiese [por
el mismo] curarse (Arnau 2007:92). En otras palabras, Hugo de San
Víctor establecería la necesariedad de los sacramentos como acciones (rituales)
instituidas para la sanación del hombre no muerto —según la teología católica—
sino simplemente enfermo por el pecado (2007:92,93). Fue el Concilio de
Florencia[6] (1439-1445)
la instancia en donde la idea de que cada uno de los sacramentos causan la
gracia, de manera que fue establecida canónicamente. Esencialmente, basada en:
“De articulis fidei et ecclesiae sacramentis” de Tomás Aquino (Rico 2006:264),
así, el Concilio de Florencia capituló:
“Siete son los sacramentos de la Nueva Ley, a saber, bautismo,
confirmación, Eucaristía, penitencia, extrema unción, orden y matrimonio que
mucho difieren de so sacramentos de la antigua Ley. Éstos, en efecto, no
producían (causabant) la gracia, sino que sólo figuraban la que había
de dase a través de la pasión de Cristo; pero los nuestros no sólo contienen
(continent) la gracia, sino que la confieren (conferunt) a los
que dignamente los reciben.» (Florencia en Bourgeois & Sesboüé
1995III:95).
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De esta
manera llegamos a uno de los concilios más relevantes de la Iglesia
Católica al presente, el concilio de Trento (1542-1562), en el que la
conclusión teológica sacramental, será definitiva y apologética[7].
Trento definió los sacramentos como “medios” de salvación, o, como: “…instrumentos
de la gracia.” (Rovira 2001:101). En tres puntos, Trento
concluyó y resumió la posición que la IC sigue hasta hoy, leemos:
1. Los sacramentos del Nuevo
Testamento causa la gracia; la dan a los que dignamente la
reciben. […] Contienen la gracia que estos sacramentos significan.
2. Dan la gracia a los que no pone
obstáculo.
3. Los sacramentos comunican la gracia en
virtud de la obra realizada objetivamente.
(cf. CIC 1513-1514;1529;1605)
(Rovira 2001:101)
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Finalmente el Concilio Vaticano II (1962-1965) reafirmó
los dogmas de Trento, recalcando que la institución de los sacramentos
fue una concesión del mismo Jesús, y como tales, son instrumentos operantes de
la gracia. En términos concretos, el concilio Vaticano II confirmó los
dictámenes tridentinos (Bourgeois & Sesboüé
1995III:209). No obstante, es necesario agregar aquí, que el Concilio
Vaticano II llegará a decir[8] implícitamente,
que el evangelio no es necesario para la salvación. En consecuencia, y teniendo
en cuenta la noción medular de los sacramentos, ¿cuál es
finalmente la posible relación de los sacramentos católicos, con el “sinner's
prayer”, la oración del pecador? Algunos se podrían preguntar asustados,
¡¿con los sacramentos católicos?! Al leer algunos textos católicos al respecto,
la sospecha toma cuerpo. Pero aun más, al leer ciertas críticas evangélicas
lapidarias como: «La oración del pecador es un ejemplo de una
presuposición equivocada que infesta mucho la evangelización moderna….» (Gebhards 2011:149),
o, «Pídele a Jesús que venga a tu corazón. […] No encontrarás un lugar
donde se mencione siquiera la oración supersticiosa de un pecador….» (Platt 2011:41-42)
la acusación toma cierto peso objetivo. En otras palabras, la oración del
pecador como “rito” necesario recibe su primera estocada porque sea como sea,
—en el esquema decisionista elemental— es también un rito informalmente
estipulativo que claramente la esencia de la reforma termina de rematar
por las implicancias de la frase, “solo” por fe. Nótese que Cándido Pozo (1957-2005)
—teólogo católico—citando a Wilhelm Stählin (1883-1975) teólogo luterano
alemán, graficó bastante bien esta cuestión, respecto la práctica de la fe
reformada, versus la ritología católica.
«…Lo que definiría al protestantismo, es la palabra “solamente”,
(allein), mientras lo que definiría al catolicismo es la conjunción “y”
(und)» (Stählin en Pozo 2000:25).
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Y añade:
«Así, en efecto, estudiando los grandes temas que se debatieron en Trento
cuando se traza la línea divisoria entre catolicismo y protestantismo,
subraya cómo las posiciones protestantes se expresan con unas fórmulas las
cuales contienen todas la partícula “solamente”, mientras que las fórmulas
dogmáticas que Trento opone a las fórmulas protestantes son siempre unas
formulaciones complejas en las que existe siempre la conjunción “y”. Así, por
ejemplo, el gran tema de la sesión cuarta de Trento sobre la escritura y
tradición. Frente a la fórmula protestante “Escritura solamente”, Trento
definiría “Escritura y Tradición”. Cuando llegamos a los grandes temas de la
sesión sexta, la sesión de la justificación, el protestantismo, dentro
también de la temática de la sesión sexta, dirá “la fe solamente”, mientras
Trento frente a ese “solamente” protestante opondrá de nuevo un “y” diciendo
que el hombre para justificarse necesita de la fe y de las obras.» (Pozo 2000:25).
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Claramente la idea
decisionista en su esencial filosófica primordial, añade a la fe un “y”
ritualista sutil, que por cierto también y en la mayoría de los casos, no
se hace por una intención herética, no obstante y en algunos casos, llega a
ser un práctica “piamente” fetichista[9],
con matices sacramentalistas, nótese brevemente los siguientes conclusiones
decisionistas.
“¿Has decidido recibir al Señor Jesús como tu Salvador? Si lo has hecho,
has hecho la decisión más importante de tu vida. Ahora eres parte de la
familia de Dios…” (Palau 2012:28).
«…Dondequiera que sea que esté leyendo esto, lo invito a que baje su
cabeza y que quietamente susurre la oración que cambiará su eternidad:
“Jesús, creo en ti y te recibo.” Hágalo. Si oró con sinceridad esa oración,
¡felicidades! ¡Bienvenido a la familia de Dios!» (Warren 2002:50)
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Sabiendo que el
cristianismo protestante “popular” es de noción mayoritariamente arminiana,
la pregunta es, ¿qué volvió a retomar Charles Finney —el padre del
evangelismo decisionista— del catolicismo medieval lo cual
claramente legó sutilmente a nuestra generación? Evidentemente no fueron los
sacramentos, no obstante, la respuesta emerge por sí sola si hemos logrado
entender la aorta del sacramentalismo, en efecto, ¿en qué confían
muchos evangélicos aun, cuando se les pregunta cómo saben que son
realmente salvos? ¡Yo hice la oración! (rito), dicen muchos, otros, yo le pedí
a Cristo que entrara en mi corazón (rito); no debemos ser ingenuos, si bien es
cierto estas declaraciones no siempre son la conclusión herética de alguien que
realmente siente su necesidad de Cristo, debemos tener claro, —y en especial— como
ministros de Dios, que la necesidad de “ritos”, es proposición de la
religión falsa que adjunta fetiches a la fe. “Sólo” Cristo, “sólo fe”,
“sólo” Escritura, no fueron un adorno comunicacional de la Reforma, sino la
convicción profunda de que “sólo la fe”, no la fe “y” una oración ritual pía,
era y es el requerimiento del evangelio. Por cierto, —y lo hemos aclarado— no
es malo hacer una oración y querer expresar aquello que el corazón
siente en la dirección correcta, no obstante, la necesidad de volver a las
“solas” de la Reforma, no es una cuestión filosófica, sino una cuestión básica
no sólo de la Reforma, sino de la fe escritural. Bien escribió el pastor Jorge
Ruíz:
«… no nos salvamos nosotros, sino es Dios quien nos salva, sólo por
gracia, solo por la fe, y sólo por los méritos de Cristo”. […] quita las
palabras “sólo” y la reforma tarde o temprano, desaparece. El mundo
evangélico en general ha quitado la palabra “sólo” a todas estas
afirmaciones. Ello lo ha hecho en los últimos 200 años aproximadamente [a
través] del nuevo evangelicismo […] La idea fundamental de este cambio ha
sido que la regeneración es una obra que el hombre hace: en esencia no es más
que una “decisión por Cristo”, por la que el hombre, a cambio, recibe la
salvación. La salvación, por tanto, es una obra del hombre, o mejor dicho,
una obra que el hombre hace a medias con Dios. [¿El resultado?] El gran
teólogo y predicador americano Robert L. Dabney a finales del siglo XIX,
constató el resultado que esta predicación antropocéntrica había hecho en su
país, ella era la que “había poblado el país de incrédulos.”» (Ruiz en Adams 2005:10s).
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En conclusión, no estamos en desacuerdo con el hecho de que alguien
desee tomar una “decisión”, o “sienta” expresar en una oración lo que cree, el
problema, es considerar la oración en sí, como un acto de salvación, tal cual el decisionismo ha promulgado durante más de una década. No hay dudas que el hombre es impelido por Dios con imperativos
verbales a tomar una posición al
respecto, una “decisión” (Mr. 1:14s; Hec. 17:30s), no obstante, decisión-ismo, es otra cosa que nada
tiene que ver con el evangelismo bíblico.
Bien señaló el profesor Manfred A.
Bluthardt, en su análisis al evangelismo de la década pasada.
«Todo Simbolismo necesita absolutamente una
exhaustiva y contextualizada explicación, sino llega a ser un ritualismo muerto…
[P.Ej. = Pascua (Éxo. 24:28)] Para evitar puro ceremonialismo y tradiciones
rutinarias se requiere aclaraciones y explicaciones apropiadas en nuestros
servicios cristianos. ¿Qué entiende una persona por una “decisión”, de
“aceptar a Cristo”, “entregar la vida a Jesús”, etc.? Siguiendo al Prototipo
bíblico practicamos el Bautismo de creyentes por inmersión. Es sorprendente
escuchar algunos testimonios de los candidatos a bautismo que incluso han
tenido clases especiales de preparación. “!Me bautizo hoy para lavarme de
todos mis pecados!” “Aunque mis amigos se rían y se burlen de mí, me voy
hacer evangélico y miembro de UCB!” Sin duda una “decisión” es importante
como un paso en la dirección correcta; no obstante no equivale
—necesariamente y en cada caso— a la conversión y a la regeneración.
Recuerdo un informe sobre las actividades evangelísticas del verano. Se
informó, que en la carpa (evangelística) pasaron 17 personas adelante y
aceptaron a Cristo. Después de unos 3 meses no asistió ni una sola persona de
ellas al culto. ¿Dónde quedan las evidencias de la nueva vida? Puede que
estas personas hayan hecho una decisión sincera, pero, ¿experimentaron un
cambio de muerte a vida? ¿Qué del pasado? – ¿Han sido liberados del
catolicismo, del animismo, de las drogas, de la pornografía, etc.? “! Las
cosas vieja pasaron!” ¿Qué de la restitución? “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí Señor, la
mitad de mis bienes doy a los pobres, y si algo he defraudado a alguno, lo
restituyo cuadruplicado.” (Lc. 19,8) ¿Podría ser, que hemos ampliado
demasiado la “puerta estrecha”? “! Dios te ama, y El tiene un
maravilloso plan para ti, acéptalo y en 10 Minutos tú serás mi hermano!”» (Bluthardt
2007:1).
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La declaración anterior es un ejemplo concreto de quien realmente ha
entendido el evangelismo escritural, pero también, de quien ha entendido Su
necesidad de Cristo y no solamente quien
responde a la espeluznante idea de perecer en el infierno porque alguien lo
“evangelizó” diciéndole: ¿Estás seguro que quieres pasar toda la eternidad en
el infierno? O, ¿Vas a dejar a Cristo con la mano estirada? O, ¡Cristo está
esperando que le abras tu corazón! ¿Vas a dejar que el siga esperando? Todas
las respuestas a estas preguntas de acuerdo a la casuística —como el propio
profesor Bluthardt constata en su comentario— en la mayoría de los casos terminaron
simplemente en “decisiones” infructuosas
debido a una religiosa pía conveniencia, de manera que en muchos casos Cristo fue simplemente “necesario” para protegerse de un potencial infierno,
y otros, para no dejar a Cristo con la “mano estirada”. A pesar de lo anterior,
no es menos cierto que muchos de este mismo grupo han sido realmente salvos. No obstante, no por dicha oración,
sino porque después de un periodo de moralismo cristiano, “algunos” de estos “despertaron”
de su estado espiritual (Efe. 2:1s) cuando Dios a través de Su Palabra abrió sus
corazones y literalmente los resucitó a la vida espiritual, de manera que el
testimonio de muchos de ellos —que hemos constatado— fue que su profesión inicial,
simplemente había sido una profesión falsa, sin duda para éstos Cristo en algún
sentido era “necesario”, pero relevante y por sí sólo, jamás lo fue, y esto,
sólo hasta que Dios obró en ellos la verdadera conversión sacando de ellos el
velo por el cual justamente Cristo estaba velado a sus ojos como tal él es (2
Cor. 4:6s), quien llegó a ser para muchos de éstos, radicalmente relevante y no solamente “necesario.”
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2001. Los sacramentos, símbolos
del espíritu. Barcelona, España: Biblioteca Litúrgica.
Warren, Rick 2002.Una
Vida Con Propósito, ¿para qué estoy aquí en la tierra? Grand Rapids, MI: Zondervan.
[1] David Platt en su libro Radical no dudo en escribir: «No
encontrarás un versículo en la Escritura en el que se le diga a la gente:
“inclina tu cabeza, cierra los ojos y repite después de mi”. No encontrarás un
lugar donde se mencione siquiera la oración supersticiosa de un pecador. Y no
encontrarás un énfasis en aceptar a Jesús.» (Platt
2011:41-42).
[2] Gebhards escribe también: «La oración del pecador es un ejemplo
de una presuposición equivocada que infesta mucho la evangelización moderna.
Proviene de la noción errada de que la decisión de un pecador de recibir a
Cristo es el factor determinante en la salvación.» (Gebhards 2011:149).
[3] Este latinismo,
sugiere y señala al sacramento, como una obra que realmente causa, o “opera” lo
que significa (Grenz & Guretzki et
al. 2006:51s).
[4] Grenz y
Guretzki explican que con esta frase se quiere comunicar que
los sacramentos, son efectivos, solo sí se llevan a cabo correctamente, por un
sacerdote o ministro debidamente ordenado (Grenz & Guretzki et
al. 2006:51s).
[5] Hugo de San Víctor
dirá también, y como principio, “…que siempre que hay enfermedad ha de
haber la correspondiente medicina, y puesto que la enfermedad ha acompañado al
hombre desde siempre, desde siempre también le acompaña los sacramentos.” (Arnau 2007:92).
[6] El concilio ecuménico de Florencia
se inició en Basilea, después fue trasladado a Ferrara el 8 de enero de 1438, y
después a Florencia. Su objetivo principal fue la
reunificación entre las Iglesias griega y latina.
[7] Especialmente en contra de los
reformadores, Antonio Miralles, —escritor católico— escribe: “El
concilio de Trento, en el primero de los cánones sobre los sacramentos en
general publicados en la sesión séptima, definió como dogma de fe, contra el
error protestante, la institución de los sacramentos por Cristo.” (Miralles 2000:141s).
En términos específicos, Trento decretó: “Si alguno dijere que los sacramentos
de la Nueva Ley no fueron instituidos todos por Jesucristo Nuestro Señor, o que
son más o menos de siete, a saber, bautismo, confirmación, Eucaristía,
penitencia, extremaunción, orden y matrimonio, o también que alguno de estos no
es verdadera y propiamente sacramento, sea anatema.” (Trento en Miralles 2000:141s).
[8] «Los que sin culpa suya no
conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero
corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios,
conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la
salvación eterna (LG 16; cf DS
3866-3872).» (Vaticano 2014:1).
[9] “La oración modelo
para pedir la salvación puede ser así… Después que él ore, muéstrele el
versículo de Rom. 10:9, 10,13 e indíquele que ha cumplido con los requisitos
que Dios tiene para la salvación. […] conviene que le escriba que aceptó a
Cristo en esta fecha en la pasta de su Biblia o en un librito o folleto que
tenga un sitio para firmar su decisión.” (Pacheco 1974:23).
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